miércoles, 17 de diciembre de 2008

"CUANDO EL SEÑOR VUELVA I"

Un Comentario a la Segunda Epístola de Pedro 3:1-9

Los cuatro primeros versículos de este capítulo forman una frase ininterrumpida que tiene por fin preparar a los lectores para la descripción que enseguida se va a hacer del día del Señor, y reafirmar su fe en su venida, descartando las voces de los que la ponen en duda.

1. “Amados, ésta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento,”
El apóstol hace referencia para comenzar a su primera epístola y afirma que ésta que leemos es su segunda carta. Estas palabras del texto sagrado son muy importantes porque muchos autores han cuestionado la autenticidad de esta epístola, alegando que no puede haber sido escrita por Pedro debido a su estilo, a la vez recargado y elegante, ya que, según afirma el libro de los Hechos, él era un hombre “sin letras y del vulgo” (Hch 4:13). Los que eso alegan ignoran, sin embargo, tres factores: Uno, que Pedro había recibido una poderosa unción del Espíritu Santo que lo había transformado y le había dado una elocuencia extraordinaria que los propios miembros del Sanedrín reconocieron admirados. Segundo, que él pudo en el curso de sus viajes por el Oriente griego haber mejorado sensiblemente su dominio de ese idioma que, por lo demás, él, siendo galileo, hablaba posiblemente desde la cuna. Y tercero que era usual que los apóstoles se valieran de amanuenses para escribir sus cartas y que éstos pueden haber contribuido a mejorar el estilo del que les dictaba.
Si la afirmación del apóstol respecto de la autoría de la primera epístola que lleva su nombre no fuera cierta –es decir, si el que escribió la primera epístola no fue el mismo que escribió la segunda- ¿qué confianza podríamos tener en la verdad y autenticidad de los escritos del Nuevo Testamento como palabra de Dios? Lo que está pues en juego en esta polémica es más que una cuestión meramente técnica de eruditos, está en juego la veracidad de la palabra de Dios. (Nota 1)
Pedro enseguida explica qué es lo que él se propuso al escribir estas dos cartas, -que es también uno de los propósitos que persigue toda sagrada escritura, esto es, despertar el entendimiento de sus lectores. Esa es, en verdad, una de las finalidades de la palabra de Dios, hablada o escrita: avivar el entendimiento de los lectores para comprender el mensaje de Dios. Pedro dice “limpio entendimiento” porque si la mente del cristiano no ha sido renovada por el Espíritu Santo y limpiada por la sangre de Cristo (1Cor 6:11), difícilmente podrá captar las verdades que Dios revela.
Esta condición necesaria de tener un limpio entendimiento nos hace ver por qué muchos leen sin entender y oyen sin aprender. Su entendimiento está oscurecido, y es incapaz de captar las verdades celestiales. Cuando las personas llevan una vida desordenada y de pecado su mente está en verdad enceguecida para las cosas que están fuera del ámbito de sus torpezas. Es como si miraran y no vieran; escucharan pero no oyeran, como dijo alguna vez Jesús, citando en su apoyo a Isaías: “Por eso les hablo en parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”. (Mt 13:13; Is 6:9,10).
A menos que el Espíritu Santo abra su mente, los pecadores son incapaces de comprender lo que para los que tienen la mente renovada es claro y evidente. Pero no se lo podemos reprochar, porque son como el miope que carece de anteojos. Sin lentes no ve más allá de sus narices.

2. “para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles;”
Pero lo que persigue Pedro concretamente en esta ocasión al querer despertar el entendimiento de sus lectores, es que recuerden las palabras que fueron dichas tanto por Jesús como por los profetas y los apóstoles, acerca de los últimos tiempos. Aquí se está refiriendo Pedro a las constantes exhortaciones que los apóstoles dirigían a los cristianos para velar y orar esperando la venida del Señor y el cumplimiento de las cosas anunciadas por los profetas para los últimos días.
Nótese que en el pasaje paralelo de Judas (vers. 17) se menciona solo las palabras dichas por los apóstoles y no por los profetas. ¿A qué profetas se refiere Pedro? Podrían ser los profetas del Antiguo Testamento que anunciaron la venida del Salvador de Israel, o los profetas que había en la iglesia primitiva –como Agabo por ejemplo- que son mencionados en Hch 13:1, y que exhortaban a los creyentes a mantenerse fieles a las enseñanzas de Jesús. La función principal de esos profetas, de la iglesia primitiva era exhortar y animar a los creyentes para que conserven viva su fe y no se desanimen por las pruebas que tuvieran que afrontar. Aunque la expresión “santos profetas” que Pedro usó en otra ocasión (Hch 3:21; c.f. Lc 1:70) puede significar que él tiene en mente particularmente a los profetas del Antiguo Testamento y, en especial, a los que anunciaron los acontecimientos de los últimos tiempos.
¿Y a qué se refiere la frase “el mandamiento del Señor Jesús”? Pienso, en primer lugar en virtud del contexto, que a sus advertencias de “velad y orad, porque no sabéis el día ni la hora” de su retorno, (Mt 25:13) y que fueron repetidas por Pedro y por Pablo en sus escritos (por ejemplo en 1Cor 15:34; 1Ts 5:6; 1P 4:7; 5:8) y que deben haber figurado con frecuencia en las prédicas de todos los apóstoles en sus viajes misioneros y que no han llegado a nosotros.
Pero también puede pensarse que Pedro se está refiriendo a los mandamientos de la ley de Cristo, contenida sobre todo en el Sermón del Monte (Mt 5-7) y en pasajes paralelos. Estos mandamientos fueron comunicados a las primeras iglesias de Anatolia, junto con los detalles de la vida de Jesús, por los apóstoles que las fundaron, y posiblemente formaban parte del núcleo esencial de su predicación. De ahí que Pedro pueda referirse a ellos como vuestros apóstoles”, porque hicieron entre los gentiles de esa zona obra de pioneros estableciendo comunidades.
Pero, de otro lado, la expresión “vuestros apóstoles” sugiere también que la audiencia a la que Pedro dirige su carta no estaba restringida a las iglesias que él había fundado, o que lo conocían personalmente, sino que era más amplia.

3,4. “sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación.”
Pedro quiere recordarles a sus lectores particularmente las profecías que anunciaban que en los últimos tiempos vendrían burladores haciendo mofa del anuncio del pronto retorno del Señor, en cuya esperanza la iglesia entonces vivía, y que traería consigo grandes cambios para el mundo entero. Al poner en duda esta esperanza los enemigos de Dios tocaban un punto muy sensible de la fe de los primeros cristianos. Por eso Pedro dedica el resto de su epístola a contrarrestar esta ofensiva y a fortalecer la esperanza de sus lectores sobre el retorno de Cristo.
Los burladores recalcaban que desde la época de los primeros padres, Abraham, Isaac y Jacob, que murieron hace mucho tiempo, el mundo permanece tal cual ha estado desde los inicios de la creación y, por tanto, cabe esperar que nada cambie en el futuro.
Aunque también es posible que con la palabra “padres” los burladores se estuvieran refiriendo a la generación de los primeros cristianos que escucharon el anuncio de que Jesús volvería pronto, pero que al escribirse esta epístola hacia el año 62, (2) ya habían muerto en su mayoría sin que el retorno esperado se produjera. Teniendo en cuenta que Jesús había dicho que esta generación no pasaría hasta que todas las cosas anunciadas por Él acontecieran (Mr 13:30; Lc 25:32), -es decir, que sucederían en vida de los que le escuchaban- se comprende que la fe de los creyentes pudiera verse conmovida con argumentos que pusieran en duda la verdad de su anuncio. Tanto más que Él había agregado: “Cielos y tierra pasarán pero mis palabras no pasarán.” (Mt 24:31)
Nótese, sin embargo, que si esta epístola hubiera sido escrita después del año 70, como algunos creen, Pedro no hubiera creído necesario desvirtuar con el elaborado argumento que sigue, las frases sarcásticas de los burladores, porque ese año la profecía de Jesús acerca de la gran tribulación que se abatiría sobre Jerusalén y la destrucción del templo –hasta no quedar piedra sobre piedra, Lc 21:5,6,20-24- tuvo un trágico y terrible cumplimiento. Sólo ha quedado pendiente la promesa de su retorno, que los creyentes aún seguimos aguardando esperanzados.

5-7. “Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.”
Estas palabras de Pedro son una referencia a la cosmogonía de los diez primeros versículos del Génesis –que era común a los demás pueblos de la antigüedad- y según la cual el mundo creado por la palabra surgió del agua sobre la cual flotaba el Espíritu de Dios (Gn 1:2). La tierra firme estaba rodeada por el agua que lamía sus orillas, por el agua que estaba encima del firmamento, y por el agua que estaba debajo de ella. Según esa concepción era perfectamente factible que las aguas que rodeaban la tierra por todos lados pudieran inundarla, destruyendo todo lo que existía sobre ella, como en efecto ocurrió en el diluvio.
Pero Pedro sugiere además una idea sumamente interesante: que el mundo actual está siendo preservado por la palabra de Dios, esto es, por la promesa solemne hecha a Noé de que las aguas no volverían a anegar el mundo, la cual fue sellada con la señal del arco iris que apareció entonces por primera vez (Gn 9:11-16). Esto no quita, sin embargo que el mundo pueda volver a ser destruido debido a la impiedad de los hombres, esta vez ya no por el agua, como ocurrió la primera vez, sino por el fuego del juicio final.
Entre una y otra destrucción existe un triple paralelo: la paciencia de Dios, el anuncio del juicio divino que no suscita arrepentimiento en la mayoría, y el castigo como consecuencia inevitable del endurecimiento de los corazones.
En efecto, tal como lo predijo Jesús, la impiedad llegará a su colmo en los últimos tiempos. Cada cual irá tras de sus propios devaneos, haciendo escarnio de todo lo que es santo y negando la misma existencia de Dios.
Eso es lo que estamos viendo en nuestros días. La religión (en sentido positivo) es decir, el culto a Dios y la fe, es objeto de burla, y la inmoralidad es elevada al rango de virtud. El aborto (ese crimen de crímenes) es promovido abiertamente y las prácticas más abominables, como la homosexualidad y la pederastia, son elogiadas y consideradas como dignas de respeto, inventándose toda clase de pretextos para justificarlas y condenando como intolerantes a quienes con toda razón las denuncian como aberraciones.

8,9. “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”
A las burlas de los que alegan que no se están cumpliendo los anuncios hechos por los profetas y por él mismo de que pronto sucederían las cosas que ha mencionado, Pedro contesta recordando que, según el salmo 90, para Dios “mil años son como un día” (vers. 4) y que los tiempos del Señor son muy diferentes a los nuestros.
El hombre es como la hierba y las flores del campo que hoy están lozanas y mañana desaparecen (Is 40:6,7). ¿Cómo puede el hombre comprender los propósitos de Dios que se desarrollan en el curso de siglos y eones? ¿Cómo puede comprender la forma cómo Dios dispone los acontecimientos para alcanzar los fines que Él se ha propuesto a fin de que el mayor número posible alcance los beneficios de su misericordia? Por eso añade enseguida para que lo tengamos bien en cuenta, que Dios no quiere que ninguno perezca (en las llamas del infierno, se entiende) sino que desea que el mayor número posible llegue a los pies de su Hijo, que derramó su sangre por ellos, y que se arrepientan de sus pecados para que sean salvos.
Aquí vemos pues cómo la justicia y la misericordia de Dios actúan estrechamente juntas, como los platillos de una balanza, la segunda atenuando los rigores de la primera. Nadie podrá decir en el día del juicio que no se le dio oportunidad para recapacitar, volver en sí y arrepentirse. Pero muchísimos son, lamentablemente, los que por propia decisión cierran sus oídos a los llamados de la voz de Dios o de su conciencia, y que al llegar el fin de sus días, se precipitan al infierno para estar para siempre en la compañía cruel de aquel a quien en su vida mortal sirvieron para mal propio y ajeno. ¡Oh triste fin de los insensatos que hacen del dinero, del poder, o de los placeres su dios! ¡Cuán terrible será su despertar cuando el velo de la carne que cubre sus ojos sea descorrido y contemplen lo que les espera en su cruda realidad! ¡Cuán terribles serán sus lamentos que Dios quiso evitarles, y que hubieran podido ser gritos de júbilo si lo hubieran deseado y hubieran escogido el camino recto!
Así como las distancias humanas son minúsculas comparadas con las del cosmos, los tiempos del hombre son minúsculos comparados con las perspectivas temporales en las que el Altísimo desarrolla sus planes. Por eso dice Isaías que los pensamientos de Dios no son como nuestros pensamientos, ni sus caminos como los nuestros (55:8,9).

Nota 1. No quiero dejar de mencionar, sin embargo, que hay por lo menos un erudito conservador que sostiene, con razones atendibles, que la carta a la que el autor se refiere implícitamente en este versículo no es la que conocemos como su primera epístola sino otra que puede haberse perdido.
2. Según A.T. Robinson y C. Tresmontant. Otros autores postulan que la carta fue escrita entre fines del primer siglo y mediados del segundo, lo que supone que no habría sido escrita por Pedro.

#552 (07.12.08) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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