LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES I
Un comentario de Proverbios 4:1 al 9
Este es un capítulo maravilloso, lleno de los más útiles
consejos, la destilación de la sabiduría divina encarnada en el hombre. Como es
el caso de los tres primeros capítulos del libro, este capítulo se compone
también de tres secciones, estando el comienzo de cada una de ellas marcado por
las palabras: "Oíd hijos", u
"Oye, hijo mío", o "hijo mío", lo cual nos muestra que
lo que se expone es la enseñanza que un padre sabio dirige a su hijo, para que
él también lo sea. El padre impone a sus hijos tres obligaciones expuestas en
las tres secciones sucesivas: Conocer la palabra de Dios (vers. 1 al 9); confiar en la Providencia
divina (vers. 10 al 19); y obedecer a la voluntad de Dios (vers. 20 al 27).
Conviene recordar que el
sistema prevaleciente de educación en la antigüedad era lo que hoy se llama
“home schooling”, o “enseñanza en casa”, y que en los EEUU practican muchos
padres cristianos. El niño era enseñado sea por sus padres o, cuando había los
medios, por un tutor. Por su lado, la madre enseñaba a su hija a ser una buena
esposa y ama de casa.
1. “Oíd, hijos, la enseñanza de un padre,
y estad
atentos, para que conozcáis cordura.”
2. “Porque os doy buena enseñanza;
No
desamparéis mi ley.”
3. “Porque yo también fui hijo de mi padre, (Nota 1)
Delicado y
único delante de mi madre.”
4. “Y él me enseñaba, y me decía:
Retenga tu
corazón mis razones,
Guarda mis
mandamientos y vivirás.”
1,2. "Oíd",
"estad atentos". Para oír,
en el sentido de escuchar y de obedecer, hay que prestar atención con cuidado
(Véase Pr 2:1,2a). Enseguida añade el propósito por el cual los hijos deben oír
con atención: “para que conozcáis
cordura”, o “para que aprendáis
prudencia”, (2) como traducen otras
versiones, que es lo mismo que decir: para que seáis sabios en la conducción de
vuestra vida. En otras palabras, para que seáis sensatos, juiciosos, y no cometáis
locuras que después tendréis que lamentar.
Ésa es la finalidad de
la enseñanza. Y luego prosigue el discurso: "No
desamparéis mi ley, porque..." (y aquí es Salomón el que habla) "...: yo también fui hijo... y él (es
decir, mi padre) me enseñaba y me
decía..." Esto es, así como él hacia conmigo, así hago yo contigo
ahora. Y podemos imaginar al pequeño niño, futuro gran rey, "delicado y único delante de su
madre", escuchando atentamente lo que su padre David le decía. De esa
manera se estaba cumpliendo el método que Dios había previsto y ordenado para
que su Verdad sea transmitida de generación en generación, y que todo padre
debe considerar como su responsabilidad: “Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a
tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y
al acostarte, y cuando te levantes.” (Dt 6:6,7). Por lo demás, este método
de enseñanza, de padre a hijo, era también practicado por otros pueblos contemporáneos
de Israel. Sería muy bueno que los padres cristianos lo practicasen, cultivando
el respeto que se debe a los ancianos sabios (Pr 16:31; 20:29). La herencia más
valiosa que los padres pueden legar a sus hijos es el buen ejemplo y la
sabiduría.
El v. 2 da la razón por la cual el padre pide que le estén atentos: la
enseñanza que les da es buena (3). Lo que es bueno, útil,
provechoso, no debe ser descuidado ni desechado, sino más bien, debe ser
atesorado. A su enseñanza la llama “ley”, porque todo lo que Dios pide es ley
para nosotros. (4) Aquí, notemos, el que
habla en la figura de un padre terreno, es Dios.
Ahora pensemos, ¿cuántas veces la enseñanza que se imparte a los jóvenes
no es buena, sino al contrario, es engañosa, turbia, corruptora? Eso ocurre en
el campo de la moral (porque cada cual, alegan muchos, tiene su propia escala
de valores), o de la educación sexual, despertando o estimulando prematuramente
los instintos de manera insana e irresponsable (5). Ésta es una realidad que impone a los padres la responsabilidad de
vigilar de cerca la instrucción que sus hijos reciben en el colegio en esos
campos, porque puede estar sesgada y tener una influencia nefasta para su
futuro.
3. Este dístico expresa la ternura con que los padres israelitas veían a
sus hijos y el amor que les tenían. El hijo era para ellos, en verdad, alguien
tierno, delicado y frágil, al que provocaba tratar con cariño y cuidado en
atención a su pequeñez. Dios, en su sabiduría, ha dado a los niños –y a los
cachorros- características entrañables que hacen que nos encariñemos con ellos
y que queramos protegerlos. Hay en la infancia algo atrayente, juguetón,
inocente, singular, que nos roba el corazón. Dios lo ha hecho así a propósito
para que nos resulte agradable prestarles a los niños el cuidado y el cariño
que necesitan, y para que la carga de su crianza nos sea menos gravosa.
4. Su padre hizo con él,
lo que ese proverbio conocido dice respecto de la educación de los niños: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando
fuere viejo no se apartará de él.” (22:6). (6) David
aconsejó a Salomón no sólo cuando era joven sino también cuando ya era mayor,
incluso antes de morir, cuando reunió a toda la congregación de Israel para
hablarles, y se dirigió directamente a su hijo (1Cro 28:9,10). Los padres nunca
dejan de ser consejeros de sus hijos, cualquiera que sea su edad, y los hijos
hacen bien en buscar su consejo y escucharlos, porque en los mayores no sólo
habla el amor, sino también la experiencia.
¿Y qué le dice su padre?
"Retenga tu corazón (e.d., guarda
en tu memoria, no olvides) mis razones”.
Esto es, como un tesoro. ¿A qué podrían referirse esas razones? A su
comportamiento moral, al gobierno del pueblo sobre el cual iba a reinar, y a
los asuntos políticos del reino; y seguramente también, a su relación con Dios
y a otros temas espirituales. ¿Habría tenido David la intuición de que su hijo
Salomón –hijo de una relación inicialmente adulterina- tendría una inclinación
excesiva por el otro sexo, como lo probó en la práctica y fue el motivo de su
posterior caída en idolatría?
A continuación añade el
proverbista el gran precepto: "Guarda
(e. d. observa, cumple) mis
mandamientos y vivirás." ¿Cuándo? ¿En este mundo o en el otro? Guardar
los mandamientos es garantía de vida, sea en éste o en el otro mundo.
Este versículo es un eco
del mandato de Lv 18:5: “Por tanto, guardaréis
mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre, vivirá en
ellos.” (literalmente: “a través de ellos”), que repiten Nh 9:29 y Ez 18:9;
20:11. El sentido primordial es la vida física, pero está claro que es algo más
lo que se promete, esto es, una vida feliz, en la que el hombre goza de todos
los beneficios de la bondad divina: larga vida, salud, prosperidad; lo que Jesús
llama: “vida en abundancia” (Jn
10:10).
Como está bien claro en
los pasajes que hablan de las bendiciones de la obediencia (Lv 26:1-13; Dt
28:1-14), guardar la ley de Dios es garantía de gozar de una vida venturosa y
plena. Jesús ratifica ese mandato en su conversación con el intérprete de la
ley: “Haz esto, y vivirás.” (Lc
10:28)
Pero ya los pasajes
citados de Ezequiel apuntan a una realidad que trasciende la vida terrena, como
lo establece bien claro Jesús en su respuesta al joven rico, que le pregunta qué
debe hacer “para tener vida eterna”. Y
le contesta: “Si quieres entrar en la
vida, guarda los mandamientos.” (Mt 19:16,17).
El mensaje de este
versículo es afín a la promesa de prosperidad que enuncia el Salmo 1 para todo
el que tiene “en la ley de Jehová su
delicia y en ella medita de día y de noche.” (v. 2); y aun más
específicamente, el conocido pasaje del libro de Josué 1:8: “Nunca se apartará de tu boca este libro de
la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme
a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y
todo te saldrá bien”
5. “Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia;
No te
olvides ni te apartes de las razones de
mi boca;”
6. “No la dejes, y ella te guardará;
Ámala y ella
te conservará.”
Muchos padres –como hacía el padre pagano de Agustín- exhortan
a sus hijos a adquirir riquezas y a conquistar los honores del mundo. En cambio
David insta a su hijo a adquirir (7) sabiduría e
inteligencia como objeto supremo de sus esfuerzos, y como garantía de
prosperidad. Ambas son tan preciosas como la perla de gran precio de que habla
Jesús (Mt 13:45,46).
Pero ¿en qué consiste
esa sabiduría tan preciada? Para el joven consiste en no apartarse de los
consejos recibidos. La sabiduría se expresa en la observancia de las máximas,
principios y consejos recibidos como
enseñanza. Amarla, adherirse a ella, constituye una garantía de que el
discípulo fiel, aunque pase por pruebas, no se verá abrumado por circunstancias
desfavorables y por dificultades. La sabiduría que guía sus pasos lo guardará.
Este par de versículos
transmite el mismo mensaje que Pr 2:10,11, (“Cuando
la sabiduría entrare en tu corazón, y la ciencia fuere grata a tu alma, la
discreción te guardará, te preservará la inteligencia.”) lo que muestra
cuán grande es su importancia.
El proverbista insiste:
No la olvides, no la abandones ni la descuides
(8), porque ella cuida a
los que la cultivan. Ella es buena pagadora de los que la sirven y no se
comporta como una ingrata, sino que ama a los que la aman ¡Oh, cómo quisiéramos
que todos los que amamos fueran tan fieles como ella!
Cuán
importante sea permanecer en la palabra de Dios para que dé fruto que
permanezca, lo dijo Jesús (Jn 8:31,32) y lo confirmó Pablo (Col 1:23). En
cambio, cuando la semilla de la palabra no encuentra buena tierra en que pueda
echar raíces, se seca pronto y permanece infructuosa (Mt 13:20-23).
¡Con cuánto
amor y con cuánta preocupación ansiosa deben los padres instruir a sus hijos en
el recto camino si quieren verlos prosperar y asegurarse de que no se desvíen!
De eso habla un proverbio que hemos ya citado más arriba. ¡Qué gran
responsabilidad ha puesto Dios sobre los hombros de los hombres y mujeres que
engendran hijos! ¡Y ay de aquellos que en su inconciencia no los instruyen como
debieran, sino que los abandonan y los privan del amor y del cuidado que en
esos tiernos años necesitan! ¡Qué cuentas tendrán que rendir a Dios el día que
los llame a juicio! ¿Cómo escaparán de su ira? Mejor es ser estéril que
engendrar hijos para la perdición.
Para
nosotros que vivimos lejos de los tiempos de David y Salomón, buscar la
sabiduría tiene el significado preciso de buscar el conocimiento de Cristo, de
las circunstancias y vicisitudes de su vida, pasión y muerte, así como de
meditar en su mensaje que está contenido en los evangelios.
7. “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría;
Y sobre
todas tus posesiones adquiere inteligencia.”
8. “Engrandécela, y ella te engrandecerá;
Ella te
honrará, cuando tú la hayas abrazado.”
El v. 7 reitera con aun mayor énfasis la misma exhortación
a devenir sabio de los dos versículos anteriores; a adquirir sabiduría “sin dinero y sin precio” (Is 55:1) aun,
si fuere necesario, a cambio de todas las demás posesiones; mientras que los v.
6 y 8 expresan las ventajas y los beneficios que trae adquirir esa sabiduría:
Si la guardas ella te guarda; si la amas, ella te conserva en vida y en salud.
Luego hace una promesa de mayor alcance: Si tú la engrandeces en ti, es decir,
si, de un lado, tú la aumentas y la cultivas; y de otro, si la elogias y
exaltas, ella te rendirá pleitesía; ella te honrará cuando tú te hayas unido a
ella. (c.f. 2:10;11; 8:17). Si ella no ocupa el primer lugar en tu vida, es
como si no ocupara ninguno. Búscala a ella primero, y todo lo demás se te dará
por añadidura (Mt 6:33).
El
vers. 8 expresa una de las cualidades fundamentales de la sabiduría, que
consiste en que cuando uno la cultiva, la atesora y la investiga; cuando uno la
convierte en el objeto principal de sus fatigas, ella lo retribuye a uno
abundantemente con toda clase de bendiciones. La sabiduría adquirida se
convierte en guía y defensa. Ella dará honra ante los hombres a aquellos que la
cultiven, porque su inteligencia, prudencia y discreción serán manifiestas a
todos y atraerán admiración y respeto. Éste fue el caso de Salomón, que no le
pidió a Dios, cuando se le apareció en Gabaón, larga vida y riquezas, sino un
corazón entendido para gobernar a su pueblo. Y Dios no sólo le concedió lo que
le había pedido, sino también lo que no le pidió: riquezas, larga vida y fama
(1R 3:5-11).
9. “Adorno de gracia será a tu cabeza,
Corona de
hermosura te entregará.”
Repite casi literalmente lo que ya ha dicho el vers. 1:9 (cf
3:22b). ¿En qué sentido la sabiduría adorna con gracia la cabeza del discípulo?
Porque hace atractivos su semblante, la expresión de su cara y su sonrisa. Hay,
en efecto, personas cuyo solo aspecto es atrayente e inspira simpatía. Hay en
ellos algo que suscita esa reacción. En efecto, la sabiduría embellece la expresión y los ojos de los que la
cultivan. Al mismo tiempo, la gracia que confiere la sabiduría se expresa en el modo
de hablar, en las respuestas apropiadas, en las palabras dichas con sal (Col.
4:6); en las frases
bellas y logradas que adornan sus
labios.
Notas: 1. La paráfrasis de la Septuaginta (“hijo
obediente”) capta bien el sentido de esta frase, porque el hijo rebelde en
Israel era desheredado e, incluso, podía ser condenado a muerte si no se
arrepentía (Dt 21:18-21).
2. La palabra
hebrea biná quiere decir comprensión,
discernimiento, prudencia, inteligencia.
3. Lekaj: enseñanza, doctrina. Tiene la
connotación de transmitir lo recibido de manera persuasiva para que el receptor
la haga propia.
4. Notemos, sin embargo, que el sentido básico de la palabra torá que figura en este lugar es “instrucción”.
5. No podemos dudar de que ése era uno de los propósitos de los primeros
promotores de la educación sexual en los EEUU. No informar, sino despertar.
6. El Targum
sobre el vers. 4, dice: “Ellos (es decir, su padre y su madre, no sólo el primero)
me enseñaron”; y lo mismo dicen la Septuaginta y la versión árabe.
7. A
comprarla, porque la palabra hebrea “qaná”
tiene implícito el sentido de transacción comercial. Véase al respecto Pr
23:23: “Compra la verdad y no la vendas.”
8. La palabra
hebrea azab, que RV60
traduce como “dejar”, lleva implícito el sentido de separarse o descuidar.
Véase al respecto la advertencia hecha a David en el salmo 89:30-32.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la
siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la
cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé
que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente
muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo
quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el
mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados
con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir
para ti y servirte.”
#854 (09.11.14).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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