Por
José Belaunde M.
¿P0R QUÉ
SE AMOTINAN LAS GENTES? I
Un Comentario del Salmo 2: 1-6
Este es el salmo mesiánico por excelencia, el
salmo más citado en todo el Nuevo Testamento, lo que muestra cuán apreciado era
por los primeros discípulos de Jesús. Es el salmo también que originalmente
figuraba al inicio del Salterio, como el primero, tal como da testimonio el
vers. 33 del capítulo 13 del libro de los Hechos que, en el original griego,
dice textualmente: “Como está escrito
también en el salmo primero…” Esa frase ha sido modificada en las versiones
comunes para que coincida con la ubicación actual del salmo en segundo lugar.
No se sabe en qué año de nuestra era los masoretas judíos le antepusieron el
salmo que figura ahora como primero (“Bienaventurado
el varón…”). Nótese, sin embargo, que así como ese salmo comienza con una
bienaventuranza, con una bienaventuranza termina el segundo, lo que muestra
cuán ligados están ambos poemas.
El tema de este salmo –dice Lowht, citado por
Spurgeon- es el establecimiento de David sobre su trono como rey de Israel,
pese a toda la oposición de sus enemigos; pero su desarrollo sugiere un sentido
más profundo: El salmo apunta al David espiritual, al antitipo, al Rey de los
judíos, a quien aluden algunas de sus frases. Eso es evidente, para comenzar,
porque a David nunca se le prometió que poseería toda la tierra (v. 8).
A medida de que los reyes de Judá se daban
cuenta de que la promesa de un reino eterno hecha a David para un descendiente
suyo (2Sm 7:12-16), no era para ellos, pues su poder en vez de aumentar
disminuía, tuvieron que aceptar que se refería a un futuro lejano. Después de
la caída de Jerusalén y de la supresión de la monarquía el año 587 AC, éste y
otros salmos semejantes empezaron a ser entendidos en un sentido profético y
mesiánico. Los autores del Nuevo Testamento, y los escritores cristianos de los
primeros siglos, ven el cumplimiento de la promesa de este salmo en el reinado
de Cristo.
Este salmo consta de doce versículos
distribuidos en cuatro estrofas de tres versículos cada una. Se ha dicho que en
cada una de esas cuatro partes habla una voz distinta. En la primera estrofa
habla el mundo, o un observador objetivo; en la segunda es la voz del Padre la
que habla; en la tercera es la voz del Hijo; y en la cuarta, el Espíritu Santo.
Al
comienzo del libro de los Hechos, cuando después de la liberación de Pedro y
Juan, que habían sido detenidos por el Sanedrín en Jerusalén acusados de
predicar a Cristo (4:1-22), los discípulos se pusieron a orar para darle
gracias a Dios por su libertad, ellos citaron los dos primeros versículos de
este salmo, aplicándolos a su situación presente y a lo ocurrido con Jesús, que
fue víctima de las conspiraciones en su contra de los gentiles, representados
por Poncio Pilatos y Herodes, unidos con las autoridades del pueblo de Israel
(Hch 4:25-27) y el pueblo mismo que gritaba “¡Crucifícalo,
crucifícalo!” (Mt 27:22,23). No obstante, ellos eran concientes de que los
enemigos de Cristo, no podían hacer nada contra Él o sus discípulos, que no
hubiera sido de antemano permitido por Dios, pues ellos, al citar este pasaje,
añadieron: “para hacer cuanto tu mano y
tu consejo habían antes determinado que sucediera.” (Hch 4:28).
Pero
cuando el salmo fue escrito (no se sabe por quién, quizá por David mismo) esas
palabras del inicio se referían al que había sido de muchacho ungido por Samuel
como futuro rey de Israel, al hijo menor de Isaí, contra el cual, cuando estaba
en Hebrón, se levantó una gran oposición a que fuera proclamado rey de Judá por
parte de las tropas leales a Saúl (2Sm 2:8-3:1). Y se levantó nuevamente
cuando, siete años más tarde, fue proclamado rey de todo Israel (2Sm 5:1-5), y conquistó
Jerusalén -que estaba en poder de los jebuseos (2Sm 5:6-10)- para que Sión fuera
cabeza del reino. Los filisteos celosos hicieron entonces también guerra contra
él, y fueron derrotados (2Sm 5:17-25). Siendo David una figura de Cristo, ambas
aplicaciones, la histórica y la profética, son posibles y compatibles.
¿Por
qué se agitan las gentes como lo hace el mar embravecido, y traman intrigas
contra Dios y su Ungido que no pueden prevalecer? Amotinarse es rebelarse
contra la autoridad establecida y querer derribarla, pero los planes que urden
y todos sus esfuerzos, están condenados al fracaso porque nadie puede oponerse
a Dios.
Los
rebeldes, azuzados por el diablo, creyeron por un momento haber triunfado
porque crucificaron a Jesús, pero no se dieron cuenta de que su victoria
momentánea se convirtió en derrota, porque la muerte de Jesús libertó al hombre
de la esclavitud del pecado (Rm 6:11-14), e inició una nueva etapa para la
humanidad con la predicación del Evangelio.
Ellos
dicen: “Rompamos sus ligaduras y echemos
de nosotros sus cuerdas.” Ésa es la actitud de los rebeldes e incrédulos de
todos los tiempos: alzarse contra las leyes de Dios, que conocen por lo menos a
través de su conciencia, o por la educación religiosa que recibieron de
jóvenes. Quieren vivir a su manera, haciendo lo que les venga en gana, su
capricho del momento, para gozar de todos los atractivos materiales que les
ofrecen las circunstancias cambiantes de la vida, y los halagos del mundo.
Ellos se jactan de su “libertad”, sin prever el lecho, no de rosas sino de
espinas, que preparan para sí mismos.
En
el versículo 3, de paralelismo sinónimo, las ligaduras y las cuerdas
representan las leyes que Dios dio al hombre para que conduzca rectamente su
vida y sea feliz, de las cuales en otro lugar se dice. “Haz esto y vivirás” (Lc 10:28), frase en que Jesús hace eco de
Proverbios cuando enseña: “Guarda mis
mandamientos y vivirás.” (Pr 7:2). Éste, a su vez, refleja un mandato de
Levítico: “Guardaréis mis estatutos y mis
ordenanzas, los cuales haciendo, el hombre vivirá por ellos.” (Lv 18:5; cf Nh
9:29; Ez 18:9; 20:11).
Muchos
ven en esas ligaduras un límite a su libertad, o una señal de esclavitud, y por
eso las arrojan de sí (Jr 5:5), sin comprender que ellas son verdaderamente “cuerdas de amor” (Os 11:4), con las que
Dios los quiere atraer a sí mismo para darles la verdadera libertad, la
libertad del espíritu, olvidando que Jesús dijo: “Mi yugo es fácil y mi carga ligera.” (Mt 11:30). Las leyes de Dios
son en verdad “más deseables que el oro” y
“más dulces que la miel.” (Sal
19:10).
4-6.
“El que mora en los cielos se reirá; el
Señor se burlará de ellos. Luego les hablará en su furor, y los turbará con su
ira (2). Pero yo he puesto mi rey
sobre Sión, mi santo monte.”
Desde
las alturas empíreas en donde figuradamente vive Dios, y desde donde contempla
todo lo que se mueve y ocurre en la tierra (Sal 11:4; 14:2; 2Cro 16:9), Él se
ríe de los esfuerzos vanos del hombre para oponerse a sus planes y propósitos
(Sal 37:13; 59:8; 2R 19:21,22).
Es
como si una pequeña cucaracha desafiara al hombre que tiene delante y que con
la sola suela de su zapato puede aplastarla sin el menor esfuerzo.
Todos
los planes y esfuerzos orgullosos del hombre para oponerse a Dios están
condenados irremediablemente al fracaso. Faraón quiso detener el éxodo del
pueblo escogido que, en un momento de debilidad y de terror ante la muerte de
los primogénitos de su casa y de todo el pueblo, había autorizado (Ex 12:29-33).
Pero él, con todo su ejército y sus carros de guerra que se lanzaron a
perseguirlos, perecieron ahogados en el Mar Rojo (Ex 14:26-28).
Herodes
Agripa I metió presos a algunos miembros de la iglesia de Jerusalén e hizo
matar a Santiago, hermano de Juan. Viendo que esto agradaba al pueblo mandó
apresar a Pedro con el mismo propósito, pero el Señor libró a Pedro de manera
milagrosa. Cuando el rey se enteró, en su frustración hizo matar a los
guardias, que no tenían culpa alguna (Hch 12:6-19). Más adelante un ángel del
Señor lo tocó y murió comido por gusanos por haber aceptado un homenaje que
sólo se debe rendir a Dios (Hch 12:20-23).
Las
autoridades romanas persiguieron y torturaron a los cristianos en su afán de
suprimir lo que ellos llamaban “la secta de los nazarenos”, porque se negaban a
rendir culto a los emperadores, que eran elevados a la categoría de dioses. Pero
todos sus esfuerzos fueron vanos, porque la semilla del Evangelio se difundía
inconteniblemente, regada por la sangre de los mártires. Al final el
cristianismo se convirtió en la religión en las ciudades del imperio, desplazando
al culto de las estatuas, y los templos paganos, una vez limpios de ídolos, se
convirtieron en iglesias.
Uno
de los emperadores, sin embargo, Juliano el Apóstata (332-63), quiso
restablecer el culto pagano y persiguió a la iglesia en un último intento de
suprimir el cristianismo, pero en la guerra que había emprendido contra el
imperio persa, que amenazaba sus fronteras, una flecha inesperada le alcanzó y
pereció exclamando: “¡Venciste Galileo!”
Luego
de haberse reído de sus opositores, el Señor hablará y pronunciará su
veredicto: Pese a toda vuestra oposición yo he colocado a mi rey como soberano
en el monte santo, a David, mi escogido.
En
efecto, después de haber reinado sobre Judá en Hebrón siete años, David reinó
en Jerusalén treinta y tres años sobre todo Israel. De nada sirvió la oposición
de sus muchos enemigos que trataron de impedir su triunfo y que hasta el final
amenazaron su trono. Dios declaró que su reinado, en un sentido espiritual, sería
eterno (2Sm 7:16).
Pese
a todas las intrigas de sus enemigos, que estaban impulsados por el diablo,
Jesús venció en el Calvario al que tenía el imperio de la muerte (Hb 2:14), y lo
aplastó bajo sus pies, como estaba predicho (Gn 3:15). Él reina ahora en el
monte de Sión espiritual que es la iglesia, y reina también en el corazón de
todos sus siervos, a los cuales Él con su resurrección dio una nueva vida que
les permite triunfar sobre el pecado. Y ha de venir una segunda vez para juzgar
a vivos y muertos y destruir definitivamente a sus enemigos. Cuando aparezca
triunfante montado en un caballo blanco, en sus muslos y en sus vestiduras
blancas llevará inscritas las palabras: “Rey
de reyes y Señor de señores” (Ap 19:16).
Notas:
1. El verbo hebreo hagáh figura también en el Sal 1:2,
traducido como “medita”. Mientras el justo piensa o medita en la ley del Señor,
los impíos piensan cosas vanas (A. R. Faucett). Esto es, mientras el primero
piensa en las cosas buenas que puede hacer para beneficio de la gente, los
segundos sólo piensan en cómo destruir y hacer daño.
2. Aunque el Antiguo Testamento habla con frecuencia
de la ira de Dios, es evidente que lo hace metafóricamente, atribuyéndole
sentimientos humanos. Si Él alguna vez se ve obligado a corregir al hombre, lo
hace con amor; y si permite que le ocurran cosas que lo afligen, lo hace movido
por su misericordia y para su bien.
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#811 (05.01.14).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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