LA VIDA Y LA PALABRA
Por
José Belaunde M.
PARA LEER
EL LIBRO DE PROVERBIOS I
Me había propuesto
escribir una introducción formal al libro de Proverbios, pero he descartado ese
proyecto pensando que podría ser demasiado teórico para la mayoría de mis
lectores. Sin embargo, he pensado que podría ser útil dar algunos alcances
generales acerca de este libro que puedan ilustrar a los lectores acerca del
origen e historia de la literatura sapiencial de Israel.
El
libro de Proverbios se llama en hebreo “Mislé
Shlomó”. (Los Proverbios de Salomón). Mislé
es el plural de Masal, palabra
cuyo significado básico es “comparación” y muchos de los proverbios son, en
efecto, comparaciones. Por eso el término se aplica también a las parábolas. La palabra española “proverbio” viene
del título Liber Proverbiorum que
Jerónimo le pone a este libro en su traducción de la Biblia al latín,
comúnmente llamada “Vulgata”.
El
libro consta de 31 capítulos. Siendo 31 los días del mes, esa división sugiere
que deba leerse un capítulo al día. Y eso es lo que yo he hecho durante años,
con gran provecho.
Aunque
se han propuesto diferentes divisiones del libro, la siguiente en siete secciones
es la más obvia:
1)
Capítulos 1 al 9. Esta sección se
distingue en que, aunque contenga algunos
proverbios propiamente dichos,
consiste principalmente en pequeños poemas.
2)
Los Proverbios de Salomón: 10:1
al 22:16.
3)
Los dichos de los sabios: 22:17
al 24:34.
4)
Más proverbios de Salomón (La
colección de Ezequías): 25:1 al 29:27.
5)
Las palabras de Agur: 30:1-33.
6)
Las palabras del rey Lemuel:
31:1-9.
7)
Elogio de la mujer virtuosa: 31:10-31.
(Nota)
En
cuanto a su autoría, el mismo libro atribuye buena parte de su contenido al rey
Salomón, de quien 1ªReyes 4:32 dice que compuso tres mil proverbios. Para
comenzar, el título de “Los Proverbios de Salomón”, que antecede a los nueve
primeros capítulos, indica que él fue su autor (Aunque hay quienes piensan que
ésta es una sección tardía, escrita por un autor posterior). Ese mismo título
se registra en el encabezamiento del capítulo 10, por lo que habría que suponer
que Salomón es el autor de su contenido hasta el capítulo 29, con excepción de
la corta sección 24:23-34, que el texto atribuye a los sabios, a la que habría
que añadir la sección que empieza en 22:17 y que es de extensión indeterminada.
La
anotación con que se inicia la 4ta sección (caps. 25 al 29) señala que su texto
corresponde a una colección salomónica hecha por los consejeros del rey Ezequías.
Por
último debe mencionarse dos personajes de los que no se tiene dato alguno: Agur
y Lemuel, autores de las secciones 5 y 6 del libro.
Es
posible que Agur fuera un jefe tribal de Arabia, y que sus palabras terminen en
el vers. 14, y no en el vers. 33, como se indicó arriba, en cuyo caso los
versículos numéricos que figuran entre el ver. 15 y el 33, serían de un autor
israelita.
Nada
se sabe del rey Lemuel, pero lo singular del corto pasaje que lleva su nombre
es que se trata de consejos que le da su madre, y que enseguida venga el Elogio
de la Mujer Virtuosa. Algunos piensan que Lemuel es un pseudónimo de Salomón.
De ser cierta esa conjetura el famoso rey podría ser el autor de las dos
últimas secciones. Pero de no serlo, esas dos secciones provendrían de autores
no israelitas.
Por
lo que se refiere a la fecha de composición del libro sólo tenemos dos
referencias seguras: el reinado de Salomón (siglo X), y el reinado de Ezequías
(siglo VII).
El
libro de Proverbios se enmarca dentro del movimiento de literatura sapiencial
que floreció en la antigüedad, y es innegable que sus dichos sufrieron la
influencia de la sabiduría oriental, aunque la influencia debe haber sido
también mutua.
Se
ha señalado, por ejemplo, la semejanza que guarda el comienzo de la sección 3
(22:17 hasta 23:11) con las instrucciones del sabio egipcio Amenenope, que datarían
del año 1000, si no antes. Pero no hay acuerdo sobre quién influyó en quién,
aunque descubrimientos recientes podrían confirmar que la colección egipcia es
anterior.
Se
han encontrado dos colecciones de aforismos sumerios, que serían anteriores a
los dichos de Amenenope. Citaré un ejemplo: “Construye como un señor, anda por
ahí como un esclavo; construye como un esclavo, anda por ahí como un señor.”
Se
ha mencionado la semejanza de algunos proverbios (en particular los prov.
24:17; 25:17; 27:10) con algunos dichos de Ahikar, el famoso consejero del rey
asirio Senaquerib (siglo VII), cuyo libro se ha conservado.
Derek
Kidner señala que “la Biblia alude a menudo a la sabiduría y a los sabios de
los pueblos vecinos de Israel, particularmente a los de Egipto (Hch 7:22; 1R
4:30; Is 19:11,12), de Edom y Arabia (Jr 49:7; Abd 8; 1R 4:30), de Babilonia
(Is 47:10; Dn 1:4,20, etc.), y de Fenicia (Ez 28:3ss; Zc 9:2).”
Es un hecho conocido que la fama de la
sabiduría del rey Salomón fue extensa y que alcanzó al reino africano de Saba,
cuya soberana viajó desde su lejano país para conocer al famoso rey (1R
10:1-13). Pero ella no fue la única (1R 4:34).
Salomón
mismo se rodeó de consejeros sabios (2Cro 10: 6-8), como hizo también su padre
David (2Sm 16:23; 17:14). Pero como sabemos por el libro de Crónicas, el hijo y
sucesor de Salomón, Roboam, en lugar de seguir el sabio consejo de los ancianos
que habían estado con su padre, prefirió seguir el desacertado consejo de los
jóvenes inexpertos que estaban con él, provocando de esa manera la rebelión de
las diez tribus del Norte, y la división del reino (2Cro 10).
La
sabiduría popular de todos los países se expresa con frecuencia en refranes
sencillos, pero elocuentes, como por ejemplo: “Del dicho al hecho hay mucho
trecho.” O “Quien mucho abarca, poco aprieta.”
Ése
es un fenómeno que se da en casi todas las culturas. Se han publicado, por
ejemplo, estudios acerca de los refranes populares africanos, que contienen
pequeñas joyas, como las siguientes: “El silencio prolongado tiene una voz
potente.” O “Es la paciencia la que te saca de la red.” O “El que se casa con
una mujer bonita, se casa con un problema.”
El
investigador y sinólogo peruano Guillermo Dañino, ha publicado una colección de
mil proverbios chinos, algunos de los cuales tienen afinidad con alguno del
libro de Proverbios. Por ejemplo: “En compañía de los buenos se aprende la
bondad; acompáñate con un tigre y aprenderás a morder”, se asemeja a “El que anda con sabios, sabio será; mas el
que se junta con necios, será quebrantado.” (13:20). (La Abeja Diligente
está en Internet)
Este
proverbio chino: “Con dinero eres un dragón; sin él eres un gusano”, expresa la
misma idea en otro contexto que el siguiente proverbio: “El pobre es odioso aun a su amigo; pero muchos son los que aman al
rico.” (14:20).
Por
eso no debe extrañarnos que en el Antiguo Testamento se encuentren proverbios
fuera del libro de ese nombre, como por ejemplo: “Como es el varón, tal es su fuerza (o su valentía)”·(Jc 8:21).
En el diálogo que Sansón entabla con los
30 jóvenes de Timnat durante sus bodas con una muchacha del lugar, él los reta
a resolver un enigma, que en realidad es un proverbio: “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.” (Jc
14:14) Después de arrancarle a la novia la solución, ellos le contestan también
en forma de proverbio: “¿Qué cosa más
dulce que la miel, y qué cosa más fuerte que el león?” Pero Sansón ha
comprendido bien cómo obtuvieron la respuesta, y les contesta también con un
proverbio: “Si no araseis con mi novilla,
nunca hubierais descubierto mi enigma.” (v. 18). Este diálogo nos muestra
hasta qué punto el estilo proverbial se había extendido en el Oriente, también
entre los paganos, y formaba parte del lenguaje coloquial.
Hay un episodio en la vida de Samuel, en
que Saúl, después de haber sido ungido por el profeta como rey de Israel, se
encuentra con una compañía de profetas y empieza a profetizar como ellos: “Por esta causa se hizo proverbio: ¿También
Saúl entre los profetas?” (1Sm 10:12).
Cuando el profeta va a ungir a un hijo
de Isaí como rey de Israel en reemplazo de Saúl, que ha sido desechado, Dios le
habla en forma de proverbio: “El hombre
mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1Sm
16:7).
Cuando David le perdona la vida a Saúl
que lo persigue, para explicar su clemencia le dice: “Como dice el proverbio de los antiguos: ‘De la boca del impío saldrá
la impiedad’”, pero mi mano no será contra ti. (1Sm 24:13).
En otra ocasión el rey de Israel manda
decir a su par de Siria: “No se alabe
tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe.” (1R 20:11), citando
sin duda un proverbio popular, como diciendo: No te jactes de la victoria antes
de que concluya la batalla.
El proverbio se presta para la sátira en
el uso popular, como hemos visto ya en el caso de Sansón. Cuando Jeremías
profetiza acerca de la restauración futura de Israel, él declara acerca del desobediente
rey Sedequías y de su séquito: “Los daré
por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra, por ejemplo, por
proverbio y por maldición…” (Jr 24:9). En el mismo sentido el salmista se
queja: “Nos pusiste por proverbio entre
las naciones…” (Sal 44:14, pero léase todo el contexto; cf Sal 69:11).
En los libros proféticos es frecuente
encontrar proverbios populares, como éste que citan tanto Jeremías como
Ezequiel: “Los padres comieron las uvas
agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera.” (Jr 31:29; Ez 18:2).
En Isaías leemos: “Los hijos han llegado al punto de nacer, pero la que da a luz no tiene
fuerzas.” (37:3). En Jeremías también leemos: “¿Mudará el etíope su piel y el leopardo sus manchas? (13:23), que
corresponde a nuestro refrán “Genio y figura hasta la sepultura.”
En Oseas leemos: “Sembraron vientos y cosecharon tempestades.” (8:7), de donde se
deriva un conocido refrán español.
Pero es sobre todo en Eclesiastés, así
como en el libro de Job y en los salmos, donde se encuentran abundantes
proverbios, especialmente en el primer libro nombrado. De hecho Eclesiastés es
un libro de proverbios que a veces se convierten en poemas: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor
paga de su trabajo.” (4:9, pero léase hasta el vers. 12). Son tantos los
proverbios en Qohelet que sería imposible citarlos en tan corto espacio. Me
limitaré a citar uno más: “Echa tu pan
sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás.” (11:1).
En el libro de Job los proverbios están
esparcidos a lo largo de su texto. Citaré sólo tres para no alargarme
demasiado: “He aquí el temor del Señor es
la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia.” (28:28). Zofar, uno
de los tres amigos que vienen supuestamente a consolar a Job, lo insulta al
decir: “El hombre vano se hará entendido
cuando un pollino de asno montés nazca hombre.” (11:12). Cuando el cuarto
consolador, Eliú, empieza a hablar, para justificar su intervención siendo
joven, entre otras cosas dice: “Ciertamente
espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente, le hace que entienda.” (32:8).
En el libro de los Salmos se encuentran
también con frecuencia proverbios. Por ejemplo, el salmo 127 está casi todo
constituido por una serie de proverbios: “Si
Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no
guardare la ciudad, en vano vela la guardia.” (v. 1). Y más adelante: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
cosa de estima el fruto del vientre.” (v. 3,4).
En el salmo 119 se hallan también
numerosos proverbios: “¿Con qué limpiará
el joven su camino? Con guardar tu palabra.” (v. 9). “Lámpara es a mis pies es tu palabra, y lumbrera a mi camino.” (v.
105). Pero véase también los vers. 67,71,75, entre otros.
El salmo 37 está lleno de proverbios
desde los dos vers. iniciales: “No te
impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen
iniquidad; porque como la hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde
se secarán.” O el siguiente: “Encomienda
a Jehová tu camino; confía en Él y Él hará.” (v. 5). ¡Qué verdad tan
consoladora!
El escrito apócrifo, o deuterocanónico,
Sirácida (que en la antigüedad se llamaba Eclesiástico, por lo popular que era
en la iglesia, razón por la cual los rabinos prohibieron que se le citara,
después de haberlo estimado tanto) rivaliza con el libro de Proverbios en el
número de dichos tanto prácticos como profundos. Pero más allá de los paralelos
que existen entre textos del Sirácida y del Nuevo Testamento, es indudable que
el libro era bien conocido y apreciado por Jesús y por los apóstoles.
Citaré algunos ejemplos: “Perdona a tu prójimo la injuria, y tus
pecados a tus ruegos te serán perdonados.” (Sir 28:2; cf Mt 6:12,14,15; Mr
11:25,26). “Sé pronto para oír y lento
para responder.” (Sir 5:13), que puede ser comparado con St 1:19: “…todo hombre sea pronto para oír, tardo
para hablar…”
“No
seas hablador en asamblea de ancianos, ni multipliques en la oración tus
palabras.” (Sir 7:15). Jesús dirá: “Y orando no uséis vanas repeticiones, como
los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.” (Mt 6:7).
Por último hay que señalar que Jesús enseñaba
con mucha frecuencia en estilo proverbial. Con Él ese modo de expresión llega a
su más alta perfección, tanto en lo que se refiere al proverbio mismo, en
sentido estricto, como en su ampliación en forma de parábolas. De hecho,
algunas de sus frases están tan llenas de sabiduría, y son tan acertadas en su
formulación, que han sido incorporadas al habla común, como es el caso, por
ejemplo, de frases como: “andar la milla extra” (Mt 5:41), o “dar la otra mejilla”
(Mt 5:39), o “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:16).
El Sermón del Monte está lleno de
proverbios: “No juzguéis para que no
seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la
medida con que medís, os será medido.” (Mt 7:1,2). O, “Nadie puede servir a dos señores…” (Mt 6:24). O, “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis;
llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca,
halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mt 7:7,8).
Pero
también se encuentran muchos proverbios fuera de ese marco: “De la abundancia del corazón habla la
boca.” (Mt 12:34). O, “El obrero es
digno de su salario.” (Lc 10:7), que Pablo cita como Escritura (1Co 9:14),
hecho histórico muy significativo.
En
los escritos de los apóstoles se encuentran también frases que tienen un
carácter proverbial: “Y si la trompeta
diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (1Cor 14:8).
0, “Todas las cosas son puras para los
puros.” (Tt 1:15a).
De hecho, las epístolas del Nuevo
Testamento citan con frecuencia proverbios: Rm 3:15 cita Pr 1:16; Hb 12:5,6
cita Pr 3:11,12; St 4:6, y 1P 5:5 citan Pr 3:34; 1P 4:8 cita Pr 10:12; Rm 12:20
cita Pr 25:21,22; 2P 2:22 cita Pr 26:11.
Los rabinos judíos continuaron con la
tradición proverbial, quizá, en parte, estimulados por el ejemplo de Jesús, a
quien, es cierto, odiaban, pero en secreto admiraban. El “Pirké Abot” (“Dichos
de los Padres”, que forma parte de la Mishná) contiene muchos proverbios interesantes.
Citaré algunos de mis preferidos: “Ten cuidado con los que gobiernan, porque no
se hacen amigos de nadie, sino para satisfacer sus propios intereses; parecen
ser amigos cuando les conviene, pero no permanecen a tu lado cuando estás en
dificultades.” Este dicho parece inspirado en nuestra política.
“Haz Su voluntad como si fuera la tuya,
para que Él haga tu voluntad como si fuera la suya.” “No juzgues a tu camarada
hasta que hayas estado en su lugar.”
Hillel decía: “Cuanto más carne, más
gusanos; cuanto más posesiones, más preocupaciones; cuanto más esposas, más
brujería; cuanto más sirvientas, más inmodestia; cuanto más esclavos, más
robos; cuanto más torá, más vida; cuanto más compañía de sabios, más sabiduría;
cuanto más consejo, más entendimiento; cuanto más caridad, más paz.”
Los proverbios del Talmud suelen ser
concisos, y condensan su mensaje en pocas palabras. He aquí algunos ejemplos:
“Los ancianos para el consejo, los jóvenes para la guerra.” “La pobreza corre
detrás del pobre, y la riqueza detrás del rico.” Esto parece inspirado en la
frase de Jesús: “Porque al que tiene, le
será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” (Mt
25:29). “El mendigo hace más por el dador, que el dador por el mendigo”, lo que
también recuerda una frase de Jesús., que Pablo cita: “Es más bienaventurado dar que recibir.” (Hch 20:35).
“Ama más al que te muestra tus faltas
que al que te alaba.” En la práctica odiamos al primero, y amamos al segundo.
“Una palabra vale un denario; el silencio vale dos”, que recuerda el conocido
refrán español: “El silencio es oro.”
En la literatura judeo-germánica (en
Yidish), hay también algunos proverbios interesantes: “Un sendero conduce al
paraíso, pero mil al infierno.” “Diez enemigos no pueden hacerle tanto daño a
un hombre, como el que uno se hace a sí mismo.” “Los necios suelen tener
esposas bonitas”, que nos recuerda el proverbio africano citado al comienzo. O,
“Mejor arruinado diez veces, que muerto una.” Y éste, que es mi favorito:
“Todos los hombres saben que han de morir, pero ninguno lo cree.”
Nota:
Las tres últimas secciones son en
realidad apéndices.
Amado lector: Si tú nunca has recibido al Señor mediante un acto
voluntario y conciente de fe, yo te invito a hacerlo en este momento, diciendo la
siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#849 (28.09.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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