jueves, 7 de febrero de 2019

PABLO APELA AL CÉSAR


  LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PABLO APELA AL CÉSAR
Un Comentario de Hechos 25:1-12

En el artículo anterior hemos visto cómo Pablo durante un lapso de dos años, era llamado con frecuencia por el procurador Félix para conversar. Pero cuando él fue reemplazado por otro procurador, en lugar de dejarlo libre, como hubiera sido lo justo, pues sabía que era inocente, Félix lo mantiene preso para agradar a los judíos (24:27).
1-3. “Llegado, pues, Festo a la provincia, subió de Cesarea a Jerusalén tres días después. Y los principales sacerdotes y los más influyentes de los judíos se presentaron ante él contra Pablo, y le rogaron, pidiendo contra él, como gracia, que le hiciese traer a Jerusalén; preparando ellos una celada para matarle en el camino.”
Apenas tomó el nuevo procurador posesión de su cargo, y deseando, sin duda, conocer personalmente y sin tardanza a los principales líderes locales con los cuales tendría que tratar, subió a Jerusalén para entrevistarse con ellos.

Ellos, ni cortos ni perezosos, aprovecharon la oportunidad para presentar sus acusaciones de sedición contra Pablo y, al mismo tiempo, pedirle que lo hiciera traer a Jerusalén para ser juzgado por ellos. Pedirle eso como una gracia o favor, iba en contra de la imparcialidad que el juez debía mantener en el juicio.
Ellos pensaban de esa manera sorprender a Festo, aprovechando de su inexperiencia en asuntos judíos, al mismo tiempo que preparaban una emboscada para asesinar a Pablo en el camino, tan grande era su odio a Pablo y su desprecio por la justicia, así como su total ausencia de temor de Dios que, para lograr su malvado propósito, no se detenían ante el crimen de alquilar rufianes para matar a una persona.
4,5. “Pero Festo respondió que Pablo estaba custodiado en Cesarea, adonde él mismo partiría en breve. Los que de vosotros puedan, dijo, desciendan conmigo, y si hay algún crimen en este hombre, acúsenle.”
Festo que, sin duda, era conciente de su obligación de proteger la vida de un ciudadano romano que no había sido juzgado, con buen tino responde que Pablo estaba en custodia en Cesarea, y que si ellos tenían cargos que presentar contra él, que descendieran a Cesarea cuando él lo hiciera para formular sus acusaciones ante el tribunal que él presidiría. Una vez más la Providencia usaba la prudencia de un pagano para proteger la vida de Pablo, resguardándole para sus propósitos ulteriores.
6. “Y deteniéndose entre ellos no más de ocho o diez días, venido a Cesarea, al siguiente día se sentó en el tribunal, y mandó que fuese traído Pablo.”
El procurador se quedó en Jerusalén el tiempo suficiente para conocer la ciudad y a sus más notorios habitantes, y familiarizarse con las costumbres de este pueblo singular que tenía fama de ser muy apegado a sus tradiciones y, a la vez, de caracterizarse por un notable nacionalismo. Él debe haberse dado cuenta de que si no quería provocar situaciones conflictivas, tenía que proceder con suma cautela.
Tornado a Cesarea convocó a las partes a que se presentaran ante su tribunal, e hizo traer también a Pablo.
7,8. “Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían venido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones, las cuales no podían probar; alegando Pablo en su defensa: Ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra César he pecado en nada.”
Tan pronto como Pablo apareció sus enemigos lo rodearon formulando contra él sus consabidas acusaciones (Nota 1), pero sin presentar un solo testigo que lo respaldara, hecho que no debe haber escapado al procurador y facilitado que Pablo los rebatiera, al mismo tiempo que afirmaba su inocencia.
Eran tres los puntos acerca de los cuales se le acusaba, y de los que él tenía que defenderse: Haber violado la ley judía, que él, sin embargo, guardaba celosamente; haber profanado el templo que él, en verdad, veneraba; haber faltado el respeto al emperador al cual él, como buen ciudadano romano, se sometía.
Al hacerle esta última acusación los miembros del sanedrín cometieron un serio error, porque ése era un asunto que estaba dentro de la jurisdicción del procurador, lo que le daba oportunidad a Pablo de apelar al César, sustrayéndose a la autoridad del sanedrín. Quizá la ausencia del sumo sacerdote Ananías, que entretanto había sido depuesto, fuera responsable de que lo cometieran.
9. “Pero Festo, queriendo congraciarse con los judíos, respondiendo a Pablo dijo: ¿Quieres subir a Jerusalén, y allá ser juzgado de estas cosas delante de mí?”
Por lo que viene a continuación vemos cuán serio fue el error de sus enemigos de mezclar acusaciones relativas a asuntos judíos con delitos supuestamente cometidos contra la ley imperial, porque Festo, haciendo un gesto amistoso hacia las autoridades judías, hizo entonces a Pablo una propuesta que parecía razonable a primera vista: Ser juzgado por él en Jerusalén, no en Cesarea.
10,11. “Pablo dijo: Ante el tribunal de César estoy, donde debo ser juzgado. A los judíos no les he hecho ningún agravio, como tú sabes muy bien. Porque si algún agravio, o cosa alguna digna de muerte he hecho, no rehúso morir; pero si nada hay de las cosas de que éstos me acusan, nadie puede entregarme a ellos. A César apelo.”
Pablo comprendió inmediatamente el peligro que esa propuesta significaba, pues lo ponía en manos de sus enemigos, que podrían con mayor motivo influir en las decisiones del inexperto Festo, por lo que él hizo uso del derecho que asistía a todo ciudadano romano de apelar al tribunal del César (“Ad Caesarem proúoco”). En Roma había pocas probabilidades de que los representantes del sanedrín pudieran influir en la sentencia romana.
Él podía decir que estaba ante el tribunal del César, porque Festo, siendo el procurador, lo representaba. Pero no era ése el único peligro al cual Pablo se exponía si aceptaba la propuesta de Festo. Más grave era aún el peligro de que durante el trayecto de Cesarea a Jerusalén la comitiva fuera asaltada por un grupo de fanáticos zelotes y lo asesinaran, como ya habían intentado hacer en una ocasión anterior (Hch 23:12-15). Es posible también que Pablo, al apelar al tribunal del César, viera una oportunidad de que se cumpliera lo que Jesús le había dicho que debía hacer: Dar testimonio de Él no sólo en Jerusalén, sino también en Roma (23:11).
12. “Entonces Festo, habiendo hablado con el consejo, respondió: A César has apelado; a César irás.”
La decisión de Pablo proporcionó al procurador una salida fácil para librarse de un asunto que él, por falta de experiencia en el medio judío, no sabía cómo manejar bien, e inmediatamente, después de haber hablado con sus consejeros, la aprovechó: “Haz apelado al César, al César irás.”
Eso significaba ir a Roma. Por caminos inesperados Dios estaba cumpliendo el largamente acariciado proyecto de Pablo de ir a ministrar a la capital del imperio, salvo que iría no como él hubiera deseado, como un hombre libre, sino cargado de cadenas.
¿No era riesgoso para Pablo apelar a un tribunal cuya manera de actuar él desconocía? Pablo había tenido ya una buena experiencia con la imparcialidad de los tribunales romanos cuando, estando en Corinto, los judíos lo acusaron ante el procónsul Galión (Hch 18:12-16. Véase mi artículo “Pablo en Corinto II”).
Por esos años el emperador era nada menos que Nerón, el iniciador de la primera y la más cruel de todas las persecuciones contra los cristianos. ¿No sabía Pablo el peligro al que se exponía? Corría entonces el año 59 DC. En los primeros años de su reinado (54-59 DC) el joven emperador, estaba bajo la influencia benéfica de su tutor, el filósofo estoico, Séneca, y de Afranio Burri, el honesto prefecto de la guardia pretoriana. Nada había entonces que permitiera prever los desbordes de crueldad anticristiana que se iniciarían el año 64 con el incendio de Roma. En efecto, durante esos años fue Séneca el que tuvo en sus manos las riendas del gobierno. Medio siglo después el emperador Trajano diría que durante ese quinquenio Roma tuvo el mejor gobierno de su historia. ¡Qué cierto es que la justicia en el país depende de la justicia del gobernante!
Al acceder a la petición de Pablo, Festo podía decir a sus acusadores judíos que no era por mala disposición suya hacia ellos que él tomaba esa medida, sino porque no le quedaba otro camino, siendo el acusado ciudadano romano. (2)
Aquí vemos una vez más cómo actúa previsoriamente la Providencia divina. Pablo era judío de nacimiento y formación, igual que sus acusadores, pero el hecho de haber nacido en una ciudad griega de la diáspora, Tarso, cuyos nativos judíos gozaban del privilegio de la ciudadanía romana, le otorgaba un privilegio que le permitió en más de una ocasión escapar de las conspiraciones e intrigas tejidas en su contra por sus enemigos jurados.
Notas: 1. El hecho de que Festo permitiera que fueron varios los que acusaban a Pablo a la vez era una clara violación de los procedimientos legales romanos, que sólo permitían un acusador. También lo era el hecho de que Festo, que debía mantenerse imparcial como juez, se hubiera hecho amigo de los acusadores de Pablo, y quisiera congraciase con ellos (vers. 9). Eso lo convertía en juez y parte.
2. El derecho de apelar al tribunal del César en Roma era un derecho que todo ciudadano romano tenía desde tiempos de la república romana, y que se mantuvo durante el imperio.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
    "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#973 (30.04.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.