martes, 4 de noviembre de 2008

CONSIDERACIONES SOBRE EL LIBRO DEL ÉXODO

Recordemos brevemente los sucesos que narra el libro del Éxodo a partir del momento en que el pueblo hebreo, que ha huido de Egipto, llega al pie del monte Sinaí (cap 19). En la cima del monte Dios le da a Moisés los diez mandamientos (cap. 20) y una larga serie de leyes específicas sobre el gobierno del pueblo y el culto, que Moisés escribe en un libro por orden de Dios (24:4). Después de haber leído el libro al pueblo, Moisés les anuncia que Dios hará con ellos, sobre la base de ese libro, un pacto que será sellado con la sangre de animales ofrecidos en holocausto (v. 6,7). Enseguida Moisés sube nuevamente al monte, que está cubierto por la gloria de Dios, y permanece allí 40 días y 40 noches (v. 15-18).

Durante ese tiempo de ayuno en la montaña, Dios le da a Moisés instrucciones precisas sobre la construcción del tabernáculo y los objetos sagrados que contendrá. Al finalizar Dios le da a Moisés “dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.” (31:18).

Entre tanto el pueblo, cansado de esperar a Moisés, le pide a Aarón que le haga un becerro de oro para adorarlo (32:1-6). Irritado Dios por el comportamiento del pueblo, que tan pronto se ha olvidado del pacto celebrado días antes con Él, le anuncia a Moisés que lo va a destruir (v. 7-10), pero Moisés intercede por el pueblo y obtiene que Dios se arrepienta “del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.” (v. 14). Pero cuando desciende Moisés del monte junto con su siervo Josué trayendo las dos tablas escritas por la mano de Dios (v. 15,16), y escucha la voz de los cantos, se enciende su ira y arroja las tablas al suelo, rompiéndolas (v. 17-19).

Dejo al lector la tarea de leer la narración que sigue hasta el capítulo 34, en el que Dios accede a renovar su pacto con Israel, el cual constará en dos nuevas tablas de piedra que Moisés deberá alisar y llevar consigo al monte (34:1-4), donde permanecerá nuevamente 40 días y 40 noches sin probar bocado ni beber agua (v. 28).

Reproduzco a continuación los pensamientos que sobre algunos pasajes de esta parte del libro del Éxodo escribí hace 18 años.

Caps. 31-34. En cierto sentido las tablas de la ley rotas y vueltas a grabar son una imagen del destino frustrado del hombre por la caída de Adán. Las primeras tablas habían sido escritas por Dios directamente y representan el plan divino original (31:18).

Este plan se quiebra por la infidelidad del pueblo y es necesario que Moisés (que representa al pueblo fiel y es también un tipo de Jesús) permanezca 40 días en ayuno (como fueron 40 años los del peregrinaje en el desierto, que simbolizan las penalidades de la vida bajo el pecado) para que se renueve el proyecto divino y Moisés reciba nuevas tablas. Pero éstas ya no serán como las primeras, que fueron donadas y hechas sin intervención humana, sino que serán hechas por mano de hombre, penosamente y con esfuerzo, así como la vida del hombre después de la caída de Adán es penosa y sujeta a las maldiciones pronunciadas por Dios (Gn 3:16-19). Las segundas tablas fueron, en efecto, alisadas por Moisés y él mismo tuvo que escribir en ellas (Ex 34:28).

Pero volvamos algunos capítulos atrás para examinar otros aspectos significativos del relato.

31:2-6. “y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor. Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado”
Para llevar a cabo la tarea de fabricar los objetos de oro y plata y piedras preciosas que requiere el culto Dios llama a alguien específicamente –en este caso al artífice Bezaleel y a su ayudante Aholiab- y al hacerlo los llena a ambos del Espíritu Santo, y de sabiduría e inteligencia para el arte.

Notemos: Cuando Dios ordena a una, o a varias personas, hacer algo las provee de los medios necesarios para llevarlo a cabo. Dios nunca manda hacer nada para dejarnos después en la estacada, sin tener cómo realizarlo, esto es, sin darnos los medios y las fuerzas requeridas.

31:13. “Tú hablarás a los hijos de Israel diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo, porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico.”
Así como era costumbre entre los antiguos dar una prenda, o levantar un monumento de piedras como testigo o señal del pacto concluido entre dos hombres, o dos pueblos (Véase Gn 21:27-30; 1Sam 18:2,3), de igual manera Dios establece el descanso del sábado como una señal o testigo del pacto celebrado con el pueblo escogido. Guardar el sábado cada semana debía recordar a los hebreos la alianza celebrada con su Dios. De manera semejante para nosotros el descanso dominical y el asistir al culto deben mantener viva en nosotros la memoria del mejor pacto celebrado en la sangre de Cristo (Jr 31:31-33; 1Cor 11:23-25).

Cap. 32: En el mismo momento en que Dios estaba hablando con Moisés, dándole las instrucciones que debía transmitir a su pueblo en su nombre, en ese mismo momento los israelitas, al no ver a Moisés, estaban buscando otros dioses a quienes adorar para reemplazar al Dios verdadero. Para ellos, como para casi todos los pueblos antiguos, creer en un Dios invisible, sin forma humana o animal, era algo muy difícil, porque tenían una noción muy material de la divinidad. Su tendencia natural era volverse a los ídolos que habían visto en Egipto. Ellos creían y confiaban en ese Dios que es sólo espíritu, solamente en la medida en que su representante estuviera con ellos. Tan pronto como éste les falta, tropiezan. Todas las señales y prodigios que Dios había hecho con ellos en el desierto no contaban para nada. ¡Cómo nos parecemos nosotros a ellos!

32:25,26. “Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos, se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.”
Moisés había quebrado las tablas de la ley por la ira que le produjo contemplar la idolatría del pueblo. Pero su ira santa toma un cariz más violento al ver el desenfreno del pueblo (Nota). Su ira se vuelve vengadora. El desenfreno de la orgía produce en él un repudio aun mayor al que le había producido la idolatría.

32: 27-29. “Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagrado a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros.”
Él ordena a los levitas eliminar a todos los que rindieron culto al becerro de oro, sin tener en cuenta las relaciones de parentesco. Los levitas que llevaron a cabo la matanza de los inmorales se consagraron en su hijo, en su hermano y en su pariente, porque pusieron su amor por Dios y su justicia por encima de sus afectos humanos y de sus lazos familiares. Sin embargo, no por eso fue aplacada la ira de Dios, pues aún después de esta matanza, Dios anuncia que herirá nuevamente al pueblo (v. 34,35).(12.6.90)

Nota: La idolatría suele llevar a la corrupción de costumbres: Rm 1:25,26.

#537(24.08.08) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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