martes, 30 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES III
Un Comentario de Proverbios 4:20-27
Esta última sección del capítulo dirige su atención a las diferentes partes de nuestro cuerpo que intervienen en nuestra conducta: oídos (v. 20), ojos (v. 21,25), corazón (v. 23), labios (v. 24), pies (v. 26,27).
20. “Hijo mío, está atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones.”
21. “No se aparten de tus ojos;
Guárdalas en medio de tu corazón;”
22. “Porque son vida a los que las hallan,
Y medicina a toda su carne.”
Esta pequeña perícopa de tres versículos dedica los dos primeros a exhortar encarecida e intensamente al hijo, (o discípulo) a prestar atención a los consejos paternos, y en el tercero expresa la razón de su insistencia, la cual encierra uno de los secretos del valor que tienen las Escrituras para nosotros. Los dos primeros versículos son una exposición de cómo debe ser la escucha: 1) estar atento, es decir, prestar atención a las palabras; 2) escuchar detenidamente su significado e intención (inclinarse es el gesto con el cual uno se acerca a algo); 3) tenerlas siempre presente, es decir, tener los ojos puestos en ellas, lo que quiere decir que no se trata solamente de escuchar la palabra hablada, sino también de leerla escrita. Leer con atención, en efecto, es una forma de escuchar. Finalmente 4) de nada serviría todo ese ejercicio si lo escuchado y leído no penetrara en el corazón, es decir, si no fuera apropiado internamente, incorporado a la propia vida y llevado a la práctica, convirtiendo sus consejos en normas y directrices concientemente vividas.
La razón, el secreto, de esta exhortación es –como ya se ha dicho anteriormente- que las palabras de Dios son vida, es decir, dan vida a los que las escuchan y ponen en práctica.
¿Qué quiere decir dar vida en este contexto? Teniendo en cuenta lo que se dice más adelante, que son medicina para los huesos (Pr 16:24), dar vida quiere decir que tienen, primero que nada, una virtud curativa para sanar las enfermedades del cuerpo. Pero, sobre todo, que, viniendo de Dios, refrescan el ánimo, dan vitalidad, alegran, aumentan las fuerzas, etc. Esto en el plano de la vida material, pero en el plano espiritual, comunican, infunden vida en el alma, acercan a Dios, limpian del pecado y sus secuelas, incentivan el desarrollo de las virtudes, y muy especialmente, avivan el amor a Dios.
Acerca de la virtud curativa de la palabra de Dios hay muchos testimonios escritos, y muchos textos en el Antiguo Testamento que lo confirman. Me limitaré a citar sólo uno: “Envió su palabra y los sanó.” (Sal 107:20). Pero acerca de su efecto espiritual, el Salmo 119 está lleno de instancias concretas: corrige (v. 67,71), redarguye (v. 21), exhorta (v. 25,50,93), guía (v. 105), guarda del pecado (v. 9,11,121,133), consuela (v. 52), etc. Siendo tan grande el poder de la palabra ¿cómo vamos a descuidar alimentarnos de ella cotidianamente? Hacerlo sería descuidar nuestro propio bien y despreciar nuestro provecho. Si Dios la ha puesto a nuestra disposición para que nos valgamos de ella, sería una grave negligencia no aprovechar la oportunidad que se nos brinda de ser enriquecidos por este don suyo de valor eterno.
23. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;

Porque de él mana la vida.”
Este versículo es uno de los más importantes de toda la Biblia, porque trata de la posesión más valiosa que haya sido encomendada al hombre. En efecto, no hay cosa más digna de estima, de mayor valor para nosotros, que nuestro corazón en sentido espiritual. Es decir, nuestro ser interior, con todo lo que ello comprende: mente, sentimientos, decisiones, sueños, aspiraciones e intenciones. El corazón ha sido llamado con acierto “la ciudadela del hombre”. Debemos vigilar su contenido con toda diligencia, porque así como del órgano del corazón mana la vida del cuerpo por la sangre que envía a todo el organismo, llevando el oxígeno que necesitan nuestras células, de manera semejante de ese centro de nuestro ser fluye nuestra vida espiritual, pues nuestros pensamientos, sentimientos y deseos definen y determinan la calidad de esa vida, si es vital o está como muerta.
Notemos que si la fuente está contaminada, sucia, el agua que brote de ella también lo estará. De ahí que deba vigilarse todo lo que entra a nuestra mente y todo lo que nuestra mente rumia, por así decirlo, porque lo que entra en ella y lo que ella elabora, determina lo que sale, esto es, nuestras acciones y conducta (16:9a).
Jesús lo dijo muy claro: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso lo contamina. Porque lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” (Mt 15:11,18,19). Todo lo que nosotros hacemos y decimos existió primero potencialmente en nuestro corazón. Bien lo dijo Orígenes: “La fuente de todo pecado está en los malos pensamientos, porque a menos que ellos ganen dominio sobre nosotros no existirían los asesinatos ni los adulterios. Recuerda que las fuerzas espirituales de maldad de las regiones celestes andan alrededor nuestro como león rugiente (1P 5:8) tratando de apoderarse de nuestro corazón para gobernar nuestras vidas. Pon pues, por ello, una valla alrededor de tu corazón para que nada impuro lo contamine. El diablo también lo está vigilando, para ver en qué momentos de descuido tuyo puede asaltarlo para clavar sus dardos.
Algunos se guardan de pecar con el cuerpo, pero pecan con el corazón teniendo pensamientos de lujuria, o de odio y venganza. Pero si pecaste con el corazón es como si hubieras pecado con el cuerpo. Tu mano no asestó el golpe para herir, pero tu corazón si lo hizo, y no quedará inadvertido, porque “el Señor aclarará lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones del corazón.” (1Cor 4:5).
24. “Aparta de ti la perversidad de la boca,
Y aleja de ti la iniquidad de los labios.”
Habiendo hablado del corazón, ahora pasa a los labios. Sabemos que hay una conexión
estrecha entre la boca y el corazón porque, como dijo Jesús: “de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34b) Nosotros solemos hablar de las cosas que llenan nuestro corazón, es decir, de las cosas que nos interesan, que ocupan nuestra mente; de las cosas con las que tenemos una vívida relación emotiva; sea positiva, porque las amamos, o negativa, porque nos son odiosas y las detestamos. Todo lo que tenemos en el corazón saldrá algún día por nuestros labios, aun sin quererlo ni darnos cuenta; y a veces nuestras propias palabras inadvertidamente nos acusarán. Más aun, como ya se ha dicho, lo que guardamos en el corazón determinará nuestras actitudes, y nuestros gestos y reacciones, sin que nos demos cuenta.
Si la frase de Jesús es cierta –como lo es sin duda- puede decirse que a quien guarde su corazón con toda diligencia no es necesario aconsejarle que aparte la perversidad de su boca, porque no se hallará en él. Pero no hay hombre tan perfecto en la tierra que no esconda alguna iniquidad en su alma, de modo que aun a ése tal hay que exhortarle a que aleje la iniquidad de sus labios. Si le da expresión con la boca la refuerza en su corazón y se mancilla con ella. Si tiene la tentación de expresar sus malos sentimientos hacia alguna persona, o llevar a la práctica los malos deseos de su mente sensual, será mejor que se refrene para no dar lugar a que el diablo le venza y retome aquella parte de su corazón que ya había cedido a Dios.
L.A. Schökel traduce: “Aparta de ti la lengua tramposa; aleja de ti los labios falsos.” Su versión expone la necesidad de ser siempre veraz, de no engañar a nadie para obtener alguna ventaja, o ganancia. ¡Cómo escucharan este consejo algunos comerciantes! La ganancia mal obtenida puede agujerear su bolsillo, o su estómago, después de agujerear su alma. Aconseja además no mentir ni manchar la honra de nadie, acusándolo falsamente de cosas que no ha cometido. El día menos pensado el daño hecho a la honra, o buen nombre ajeno, rebotará en perjuicio del mentiroso.
El libro de Proverbios tiene mucho que decir de la boca, de los labios y de la lengua: Condena los labios mentirosos (12:22); denuncia al chismoso (20:19) (Nunca caigas en ese defecto al que son proclives no sólo las mujeres, como se cree, porque, como dice Ecl 7:21,22, si hablas mal de otro, algún día oirás a alguno hablar mal de ti). En cambio, encomia al corazón del sabio que “hace prudente su boca y añade gracia a sus labios.” (16:23; cf 10:19; 13:3); afirma que “la lengua de los sabios es medicina.” (12:18), y árbol de vida “la lengua apacible” (15:4). Proclama por último que “la vida y la muerte están en el poder de la lengua” (18:21). Cuida pues tu lengua, porque, quiéraslo o no,  comerás del fruto de lo que ella diga.
25. “Tus ojos miren lo recto,
Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.”
Que los propósitos que persigues sean siempre honestos y las metas que deseas alcanzar sean siempre honorables. En ellos fija tu mirada sin vacilar. La persona que anda mirando de un lado a otro al caminar, como espiando el entorno de manera furtiva para ver qué oportunidad se le ofrece de aprovecharse del descuido o ingenuidad de algún incauto, guarda pensamientos de dudosa índole en su corazón. No es una persona confiable. Es mejor que no tengas trato con ella; no vayas a caer en una de sus trampas.
Pero este versículo advierte también del peligro de dejar que nuestra mirada sea atraída por una mujer ajena, con la cual, si uno la mira con deseo, ya ha cometido adulterio en su corazón, según dijo Jesús (Mt 5:28). Por eso es que Job dice que él se había impuesto por ley no mirar con deseo ni siquiera a una virgen (Jb 31:1). Por eso también dijo Jesús muy apropiadamente que los ojos son la lámpara del cuerpo. Si nuestros ojos son malos, es decir, si la intención con que miramos es torcida, todo nuestro ser estará en oscuridad; pero si son buenos, es decir, si nuestras intenciones son rectas e inocentes, todo nuestro ser estará iluminado (Mt 6:22,23). Eso se refiere no sólo a la sensualidad, sino también a la codicia.
26. “Examina la senda de tus pies,
Y todos tus caminos sean rectos.”
27. “No te desvíes a la derecha ni a la izquierda;
Aparta tu pie del mal.”
26. Este proverbio nos exhorta a hacer el examen continuo del camino que llevamos, de lo que estamos haciendo, si es recto, conforme a la palabra de Dios, o no. Este versículo, además,  respalda la noción de que el examen de conciencia es algo bíblico. "Examina la senda de tus pies" quiere decir: examínate a ti mismo, examina tu conducta, práctica que Pablo recomienda (2 Cor 13:5), no vaya a ser que sin darte cuenta estés incurriendo en faltas. Mejor es que te juzgues tú sinceramente, que no que sea Dios quien lo haga cuando ya no puedes rectificar nada de lo hecho en tu vida.
Nuestros caminos están abiertos a los ojos de Dios que los considera (Pr 5:21), y tiene en cuenta todas nuestras acciones (1Sm 2:3). No hay nada que escape a su mirada.
Esa misma exhortación nos la hace Efesios 5:15: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios.”
27. La exhortación a no desviarse del camino aparece frecuentemente en Deuteronomio y Josué (Dt 5:32; 17:11,20; 28:13,14; Js 1:7; 23:6), y anima a perseverar en el camino trazado que debe siempre perseguir el bien, tal como hizo el piadoso rey Josías (2R 22:2).
En Isaías se da un consejo semejante: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” (Is 30:21). No dudemos de que Dios, en su infinita compasión, enviará su voz como un aviso que oiremos a nuestras espaldas cuando más lo necesitemos, alertándonos del peligro de desviarnos que enfrentamos.
Conviene recordar lo que dice otro proverbio: “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones.” (Pr 21:2). Para no desviarnos del camino debemos siempre pedirle a Dios que nos guíe y nos guarde, porque mientras vivamos seremos inevitablemente tentados a dejar una y otra vez el camino recto y seguro por el que andamos; y habrá incentivos que atraigan nuestra ambición, o nuestra concupiscencia, y que nos inciten engañosamente a gozar de ellos (Sal 27:11; cf 5:8). Bien advirtió Pablo: “El que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1Cor 10:12).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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miércoles, 24 de diciembre de 2014

¡FELIZ NAVIDAD!

Hace poco más de dos mil años, en un día como hoy, vino al mundo el Salvador de la humanidad.
 Dios no envió para salvarnos a un gran arcángel, o a un príncipe del cielo, sino envió a su propio Hijo.
No quiso que naciera en un gran palacio, rodeado de lujos y comodidades, sino hizo que naciera de padres humildes, en un humilde pesebre, rodeado de paja y estiércol.
No vino como príncipe, sino como siervo; no vino para ser servido, sino para servir, a fin de darnos ejemplo.
No vino para reinar entre los grandes de este mundo, sino para reinar en nuestros corazones.
Acojámosle ahí donde Él quiere estar, y deseémonos unos a otros la paz de Dios que Él nos vino a dar.
Que su paz, que supera todo entendimiento, llene en estos días de fiesta nuestro s corazones. 
¡FELIZ NAVIDAD!
José Belaunde M.

viernes, 19 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES II
Un Comentario de Proverbios 4:10-19
Esta nueva sección trata de los dos caminos divergentes, que llevan a destinos distintos, el camino
del bien, y el camino del mal, que ya habían sido mencionados en el capítulo anterior (Pr 3:6,17,23; cf Sal 1:1,6), y más extensamente, en Pr 1:10-19. Pero ahora vuelve al tema con más detenimiento. El contraste que hay entre ambos caminos es semejante al que las Escrituras describen en numerosos pasajes entre el justo y el impío. No tanto porque haya que separar a los seres humanos en esas dos categorías, sino porque todo ser humano enfrenta diariamente el reto vital de decidir entre uno y otro sendero, pues nadie está libre de tentaciones. Para alentarnos en ese caminar –escribe S. Wiersbe- tenemos la promesa segura de la palabra de Dios que nos dice que cuando uno recibe su Verdad en el corazón Él renueva su mente (Rm 12:2).
10. “ Oye, hijo mío, y recibe mis razones,
para que tus años de vida sean muchos.”
11. “Por el camino de la sabiduría te he encaminado,
Y por veredas derechas te he hecho andar.”
12. “Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,
Y si corrieres, no tropezarás.”
10. Aquí la sabiduría paterna da un consejo que no sólo instruye, sino que promete una recompensa al que lo sigue: tener una larga vida. El consejo consiste en escuchar las buenas razones que nos instruyen. Pero no sólo escucharlas, sino recibirlas, acogerlas, esto es, incorporarlas a nuestra vida, ponerlas en práctica.
Pero ¿qué relación puede haber entre seguir buenos consejos y vivir muchos años? Naturalmente depende de la naturaleza de los consejos. Y algunos de los consejos que vienen a continuación nos dan una idea de cómo debemos seguirlos, y de cómo pueden contribuir a una larga vida y evitar una muerte prematura: no juntarse con impíos, porque en el momento menos pensado uno puede ser víctima de su violencia, o de su codicia. Pero el más importante de todos es llevar una vida justa y recta, de acuerdo a la voluntad de Dios, evitando el pecado, en especial la lascivia, que consume el cuerpo; y el adulterio cometido con una mujer casada, que puede provocar una reacción violenta de parte del marido ofendido: “Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza.” (Pr 6:34; pero véase del v. 32 al 35).
Son varias las Escrituras que prometen larga vida a los que siguen los consejos de la sabiduría divina (Pr 3:1,2,16; 1Tm 4:8; Sal 34:12-14), lo que no debe sorprendernos, porque la sabiduría fue el conducto, o agente, usado por Dios en el acto de la creación (Jn 1:3; cf Pr 8:22-30), en quien reside la vida misma (Jn 1:4).
A continuación el proverbista propone dos caminos: en los vers. 11 y 12, el de la sabiduría; y en los vers. 14 al 17, el de la impiedad. En los vers. 18 y 19 se comparan nuevamente ambos.
11. Yo te he mostrado el camino que conduce a la sabiduría (Jb 28:23), camino de rectitud, santidad y verdad; que agrada a Dios y lleva a su santa morada, aquí en la tierra, primero, y luego en la gloria eterna. Es el camino de justicia por el cual el buen pastor guía a sus ovejas (Sal 23:3).
En cambio, el camino contrario, el que Jesús llama “camino espacioso”, lleva al infierno (Mt 7:13,14); acorta la vida y, peor aún, borra el recuerdo de los que lo siguen (Sal 34:16). De ahí que sea una grave responsabilidad de los padres cristianos instruir a sus hijos en el camino del bien, lo cual supone usar, cuando sea necesario, la vara de la corrección (Pr 22:15; 29:15a).
12. El caminar y el correr son aquí imágenes del vivir sabiamente. Si uno vive de esa manera no encontrará obstáculos que le hagan tropezar y vuelvan difícil la existencia. Se librará de las ocasiones de caer. Cuando se cae en pecado surgen dificultades ocasionadas por las complicaciones que provienen inevitablemente de los actos torcidos, por no hablar de la vergüenza y de la depresión que con frecuencia suelen acompañar a las malas acciones (Pr 3:21-26). Al contrario, a los que siguen el camino del bien Dios les promete “Paz como un río, y justicia como las ondas del mar.” (Is 48:18). El camino angosto es paradójicamente la senda de la libertad (Sal 119:45; Pr 10:9). De ahí que David le pida frecuentemente a Dios que lo guíe por el buen camino (Sal 27:11).
En otra ocasión David le agradece al Señor: “Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.” (Sal 18:36). Él se aferraba a la promesa de Dios de que sus ángeles lo llevarían en sus manos para que su pie no tropiece en piedra (Sal 91:11,12). No obstante, ese mismo David se metió en grandes dificultades a causa de su pecado de adulterio con Betsabé, pues no hubo manera, pese a las astucias a que recurrió, de que el hijo que ella esperaba como consecuencia de sus relaciones, pudiera ser atribuido a su esposo, el fiel Urías. Para escapar a su responsabilidad no le quedó más remedio que tramar la muerte en batalla de Urías, con lo que añadió un pecado más grave al primero (2Sm 11). ¡A qué extremos puede llevar la ebriedad del poder unida a la sensualidad! Las consecuencias de su falta persiguieron a David el resto de su vida, pese a su arrepentimiento sincero, pues, como le anunció el profeta Natán, la espada nunca se apartaría de su casa (2Sm 12:1-10). Ese ejemplo nos muestra cuán importante es perseverar en el recto camino sin desmayar. ¿Cómo asegurarnos de que contaremos siempre con la guía de Dios? El que quiera sinceramente hacer siempre su voluntad, no dejará de contar con su ayuda (Jn 7:17). El salmista lo dijo: “Tú me mostrarás la senda de la vida.” (Sal 16:11a)
13. “Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida.”
(Nota)
14. “No entres por la vereda de los impíos,
Ni vayas por el camino de los malos.”
15. “Déjala, no pases por ella;
Apártate de ella, pasa.”
16. “Porque no duermen ellos si no han hecho mal,
Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.”
17. “Porque comen pan de maldad,
y beben vino de robos.”
13. La amonestación de “retener el consejo” nos hace recordar la escena en que Jacob se aferra al ángel con que ha estado luchando toda la noche, y le dice: “No te dejaré hasta que me bendigas.” (Gn 32:26-29).
Los hijos deben valorar los buenos consejos de sus padres como el hombre que halló un tesoro escondido en el campo, lo escondió de nuevo y, sin decir a nadie de su hallazgo, vendió todo lo que tenía y compró el campo (Mt 13:44). El que halla el camino de la sabiduría no debe volverse atrás, porque perderá el fruto ya conseguido.
Los padres a veces dan consejos a sus hijos que son vitales para ellos (Pr 3:18,21,22; Ecl 7:12). ¡Felices los hijos que tuvieron padres que se los dieron! En verdad, la vida del hombre justo debería emplearse en dar consejos útiles según la luz que Dios le ha dado y según su propia experiencia. A ello debe dedicar buena parte de sus esfuerzos y de su tiempo. En este punto puede verse cuán importante es la admonición de Jesús sobre las palabras ociosas (Mt.12:36,37). No deben salir nunca de la boca del sabio, ya que de ellas dará cuenta. Porque ¿qué atención pueden dar a sus palabras los que le oyen decir unas veces palabras sabias y otras, palabras necias? Las segundas harán que se desvaloricen las primeras. A esa mala costumbre se aplica la frase de Santiago sobre la fuente de la que brota a la vez agua dulce y agua amarga (St 3:11). Nadie querrá beber de ella.
¡Qué desilusión nos produce oír tonterías de un hombre reputado por sabio! ¿Y a cuántos habré yo decepcionado? Si me oyeran en mi casa, ¿pensarían bien de mí?
Pero volviendo a los hijos, ¿cuánto valorarán los consejos de un padre, o de una madre, cuyas conversaciones son con frecuencia insustanciales o frívolas, y cuyas palabras a veces los ofenden, o los escandalizan? Pero si sólo bondad y consejos prudentes hubieran salido siempre de su boca, su recuerdo los edificaría algún día. Los hijos son los que mejor que nadie conocen los defectos de sus padres, y son sus más severos jueces. Sólo por consideración a ellos deberían los padres guardarse de toda necedad, para poder serles ejemplo.
Otras versiones traducen el comienzo de este versículo así: “Aférrate a la disciplina” (musar, palabra que significa también instrucción, o corrección), en la que los padres pudieran usar también el látigo. Aférrate a ella, no la sueltes, porque si pudo haber sido dolorosa en su momento, su fruto ahora puede ser deleitoso.
Después de los consejos positivos que da el padre a su hijo, vienen las recomendaciones negativas. Es responsabilidad de los padres –en nuestros días muchas veces descuidada por indiferencia o ignorancia- advertir seriamente a sus hijos acerca de los peligros que pueden encontrar en el curso de su vida y, en especial, durante su juventud, que pueden conducirlos al fracaso, o a encontrar dificultades.
14,15. No entres por las veredas de los impíos. Es decir no sigas, no imites sus maneras de obrar, si quieres ser bienaventurado (Sal 1:1). Hay aquí dos acciones: “entrar” e “ir”. Se entra cuando se comienza. No entrar es no comenzar. No te dejes tentar por los halagos que te ofrecen, porque una vez que entres no te será fácil desligarte de esa manera de obrar. Pero si empezaste a imitarlos, es decir, si ya estás yendo por sus caminos, no permanezcas en esa conducta, es mejor que lo evites y te apartes. Pero no añade, como sería de esperar, las razones por las que da ese consejo, es decir las consecuencias malas que se seguirían por imitar su conducta. No las menciona, sino pasa a describir en qué consiste la vida que llevan. Es tan terrible que en sí misma debería ser suficiente para apartar a toda persona sin necesidad de mencionar las malas consecuencias. Aquí hay un eco del consejo que se da al comienzo del libro (1:10-15).
16. Aquí se muestra la maldad del corazón de los impíos. No están tranquilos ni pueden dormir si no han cometido alguna fechoría. Para ellos hacer el mal es más natural que comer y beber, o dormir (Jb 15:16; Sal 14:4). Como dice un salmo: “Medita el mal sobre su cama.” (Sal 36:4a; cf Mq 2:1). El demonio que se ha apoderado de su mente y sentimientos, los impulsa a cometer con avidez delitos cada vez peores, robándoles la paz del alma (Is 57:20,21).
17. El pan de maldad (reshá) es el alimento que se obtiene mediante fraudes, engaños y otros actos ilícitos. La palabra reshá designa una clase de conducta que es contraria al carácter de Dios (Jb 34.10) y, por tanto, es merecedora de condenación (Is 58:4; Ez 3:18). El que lleva ese género de vida será destruido (Ecl 8:8b; Os 10:13,14), aunque podría ser perdonado si se arrepiente (Ez 3:19; 33:15). El vino de robos, o de violencia (jamás) es el que se adquiere mediante asaltos y robos.  Jamás significa crueldad, falsedad, ganancia injusta, la clase de conducta perversa que encendió la ira de Dios contra la humanidad en tiempos de Noé y fue la causa del diluvio (Gn 6:11,13).
Debemos pues, ceñir nuestros lomos con las virtudes de honestidad, sobriedad y fortaleza, para no caer en el vicio de la codicia que Dios detesta. Nuestra primera precaución debe ser evitar las tentaciones, porque si nos exponemos a ellas, podríamos sucumbir a su atractivo.
18. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora,
Que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
19. “El camino de los impíos es como la oscuridad;
No saben en qué tropiezan.”.
El autor contrasta los caminos del justo y del impío comparándolos con la luz y la oscuridad. En el camino de los justos la luz empieza débilmente como cuando el sol amanece –sin embargo rodeado de un derroche de espléndidos colores- pero va poco a poco aumentando hasta cuando el sol llega a su zenit en que brilla con luz plena (Pr 36:8). Esa luz simboliza la llenura de la sabiduría divina que el Espíritu Santo derrama sobre su vida, así como la perfección (relativa) de sus obras que sirven a otros de modelo. El zenit no representa en este caso la mitad sino el final de la vida del justo, que muere en la plenitud de su comunión con Dios. Como dice Is 58:8, tu justicia (es decir la rectitud de tus obras) irá delante de ti como un heraldo que anuncia la llegada de un gran guerrero que retorna victorioso de la batalla. En cambio, en la vida del impío reina al final una oscuridad espiritual absoluta, de tal modo que, como el borracho, no sabe por dónde camina ni con qué tropieza para caerse y nunca más levantarse (Is 59:9,10). En efecto, con frecuencia los impíos mueren inesperadamente cuando parece que triunfan (el final vergonzoso del hereje Arrio, que murió ahogado en una letrina pública, es un buen ejemplo). De un golpe la guadaña siega la espiga de sus vidas y el fruto que se esperaba cosechar es nulo. Su nombre se cubre de maldición e injurias, y nadie los recuerda sino para criticarlos. Como dijo Jesús: el que anda en tinieblas no sabe a dónde va (Jn 12:35). Carece de la lámpara que ilumine sus pies en el camino para que no tropiece: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.” (Sal 119:105; cf Jb 5:14; 12:25; 18:5,6). La Biblia usa con frecuencia la figura del que tropieza en la oscuridad para simbolizar la ceguera del que vive en pecado. No es conciente de las consecuencias que le esperan en el camino errado que ha escogido. Más sobre esto exponen los caps. 5 al 7 al hablar de la necesidad de evitar acercarse a la mujer extraña.
El camino de los justos es en rigor Jesús mismo que dijo de sí: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14:6), y por cuyo sacrificio nosotros tenemos acceso al Padre, a su gracia y a sus promesas.
Nota: Notemos que en tres otras oportunidades el libro equipara las instrucciones sabias del padre con la vida: 3:22, 4:22; 8:35.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
CON HONDO PESAR NOS HEMOS ENTERADO DEL FALLECIMIENTO DEL PASTOR MYLES MUNROE, SU ESPOSA, Y VARIOS COLABORADORES, EN UN TRÁGICO ACCIDENTE AÉREO OCURRIDO EN DÍAS PASADOS. PREDICADOR, ESCRITOR Y CONSEJERO, ÉL HONRÓ VARIAS VECES NUESTRO PAÍS EN AÑOS RECIENTES CON SU PALABRA SABIA Y UNGIDA. SU MUERTE ENLUTA NO SÓLO A SU PATRIA, LAS BAHAMAS, SINO A TODO EL MUNDO CRISTIANO.

#855 (16.11.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

viernes, 12 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES I
Un comentario de Proverbios 4:1 al 9
Este es un capítulo maravilloso, lleno de los más útiles consejos, la destilación de la sabiduría divina encarnada en el hombre. Como es el caso de los tres primeros capítulos del libro, este capítulo se compone también de tres secciones, estando el comienzo de cada una de ellas marcado por las palabras: "Oíd hijos", u "Oye, hijo mío", o "hijo mío", lo cual nos muestra que lo que se expone es la enseñanza que un padre sabio dirige a su hijo, para que él también lo sea. El padre impone a sus hijos tres obligaciones expuestas en las tres secciones sucesivas: Conocer la palabra de Dios  (vers. 1 al 9); confiar en la Providencia divina (vers. 10 al 19); y obedecer a la voluntad de Dios (vers. 20 al 27).
Conviene recordar que el sistema prevaleciente de educación en la antigüedad era lo que hoy se llama “home schooling”, o “enseñanza en casa”, y que en los EEUU practican muchos padres cristianos. El niño era enseñado sea por sus padres o, cuando había los medios, por un tutor. Por su lado, la madre enseñaba a su hija a ser una buena esposa y ama de casa.
1. “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,
y estad atentos, para que conozcáis cordura.”
2. “Porque os doy buena enseñanza;
No desamparéis mi ley.”
3. “Porque yo también fui hijo de mi padre, (Nota 1)
Delicado y único delante de mi madre.”
4. “Y él me enseñaba, y me decía:
Retenga tu corazón mis razones,
Guarda mis mandamientos y vivirás.”
1,2. "Oíd", "estad atentos". Para oír, en el sentido de escuchar y de obedecer, hay que prestar atención con cuidado (Véase Pr 2:1,2a). Enseguida añade el propósito por el cual los hijos deben oír con atención: “para que conozcáis cordura”, o “para que aprendáis prudencia”, (2) como traducen otras versiones, que es lo mismo que decir: para que seáis sabios en la conducción de vuestra vida. En otras palabras, para que seáis sensatos, juiciosos, y no cometáis locuras que después tendréis que lamentar.
Ésa es la finalidad de la enseñanza. Y luego prosigue el discurso: "No desamparéis mi ley, porque..." (y aquí es Salomón el que habla) "...: yo también fui hijo... y él (es decir, mi padre) me enseñaba y me decía..." Esto es, así como él hacia conmigo, así hago yo contigo ahora. Y podemos imaginar al pequeño niño, futuro gran rey, "delicado y único delante de su madre", escuchando atentamente lo que su padre David le decía. De esa manera se estaba cumpliendo el método que Dios había previsto y ordenado para que su Verdad sea transmitida de generación en generación, y que todo padre debe considerar como su responsabilidad: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.” (Dt 6:6,7). Por lo demás, este método de enseñanza, de padre a hijo, era también practicado por otros pueblos contemporáneos de Israel. Sería muy bueno que los padres cristianos lo practicasen, cultivando el respeto que se debe a los ancianos sabios (Pr 16:31; 20:29). La herencia más valiosa que los padres pueden legar a sus hijos es el buen ejemplo y la sabiduría.
El v. 2 da la razón por la cual el padre pide que le estén atentos: la enseñanza que les da es buena (3). Lo que es bueno, útil, provechoso, no debe ser descuidado ni desechado, sino más bien, debe ser atesorado. A su enseñanza la llama “ley”, porque todo lo que Dios pide es ley para nosotros. (4) Aquí, notemos, el que habla en la figura de un padre terreno, es Dios.
Ahora pensemos, ¿cuántas veces la enseñanza que se imparte a los jóvenes no es buena, sino al contrario, es engañosa, turbia, corruptora? Eso ocurre en el campo de la moral (porque cada cual, alegan muchos, tiene su propia escala de valores), o de la educación sexual, despertando o estimulando prematuramente los instintos de manera insana e irresponsable (5). Ésta es una realidad que impone a los padres la responsabilidad de vigilar de cerca la instrucción que sus hijos reciben en el colegio en esos campos, porque puede estar sesgada y tener una influencia nefasta para su futuro.
3. Este dístico expresa la ternura con que los padres israelitas veían a sus hijos y el amor que les tenían. El hijo era para ellos, en verdad, alguien tierno, delicado y frágil, al que provocaba tratar con cariño y cuidado en atención a su pequeñez. Dios, en su sabiduría, ha dado a los niños –y a los cachorros- características entrañables que hacen que nos encariñemos con ellos y que queramos protegerlos. Hay en la infancia algo atrayente, juguetón, inocente, singular, que nos roba el corazón. Dios lo ha hecho así a propósito para que nos resulte agradable prestarles a los niños el cuidado y el cariño que necesitan, y para que la carga de su crianza nos sea menos gravosa.
4. Su padre hizo con él, lo que ese proverbio conocido dice respecto de la educación de los niños: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (22:6). (6) David aconsejó a Salomón no sólo cuando era joven sino también cuando ya era mayor, incluso antes de morir, cuando reunió a toda la congregación de Israel para hablarles, y se dirigió directamente a su hijo (1Cro 28:9,10). Los padres nunca dejan de ser consejeros de sus hijos, cualquiera que sea su edad, y los hijos hacen bien en buscar su consejo y escucharlos, porque en los mayores no sólo habla el amor, sino también la experiencia.
¿Y qué le dice su padre? "Retenga tu corazón (e.d., guarda en tu memoria, no olvides) mis razones”. Esto es, como un tesoro. ¿A qué podrían referirse esas razones? A su comportamiento moral, al gobierno del pueblo sobre el cual iba a reinar, y a los asuntos políticos del reino; y seguramente también, a su relación con Dios y a otros temas espirituales. ¿Habría tenido David la intuición de que su hijo Salomón –hijo de una relación inicialmente adulterina- tendría una inclinación excesiva por el otro sexo, como lo probó en la práctica y fue el motivo de su posterior caída en idolatría?
A continuación añade el proverbista el gran precepto: "Guarda (e. d. observa, cumple) mis mandamientos y vivirás." ¿Cuándo? ¿En este mundo o en el otro? Guardar los mandamientos es garantía de vida, sea en éste o en el otro mundo.
Este versículo es un eco del mandato de Lv 18:5: “Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en ellos.” (literalmente: “a través de ellos”), que repiten Nh 9:29 y Ez 18:9; 20:11. El sentido primordial es la vida física, pero está claro que es algo más lo que se promete, esto es, una vida feliz, en la que el hombre goza de todos los beneficios de la bondad divina: larga vida, salud, prosperidad; lo que Jesús llama: “vida en abundancia” (Jn 10:10).
Como está bien claro en los pasajes que hablan de las bendiciones de la obediencia (Lv 26:1-13; Dt 28:1-14), guardar la ley de Dios es garantía de gozar de una vida venturosa y plena. Jesús ratifica ese mandato en su conversación con el intérprete de la ley: “Haz esto, y vivirás.” (Lc 10:28)
Pero ya los pasajes citados de Ezequiel apuntan a una realidad que trasciende la vida terrena, como lo establece bien claro Jesús en su respuesta al joven rico, que le pregunta qué debe hacer “para tener vida eterna”. Y le contesta: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.” (Mt 19:16,17).
El mensaje de este versículo es afín a la promesa de prosperidad que enuncia el Salmo 1 para todo el que tiene “en la ley de Jehová su delicia y en ella medita de día y de noche.” (v. 2); y aun más específicamente, el conocido pasaje del libro de Josué 1:8: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien”
5. “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
No te olvides  ni te apartes de las razones de mi boca;”
6. “No la dejes, y ella te guardará;
Ámala y ella te conservará.”
Muchos padres –como hacía el padre pagano de Agustín- exhortan a sus hijos a adquirir riquezas y a conquistar los honores del mundo. En cambio David insta a su hijo a adquirir (7) sabiduría e inteligencia como objeto supremo de sus esfuerzos, y como garantía de prosperidad. Ambas son tan preciosas como la perla de gran precio de que habla Jesús (Mt 13:45,46).
Pero ¿en qué consiste esa sabiduría tan preciada? Para el joven consiste en no apartarse de los consejos recibidos. La sabiduría se expresa en la observancia de las máximas, principios y consejos  recibidos como enseñanza. Amarla, adherirse a ella, constituye una garantía de que el discípulo fiel, aunque pase por pruebas, no se verá abrumado por circunstancias desfavorables y por dificultades. La sabiduría que guía sus pasos lo guardará.
Este par de versículos transmite el mismo mensaje que Pr 2:10,11, (“Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará, te preservará la inteligencia.”) lo que muestra cuán grande es su importancia.
El proverbista insiste: No la olvides, no la abandones ni la descuides  (8), porque ella cuida a los que la cultivan. Ella es buena pagadora de los que la sirven y no se comporta como una ingrata, sino que ama a los que la aman ¡Oh, cómo quisiéramos que todos los que amamos fueran tan fieles como ella!
Cuán importante sea permanecer en la palabra de Dios para que dé fruto que permanezca, lo dijo Jesús (Jn 8:31,32) y lo confirmó Pablo (Col 1:23). En cambio, cuando la semilla de la palabra no encuentra buena tierra en que pueda echar raíces, se seca pronto y permanece infructuosa (Mt 13:20-23).
¡Con cuánto amor y con cuánta preocupación ansiosa deben los padres instruir a sus hijos en el recto camino si quieren verlos prosperar y asegurarse de que no se desvíen! De eso habla un proverbio que hemos ya citado más arriba. ¡Qué gran responsabilidad ha puesto Dios sobre los hombros de los hombres y mujeres que engendran hijos! ¡Y ay de aquellos que en su inconciencia no los instruyen como debieran, sino que los abandonan y los privan del amor y del cuidado que en esos tiernos años necesitan! ¡Qué cuentas tendrán que rendir a Dios el día que los llame a juicio! ¿Cómo escaparán de su ira? Mejor es ser estéril que engendrar hijos para la perdición.
Para nosotros que vivimos lejos de los tiempos de David y Salomón, buscar la sabiduría tiene el significado preciso de buscar el conocimiento de Cristo, de las circunstancias y vicisitudes de su vida, pasión y muerte, así como de meditar en su mensaje que está contenido en los evangelios.
7. “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.”
8. “Engrandécela, y ella te engrandecerá;
Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.”
El v. 7 reitera con aun mayor énfasis la misma exhortación a devenir sabio de los dos versículos anteriores; a adquirir sabiduría “sin dinero y sin precio” (Is 55:1) aun, si fuere necesario, a cambio de todas las demás posesiones; mientras que los v. 6 y 8 expresan las ventajas y los beneficios que trae adquirir esa sabiduría: Si la guardas ella te guarda; si la amas, ella te conserva en vida y en salud. Luego hace una promesa de mayor alcance: Si tú la engrandeces en ti, es decir, si, de un lado, tú la aumentas y la cultivas; y de otro, si la elogias y exaltas, ella te rendirá pleitesía; ella te honrará cuando tú te hayas unido a ella. (c.f. 2:10;11; 8:17). Si ella no ocupa el primer lugar en tu vida, es como si no ocupara ninguno. Búscala a ella primero, y todo lo demás se te dará por añadidura (Mt 6:33).
            El vers. 8 expresa una de las cualidades fundamentales de la sabiduría, que consiste en que cuando uno la cultiva, la atesora y la investiga; cuando uno la convierte en el objeto principal de sus fatigas, ella lo retribuye a uno abundantemente con toda clase de bendiciones. La sabiduría adquirida se convierte en guía y defensa. Ella dará honra ante los hombres a aquellos que la cultiven, porque su inteligencia, prudencia y discreción serán manifiestas a todos y atraerán admiración y respeto. Éste fue el caso de Salomón, que no le pidió a Dios, cuando se le apareció en Gabaón, larga vida y riquezas, sino un corazón entendido para gobernar a su pueblo. Y Dios no sólo le concedió lo que le había pedido, sino también lo que no le pidió: riquezas, larga vida y fama (1R 3:5-11).
9. “Adorno de gracia será a tu cabeza,
Corona de hermosura te entregará.”
Repite casi literalmente lo que ya ha dicho el vers. 1:9 (cf 3:22b). ¿En qué sentido la sabiduría adorna con gracia la cabeza del discípulo? Porque hace atractivos su semblante, la expresión de su cara y su sonrisa. Hay, en efecto, personas cuyo solo aspecto es atrayente e inspira simpatía. Hay en ellos algo que suscita esa reacción. En efecto, la sabiduría embellece la expresión y los ojos de los que la cultivan. Al mismo tiempo, la gracia que confiere la sabiduría se expresa en el modo de hablar, en las respuestas apropiadas, en las palabras dichas con sal (Col. 4:6); en las frases bellas y logradas que adornan sus labios.
Notas: 1. La paráfrasis de la Septuaginta (“hijo obediente”) capta bien el sentido de esta frase, porque el hijo rebelde en Israel era desheredado e, incluso, podía ser condenado a muerte si no se arrepentía (Dt 21:18-21).
2. La palabra hebrea biná quiere decir comprensión, discernimiento, prudencia, inteligencia.
3. Lekaj: enseñanza, doctrina. Tiene la connotación de transmitir lo recibido de manera persuasiva para que el receptor la haga propia.
4. Notemos, sin embargo, que el sentido básico de la palabra torá que figura en este lugar es “instrucción”.
5. No podemos dudar de que ése era uno de los propósitos de los primeros promotores de la educación sexual en los EEUU. No informar, sino despertar.
6. El Targum sobre el vers. 4, dice: “Ellos (es decir, su padre y su madre, no sólo el primero) me enseñaron”; y lo mismo dicen la Septuaginta y la versión árabe.
7. A comprarla, porque la palabra hebrea “qaná” tiene implícito el sentido de transacción comercial. Véase al respecto Pr 23:23: “Compra la verdad y no la vendas.”
8. La palabra hebrea azab,  que RV60 traduce como “dejar”, lleva implícito el sentido de separarse o descuidar. Véase al respecto la advertencia hecha a David en el salmo 89:30-32.


Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#854 (09.11.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).