lunes, 20 de junio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS III - A ESMIRNA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS III
A LA IGLESIA DE ESMIRNA I
Un Comentario de Apocalipsis 2:8,9

8. "Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: el primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:”
La ciudad de Esmirna (que sobrevive actualmente con el nombre turco de Izmir)
estaba situada a unos 90 Km de Éfeso y rivalizaba con ésta como puerto de gran actividad comercial. Tenía la forma de un anfiteatro coronado de flores, y era por ese motivo famosa por su belleza. En ella los romanos habían construido en tiempos de Tiberio, un templo dedicado al emperador divinizado, como premio de su fidelidad a Roma en sus guerras contra los seléucidas y, por eso, disputaba con Éfeso el honor de ser llamada la primera ciudad de la provincia romana de Asia. De hecho, ya en el siglo segundo antes de Cristo, se había construido un templo dedicado a Roma como diosa.

No se sabe quién fundó la iglesia en esta ciudad. Es probable que Pablo la visitara de camino hacia Éfeso (Hch 19:1). En la historia de la iglesia la ciudad se distingue por la figura de su anciano obispo Policarpo, que fue martirizado el año 156 DC, por instigación de los judíos, por negarse a sacrificar al emperador. A pedido del procónsul que lo urgía a negar a Cristo, el anciano obispo contestó: "¿Cómo podría yo blasfemar del Rey que me salvó?" Cuando fue llevado al lugar donde sería quemado, Policarpo agradeció en alta voz a Dios por el privilegio de ser contado digno de compartir el vaso de Cristo (Mt 20:22) entre el número de los mártires.

Es interesante que esta carta, así como la dirigida a la iglesia de Filadelfia, no contenga una sola palabra de reproche, sólo tiene elogios. En el segundo siglo muchos cristianos murieron como mártires al negarse a abjurar de su fe. Por ese motivo los intérpretes que atribuyen un significado histórico-simbólico a las siete iglesias, dicen que esta iglesia representa el período de las persecuciones bajo los romanos, que terminó cuando el emperador Constantino, el año 313, otorgó a los cristianos el derecho de practicar su religión libremente. (Nota).

El nombre de la ciudad, Esmirna, quiere decir "mirra", resina aromática de sabor amargo, procedente del Oriente, y muy valiosa, que era usada en la antigüedad para embalsamar los cadáveres. (Jn 19:39). La mirra era también usada, junto con otros aromas, para confeccionar el aceite de la unción, con el cual se ungía los utensilios sagrados, el altar, etc., y que Moisés usó para ungir a Aarón y a sus hijos al consagrarlos como sacerdotes (Ex 30:23-33). Como perfume tenía un uso variado en tiempos del Antiguo Testamento: para perfumar los vestidos de los reyes (Sal 45:8), y de las novias (Can 3:6), así como la cama de las mujeres (Pr 7:17). Mirra fue uno de los tres presentes que los reyes magos le trajeron a Jesús (Mt 2:11), como anunciando el  sufrimiento que más tarde le esperaba.

Se recordará que antes de crucificar a Jesús los soldados le ofrecieron vino mezclado con mirra para atontarlo y que sufriera menos, pero Él lo rechazó, queriendo apurar el cáliz del sufrimiento hasta el fin (Mr 15:23). El comentarista J. Seiss escribe: "El nombre (de Esmirna) describe muy bien a una iglesia perseguida a muerte, postrada y embalsamada en las preciosas especies de su sufrimiento". Por su lado, H. Lockyer escribe: "Así como la mirra debe ser molida para que despida su fragancia, el testimonio de esta iglesia molida por la persecución fue muy agradable para el Señor."

Al empezar el dictado de su carta a la iglesia de Esmirna, la más corta de las siete, Jesús se identifica a sí mismo con las mismas palabras con que empezó a hablar a Juan en visión: "El primero y el postrero" (último, cf 1:17), título que Dios se da a sí mismo por boca de Isaías (Is 44:6; 48:12). Eso es para nosotros muy importante porque, al atribuirse Jesús ese título divino, se identifica, es decir, se hace uno con Dios, y afirma ser Dios. Algunos eruditos y teólogos liberales han sostenido con argumentos falaces que la iglesia deificó al Jesús de los evangelios por influencia del pensamiento griego durante el siglo II cuando, apartándose de sus raíces judías, se llenó de gentiles idólatras. Pero aquí, en un libro escrito por Juan, discípulo judío de Jesús (a más tardar, según algunos, a fines del primer siglo o, más  probablemente, antes del año 70) vemos a Jesús, con sus propias palabras, plenamente identificado con su Padre Dios, como también lo hace en el cuarto evangelio (Jn 10:30).

Enseguida dice Jesús de sí mismo: "El que estuvo muerto v vivió", es decir, resucitó, aludiendo a las palabras con que hace unos instantes se dirigió a Juan: "el que vivió y estuvo muerto". (Ap 1:18). Aquí Jesús afirma dos hechos fundamentales de su vida en la tierra: su muerte y su resurrección. Con la primera nos redimió; con la segunda proclamó al mundo que es Dios, porque sólo un Dios encarnado puede resucitar por sí mismo (Rm 1:4).

Al recordarles su muerte y resurrección a los cristianos perseguidos de Esmirna, Jesús los anima haciéndoles  comprender que los que mueren con Él resucitarán con Él; que la vida no termina con la muerte, sino que así como Él estuvo muerto y resucitó, si ellos son llamados a ofrendar sus vidas por su fe, resucitarán algún día para vivir para siempre con Él. Si toda vida comienza con Él, pues es su Creador, toda vida también culmina en Él, porque Él es el fin hacia el cual nos dirigimos. A este respecto conviene recordar las palabras tan ciertas de Pablo: "Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos." (Rm 14:7,8).

Otro aspecto que merece ser destacado en el título que Jesús se adjudica al iniciar esta carta dirigida a una iglesia mártir, "el primero y el postrero", es que Él es el primero de todos los mártires, porque Él fue "destinado desde antes de la fundación del mundo" a ser sacrificado como víctima propiciatoria a favor nuestro (1P 1:19,20), como también afirma el Apocalipsis, que Él fue "el cordero inmolado desde el principio del mundo" (Ap 13:8); y es también el último porque, en su momento, Él es quien ha de juzgar a los que acusan a los creyentes de Esmirna.

9. 'Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás."
Como le dijo al ángel de la iglesia de Éfeso, Jesús también le dice al ángel de la iglesia der Esmirna, como le dirá también a los ángeles de las otras cinco iglesias: 'Yo conozco tus obras". Es decir, yo conozco todo lo que haces, tus luchas y tu comportamiento. Eso es algo que Jesús puede decirnos también a todos nosotros, porque nada de lo que hacemos y pensamos escapa a su mirada escrutadora.

Luego añade: "tu tribulación", porque Jesús sabía muy bien cómo esa iglesia sufría y sufriría en manos de sus perseguidores. "Y tu pobreza", porque la iglesia y su pastor eran pobres materialmente, posiblemente a causa de la misma persecución que los despojaba de sus bienes. Es posible también que, al negarse a rendir culto al emperador, ellos fueran excluidos de los gremios de artesanos, y por eso no tenían trabajo. Y si así fuera "¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?" (St 2:5).

"Pero eres rico" porque, en contraste con su pobreza material, la iglesia de Esmirna era rica en bienes espirituales, que son los que finalmente cuentan, ya que son los que Dios más ama y aprecia (1Tm 6:18). Lo que Jesús dijo acerca de los tesoros celestiales es muy pertinente en este respecto (Mt 6:19,20). En cambio, a la iglesia de Laodicea se le reprocha el creerse rica, cuando en realidad era pobre (Ap 3:17,18). Pobreza material y riqueza espiritual suelen ir juntas, porque las riquezas materiales suelen distraemos de los bienes espirituales. Por ese motivo, los que poseen las primeras, carecen con frecuencia de las segundas. Jesús lo dijo: "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón." (Mt 6:21). Si para nosotros nuestro tesoro son los bienes materiales, muchos o pocos, que poseamos, todos nuestros esfuerzos estarán dirigidos a acrecentarlos, y no nos preocuparemos en adquirir los bienes espirituales. ¡Cuán miope y trágica puede ser esta actitud! Porque las riquezas materiales no son duraderas, sino que terminan con la muerte (Lc 12:20,21). En cambio, los bienes espirituales son eternos.

¿A qué se refiere la blasfemia de los que "dicen ser judíos y no lo son"? La palabra griega blasfemían, dado que el objeto de las invectivas no era Dios, sino seres humanos, debería traducirse en este caso como "calumnias". Debe haber habido en Esmirna, como en casi todas las ciudades del imperio romano, una sinagoga semejante a las que había en Tierra Santa, donde los judíos se congregaban el día sábado. Nosotros sabemos que cuando Pablo llegaba a una ciudad, lo primero que hacía era dirigirse a la sinagoga del lugar para presentar su mensaje (Hch 13:2,14). Y posiblemente los otros apóstoles, cuando salieron a predicar por el mundo, seguían la misma estrategia. ¿Por qué lo hacían? Porque en la sinagoga encontraban un público que sabía de qué ellos y Pablo hablaban, un público que conocía las sagradas escrituras en las que Pablo y los apóstoles basaban su predicación, un público formado mayoritariamente por judíos, como lo eran también ellos, aunque posiblemente también hubiera algunos prosélitos de origen gentil.

Ocurría con frecuencia , sin embargo, como vemos en Hechos, que la mayoría de los asistentes a la sinagoga rechazaban el evangelio, y generalmente expulsaban a Pablo, y le impedían volver a predicar, de manera que sólo los pocos que habían creído en su mensaje lo seguían (Hch 13:44,45,48. Véase también 14:1,15,19 y 17:5). Cuando finalmente Pablo regresó a Jerusalén, los judíos estuvieron a punto de matarlo, y lo hubieran hecho si el centurión no lo arrancaba de sus manos (Hch 21:27-36. Cf 23:12; 24:3- 9).

Pues bien, esas calumnias eran expresión del rechazo de los que decían ser judíos (y que lo eran de raza y religión), pero que no lo eran en realidad, como dice Pablo: "Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios." (Rm 2:28,29. Véase además los vers. 17-23).

En el pasaje que comentamos Jesús hace una distinción semejante entre el Israel de Dios, los que lo reconocieron como Mesías e Hijo de Dios; y el Israel en la carne que se negó a reconocerlo y a recibir su mensaje.

Es muy probable, como ocurría en otros lugares (Hch 13:50), que la persecución que sufrían los cristianos en Esmirna fuera desatada a instigación de los miembros de la sinagoga que rechazaban el Evangelio y rechazaban a Cristo, a la cual, por ese motivo, Jesús en su carta llama "sinagoga de Satanás". Recuérdese que el mensaje del Evangelio estuvo dirigido en primer lugar a los judíos (Rm 1:16), y que fue a ellos casi exclusivamente a quienes Jesús predicó en vida (Mt 15:24), y a quienes Él envió a sus discípulos inicialmente a predicar (Mt 10:6). Si rechazaban el Evangelio era porque Satanás había puesto un velo delante de sus mentes que les impedía ver la verdad (2Cor 3:14,15). Jesús en vida no tuvo reparos en decir que ellos no eran hijos de Abraham, como pretendían, sino "hijos del diablo", cuyos deseos malvados querían cumplir (Jn 8:44).

Nota: Se suele decir, incluso en libros eruditos de historia, que Constantino, por el llamado Edicto de Milán del año 313, hizo del cristianismo la religión oficial del imperio. Eso no es cierto. Lo que él hizo mediante ese edicto fue declarar al cristianismo como “religión lícita”, con lo cual se dio término a las persecuciones. Es verdad que él favoreció en muchos otros aspectos al cristianismo, como, por ejemplo, al convocar el año 325 al Concilio de Nicea, para lidiar con la herejía arriana; y que apoyó a su madre Elena, en la búsqueda del madero de la cruz. Pero fue recién Teodosio el Grande, el año 381, quien, bajo la influencia del obispo Ambrosio de Milán, oficializó al cristianismo como religión del estado.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


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miércoles, 15 de junio de 2016

MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS II - MENSAJE A ÉFESO II

LA VIDA Y LA PALABRA

Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS II
A LA IGLESIA DE ÉFESO II
Un Comentario de Apocalipsis 2:5-7
En el versículo 4 Jesús ha reprochado al ángel de la iglesia de Éfeso que su primer amor se haya enfriado. Continúa diciéndole en tono admonitorio:

5. "Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido."
Jesús exhorta a la iglesia de Éfeso –y con ella a nosotros- a revivir en su memoria cómo era su vida y su relación con Dios antes de que se enfriara, y que trate de recuperar lo que ha perdido. Recuerda la frescura, el entusiasmo de tu primer amor, y la felicidad que te proporcionaba. Recuerda la alegría que sentías cuando acunaba tu alma en mis brazos y murmuraba en tu oído palabras dulces. La admonición es triple: recuerda, arrepiéntete y haz.
La tibieza es un pecado de omisión. Es un proceso que empieza a anquilosar nuestra alma cuando comenzamos a tolerar en nosotros ciertas debilidades, ciertos pequeños pecados "sin importancia" como, por ejemplo, detenernos un instante en imágenes atrevidas, por no decir directamente pornográficas, consintiendo en nosotros momentáneamente los pensamientos que provocan esas imágenes; o por dejarnos llevar por la gula, comiendo demasiado. (No es posible orar ni meditar bien con el estómago lleno); o dejando que  pensamientos de rivalidad, o rencor, se infiltren en nuestra mente. Ese tipo de pensamientos consentidos inevitablemente excitan en nosotros sentimientos de antipatía y de rechazo. Si no miramos caritativamente, es decir amorosamente, a todas las personas que nos rodean y, en particular, a nuestros hermanos en Cristo, no podemos tener una relación fluida e íntima con Dios. Debemos detestar el mal, sí, pero no podemos a la vez amar a Dios y sentir antipatía por el hermano. El aborrecimiento del hermano -que es pecado- congelará nuestro amor a Dios. Por eso se suele decir que Dios detesta el pecado, pero ama al pecador.

Recordemos el mandato de Jesús: "Amad a vuestros enemigos." (Mt 5:44). Entre los enemigos que debemos amar debemos incluir a nuestros rivales, y a los que nos critican. Los que nos critican son, en verdad, nuestros mejores amigos, porque nos humillan, y si estamos dispuestos a escucharlos, tienen mucho que enseñarnos. Pero nosotros, amurallándonos en nuestro orgullo, rechazamos toda crítica como manifestación de envidia. Aunque hubiera algo de cierto en eso, amemos al envidioso que nos critica, y considerémoslo como un enviado de Dios para disciplinarnos y corregirnos.

"Haz las primeras obras", fruto del primer amor, cuando te lanzabas entusiasta a dar testimonio de lo que la gracia ha hecho en ti, de cómo te transformó y te sacó de la vida de pecado en que te arrastrabas, e hizo de ti una criatura nueva. Recuerda cuántos te escuchaban maravillados, a los que luego guiaste a poner su vida a los pies de su Salvador.

Si no haces como te digo, dice Jesús, esto es, si no vuelves a encender en tu corazón el fuego de tu primer amor, alimentado por el aceite del Espíritu Santo, quitaré tu candelero, es decir, te quitaré tu ministerio, lo removeré, y pondré a otro en tu lugar, que esté dispuesto a hacer las primeras obras que tú has olvidado.

Si se tratara de una iglesia, o de una comunidad, o de una célula, pueden cerrarse o cambiar de pastor. No hay nada más inestable que las circunstancias humanas. Hoy están ahí, y parecen sólidas como la roca, pero pueden cambiar, o desaparecer en un día. Arrepiéntete, pues, y teme a Dios, porque ése es el principio de la sabiduría (Pr 1:7). Dios no te debe nada, pero tú sí le debes todo a Él.

6. "Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco."
Para atemperar la amenaza que acaba de proferir si no se arrepiente, el Señor pasa ahora bondadosamente a aprobar lo que de bueno conserva la iglesia y el que la preside: que detesta la obra de los nicolaítas, es decir, no a ellos mismos, sino lo que hacen y promueven.

¿Quiénes eran esas personas? No existen indicios suficientes en la historia de la iglesia como para identificar cuál era su doctrina, en qué consistían aquellas obras que el Señor afirma detestar, y porqué recibieron ese nombre. Lo que sí sabemos es que Dios aborrece el desviarse del recto camino, y alaba a los que albergan el mismo sentimiento.

La iglesia ha estado siempre amenazada por quienes pretenden traer una interpretación novedosa, una doctrina osada con la que persiguen ganar adeptos. Lo nuevo tiene siempre un especial atractivo para los inconstantes. Pero el Señor es siempre el mismo. Él no cambia: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos." (Hb 13:8) Al mismo tiempo "nuevas son sus misericordias cada mañana" (cf Lam 3:22,23; Sal 90:14; 92:2; 143:8). No necesitamos buscar fuera de Él el frescor de la novedad porque para quien lo ama realmente, y se entrega por entero a Él, Él es siempre nuevo.

Se ha pensado que se trataba de una secta fundada por Nicolás, uno de los siete diáconos que se mencionan en Hechos 6, que se habría desviado de la fe. Eso afirma Irineo, pero es una hipótesis que se ha descartado. También se ha buscado el origen del nombre en la etimología. "Niké" significa "victoria", y "laos", "pueblo". Se trataría de personas que trataban de adueñarse del pueblo. Pero ése parece un intento un poco traído por los cabellos. Lo más probable es que se tratara de seguidores de alguien que se llamaba Nicolás, o que habría adoptado ese nombre. Pero no tenemos ningún indicio firme para definir en qué consistía su doctrina o qué pretendían, a pesar de que se les menciona nuevamente en la carta a la iglesia de Pérgamo (Ap 2:15). La hipótesis que cuenta con más apoyo es que se trataba de un grupo que propugnaba una moral laxa, y cierta tolerancia frente a la idolatría.

7. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios."
La frase "el que tenga oídos" se repite en las siete cartas. En las tres primeras, al comenzar el último versículo de cada una de ellas, antes de la frase que empieza "Al que venciere..." En las cuatro últimas, después de esta frase.

Es una advertencia solemne. Naturalmente no se trata del oído físico, sino del oído espiritual, porque es éste el que puede oír lo que dice el Espíritu, y que sólo Dios puede despertar (Is 50:4). Se trata del mismo oído al que se refirió Jesús al final de la parábola del Sembrador: "El que tenga oídos para oír, oiga." (Mt 13:9), porque sólo teniendo ese oído podrá entenderse el sentido de la parábola. Como también dijo el profeta de algunos que "tienen oídos para oír, pero no oyen."(Ez 12:2; cf Jr 5:21). Es decir, tienen oídos físicos, pero no los oídos que permiten entender el mensaje de Dios.

El Espíritu de Dios nos habla a todos, pero depende de nosotros que escuchemos. ¿De qué depende? De que tengamos nuestros sentidos espirituales despiertos, de que vivamos para las cosas del Espíritu, de que estemos ansiosos de escuchar su voz. Los que viven para las cosas materiales están sordos a la voz del Espíritu, ni les interesa.

¡Qué importante es saber para qué vivimos! ¡En función de qué! Todos nosotros tenemos las antenas bien paradas para percibir aquellas cosas que nos interesan. Lo vemos en todos los aspectos de la existencia. El ladrón que vive para robar descubre inmediatamente las oportunidades que se presentan para apropiarse de lo ajeno, que para el honesto pasan desapercibidas. El hombre que vive para hacer dinero, ve oportunidades de negocio que a los demás mortales escapan. El hombre que vive para Dios constantemente descubre oportunidades para servirlo.

Pero aquí se trata de una advertencia grave a causa de la frase que sigue, y que también se encuentra en todas las siete cartas: "Al que venciere" ¿Por qué al que venciere?

En primer lugar, porque cuando se escribió este libro los cristianos vivían en medio de grandes dificultades, cuando no eran directamente perseguidos. Ser cristiano entonces no era "negocio", sino todo lo contrario, había que ser muy valiente para serlo porque se corría grandes riesgos.

Pero también en nuestro tiempo y en nuestro medio, si bien los cristianos no somos perseguidos como ocurre en otros países, nosotros vivimos en una lucha constante contra tentaciones de todo tipo. Entre ellas la de ser víctimas de la incomprensión de nuestros familiares, o de las personas de nuestro entorno. Con frecuencia somos víctimas del ridículo, de cierto ostracismo, porque la gente nos evita a causa de nuestra fe comprometida.

Pero, sobre todo, estamos en lucha contra las tentaciones de la carne. Ésta es una lucha que no cesará sino el día de nuestra muerte. Entonces ¡cuan importante es que se nos diga y lo escuchemos bien claro: "Al que venciere yo le daré de comer del árbol de la vida" !  Jesús bien puede animarnos a vencer los obstáculos que se oponen a nuestro caminar, porque Él nos ha dado ejemplo de victoria: "En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo." (Jn 16:33). Para el apóstol Juan el secreto de nuestra victoria está en nuestra adhesión a Cristo por la fe: "Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y ésta es la  victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5:4,5) Él nos puede decir: Tú tienes todo lo necesario para vencer, pues te ha sido dado cuando recibiste el don de la gracia y de la fe. También el apóstol Pablo nos asegura nuestra victoria: "Somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó."  (Rm 8:37; cf 1Cor 15:57; 2Cor2:14)

"Al que venciere yo le daré de comer del árbol de la vida." ¿Qué es el árbol de la vida que está en medio del paraíso? Es la presencia de Dios, de cuya compañía esperamos gozar un día para siempre. En otros términos, es la fuente de la vida eterna.

El árbol de la vida contrasta con el árbol "de la ciencia del bien y del mal", que estaba también en el paraíso, y del que Dios prohibió a Adán y Eva comer para que no mueran (Gn 2:17). Este era al mismo tiempo un árbol de muerte espiritual, porque comerlo era desobedecer a Dios. El árbol que se menciona en Apocalipsis es un árbol de vida; que figura también al final de este libro, cuyo fruto produce vida eterna en los que lo comen, y cuyas hojas proporcionan sanidad a las naciones (Ap 22:14).

Podría llamarse también "árbol de vida" a la cruz en la que murió Jesús en el Calvario, de cuyo fruto hemos comido todos, esto es, la salvación.

Nosotros podemos gozar de un adelanto de ese alimento en Aquel que dijo de sí mismo: "Yo soy el pan de vida." (Jn 6:35,48), y "si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre."(6:51) Podemos gozar de Él
cuando queramos porque está en medio nuestro.

Sabemos que el autor del Apocalipsis es el mismo Juan que escribió el cuarto evangelio. Es normal que él use en este libro las mismas expresiones que le oyó decir a Jesús, porque el que habla en uno y otro libro es el mismo Hijo Unigénito de Dios, nuestro Salvador; el mismo que Juan conoció en vida, el mismo que se le presentó en toda su gloria para hablarle y ordenarle que escriba a las siete iglesias.

Notemos de paso que el primer Adán fue expulsado del paraíso en la tierra a causa de su desobediencia. En cambio, a los que le son fieles, el segundo Adán los invita a entrar en el paraíso del cielo. Al primer Adán se le prohibió comer del árbol "de la ciencia del bien y del mal"; a los que siguen al segundo Adán se les invita a  comer del "árbol de la vida".

Para los que siguen la corriente de interpretación historicista del libro de Apocalipsis, las siete iglesias representan siete épocas sucesivas de la historia de la iglesia. La carta a la iglesia de Éfeso correspondería a la época apostólica, que fue de poca duración, y que terminó al empezar la primera persecución desatada por Nerón el año 64; a la cual sucedió la etapa de las persecuciones que terminaron el año 305, simbolizada por la iglesia de Esmirna.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido  consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para t i y servirte."

#898 (13.09.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M . Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


martes, 7 de junio de 2016

MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS I - A LA IGLESIA DE ÉFESO I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJE A LAS SIETE IGLESIAS I
A LA IGLESIA DE ÉFESO I
Un Comentario de Apocalipsis 2:1 al 4
La forma de las siete cartas sigue un patrón regular que se observa en todas, después de la fórmula inicial: "Escribe al ángel..."

1) El autor del mensaje es identificado con uno de los títulos del Hijo del Hombre que se ha mencionado en el capítulo anterior. Es de notar que al empezar las cuatro primeras cartas Jesús se identifica con una de las características con las que Él mismo se ha descrito en la visión inicial que tuvo Juan en el capítulo anterior. Compárese el vers. 2:1 con 1:16,20 y con 1:13; el vers. 2:8 con 1:17 y 1:18; el vers. 2:12 con 1:16; y el vers. 2:18 con 1:14,15.

Los títulos de Jesús en las tres siguientes cartas están tomados de otros pasajes de las Escrituras que son pertinentes a su contenido, el cual en las siete cartas está precedido por las escuetas palabras "Dice esto". Estas palabras recuerdan la frase profética común: "Así ha dicho Jehová" que se encuentra en Am 1:3; 2:11; Abd 1:1; Hg 1:2; Zc 1:3; Mal 1:2,9.

2) El mensaje en sí empieza declarando: "Yo conozco tus obras..." a los que siguen palabras de alabanza, o de reproche; de advertencia, o de aliento, según lo que haya que elogiar, o criticar, en cada iglesia.

3) El mensaje termina con la promesa: "Al que venciere", precedido en las primeras cartas por las palabras: "El que tiene oído..." que indican que el mensaje está dirigido a todos los cristianos de todos los tiempos. En las cuatro últimas cartas ese orden está invertido.

1. "Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete cándele ros de oro, dice esto:"
Es apropiado que Jesús dirija la primera carta a la ciudad de Éfeso, porque la capital (Metrópolis en griego) de la provincia romana de Asia era, junto con Antioquía, la ciudad pagana más  importante durante las primeras décadas de la evangelización. Éfeso era un centro comercial muy importante en ese tiempo, la ciudad más grande del imperio después de Roma y de Alejandría. En ella permaneció Pablo dos años, y a ella volvía una y otra vez en sus viajes. En ella había una comunidad cristiana numerosa y bien organizada, que fue fundada posiblemente por los esposos
Aquila y Priscila (Hch 18:18,19). En ella predicó el alejandrino Apolos con mucho éxito durante un tiempo (Hch 18:24-28). A ella dirigió Pablo una de sus epístolas más importantes.

Al empezar el dictado de sus cartas Jesús se dirige a la iglesia de Éfeso como Aquel que tiene las siete estrellas en su mano derecha, es decir, el que tiene autoridad sobre sus pastores. Enseguida añade: "y el que camina en medio de los siete candeleros", es decir, Aquel que es el Señor de las siete iglesias, Aquel de quien procede la vida espiritual que ellas tienen, y sin el cual ellas no existirían. En una palabra, Jesús afirma su preeminencia para subrayar por qué motivo los destinatarios deben prestar suma atención a lo que les escribe. Pero, a la vez, Él es el que los guarda de los ataques del enemigo, que no podrá arrebatarlos de su mano (Jn 10:28). Al decir que los tiene en su mano, Él está diciendo también: Éstos son míos, me pertenecen. Jesús subraya su intimidad con ellos.

2. "Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a
los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos."
Después de identificarse, Jesús menciona en primer lugar lo que tiene que elogiar en cada iglesia:
"Yo conozco tus obras..." como para subrayar la importancia que tienen las obras en la vida del cristiano. Jesús conoce todo lo que nosotros hacemos, sentimos y pensamos. Él habla como alguien que conoce a la perfección a los destinatarios de sus cartas, así como Él nos conoce a fondo a cada uno de nosotros. No tenemos nada que ocultar a su mirada escudriñadora. Conoce todo lo que hay que elogiar y todo lo que hay reprochar. Pero aunque Él pueda ser severo cuando es oportuno, como nos ama al punto de haber dado su vida por nosotros, lo es sin dejar su tono amoroso y cordial.

Él le dice a la iglesia de Éfeso que conoce sus arduos trabajos, esto es, sus penalidades y fatigas, y la paciencia con que las ha soportado en medio de un mundo hostil, lo cual no debe llamarnos la atención, pues Éfeso era una ciudad muy corrupta, en la que prevalecía la idolatría. En ella había un templo famoso, dedicado a la diosa Artemisa, una de las maravillas de la antigüedad.  Recuérdese el alboroto provocado en la ciudad por el rumor de que Pablo y sus compañeros pretendían suprimir el culto a la gran diosa "Diana (su nombre romano) de los efesios", lo que provocaría la ruina de los plateros (Hch 19:23ss).

Eres paciente en la pruebas, continúa Jesús, pero no lo eres, y con razón, con los perversos; ni para soportar a los malos que se infiltran en las iglesias; en particular, con los hipócritas que fingen ser apóstoles, y que pretenden tener autoridad espiritual, pero carecen de ella. Recuérdese la severa condena que hizo Pablo acerca de los "falsos apóstoles" que, siendo ministros de Satanás, "se disfrazan como ministros de justicia" (2Cor 11:13-15), así como la grave advertencia que hizo a los ancianos de Éfeso acerca de los "lobos rapaces que no perdonarían al rebaño", y que hablarían "cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos." (Hch 20:29,30).

¡Oh, cómo tuviéramos los cristianos de hoy la misma lucidez para desenmascarar a los hipócritas y explotadores, y la misma entereza para denunciarlos por lo que son!

En esta denuncia resuena el eco de lo que escribe el apóstol Pedro en su segunda epístola, exponiendo la falsedad de los pretendidos profetas y maestros que contaminan a las iglesias
(2P 2:12-22).

3. "y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por amor de mi nombre, y no has desmayado."
Jesús prosigue destacando lo que la iglesia de Éfeso ha sufrido con paciencia en la difusión del
Evangelio en un medio pagano, llamando sin descanso a los perdidos a refugiarse en los brazos del Mesías que murió en la cruz por salvarlos.

Jesús elogia que el pastor de la iglesia de Éfeso hiciera todo eso no por algún beneficio material, sino exclusivamente por amor a su nombre. Nuestros esfuerzos son tanto más valiosos cuanto más desinteresados sean nuestros móviles; cuando no buscamos el aprecio de los demás, o concitar la admiración del mundo, sino sólo agradar a Dios.; cuando todo lo hacemos por amor, y  particularmente por amor al que nos salvó. Y en todo ello te has mostrado perseverante e incansable, reconoce Jesús.

4. "Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor."
Sin embargo, Jesús tiene algo que reprochar a esta congregación y a sus líderes. La llama de su amor que ardía fuertemente se ha ido enfriando, y ya no obran con el mismo fervor que al comienzo.
Ése es un peligro que nos acecha a todos, y a todas las iglesias en especial. Nos acomodamos en lo que hacemos y empezamos a hacerlo como por rutina. Descuidamos nuestra intimidad con Cristo, y no buscamos con el mismo ardor su rostro. Pero si no mantenemos el mismo vínculo de amor con Él, corremos el peligro de convertirnos en funcionarios. Ése es un peligro tan real que Pablo tuvo que exhortar a su discípulo Timoteo: "Aviva el fuego del don que recibiste." (2Tm 1:6; Jr 2:2). Y en otro lugar él nos advierte que nada de lo hagamos por el Señor tiene valor si no lo hacemos por amor (1Cor 13:1-3).

La rutina es el gran peligro que amenaza la piedad del cristiano. "Has dejado tu primer amor." ¿No ocurre eso también entre los esposos cuando la entrega mutua de los primeros abrazos se enfría? ¿Y qué ocurre cuando ese primer amor se enfría? Con él se esfuma la felicidad que al principio los alegraba. Amor y felicidad van juntos. El gozo que debe producirnos nuestra  relación con Dios no depende de la realización de tal o cual obra de evangelismo (aunque esto sea bueno), ni del cumplimiento de tal o cual norma, ni de la recepción de tal o cual bendición, sino del amor de Dios que inflama nuestros corazones, que no debe nunca enfriarse si realmente le pertenecemos por entero. Porque la tibieza tiene ese origen: un corazón dividido. Y es un cáncer que corroe la vida espiritual y la vuelve exangüe e impotente.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

¡GLORIA SEA DADA A DIOS! El lunes pasado, a eso de las 6.30 pm, estando yo ausente, uno de mis hijos ingresaba a la casa , cuando dos sujetos se bajaron de un automóvil negro de lujo, lo encañonaron y le dijeron : ¿Dónde están las laptops? Ante la amenaza no le quedó más remedio que llevarlos al lugar donde trabajo y, sin más, tomaron dos laptops que había sobre el escritorio y un celular que tenía de respaldo, y se lo llevaron apuradamente. No les interesó tomar otra cosa. Una de las laptops era vieja , pero me servía de respaldo. La otra, de un modelo muy sencillo, era nueva y su disco duro contenía todo mi trabajo y escritos de años atrás. Felizmente, en la
PC de mi secretaria tengo un resguardo bastante completo, de manera que pienso que conservo la mayor parte de mis escritos y archivos. Felizmente también, en su rápida incursión, no se toparon con ninguna de las otras dos personas que estaban en casa, lo que hubiera podido tener serias  consecuencias.
Sea como fuere, si Dios permite que nos ocurra algo de esa naturaleza es porque Él tiene un propósito bueno, aunque nosotros no lo podamos comprender, y no tenemos otra cosa que hacer sino darle gloria y bendecirlo por su misericordia.


#897 (06.09.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).