viernes, 19 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES II
Un Comentario de Proverbios 4:10-19
Esta nueva sección trata de los dos caminos divergentes, que llevan a destinos distintos, el camino
del bien, y el camino del mal, que ya habían sido mencionados en el capítulo anterior (Pr 3:6,17,23; cf Sal 1:1,6), y más extensamente, en Pr 1:10-19. Pero ahora vuelve al tema con más detenimiento. El contraste que hay entre ambos caminos es semejante al que las Escrituras describen en numerosos pasajes entre el justo y el impío. No tanto porque haya que separar a los seres humanos en esas dos categorías, sino porque todo ser humano enfrenta diariamente el reto vital de decidir entre uno y otro sendero, pues nadie está libre de tentaciones. Para alentarnos en ese caminar –escribe S. Wiersbe- tenemos la promesa segura de la palabra de Dios que nos dice que cuando uno recibe su Verdad en el corazón Él renueva su mente (Rm 12:2).
10. “ Oye, hijo mío, y recibe mis razones,
para que tus años de vida sean muchos.”
11. “Por el camino de la sabiduría te he encaminado,
Y por veredas derechas te he hecho andar.”
12. “Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,
Y si corrieres, no tropezarás.”
10. Aquí la sabiduría paterna da un consejo que no sólo instruye, sino que promete una recompensa al que lo sigue: tener una larga vida. El consejo consiste en escuchar las buenas razones que nos instruyen. Pero no sólo escucharlas, sino recibirlas, acogerlas, esto es, incorporarlas a nuestra vida, ponerlas en práctica.
Pero ¿qué relación puede haber entre seguir buenos consejos y vivir muchos años? Naturalmente depende de la naturaleza de los consejos. Y algunos de los consejos que vienen a continuación nos dan una idea de cómo debemos seguirlos, y de cómo pueden contribuir a una larga vida y evitar una muerte prematura: no juntarse con impíos, porque en el momento menos pensado uno puede ser víctima de su violencia, o de su codicia. Pero el más importante de todos es llevar una vida justa y recta, de acuerdo a la voluntad de Dios, evitando el pecado, en especial la lascivia, que consume el cuerpo; y el adulterio cometido con una mujer casada, que puede provocar una reacción violenta de parte del marido ofendido: “Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza.” (Pr 6:34; pero véase del v. 32 al 35).
Son varias las Escrituras que prometen larga vida a los que siguen los consejos de la sabiduría divina (Pr 3:1,2,16; 1Tm 4:8; Sal 34:12-14), lo que no debe sorprendernos, porque la sabiduría fue el conducto, o agente, usado por Dios en el acto de la creación (Jn 1:3; cf Pr 8:22-30), en quien reside la vida misma (Jn 1:4).
A continuación el proverbista propone dos caminos: en los vers. 11 y 12, el de la sabiduría; y en los vers. 14 al 17, el de la impiedad. En los vers. 18 y 19 se comparan nuevamente ambos.
11. Yo te he mostrado el camino que conduce a la sabiduría (Jb 28:23), camino de rectitud, santidad y verdad; que agrada a Dios y lleva a su santa morada, aquí en la tierra, primero, y luego en la gloria eterna. Es el camino de justicia por el cual el buen pastor guía a sus ovejas (Sal 23:3).
En cambio, el camino contrario, el que Jesús llama “camino espacioso”, lleva al infierno (Mt 7:13,14); acorta la vida y, peor aún, borra el recuerdo de los que lo siguen (Sal 34:16). De ahí que sea una grave responsabilidad de los padres cristianos instruir a sus hijos en el camino del bien, lo cual supone usar, cuando sea necesario, la vara de la corrección (Pr 22:15; 29:15a).
12. El caminar y el correr son aquí imágenes del vivir sabiamente. Si uno vive de esa manera no encontrará obstáculos que le hagan tropezar y vuelvan difícil la existencia. Se librará de las ocasiones de caer. Cuando se cae en pecado surgen dificultades ocasionadas por las complicaciones que provienen inevitablemente de los actos torcidos, por no hablar de la vergüenza y de la depresión que con frecuencia suelen acompañar a las malas acciones (Pr 3:21-26). Al contrario, a los que siguen el camino del bien Dios les promete “Paz como un río, y justicia como las ondas del mar.” (Is 48:18). El camino angosto es paradójicamente la senda de la libertad (Sal 119:45; Pr 10:9). De ahí que David le pida frecuentemente a Dios que lo guíe por el buen camino (Sal 27:11).
En otra ocasión David le agradece al Señor: “Ensanchaste mis pasos debajo de mí, y mis pies no han resbalado.” (Sal 18:36). Él se aferraba a la promesa de Dios de que sus ángeles lo llevarían en sus manos para que su pie no tropiece en piedra (Sal 91:11,12). No obstante, ese mismo David se metió en grandes dificultades a causa de su pecado de adulterio con Betsabé, pues no hubo manera, pese a las astucias a que recurrió, de que el hijo que ella esperaba como consecuencia de sus relaciones, pudiera ser atribuido a su esposo, el fiel Urías. Para escapar a su responsabilidad no le quedó más remedio que tramar la muerte en batalla de Urías, con lo que añadió un pecado más grave al primero (2Sm 11). ¡A qué extremos puede llevar la ebriedad del poder unida a la sensualidad! Las consecuencias de su falta persiguieron a David el resto de su vida, pese a su arrepentimiento sincero, pues, como le anunció el profeta Natán, la espada nunca se apartaría de su casa (2Sm 12:1-10). Ese ejemplo nos muestra cuán importante es perseverar en el recto camino sin desmayar. ¿Cómo asegurarnos de que contaremos siempre con la guía de Dios? El que quiera sinceramente hacer siempre su voluntad, no dejará de contar con su ayuda (Jn 7:17). El salmista lo dijo: “Tú me mostrarás la senda de la vida.” (Sal 16:11a)
13. “Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida.”
(Nota)
14. “No entres por la vereda de los impíos,
Ni vayas por el camino de los malos.”
15. “Déjala, no pases por ella;
Apártate de ella, pasa.”
16. “Porque no duermen ellos si no han hecho mal,
Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.”
17. “Porque comen pan de maldad,
y beben vino de robos.”
13. La amonestación de “retener el consejo” nos hace recordar la escena en que Jacob se aferra al ángel con que ha estado luchando toda la noche, y le dice: “No te dejaré hasta que me bendigas.” (Gn 32:26-29).
Los hijos deben valorar los buenos consejos de sus padres como el hombre que halló un tesoro escondido en el campo, lo escondió de nuevo y, sin decir a nadie de su hallazgo, vendió todo lo que tenía y compró el campo (Mt 13:44). El que halla el camino de la sabiduría no debe volverse atrás, porque perderá el fruto ya conseguido.
Los padres a veces dan consejos a sus hijos que son vitales para ellos (Pr 3:18,21,22; Ecl 7:12). ¡Felices los hijos que tuvieron padres que se los dieron! En verdad, la vida del hombre justo debería emplearse en dar consejos útiles según la luz que Dios le ha dado y según su propia experiencia. A ello debe dedicar buena parte de sus esfuerzos y de su tiempo. En este punto puede verse cuán importante es la admonición de Jesús sobre las palabras ociosas (Mt.12:36,37). No deben salir nunca de la boca del sabio, ya que de ellas dará cuenta. Porque ¿qué atención pueden dar a sus palabras los que le oyen decir unas veces palabras sabias y otras, palabras necias? Las segundas harán que se desvaloricen las primeras. A esa mala costumbre se aplica la frase de Santiago sobre la fuente de la que brota a la vez agua dulce y agua amarga (St 3:11). Nadie querrá beber de ella.
¡Qué desilusión nos produce oír tonterías de un hombre reputado por sabio! ¿Y a cuántos habré yo decepcionado? Si me oyeran en mi casa, ¿pensarían bien de mí?
Pero volviendo a los hijos, ¿cuánto valorarán los consejos de un padre, o de una madre, cuyas conversaciones son con frecuencia insustanciales o frívolas, y cuyas palabras a veces los ofenden, o los escandalizan? Pero si sólo bondad y consejos prudentes hubieran salido siempre de su boca, su recuerdo los edificaría algún día. Los hijos son los que mejor que nadie conocen los defectos de sus padres, y son sus más severos jueces. Sólo por consideración a ellos deberían los padres guardarse de toda necedad, para poder serles ejemplo.
Otras versiones traducen el comienzo de este versículo así: “Aférrate a la disciplina” (musar, palabra que significa también instrucción, o corrección), en la que los padres pudieran usar también el látigo. Aférrate a ella, no la sueltes, porque si pudo haber sido dolorosa en su momento, su fruto ahora puede ser deleitoso.
Después de los consejos positivos que da el padre a su hijo, vienen las recomendaciones negativas. Es responsabilidad de los padres –en nuestros días muchas veces descuidada por indiferencia o ignorancia- advertir seriamente a sus hijos acerca de los peligros que pueden encontrar en el curso de su vida y, en especial, durante su juventud, que pueden conducirlos al fracaso, o a encontrar dificultades.
14,15. No entres por las veredas de los impíos. Es decir no sigas, no imites sus maneras de obrar, si quieres ser bienaventurado (Sal 1:1). Hay aquí dos acciones: “entrar” e “ir”. Se entra cuando se comienza. No entrar es no comenzar. No te dejes tentar por los halagos que te ofrecen, porque una vez que entres no te será fácil desligarte de esa manera de obrar. Pero si empezaste a imitarlos, es decir, si ya estás yendo por sus caminos, no permanezcas en esa conducta, es mejor que lo evites y te apartes. Pero no añade, como sería de esperar, las razones por las que da ese consejo, es decir las consecuencias malas que se seguirían por imitar su conducta. No las menciona, sino pasa a describir en qué consiste la vida que llevan. Es tan terrible que en sí misma debería ser suficiente para apartar a toda persona sin necesidad de mencionar las malas consecuencias. Aquí hay un eco del consejo que se da al comienzo del libro (1:10-15).
16. Aquí se muestra la maldad del corazón de los impíos. No están tranquilos ni pueden dormir si no han cometido alguna fechoría. Para ellos hacer el mal es más natural que comer y beber, o dormir (Jb 15:16; Sal 14:4). Como dice un salmo: “Medita el mal sobre su cama.” (Sal 36:4a; cf Mq 2:1). El demonio que se ha apoderado de su mente y sentimientos, los impulsa a cometer con avidez delitos cada vez peores, robándoles la paz del alma (Is 57:20,21).
17. El pan de maldad (reshá) es el alimento que se obtiene mediante fraudes, engaños y otros actos ilícitos. La palabra reshá designa una clase de conducta que es contraria al carácter de Dios (Jb 34.10) y, por tanto, es merecedora de condenación (Is 58:4; Ez 3:18). El que lleva ese género de vida será destruido (Ecl 8:8b; Os 10:13,14), aunque podría ser perdonado si se arrepiente (Ez 3:19; 33:15). El vino de robos, o de violencia (jamás) es el que se adquiere mediante asaltos y robos.  Jamás significa crueldad, falsedad, ganancia injusta, la clase de conducta perversa que encendió la ira de Dios contra la humanidad en tiempos de Noé y fue la causa del diluvio (Gn 6:11,13).
Debemos pues, ceñir nuestros lomos con las virtudes de honestidad, sobriedad y fortaleza, para no caer en el vicio de la codicia que Dios detesta. Nuestra primera precaución debe ser evitar las tentaciones, porque si nos exponemos a ellas, podríamos sucumbir a su atractivo.
18. “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora,
Que va en aumento hasta que el día es perfecto.”
19. “El camino de los impíos es como la oscuridad;
No saben en qué tropiezan.”.
El autor contrasta los caminos del justo y del impío comparándolos con la luz y la oscuridad. En el camino de los justos la luz empieza débilmente como cuando el sol amanece –sin embargo rodeado de un derroche de espléndidos colores- pero va poco a poco aumentando hasta cuando el sol llega a su zenit en que brilla con luz plena (Pr 36:8). Esa luz simboliza la llenura de la sabiduría divina que el Espíritu Santo derrama sobre su vida, así como la perfección (relativa) de sus obras que sirven a otros de modelo. El zenit no representa en este caso la mitad sino el final de la vida del justo, que muere en la plenitud de su comunión con Dios. Como dice Is 58:8, tu justicia (es decir la rectitud de tus obras) irá delante de ti como un heraldo que anuncia la llegada de un gran guerrero que retorna victorioso de la batalla. En cambio, en la vida del impío reina al final una oscuridad espiritual absoluta, de tal modo que, como el borracho, no sabe por dónde camina ni con qué tropieza para caerse y nunca más levantarse (Is 59:9,10). En efecto, con frecuencia los impíos mueren inesperadamente cuando parece que triunfan (el final vergonzoso del hereje Arrio, que murió ahogado en una letrina pública, es un buen ejemplo). De un golpe la guadaña siega la espiga de sus vidas y el fruto que se esperaba cosechar es nulo. Su nombre se cubre de maldición e injurias, y nadie los recuerda sino para criticarlos. Como dijo Jesús: el que anda en tinieblas no sabe a dónde va (Jn 12:35). Carece de la lámpara que ilumine sus pies en el camino para que no tropiece: “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino.” (Sal 119:105; cf Jb 5:14; 12:25; 18:5,6). La Biblia usa con frecuencia la figura del que tropieza en la oscuridad para simbolizar la ceguera del que vive en pecado. No es conciente de las consecuencias que le esperan en el camino errado que ha escogido. Más sobre esto exponen los caps. 5 al 7 al hablar de la necesidad de evitar acercarse a la mujer extraña.
El camino de los justos es en rigor Jesús mismo que dijo de sí: “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” (Jn 14:6), y por cuyo sacrificio nosotros tenemos acceso al Padre, a su gracia y a sus promesas.
Nota: Notemos que en tres otras oportunidades el libro equipara las instrucciones sabias del padre con la vida: 3:22, 4:22; 8:35.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
CON HONDO PESAR NOS HEMOS ENTERADO DEL FALLECIMIENTO DEL PASTOR MYLES MUNROE, SU ESPOSA, Y VARIOS COLABORADORES, EN UN TRÁGICO ACCIDENTE AÉREO OCURRIDO EN DÍAS PASADOS. PREDICADOR, ESCRITOR Y CONSEJERO, ÉL HONRÓ VARIAS VECES NUESTRO PAÍS EN AÑOS RECIENTES CON SU PALABRA SABIA Y UNGIDA. SU MUERTE ENLUTA NO SÓLO A SU PATRIA, LAS BAHAMAS, SINO A TODO EL MUNDO CRISTIANO.

#855 (16.11.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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