martes, 8 de julio de 2014

EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA
Los partidos de fútbol son una metáfora de la vida.

 El adolescente es como un equipo que sale a la cancha y está haciendo ejercicios de calentamiento antes de que el árbitro toque el pito para iniciar el juego.
Cuando sale del colegio se inicia el partido. Los muchachos están llenos de impulso, de energía, de vida y deseos de triunfar.
El adolescente tiene dos tiempos por delante para ganar o perder, para meter goles o que se los metan. Cuenta con una barra que lo apoya y con otra que le es contraria: sus padres y amigos de un lado; sus rivales y enemigos, del otro.
Los goles que quiere anotar son las metas que se propone alcanzar en los años que tiene por delante.

Para meter esos goles necesita tener una estrategia de juego que tome en cuenta las condiciones de la cancha así como las fortalezas y las debilidades del adversario. Es decir, no sólo sus propias condiciones sino también las circunstancias concretas con las que se tiene que enfrentar, las ventajas y desventajas de su entorno, las dificultades y las facilidades que encuentre en la vida.
Los padres lo pueden ayudar y aconsejar, pero los goles los tiene que meter él.
Al frente está el guardameta, rodeado de los defensas, que tratarán de impedir que la pelota penetre en el arco. Ya sabemos quién es el guardameta y sus defensas. Es el enemigo de siempre que trata de frustrar nuestros planes y robarnos el éxito, junto con la esperanza (Jn 10:10).
A medida que transcurre el primer tiempo el marcador va señalando los goles anotados. Llega la mitad del primer tiempo y quizá le han metido un par de goles al muchacho y él todavía no ha metido ninguno.
O pudiera ser que él mismo, en un momento de atolondramiento se  metió un autogol y cuando quiere recuperarse lo "faulean". Alguien le ha serruchado el piso en el trabajo, o lo calumniaron y lo botan. Sigue moviéndose el minutero, vuelan las hojas del calendario, pero él todavía no obtiene nada. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Se agita, empieza a sudar angustiado. Todavía le quedan 15 minutos para voltear el marcador, o siquiera para empatar.
¡Tiempo! grita el árbitro. Se detiene el juego y todos a la banca. Hay momentos en que la vida nos saca de la cancha para que podamos reflexionar.
Cuando empieza el segundo tiempo ya tiene unos 40 años. Ya no está fresco como al comienzo, pero todavía guarda energías.
Los goles que metió son las cosas que ha logrado en la vida: profesión, casa propia, auto, familia... Pero quizá no metió ninguno, no tiene nada de eso y se siente derrotado.
Los goles que le metieron son las adversidades, las desilusiones, los fracasos, las enfermedades...
Pero aun le queda el segundo tiempo por delante para recuperarse y ganar el partido. ¿Cómo se moverá el marcador? ¿Meterá más goles o se los meterán?
¿Cómo anda tu vida si ya estás jugando el segundo tiempo? ¿Cuántos goles has hecho? ¿Cuántos te han metido? Si el marcador está en tu contra, todavía puedes voltearlo con la ayuda de Dios antes de que termine el encuentro.
Al final se juega el tiempo de descuento, cuando se jubila. Todavía tiene una chance de ganar el partido si le quedan piernas para correr y se esfuerza. En las tribunas el público retiene el aliento. Pero cuando el árbitro toca el pito final, se acaba el partido y ahí queda el marcador.
Habrá quienes celebren el triunfo porque se alzaron con la copa, y quienes lamenten su derrota y se vayan a llorar al camarín, como harán algunos deudos afligidos. Pero lo que importa y alegra a los espectadores es que el partido haya sido bien jugado, respetando las leyes de la ética, y que nadie ganó dinero injustamente.
En las exequias dirán que fue un gran goleador, que se dio por entero en la cancha de la vida, y no fue un ocioso que se aprovechó del esfuerzo ajeno; que tenía un gran dominio de la pelota, pero que no la retuvo cuando convenía pasársela a otro; que supo jugar en equipo y no pretendió meter él solo todos los goles.
Es muy importante que el niño sepa que a la cancha de la vida se sale para meter goles y que debe empezar a hacerlo desde temprano. No vaya a ser que su vida pueda ser comparada con el futbolista de barrio, del que se dice que sabe jugar bonito y lucirse, pero no sabe meter goles.
Al niño hay que enseñarle (pero con prudencia, pues no es sino un niño) desde pequeño a fijarse metas, a planificar cómo las alcanza y, sobre todo, a lograrlas, a no aceptar los fracasos.
Esas metas que se proponga serán las adecuadas a su edad, a la etapa de la vida en que se encuentra, y estarán relacionadas con sus estudios, con los deportes que practica, con sus colecciones, con sus juegos, sus lecturas...
El niño debe ser estimulado a fijarse propósitos para su vida y es bueno que converse sobre ellos con sus padres y que sienta que sus padres lo apoyan. Más tarde, cuando la vida lo lleve por otros caminos y se independice, buscará el consejo de sus padres porque está acostumbrado a hacerlo desde pequeño y sabe que en ellos encuentra a sus mejores amigos.
NB. Este escrito formó parte de una enseñanza dada hace más de una década en la escuela de padres de un colegio cristiano. Se publica con algunos pequeños cambios.


Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#835 (22.06.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


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