martes, 4 de noviembre de 2008

LA SANTIDAD DE DIOS Y LA NUESTRA

En la 1ra. Epístola a los Tesalonicenses Pablo nos pone delante un precepto, que bien mirado, es formidable. Formidable en el sentido de gran dificultad. Nos dice que guardemos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1Ts 5:23). ¿Qué quiere decir irreprensible? Sin reproche, sin mancha.

Antes de que nos convirtiéramos eso nos era imposible. Al contrario, hacíamos precisamente lo opuesto. Esto es, manchábamos constantemente nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro espíritu con nuestros pensamientos, palabras y conducta. Pero ahora que Jesús mora en nosotros ¿nos es fácil cumplir ese precepto? Porque, fijémonos bien, se trata de un precepto, de una orden, no sólo de un consejo, o de un deseo. Es Dios ciertamente quien puede santificarnos por completo, pero somos nosotros los que tenemos que apartarnos del mal, como dice Pablo en el versículo anterior. Dios nos puede santificar y sólo Él puede hacerlo, pero no puede lograrlo si nosotros no hacemos nuestra parte, si no colaboramos con Él. Si nosotros no nos guardamos del mal, si no nos guardamos sin mancha, Dios no nos puede santificar perfectamente.

¿Y quién puede honestamente decir que guarda todo su ser sin mancha? Por hablar sólo de nuestra alma ¿cuántas veces no nos dejamos llevar por el rencor, por la antipatía, o hasta por el odio, hacia ciertas personas? Con tales sentimientos manchamos nuestra alma. Ya no la hemos guardado irreprensible, ya la hemos manchado. ¿Y cuántas veces pecamos con nuestra lengua y manchamos nuestro cuerpo? (St 3:6)

Alguno dirá quizá: Lo que Pablo quiere decir es que si alguna vez pecamos, que nos arrepintamos y confesemos nuestro pecado, y Dios, que es fiel y justo, nos perdonará y limpiará de toda maldad (1Jn 1:9). Y así, aunque pequemos, guardaremos todo nuestro ser irreprensible.

Es posible que en extremo pueda interpretarse su pensamiento de esa manera. Pero ¿es eso lo que Dios quiere? ¿Qué pequemos para que Él nos perdone? ¿Es ése nuestro caminar cristiano? ¿Abusaremos de la paciencia y fidelidad de Dios con el pretexto de su promesa de perdonarnos? Toda ofensa afecta la santidad que debemos mantener ante el Señor. Y Él nos manda que seamos santos como Él es santo (Lv 11:44,45; 1P 1:15,16). El pasaje de Tesalonicenses que he citado es sólo una ampliación, una precisión o desarrollo del precepto de la santidad: Guardarnos de toda mancha, de la menor mancha, en verdad, para que seamos irreprensibles. Porque sólo así seremos santos.

De otro lado ¿cómo sabemos que para la venida del Señor habremos tenido tiempo de arrepentirnos? Trátese de su venida personal, cuando nos toque partir de este mundo, (si Él no viene antes) o de su venida general -la Parusía que esperamos con ansia, en la que todo ojo le verá- esto es, su segunda venida, tanto la uno como la otra ocurrirán súbitamente. Para advertirnos de la importancia de estar preparados velando y esperando su retorno, que sucederá cuando menos lo esperemos, pronunció Jesús la parábola de las vírgenes necias y prudentes, exhortándonos a mantener nuestras lámparas ardientes con la luz de su espíritu. Porque pudiera ocurrir que venga tan súbitamente que no tengamos tiempo de arrepentirnos y no nos encuentre irreprensibles sino manchados. Y entonces, quizá nos salvemos, pero nos salvaremos, como dice Pablo en Corintios, como por el fuego (1Cor 3:15). Esto es, de refilón, con las justas.

Si no nos guardamos irreprensibles nuestra obra no habrá sido de oro, ni de plata, ni siquiera de madera. Apenas de heno o de hojarasca, que se quemará con el fuego. Pero nosotros no queremos eso, sino que nuestra obra sea de material precioso a fin de que permanezca y recibamos nuestra recompensa (1Cor 3:12-14). Caminemos pues de la mano con el Señor y seamos santos e irreprensibles, así como Él es santo.


#537(24.08.08) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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