lunes, 31 de agosto de 2009

UNA VISIÓN DE LIDERAZGO

Este texto fue elaborado por mí hace algún tiempo sobre la base de ideas expuestas por el pastor bautista John Haggai en sus libros y otros escritos acerca de la visión que lo llevó a fundar el Instituto Haggai Internacional en 1969. Su finalidad es explicar a los asistentes a los seminarios locales en qué consiste esa visión. Lo doy a la imprenta en vista de la favorable acogida que tuvo en el último seminario local organizado recientemente por el Instituto Haggai-Perú. (Este artículo fue impreso con el título de “Un Visión Evangelizadora”. Lo he cambiado al que aparece arriba porque me parece más adecuado a su contenido)

El liderazgo comienza con una visión. Si no hay visión no hay liderazgo.

Eso es cierto aun en el mundo
de los negocios (las grandes empresas han sido fundadas por hombres que tuvieron una visión acerca de un producto, o de una forma de comercializar, o de una necesidad de los consumidores, etc.)
de la política (Lincoln: libertar a los esclavos; Simón Bolívar y José de San Martín: libertar al continente sudamericano; el Mariscal Ramón Castilla: dotar al Perú de un estado organizado, con presupuesto; Nicolás de Piérola: instaurar una verdadera democracia en el Perú)
de la ciencia (Gütenberg: encontrar una aleación metálica que permitiera perfeccionar la imprenta; Pasteur: principio de las vacunas)
de los descubrimientos geográficos (pensemos en el caso de Colón: llegar a las Indias navegando hacia el Oeste; o de Magallanes: dar la vuelta al mundo en barco)
del deporte (el fundador de las Olimpiadas)
incluso de la delincuencia.

“Cuando no hay visión el pueblo perece” (o se desenfrena) (Pr29:18).

Cuando el liderazgo carece de visión, o la visión es equivocada, reinan la confusión, el desorden, el desaliento, el desánimo...
Is 3:1-8 describe una situación de este género.

Sin visión que comunicar nadie mueve a nadie.

John Haggai tuvo una visión: evangelizar al 3er mundo a través de gente del 3er mundo. Su visión difería del concepto tradicional de las visiones (misioneros occidentales eran enviados a las colonias o ex colonias, con dinero occidental, para fundar misiones que ellos mismos gobernaban)

Haggai vio que el nativo, el nacional, podía hacer esa tarea mucho mejor en el mundo de la guerra fría, de la descolonización, del nacionalismo, de las tensiones políticas, en el que se cerraban las puertas a los misioneros extranjeros, o se les miraba como representantes de las potencias coloniales. Pero para llevar a cabo su visión era necesario formar líderes locales que evangelizaran, y capacitarlos para que no dependan de la dirección de misioneros extranjeros.

Esa misión suponía inicialmente trazarse múltiples metas simultáneas:

* Adquirir y mantener edificios para la realización de los seminarios y el alojamiento de estudiantes y maestros.
* Desarrollar amistades con gente que compartiera y apoyara la visión.
* Obtener el apoyo económico y el soporte administrativo necesarios para llevar adelante su proyecto.
* Familiarizarse con las diferentes culturas de los países en donde quería trabajar. Eso supuso leer 3 libros por semana sobre la historia y cultura de los países que quería alcanzar.

LIDERAZGO CON VISION: EL CASO DE NEHEMÍAS

Dios dio a Nehemías una visión: reconstruir los muros derruidos de Jerusalén. La visión surgió del relato que le hicieron unos viajeros judíos del estado ruinoso en que se encontraban las murallas de la ciudad santa. Es decir, la visión surge de una necesidad real.

Nehemías se puso de inmediato a orar para pedir la dirección y la ayuda del Señor y, recibida ésta, se puso a la obra sin tardanza. Esto es, él se comprometió a llevar a cabo esa visión. Su compromiso fue la misión de su vida.

Habló con el rey, obtuvo su apoyo militar y financiero, y se dirigió a Jerusalén, recogiendo de paso los materiales necesarios y organizando al pueblo para llevar a cabo la obra. Y no cejó hasta verla concluida a pesar de las dificultades y la oposición que encontró. La confianza de que Dios estaba con él le dio seguridad y discernimiento frente a sus adversarios. No les tuvo miedo, aunque no era inconciente de los peligros que le asechaban.

Nehemías vivía a 1500 Km de Jerusalén. Posiblemente nunca había estado ahí. Pero fíjense: Dios no escogió a un judío que viviera en la Tierra Santa, sino a un hombre que tenía influencia con el rey, pues Nehemías era su ministro. No podía haber escogido a alguien mejor situado. Más aun, es posible que Dios lo hubiera colocado en esa posición eminente con el propósito concreto de encomendarle la misión de reconstruir las murallas de la ciudad.

El líder cultiva su visión, piensa en ella todo el tiempo, la comunica y transfiere a otros, los motiva para que se comprometan con ella. Esto es, hace que la visión se convierta para ellos en una misión, así como lo es para él mismo.

Moisés tuvo una misión (producto de la visión que Dios le había dado): sacar al pueblo escogido de Egipto y llevarlo a la tierra prometida (Ex 3-4:17).

Josué tuvo una misión: terminar la obra de Moisés conquistando la Tierra Prometida, repartiéndola a las 12 tribus (Js 1:1-6).

Salomón tuvo una misión que le había transmitido su padre, David: construir un templo para el Señor (1R 5:2-5).

Jesús también tuvo una misión: buscar y salvar lo que estaba perdido; esto es, salvar al género humano. Jesús comunicó su visión a los apóstoles, los formó, les transfirió su misión (La Gran Comisión, Mt 28:18-20) y los capacitó para ella en Pentecostés (Hch 2:2-4).

Pablo tuvo una misión: llevar el Evangelio a los gentiles; buscó colaboradores a los que transfirió también su misión, escribió cartas y no se desalentó pese a las grandes dificultades que enfrentó (Hch 9:15; Gal 1:15-17).

Toda buena visión viene de Dios, aun las relacionadas con las cosas materiales: “Todo don perfecto viene de lo alto.” (St 1:17).

San Agustín escribió: “Toda verdad, donde quiera que se encuentre, pertenece a Dios, aun las que contienen las religiones paganas.”

Los grandes gobernantes, aun entre los incrédulos, recibieron su visión de Dios. Josafat, Ezequías, Josías, Zorobabel, en Judá. Nabucodonosor de Babilonia, Ciro de Media, Darío de Persia, Alejandro Magno, Carlomagno, Alfredo el Grande, Esteban de Hungría, María Teresa de Austria, George Washington; y en tiempos más recientes, Winston Churchill, Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi.

En el Perú, además de los ya nombrados: Manuel Pardo, que buscaba transferir el poder político de los militares a los civiles; Fernando Belaunde: ampliar la frontera agrícola mediante la Carretera Marginal de la Selva.

Pero también el diablo da una visión a líderes impíos mundiales:
Mahoma: conquistar el mundo para su religión, obligando por la fuerza de las armas a la gente a aceptarla.
Lenin: dominar Rusia y, a partir de ahí, extender el comunismo por el mundo.
Hitler: fundar el 3er Reich y eliminar al pueblo judío.

LA VISION DEL CRISTIANO comienza
1) con una comprensión de lo que es Dios (perfecto, inmutable, eterno), y de sus propósitos (el bien del hombre). El líder cristiano depende de Dios en todo, si no, se extravía. Pero además
2) Debe entenderse a sí mismo. Para ello, se evalúa preguntándose: qué quiero, de qué dispongo, qué quiere Dios de mí...
3) Debe comprender las necesidades ajenas. La visión dada por Dios a todo cristiano está dirigida hacia el bien de los demás, ahí donde hay carencias. Un ejemplo clásico en el Perú fue el Dr. Pérez Araníbar, que vio el gran número de huérfanos abandonados en el Perú y que fundó el Puericultorio que lleva su nombre, con el apoyo de un magnate filántropo.

Podemos hablar de dos tipos o clases de visión en el campo empresarial:

1) La del empresario visionario incrédulo que busca construir una gran empresa y hacer fortuna.

2) La del empresario visionario cristiano que quiere dar trabajo, generar empleo para las masas, o proveer de medios económicos al Evangelio.

El impacto que pueda tener el liderazgo de una persona depende del tamaño de su visión, esto es, de cuán grande sea, de cuánta gente abarque y a quiénes afecte: su familia, su negocio, su profesión, su ciudad, su nación, el mundo...

El Perú necesita contar con líderes en el campo político y cultural, y en todas las esferas de las actividades públicas. Hay una carencia de líderes que inspiren confianza y que alcancen proyección nacional. Eso explica la situación actual.

El Perú necesita de líderes cuyos objetivos estén dirigidos al bien y a solucionar los problemas nacionales, no de líderes cuyo objetivo sea el engrandecimiento personal generando ilusiones en la gente ofreciendo solucionar sus problemas.

LA EFECTIVIDAD DEL LÍDER

Para que la visión sea efectiva, fecunda, tanto el líder como sus seguidores deben haberla captado muy bien.

El líder debe estar absolutamente convencido de ella, apasionadamente convencido. Sin pasión no hay compromiso, no hay entrega total.

Pero para estar convencido de su visión debe tener una noción clara de ella, haberla definido claramente en su espíritu. Tiene que haber dedicado y seguir dedicando mucho tiempo a orar y pensar en ella, a perfeccionarla, a ver sus deficiencias.

Entrega total y concepción clara son indispensables para poder proyectar la visión a otros y captar seguidores, contagiándoles su entusiasmo.

El líder que está comprometido totalmente con su visión no se desanima ni duda cuando vienen las dificultades, los obstáculos, las deserciones. Al contrario, redobla su entusiasmo.

Los líderes que han sido usados por Dios han sido los que respondieron a la visión que Dios les dio y se mantuvieron fieles a ella.

Lo cual no quiere decir que no pasaran por momentos de abatimiento y desánimo. Moisés y Elías son buenos ejemplos de eso. Pero salieron fortalecidos de ésa, la más difícil de todas las pruebas. Jesús la sufrió también en Getsemaní, cuando pidió que pasara de Él esa copa (Lc 22:41-44); y en el Calvario, cuando gritó "Dios mío ¿Por qué me has abandonado?” (Mt 27:46).

Conocemos los nombres de muchos líderes en la Biblia y en la historia que persistieron pese a todo. Pero ¿a cuántos llamó Dios y dio una visión, que no permanecieron fieles a ella y se desanimaron? No lo sabemos. Sus nombres han sido borrados de la historia y nos son desconocidos precisamente porque no perseveraron.

EL CONCEPTO DE "INSATISFACCION INSPIRADORA"

Es bueno llegar a tener una clara idea de lo que uno puede hacer en lo natural, de cuáles son sus habilidades y capacidades, y de cuáles son sus deficiencias: de carácter, de formación, de habilidades innatas y de capacidades adquiridas.

De la conciencia sincera de las propias deficiencias debe surgir el deseo imperioso de superarlas. Y, a partir de ellas, idear un programa realista para colmar esas lagunas. (Sócrates era tartamudo, pero se convirtió en el más grande orador de Atenas, porque se propuso superar su defecto, colocándose piedras en la lengua cuando arengaba a las olas) Ese programa puede incorporarse en el programa de metas personales, como veremos luego.

Una evaluación sincera de sí mismo no debe llevarnos a la depresión, sino a la certidumbre de que Dios nos ha llamado a ser más que victoriosos (Rm 8:37) y que con su ayuda podemos lograrlo.

Además, el esfuerzo de superación se transmite y comunica entusiasmo a los seguidores.

En cambio, el que no admite sus propias deficiencias será llevado a disimularlas, a cubrirlas, a aparentar tener lo que no posee, es decir, a la hipocresía; la cual compromete su integridad y, a la larga, se trasluce por mucho que finja. En consecuencia, perderá autoridad por muy carismático que sea.

En lo humano el esfuerzo por superar las propias deficiencias da gran seguridad en sí mismo. ¡Cuánto más si se hace buscando la guía del Espíritu y confiando en el poder de Dios!

Peter Daniels, creador de este concepto, sugiere hacer una evaluación sincera y minuciosa de uno mismo, escribiendo no menos de 50 páginas. ¿Por qué tantas? Porque eso nos obliga a sincerarnos y evaluarnos objetivamente.

LA IMPORTANCIA DE LA SOLEDAD

Los hombres de Dios han recibido su llamado y su visión en la soledad, apartados de los hombres o de sus circunstancias habituales. Los ejemplos son muy numerosos.

Así como en el centro de las ciudades no se puede ver las estrellas, pero sí puede vérselas en el campo o en el desierto, de igual manera, para oír la voz de Dios debemos apartarnos de lo acostumbrado y buscar la soledad para estar con nosotros mismos.

Si no podemos dejar nuestras ocupaciones por unos días, podemos buscar la soledad durante unas horas, o un fin de semana. O si no, diariamente en las mañanas, como dijo Jesús: "Entra en tu aposento y cerrada la puerta..." (Mt 6:6), muy temprano, cuando nadie se ha levantado, y en silencio ponte en la presencia de Dios y ten un tiempo de comunión con Él (Sal 5:3).

Si haces eso diariamente y consagras a Dios en la mañana las 24 horas del día, la presencia del Señor te guiará constantemente y estarás en comunión permanente con Él en medio del fragor del ambiente citadino y de la urgencia y demandas de tus ocupaciones.


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CASTIDAD

Pido disculpas si el lenguaje directo que empleo puede parecer demasiado fuerte o chocante a algún lector o lectora, pero creo que la naturaleza del tema exige usarlo.

Dios ha dado normas para nuestra conducta. Esas normas están contenidas en el Decálogo y son válidas para todos los seres humanos, sean cristianos o no.

Dios ha dado esas normas para que el hombre sea feliz.

La felicidad del hombre en la tierra está estrechamente ligada al cumplimiento de esas normas.

Ellas son las guías que Dios ha puesto para que nuestra naturaleza pecaminosa no se desborde.

Pero si se incumplen esas normas, nuestra naturaleza se descarrila, y el resultado se manifiesta en actos irracionales o gravemente equivocados.

Dios ha dado en el Decálogo normas claras sobre el sexo y sobre la fidelidad conyugal.

Si se violan esas normas las consecuencias son: familias separadas, decepciones amorosas, abuso sexual de la infancia, violación de mujeres, adolescentes embarazadas, vidas truncadas, celos y crímenes por celos, enfermedades venéreas, sida, etc., etc.

Una mala consecuencia de la violación de esas normas que no figura en las estadísticas es la infelicidad humana.

El hombre busca el placer en el sexo, pero aunque lo encuentre, al final el sexo ilícito lo hará infeliz.
...............................
El acto sexual es el regalo de bodas de Dios para los esposos.
Para la noche de bodas…………………no antes.

Anticipar el regalo es como comer una fruta verde, que no está madura, y que puede causar indigestión.

Dios puede perdonar a los que no esperaron y, en su misericordia, bendecir su matrimonio, pero algún día saldrá el mal fruto de lo que hicieron.

Hoy vivimos en un mundo que exalta el sexo como si fuera el bien supremo,.....................estamos bombardeados de sexo por todas partes.
Y nuestro criterio está siendo pervertido por ese bombardeo constante. Sólo la Biblia puede restaurar el punto de vista sano.

Los hombres suelen pedir una prueba de amor a sus enamoradas o a sus novias.......................¡mentira!

No es una prueba de amor lo que solicitan, sino todo lo contrario.

Quieren lo que todo hombre desea cuando intima con una mujer: llevarla a la cama…… Eso es todo.

Si el hombre pide esa prueba y dice que la ama, está mintiendo
Lo que ama es su cuerpo, que es otra cosa.

Tú, muchacha, ¿Que quieres? ¿Que te amen a ti, o que amen tu cuerpo? En última instancia para el instinto sexual del hombre todos los cuerpos de mujer son prácticamente intercambiables.

Pero el hombre que ama a una mujer, la respeta y espera que llegue el matrimonio, precisamente porque la ama.
Si la ama, la quiere pura.

Si tienen relaciones antes de tiempo, sea porque ella cedió a sus instancias, o porque ella también se encendió de pasión, ya no es pura. Dejó de serlo. y él dejará de estimarla, o la estimará menos.

Cuando el hombre presiona a la mujer para que tenga relaciones con él, no es el amor lo que lo incita sino un simple impulso de su naturaleza: el deseo que es muy fuerte en el hombre, sobre todo en la juventud.
La historia de los medio hermanos Tamar y Amnón, hijos de David, es muy ilustrativa. Puede leerse en el capítulo 13 del segundo libro de Samuel. La resumo.

Amnón se había enamorado de Tamar hasta languidecer. Un astuto amigo suyo, sabiendo lo que lo afligía, le aconsejó que se fingiera enfermo y que pidiera que su hermana Tamar le preparara y le trajera algo de comer a su habitación. Hizo así Amnón y cuando Tamar entró a su cuarto con el plato y se acercó a la cama para dárselo, él la forzó sin hacer caso de sus gritos. Pero tan pronto como la hubo poseído, la detestó con un odio mayor que el amor que antes le había tenido.

Con frecuencia los hombres valoran a las mujeres que desean, pero una vez que las conquistan, las desprecian.

Una conclusión que podemos sacar de esta trágica historia, que terminó en la muerte del culpable, es que Amnón no amaba a su media hermana, sino la deseaba apasionadamente. Pero una vez que la obtuvo fue conciente del pecado de incesto que había cometido y transfirió a ella el horror que él tuvo de sí mismo.

Por lo general todo hombre joven tiene en si un fuerte impulso de tener sexo. Si tiene una enamorada –si no es cristiano, o aun siéndolo- tratará de acostarse con ella.

Si tú eres esa enamorada o novia y no cedes, buscará una mujer de la calle para satisfacer su deseo.

Si tú cedes le ahorraste el gasto, pero lo que tú perdiste es mucho más.

Pero si cediste de buena gana, no fue realmente por amor que lo hiciste sino por pasión.

En la Inglaterra del pasado se solía decir respecto de las costumbres sexuales en el campo, que los jóvenes por lo general quieren ordeñar la vaca sin comprarla.
Y se solía decir a los jóvenes: Si quieren ordeñar la vaca, cómprenla. Es decir, cásense.

En nuestros tiempos de libertad sexual las relaciones prematrimoniales habituales son con frecuencia una explotación de la mujer que no quiere quedarse sola.

El hombre goza de ella, pero no se compromete en nada.
No asume ninguna responsabilidad. Si se separan, ella se queda en la calle, porque todo lo que el ganó o compró es para él. Si no se casaron, ella no tiene ningún derecho a los bienes que él pudo adquirir, en parte quizá gracias a ella.

El amor es una cosa maravillosa.
Enamorarse es un sentimiento delicioso.
Es un don de Dios.

Pero el enamoramiento tiene reglas hoy olvidadas que hay que recordar a los jóvenes.

Por de pronto estar juntos sólo en compañía de otros, en grupo.

Cuando la relación se profundiza y hay necesidad de mayor privacidad, será bueno que se encuentren en locales públicos, como cafés, restoranes, etc.… con una mesa entre ambos.
No sentados el uno al lado del otro porque él tratará de abrazarla. y como a ella también le gusta que la abracen…surgirá el peligro.

Si van de paseo solos a un parque no busquen los lugares oscuros.

¿Qué pasa cuando hay contacto físico entre hombre y mujer?

La máquina se enciende y echa a andar sola.
La máquina de las hormonas. Es un mecanismo automático difícil de parar.

Así que la regla número uno es: No se toquen.

Si quiere besarte a la fuerza, rompe con él aunque sea guapo.

Sus intenciones no son rectas, quiere usarte para satisfacer sus impulsos.
No te hagas ilusiones. Las mujeres siempre se hacen ilusiones.

Tú no lo vas a santificar pecando con él.

¿Pecando? Si no hemos pecado, no hemos hecho nada malo.

Toda excitación sexual consentida, sólo o en compañía de una persona del sexo opuesto fuera del matrimonio, es pecado.

Porque la excitación es el preludio normal del acto sexual.

Es su preparación y forma parte de él.

Cuando el hombre y la mujer se besan y abrazan apasionadamente, los sentimientos están comprometidos y entran en juego.

La pasión compartida compromete los sentimientos.

Si rompen, si se separan, saldrán heridos emocionalmente.

Si no se tocaron ni se excitaron mutuamente, se harán menos daño al separarse y sufrirán menos.

Cuando ya su compromiso se formaliza y están próximos a casarse puede haber un cierto contacto, discreto, casto.

Muchachas: Háganse respetar por sus enamorados y novios.

Si te dejas besar apasionadamente y correspondes a él, y él quiere llevarte al hostal, tú te la buscaste.

No abras esa puerta.

Él quiere que le des una prueba de tu amor. Exígesela más bien tú a él.

¿Cuál es esa prueba suprema? Que te respete.

Mujeres: hagan valorar su pureza. Ellos las apreciarán tanto más.

Hombres: aprendan a valorar la pureza de la mujer.

Si la respetas estás protegiendo tu futuro.

Una mujer casta y pura es una fuente inmensa de felicidad para el hombre.

La virginidad es un valor precioso que la mujer debe reservar para el hombre que será su marido.

El Antiguo Testamento destaca en muchos pasajes el valor de la virginidad, no por fetichismo, sino porque es el orden querido por Dios. El Nuevo Testamento lo confirma: “Honroso sea en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla.” (Hb 13:4).

Salirse del orden de Dios trae malas consecuencias.

Para el hombre la virginidad también es importante, aunque es más difícil y menos esencial.

La biología nos dice el motivo:
Los órganos sexuales de la mujer son internos.
Los órganos sexuales del hombre son externos.

En otras palabras, en el sexo el hombre compromete su ser menos que la mujer.

La mujer se entrega. El hombre posee.

Puede poseer a muchas mujeres al mismo tiempo.

Pero ¿qué mujer honesta quiere entregarse a muchos hombres a la vez? Y ¿qué hombre serio querría tener varias mujeres al mismo tiempo?

Los celos en el hombre casado son un sentimiento natural, si no los exagera. Protegen su matrimonio. Pero los celos desbordados pueden volverse una tortura para ambos.

La mujer debe proteger su pureza. ¿Cómo? Mediante una virtud hoy poco practicada: la modestia en el vestir.

La moda femenina moderna que está hecha para excitar al hombre es perversa. ¡Jovencitas, no la sigan!

No te conviertas en un maniquí andante de blusas escotadas y jeans apretados. Guarda tu ombligo para los ojos de tu marido. (Sobre todo, ¡no lo exhibas en la iglesia!) (Nota)

Cuando tú, mujer, novia o casada, te arreglas, ¿para quién lo haces? ¿Acaso para atraer la mirada de los hombres?

¿Por qué? ¿No te basta con el tuyo?

La esposa casta no trata de atraer la mirada admirativa de ningún hombre.

La mirada codiciosa del hombre ensucia a la mujer casada.

Si te vistes para excitar, estás de entrada pecando, porque eres responsable de los malos pensamientos que suscites.

Si después te metes en problemas, no te quejes.

Pero si eres soltera ¿con qué cualidad quieres atraer a un hombre? ¿Con tu atractivo físico?

Los hombres que valen la pena buscan otra cosa en la mujer: carácter y virtudes, que son los dones con que la mujer se convierte en ayuda idónea.

Los hombres superficiales, que luego no saben hacer feliz a la mujer, buscan atractivo físico.

Cuando se aburren de la propia mujer, se buscan otra. Es casi inevitable.

La pureza es una grave exigencia de Dios, que es santo sobre todas las cosas, y quiere que nosotros también lo seamos.

Los hombres y las mujeres deben proteger su pureza, su castidad en este mundo corrompido. Si no la guardan, tendrán mucho sufrimiento.

¿Cómo guardarla? La pureza comienza en el pensamiento.

“Sobre toda casa guardada guarda tu corazón porque de él mana la vida.” (Pr 4:23)

Nota : Naturalmente, si va una chica por primera vez a la iglesia vestida de forma inconveniente, no le vamos a impedir entrar, porque Jesús la habría recibido, ya que Él no vino por los sanos sino por los enfermos, y pudiera ser que, aun mal vestida, encuentre ese día su salvación.


NB. Este artículo y el publicado la semana anterior (“Amor”) me sirvieron de esquema para una charla ofrecida en el marco de un Seminario sobre Valores, realizado en la ACYM de Tacna el año 2003.

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viernes, 14 de agosto de 2009

AMOR

El ser humano ama instintivamente.

Es la imagen de Dios en él lo que lo impulsa a amar.

El animal también ama, aunque no de la misma manera ni con la misma intensidad que el hombre. Conocemos el amor de la madre por sus cachorros y del perro por su amo. Yo he sido testigo una vez del amor conmovedor de un noble gato doméstico por su amada gatita techera, pese a que ella le era continuamente infiel.

El amor es como el hambre. Necesita un objeto para saciarse. Por eso si no encuentra un ser humano al cual amar, ama a su mascota. (San Agustín dice que en su juventud pecadora él creía amar a todas las personas del sexo opuesto, pero que en realidad de lo que estaba enamorado era del amor, que encontraba muchos objetos en qué fijarse)

Adán estaba lleno de mascotas, pero ninguna le satisfacía. Sólo le podía satisfacer amar a un ser de su misma especie. Cuando lo tuvo exclamó: "Esta sí es carne de mi carne y hueso de mis huesos" (Gn 2:23).

El amor impulsa a darse. Es un movimiento desinteresado, centrífuga. pero también necesita recibir. Es pues también un movimiento egocéntrico, centrípeta. Uno y otro movimiento cierran el círculo.

El amor pues tiene esos dos aspectos: el desinteresado y el egocéntrico, por no decir egoísta.

El amor, en principio, invita a la respuesta, suscita amor en la persona amada, aunque no ocurre en todos los casos. Pero aun cuando no suscite amor en la persona amada, al menos genera simpatía por el que ama.

En el dar y recibir amor estriba gran parte de la felicidad humana. El que lo da y no lo recibe es desgraciado. Igual el que recibe amor de alguien pero no puede corresponder, no puede ser feliz, porque le falta el movimiento recíproco que cierre el círculo.

Cuando el hombre es transformado por la gracia, el darse predomina sobre el recibir, en aplicación de las palabras de Jesús: “Más bienaventurado es dar que recibir.” (Hch 20:35). Cuanto más ame a Dios, más quiere darse y menos necesita recibir.

Asimismo, cuanto más ame sobrenaturalmente a los demás, menos necesita recibir de ellos amor en contrapartida. El amor de Dios le basta.

En el ser humano no regenerado el aspecto egocéntrico del amor predomina. Por eso, con la misma facilidad con que ama a una persona, rechaza, odia o juzga antipático al que no corresponde a sus gustos, o a su idiosincracia. Es decir, cuando no halla en el otro afinidad, "buena química".

Pero cuanto más amamos a Dios, menos proclives somos a rechazar al que no nos "cae bien". Ya no vemos al ser humano con sus defectos, sino al hombre o mujer creados por Dios a su imagen y semejanza. Y a quien Dios ama a pesar de todo, como me ama a mí.

El amor es una virtud sobrenatural. Es mucho más que un valor, porque en verdad en el amor están incluidas todas las virtudes, y sin él todas las demás son inútiles (1Cor 13:1-3).

En el mundo al amor por los demás se le llama altruismo, que es uno de los más altos valores de la ética filosófica. Esto significa: pensar en el otro, en los demás, aun a costa de uno mismo; desear ayudar, preferir el bienestar ajeno al propio, etc.

Hay muchas manifestaciones de este noble sentimiento en el mundo: la Cruz Roja, los “médicos sin frontera”, el voluntariado, etc.

Es un sentimiento bueno y loable, pero por sí solo no transforma a la persona. Eso sólo lo puede hacer el amor sobrenatural.

El amor como sentimiento natural asume muchas formas: la cordialidad, la simpatía, la filantropía, la generosidad, etc.

Pero esas manifestaciones están fuertemente ligadas al temperamento. El sanguíneo, por ejemplo, es cordial; el melancólico es frío, reservado. Es una cuestión de temperamento. Pero pudiera ser que el melancólico ame más profundamente que el sanguíneo, sólo que no lo manifiesta con la misma facilidad.

El amor es un componente indispensable de las relaciones humanas en todos los campos.

“El amor cubre muchas faltas”, dice Proverbios 10:12. Nos vuelve pacientes, tolerantes, dispuestos a ceder, a perdonar. Facilita las relaciones humanas y el diálogo.

Es un hecho mil veces comprobado que el que se enamora cambia para bien: se ennoblece, está dispuesto a sacrificarse por el ser amado, sus ojos le brillan.

También el hombre egoísta cuando es padre, empieza a preocuparse por su hijo y está dispuesto a sacrificar su comodidad por él. Dios nos ha hecho de esa manera a propósito.

El amor se aprende, se cultiva. El niño aprende a amar, siendo amado. Y cuanto más amado sea, más tenderá a amar a otros; a menos que haya sido engreído, en cuyo caso el amor recibido en exceso lo vuelve egoísta y exigente.

Conviene que los padres, o parientes de niños pequeños se pregunten: ¿Amamos lo suficiente a nuestros hijos? ¿Expresamos nuestro amor con frecuencia? ¿O hemos hecho del amor un pretexto para engreír al niño? (Con frecuencia el que engríe, trata inconcientemente de ganarse el amor del niño complaciendo todos sus deseos. Es decir, lo soborna inconcientemente).

O al contrario, ¿Negamos a nuestros hijos la atención y el amor que necesitan? ¿O los amamos, pero no manifestamos nuestro amor con frecuencia?

Pero el amor también puede desaprenderse por las desilusiones, por los rechazos, por el maltrato recibido. En ese caso solemos encerrarnos en nosotros mismos y nos volvemos egoístas.

El egoísta se aísla, se queda solo. En la vejez su vida es un páramo.

En cambio, el amor es como la miel, atrae. El que ama, sobretodo sobrenaturalmente, estará siempre rodeado.

El diablo es ducho en imitar las virtudes. Y lo hace de muchas maneras para desvirtuarlas.

De un lado puede convertir a las personas en ascetas fanáticos, que rechazan el amor humano. De otro, pone todo el énfasis en los sentidos, en lo erótico, en el aspecto sensual del amor, al punto de convertirlo en una caricatura del amor, en una negación del amor, porque el amor erótico puede volverse cruel, como lo ilustran el sadismo y el sadomasoquismo, y fácilmente se torna en odio.

El amor sin Dios a la larga decepciona. Pero el amor humano que refleja el amor de Dios en uno, nutre al ser amado y al ser que ama, sea niño, adulto, o anciano.

¿Quién puede decir que no ame amar?

NB. Los dos textos que publico, uno esta semana, y el otro, Dios mediante, la semana entrante, me sirvieron de esquema para una charla dada durante un “Seminario sobre Valores” realizado en la iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera de la ciudad de Tacna el año 2003. Me reservo para más adelante publicar la trascripción de esa y las demás charlas del Seminario, pero creo que su contenido, aun en la forma esquemática que los presento, es edificante.


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viernes, 7 de agosto de 2009

JEROBOAM, EL QUE HIZO PECAR A ISRAEL II

Terminamos el artículo anterior afirmando que el pecado de Jeroboam no podía quedar sin castigo y que la palabra de Dios anunció que su linaje sería borrado de la tierra. Veamos ahora de qué manera se cumplió esa profecía.
1R 14:1-3. “En aquel tiempo Abías hijo de Jeroboam cayó enfermo, y dijo Jeroboam a su mujer: Levántate ahora y disfrázate, para que no te conozcan que eres la mujer de Jeroboam, y vé a Silo; porque allá está el profeta Ahías, el que me dijo que yo había de ser rey sobre este pueblo. Y toma en tus manos diez panes y tortas, y una vasija de miel, y vé a él para que te declare lo que ha de ser de este niño.”
Una primera consecuencia de la impiedad de Jeroboam en el plano personal, como castigo de Dios, fue la enfermedad del hijo que él había designado para sucederle en el trono. Cuando su heredero cae enfermo él teme por la permanencia de su linaje en el trono de Samaria, y entonces se acuerda del profeta que le había anunciado que él sería rey. Si de Ahías había venido la palabra que lo había exaltado y colocado sobre el trono, ¿por qué no se acordó de él antes para pedirle que le aconsejara sobre cómo debía ejercer el poder y gobernar al pueblo que Dios le había dado? Porque no fue su propio brazo el que lo había exaltado sino el brazo de Dios. Él no había tenido eso en cuenta, pero ahora que teme que las cosas puedan voltearse en su contra, ahora sí se acuerda del profeta y quiere que él le diga qué va a ocurrir con el niño.
Pero he aquí lo interesante. Jeroboam no quiere que nadie sepa que él envía a su mujer donde el profeta que permanece fiel al Dios de sus mayores, y por eso la envía de incógnito. Incluso el presente con que él la envía no es el propio de una reina sino el regalo modesto de un ciudadano común (Nota 1). Él tiene mala conciencia porque no ha cumplido la advertencia que Ahías le hizo de que debía permanecer fiel a Dios, como lo había sido David, para que su casa sea firme (1R 11:38). Presume que si el profeta la reconoce su respuesta podría no ser favorable.
¡Cómo es de doble la conducta de Jeroboam! En el fondo él reconoce al Dios verdadero, a quien se rinde el único culto autorizado en Jerusalén, y no en los lugares que él había establecido. Pero él no quiere que el pueblo sepa que él acude al Dios que niega; no quiere que el pueblo sepa que él teme a Jehová más que a los baales a los que él ha ordenado que el pueblo adore, violando el mandato que Dios dio a Moisés (Ex 20:2,3). Sin embargo, acude a Ahías porque fue él quien le predijo que sería rey de Israel, y su profecía se cumplió. Supone que por ese motivo el profeta está a su favor. Él es a la vez conciente de que Ahías tiene la palabra de Dios en su boca y que, por tanto, lo que él diga se cumplirá.

14: 4-6 “Y la mujer de Jeroboam lo hizo así; y se levantó y fue a Silo, y vino a casa de Ahías. Y no podía ver Ahías, porque sus ojos se habían oscurecido a causa de su vejez. Mas Jehová había dicho a Ahías: He aquí que la mujer de Jeroboam vendrá a consultarte por su hijo, que está enfermo; y así y así le responderás, pues cuando ella viniere, vendrá disfrazada. Cuando Ahías oyó el sonido de sus pies, al entrar ella por la puerta, dijo: Entra, mujer de Jeroboam. ¿Por qué te finges otra? He aquí yo soy enviado a ti con revelación dura.”
¡Cómo debe haberse sorprendido la mujer de Jeroboam de que Ahías, que estaba ciego, supiera quién era ella! Pero si Ahías era profeta ella debió haber pensado que él sabría quién venía a visitarlo, aun sin verla. ¿Podemos nosotros engañar a Dios? ¿Cómo podríamos disfrazarnos para que Dios no nos reconozca y vea lo que hacemos? Hay “cristianos” que no se atreven a hacer ciertas cosas en las ciudades donde habitan por temor de que alguien los vea, pero que cuando están de viaje van a ciertos lugares y hacen ciertas cosas no permitidas, porque confían que nadie los va a reconocer. Pero ¿podemos ocultarnos de Dios? Su palabra dice que “aun las tinieblas no encubren de ti.” (Sal 139: 12).
Notemos la autoridad con que Ahías habla a la mujer de Jeroboam. No la trata con ninguna cortesía especial, como correspondería a su condición de reina. Dios, por cuenta de quién él habla, “no hace acepción de personas” (Dt 10:17). Él la trata con la severidad que su conducta merece –aunque más que la de ella, la de su marido, de quien ella es cómplice.
“Entra mujer de Jeroboam…” Si Ahías fuera alguien del mundo, se hubiera dirigido a ella en términos corteses, como por ejemplo: “Tenga a bien, su Majestad, entrar a la modesta morada de este indigno siervo suyo…” Pero si ella hubiera venido de buena fe, sin disfraces, hubiera ciertamente merecido una acogida mejor que la que Ahías le dispensa. Pero el profeta, que no tiene temor de hombre porque sabe quién lo respalda, le hace un severo reproche que ella deberá transmitir a su marido.
“¿Por qué te finges otra?” ¿Cuántas veces los hombres pasan por lo que no son, y aparentan riquezas, o títulos, o estudios que no tienen? ¿O simulan pobreza cuando tienen las arcas llenas, para que nadie les solicite ayuda? ¡Qué vergüenza pasarán cuando se revele la verdad y su mentira quede expuesta!

14: 7-9. “Ve y di a Jeroboam: Así dijo Jehová Dios de Israel: Por cuanto yo te levanté de en medio del pueblo, y te hice príncipe sobre mi pueblo Israel, y rompí el reino de la casa de David y te lo entregué a ti, y tú no has sido como David mi siervo, que guardó mis mandamientos y anduvo en pos de mí con todo su corazón, haciendo solamente lo recto delante de mis ojos, (2) sino que hiciste lo malo más que todos los que te han precedido, pues fuiste y te hiciste dioses ajenos e imágenes de fundición para enojarme, y a mí me echaste tras tus espaldas…”
Primero que nada Dios le recuerda a Jeroboam que fue Él quien lo levantó como rey de las diez tribus cuando no era sino un funcionario real, anunciándole que iba a dividir el reino de Salomón a causa de la idolatría en que había caído al final de sus días. Jeroboam era pues conciente del motivo por el que Dios dividió al reino forjado por David. Pero no aprendió la lección, sino que por razones de frío cálculo político, decidió hacer lo mismo que había hecho Salomón, y aun peor, pues apartó premeditadamente al pueblo de la adoración al Dios verdadero.
Ahías le recuerda a Jeroboam que cuando él le anunció los planes que Dios tenía para el reino de Israel y para su persona, le advirtió solemnemente que si andaba fielmente en los caminos de Dios y hacía lo recto, Él haría que su linaje fuera firme sobre el trono de Israel, como había hecho con el linaje de David (1R 11:38). (3) Pero Jeroboam no actuó como había sido amonestado, sino hizo todo lo contrario, despreciando a Dios. (4)
Si el profeta anuncia lo que ha de venir no es porque él tenga en sí mismo algún poder para ver el futuro, sino porque él habla en el nombre del Dios de Israel. Jehová sigue siendo el Dios de Israel, aunque Jeroboam haya prostituido a su pueblo. Pese a su infidelidad no les ha dado Dios todavía carta de divorcio (Jr 3:8).
“Hiciste lo malo más que todos los que fueron antes de ti…” Saúl, que nunca se inclinó ante los ídolos, fue descartado por un acto de desobediencia (1Sm 15). Salomón en su vejez se tornó idólatra, seducido por sus muchas mujeres (1R 11:4-8), pero nunca pretendió apartar a su pueblo del culto al Dios verdadero. Jeroboam, en cambio, cometió algo que Dios abomina, pretender que se le adore en la forma de becerros de fundición, y montar todo un culto falso con sacerdotes falsos y fiestas espúreas.

10. “Por tanto, he aquí que yo traigo mal sobre la casa de Jeroboam, y destruiré de Jeroboam todo varón, así el siervo como el libre de Israel; y barreré la posteridad de la casa de Jeroboam como se barre el estiércol, hasta que sea acabada.”
¡Qué maldición terrible pronuncia Ahías sobre Jeroboam y su descendencia! ¡Dios los aniquilará y los barrerá como quien barre el estiércol! ¡Qué gráfico es el lenguaje de la Escritura! Pero eso no es todo. Pero es no es todo; aun tiene Dios un castigo más ignominioso para el linaje de Jeroboam:

11. “El que muera de los de Jeroboam en la ciudad, lo comerán los perros, y el que muera en el campo, lo comerán las aves del cielo; porque Jehová lo ha dicho.”
Es decir, ninguno de ellos será enterrado, sino que sus restos serán comidos por los perros o por las aves. No ser enterrado y ser pasto de las fieras y las aves era tenido por una gran desgracia en Israel, pues constituía una de las maldiciones que Dios pronunció sobre los desobedientes (Dt 28:26). Por ese motivo dar sepultura a los muertos llegó a ser considerado como un acto de suma piedad en Israel. Aun nosotros solemos honrar a nuestros muertos dándoles una sepultura digna.

12. “Y tú levántate y vete a tu casa; y al poner tu pie en la ciudad, morirá el niño.”
Tú has venido aquí a preguntarme qué será de tu hijo. Pues yo te digo que apenas llegues a tu casa tu hijo morirá. ¿Cómo debe haber recibido ella la noticia en ese momento y cuán grande debe haber sido su pena y su desilusión? ¿Con qué cara transmitirá la mala nueva a su esposo que esperaba una buena palabra del profeta? Pero ¿tenía él derecho a esperarla, él, que no había cumplido lo que el profeta le había amonestado solemnemente que hiciera? Dios no acepta la sumisión a medias y en aquello mismo en que el hombre pretende aprovecharse de las cosas de Dios, ahí es castigado el hipócrita.

13. “Y todo Israel lo endechará, y lo enterrarán; porque de los de Jeroboam, sólo él será sepultado, por cuanto se ha hallado en él alguna cosa buena delante de Jehová Dios de Israel, en la casa de Jeroboam.”
¿Qué cosa buena puede haber hallado Dios en este niño? Yo creo que su inocencia, pues posiblemente no llegó a vivir lo suficiente como para pecar. Los que mueren en edad temprana son afortunados, porque no tienen que rendir cuentas ante el tribunal de Dios, ya que no tuvieron oportunidad de hacer nada malo ni de ofenderlo. Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí… porque de los tales es el reino de los cielos.” (Mt 19:14)
Aunque en verdad no sabemos qué edad tenía ese hijo. Si Jeroboam, según la costumbre hebrea, se había casado antes de los 20 años, es posible que su hijo ya fuera un joven adolescente, que quizá no miraba con buenos ojos el culto idolátrico que había instaurado su padre. Si ése fuere el caso, tenía mucho mérito porque mantenía un espíritu recto en medio de muchas tentaciones. “Los que brillan en tiempos y lugares malos –dice Mathew Henry- resplandecen con fulgor a los ojos de Dios.” Por esa razón él fue el único de su casa que mereció ser sepultado en medio de los lamentos de su pueblo. Con frecuencia Dios se lleva temprano a los que más ama, porque la tierra no es un lugar digno de ellos.
Notemos que la muerte de su hijo debió servir de advertencia a Jeroboam, pero él no la escuchó, pues perseveró en sus malos caminos.
Pero aun no han terminado las maldiciones que el profeta tiene reservadas para la casa de Jeroboam, porque continúa diciendo de parte de Dios:

14. “Y Jehová levantará para sí un rey sobre Israel el cual destruirá la casa de Jeroboam en este día; y lo hará ahora mismo.”
¿Por qué dice “para sí”? Porque ese nuevo rey cumplirá lo que Dios se propone hacer. Y ¿por qué dice “ahora mismo” si aún faltan muchos años para que suceda? En la visión profética los tiempos se acortan: el futuro y el presente están juntos, tal como los ve Dios. Notemos que Jeroboam quiso asegurar la estabilidad de su reinado mediante la idolatría, pero lo que obtuvo en realidad fue la destrucción de toda su casa. La segunda parte de la profecía de Ahías se cumplió cuando, una vez muerto Jeroboam, al segundo año del reinado de su hijo Nadab que le sucedió, (el cual “andó en los caminos de su padre y en los pecados con que hizo pecar a Israel”, 1R 16:26), Baasa, un jefe de la tribu de Isacar, conspiró contra él y lo mató. Y cuando subió al trono “mató a toda la casa de Jeroboam sin dejar alma viviente…hasta raerla, conforme a la palabra que Jehová habló por medio de su siervo Ahías silonita” (1R 16:29). Baasa exterminó a todos los descendientes de Jeroboam, según la estrategia implacable usada entonces, para que ninguno de ellos pudiera más tarde reclamar la corona, aprovechando alguna circunstancia favorable.
Pero todavía tenía Ahías un anuncio más terrible que hacer de parte de Dios:

15. “Jehová sacudirá a Israel al modo que la caña se agita en las aguas; y él arrancará a Israel de esta buena tierra que había dado a sus padres, y los esparcirá más allá del Éufrates, por cuanto han hecho sus imágenes de Asera, enojando a Jehová.”
Ahías profetiza cuál será el futuro aciago de las diez tribus que forman el reino de Israel. Dos siglos después de pronunciadas estas palabras, Dios arrancará al pueblo de la buena tierra que había prometido a sus padres, y los desterrará más allá del Éufrates a causa de su idolatría, diseminándolos por comarcas lejanas para que no puedan regresar. (5)
Esta profecía se cumplió en dos etapas. Primero cuando, unos doscientos años más tarde, Tiglat-pileser, rey de los asirios, conquistó las provincias septentrionales del reino de Israel, y llevó cautiva a la población. (2R 15:29). Algún tiempo después, su hijo Salmanasar “tomó Samaria y llevó a Israel cautivo a Asiria, y los puso en Halah, en Habor junto al río Gozán, y en las ciudades de los medos.” Es decir, aún más lejos que en el primer destierro. Con esta conquista las diez tribus que formaban el reino del Norte (también llamado Samaria) desaparecen de la historia y no se vuelve a saber más de ellas. Por ese motivo son conocidas como “las diez tribus perdidas de Israel”.

16. “Y él entregará a Israel por los pecados de Jeroboam, el cual pecó, e hizo pecar a Israel.”
Las acciones de Jeroboam marcaron la pauta de lo que el pueblo del Norte haría en el futuro, como se dice más adelante: “Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam…sin apartarse de ellos, hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro…” (2R 17:22,23). De los 18 reyes que se sucedieron en cortos lapsos de tiempo sobre el trono de Israel, 15 de ellos, según la Biblia, no se apartaron de los pecados de Jeroboam. Por ello el trono del reino del Norte estuvo marcado por el caos. Después del reinado de Jeroboam II, durante el cual el reino gozó de un período de prosperidad, tres reyes que no eran parientes se sucedieron en el lapso de siete meses, y dos de ellos murieron asesinados; e igual suerte corrieron otros dos más en un lapso de 15 años. Los cambios de gobierno no se produjeron de forma ordenada, de modo que cada rey fallecido fuera sucedido por el heredero, sino mediante asesinatos y golpes de estado. Esa inestabilidad contrasta con la permanencia de la casa de David sobre el trono de Judá, pues durante más de 400 años, hasta que Jerusalén fue conquistada por Nabucodonosor, no faltó un descendiente suyo que se sentara sobre el trono.
¡Qué terrible influencia tuvo Jeroboam sobre su pueblo! No sólo pecó él de manera abominable, sino que hizo que a ejemplo suyo, pecara todo el pueblo, lo cual explica el título dado a estos dos artículos.
Los reyes del pasado, aún reciente, ejercían una enorme influencia sobre la conducta de sus pueblos (6). Y la siguen teniendo en nuestros días los gobernantes. Un gobernante corrupto hará que la corrupción aumente en su país, porque se rodeará de corruptos que lo secunden, que a su vez se rodearán de otros corruptos, etc., etc.. Un presidente honesto hará que la corrupción disminuya, porque no la permitirá en su entorno, y ese mensaje se transmitirá hacia abajo, aunque la corrupción no desaparezca totalmente. ¿Quiere esto decir que la corrupción es un mal inevitable? Mientras que el pueblo no se vuelva cristiano me temo que sí. Pero nótese que la corrupción generalizada y omnipresente que hoy nos aflige se ha desarrollado en los últimos cuarenta años y no existía antes.

17,18. “Entonces la mujer de Jeroboam se levantó y se marchó, y vino a Tirza; y entrando ella por el umbral de la casa, el niño murió. Y lo enterraron y lo endechó todo Israel, conforme a la palabra de Jehová, la cual Él había hablado por su siervo, el profeta Ahías.” (7)
Cuando Jeroboam vio que su hijo moría según lo anunciado por Ahías, supo que las demás profecías que él había hecho se cumplirían también. ¿Se arrepintió por eso Jeroboam? No tenemos noticia de que lo hiciera. ¿Cuál sería su destino eterno?

Notas: 1. Entonces era costumbre en Israel y en el Oriente, cuando se consultaba a un profeta, llevarle un presente, no como soborno (aunque recuérdese el caso de Balaam, Nm 22:7) sino como honorarios por sus servicios. La calidad del presente naturalmente guardaba relación con los medios o el rango del solicitante, o con la importancia que tenía el asunto. Véase, por ejemplo, 1Sm 9:1-8, donde el regalo es un siclo de plata; o 2R 8:8,9, donde el regalo requiere nada menos que de 40 camellos para transportarlo!!
2. Dios olvida el pecado de adulterio cometido por David, porque David nunca adoró a dioses ajenos.
3. Los descendientes directos de David de hecho reinaron sin interrupción en Jerusalén durante más de 400 años, hasta que, debido a sus pecados, Judá y su capital fueron conquistados por Nabucodonosor, y su clase dirigente deportada a Babilonia.
4. La frase “me echaste a tus espaldas” es una expresión de desprecio que también se encuentra en Ezequiel 23:35. El hombre piadoso debe tener a Dios siempre delante de sí, es decir, tenerlo en cuenta en todo lo que haga, como canta el rey David (Sal 16:8), y nos amonesta el libro de los Proverbios (Pr 3:6).
5. Los imperios de la antigüedad aplicaban políticas de dominación semejantes a lo que los incas empleaban bajo el nombre de “mitimaes”. Para acabar con la identidad de los pueblos conquistados los desterraban a comarcas lejanas y repoblaban el territorio que había quedado semivacío con súbditos propios traídos de otros lugares.
6. Los reyes en Europa, hasta hace dos siglos, decidían cuál debe ser la religión de su pueblo.
7. Aparentemente Jeroboam había trasladado su residencia a Tirza, una ciudad situada a once kilómetros al Noreste de Siquem, conocida por su ubicación ventajosa para el comercio y por su belleza (“Hermosa eres tú como Tirza”, dice el Cantar de los Cantares 6:4).

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