Por José Belaunde M.
EL FÚTBOL COMO METÁFORA DE LA VIDA
Los partidos de
fútbol son una metáfora de la vida.
El adolescente es como un equipo que sale a la cancha y está haciendo ejercicios de calentamiento antes de que el árbitro toque el pito para iniciar el juego.
Cuando
sale del colegio se inicia el partido. Los muchachos están llenos de impulso,
de energía, de vida y deseos de triunfar.
El
adolescente tiene dos tiempos por delante para ganar o perder, para meter goles
o que se los metan. Cuenta con una barra que lo apoya y con otra que le es
contraria: sus padres y amigos de un lado; sus rivales y enemigos, del otro.
Los
goles que quiere anotar son las metas que se propone alcanzar en los años que
tiene por delante.
Para
meter esos goles necesita tener una estrategia de juego que tome en cuenta las
condiciones de la cancha así como las fortalezas y las debilidades del
adversario. Es decir, no sólo sus propias condiciones sino también las
circunstancias concretas con las que se tiene que enfrentar, las ventajas y
desventajas de su entorno, las dificultades y las facilidades que encuentre en
la vida.
Los
padres lo pueden ayudar y aconsejar, pero los goles los tiene que meter él.
Al
frente está el guardameta, rodeado de los defensas, que tratarán de impedir que
la pelota penetre en el arco. Ya sabemos quién es el guardameta y sus defensas.
Es el enemigo de siempre que trata de frustrar nuestros planes y robarnos el
éxito, junto con la esperanza (Jn 10:10).
A
medida que transcurre el primer tiempo el marcador va señalando los goles
anotados. Llega la mitad del primer tiempo y quizá le han metido un par de
goles al muchacho y él todavía no ha metido ninguno.
O
pudiera ser que él mismo, en un momento de atolondramiento se metió un autogol y cuando quiere recuperarse
lo "faulean". Alguien le ha serruchado el piso en el trabajo, o lo
calumniaron y lo botan. Sigue moviéndose el minutero, vuelan las hojas del
calendario, pero él todavía no obtiene nada. ¡Qué rápido pasa el tiempo! Se
agita, empieza a sudar angustiado. Todavía le quedan 15 minutos para voltear el
marcador, o siquiera para empatar.
¡Tiempo!
grita el árbitro. Se detiene el juego y todos a la banca. Hay momentos en que
la vida nos saca de la cancha para que podamos reflexionar.
Cuando
empieza el segundo tiempo ya tiene unos 40 años. Ya no está fresco como al
comienzo, pero todavía guarda energías.
Los
goles que metió son las cosas que ha logrado en la vida: profesión, casa
propia, auto, familia... Pero quizá no metió ninguno, no tiene nada de eso y se
siente derrotado.
Los
goles que le metieron son las adversidades, las desilusiones, los fracasos, las
enfermedades...
Pero
aun le queda el segundo tiempo por delante para recuperarse y ganar el partido.
¿Cómo se moverá el marcador? ¿Meterá más goles o se los meterán?
¿Cómo
anda tu vida si ya estás jugando el segundo tiempo? ¿Cuántos goles has hecho?
¿Cuántos te han metido? Si el marcador está en tu contra, todavía puedes
voltearlo con la ayuda de Dios antes de que termine el encuentro.
Al
final se juega el tiempo de descuento, cuando se jubila. Todavía tiene una
chance de ganar el partido si le quedan piernas para correr y se esfuerza. En
las tribunas el público retiene el aliento. Pero cuando el árbitro toca el pito
final, se acaba el partido y ahí queda el marcador.
Habrá quienes
celebren el triunfo porque se alzaron con la copa, y quienes lamenten su
derrota y se vayan a llorar al camarín, como harán algunos deudos afligidos.
Pero lo que importa y alegra a los espectadores es que el partido haya sido
bien jugado, respetando las leyes de la ética, y que nadie ganó dinero
injustamente.
En las exequias
dirán que fue un gran goleador, que se dio por entero en la cancha de la vida,
y no fue un ocioso que se aprovechó del esfuerzo ajeno; que tenía un gran
dominio de la pelota, pero que no la retuvo cuando convenía pasársela a otro;
que supo jugar en equipo y no pretendió meter él solo todos los goles.
Es muy importante
que el niño sepa que a la cancha de la vida se sale para meter goles y que debe empezar a hacerlo desde temprano. No
vaya a ser que su vida pueda ser comparada con el futbolista de barrio, del que
se dice que sabe jugar bonito y lucirse, pero no sabe meter goles.
Al
niño hay que enseñarle (pero con prudencia, pues no es sino un niño) desde
pequeño a fijarse metas, a planificar cómo las alcanza y, sobre todo, a
lograrlas, a no aceptar los fracasos.
Esas
metas que se proponga serán las adecuadas a su edad, a la etapa de la vida en
que se encuentra, y estarán relacionadas con sus estudios, con los deportes que
practica, con sus colecciones, con sus juegos, sus lecturas...
El
niño debe ser estimulado a fijarse propósitos para su vida y es bueno que
converse sobre ellos con sus padres y que sienta que sus padres lo apoyan. Más
tarde, cuando la vida lo lleve por otros caminos y se independice, buscará el
consejo de sus padres porque está acostumbrado a hacerlo desde pequeño y sabe
que en ellos encuentra a sus mejores amigos.
NB.
Este escrito formó parte de una enseñanza dada hace más de una década en la
escuela de padres de un colegio cristiano. Se publica con algunos pequeños cambios.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le
sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás
seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy
importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra
que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a
arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos
haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#835 (22.06.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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