viernes, 27 de octubre de 2017

EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL DESEO DE LOS JUSTOS ES SOLAMENTE EL BIEN
Un Comentario de Proverbios 11:23-26
23. “El deseo de los justos es solamente el bien; mas la esperanza de los impíos es el enojo.”
En este proverbio el deseo y la esperanza están contrastados. ¿En qué forma están ambos conectados? En que el deseo, una vez concebido en el alma, se convierte en esperanza de alcanzar lo deseado. Parafraseando a un autor del pasado diríamos que los deseos son las alas del alma que la llevan hacia aquello que ama, y no descansará hasta que lo consiga.
Los deseos del justo sólo pueden ser buenos porque todo su ser está orientado hacia el bien, y es Dios quien los inspira (Sal 37:4). El justo sólo desea el bien para otros, y no se resiente de lo que otros y no él recibe, porque sabe que en todo Dios es justo. Él no desea el mal a nadie, ni siquiera a sus enemigos. Si un pensamiento malo le cruza la mente inmediatamente lo aleja de sí, mientras que con el impío sucede lo contrario. Él se deleita en pensar y desear el mal para otros, sin saber que al desear el mal, lo atrae a sí, y que puede sobrevenirle lo que él deseó para otros.
Como desea sólo el bien, el justo puede decir que el Señor es la porción de la herencia que le ha tocado, y que, en verdad, es más deleitosa que ninguna otra, y que nada se compara con ella. Por eso el salmista exclamó: “El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa… Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos (1) y es hermosa la heredad que me ha tocado.” (Sal 16:5,6; cf Sal 73:25).
El desear sólo el bien trae consigo una gran recompensa: poseer y ser poseído por Dios, de modo que sólo se viva para Él (Rm 14:8).
En cambio, la esperanza (algunas versiones dicen la expectativa) del impío es enojo, esto es, disgusto, molestia, fastidio, porque al oponerse siempre a los planes y deseos de Dios, eso es lo que recibe.
Hay un episodio en el libro de Números que ilustra muy bien el mensaje de este proverbio. Durante su marcha por el desierto llegó un momento en que el pueblo hebreo se hartó de comer sólo el maná que caía del cielo cada mañana, y deseó comer carne. Entonces se quejaron a Dios de mala manera, diciendo que mejor les iba cuando vivían como esclavos en Egipto y podían comer de todo (Nm 11:4-6). En respuesta a su queja malagradecida Dios les dijo que puesto que tanto la deseaban ellos comerían carne hasta hartarse (11:18-20). Mandó entonces Dios un viento que trajo codornices del mar en gran número. No bien había comenzado el pueblo a comerlas cuando vino sobre ellos una plaga que causó la muerte de muchísimos de ellos (11:31-33; cf Sal 105:40).
No obstante, F. Delitzsch sugiere que la palabra hebrea ebra debe traducirse no como “enojo”, como hace nuestra versión, sino como “presunción”, de modo que mientras que el deseo de los justos es sólo el bien, la esperanza de los impíos está basada en las sugerencias de su presunción y es, por tanto, vano auto engaño.
            El versículo entero puede también interpretarse en el sentido de las consecuencias: el justo cosechará el bien como fruto de sus aspiraciones, mientras que la recompensa que el impío espera se frustrará, porque incluso cuando trata de hacer el bien, no lo hace rectamente.
Los tres proverbios siguientes (11:24,25,26) contraponen la generosidad con el egoísmo. El que reparte generosamente (v. 24) es el que se inspira en el carácter de Dios, que es generoso por naturaleza, y se goza en bendecir a sus criaturas. El que sacia las necesidades ajenas (v. 25) –que pueden ser muchas y de diversa índole- verá que las suyas son saciadas por canales de provisión inesperados.
Hay algunos que en su egoísmo todo lo quieren para sí y se apropian de lo que no es suyo –como podría ser de la calle o de la vereda, que son lugares públicos- pero cuya codicia suscita el rechazo de sus vecinos y, por último, de la sociedad entera. Todo lo quieren para sí, pero nadie los quiere tener por amigos. Terminan aislados de todos.
Nosotros vemos con frecuencia que el dadivoso es amado por todos, mientras que el tacaño es odiado. La razón es clara: el primero hace felices a muchos; el segundo es causa de mucho sufrimiento ajeno.
24. “Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo que es justo, pero vienen a pobreza.”
Jesús pudo haberse inspirado en este versículo al decir: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosante darán en vuestro regazo.” (Lc.6:38)
            Ser generoso es buen negocio; y malo ser tacaño, porque el amarrete, aunque sea rico, vive como pobre.
            El que reparte participa del espíritu de Dios que es generoso en distribuir sus bendiciones, y en hacer prosperar a los justos (Dt 28:1-14), y por eso cuanto más da, más tiene. La semilla que siembra en los campos de la vida haciendo el bien, le produce un retorno generoso con el cual él llena sus graneros (Gal 6:9). Como se dice en 2Cor 9:6: “El que siembra generosamente, generosamente también segará.”
            El que honra al Señor con sus bienes recibirá con seguridad una cosecha abundante (Pr 3:9,10), pero también el que da a los pobres, porque Dios cuida de ellos (19:17).
            Hay quienes desperdician sus recursos en forma descuidada, y en pecado, amando el deleite, como el hijo pródigo (Lc 15:13,14). El fruto que cosechen será pobreza y necesidad (Pr 21:17).
            El que predica la palabra de Dios y la dispersa por el mundo generosamente, hallará que su conocimiento y entendimiento (que no son lo mismo) espiritual aumentará en la medida en que otros participan de él. En cambio, el que no comparte lo que sabe, pretendiendo reservarlo para sí y obtener una ganancia con lo que recibió por gracia, experimentará una pérdida.
            En el campo de la economía de Dios parece que rigiera una ley paradójica: El que reparte con generosidad verá que sus recursos no disminuyen sino, al contrario, aumentan; mientras que el que retiene para sí todo lo que puede, en lugar de enriquecerse como espera, empobrece. Un epitafio antiguo ilustra lo dicho: “Lo que gastamos, teníamos; lo que ahorramos, lo perdimos; lo que dimos, eso tenemos.”
            El principio enunciado por este proverbio tiene una aplicación práctica en el campo de los impuestos sobre las ventas que retienen las autoridades porque, cuando son excesivos, ahogan la actividad económica y el país empobrece.
            ¿Quién es el que retiene más de lo debido? El que no paga el precio justo por lo que compra, o el que vende usando una pesa falsa (Pr 11:1), o el que niega su ayuda al necesitado pudiendo darla. De esa clase de personas ha dicho el profeta: “Pues así ha dicho el Señor de los ejércitos: Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis…” (Hag 1:5,6). (2)
25. “El alma generosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado.”
El original hebreo dice: “el alma de bendición.” Podríamos comentar: el alma que bendice, será a su vez bendecida. Este proverbio de paralelismo sinónimo es un comentario, o elaboración, de la primera línea del proverbio anterior, y confirma el mensaje de Pr 11:17.
            Isaías contiene una promesa maravillosa para el que parte su pan con el hambriento, y alberga en su casa a los pobres errantes, y cubre además la desnudez de su hermano: “Entonces nacerá tu luz como la aurora, y tu salvación se dejará ver pronto, e irá tu justicia delante de ti, y la gloria del Señor será tu retaguardia.” (58:8).  Ya desde el Sinaí Moisés conminó al pueblo a ser generoso (Ex 22:25-27; Lv 25:35-37).
            En una de sus homilías Juan Crisóstomo cita algunos proverbios orientales sobre la mayordomía del dinero que contienen interesantes enseñanzas: “Las riquezas del bueno son como el agua vertida en un campo de arroz.” “Los buenos, como las nubes, reciben sólo para dar.” “Los ríos no beben su propia agua, ni los árboles comen sus propios frutos.”
            En la New King James Version se lee: “El que riega a otros, será también regado.” El que lleva a otros el agua de la palabra (Ef 5:26) será abundantemente bendecido porque “de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn 7:38). Regar los campos de la viña del Señor es parte del trabajo del ministro del Evangelio, en el cual a cada uno le toca una parte asignada por Dios, tal como escribió Pablo: “Yo planté, Apolos regó…” (1Cor 3:6). Los que lleven a cabo el trabajo de esparcir y cultivar la buena semilla en otros serán a su vez refrescados, confortados, y recompensados generosamente por Dios. Como dice el Targum judío: “El que enseña, él también aprenderá.” El Espíritu Santo será su maestro.
26. “Al que acapara el grano, el pueblo lo maldecirá; pero bendición será sobre la cabeza del que lo vende.”

Este proverbio nos muestra que ya en esos tiempos antiguos había especuladores que aprovechaban la escasez de trigo, o de otros cereales, para enriquecerse, comprando a los campesinos sus cosechas a bajo precio, y reteniéndolas para crear de esa manera una escasez artificial que hacía elevar los precios. Es un principio básico de la economía que cuando la oferta es escasa, la demanda hace que los precios suban.
Como es natural, los que seguían esa política eran odiados por el pueblo (como lo son también ahora) porque explotaban el hambre; mientras que los que obraban de manera contraria, es decir, vendían, eran amados.
En el libro del Génesis tenemos el claro ejemplo de lo segundo en José, que sugirió al faraón que se reservara en depósitos apropiados la quinta parte de la cosecha que se recogiera durante los siete años de abundancia anunciados, para poder vender el trigo almacenado durante los siete años en que las cosechas serían escasas, de modo que no hubiera hambre. Y él mismo, por su sabiduría, fue encargado de llevar a cabo esa política prudente (Gn 41:34-36; 46-49).
Notemos que dice que hay bendición no sobre el que regala el grano, sino sobre el que lo vende, porque es normal que el comerciante tenga una ganancia razonable. Pero el acaparador quiere maximizar su beneficio a todo costo, sin importarle el sacrificio que su actitud impone a otros. El profeta Amós denunció severamente esa política, mencionando de paso a los que achican la medida, suben los precios y falsean la balanzas (8:4-6).
Ch. Bridges señala que la maldición viene del pueblo, pero que la bendición viene de arriba. Y agrega que al que subordina su propio interés al bien común, le vendrán bendiciones sobre su cabeza (Pr 10:6).
¿Pero es el clamor por el pan de vida tan grande como el clamor por el pan que perece? Si el que retiene el segundo es maldito, con mucho mayor motivo debe serlo el que retiene el primero. Y si vienen bendiciones sobre el que vende el grano material ¡con cuánto mayor motivo debe haberlas sobre el que reparte generosamente el grano que da vida al espíritu! Imitando a Isaías proclamaremos: “¡Venid y comprad ese pan sin dinero y sin precio!” (cf 55:1).
¡Cuánto daño hacen los que retienen las palabras que pueden dar vida a los que están muertos en sus delitos y pecados! (Ef 2:5) Con su silencio condenan a muchos al fuego eterno, que podrían ser salvos si se les predicara y nacieran de nuevo. No seamos nosotros de ellos, sino repartamos generosamente en torno nuestro la palabra de vida que hemos recibido.
Notas: 1. Estas palabras son una alusión al método que se empleaba entonces, mediante cuerdas o cordeles, para marcar el límite de las tierras cuando se repartían.
2. Es cierto que esas palabras fueron pronunciadas en una situación diferente –el desgano del pueblo para empezar la reconstrucción del templo de Jerusalén después del retorno del exilio- pero también son aplicables al descuido en hacer lo que sabemos que Dios espera de nosotros.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a arrepentirte de tus pecados, y a pedirle perdón a Dios por ellos., haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#951 (13.11.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

miércoles, 11 de octubre de 2017

1000 PUBLICACIONES DE "LA VIDA Y LA PALABRA"

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
1000 PUBLICACIONES DE LA VIDA Y LA PALABRA

A mí siempre me ha gustado escribir sobre mis experiencias y sobre lo que veía alrededor mío. A los 14 años empecé a escribir mi diario, que yo estaba seguro algún día sería publicado, traducido a varios idiomas y comentado.
Tenía también planes ambiciosos de escribir un tratado de teología de muchos volúmenes, aparte de proyectos de novelas y piezas de teatro, pero a la larga se mostró que la ficción no era mi camino.
Naturalmente tenía el ejemplo de mi padre, Victor Andrés Belaunde, que era escritor y autor de numerosos libros, principalmente sobre sociología peruana y derecho internacional.
A los 12 años me hizo aprender mecanografía, lo que me fue más adelante utilísimo, aparte de que aprendí a escribir bajo su dictado cartas en un estilo claro y contundente, a la vez que cortés.
El año 1959, residiendo en París, comencé a escribir para el diario “La Prensa” -hoy desaparecido, pero que entonces competía con “El Comercio”- artículos sobre la actualidad política europea e internacional, y sobre arte.
De regreso en el Perú en 1963, mis actividades musicales y mi familia, no me dejaron tiempo para dedicarlo a la pluma. Pero cuando me vinculé con el movimiento carismático durante la enfermedad de mi mujer, sentí la necesidad de contribuir con mi pluma a la difusión del Evangelio.
En 1984 empecé a colaborar con un programa testimonial, llamado “Cielo Nuevo y Tierra Nueva”, que mi amigo y colega Andrés Cerón tenía los domingos en Radio Inca a las 7 de la noche. Hecha la siesta, me sentaba a escribir lapicero en mano. Terminado el texto lo pasaba en limpio en la pequeña máquina portátil que tenía, y corría a la radio para leer mi mensaje antes de que terminara el programa.
Fue en esa época cuando escribí lo que considero mi texto más útil, “Oración y Embarazo”, que trata de la influencia que tienen los pensamientos, deseos y oraciones de la madre en el alma de la criatura que lleva en el seno, inspirado en lo que solía hacer mi mujer con cada hijo. Lo publiqué por primera vez en formato “stencil” que repartí en diversas iglesias. Una edición mayor en pequeño formato de bolsillo años después, fue distribuida en Agua Viva con el impulso de la pastora Mirta Hornung.
Por esa época empecé a escribir artículos semanales en la revista “Oiga” que dirigía Francisco Igartua. El nombre de mi columna era “El Evangelio y Nosotros”, y la firmaba con el pseudónimo de Joaquín Andariego. Algunos de esos artículos los he publicado después ampliados en LVyLP.
En los años 90, un amigo que asistía al grupo de oración que se reunía en mi casa, me presentó al dueño de Radio Miraflores, sugiriéndole que me diera un pequeño espacio en el bloque de comentarios y noticias que se transmitía los fines de semana por la mañana y que tenía bastante audiencia.
Mi propósito era abordar en el programa, que titulé “La Vida y la Palabra”, temas de actualidad desde un punto de vista cristiano y bíblico. Eso significaba un mayor compromiso, que me exigía leer bastante y documentarme.
Los días viernes escribía a mano el texto sobre el tema escogido, lo pasaba a máquina, y me iba a la radio a eso de las 5 pm para grabar el mensaje, que solía leer como si estuviera improvisando.
Como el pequeño programa suscitó el interés de los oyentes que llamaban a hacer preguntas, se me fue otorgando poco a poco más tiempo, llegando a disponer de doce o más minutos. Cada semana me entregaban la grabación de la semana anterior.
Cuando asistí a un seminario internacional del Instituto Haggai en la isla de Maui, en Hawai, en marzo de 1999, me dije que debía hacer algo con esas grabaciones. De regreso en Lima traté de ofrecerlas a las radios cristianas del país que había entonces, pero por algún motivo no les interesó. Quizá mi estilo formal no satisfacía el gusto de los oyentes acostumbrados al tono encendido de los predicadores más conocidos.
No sabiendo qué hacer con esos textos le pregunté un día a mi pastor y amigo, Peter Hornung, si me permitiría repartirlos en forma de fotocopias a la salida de los cultos del templo de Agua Viva en Risso, a lo cual él accedió gentilmente.
Debo señalar que ése fue un acto de generosidad y de confianza extraordinarias. Son pocos los pastores que permitirían que un simple miembro de su congregación, que ni siquiera forma parte de su equipo pastoral, distribuya libremente en su iglesia textos propios. Yo le estoy inmensamente agradecido al pastor Peter por haberme dado la oportunidad de desarrollar un ministerio que se ha convertido en mi tarea en esta etapa de mi vida y que, con el tiempo, ha ido alcanzando a un número cada vez mayor de personas dentro y fuera de la iglesia.
Comencé repartiendo 100 fotocopias, que fueron aumentando a 200 y a 300. Llegado a ese número ya era necesario recurrir a la impresión.
Ya no me acuerdo ahora de todos los detalles pero, para comenzar el proceso de impresión, había que obtener primero el llamado “canson”, usando un papel especial en que se imprimía el texto invertido, y que servía para imprimir el texto definitivo en papel bond.
Con ese fin yo acudía al Centro Lima, cerca de la Av. Uruguay, hacía cola en uno de los puestos del sótano, y una vez obtenida la placa offset, lo llevaba a una imprenta en el primero o segundo piso del mismo lugar, pagaba y regresaba al día siguiente para recoger el paquete, que tenía que cargar hasta la playa de estacionamiento donde había dejado mi auto.
Felizmente algún tiempo después una persona que asistía al grupo de oración que se reunía en mi casa, me advirtió que en la calle José Gálvez de Lince había una pequeña imprenta que podía utilizar. Eso facilitó las cosas porque ya no tenía que ir dos veces por semana al centro de Lima. El dueño era el Sr. Abanto, que tenía dos locales en la misma calle. Al primero llevaba el “canson” a inicios de la semana. Al día siguiente recogía la plancha offset con que se hacía la impresión. Posteriormente el propio Sr. Abanto recogía el “canson” en mi casa.
Como él no tenía una máquina dobladora, el doblado en tríptico lo hacía manualmente con su familia, y como resultado, uno de sus familiares se convirtió leyendo el texto que tenía en manos.
He conservado un cuaderno en que anotaba semanalmente el número de ejemplares impresos y cómo los distribuía entre iglesias y librerías. El crecimiento no fue continuo, sino tuvo altas y bajas, pero a inicios del 2002 imprimía dos mil ejemplares, la mitad de los cuales eran entregados a Agua Viva. A medida que el volumen de la impresión fue creciendo el resto era entregado a varias iglesias, como Camino de Vida, la Alianza Cristiana de Comas y de Lince, Centro Vida, Agape, Emmanuel, Calvary Chapel, Vida Nueva, Renuevo, Nueva Vida, Casa del Padre, Aposento Alto, etc., así como en diversas instituciones y   cristianas, como el Seminario Bíblico Andino, el Seminario Evangélico de Lima, la Casa de la Biblia, la librería El Inca y Kyrios.
Desgraciadamente ahí se interrumpe el registro de la impresión semanal, por lo que no puedo dar cifras del aumento posterior de la impresión a medida que la aceptación y la demanda fueron aumentando. Pero poco a poco llegó a 13,000 ejemplares, de los cuales 7000 eran impresos por el Sr. Abanto, siempre tan fiel, responsable y cumplido, y un hermano de la iglesia que, empezando por una cantidad pequeña, llegó a donar hasta 6000 ejemplares semanales.
En el camino yo había reemplazado el formato A4 por el tamaño oficio para poder aumentar el contenido de mis artículos, y posteriormente, para reducir el costo, reemplacé el papel bond por papel periódico.
De repente ocurrió un lunes –la fecha exacta no la recuerdo- en que el hermano mencionado me informó que no iba a poder seguir con la impresión por razones personales. El mismo día el Sr. Abanto me informó que no iba a poder continuar con la impresión semanal porque el hijo que colaboraba con él se había ido a la Argentina, y que él, que entretanto había mudado su imprenta a San Juan de Lurigancho, no podía seguir haciendo el trabajo solo.
¿Qué hacer en ese momento dado que me iba a ser difícil encontrar en poco tiempo una imprenta que me pudiera hacer el trabajo a un precio económico? Estaba perplejo ante esa disyuntiva cuando inesperadamente me vino a buscar la Hna. Lupe Lázaro de Vicuña, dueña de la imprenta Jhire Grafel, para ofrecerme imprimir gratuitamente 6 mil ejemplares por semana. Yo asumiría solamente el costo del papel y tendría que encargar el doblado a otra imprenta, porque la máquina que ellos tenían no se adaptaba al tipo de papel periódico delgado que yo usaba entonces y sigo usando. De esa manera yo pude continuar con la impresión de LVyLP esa misma semana sin interrupción.
Ahí yo he podido ver una vez más cómo la mano de Dios intervenía en momentos difíciles proveyendo, a través de estos antiguos y fieles amigos, una solución inesperada para superar un obstáculo que parecía insalvable, y que yo pudiera llevar adelante este proyecto que yo reconozco ahora claramente que no es mío.
Respecto del punto crítico del doblado y empaquetado, después de varios ensayos, no siempre muy  afortunados, de encargárselo a imprentas cercanas, o de hacer en casa el doblado con ayuda de una regla, tarea nada fácil porque después había que hacer paquetes de cien ejemplares cada uno, encontré finalmente en la imprenta Langu  i, del Hno. Odilón Huamaní, un colaborador fiel que cumple con el compromiso de entregarme puntualmente el material listo para ser repartido.
En los seminarios locales del Instituto Haggai yo he enseñado acerca de Visión, Misión y el trazado de metas para llevar a cabo lo que nos proponemos, pero yo puedo dar fe de que yo nunca me propuse hacer lo que estoy haciendo actualmente, ni alcanzar a tanta gente con mis escritos, no sólo por medios impresos sino ahora también por las redes sociales de internet. Esto ha surgido casi diría a pesar mío.
Lo mismo puedo decir acerca del contenido, porque yo no tengo ni los estudios, ni la preparación académica para realizar esta tarea. Lo que sí puedo afirmar es que al levantarme temprano cada mañana, después de orar, me siento en el sillón que tengo en mi escritorio para leer el pasaje que me he propuesto comentar, sin tener con frecuencia la menor idea de lo que voy a escribir. Pero en ese momento me vienen ideas y pensamientos que nunca antes han pasado por mi mente y mi lápiz empieza a moverse sobre el papel. De manera que si algunas personas han sido edificadas por su lectura, el primer edificado he sido yo.
Dios obra a través nuestro, y a veces, a pesar nuestro, si tenemos el corazón dispuesto y tan sólo le entregamos nuestra mente y nuestra voluntad para que Él actúe.
No puedo dejar de mencionar a la hermana que me sugirió que para aumentar la utilidad evangelística de mis artículos, añadiera al final una oración de entrega, como la que suelo poner al pie de los artículos.
Soy consciente de que estos escritos llegan a lugares y a gente de la que yo no tengo idea, incluso en provincias y el extranjero. Hay personas, incluso de  edad avanzada, que se llevan cierto número de paquetes, o cantidades menores, que distribuyen en cárceles, en hospitales, en la calle, en sus células, o en los micros y otros vehículos de transporte. He recibido llamadas telefónicas de lugares inesperados, como una vez del penal de Lurigancho, para pedirme consejo. He recibido visitas que me han sorprendido, como la de un sacerdote que tenía problemas con la orden a la que pertenecía, o la de una pareja de esposos que se peleaban constantemente y estaban a punto de separarse,
A todos ellos he tratado de atender en la medida de mis posibilidades, pero Dios me ha mostrado también que no debo involucrarme en las vidas ajenas, como yo tendría tendencia hacer tratando de ayudar, porque eso me desviaría de sus propósitos.
En lo que se refiere a la temática, aparte de los temas de actualidad que he abordado, y de temas bíblicos concretos, como el fruto del Espíritu, o la Gran Comisión, por mencionar sólo algunos, o el tema del judaísmo, al que dediqué ocho documentados artículos, poco a poco me he ido concentrando en el comentario de pasajes o capítulos específicos de las Escrituras. He escrito también series de artículos, como “Los Mandamientos del Diablo”, en que he mostrado cómo el mundo, por diversos medios, nos empuja maliciosamente a hacer cosas que son directamente contrarias a lo que ordena, o aconseja, la palabra de Dios. O como “Anotaciones al Margen” que, como su nombre indica, recoge las ideas que me inspira la lectura de libros espirituales.
Inicialmente yo no numeraba mis artículos. Pero un día la hermana Doris Manco me sugirió que puesto que yo los publicaba y distribuía de manera regular, convenía que los llevara y registrara en la Biblioteca Nacional. Eso exigía darle a la publicación un carácter más formal y numerarlos, lo cual es la razón de la información que aparece al pie de página. Para efectos de la numeración lo que hice fue retroceder en el tiempo hasta ubicar la primera charla transmitida por Radio Miraflores.
Llegar al número mil es la ocasión apropiada para expresar mil veces mi agradecimiento, en primer lugar a Dios, por haberme honrado al escogerme para realizar esta tarea que nunca estuvo entre mis planes; y en segundo, a todas las personas, comenzando por mis pastores, que me han alentado a llevarla adelante.

#1000 (08.10.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).