Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que Perduran en el Tiempo
Una sabiduría antigua
y preciosa regía la vestimenta
femenina que
era tradicional, y lo es aún, en algunos pueblos del Medio
Oriente, la cual cubría totalmente el cuerpo de la mujer y, siendo holgada,
disimulaba su atractivo físico. Esa vestimenta puede verse todavía en algunos
países musulmanes, pero era la vestimenta femenina tradicional entre los
hebreos, y fue la de las mujeres cristianas durante los primeros siglos.
(Naturalmente no se pueden reproducir en nuestros tiempos
las modas del pasado, pero los principios de pudor y recato que regían esa
vestimenta siguen siendo válidos en el presente. No es necesario ni conveniente
que la mujer cristiana se presente ante el mundo vestida de una manera que
llame demasiado la atención por lo fuera de común o lo atractivo, aunque es
normal que la muchacha soltera desee atraer las miradas de los jóvenes
solteros. Pero la discreción y el buen gusto pueden guiarla para hacerlo de una
manera conforme a las palabras de Pedro: "Vuestro
atavío no sea el externo de peinados ostentosos...sino el interno, el del
corazón..." (1P 3:3,4)].
Estos resguardos de la pureza del
matrimonio de que estoy hablando tienen sentido porque el matrimonio es un
pacto que no sólo tiene a Dios por testigo, sino que además, lo tiene por
garante… Dios es el garante del pacto que contraen marido y mujer al casarse, y
cualquiera de los dos puede acudir a Dios para exigir el cumplimiento de sus
cláusulas en el caso de que uno de ellos las incumpla: "Porque el Señor es testigo entre ti y la mujer de tu
juventud..." dice Malaquías en el pasaje que he citado (2:14-16).
El
divorcio atenta contra el carácter sagrado del matrimonio. Rompe la unidad
irrevocable con que Dios ha querido que hombre y mujer se unan en pacto perpetuo:
"...dejará el hombre a su padre y
a su madre y se unirá a su mujer, y se harán un sola carne." (Gn
2:24). Jesús añadió: "...lo que
Dios ha unido que no lo separe el hombre." (Mr 10:9). Si son uno
solo ¿cómo pueden separarse? Dios ha sellado con su pueblo un nuevo pacto que
es irrevocable, perpetuo. Este pacto es imagen del pacto que une al marido con
su mujer. ¿Cómo podría ese pacto romperse? Por eso es que en la ceremonia de
todos los matrimonios cristianos figura esa frase con la que los esposos se
juran uno al otro amarse "hasta que la muerte nos separe". Si esas
palabras no son pronunciadas con todo el corazón, si uno de los dos tiene una
reserva mental sobre el carácter "hasta la muerte" de su compromiso,
si está pensando de antemano que podría quizá algún día romperlo, su matrimonio
es un engaño, es inválido. Está casado ante los hombres, pero en su fuero
interno, y ante los ojos de Dios que lo ve todo, es un fornicario. (A menos que
más adelante cambie la intención de su corazón).
(Págs 31 y 32. Editores Verdad y Presencia, Av.
Petit Thouars 1191, Santa Beatriz, Lima, Tel 4712178)
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