viernes, 24 de octubre de 2014

PARA LEER EL LIBRO DE PROVERBIOS I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PARA LEER EL LIBRO DE PROVERBIOS I
Me había propuesto escribir una introducción formal al libro de Proverbios, pero he descartado ese proyecto pensando que podría ser demasiado teórico para la mayoría de mis lectores. Sin embargo, he pensado que podría ser útil dar algunos alcances generales acerca de este libro que puedan ilustrar a los lectores acerca del origen e historia de la literatura sapiencial de Israel.
El libro de Proverbios se llama en hebreo “Mislé Shlomó”. (Los Proverbios de Salomón). Mislé es el plural de Masal, palabra cuyo significado básico es “comparación” y muchos de los proverbios son, en efecto, comparaciones. Por eso el término se aplica también a las parábolas. La palabra española “proverbio” viene del título Liber Proverbiorum que Jerónimo le pone a este libro en su traducción de la Biblia al latín, comúnmente llamada “Vulgata”.
El libro consta de 31 capítulos. Siendo 31 los días del mes, esa división sugiere que deba leerse un capítulo al día. Y eso es lo que yo he hecho durante años, con gran provecho.
Aunque se han propuesto diferentes divisiones del libro, la siguiente en siete secciones es la más obvia:
1)        Capítulos 1 al 9. Esta sección se distingue en que, aunque contenga algunos
           proverbios propiamente dichos, consiste principalmente en pequeños poemas.
2)        Los Proverbios de Salomón: 10:1 al 22:16.
3)        Los dichos de los sabios: 22:17 al 24:34.
4)        Más proverbios de Salomón (La colección de Ezequías): 25:1 al 29:27.
5)        Las palabras de Agur: 30:1-33.
6)        Las palabras del rey Lemuel: 31:1-9.
7)        Elogio de la mujer virtuosa: 31:10-31. (Nota)
En cuanto a su autoría, el mismo libro atribuye buena parte de su contenido al rey Salomón, de quien 1ªReyes 4:32 dice que compuso tres mil proverbios. Para comenzar, el título de “Los Proverbios de Salomón”, que antecede a los nueve primeros capítulos, indica que él fue su autor (Aunque hay quienes piensan que ésta es una sección tardía, escrita por un autor posterior). Ese mismo título se registra en el encabezamiento del capítulo 10, por lo que habría que suponer que Salomón es el autor de su contenido hasta el capítulo 29, con excepción de la corta sección 24:23-34, que el texto atribuye a los sabios, a la que habría que añadir la sección que empieza en 22:17 y que es de extensión indeterminada.
La anotación con que se inicia la 4ta sección (caps. 25 al 29) señala que su texto corresponde a una colección salomónica hecha por los consejeros del rey Ezequías.
Por último debe mencionarse dos personajes de los que no se tiene dato alguno: Agur y Lemuel, autores de las secciones 5 y 6 del libro.
Es posible que Agur fuera un jefe tribal de Arabia, y que sus palabras terminen en el vers. 14, y no en el vers. 33, como se indicó arriba, en cuyo caso los versículos numéricos que figuran entre el ver. 15 y el 33, serían de un autor israelita.
Nada se sabe del rey Lemuel, pero lo singular del corto pasaje que lleva su nombre es que se trata de consejos que le da su madre, y que enseguida venga el Elogio de la Mujer Virtuosa. Algunos piensan que Lemuel es un pseudónimo de Salomón. De ser cierta esa conjetura el famoso rey podría ser el autor de las dos últimas secciones. Pero de no serlo, esas dos secciones provendrían de autores no israelitas.
Por lo que se refiere a la fecha de composición del libro sólo tenemos dos referencias seguras: el reinado de Salomón (siglo X), y el reinado de Ezequías (siglo VII).
El libro de Proverbios se enmarca dentro del movimiento de literatura sapiencial que floreció en la antigüedad, y es innegable que sus dichos sufrieron la influencia de la sabiduría oriental, aunque la influencia debe haber sido también mutua.
Se ha señalado, por ejemplo, la semejanza que guarda el comienzo de la sección 3 (22:17 hasta 23:11) con las instrucciones del sabio egipcio Amenenope, que datarían del año 1000, si no antes. Pero no hay acuerdo sobre quién influyó en quién, aunque descubrimientos recientes podrían confirmar que la colección egipcia es anterior.
Se han encontrado dos colecciones de aforismos sumerios, que serían anteriores a los dichos de Amenenope. Citaré un ejemplo: “Construye como un señor, anda por ahí como un esclavo; construye como un esclavo, anda por ahí como un señor.”
Se ha mencionado la semejanza de algunos proverbios (en particular los prov. 24:17; 25:17; 27:10) con algunos dichos de Ahikar, el famoso consejero del rey asirio Senaquerib (siglo VII), cuyo libro se ha conservado.
Derek Kidner señala que “la Biblia alude a menudo a la sabiduría y a los sabios de los pueblos vecinos de Israel, particularmente a los de Egipto (Hch 7:22; 1R 4:30; Is 19:11,12), de Edom y Arabia (Jr 49:7; Abd 8; 1R 4:30), de Babilonia (Is 47:10; Dn 1:4,20, etc.), y de Fenicia (Ez 28:3ss; Zc 9:2).”
        Es un hecho conocido que la fama de la sabiduría del rey Salomón fue extensa y que alcanzó al reino africano de Saba, cuya soberana viajó desde su lejano país para conocer al famoso rey (1R 10:1-13). Pero ella no fue la única (1R 4:34).
Salomón mismo se rodeó de consejeros sabios (2Cro 10: 6-8), como hizo también su padre David (2Sm 16:23; 17:14). Pero como sabemos por el libro de Crónicas, el hijo y sucesor de Salomón, Roboam, en lugar de seguir el sabio consejo de los ancianos que habían estado con su padre, prefirió seguir el desacertado consejo de los jóvenes inexpertos que estaban con él, provocando de esa manera la rebelión de las diez tribus del Norte, y la división del reino (2Cro 10).
La sabiduría popular de todos los países se expresa con frecuencia en refranes sencillos, pero elocuentes, como por ejemplo: “Del dicho al hecho hay mucho trecho.” O “Quien mucho abarca, poco aprieta.”
Ése es un fenómeno que se da en casi todas las culturas. Se han publicado, por ejemplo, estudios acerca de los refranes populares africanos, que contienen pequeñas joyas, como las siguientes: “El silencio prolongado tiene una voz potente.” O “Es la paciencia la que te saca de la red.” O “El que se casa con una mujer bonita, se casa con un problema.”
El investigador y sinólogo peruano Guillermo Dañino, ha publicado una colección de mil proverbios chinos, algunos de los cuales tienen afinidad con alguno del libro de Proverbios. Por ejemplo: “En compañía de los buenos se aprende la bondad; acompáñate con un tigre y aprenderás a morder”, se asemeja a “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios, será quebrantado.” (13:20). (La Abeja Diligente está en Internet)
Este proverbio chino: “Con dinero eres un dragón; sin él eres un gusano”, expresa la misma idea en otro contexto que el siguiente proverbio: “El pobre es odioso aun a su amigo; pero muchos son los que aman al rico.” (14:20).
       Por eso no debe extrañarnos que en el Antiguo Testamento se encuentren proverbios fuera del libro de ese nombre, como por ejemplo: “Como es el varón, tal es su fuerza (o su valentía)”·(Jc 8:21).
       En el diálogo que Sansón entabla con los 30 jóvenes de Timnat durante sus bodas con una muchacha del lugar, él los reta a resolver un enigma, que en realidad es un proverbio: “Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura.” (Jc 14:14) Después de arrancarle a la novia la solución, ellos le contestan también en forma de proverbio: “¿Qué cosa más dulce que la miel, y qué cosa más fuerte que el león?” Pero Sansón ha comprendido bien cómo obtuvieron la respuesta, y les contesta también con un proverbio: “Si no araseis con mi novilla, nunca hubierais descubierto mi enigma.” (v. 18). Este diálogo nos muestra hasta qué punto el estilo proverbial se había extendido en el Oriente, también entre los paganos, y formaba parte del lenguaje coloquial.
       Hay un episodio en la vida de Samuel, en que Saúl, después de haber sido ungido por el profeta como rey de Israel, se encuentra con una compañía de profetas y empieza a profetizar como ellos: “Por esta causa se hizo proverbio: ¿También Saúl entre los profetas?” (1Sm 10:12).
       Cuando el profeta va a ungir a un hijo de Isaí como rey de Israel en reemplazo de Saúl, que ha sido desechado, Dios le habla en forma de proverbio: “El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1Sm 16:7).
       Cuando David le perdona la vida a Saúl que lo persigue, para explicar su clemencia le dice: “Como dice el proverbio de los antiguos: ‘De la boca del impío saldrá la impiedad’”, pero mi mano no será contra ti. (1Sm 24:13).
       En otra ocasión el rey de Israel manda decir a su par de Siria: “No se alabe tanto el que se ciñe las armas, como el que las desciñe.” (1R 20:11), citando sin duda un proverbio popular, como diciendo: No te jactes de la victoria antes de que concluya la batalla.
       El proverbio se presta para la sátira en el uso popular, como hemos visto ya en el caso de Sansón. Cuando Jeremías profetiza acerca de la restauración futura de Israel, él declara acerca del desobediente rey Sedequías y de su séquito: “Los daré por escarnio y por mal a todos los reinos de la tierra, por ejemplo, por proverbio y por maldición…” (Jr 24:9). En el mismo sentido el salmista se queja: “Nos pusiste por proverbio entre las naciones…” (Sal 44:14, pero léase todo el contexto; cf Sal 69:11).
       En los libros proféticos es frecuente encontrar proverbios populares, como éste que citan tanto Jeremías como Ezequiel: “Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera.” (Jr 31:29; Ez 18:2).
       En Isaías leemos: “Los hijos han llegado al punto de nacer, pero la que da a luz no tiene fuerzas.” (37:3). En Jeremías también leemos: “¿Mudará el etíope su piel y el leopardo sus manchas? (13:23), que corresponde a nuestro refrán “Genio y figura hasta la sepultura.”
        En Oseas leemos: “Sembraron vientos y cosecharon tempestades.” (8:7), de donde se deriva un conocido refrán español.
       Pero es sobre todo en Eclesiastés, así como en el libro de Job y en los salmos, donde se encuentran abundantes proverbios, especialmente en el primer libro nombrado. De hecho Eclesiastés es un libro de proverbios que a veces se convierten en poemas: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.” (4:9, pero léase hasta el vers. 12). Son tantos los proverbios en Qohelet que sería imposible citarlos en tan corto espacio. Me limitaré a citar uno más: “Echa tu pan sobre las aguas, porque después de muchos días lo hallarás.” (11:1).
        En el libro de Job los proverbios están esparcidos a lo largo de su texto. Citaré sólo tres para no alargarme demasiado: “He aquí el temor del Señor es la sabiduría, y el apartarse del mal la inteligencia.” (28:28). Zofar, uno de los tres amigos que vienen supuestamente a consolar a Job, lo insulta al decir: “El hombre vano se hará entendido cuando un pollino de asno montés nazca hombre.” (11:12). Cuando el cuarto consolador, Eliú, empieza a hablar, para justificar su intervención siendo joven, entre otras cosas dice: “Ciertamente espíritu hay en el hombre, y el soplo del Omnipotente, le hace que entienda.” (32:8).
        En el libro de los Salmos se encuentran también con frecuencia proverbios. Por ejemplo, el salmo 127 está casi todo constituido por una serie de proverbios: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican. Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia.” (v. 1). Y más adelante: “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” (v. 3,4).
       En el salmo 119 se hallan también numerosos proverbios: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.” (v. 9). “Lámpara es a mis pies es tu palabra, y lumbrera a mi camino.” (v. 105). Pero véase también los vers. 67,71,75, entre otros.
       El salmo 37 está lleno de proverbios desde los dos vers. iniciales: “No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad; porque como la hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán.” O el siguiente: “Encomienda a Jehová tu camino; confía en Él y Él hará.” (v. 5). ¡Qué verdad tan consoladora!
       El escrito apócrifo, o deuterocanónico, Sirácida (que en la antigüedad se llamaba Eclesiástico, por lo popular que era en la iglesia, razón por la cual los rabinos prohibieron que se le citara, después de haberlo estimado tanto) rivaliza con el libro de Proverbios en el número de dichos tanto prácticos como profundos. Pero más allá de los paralelos que existen entre textos del Sirácida y del Nuevo Testamento, es indudable que el libro era bien conocido y apreciado por Jesús y por los apóstoles.
       Citaré algunos ejemplos: “Perdona a tu prójimo la injuria, y tus pecados a tus ruegos te serán perdonados.” (Sir 28:2; cf Mt 6:12,14,15; Mr 11:25,26). “Sé pronto para oír y lento para responder.” (Sir 5:13), que puede ser comparado con St 1:19: “…todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar…”
       “No seas hablador en asamblea de ancianos, ni multipliques en la oración tus palabras.” (Sir 7:15). Jesús dirá: “Y orando no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.” (Mt 6:7).
        Por último hay que señalar que Jesús enseñaba con mucha frecuencia en estilo proverbial. Con Él ese modo de expresión llega a su más alta perfección, tanto en lo que se refiere al proverbio mismo, en sentido estricto, como en su ampliación en forma de parábolas. De hecho, algunas de sus frases están tan llenas de sabiduría, y son tan acertadas en su formulación, que han sido incorporadas al habla común, como es el caso, por ejemplo, de frases como: “andar la milla extra” (Mt 5:41), o “dar la otra mejilla” (Mt 5:39), o “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7:16).
       El Sermón del Monte está lleno de proverbios: “No juzguéis para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido.” (Mt 7:1,2). O, “Nadie puede servir a dos señores…” (Mt 6:24). O, “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (Mt 7:7,8).
       Pero también se encuentran muchos proverbios fuera de ese marco: “De la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34). O, “El obrero es digno de su salario.” (Lc 10:7), que Pablo cita como Escritura (1Co 9:14), hecho histórico muy significativo.
       En los escritos de los apóstoles se encuentran también frases que tienen un carácter proverbial: “Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” (1Cor 14:8). 0, “Todas las cosas son puras para los puros.” (Tt 1:15a).
       De hecho, las epístolas del Nuevo Testamento citan con frecuencia proverbios: Rm 3:15 cita Pr 1:16; Hb 12:5,6 cita Pr 3:11,12; St 4:6, y 1P 5:5 citan Pr 3:34; 1P 4:8 cita Pr 10:12; Rm 12:20 cita Pr 25:21,22; 2P 2:22 cita Pr 26:11.
       Los rabinos judíos continuaron con la tradición proverbial, quizá, en parte, estimulados por el ejemplo de Jesús, a quien, es cierto, odiaban, pero en secreto admiraban. El “Pirké Abot” (“Dichos de los Padres”, que forma parte de la Mishná) contiene muchos proverbios interesantes. Citaré algunos de mis preferidos: “Ten cuidado con los que gobiernan, porque no se hacen amigos de nadie, sino para satisfacer sus propios intereses; parecen ser amigos cuando les conviene, pero no permanecen a tu lado cuando estás en dificultades.” Este dicho parece inspirado en nuestra política.
       “Haz Su voluntad como si fuera la tuya, para que Él haga tu voluntad como si fuera la suya.” “No juzgues a tu camarada hasta que hayas estado en su lugar.”
       Hillel decía: “Cuanto más carne, más gusanos; cuanto más posesiones, más preocupaciones; cuanto más esposas, más brujería; cuanto más sirvientas, más inmodestia; cuanto más esclavos, más robos; cuanto más torá, más vida; cuanto más compañía de sabios, más sabiduría; cuanto más consejo, más entendimiento; cuanto más caridad, más paz.”
       Los proverbios del Talmud suelen ser concisos, y condensan su mensaje en pocas palabras. He aquí algunos ejemplos: “Los ancianos para el consejo, los jóvenes para la guerra.” “La pobreza corre detrás del pobre, y la riqueza detrás del rico.” Esto parece inspirado en la frase de Jesús: “Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.” (Mt 25:29). “El mendigo hace más por el dador, que el dador por el mendigo”, lo que también recuerda una frase de Jesús., que Pablo cita: “Es más bienaventurado dar que recibir.” (Hch 20:35).
        “Ama más al que te muestra tus faltas que al que te alaba.” En la práctica odiamos al primero, y amamos al segundo. “Una palabra vale un denario; el silencio vale dos”, que recuerda el conocido refrán español: “El silencio es oro.”
        En la literatura judeo-germánica (en Yidish), hay también algunos proverbios interesantes: “Un sendero conduce al paraíso, pero mil al infierno.” “Diez enemigos no pueden hacerle tanto daño a un hombre, como el que uno se hace a sí mismo.” “Los necios suelen tener esposas bonitas”, que nos recuerda el proverbio africano citado al comienzo. O, “Mejor arruinado diez veces, que muerto una.” Y éste, que es mi favorito: “Todos los hombres saben que han de morir, pero ninguno lo cree.”
Nota: Las tres últimas  secciones son en realidad apéndices.
Amado lector: Si tú nunca has recibido al Señor mediante un acto voluntario y conciente de fe, yo te invito a hacerlo en este momento, diciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#849 (28.09.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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