miércoles, 17 de diciembre de 2008

"FALSOS PROFETAS Y FALSOS MAESTROS II"

Un Comentario a la Segunda Epístola de Pedro 2:12-16

12. “Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición,”(c.f. Jd 10)
Pedro señala una de las características de los hombres ignorantes, extraviados a causa del pecado: hablan con osadía de cosas que ignoran y no entienden, de cosas de las que sólo tienen un conocimiento vaguísimo y superficial. Sin embargo, creen que su ignorancia les autoriza a criticar y a emitir opiniones sentenciosas. ¡Cuánta gente conocemos que es así! Los vemos con frecuencia en los medios, en la TV y en los periódicos, y hasta en el Congreso y en el Gobierno pontificando de cosas que ignoran. Pero ¿no habremos nosotros mismos algunas veces actuado de esa manera cual ignorantes atrevidos, dando nuestra opinión sobre asuntos de los que no tenemos la menor idea? Como bien dice Santiago, pecamos constantemente con la lengua por hablar como no debemos o sin ton ni son.(St 3:2).

“Como animales irracionales…”
Los que viven entregados a vicios vergonzosos son en efecto como animales que carecen de razón, o peor que animales, porque éstos, al menos, siguiendo los instintos que gobiernan su vida, actúan de una manera lógica y razonable de acuerdo a su naturaleza.

Los pecadores, en cambio, son como animales de caza que algún día caerán en manos del cazador que los herirá mortalmente y se los llevará cargados al hombro para vender su carne, piel y huesos, y repartirse sus bienes como botín de guerra.

13. “recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.” (C.f. Jd 12ª)

La frase completa que comienza en el versículo anterior dice así: “perecerán en su propia perdición recibiendo el galardón de su injusticia.”
Los que viven en pecado reciben en su propio cuerpo el pago de sus extravíos (Rm 1:27). “Por donde el hombre peca, ahí es atormentado” dice el Eclesiástico, también llamado Sirácida.

Esta frase contiene una gran verdad. Lo que ha sido instrumento de deleite se convierte en instrumento de tortura. Si pecas con la lengua, tu lengua se enfermará. Si con el estómago por la gula, tu estómago será causa de males; si con tus partes íntimas, ellas serán ocasión de tortura, contrayendo alguna dolencia. En cada parte del cuerpo que usamos con osadía para ofender a Dios, recibiremos el justo salario del pecado: enfermedad y muerte (Rm 6:23).

“ya que tienen por delicia gozar de deleites cada día” (o durante el día).
Ya no les basta la noche para emborracharse y divertirse sino que dedican también las horas del día a sus placeres y pecados (Ecl 10:16; Is 5:11). Por lo general los vividores escogen la noche para sus orgías para que no se vea lo que hacen (“Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” Jn 3:20); o como dice Pablo: “los que se embriagan, de noche se embriagan” (1Ts 5:7). Pero éstos a quienes Pedro dirige sus invectivas han perdido todo sentido de vergüenza y en su atrevimiento no tienen reparos en exhibir sus extravíos a plena luz.

Esto es algo que vemos frecuentemente en nuestros días, en que se organizan desfiles de homosexuales y lesbianas en pleno día, en los que se muestran con descaro tal cual son, con el aplauso de cierto sector de la prensa. “A lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo.”, tal como dijo Isaías agregando: “¡Ay de los que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz!” (Is 5:20)

“Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores.”
¿Qué cosa es una mancha? Es una adherencia sucia en un tejido o en un objeto que lo afea y desnaturaliza y le quita todo atractivo. Los que actúan como denuncia el apóstol son verdaderas manchas en los lugares donde exhiben su desvergüenza. Por contraste Pedro al hablar del Señor lo llamó “Cordero sin mancha” (1P 1:19), para indicar que en Él no había ni sombra de pecado. Él es el ideal que todos deberíamos imitar.

En el libro del Levítico repetidas veces se ordena que ningún animal con defecto o manchado, sea becerro o cordero, pueda ser ofrecido en sacrificio al Señor en el templo. Más adelante por boca de Malaquías Dios reprocha al pueblo que le ofrezca como sacrificio animales dañados o enfermos (Mal 1:13,14). El cristiano debe ser hallado sin mancha ni defecto alguno, como más adelante en esta misma epístola Pedro exhorta a sus lectores (3:14), ya que su cuerpo y su misma vida son un sacrificio vivo y santo que deben ser presentados al Señor (Rm 12:1).

La presencia pues de estos hombres en las reuniones cristianas era una mancha vergonzosa (c.f. Jd 12). En los primeros tiempos los cristianos se reunían en las casas para comer juntos y gozar de comunión unos con otros. A esas reuniones de confraternidad se les llamaba “ágapes” (palabra griega que quiere decir “amor”), y se siguen llamando así en nuestros tiempos, como rezago de una tradición antigua, a las reuniones de amigos en torno a una mesa.

Se distinguían esas fiestas de las reuniones comunes porque terminaban compartiendo el pan y el vino, según el Señor había mandado: “Haced esto en memoria mía” (Lc 22:19). Que estas reuniones, sin embargo, podían fácilmente derivar en abusos lo atestigua el mismo Pablo cuando reprocha a los corintios los desórdenes que se producían en torno a la mesa del Señor (1Cor 11:20-22).

Pero el hecho de que esos falsos creyentes participaran en reuniones eucarísticas muestra también con qué facilidad los hipócritas engañan a los de corazón puro. Ellos saben ocultar muy bien sus verdaderos propósitos. Si no se les detecta y desenmascara a tiempo pueden hacer mucho daño en las congregaciones pues tratarán de seducir a algunos o algunas para arrastrarlos por el camino errado.

14. “Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición.”
En este versículo se mencionan cinco características malignas de la personalidad de estos engañadores. Veámoslas.

“Tienen los ojos llenos de adulterio”. Sus miradas están ansiosas por encontrar personas que se puedan prestar a sus deseos pecaminosos y miran a las mujeres sólo como objeto de lascivia. Jesús dijo: “cualquiera que mire a una mujer para codiciarla ya ha adulterado con ella en su corazón”. (Mt 5:28). ¡Con qué frecuencia las mujeres, creyéndose halagadas, se dejan seducir por hombres que las desprecian y reducen su condición a la de meros objetos de placer!

“No se sacian de pecar”. Como no piensan en otra cosa sino en satisfacer sus bajos instintos, la medida de sus deseos no se colma nunca, como dice Proverbios: “La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame! ¡dame!” (30:15ª).

“Seducen a las almas inconstantes”. Encuentran sus víctimas entre las personas de carácter poco firme, no perseverantes, proclives al pecado, a las que seducen fácilmente.

“Tienen el corazón habituado a la codicia”. (Nota 1). Junto a su sensualidad, que tratan de satisfacer constantemente a como dé lugar, son ávidos de dinero, al revés de lo que exhorta Pablo a los ancianos: que no sean “codiciosos de ganancias deshonestas” (1Tm 3:3; Tt 1:7) (2)

“Y son hijos de maldición”. Esta es una expresión hebrea que se encuentra con frecuencia en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, y que significa que las personas a las que se les aplica tienen una afinidad estrecha con aquello con que se les relaciona, sea bueno o malo. En este caso esas personas merecen ser objeto de la maldición divina. (3)

En efecto, sobre pocas personas recae la ira de Dios con tan justo motivo que sobre los hipócritas que fingen sentimientos de piedad para perseguir fines inconfesables.

¿Ha cambiado la astucia de los pecadores, o la vulnerabilidad de las iglesias a los manejos de los hipócritas desde los tiempos en que se escribió esta epístola? No creo que mucho. Desgraciadamente en todo tiempo y lugar el diablo encuentra colaboradores que se infiltran en las congregaciones para engañar con su malicia a fieles y pastores por igual, hasta que son desenmascarados. A veces se encumbran hasta ocupar posiciones altas en las que pueden hacer mucho daño y acarrear desprestigio a la iglesia de Dios cuando son descubiertos y denunciados. La historia de la iglesia está por desgracia llena de personajes que la han avergonzado y que han manchado de diversas maneras el cuerpo de Cristo. La fuerte denuncia de abusos en la iglesia contenida en este versículo debería servirnos para mantenernos alertas y vigilantes y no dejarnos engañar.

15, 16. “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta.”
Pedro compara a los falsos hermanos con el profeta Balaam, cuya historia se encuentra en los capítulos 22 al 24 del libro de Números. Ahí se narra cómo Balaam, siendo advertido por Dios de que no debía ir con los mensajeros de Balac, rey de Moab, para maldecir a Israel, se empeñó en que Dios le permitiera acompañarlos porque deseaba recibir la recompensa que Balac le había prometido. Estaba dispuesto a pervertir, por una recompensa material, el ministerio que Dios le había dado. Amaba el soborno más que la verdad.

En ese intento mientras cabalgaba sobre su asna para ir donde Balac, el ángel de Jehová le salió al encuentro e impidió al asna seguir adelante. Como Balaam se enfureció y se puso a golpearla, el asna le habló y le echó en cara que le maltratara, cuando no era capricho de ella sino voluntad de Dios que él no prosiga su camino.

La epístola compara a esos hombres con Balaam porque aman más el dinero que hacer la voluntad de Dios. Su codicia les ha hecho apartarse del camino recto. Ellos merecerían ser reprendidos por una bestia irracional porque más se parecen a ella que a seres humanos. Pero con una diferencia agravante: Balaam aceptó la reprensión que Dios le hizo a través de la burra, pero ellos en su orgullo no aceptan que nadie les llame la atención por su mala conducta. ¿Cuál será la suerte que Dios les tiene reservada?

Notas: 1. Esta frase podría también traducirse como “ejercitados en la codicia”. Es decir, que son hábiles en este campo porque lo practican sin cesar.
2. Es un hecho que hay iglesias donde algunos explotan la generosidad de los creyentes y se valen de versículos bíblicos como pretexto para vaciar en beneficio propio los bolsillos ajenos, tal como Jesús dijo que hacían los fariseos con las viudas (Mt 23:14).
3. Son numerosos los ejemplos. Antiguo Testamento: Is 57:3, “hijos de la hechicera”. Is 57:4, (en la Septuaginta) “hijos de destrucción” (e.d. destinados a ser destruidos). Os 10:9, (Septuaginta) “hijos de iniquidad” (e.d. inicuos)
Nuevo Testamento: Ef 2:2, “hijos de desobediencia” (e.d. hijos desobedientes). Ef 2:3, “hijos de ira” (e.d. destinados a ser castigados). Ef 5:8, “hijos de luz” (e.d. que han sido iluminados por el Espíritu Santo). 1P 1:14, “hijos de la obediencia” (e.d. hijos obedientes). Rm 9:8 y Gal 4:28, “hijos de la promesa” (e.d. herederos de la promesa).

#550 (23.11.08) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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