viernes, 27 de julio de 2018

EL COMPLOT CONTRA PABLO


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL COMPLOT CONTRA PABLO
Un Comentario de Hechos 23:12-22
Después de la gran discusión que se suscitó en el sanedrín por las palabras de Pablo acerca de la resurrección, y estando él en custodia, Jesús se le presentó por la noche en visión para animarlo y decirle que era necesario que él testifique también en Roma.
12-15. “Venido el día, algunos de los judíos tramaron un complot y se juramentaron bajo maldición, diciendo que no comerían ni beberían hasta que hubiesen dado muerte a Pablo. Eran más de cuarenta los que habían hecho esta conjuración, los cuales fueron a los principales sacerdotes y a los ancianos y dijeron: Nosotros nos hemos juramentado bajo maldición, a no gustar nada hasta que hayamos dado muerte a Pablo. Ahora pues, vosotros, con el concilio, requerid al tribuno que le traiga mañana ante vosotros, como que queréis indagar alguna cosa más cierta acerca de él; y nosotros estaremos listos para matarle antes que llegue.”
Al día siguiente un grupo de más de cuarenta judíos -no sabemos si eran los mismos judíos de Asia que habían acusado a Pablo de introducir a un gentil en el templo, (Hech 21:27) o si eran otros de sentimientos similares, (Nota 1) se comprometieron bajo juramento a no comer ni beber nada hasta que hubieran matado a Pablo. El original dice “se anatematizaron”, esto es, hicieron un voto solemne e indisoluble que los maldecía si no lo cumplían (2). Utilizaron el ayuno, que es una práctica piadosa que se emplea con fines buenos, como medio para alcanzar sus malvados propósitos.
El Venerable Beda (autor del siglo VIII) comenta al respecto: “Jesús dijo: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5:6). Pero estos hombres tenían hambre de iniquidad y sed de sangre, al punto que renunciaron al alimento del cuerpo para ser saciados por la muerte de un justo.” (3).
   ¿Qué era lo que les impulsaba a odiar a Pablo tan intensamente? No podemos saber plenamente cuál era el origen de ese aborrecimiento, pero sabemos que Pablo era para ellos un apóstata que había renunciado a la religión de sus padres para unirse a la odiada secta de los nazarenos. Pero sobre todo, lo que más les indignaba era que Pablo enseñase por las sinagogas de la dispersión que ya no era necesario cumplir las normas y prescripciones rituales de la ley de Moisés, y otras que su tradición había agregado. En suma, ellos acusaban a Pablo de negar a Moisés, cuya obra era la esencia de su identidad nacional y, encima de eso, que él pretendiera incorporar a los gentiles a su pueblo, derribando la pared que separaba a los judíos de los gentiles. En suma, era un traidor a su nación. Recuérdese que, según su concepción, la diferencia entre judío y gentil era el abismo más grande que separaba a los seres humanos, algo de lo cual ellos se enorgullecían, pues eran el “pueblo escogido”. (4)
  Este derribar de la pared que separaba a los judíos de los gentiles –simbolizada por la pared que separaba el atrio de Israel en el templo, del atrio de las mujeres, y del atrio de los gentiles- haciendo de ellos un solo pueblo en Cristo, era uno de los puntos capitales de la doctrina que Pablo enseñaba (Ef 2:14-16): “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (3:6), esto es, de la iglesia, como él escribe en otro lugar: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni  mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.” (Gal 3:28).
Esta frase paulina tiene su contraparte en la oración matinal que pronunciaba todo varón judío dando gracias a Dios por no haber nacido gentil, esclavo, o mujer, y que Pablo mismo debe haber dicho de joven diariamente como buen judío, antes de su encuentro con Jesús. Esta oración, dicho sea de paso, refleja la situación de inferioridad que la mujer ocupaba en el mundo antiguo, incluso en el judío, de la cual fue rescatada por Jesús.
Hecho este pacto malévolo se lo comunicaron a las autoridades del templo y del Sanedrín, (que pertenecían principalmente al partido de los saduceos) y les propusieron que le pidieran al tribuno (5) que trajera nuevamente a Pablo ante el Sanedrín, para hacer las indagaciones que no se pudieron hacer el día anterior debido a las discusiones que se produjeron.
Ellos por su lado estaban preparados para matar a Pablo en el camino entre la Torre Antonia y el recinto en que se reunía el Sanedrín. Éste era un proyecto muy osado, pues suponía arrancar a Pablo de las manos de los soldados romanos, –es decir, agredirlos- para asesinarlo en el instante, antes de que los soldados pudieran reaccionar. Era éste un acto de rebelión que podía costarles la vida y provocar una ola de represalias contra el pueblo de parte de los romanos. Pero los peligros que comportaba su acción no los amilanaban, tan grande era su odio. ¿Cuál era la causa de ese odio? El enemigo incansable de nuestras almas era el que fomentaba ese odio feroz al apóstol que, difundiendo el mensaje del Evangelio en territorio pagano, arrancaba a las almas de sus garras, salvándolas del fuego eterno.
En realidad, al escucharlos, las autoridades del Sanedrín debieron haberlos disuadido de su proyecto, que encerraba peligros para la población, pero no lo hicieron, pese a que era una acción ilegal, sino que la aprobaron, convirtiéndose en cómplices de su mortal proyecto. Ellos estaban dispuestos a permitir que se utilizase el órgano de gobierno máximo de Israel y su sistema legal, como pretexto para tender una trampa mortal a Pablo.
16. “Mas el hijo de la hermana de Pablo, oyendo hablar de la celada, fue y entró en la fortaleza, y dio aviso a Pablo.”
Para gran suerte de Pablo (si se puede llamar suerte a la protección divina) un sobrino suyo oyó hablar del complot, y fue donde el apóstol, y le informó de lo que estaban tramando.
Este incidente posa una serie de interrogantes acerca de las relaciones de Pablo con su familia. En Flp 3:8 él escribió que, por amor de Cristo, él lo había perdido todo, frase que se suele interpretar en el sentido de que, al hacerse seguidor de Cristo, su familia lo había rechazado, y quizá hasta desheredado. Pero si él tenía una hermana es muy probable que algún vínculo de afecto hubiera permanecido entre ambos, y que su hijo hubiera participado de él. Nada sabemos de ella ni en dónde vivía. Si en Jerusalén, y ambos hubieran mantenido relaciones cordiales, él se habría alojado donde ella, pero nunca lo hizo. La conjetura más probable es que ella permaneció en Tarso, mientras que su hijo había sido enviado a Jerusalén para estudiar la ley bajo un maestro reconocido, tal como lo había sido Pablo en su momento.
Al respecto vale la pena recordar que cuando Pablo escapó de Damasco porque los judíos de la ciudad querían matarlo, y fue a Jerusalén donde “disputaba con los griegos” (es decir con judíos de la diáspora de habla griega), y éstos también querían matarlo, los hermanos de Jerusalén lo enviaron a Tarso (Hch 9:29,30). Si él hubiera estado en malos términos con su familia, no lo habrían hecho, ni él lo habría aceptado. Si él permaneció en su ciudad natal algún tiempo, posiblemente recobrando fuerzas, es porque sus relaciones con sus parientes no habían sido rotas.
Pero ¿quién era el padre de ese muchacho? Nada se dice. En todo caso, el chico mantenía buenas relaciones con su tío, que podrían ser fraternales como las de su madre.
¿Cómo se había enterado el muchacho de una celada que, suponemos, había sido tramada en secreto? Quizá no lo fuera tanto. Si el joven estuvo presente cuando ellos se juramentaban, su presencia no los habría inquietado, porque desconocían su parentesco con Pablo. Sea como fuere, el joven comprendió el peligro, y fue a avisarle a su tío que, siendo ciudadano romano –como lo era probablemente también su sobrino- podía recibir visitas en la fortaleza no obstante estar preso.
17-22. “Pablo, llamando a uno de los centuriones, dijo: Lleva a este joven ante el tribuno, porque tiene cierto aviso que darle. Él entonces tomándole, le llevó al tribuno, y dijo: El preso Pablo me llamó y me rogó que trajese ante ti a este joven, que tiene algo que hablarte. El tribuno, tomándole de la mano y retirándose aparte, le preguntó: ¿Qué es lo que tienes que decirme? Él le dijo: Los judíos han convenido en rogarte que mañana lleves a Pablo ante el concilio, como que van a inquirir alguna cosa más cierta acerca de él. Pero tú no les creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales se han juramentado bajo maldición, a no comer ni beber hasta que le hayan dado muerte; y ahora están listos esperando tu promesa. Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.”
Lo que sigue a continuación es una muestra de las consideraciones con que Pablo era mantenido en custodia en la fortaleza, pues el centurión hizo lo que Pablo le solicitaba y llevó al joven donde el tribuno, quien, a su vez, lo recibió cortésmente, y quiso escuchar, sin que nadie más oyera, lo que el sobrino tenía que comunicarle.
El muchacho entonces le informó en detalle del complot que esta cuarentena de hombres había tramado para asesinar a Pablo. Con ese fin iban a pedirle al tribuno que llevara nuevamente a Pablo al Sanedrín, para tener ocasión de asesinarlo durante el trayecto.
El tribuno tomó muy en serio la advertencia pues él era responsable de la vida del ciudadano Pablo, y tenía que tomar todas las precauciones que fueran necesarias para que nadie pudiera asesinarlo.
Para lo que seguiría enseguida era muy importante que el sobrino no dijera a nadie que él lo había informado de la celada, y así se lo dijo, porque si los conjurados se enteraban de que su plan había sido descubierto, inmediatamente hubieran adoptado otras medidas para llevar a cabo su propósito de matar a Pablo.
Aquí vemos pues cómo Dios en su divina providencia, y en vista de sus propósitos futuros, estaba protegiendo la vida de Pablo de las amenazas que se urdían contra él, pues era ciertamente Él quien había hecho que el sobrino se enterara del plan de los conjurados, y se había asegurado de que el tribuno romano lo escuchara, y tomara enseguida las medidas necesarias para mantener a Pablo a salvo de las asechanzas contra su vida.

Notas: 1. Según A. Schlatter, se trataba de zelotes. Otros piensan que eran principalmente saduceos.
2. El sustantivo anáthema es un regalo u ofrenda, o cualquier cosa entregada para ser destruida y, por tanto, maldita. Por ej. en Dt 13:16,17 Moisés ordena que si de alguna ciudad salieran hombres que incitaran a los israelitas a adorar dioses ajenos, la ciudad, sus habitantes y todo lo que contiene deberá ser destruido por fuego, y nadie se quedará con algo del anatema (aquí esta palabra es traducción del hebreo jerem = maldito). Un ejemplo clásico del cumplimiento y de la violación de esta orden está en el cap. 6 del libro de Josué donde se narra la destrucción de Jericó y donde los israelitas mataron a todos sus habitantes (excepto a Rahab y sus familiares), y a todo su ganado, y quemaron la ciudad, salvando los utensilios de oro y plata, de bronce y de hierro que podían ser incorporados al tesoro de Jehová. Josué dio orden de que nadie tomara por su cuenta cosa alguna del anatema para no hacer que el campamento de Israel fuera a su vez anatema (Jos 6:18). Pero un israelita de nombre Acán se dejó tentar, y tomó del anatema un manto babilónico, objetos de plata y un lingote de oro y los escondió en su tienda, lo que causó que los israelitas fueran derrotados al intentar tomar la pequeña ciudad de Hai. Descubierto el culpable, él y su familia junto con su ganado fueron apedreados y después quemados (Jos 7).
Dt 7:26 dice que los ídolos de los paganos son anatema, es decir, destinados a ser quemados, así como todo aquel que los tenga en casa. Dt 21:23 dice que el que cuelga de un madero es maldito y no deberá permanecer ahí durante la noche porque contaminaría la tierra, lo cual empalma con Gal 3:13 que dice que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” haciéndose maldición por nosotros al haber sido suspendido de un madero, esto es, de la cruz.
En Rm 9:3 Pablo dice que él desearía “ser anatema, separado de Cristo” por sus hermanos los israelitas, si fuera posible, con tal de que ellos se conviertan. Dice también que el que no ame al Señor Jesús sea anatema, es decir, maldito (1Cor 16:22). Véase también 1Cor 12:3 y Gal 1:8,9.
De la palabra anatema se deriva el verbo anathemizó, que significa hacer un voto o juramento indisoluble que maldice al que lo incumple, que fue precisamente lo que hicieron los conjurados que se propusieron asesinar a Pablo.
3. Cabría preguntarse: Puesto que no llegaron a cumplir su malévolo cometido, como veremos luego, ¿qué pasó con ellos y con el terrible juramento que hicieron? Aunque la Escritura insiste en la seriedad de los compromisos contraídos bajo juramento o voto (Véase Nm 30:2; Dt 23:21-23), es sabido que en la práctica posterior del judaísmo, los rabinos tenían autoridad para exonerar a las personas de los votos incumplidos. Aunque la diferencia entre ambos no es muy clara, Jesús prohibió los juramentos, mas no los votos (Mt 5:33-37).
4. Respecto de la elección de Israel debe notarse que ella procede del puro amor de Dios, no de que ellos fueran más dignos que los otros pueblos, “pues vosotros eráis el más insignificante de todos los pueblos”, sino porque Dios quiso guardar el juramento que hizo a sus padres (Dt 7:7,8). La elección supone un privilegio, pero también una obligación que se expresa de diversas maneras. La primera es la de mantenerse separado de los demás pueblos para no contaminarse con sus prácticas idolátricas. Eso explica la prohibición de tomar mujeres extranjeras para sí o para sus hijos, dada en Ex 34:15,16, y reiterada en Nh 13:25. La segunda es la obediencia fiel a los mandamientos del pacto celebrado en el Sinaí (Ex 20:1-17), y a todas las disposiciones que se fueron dando después. Buena parte de los libros históricos del Antiguo Testamento están dedicados a narrar cómo Israel fue infiel a las obligaciones que le imponía el pacto celebrado con Dios, especialmente el alejarse de la  idolatría.
5. Jilíarjos = comandante de mil, término que viene de las palabras jília (mil) y arjós (jefe). En latín tribunus militum.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#964 (26.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 20 de julio de 2018

PABLO ANTE EL SANEDRÍN


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PABLO ANTE EL SANEDRÍN
Un Comentario de Hechos 22:30-23:11

En los dos artículos anteriores hemos visto a Pablo hacer su defensa ante los habitantes de Jerusalén, que habían querido lincharlo porque se le acusó falsamente de haber introducido a un gentil en el interior del templo, lo que estaba estrictamente prohibido. Ellos lo escucharon atentamente haciendo el relato de su conversión hasta el momento en que narró que Jesús se le había aparecido en visión y le dijo que lo enviaría a los gentiles. Al escuchar esta palabra recrudeció la ira del pueblo que exigía que se le matase, siendo salvado con las justas por los soldados romanos. Cuando iba a ser azotado por éstos para que confesara cuál era la razón del rechazo de la población Pablo le advirtió al tribuno que no podía hacerlo porque él era ciudadano romano.
22:30. “Al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por la cual le acusaban los judíos, le soltó de las cadenas, y mandó venir a los principales sacerdotes y a todo el concilio, y sacando a Pablo, le presentó ante ellos.”
El tribuno no quiso perder tiempo en averiguar cuál podía ser la causa por la que las autoridades y el pueblo tenían tanta saña contra Pablo y, teniendo él obligación de protegerlo como ciudadano romano mientras no hubiera un delito por el cual pudieran acusarlo ante un tribunal legalmente constituido, convocó al concilio de ancianos para que conocieran del asunto. Entonces ordenó a los soldados que lo soltaran de las cadenas y lo presentó ante el sanedrín que se reunía en un ambiente grande a un costado del templo (Nota 1). Nótese, sin embargo, que ésta no era una reunión formal del consejo de ancianos, sino una convocada de ocasión por el tribuno porque, de haberlo sido, Pablo no hubiera dado inicio a la reunión tomando la palabra, después de la presentación del tribuno, que no sabemos en qué consistió. Pero cabría preguntarse por qué el tribuno no habló previamente con Pablo, antes de convocar a la reunión, para que le dijera cuál era la causa de tanto ensañamiento contra él.
23: 1,2. “Entonces Pablo, mirando fijamente al concilio, dijo: Varones hermanos (2), yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó entonces a los que estaban junto a él, que le golpeasen en la boca.”
Pablo, sin temor alguno (3), teniendo la seguridad de que el Señor lo respaldaba, se dirigió a la asamblea afirmando su inocencia de todo cargo que pudiera hacérsele: Yo como buen judío he vivido delante de Dios sin que mi conciencia tenga nada que reprocharme.
Eso lo decía delante del sumo sacerdote y de los ancianos que sabían cuáles habían sido sus actividades antes de su conversión, y cómo él persiguió, con la anuencia de ellos, a los seguidores de la odiada secta del Nazareno, y cómo él se había convertido inopinadamente en uno de sus más ardientes propagandistas en la diáspora. Esto es algo que los miembros del sanedrín no podían aceptar, que dijera que lo había hecho “con toda buena conciencia”, porque para ellos él era un traidor.
Por ese motivo, y para castigarlo por su osadía, el sumo sacerdote Ananías ordenó que alguien cercano le golpeara en la boca. Ananías posiblemente no era consciente del hecho, pero el maltrato de Pablo en una reunión convocada por la autoridad romana era un insulto a ésta, bajo cuya protección estaba el apóstol.
¿Quién era este Ananías (4) que actuaba tan bruscamente? Era un personaje nefasto cuyas acciones rapaces, abusando de su alto cargo, hicieron que toda la población lo odiara, y tuviera un final trágico durante el levantamiento anti romano que se produjo el año 66 DC. Él había sido instalado en ese cargo el año 47 DC por un nieto de Herodes el Grande, Herodes de Calcis, que era hermano de nuestro conocido Herodes Agripa I, el que mandó matar a Santiago, hijo de Zebedeo, e hizo apresar a Pedro (Hch 12:1-3). Según el historiador Josefo Ananías se había apoderado de los diezmos que eran destinados a los sacerdotes comunes. La gran fortuna que había acumulado le daba un gran poder y permitía que conservara su influencia, aún después de haber sido depuesto el año 58 o 59.
3. “Entonces Pablo le dijo: ¡Dios te golpeará a ti, pared blanqueada! ¿Estás tú sentado para juzgarme conforme a la ley, y quebrantando la ley me mandas golpear?”
Pablo responde vivamente indignado al injusto maltrato llamando al sumo sacerdote “pared blanqueada”, y lo acusa de violar la ley al mandar golpear al acusado que está delante del tribunal para ser juzgado. Implícitamente lo acusa de aplicarle una pena antes de haber sido sentenciado.
No se sabe exactamente qué ley era la que Pablo acusa al sumo sacerdote de violar, aunque pudiera tratarse de los preceptos de Lv 19:15, y Dt 1:16,17 que ordenan hacer un juicio justo, o de una perteneciente a la ley oral judía, que es sabido protegía los derechos de los encausados. Se recordará que el Evangelio de Juan registra un incidente parecido estando Jesús delante del Sanedrín, cuando un alguacil lo golpea en la cara reprochándole hablar irrespetuosamente al sumo sacerdote Anás. Jesús en esa ocasión reaccionó menos vivamente que Pablo, aunque también protestó. (Jn 18:22,23).
El insulto que Pablo dirige a Ananías, que conlleva el significado de “hipócrita”, tiene antecedentes en las palabras de Jesús, que llama a los fariseos “sepulcros blanqueados” (Mt 23:27). Sin embargo, entre la reacción de Jesús y la de Pablo hay una diferencia marcada: Jesús se queja de que lo golpeen sin razón, pero no responde con un insulto, como hace Pablo. El temperamental apóstol estaba lejos de ser manso como Jesús. (5)
4,5. “Los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios injurias? Pablo dijo: No sabía, hermanos, que era el sumo sacerdote; pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo.”
La reacción airada de Pablo provoca a su vez la protesta de los asistentes que le reprochan hablar de esa manera al sumo sacerdote. Pablo se disculpa enseguida diciendo que no sabía que el que había ordenado golpearlo era el sumo sacerdote y cita literalmente, para subrayar su respeto por la ley, un precepto de Moisés (Ex 22:28b).
Pero ¿podía Pablo ignorar quién era en esa reunión el sumo sacerdote? Es muy probable que Pablo no conociera personalmente a este Ananías, pues había estado ausente de Jerusalén los últimos años, pero él debe haberlo reconocido, pues presidía la sesión, a menos que tratándose de una reunión convocada precipitadamente por el tribuno, el sumo sacerdote no estuviera sentado al centro, cosa en sí bastante improbable.
6-8. “Entonces Pablo, notando que una parte era de saduceos y otra de fariseos, alzó la voz en el concilio: Varones hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo; acerca de la esperanza y de la resurrección de los muertos se me juzga. Cuando dijo esto, se produjo disensión entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea se dividió. Porque los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas.”
Entonces, teniendo claro que estaba ante una asamblea que le era hostil, y de la que no podía esperar nada favorable, muy astutamente, dándose cuenta de que la mayoría de sus miembros procedían de los dos partidos rivales del judaísmo, los fariseos y los saduceos, cuya diferencia doctrinal más importante giraba en torno a la creencia en la resurrección de los muertos que los segundos negaban, Pablo exclamó que a él, siendo fariseo, se le estaba acusando por sostener ese punto de doctrina.
Inmediatamente se armó una gran batahola, tal como él había previsto. Los miembros del sanedrín, olvidándose de que habían sido convocados para juzgar a una persona, se enzarzaron en una discusión acalorada sobre el punto doctrinal que los dividía.
El texto de Lucas aclara que los saduceos no sólo negaban la resurrección, sino también negaban la existencia de seres sobrenaturales, como los ángeles y los espíritus. La suya era una religión materialista concentrada en el mantenimiento del culto oficial en el templo y los beneficios que eso les traía. (6)
9,10. “Y hubo un gran vocerío; y levantándose los escribas de la parte de los fariseos, contendían, diciendo: Ningún mal hallamos en este hombre; que si un espíritu le ha hablado, o un ángel, no resistamos a Dios. Y habiendo grande disensión, el tribuno, teniendo temor de que Pablo fuese despedazado por ellos, mandó que bajasen soldados y le arrebatasen de en medio de ellos, y le llevasen a la fortaleza.”
Era previsible, dado el gran rencor que estas disensiones producían, y la animadversión mutua que se tenían ambos partidos rivales, que los fariseos asumieran la defensa de Pablo, afirmando la posibilidad de que éste estuviera sinceramente siguiendo una inspiración divina. Esta intervención inesperada de los escribas nos recuerda la intervención de Gamaliel a favor de Pedro y Juan, cuando fueron llevados ante el sanedrín, acusados de desobedecer la orden de abstenerse de predicar en el nombre de Jesús (Hch 5:34-39).
Entonces el tribuno, cuya principal preocupación en ese momento era asegurar la integridad física de su prisionero, porque era ciudadano romano, ordenó sacarlo precipitadamente del lugar y retornarlo a la fortaleza donde estaría a salvo.
Algunos comentaristas han criticado severamente a Pablo porque él se aprovechara de esa diferencia doctrinal entre ambos partidos, como una estratagema para frustrar el juicio que había empezado. Yo pienso que en todos estos sucesos él estaba siendo guiado por el Señor y que fue Él quien le inspiró esa salida inesperada.
11. “A la noche siguiente se le presentó el Señor y le dijo: Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma.”
Esa noche, mientras Pablo dormía, se le apareció en visión nuevamente el Señor Jesús para animarlo y decirle que su propósito era ahora que diera testimonio de Él en Roma.
Jesús se le aparece a Pablo para reanimarlo seguramente cuando su estado de ánimo estaba muy bajo a causa del maltrato físico que había sufrido, y en vista de las amenazas que atentaban contra su vida, aparte del hecho de que estuviera encadenado como un malhechor. ¿Quién de nosotros estaría dispuesto a asumir un costo personal tan grande por predicar a Cristo? Es un hecho que su efectividad como evangelista estaba ligada estrechamente al sufrimiento que le acarreaba su misión (Hch 9:16). A semejanza de Jesús, cuanto más alto sea el llamado, mayor es el padecimiento que lo acompaña, pero también, mayor la gracia.
Las palabras que le dirige Jesús no sólo tienen un tono afectuoso de aprobación, sino contienen además la promesa de que él saldrá bien librado de esta prueba para continuar la misión que le ha confiado.

Notas: 1. El Sanedrín estaba conformado por 70 miembros pertenecientes a la aristocracia de origen saduceo (sacerdotes y laicos) y a la clase erudita (escribas) en la que los fariseos ejercían una influencia creciente. Sus reuniones eran presididas siempre por el sumo sacerdote.
2. La fórmula que él emplea revela que es consciente de que él se dirige a sus pares, pues él, por derecho propio, era miembro del concilio.
3. En él se cumplía la promesa hecha por Dios al profeta Ezequiel: “He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra las frentes de ellos…ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde.” (Ez 3:8,9).
4. Su nombre completo era Ananías hijo de Nebedeo.
5. Hay antecedentes en el Antiguo Testamento de justos que han sido golpeados en la boca por hablar en nombre de Dios (1R 22:24). Pero la muerte poco honrosa que tuvo Ananías da a las palabras de Pablo un carácter involuntariamente profético.
6. No hay fuentes claras acerca del partido o secta de los saduceos, cuyo nombre deriva del sacerdote Sadoc de tiempos de David (2Sm 15:24,25). Es probable que ellos surgieran durante el reinado de Juan Hircano (siglo II AC), en el marco de la lucha que hubo entonces por el control del templo, y estaban ligados a las familias sacerdotales. No dejaron escritos acerca de sus doctrinas, por lo que sólo las conocemos indirectamente por lo que dicen el historiador Josefo y los evangelios. Ellos sólo reconocían al Pentateuco como escritura inspirada, y atribuían un valor a los demás escritos de lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento. No creían en la inmortalidad del alma y, en consecuencia, tampoco en la resurrección de los muertos (piedra angular de la doctrina de los fariseos), y menos en la existencia de ángeles y espíritus. Negaban la predestinación y la intervención de la providencia en los asuntos humanos, considerando que el hombre era libre en sus decisiones y responsable, por tanto, de su bienestar o infelicidad. Con la caída de Jerusalén y la destrucción del templo desaparecieron de la historia.
El partido de los fariseos, cuyo nombre deriva del hebreo parush, esto es, “separado”, parece tener su origen en los hasidim (piadosos) que se opusieron a la helenización de las costumbres impuesta por los reyes seléucidas, sucesores de Alejandro Magno. Ellos fundaron academias (yeshivas) para la instrucción de sus seguidores, y eran los líderes espirituales reconocidos del pueblo.
Ellos figuran en los evangelios como los principales opositores de Jesús, por su insistencia en querer imponer las reglas de pureza ritual válidas en el templo, a la vida ordinaria de los individuos, y por la multitud de normas adicionales con que limitaban la libertad de los individuos. Jesús denuncia su hipocresía al hacer alarde público de piedad, alargando sus mantos y ensanchando sus filacterias. Se opusieron a la rebelión contra los romanos el año 66, y fueron las primeros en hacer las paces con ellos. Con la caída de Jerusalén y la destrucción del templo el año 70, la academia de Yavné, bajo el liderazgo de Johanan ben Zakai, y la anuencia de los romanos, asumió la dirección de la supervivencia del judaísmo.


Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
   "Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."



INVOCACIÓN: Me asombra la forma incauta e irresponsable como a veces los adultos, incluso en la iglesia, tratan a los niños pequeños de uno a tres años, como si fueran muñecos, con los que se puede jugar a su antojo. Los hacen bailar a la fuerza durante la alabanza, como si eso no los cansara, y ellos no quisieran otra cosa sino estar en brazos de su madre. Los zarandean con el pretexto de mecerlos, hacen temblar su cabecita inconscientes de las lesiones que los movimientos bruscos pueden causar a sus cerebros en formación; los levantan en alto por los pies sin tener en cuenta la sensación de inseguridad, o hasta de pánico, que eso puede producirles. En términos de comparación, ¿cómo se sentiría un adulto si fuera levantado por los pies por un gigante de siete u ocho metros de estatura? ¿No sentiría miedo? ¿No lo sentirá con mayor razón un pequeñuelo, por más que se haga jugando?
No porque sean pequeños pueden los niñitos ser tomados como juguetes, sino deben ser tratados con todo el cuidado que la fragilidad de sus cuerpecitos exige. ¡Padre, madre: No permitas que otras personas, aunque sean parientes o amigos, manipulen a tus pequeñuelos, porque sin querer pueden hacerles daño! Tú eres responsable ante Dios de su bienestar e integridad física.


#963 (19.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

viernes, 13 de julio de 2018

DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
DEFENSA DE PABLO ANTE EL PUEBLO II
Un Comentario de Hch 22:12-29
Pablo continúa ante la multitud airada el relato de su conversión para explicar el cambio de su actitud frente a los seguidores de Jesús, al haber pasado de activo perseguidor a denodado apóstol suyo.

12,13. “Entonces uno llamado Ananías, varón piadoso según la ley, que tenía buen testimonio de todos los judíos que allí moraban, vino a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y  en aquella misma hora recobré la vista y lo miré.”
Enseguida Pablo relata cómo Ananías vino a verle de parte de Dios recalcando, para que tomen nota los que lo escuchan, que se trataba de una “varón piadoso según la ley”, que gozaba de buen nombre entre los judíos de la ciudad. Pero nada dice de cómo el Señor se le había parecido en visión a Ananías y cómo le había ordenado que fuera a buscarlo y le impusiera las manos para que recobrara la vista, ni menciona la resistencia que Ananías opuso inicialmente a cumplir ese encargo, dada la fama de perseguidor de los discípulos que precedía a Saulo (Hch 9:10-18).
 Sin embargo, cuenta cómo, llegado Ananías, él efectivamente, y a su sola palabra, recobró la capacidad de ver que había perdido.
14,15. “Y él dijo: el Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo (Nota 1), y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.”
Pablo resume las palabras que Ananías le dirigió además de parte de Dios: Él te ha escogido, en primer lugar, para que veas y oigas al Justo (esto es, implícitamente, a Jesús resucitado y en gloria; y segundo, para que seas testigo ante todos los hombres de que Él está vivo. De esta manera Pablo recibe, por boca de Ananías, el encargo, o comisión, de Dios de predicar el Evangelio a los gentiles. Por eso él puede escribir en Gálatas que así como a Pedro le había sido confiado el Evangelio de la circuncisión, a él le había sido confiado el de la incircuncisión (Gal 2:7,8); y que él había recibido esa comisión no de hombre alguno, sino directamente de Dios (1:1).
16. “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”
Las últimas palabras de su relato contienen una confesión de fe en la divinidad de Jesús, porque sólo el nombre de Dios puede ser invocado. Jesús había dicho una vez a un paralítico, para escándalo de los escribas y fariseos: “Tus pecados te son perdonados” (Mr 2:5). Jesús tiene el poder de perdonar los pecados, algo que sólo Dios puede hacer. Vale la pena notar que el bautismo era entonces la introducción a la vida cristiana, en la que el creyente hacía una confesión pública de fe en Jesús, a la vez que sus pecados le eran perdonados. (Mt 28:19; Mr 16:16; Hch 2:38; 8:12; 8:36-38; 9:18; 10:47,48; 16:30-33; 18:8; 19:4,5). Lamentablemente para muchos, con el paso del tiempo, el bautismo se ha convertido en un rito meramente simbólico, o en una mera formalidad.
Pero esta parte del relato de Pablo no suscitó en ese momento ninguna reacción airada de parte de sus oyentes que le seguían escuchando, quizá algunos atentamente, quizá otros intrigados, y otros, desconfiados y desafiantes.
17,18. “Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí.”
Pablo condensa en su relato los acontecimientos posteriores a su conversión, tales como su predicación en Damasco y su fuga de esa ciudad, así como su estadía en Arabia y su retorno a Damasco, de la cual vino a Jerusalén, y cómo los discípulos lo evitaban hasta que Bernabé, que había sido testigo de su obra en Damasco, lo trajo a los apóstoles y les habló a favor de él.
Pablo narra en este punto un acontecimiento importante que no figura en el relato que hace Lucas de su conversión y del inicio de su labor apostólica (Hch 9:26-30): el éxtasis que experimentó mientras oraba en el templo, y las palabras que Jesús le dirigió instándole a salir pronto de Jerusalén porque los judíos de la ciudad rechazarían su testimonio.
19-21. “Yo dije: Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. Pero me dijo: Ve, porque yo te enviaré lejos a los gentiles.”
En su diálogo con Jesús Pablo da como motivo del rechazo de su testimonio por los judíos, el que ellos hubieran sido testigos de cómo antes de su conversión, él era un furibundo perseguidor de los cristianos, y cómo él había aprobado el lapidamiento de Esteban (Hch 7:58). El cambio inesperado de actitud hacia los seguidores de Cristo que había experimentado Pablo era no sólo causa de que no aceptaran su testimonio, sino que, más allá de eso, explica el odio que sus connacionales concibieron contra él, al considerarlo un apóstata de la religión de sus mayores y un traidor a su patria.
Por lo mismo Jesús le reitera la comisión que ya le había dado cuando fue bautizado, de ir a predicar su nombre a los gentiles.
22-24. “Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a tal hombre, porque no conviene que viva. Y como ellos gritaban y arrojaban sus ropas y lanzaban polvo al aire, mandó el tribuno que le metiesen en la fortaleza, y ordenó que fuese examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él.”
La multitud le había estado oyendo hasta ese punto, pero cuando le oyeron contar que el Señor lo enviaba a predicar a los gentiles, comenzaron a gritar indignados que Pablo debía morir.
¿Qué es lo que había de ofensivo para ellos en esa palabra? El pueblo judío mantenía una estricta separación con los no judíos que eran, a su entender, impuros por la vida pecadora que llevaban. Las normas y prescripciones alimenticias y de otro tipo de la ley, y de las tradiciones de sus mayores (es decir, lo que los fariseos habían agregado con el tiempo y que Jesús tanto criticó, la llamada “ley oral”) tenían por finalidad mantener esa estricta separación, que aun los creyentes de origen judío respetaban. Ese es el motivo del incidente de Antioquía que relata Pablo en Gálatas, causado por el hecho de que Pedro, que no tenía inconvenientes en comer junto con cristianos gentiles, se apartó de ellos cuando vinieron cristianos judíos de Jerusalén (Gal 2:11,13). Y explica también el reproche que le hicieron a Pedro los apóstoles y los hermanos en Jerusalén, de que hubiera entrado a casa de incircuncisos (el centurión Cornelio) y comido con ellos (Hch  11:1-3); así como su sorpresa de “que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida.” (11:18).
El pueblo judío consideraba que el mensaje de salvación, y el mandato que adorar a un solo Dios dado a Moisés, era sólo para ellos; que era algo que ellos no tenían por qué compartir con ningún otro pueblo. Ellos eran el pueblo elegido y ningún otro pueblo o nación tenía parte en sus privilegios.
Aunque los romanos en general despreciaban a los judíos, habían reconocido y aceptado sus costumbres peculiares, como la de descansar un día a la semana, y su negativa a rendir culto al emperador, a fin de preservar la paz en los territorios que hoy llamamos Palestina, donde vivía buena parte del pueblo judío, pues otra parte, quizá la mayoría, vivía dispersada en el imperio.
Al ver el alboroto que se estaba armando, el tribuno ordenó que metieran a Pablo rápidamente en la fortaleza, y mandó que, según la costumbre de entonces, le azotasen para que confesase porqué motivo la multitud estaba indignada contra él. ¿No había otra manera más justa de interrogarlo? Sí, pero ésa era la más rápida y efectiva.
25,26. “Pero cuando le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un ciudadano romano sin haber sido condenado? Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es ciudadano romano.”
Pablo, que en medio de la agitación había conservado la sangre fría, al ver con qué fin lo estaban atando, le preguntó al centurión encargado de cumplir las órdenes del tribuno: ¿No obras contra las leyes que protegen al ciudadano romano al querer azotarme sin que se haya pronunciado sentencia contra mí? Tengamos en cuenta que ésa era una práctica común que los romanos no dudaban en aplicar contra el común de los mortales. Pero el ciudadano romano estaba protegido; no se podía actuar con él de esa manera.
Pensemos: Los hombres de todos los tiempos han tendido a hacer distinciones entre una y otra clase de seres humanos, y dondequiera que ha habido dominación de un pueblo sobre otro, como era  el caso en los antiguos países coloniales, se han establecido privilegios para los dominadores. Sólo en tiempos recientes, y por influencia, -aunque no se quiera admitirlo- del cristianismo, se ha reconocido que todos los seres humanos gozan de los mismos derechos (2).
27-29. “Vino el tribuno y le dijo: Dime, ¿eres tú ciudadano romano? Él dijo: Sí. Respondió el tribuno: Yo con una gran suma adquirí esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento. Así que, luego se apartaron de él los que le iban a dar tormento; y aun el tribuno, al saber que era ciudadano romano, también tuvo temor por haberle atado.”
En este corto diálogo entre el tribuno –cuyo nombre se revela después que era Claudio Lisias (27:23)- y Pablo, se mencionan las dos formas comunes cómo una persona podía acceder a la ciudadanía romana: Por nacimiento, o comprando ese derecho. La primera era superior a la segunda.
Pablo era ciudadano romano por nacimiento, habiendo nacido en una ciudad a una parte de cuya población, el imperio le había concedido un derecho comparable al de los oriundos de la misma Roma, esto es, que los descendientes de un grupo privilegiado, fueran al nacer automáticamente ciudadanos romanos. El tribuno confesó que él había tenido que pagar una fuerte suma para serlo.
Al enterarse de que Pablo gozaba del privilegio de la ciudadanía romana, se apartaron de él, y el propio tribuno temió que Pablo pudiera acusarlo de haberlo atado para azotarlo sin que hubiera sido condenado por un tribunal legítimo.
Pero ¿cómo podía Pablo alegar fácilmente que era ciudadano romano, y cómo así le creyó el tribuno tan fácilmente sin que le mostrara las pruebas? Era un delito grave alegar ser ciudadano romano sin serlo, y el tribuno debe haber pensado que Pablo no se arriesgaría a cometerlo. Por lo demás, él podría verificarlo fácilmente, si lo deseaba, pues todas las ciudades guardaban registros del nacimiento de sus habitantes.

Notas: 1. Jeremías 23:5,6 llama así al Mesías esperado, descendiente de David, que debía redimir a Israel. Esteban lo llama también así (Hch 7:52). ¿Y quién mejor que Jesús tiene derecho a ese título?
2. Hoy se habla mucho en el mundo, y en los organismos y foros internacionales, sobre los derechos humanos, sin ser conscientes de que los derechos humanos son un producto, o invención, del cristianismo, y que, estrictamente hablando, fuera del ámbito occidental cristiano, casi no se respetan, salvo por imitación, y la vida humana no tiene valor, siendo mirada como algo desechable.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26). Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#962 (12.02.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA.