Hace poco más de dos mil años, en un
día como hoy, vino al mundo el Salvador de la humanidad.
Dios no envió para salvarnos a
un gran arcángel, o a un príncipe del cielo, sino envió a su propio Hijo.
No quiso que naciera en un gran
palacio, rodeado de lujos y comodidades, sino hizo que naciera de padres
humildes, en un humilde pesebre, rodeado de paja y estiércol.
No vino como
príncipe, sino como siervo; no vino para ser servido, sino para servir, a fin
de darnos ejemplo.
Acojámosle ahí donde Él quiere
estar, y deseémonos unos a otros la paz de Dios que Él nos vino a dar.
Que su paz, que supera todo entendimiento,
llene en estos días de fiesta nuestro s corazones.
¡FELIZ NAVIDAD!
José Belaunde M.
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