martes, 28 de enero de 2014

EL APÓSTOL PABLO BUSCA EMPLEO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

EL APÓSTOL PABLO BUSCA EMPLEO

Pocos pasajes hay en el Nuevo Testamento que sean tan personales como uno que figura en el capítulo sexto de  la 2da. epístola a los Corintios. Ese pasaje nos muestra, entre otras cosas, cómo Dios puede usar las vivencias personales para hablarnos por su Santo Espíritu; cómo la palabra inspirada de Dios no desdeña lo humano y subjetivo.

Leamos lo que escribe Pablo: "No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero seguimos con vida; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo." (2Cor 6:3-10).

En ese pasaje Pablo escribe recomendándose a sí mismo ante sus lectores como ministro de Dios. Esgrime su propia defensa en vista de las críticas que se le habían hecho en la iglesia de Corinto.
¿En qué puede recomendarse una persona como ministro del Evangelio? Si alguien presentara una solicitud para ocupar un cargo que estuviera disponible en alguna organización religiosa, o en una iglesia ¿qué es lo que pondría en su "currículum vitae" para que lo tomen en cuenta y lo contraten?

Sin duda los estudios que ha realizado, los títulos universitarios y los diplomas que ha obtenido; la experiencia y los conocimientos prácticos que ha acumulado en las posiciones que ocupó antes, etc., tal como se hace para postular a cualquier puesto de trabajo en el mundo. Y no tenemos por qué pensar que hace 20 siglos se actuaba con diferentes criterios.

Pero aquí Pablo no hace nada de eso para recomendarse a sus lectores, sino escoge un camino que sale de la norma y que parece más bien contraproducente, porque los títulos que exhibe no son los más honrosos. Dice que ha pasado por muchas tribulaciones, necesidades y angustias. El que lea su "currículum" no podría menos que decirse: "¡Pobre hombre! ¡Qué mala suerte ha tenido!". Pero nadie contrata a alguien por compasión, sino porque cree que puede serle útil. Así que sigamos leyendo.

Pablo prosigue confesando que ha sufrido muchos azotes, que ha sido confinado en cárceles y que se ha visto envuelto en tumultos. ¡Hombre, esto no lo hace muy recomendable! ¿Por qué habrá estado involucrado en estas cosas? Tiene que haber sido por algún motivo. A la gente no la mandan a la cárcel sin causa. ¿No habrá participado en algún delito? Dice que participó en tumultos. ¡No vaya a ser un agitador de esos que soliviantan a la gente! ¡Dios nos libre de contratar a semejante sujeto!

¿Pero si pensamos que todo eso lo ha sufrido por causa del Evangelio, no podríamos llamarlo bienaventurado?

Después añade que ha pasado por muchos trabajos y desvelos, y que se ha dedicado al ayuno. Bueno, se ve que es un hombre esforzado, que cuando se hace cargo de algo lo toma a pecho. Sin duda es un hombre serio y espiritual, ya que mortifica su cuerpo con ayunos. Eso está ya algo mejor, pero no vaya a ser que, como consecuencia, esté todo debilucho y no rinda mucho con su trabajo y que, más bien, ponga en peligro su salud.

Bien, llegados a este punto ya podemos ver cuán pobres son los títulos que él exhibe para ocupar el cargo. Más que un sueldo merece compasión. ¿Hay alguien que quiera contratarlo?

Felizmente menciona también algunas cosas mejores, que se refieren a su carácter. Sí, ciertamente, el carácter de una persona es muy importante cualquiera que sea el puesto que ocupe. Este punto habrá que examinarlo de cerca.

Veamos. Él encomia su pureza, sus conocimientos, su paciencia, su bondad,  su amor sincero... Se ve que no tiene una mala opinión de sí mismo. Menos mal que no hace el elogio de su propia modestia. ¡Entonces sí que le creeríamos!

Pero, en fin, si nadie reconoce sus méritos no le queda otro recurso que destacarlos él mismo. Disculpémoslo. Pero no es muy humilde que digamos cuando hace alarde del poder de Dios y de la verdad que se ha manifestado en él, y cuando menciona con gran pompa las armas de justicia que ha blandido con la derecha y con la izquierda. Él se ve a sí mismo como un justiciero, como un vengador de agravios. En medio de todas las dificultades que ha enfrentado no ha perdido la confianza en sí mismo. ¿O será el celo de Dios lo que lo impulsa?

En el versículo ocho del pasaje citado habla de que ha pasado por etapas en que recibió honor y gloria, y por otras en que fue atacado, deshonrado; que ha gozado de buena y de mala fama. Debe haber sido calumniado, si es tan buena persona como alega. Además, se le ha tenido por mentiroso, por un engañador, cuando él siempre dice la verdad.

Pero, como reza el dicho: "Cuando el río suena, piedras trae". ¿No habrá algo de cierto en todas las acusaciones que se le han hecho?

Es muy interesante notar cómo su vida, según afirma, ha alternado entre situaciones favorables y situaciones desfavorables, entre circunstancias buenas y circunstancias malas. Un subir y bajar constante. En otro lugar dice que ha aprendido a contentarse cualquiera que sea su situación (Flp 4:11). Eso es bueno porque quiere decir que sus pretensiones de sueldo no deben ser muy grandes. Un punto a su favor.

Lo que él dice acerca de las alternativas de situación por las que ha pasado, de los valles y montañas de su vida, de las luces y las sombras, es muy aleccionador, porque es algo que nos espera a todos en este valle de lágrimas, como le dicen. Y en especial a los que quieren servir a Dios. Porque el enemigo va a tratar de desanimarnos. Y seguro que lo hizo con Pablo.

Pero él continúa insistiendo en el tema de los contrastes y paradojas. Ya parece una obsesión. Dice que se le ha tomado por un desconocido, por un don Nadie, aunque es muy conocido. Eso sí que le ofende. Él no se achica ante sus opositores, no es ningún apocado, está muy seguro de la misión que se le ha encomendado y quiere que todos lo reconozcan. Puntos para su modestia.

Se le ha tenido varias veces por moribundo, pero está vivito y coleando; sufrió naufragios y ya desesperaba de su vida, pero Dios lo sacó ileso. ¡Es un gato con siete vidas! ¡Qué suerte de hombre!

Pero enseguida menciona algunas cosas que son realmente contradictorias. Dice que estuvo afligido y que fue entristecido, pero que estuvo siempre contento. ¿Será posible eso? ¿No estará delirando? Quizá tenía razón el procurador Festo cuando pensó que Pablo estaba loco (Hch 26:24). Podríamos recomendarle un psiquiatra.

En otro lugar afirma que sobreabunda de gozo en medio de sus tribulaciones (2Cor 7:4). ¿Puede alguien sentirse gozoso cuando es atribulado, perseguido? Bueno, sí quizá, si es un masoquista.

Pero Jesús mismo dice que deberíamos considerarnos bienaventurados cuando suframos persecución por su causa, cuando seamos calumniados y atormentados, porque nuestra recompensa será grande en los cielos (Mt 5:11,12). Así que no le falta razón a Pablo cuando sostiene que deberíamos estar felices cuando atravesamos por situaciones en que la mayoría de la gente se sentiría desdichada. No es por masoquismo. Esa es en verdad una de las mayores paradojas del Evangelio.

No sólo es una paradoja. Es nuestro gran consuelo. Si yo tengo a Jesús en mí, si camino con Él de la mano, si le sirvo con lo mejor de mis fuerzas, las circunstancias exteriores tienen poca importancia. Porque si lo tengo a Él, tengo el más grande tesoro. Si Él me tiene a mí, y yo lo tengo a Él, lo tengo todo. Él me basta.

Por algo cantó el salmista: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Fuera de ti nada deseo en la tierra." (Sal 73:25). ¡Vengan pues dificultades, vengan contradicciones! Estamos dispuestos a afrontarlo todo por Cristo.

Pero después dice Pablo algo que es difícil de tragar. Dice que ha vivido como pobre, pero que ha enriquecido a muchos. ¿No estará soñando? ¿A quién regaló su plata? No sabíamos que alguna vez la hubiera tenido.

Pobre es alguien que recibe limosnas; que vive de la caridad pública. ¿Qué tiene el pobre para dar a otros sino su pena? A lo más un "Dios se lo pague" agradecido. Pero a nadie hacen rico las palabras. ¿O sí?

¿Quién quiere ser pobre? Nadie en su sano juicio. ¿Depender de otros para su subsistencia? ¿Tener que mendigar el pan de cada día? Rechazamos con todas nuestras fuerzas esa idea. ¡Retírate Satanás! Sin embargo, Jesús llama dichosos a los pobres, y para recalcar esa idea narra el episodio del pobre Lázaro que comía las migajas que caían de la mesa del banquete de un hombre rico. Al final, los papeles se invirtieron: el pobre fue feliz y el rico, desdichado (Lc 16:19-30).

El pobre en lo material puede ser rico en lo espiritual y puede enriquecer a muchos con lo que tiene, aunque, según las apariencias, sea un pordiosero y no tenga nada.

Cuando recordamos las bienaventuranzas nos olvidamos del texto de Lucas, que dice: "Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de los cielos" (Lc 6:20). Y ahí no dice "pobres en espíritu." (Mt 5:3), sino pobres a secas. Y más adelante añade: "¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!" (Lc 6:24). De manera que puede no ser tan buen negocio ser rico.

Pablo mismo escribió también que Jesús "siendo rico se hizo pobre para que nosotros fuésemos enriquecidos con su pobreza." (2Cor 8:9). Por eso, sin duda, Pablo dice que aunque era pobre enriqueció a muchos. Eso lo aprendió de su Maestro. No estaba tan loco como pensamos.

Es un hecho que en los primeros tiempos de la iglesia la mayoría de los cristianos eran pobres, ignorantes, marginados, tenidos en poco.

¿Quieren ver la prueba? El mismo Pablo en otra epístola lo explica: "Mas mirad, hermanos, que entre los que han sido llamados no hay muchos sabios según criterios humanos, ni muchos poderosos, ni muchos de noble cuna..."  (1Cor 1:26). Es decir, eran débiles, viles, menospreciados.

Pero Dios los escogió así como eran, para anular lo que es con lo que no es, "a fin de que nadie se jacte en su presencia" (1Cor 1:29). Porque Él no necesita nuestra ayuda, ni de grandes ejércitos para lograr sus propósitos. Le basta con unos pocos que le sean fieles y que pongan su confianza por entero en Él.

En el libro de Jueces leemos cómo Gedeón reunió un ejército de 32,000 guerreros para hacer frente a la muchedumbre de madianitas. Pero Dios le dijo que no necesitaba tantos soldados para vencerlos. E hizo que redujera su ejército a sólo 300 hombres. Y con ellos triunfó sobre la multitud de sus enemigos. (Jc 7:1-7). ¿Qué mejor ejemplo?

Por último, Pablo afirma que ha vivido no teniendo nada, pero que a la vez, lo ha tenido todo. Esa es una gran verdad que deberíamos tener siempre presente. Tener muchas cosas no nos hace mejores. Al contrario, nos puede hacer peores, porque aleja  nuestra mirada de lo que realmente vale y nos hace concentrarnos en lo superfluo.

Por eso se dice que las mejores cosas que ofrece la vida son gratuitas. Que no hay hombre más pobre que el que lo tiene todo, pero carece de amor.

En fin ¿en qué quedamos? ¿Lo contratamos a Pablo para que predique en nuestra iglesia? ¿O le sugerimos que vaya a buscar trabajo en otra parte? Usted amigo ¿qué dice?

Pero a ti,  amigo lector, que has tenido paciencia con mis necedades hasta este punto, yo te pregunto: ¿Te consideras rico o pobre? No sé cuánto dinero tengas en tu bolsillo o en tu cuenta; no sé si tienes muchas propiedades o no tienes dónde caerte muerto. Pero ¿cómo te ves a ti mismo? ¿como rico o como pobre? ¿eres feliz o desgraciado?
¿Tienes paz en el alma, o vives atormentado? Sólo Jesús puede darte la paz que desea tu alma. Muchos son los que buscan la paz, la llenura, la felicidad, en cantidad de escuelas arcanas, de maestros, de gurus, de enseñanzas ocultas. Pero sólo uno puede darte la paz verdadera, porque Él es la paz. Sólo uno puede darte el amor que anhelas y que te haga dichoso, porque Él es el amor mismo. Sólo uno puede mostrarte el camino de la felicidad, porque Él es el camino.
Búscalo a Él, que si lo buscas de todo corazón, Él se dejará hallar. Quizá está Él en este momento al lado tuyo, esperando que le dirijas la palabra. Háblale. Él está tocando a la puerta de tu corazón. Ábrele la puerta y déjalo entrar. Viene a ofrecerte un banquete. Viene a calmar tu sed de felicidad. Entrégale todo tu ser y pídele que sea el Señor de tu vida.



NB. Esta charla radial fue publicada por primera vez el 25.03.01 en una edición limitada. La volvemos a publicar para ponerla a disposición de un mayor número de lectores.

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#800 (13.10.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

jueves, 16 de enero de 2014

LA FIDELIDAD DE LOS OJOS

Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo

Pero hay también la fidelidad de los ojos.
Los hombres saben de qué estoy hablando, porque ellos tienden con mucha facilidad a mirar a una mujer bonita que pasa cerca, que pasa a su lado. Eso lo hacen casi automáticamente. Pero ¿qué pensará de tu esposa esa mujer a la cual estás mirando? Que no la quiere, que no la respeta. Si tú miras a otra mujer con atención, estás ofendiendo a tu mujer. Y también si la mujer mira a un hombre con atención, está ofendiendo a su marido. Es un hecho sabido que a muchas mujeres solteras les halaga que los hombres casados las admiren, las cortejen, y muchas hay que buscan tener una aventura con un hombre casado, sólo por vanidad. Es verdad. Pero ese tipo de asuntos con frecuencia llegan a cosas mayores que pueden causar gran dolor. El solo coqueteo, el solo flirteo, ofende a uno u otro. Si la mujer mira a un hombre, ¿qué va a pensar él? Que su marido no sirve para nada, que no la satisface; o dirá peor, que no le basta uno solo, y quiere tener dos hombres; aquí tengo una oportunidad para un lance. Esas  son cosas que no pueden permitirse en un hogar cristiano. Yo ruego a Dios que no sucedan. Pero es bueno que sepan todos que las verdades de Dios acerca del matrimonio son válidas tanto para los cristianos como para los que no lo son, para todos los hombres, para todo el género humano.

(Este pasaje está tomado de mi libro “Matrimonios que Perduran en el Tiempo”, pags. 185 y 186. Editores “Verdad y Presencia”, Tel. 4712178)

EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL SENTIDO DE RESPONSABILIDAD II
En nuestra charla anterior estuvimos hablando acerca del sentido de responsabilidad, esa cualidad tan importante para el desarrollo de la persona humana, para el desempeño de sus actividades y para la convivencia social. Después de describir los efectos de su ausencia en el hombre y en la sociedad, empezamos a indagar acerca de los orígenes de esta cualidad, de cómo se forma en el ser humano.
Hablamos de las influencias ambientales y culturales que concurren a formarla, del impacto que tiene en su gestación el entorno geográfico, la educación y el ejemplo de los padres.
Pero dijimos que, yendo más allá de esos factores, en nuestra cultura occidental cristiana, sin negar la importancia de la herencia greco-romana y de la moral estoica que floreció antes y después de Cristo --y en la que muchos ven en parte una anticipación de la moral cristiana- en nuestra cultura, digo, el sentido de responsabilidad está firmemente anclado en el mensaje del Evangelio.
La frase "sentido de responsabilidad" no figura en la Biblia, pero sus supuestos se derivan de muchas de las enseñanzas contenidas en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En primer lugar, la ley del amor, : "Haz con los demás como tú quisieras que hagan contigo." (Lc 6:31)  Ésa es la regla de oro de la conducta cristiana; la expresión práctica del mandato mosaico: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." (Lv 19:18; Mt 19:19). Si lo amo de veras, lo trataré como quisiera que él me trate. No puedo darle un tratamiento inferior, o menos considerado, del que yo espero de él.
Pero es imposible tratar bien a alguien si uno mismo no es responsable en sus actos, cuidadoso, prevenido, prudente porque, de lo contrario, le fallará en alguno de ellos. En otras palabras, amar no sólo de palabra sino de obra incluye necesariamente ser responsable. Una persona irresponsable, esto es, que carezca del sentido de responsabilidad, no podrá verdaderamente llevar su amor a la práctica beneficiando a los que ama, sino que, más bien, sin quererlo, perjudicará inevitablemente con sus actos los intereses, o los sentimientos de las personas que lo rodean, de sus conocidos, amigos y parientes (sin hablar de los que le son desconocidos), porque obrará de cualquier manera y sin tener en cuenta las consecuencias de sus acciones (Nota 1).
Si amas a los demás cumplirás bien los encargos que te den, porque si no, los perjudicas. Si los amas tendrás cuidado de las cosas, objetos, libros, equipos, etc., que otros te confíen; los cuidarás mientras estén en tus manos,y los devolverás intactos en el plazo estipulado. Eso supone ser responsable.
Ese principio abarca también a los préstamos. Si alguien te facilita una suma de dinero, y eres una persona responsable, la devolverás tan pronto como te sea posible. Demostrarás tu amor por esa persona pagándole lo que le debes. Si no lo haces, pecas contra el amor, en primer lugar; pero también contra el mandamiento que prohíbe robar, porque no devolver lo prestado es robar. En última instancia el que defrauda a otros no sólo es deshonesto, sino también es un irresponsable.
El médico, si tiene sentido de responsabilidad, atenderá a sus pacientes, le paguen o no le paguen la consulta, con lo mejor de  sus conocimientos y ciencia. No dejará desatendido a ningún enfermo que se le acerque, porque se sabe responsable ante Dios de la salud y de la vida de sus semejantes (2). El cuidado que ponga en atenderlos será una muestra de su amor por ellos, aunque no les sonría, ni sea muy demostrativo. Vemos pues cómo también en este caso, el amor al prójimo y el sentido de responsabilidad caminan de la mano.
No se puede amar al prójimo sin ser responsable en sus actos, hemos dicho. Lo contrario, en cambio, sí es posible. Es decir, es posible ser muy responsable en el desempeño de sus funciones, pero no sentir al mismo tiempo amor alguno por las personas a las que se atiende. Hay que reconocer entonces que el amor, si bien está en la base del sentido de responsabilidad, lo trasciende, va mucho más allá de esa cualidad (3).
Santiago escribió citando a Jesús "que tu sí sea sí, y que tu no sea no." (St 5:12; Mt 5:37). Eso equivale a decir: que tu palabra tenga el valor de un contrato, aunque no la respalde un papel firmado. Cumple con tus compromisos. Esto es, sé responsable cuando te comprometas. No lo hagas a la ligera, pero si lo haces, honra tu palabra.
Honrar la propia palabra es una norma eminentemente cristiana, porque Dios honra siempre la suya y no defrauda al que en Él confía. Si queremos ser perfectos como nuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5:48), nunca dejaremos que nuestra palabra caiga al suelo, porque, como se dice en Josué, Dios nunca deja que su palabra caiga por tierra, todas se cumplen (Js 21:45; 23:14). Su palabra “permanece para siempre”, dice la Escritura (Is 40:8; 1P 1:25). En la medida de nuestras fuerzas nuestras palabras deben permanecer, deben ser siempre válidas, mientras tengamos aliento de vida.
Cuando el cristiano dice: “Te doy mi palabra”, debe saber que está poniendo a Dios por testigo de su compromiso. ¿Y cómo podría cumplirlo si no tiene sentido de responsabilidad? En casos como éste, la veracidad, la fidelidad de un cristiano, su amor por la verdad, lo empujan a ser una persona responsable.
No es realmente cristiano el que irresponsablemente incumple su palabra, o defrauda a sus acreedores, o no entrega a tiempo el trabajo contratado, o lo hace mal, o llega tarde a las citas.
La puntualidad es una cualidad eminentemente cristiana, y es un componente del sentido de responsabilidad. Pablo escribió: "aprovechad bien el tiempo" (Ef 5:16). El tiempo ajeno y el propio son un don de Dios. Yo robo a otro su tiempo si llego tarde a una cita. Si suelo ser impuntual, demuestro que carezco del sentido de responsabilidad en la administración de mi tiempo, y en el respeto del tiempo ajeno.
Pero es sobretodo en el trabajo donde se manifiesta más claramente el sentido de responsabilidad. Pablo dijo en Colosenses: "Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres." (3:23). “De corazón”, es decir, con todo mi ser, con todas mis fuerzas,
Si yo realizo mi trabajo “no sirviendo al ojo” que me ve, sino temiendo a Dios (Ef 6:6), ejecutaré mis labores con sentido de responsabilidad, haciéndolas de la mejor manera posible, y de acuerdo a los deseos del que contrató mis servicios porque, encima de él está Dios a quien sirvo.
Si desempeño mis labores de una manera descuidada, sin interés, sin esforzarme; si hago mal el trabajo que me encargan, si no cumplo los plazos de entrega, doy mal testimonio de mi condición de cristiano; hago quedar mal el nombre de Dios al mostrarme  como un irresponsable, un inmaduro.
Mi devoción al honor de Dios hará que en todo lo que haga quede muy en alto el nombre de cristiano que llevo, el nombre de Cristo, mi Señor. Mi adhesión a su nombre me obligará a ser una persona responsable.
Pero, en última instancia, el sentido de responsabilidad tiene su origen en el hecho de que todos nosotros vamos a dar cuenta a Dios de todos nuestros actos en el día del juicio. Somos responsables ante Él de cada acción que emprendamos, de cada labor que ejecutemos, de cada cita a la que acudamos, de cada minuto que perdamos, de cada “palabra ociosa” o dañina que pronunciemos (Mt 12:36). Él no nos preguntará literalmente con cuánto sentido de responsabilidad actuamos ante el mundo y ante los cristianos, pero esa pregunta estará implícita cuando comparezcamos para juicio delante de su trono.
Sabemos que algún día nos presentaremos ante el Juez de vivos y muertos para dar cuenta hasta de la menor de nuestras acciones. Y para recibir la recompensa, el pago, que merecen nuestros actos (Jb 34:11, 1P 1:25). No tendríamos que dar cuenta, ni recibiríamos recompensa alguna, si no fuéramos responsables de lo que hacemos.
En esa hora muchos paganos que siguieron solamente los dictados de su conciencia, y que serán juzgados por ella (Rm 2:14-16), serán admitidos al cielo y recibirán, quién sabe, una recompensa mayor que muchos cristianos, porque cumplieron con sus obligaciones terrenales mejor que éstos; porque fueron responsables de sus actos; y porque, como dijo Jesús: "Al que mucho recibe, mucho se le demanda." (Lc 12:48). Y nosotros hemos recibido más que los paganos.
Sé pues tú responsable en todas tus ocupaciones, en toda tu conducta, ante tus hermanos y ante el mundo. Demuestra que eres un digno hijo del más responsable, sí, del más responsable de todos los padres, del más responsable de todos los patrones, del más responsable de todos los señores, de Aquél que se sintió tan responsable de tu destino eterno que mandó a su único Hijo a morir por ti, para que algún día tú pudieras gozar de su presencia y no fueras condenado por tus actos irresponsables.
Notas: 1. Quizá el elemento más importante del sentido de responsabilidad sea éste: el tener en cuenta  las consecuencias posibles de nuestros actos y omisiones. Esa conciencia es una manifestación de madurez.
2. Lo que ocurre en nuestros hospitales, los lamentables casos de descuido, y los errores trágicos que se producen con frecuencia, son una muestra de la falta de esa cualidad entre nuestros galenos.
3. Hay personas que son muy responsables por educación, o por cultura, o por hábito, o por presión del ambiente, o por inclinación natural del carácter, y que, al mismo tiempo, son secas y carentes de amor. Y hay también quienes son muy responsables en hacer el mal. Esto es, que lo hacen a conciencia, sirviendo al más cruel de los capataces, al enemigo de sus almas. Paradojas de la naturaleza humana que muestra cómo las virtudes humanas, divorciadas de su fuente, que es Dios, pueden torcerse y volverse perversas.
NB. El texto de esta charla radial fue publicado por primera vez en una edición limitada, el 18.07.04, y contenía material que había sido publicado previamente en el diario “Gestión”. Como el artículo anterior del mismo título, lo vuelvo a publicar, ligeramente revisado, a fin de ponerlo a disposición del mayor número posible de lectores.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#799 (06.10.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).