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jueves, 24 de septiembre de 2015

AMONESTACIÓN CONTRA EL ADULTERIO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
AMONESTACIÓN CONTRA EL ADULTERIO
Un Comentario de Proverbios 6:20-35
20. "Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre."
Es interesante la distinción que hace el proverbista entre los consejos del padre y los de la madre mediante el uso de distintas palabras: el consejo del padre tiene la autoridad del mandamiento (mitzvá); el de la madre es menos autoritario, más suave, es enseñanza (tora) (Nota 1). El uno se dirige a la voluntad, el otro al corazón. Pero ambos se complementan, y cuando los esposos están unidos por lazos de amor profundo, nunca se contradicen, sino se apoyan mutuamente. (Véase 1:8,9; cf 4:1)
Nótese también que el mandamiento se guarda y la enseñanza se sigue. No se sigue el mandamiento, ni se guarda (en el sentido de cumplir) la enseñanza.
Obedecer a los padres es obedecer a Dios, dice con acierto I.H. Ironside. Dios bendice a los hijos que se someten a la disciplina paterna, y los guarda de caer en emboscadas y tropiezos morales y de orden práctico, sobre todo cuando los padres los educan "en la disciplina y amonestación del Señor." (Ef 6:4)
Rechazar los consejos de los padres puede tener consecuencias fatales en la vida, como nos  advierte Pr 5:11-13.
21. "Átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello."
Este versículo refuerza en términos poéticos el consejo precedente. Bien dice el Salmo 119: "En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti." (v. 11), porque -como dice otro proverbio- "del corazón mana la vida." (4:23). Lo que hacemos en la práctica está determinado por lo que tenemos en el corazón.
Si las ha grabado en el corazón, las amonestaciones de sus padres pueden ser para el hijo como—una cadena al cuello que le impidan voltearse para mirar a una mujer atractiva pero ajena (2). Recuérdese la advertencia de Jesús: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." (Mt 5:28).
22. "Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardaran; hablarán contigo cuando  despiertes."
¿Por qué debe darse tanta importancia a los consejos de padre y madre, a su mandamiento y enseñanza? Porque serán una guía segura para el joven (o la joven) al empezar su vida independiente como adultos, al término de la adolescencia. En ellos tendrá el joven un "standard" o patrón, una norma que lo sostendrá en momentos de duda o de tentación, una ley escrita en su corazón que lo guardará de pecar. Serán para él como una valla vigente las veinticuatro horas del día. Nótese que aquí se mencionan tres momentos básicos en la vida que figuran también en Dt 6:7, esto es, andar, acostarse, levantarse, o sea, el día, la noche y la mañana (Véase Pr 3:23,24; 4:12; Sal 63:6).
Te servirán de guía durante el día; te guardarán de noche, para que no aproveches la oscuridad para pecar; e incluso cuando duermas (como dice el salmo 16:7b: "Aún en las noches me enseña mi conciencia.”). Al despertar te amonestarán.
Muchas veces los hijos bien educados dejan de hacer cosas por las que se sentían atraídos para no avergonzar a sus padres; o si no hay peligro de que se enteren, para no ser indignos de ellos. Lo mismo puede ocurrir en sentido inverso. Los padres rechazan ciertas tentaciones para no defraudar la alta opinión que de ellos tienen sus hijos; o para no contradecir con sus hechos las enseñanzas que les dieron, considerando lo que podrían ellos pensar si se enteraran. Eso es lealtad recíproca. Pero si es apropiada esa lealtad entre seres humanos ¡cuánto más apropiada es la   lealtad que el hombre debe guardar con Dios! Aunque no pueda igualar a la fidelidad de Dios, que es infinita y perfecta, el joven debe esforzarse por ser en este aspecto un hijo digno de su Padre  que está en los cielos. Como dijo Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto." (Mt. 5:48).
23. "Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones  que te instruyen."
En la antigüedad la imagen de una lámpara en medio de la oscuridad era muy expresiva y  elocuente, porque en esa época en que la iluminación era muy cara, y no había casi alumbrado público, tener una lámpara de aceite portátil al caminar de noche podía salvar de accidentes. De manera semejante tanto el mandamiento paterno como la enseñanza materna ayudan a disipar  las tinieblas del error y de la ignorancia, enseñando a los jóvenes a vivir escapando de los múltiples peligros que los acechan, y de los más graves aun a los que sus pasiones los exponen. Como dice el salmista: "Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino." (Sal 119:105).
24. "Para que te guarden de la mala mujer; de la blandura de la lengua de la mujer extraña."
El mayor peligro moral al cual está expuesto un joven es el de caer en manos de una mujer  seductora, de lo que se suele llamar una "mala mujer".
Es interesante considerar lo que este término significa. Ella es la mujer libre, sola, que no está  atada a ningún hombre, o que si lo está, le es infiel. Es la mujer que siente una gran atracción por los hombres, y que, por tanto, a su vez, los atrae como un imán, ya que sabe muy bien cómo  manejarlos. Ella es muy sensual y excita la sensualidad del hombre, que con frecuencia se vuelve esclavo de su encanto y del hechizo que ella ejerce sobre él, hasta que ella lo desecha cuando le ha chupado, por así decirlo, toda la sangre. Ella es la mujer que las mujeres buenas temen que les pueda robar su hombre con sus malas artes; la que arruina los hogares y las familias, y provoca tragedias cuando se encienden los celos y las rivalidades.
El joven está pues muy expuesto a caer bajo el hechizo de esas mujeres, porque estar con una de ellas le hace sentirse hombre. Dice que le guarden de la "blandura de su lengua", porque su boca es un pozo de lujuria insondable en la que el joven se precipita cuando se asoma a sus bordes, es decir, a sus labios, y los roza con los suyos. Un beso fatal puede sellar un destino cuando marca al fuego un alma inexperta. Nunca podrá borrar el recuerdo de ese beso. Hay mujeres, en efecto, (y a  veces, algunos hombres) que albergan sin saberlo un espíritu de seducción que captura a sus  víctimas a pesar de ellas mismas, y sin que sean conscientes de ello, porque su hechizo es irresistible.
Nótese que "la blandura de la lengua" puede también referirse a sus palabras halagüeñas, contra  las que advierte Pr2:16 (cf 5:3-8; 7:1-5,21).
25. "No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos;"
Aquí se habla de dos cosas: de la hermosura de la mujer y del atractivo de sus ojos. El hombre, en  efecto –es decir, su naturaleza sensual- codicia el cuerpo de la mujer de rostro hermoso, que le  promete placeres extraordinarios. De otro lado, la mirada de la mujer, sus ojos misteriosos y profundos, sugestivos a ratos, retadores en otros (Is 3:16), cautivan el alma del varón. La mirada  de la mujer puede ser un pozo maravilloso de sorpresas y de encantos en el que el hombre se  sumerge embelesado. Una vez atrapado ya no puede salir de él aunque quiera. Está preso por sus sentidos excitados. Lo que ella le ha hecho experimentar lo persigue día y noche, y no puede dejar  de desear volver a verla.
26. "Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer  adúltera (3) caza la preciosa alma del varón."
Una vez que ha conquistado a la mujer deseada, el hombre se vuelve esclavo de ella. La presa se apodera de la voluntad de su captor. Como consecuencia del poder que ella ejerce sobre él, el hombre se vuelve inerme, incapaz de ningún esfuerzo, inofensivo. El pedazo de pan que cualquiera se lleva a la boca sin que ofrezca resistencia, simboliza la condición a la que el hombre en brazos de una mujer así, es reducido. Ella le roba su voluntad y lo convierte en su esclavo (Pr 5:10,11; 29:3; cf Lc 15:13,16,30). Peor aún, se convierte en el hazmerreír de los que observan su condición y saben que ella no le es fiel, ni puede serlo, haciendo que él se resigne a compartir sus favores con otros.
Como el cazador que persigue a su presa no cesa en sus esfuerzos hasta que la abate, de manera semejante la seductora persigue como presa al hombre que codicia, hasta que lo rinde.
Lo que puede pasarle a un hombre en esas circunstancias nos lo enseña el final de la terrible historia de Sansón y Dalila (Jc 16:15-21). ¡Cuánto se habrá arrepentido Sansón, ya ciego y sin fuerzas, de haberse dejado cautivar por los encantos de Dalila! Él había desoído varias veces el consejo de sus padres. El precio que tuvo que pagar por ello al final fue altísimo. A él podría aplicarse el dicho: "El que ama el peligro, caerá en él."
27,28. "¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?"
En este par de versículos de paralelismo sinónimo ambos dísticos expresan la misma idea. Las imágenes que utiliza ilustran bien cuán inescapable es la acción destructiva del fuego. Nadie puede tomar, en efecto, fuego en su seno, ni andar sobre brasas sin quemarse. El mensaje es claro: ¿Puede el hombre hacer algo ilícito sin sufrir las consecuencias?
La mujer ajena es comparada con el fuego al que nadie puede acercarse sin quemarse, porque la pasión es como un fuego que enciende el alma.
29. "Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare."
Eso es lo que le ocurrirá a todo el que se deja tentar por la mujer seductora que pertenece a otro. El placer experimentado al comienzo se tornará amargo como la hiel, una vez escanciada la copa que ella le ofrece. En adelante una aguda espada de Damocles penderá amenazante sobre su cabeza.
30,31. "No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa."
El pobre que por necesidad roba para saciar su hambre suele ser tratado con indulgencia por la mayoría de la gente. Pero si cae en manos de la justicia será obligado a entregar todos sus bienes hasta el séptuplo del valor de lo robado, además de ser enviado a la cárcel (4).
El adulterio es, en verdad, un robo. Roba a los esposos la tranquilidad de una unión conyugal sin fallas; roba a uno u otro los favores que el cónyuge le debe con exclusividad; rompe la promesa de fidelidad que ambos se hicieron al casarse; y despoja a ambos del placer que compartían cuando se eran fieles.
32,33. "Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada."
Los dos versículos anteriores comparaban la condición del adúltero con la del ladrón sorprendido "in fraganti". Aquí se constata, primero, que el adúltero actúa sin inteligencia, porque no mide las consecuencias de sus actos. Y en segundo lugar, se destaca el efecto más grave que produce el adulterio: Corrompe el alma del que lo comete, la ensucia y la contamina con un pecado horrendo. Si pudiéramos mirar el alma del adúltero, nos espantaría su aspecto y condición, y el hedor que exhala nos produciría asco.
David, el rey guerrero y poeta, a quien Dios había bendecido tanto, cuando codició a una mujer casada y pecó con ella, para tapar las consecuencias de su adulterio, llegó al extremo de tramar la muerte del marido agraviado. Dios reservó para él un severo castigo, pues el profeta Natán le anunció que la espada no se apartaría de su casa (2Sm 12:10).
Recuérdese que la ley mosaica condenaba a muerte a la pareja adúltera (Lv 20:10; Dt 22:22; cf Pr 2:19). Pero esa pena no siempre se aplicaba estrictamente. En el caso de la mujer sorprendida en adulterio flagrante que trajeron a Jesús, sus acusadores dejaron escapar al hombre, y sólo trajeron a la mujer, como si él fuera menos culpable que ella. (Jn 8:2-5).
34,35. "Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones."
Pasando a las consecuencias externas de su pecado, se constata que la afrenta que hizo el adúltero al honor del marido agraviado nunca será extinguida y, como resultado inevitable, será atacado y golpeado, y encima será avergonzado, cuando su ofensa se haga pública. No encontrará a nadie que lo defienda. ¿Dónde se hallará un insensato que haga el elogio del adulterio? Más bien todos se avergüenzan de ello, y el que lo comete tratará de ocultarlo.
El adúltero se expone a una de las formas de sentimiento más agresivas y peligrosas: los celos del hombre agraviado, o engañado, por su mujer. No habrá nada que aplaque su furia y su deseo de venganza. No hay dinero con que se le pueda comprar, salvo que sea un descastado. En efecto, por las páginas policiales sabemos que los celos son una de las causas más frecuentes de homicidio.
Si bien Proverbios habla aquí de los celos masculinos, algo semejante se podría decir de los celos femeninos, que pueden ser tan agudos y crueles, y más aún quizá, que los del varón. La mujer defiende a su "hombre" como su posesión más preciada, como un animal herido se aferra a su presa para que no le sea quitada.
Notas: 1. La palabra tora, que suele traducirse como "ley", quiere decir en primer lugar "enseñanza", "instrucción".
2. Véase Pr 3:3; cf 4:21.
3. Así dice el original hebreo y así lo traducen muchas versiones. La versión RV 60, al decir solo "mujer" diluye el contraste entre los dos tipos de mujeres, la ramera y la casada adúltera, y el daño diferente que pueden hacer a un hombre.
4. Siete veces debe entenderse no literalmente, sino como una licencia retórica en el sentido de completo (Véase Gn 4:15,24). De hecho la ley de Moisés no exigía pagar más de cinco veces el valor de lo robado (Ex 22:1). Zaqueo, por ejemplo, ofreció devolver cuatro veces lo que había cobrado en exceso en impuestos (Lc 19:8).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. E n adelante quiero vivir para ti y servirte."
#879 (03.05.15) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima 18, Perú. Telf. 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI) .

martes, 30 de diciembre de 2014

CONSEJOS PATERNALES III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
CONSEJOS PATERNALES III
Un Comentario de Proverbios 4:20-27
Esta última sección del capítulo dirige su atención a las diferentes partes de nuestro cuerpo que intervienen en nuestra conducta: oídos (v. 20), ojos (v. 21,25), corazón (v. 23), labios (v. 24), pies (v. 26,27).
20. “Hijo mío, está atento a mis palabras;
Inclina tu oído a mis razones.”
21. “No se aparten de tus ojos;
Guárdalas en medio de tu corazón;”
22. “Porque son vida a los que las hallan,
Y medicina a toda su carne.”
Esta pequeña perícopa de tres versículos dedica los dos primeros a exhortar encarecida e intensamente al hijo, (o discípulo) a prestar atención a los consejos paternos, y en el tercero expresa la razón de su insistencia, la cual encierra uno de los secretos del valor que tienen las Escrituras para nosotros. Los dos primeros versículos son una exposición de cómo debe ser la escucha: 1) estar atento, es decir, prestar atención a las palabras; 2) escuchar detenidamente su significado e intención (inclinarse es el gesto con el cual uno se acerca a algo); 3) tenerlas siempre presente, es decir, tener los ojos puestos en ellas, lo que quiere decir que no se trata solamente de escuchar la palabra hablada, sino también de leerla escrita. Leer con atención, en efecto, es una forma de escuchar. Finalmente 4) de nada serviría todo ese ejercicio si lo escuchado y leído no penetrara en el corazón, es decir, si no fuera apropiado internamente, incorporado a la propia vida y llevado a la práctica, convirtiendo sus consejos en normas y directrices concientemente vividas.
La razón, el secreto, de esta exhortación es –como ya se ha dicho anteriormente- que las palabras de Dios son vida, es decir, dan vida a los que las escuchan y ponen en práctica.
¿Qué quiere decir dar vida en este contexto? Teniendo en cuenta lo que se dice más adelante, que son medicina para los huesos (Pr 16:24), dar vida quiere decir que tienen, primero que nada, una virtud curativa para sanar las enfermedades del cuerpo. Pero, sobre todo, que, viniendo de Dios, refrescan el ánimo, dan vitalidad, alegran, aumentan las fuerzas, etc. Esto en el plano de la vida material, pero en el plano espiritual, comunican, infunden vida en el alma, acercan a Dios, limpian del pecado y sus secuelas, incentivan el desarrollo de las virtudes, y muy especialmente, avivan el amor a Dios.
Acerca de la virtud curativa de la palabra de Dios hay muchos testimonios escritos, y muchos textos en el Antiguo Testamento que lo confirman. Me limitaré a citar sólo uno: “Envió su palabra y los sanó.” (Sal 107:20). Pero acerca de su efecto espiritual, el Salmo 119 está lleno de instancias concretas: corrige (v. 67,71), redarguye (v. 21), exhorta (v. 25,50,93), guía (v. 105), guarda del pecado (v. 9,11,121,133), consuela (v. 52), etc. Siendo tan grande el poder de la palabra ¿cómo vamos a descuidar alimentarnos de ella cotidianamente? Hacerlo sería descuidar nuestro propio bien y despreciar nuestro provecho. Si Dios la ha puesto a nuestra disposición para que nos valgamos de ella, sería una grave negligencia no aprovechar la oportunidad que se nos brinda de ser enriquecidos por este don suyo de valor eterno.
23. “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón;

Porque de él mana la vida.”
Este versículo es uno de los más importantes de toda la Biblia, porque trata de la posesión más valiosa que haya sido encomendada al hombre. En efecto, no hay cosa más digna de estima, de mayor valor para nosotros, que nuestro corazón en sentido espiritual. Es decir, nuestro ser interior, con todo lo que ello comprende: mente, sentimientos, decisiones, sueños, aspiraciones e intenciones. El corazón ha sido llamado con acierto “la ciudadela del hombre”. Debemos vigilar su contenido con toda diligencia, porque así como del órgano del corazón mana la vida del cuerpo por la sangre que envía a todo el organismo, llevando el oxígeno que necesitan nuestras células, de manera semejante de ese centro de nuestro ser fluye nuestra vida espiritual, pues nuestros pensamientos, sentimientos y deseos definen y determinan la calidad de esa vida, si es vital o está como muerta.
Notemos que si la fuente está contaminada, sucia, el agua que brote de ella también lo estará. De ahí que deba vigilarse todo lo que entra a nuestra mente y todo lo que nuestra mente rumia, por así decirlo, porque lo que entra en ella y lo que ella elabora, determina lo que sale, esto es, nuestras acciones y conducta (16:9a).
Jesús lo dijo muy claro: “No es lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de la boca, eso lo contamina. Porque lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” (Mt 15:11,18,19). Todo lo que nosotros hacemos y decimos existió primero potencialmente en nuestro corazón. Bien lo dijo Orígenes: “La fuente de todo pecado está en los malos pensamientos, porque a menos que ellos ganen dominio sobre nosotros no existirían los asesinatos ni los adulterios. Recuerda que las fuerzas espirituales de maldad de las regiones celestes andan alrededor nuestro como león rugiente (1P 5:8) tratando de apoderarse de nuestro corazón para gobernar nuestras vidas. Pon pues, por ello, una valla alrededor de tu corazón para que nada impuro lo contamine. El diablo también lo está vigilando, para ver en qué momentos de descuido tuyo puede asaltarlo para clavar sus dardos.
Algunos se guardan de pecar con el cuerpo, pero pecan con el corazón teniendo pensamientos de lujuria, o de odio y venganza. Pero si pecaste con el corazón es como si hubieras pecado con el cuerpo. Tu mano no asestó el golpe para herir, pero tu corazón si lo hizo, y no quedará inadvertido, porque “el Señor aclarará lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones del corazón.” (1Cor 4:5).
24. “Aparta de ti la perversidad de la boca,
Y aleja de ti la iniquidad de los labios.”
Habiendo hablado del corazón, ahora pasa a los labios. Sabemos que hay una conexión
estrecha entre la boca y el corazón porque, como dijo Jesús: “de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mt 12:34b) Nosotros solemos hablar de las cosas que llenan nuestro corazón, es decir, de las cosas que nos interesan, que ocupan nuestra mente; de las cosas con las que tenemos una vívida relación emotiva; sea positiva, porque las amamos, o negativa, porque nos son odiosas y las detestamos. Todo lo que tenemos en el corazón saldrá algún día por nuestros labios, aun sin quererlo ni darnos cuenta; y a veces nuestras propias palabras inadvertidamente nos acusarán. Más aun, como ya se ha dicho, lo que guardamos en el corazón determinará nuestras actitudes, y nuestros gestos y reacciones, sin que nos demos cuenta.
Si la frase de Jesús es cierta –como lo es sin duda- puede decirse que a quien guarde su corazón con toda diligencia no es necesario aconsejarle que aparte la perversidad de su boca, porque no se hallará en él. Pero no hay hombre tan perfecto en la tierra que no esconda alguna iniquidad en su alma, de modo que aun a ése tal hay que exhortarle a que aleje la iniquidad de sus labios. Si le da expresión con la boca la refuerza en su corazón y se mancilla con ella. Si tiene la tentación de expresar sus malos sentimientos hacia alguna persona, o llevar a la práctica los malos deseos de su mente sensual, será mejor que se refrene para no dar lugar a que el diablo le venza y retome aquella parte de su corazón que ya había cedido a Dios.
L.A. Schökel traduce: “Aparta de ti la lengua tramposa; aleja de ti los labios falsos.” Su versión expone la necesidad de ser siempre veraz, de no engañar a nadie para obtener alguna ventaja, o ganancia. ¡Cómo escucharan este consejo algunos comerciantes! La ganancia mal obtenida puede agujerear su bolsillo, o su estómago, después de agujerear su alma. Aconseja además no mentir ni manchar la honra de nadie, acusándolo falsamente de cosas que no ha cometido. El día menos pensado el daño hecho a la honra, o buen nombre ajeno, rebotará en perjuicio del mentiroso.
El libro de Proverbios tiene mucho que decir de la boca, de los labios y de la lengua: Condena los labios mentirosos (12:22); denuncia al chismoso (20:19) (Nunca caigas en ese defecto al que son proclives no sólo las mujeres, como se cree, porque, como dice Ecl 7:21,22, si hablas mal de otro, algún día oirás a alguno hablar mal de ti). En cambio, encomia al corazón del sabio que “hace prudente su boca y añade gracia a sus labios.” (16:23; cf 10:19; 13:3); afirma que “la lengua de los sabios es medicina.” (12:18), y árbol de vida “la lengua apacible” (15:4). Proclama por último que “la vida y la muerte están en el poder de la lengua” (18:21). Cuida pues tu lengua, porque, quiéraslo o no,  comerás del fruto de lo que ella diga.
25. “Tus ojos miren lo recto,
Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.”
Que los propósitos que persigues sean siempre honestos y las metas que deseas alcanzar sean siempre honorables. En ellos fija tu mirada sin vacilar. La persona que anda mirando de un lado a otro al caminar, como espiando el entorno de manera furtiva para ver qué oportunidad se le ofrece de aprovecharse del descuido o ingenuidad de algún incauto, guarda pensamientos de dudosa índole en su corazón. No es una persona confiable. Es mejor que no tengas trato con ella; no vayas a caer en una de sus trampas.
Pero este versículo advierte también del peligro de dejar que nuestra mirada sea atraída por una mujer ajena, con la cual, si uno la mira con deseo, ya ha cometido adulterio en su corazón, según dijo Jesús (Mt 5:28). Por eso es que Job dice que él se había impuesto por ley no mirar con deseo ni siquiera a una virgen (Jb 31:1). Por eso también dijo Jesús muy apropiadamente que los ojos son la lámpara del cuerpo. Si nuestros ojos son malos, es decir, si la intención con que miramos es torcida, todo nuestro ser estará en oscuridad; pero si son buenos, es decir, si nuestras intenciones son rectas e inocentes, todo nuestro ser estará iluminado (Mt 6:22,23). Eso se refiere no sólo a la sensualidad, sino también a la codicia.
26. “Examina la senda de tus pies,
Y todos tus caminos sean rectos.”
27. “No te desvíes a la derecha ni a la izquierda;
Aparta tu pie del mal.”
26. Este proverbio nos exhorta a hacer el examen continuo del camino que llevamos, de lo que estamos haciendo, si es recto, conforme a la palabra de Dios, o no. Este versículo, además,  respalda la noción de que el examen de conciencia es algo bíblico. "Examina la senda de tus pies" quiere decir: examínate a ti mismo, examina tu conducta, práctica que Pablo recomienda (2 Cor 13:5), no vaya a ser que sin darte cuenta estés incurriendo en faltas. Mejor es que te juzgues tú sinceramente, que no que sea Dios quien lo haga cuando ya no puedes rectificar nada de lo hecho en tu vida.
Nuestros caminos están abiertos a los ojos de Dios que los considera (Pr 5:21), y tiene en cuenta todas nuestras acciones (1Sm 2:3). No hay nada que escape a su mirada.
Esa misma exhortación nos la hace Efesios 5:15: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios.”
27. La exhortación a no desviarse del camino aparece frecuentemente en Deuteronomio y Josué (Dt 5:32; 17:11,20; 28:13,14; Js 1:7; 23:6), y anima a perseverar en el camino trazado que debe siempre perseguir el bien, tal como hizo el piadoso rey Josías (2R 22:2).
En Isaías se da un consejo semejante: “Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda.” (Is 30:21). No dudemos de que Dios, en su infinita compasión, enviará su voz como un aviso que oiremos a nuestras espaldas cuando más lo necesitemos, alertándonos del peligro de desviarnos que enfrentamos.
Conviene recordar lo que dice otro proverbio: “Todo camino del hombre es recto en su propia opinión; pero Jehová pesa los corazones.” (Pr 21:2). Para no desviarnos del camino debemos siempre pedirle a Dios que nos guíe y nos guarde, porque mientras vivamos seremos inevitablemente tentados a dejar una y otra vez el camino recto y seguro por el que andamos; y habrá incentivos que atraigan nuestra ambición, o nuestra concupiscencia, y que nos inciten engañosamente a gozar de ellos (Sal 27:11; cf 5:8). Bien advirtió Pablo: “El que piensa estar firme, mire que no caiga.” (1Cor 10:12).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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jueves, 21 de agosto de 2014

AMONESTACIONES DE LA SABIDURÍA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
AMONESTACIONES DE LA SABIDURÍA I
Un Comentario de Proverbios 1:8-19
Los versículos del 8 al 19 constituyen un discurso en el que el autor da al lector una
serie de consejos prácticos semejantes a los que los  padres suelen dar a sus hijos. Los dos primeros (v.8 y 9) son una amonestación general introductoria, o exordio, en que se menciona a ambos progenitores, porque uno y otro tienen algo que enseñar al hijo y ambos deben ser escuchados. Vale la pena notar la importancia que se daba a la esposa y madre en la cultura patriarcal hebrea (cf 31.10-31, véase también 10:1; 23:22; 29:15; 30:17; 31.1).
8. “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre;” (Nota 1) 9. “Porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello.”
Estos dos versículos contienen una advertencia muchas veces repetida al hijo para que escuche los consejos y exhortaciones de sus padres, (cf. 2:1; 3:1; 4:1,20; 5:1; 6:20; 7:1). Debe ser repetida porque los hijos, en la soberbia de la adolescencia y de la juventud, tienen la tendencia a no escuchar a sus padres, o a considerarlos desfasados en el tiempo e incapaces de comprender las inquietudes de los jóvenes. Olvidan ellos que sus padres también fueron jóvenes, que pasaron por las mismas tumultuosas emociones –porque la naturaleza humana no cambia- y experimentaron la misma tensión entre deseos y aspiraciones, y la cruda realidad, aunque las circunstancias sociales y las costumbres hayan cambiado mucho desde la época en que se escribió este libro, y muchísimo más en las últimas décadas.
Pero el factor que los hijos más ignoran es que los padres, por el amor instintivo que sienten por sus hijos, suelen tener una aguda intuición de lo que les conviene y de los peligros que les acechan. Cuanto más desinteresado sea el amor de los padres por sus hijos, mejor comprenden la situación de éstos y más deberían éstos escucharlos.
La sabiduría que adquiere el hijo que escucha a sus padres lo viste de una gracia especial que atrae las miradas ajenas. Los hijos que escuchan a sus padres caminan con más facilidad al éxito, no sólo porque al ser guiados pueden evitar muchas trampas, sino también porque la obediencia trae bendición. Bien dice Pablo que el mandamiento de honrar padre y madre es el primer mandamiento con promesa (Ef.6:2). Pero no sólo es larga vida la bendición de este mandato, otras bendiciones lo acompañan pues Dios honra al que honra a quienes lo representan. En otras palabras: el que honra a sus padres, le honra a Él.
De otro lado, ¿no hemos comprobado muchas veces lo antipáticos que son los niños engreídos que no obedecen a sus padres y, por el contrario, lo simpáticos que son los niños bien educados y obedientes?
Desde otro punto de vista estos dos versículos describen dos posibles actitudes negativas del hijo frente a los consejos amorosos de sus padres. Una, es simplemente no oír, cerrar los oídos. La otra es indiferencia, no dar importancia, encogerse de hombros. En última instancia, aunque se expresen en gestos distintos, ambas actitudes son una sola cosa: desprecio. Prov 30:17 advierte del terrible castigo que espera al hijo que tal haga.
Pero si el hijo no tiene esa actitud necia, y escucha en cambio con atención la amonestación de su padre y la enseñanza de su madre, en la imaginación pictórica del autor esos consejos bien atendidos serán como joyas que adornan su cabeza y su cuello. (2)
Aquí las palabras usadas: amonestación, por el padre; y enseñanza, por la madre, corresponden a dos maneras de aconsejar distintas: una con voz robusta, imponente, imperiosa; y otra con voz suave, delicada, paciente. La primera es susceptible de originar rechazo; la segunda, en cambio, predispone a oír.
Es una cosa cierta que el porte seguro del joven, que pese a su corta edad, haya adquirido una sabiduría precoz escuchando atentamente a sus padres y siéndoles obediente, tendrá algo de grácil y de espontáneo que conquistará a los que lo traten, (Pr 4:1; 6:20-22; Sir 6:18-37), algo mejor que el más costoso adorno. El episodio del niño Jesús conversando con los sabios en el templo ilustra bien el caso (Lc 2:46-50).
Otro es el caso del joven Timoteo que fue instruido en las Escrituras por su madre y su abuela (2Tm 1:5; 3:15). ¡Qué bendición es para un hijo o una hija, contar con padres que les den buenos consejos, y que los instruyan en el buen camino!, porque hay muchos padres lamentablemente que descuidan esa responsabilidad, o que si aconsejan a sus hijos, lo hacen mal porque carecen de temor de Dios. El hijo o la hija que han sido mal aconsejados por sus padres o tutores, se extravían temprano en la vida y pueden terminar teniendo problemas con la justicia. ¡Padre o madre que lees estas líneas, ten en cuenta la enorme responsabilidad que Dios ha puesto sobre tus hombros de guiar sabiamente a tus hijos por el camino del bien! Si lo haces tus hijos serán para ti algún día motivo de satisfacciones y de sano orgullo; de lo contrario lo serán de tristeza y vergüenza.
Es bueno que los padres tengan en cuenta que la enseñanza más eficaz y duradera es la que se imparte con el ejemplo. El modo de vida, las costumbres, las aficiones y los gustos, los buenos y los malos hábitos de los padres, sientan un patrón que los hijos tienden a imitar inconcientemente. Ellos tienden a comportarse y a reaccionar frente a las circunstancias de la vida tal como vieron que hacían sus padres. De ahí que con frecuencia padres honestos, o piadosos, o trabajadores, o solidarios, suelen tener hijos que exhiben esas cualidades; así como lo contrario es también cierto. Si los padres son deshonestos, o irreligiosos, u ociosos, o desconsiderados, los hijos tenderán también a serlo. El ambiente espiritual, moral e intelectual en que crecieron marca a los hijos de por vida y deja una huella indeleble en su personalidad, aunque a veces ocurre, cuando ese ambiente es negativo, que ellos, por un sano instinto, reaccionen contra las actitudes que les disgustaron de pequeños, y se esfuercen en actuar de manera contraria. Es bueno recordar que la fibra moral de una nación es determinada en gran parte por la formación moral que reciben los hijos en el hogar, y que, en ausencia de ésta, se desencadena el caos en la sociedad (cf Pr 29:18).
Vienen a continuación dos estrofas de cinco versos cada una:
10. “Hijo mío, si los pecadores te quisieren engañar, no consientas.”
11. “Si dijeren: Ven con nosotros; pongamos asechanzas para derramar sangre, acechemos sin motivo al inocente;”
12. “Los tragaremos vivos como el Seol, y enteros, como los que caen en un abismo;”
13. “Hallaremos riquezas de toda clase, llenaremos nuestras casas de despojos;”
14. “Echa tu suerte entre nosotros; tengamos todos una bolsa.”
15. “Hijo mío, no andes en camino con ellos. Aparta tu pie de sus veredas”,
16. “Porque sus pies corren hacia el mal, y van presurosos a derramar sangre.”
17. “Porque en vano se tenderá la red ante los ojos de toda ave;”
18. “Pero ellos a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.”
19. “Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.”
La primera estrofa es de advertencia; la segunda, de amonestación. Los versículos 10 al 14 contienen una advertencia ferviente al hijo para que no se deje seducir por el discurso engañoso de los impíos que lo quieren hacer su cómplice. Ellos se gozan atrayendo a otros al mal camino. Tan pronto como Lucifer se rebeló contra Dios, se convirtió en un tentador. Él es un experto en este oficio, y entrena a sus secuaces para que sean tan hábiles como él.
Los tentadores con frecuencia tratan de apartar a los jóvenes de la obediencia a sus padres, diciéndoles: Ya estás grande, ya puedes independizarte y obrar de acuerdo a tu propio criterio. Los pecadores endurecidos y atrevidos, que se jactan de su impiedad, tratan de que otros se unan a su pandilla, y se complacen en corromper a los sanos.
Los versículos 15-19, por su lado, dan las razones paternas por las que el hijo no debe ceder a sus requerimientos. Una preocupación destaca aquí: Las invitaciones de los pecadores son engañosas porque ocultan el resultado trágico final que trae obrar como ellos proponen.
A partir del v.11 el padre cita las palabras seductoras que los malvados podrían dirigir a su hijo. Lo hace para que el hijo sepa reconocerlas cuando las oiga y no se deje sorprender: “Ven, únete a nosotros….Acechemos al inocente.” Ellos no ocultan sus malos propósitos, tan osado es su cinismo: De lo que se trata es de asesinar para apoderarse del dinero de las víctimas (Sir. 11:32; Sal. 10:8), personas desprevenidas y desarmadas que no les han hecho ningún daño, pero a quienes envidian.
Ellos se jactan de sus malvadas proezas (“los tragaremos vivos…”). Están ilusionados con el botín que hallarán y por la forma cómo se enriquecerán rápidamente sin haber trabajado. Y deslizan un sutil engaño que pierde a muchos que no lo captan: “Tendrán una bolsa común que ellos controlarán”. Le están adelantando -esperando que el joven no se dé cuenta- que él no tocará el dinero que reúnan, porque todo se pondrá en una sola bolsa que los cabecillas manejarán. Pero unirse a la suerte de los criminales es compartir su castigo cuando se acabe la ilusión de compartir su botín.
Hay muchas maneras de asaltar a la gente y robarles su dinero sin llegar a matarla. Al contrario, piensan algunos malhechores. Es mejor que sigan viviendo para poder seguir explotándolos. Notemos que en el mundo de los negocios con frecuencia surge la tentación de enriquecerse a costa de los clientes, sea ofreciéndoles productos cuya calidad inferior no corresponde a lo publicitado, sea recargando los precios de manera desproporcionada. La naturaleza humana no ha cambiado a través de los siglos, aunque los métodos hayan variado. Los que carecen de temor de Dios no tienen escrúpulos en explotar a sus semejantes. Algún día el dinero mal ganado arderá en sus entrañas.
15. El padre implora: “No vayas con ellos…”. La experiencia que dan los años y la intuición que le da el amor, le hacen comprender al padre que su hijo puede ser tentado por la emoción de la aventura y del dinero fácil, y de la camaradería con tipos hábiles, pero sin pensar que su compañía puede serle fatal.
16. Ten cuidado. Ellos se apuran a matar como si fuera una hazaña. Si no tienen respeto de la vida ajena ¿quién te garantiza que algún día la sangre que derramen no sea la tuya, cuando les seas incómodo?
Nótese la relación entre los versículos 11 y 16: Las palabras comunes en ambos
versículos: “derramar sangre” (3) (c.f. Pr 12:6) son un circunloquio usado para expresar el homicidio. Pero es a su propia sangre a la que los impíos tienden lazo, porque así como ellos matan sin escrúpulos a algunos, alguien los matará algún día a ellos sin pena. El camino que se anunciaba exitoso termina en el sepulcro.
El pecado puede tener consecuencias nunca imaginadas (pero que el diablo sí conoce). Cuando la muchacha se deja seducir por su galán, no piensa en que más adelante va a querer abortar para ocultar las consecuencias de su debilidad. Cuando David tramó seducir a Betsabé, no pensó en que iba a tener que mandar matar al marido, al fiel Urías, para ocultar el escándalo. El ladronzuelo que coge a escondidas una prenda que le gusta en el supermercado, no piensa que puede terminar en la cárcel.
17,18. Con frecuencia se tiende inútilmente una red para capturar a las aves del cielo porque ellas ven cuando el pajarero echa la red y su instinto les hace evitarla, y por eso escapan antes de quedar atrapadas. Pero los malhechores son menos avisados que las aves, porque aunque son concientes del peligro al que su conducta criminal los expone, corren para caer en las redes que tendieron a los pies de otros, y cuando ilusamente creían que sus planes y emboscadas les iban a salir bien, terminan por ser cogidos en sus propias trampas.
19. Este versículo recuerda la advertencia que Pablo dirige a su discípulo Timoteo: “Los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo…” (1 Tm.6:9). La codicia es homicida. Asesina no sólo a los que despoja sino también a los que la cultivan en su corazón.
Notas : 1. La palabra “torá” que aparece en el original hebreo del vers. 8, y que generalmente se traduce por “ley”, quiere decir primordialmente “dirección” tal como aparece correctamente aquí. (Véase el comentario de D. Kidner en “Proverbs” pags. 56 y 57.)
2. Para entender la intención del autor en el versículos 9 debe tenerse en cuenta que era costumbre en la antigüedad que no sólo las mujeres, sino también los hombres usaran joyas y ornamentos en la cabeza y en el cuello (Gn 41:42). En el caso concreto de este versículo se trata de la guirlanda que se colocaba en la frente de los héroes victoriosos, y del collar que usaban los magistrados y que simboliza protección. Crisóstomo anota al respecto: “Mientras que en los juegos olímpicos la corona de la victoria no es más que una guirlanda de laurel, o el aplauso y la aclamación de las multitudes, todo lo cual desaparece y se pierde al caer la noche, la corona de la virtud y sus luchas no es material en absoluto. No está sujeta a decadencia en este mundo, sino que es imperecedera, inmortal.”
3. Estos dos versículos parecen una cita de Is 59:7, sólo que en el caso del profeta sus palabras son una acusación dirigida al pueblo de Israel.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

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viernes, 26 de abril de 2013

SANSÓN IV


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
SANSÓN IV
Sansón es vencido por Dalila
Jueces 16: 4,5. “Después de esto aconteció que se enamoró de una mujer en el valle de Sorec, la cual se llamaba Dalila. Y vinieron a ella los príncipes de los filisteos, y le dijeron: Engáñale e infórmate en qué consiste su gran fuerza, y cómo lo podríamos vencer, para que lo atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata.”
Informados probablemente de que la mujer de Sansón en Timnat había logrado sonsacarle la solución del enigma (14:16,17), los príncipes de los filisteos (uno por cada una de sus cinco ciudades) pensaron, no sin razón, que Dalila, su nuevo amor, podría con astucia arrancarle el secreto de su fuerza y, con ese fin, le ofrecieron una considerable suma de dinero. Quizá ellos pensaban que su secreto consistía en algún amuleto que llevaba consigo, o en algún conjuro mágico que podía ser contrarrestado.
Dalila asiente, y vende al hombre que decía amar por la suma ofrecida, así como el discípulo traidor vendió a Jesús por treinta monedas de plata (Mt 26:14,15). Con Dalila se repite la historia de Baal Peor cuando el pueblo de Israel cedió a su sensualidad y empezó a fornicar con las hijas de Moab, y sufrieron una gran destrucción (Nm 25:1-3).
¿Quién era Dalila? Con toda seguridad ella era filistea, aunque el texto no lo diga, pero no era una ramera, sino una mujer de conducta libre. Su nombre quiere decir “debilidad”. Quizá pensando en esta historia Salomón escribió el proverbio 6:26: “A causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan.” (Cf. Pr 7:26,27)
6-9. “Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás ser atado para ser dominado. Y le respondió Sansón: Si me ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos (secos), entonces me debilitaré y seré como cualquiera de los hombres. Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes que aún no estaban enjutos, y ella le ató con ellos. Y ella tenía hombres en acecho en el aposento. Entonces ella le dijo: ¡Sansón, los filisteos contra ti! Y él rompió los mimbres, como se rompe una cuerda de estopa cuando toca el fuego; y no se supo el secreto de su fuerza.”
Dalila aprovecha el poder que tiene sobre Sansón para tratar de que él le revele el secreto de su fuerza, pero él, sabiendo que eso era algo que no le convenía revelar, le dice algo falso que ella ilusamente, como jugando, pone en práctica. Cuando los filisteos que ella ha escondido en la habitación contigua, vienen sobre Sansón, él rompe las cuerdas con facilidad y ahuyenta a sus atacantes.
Pasado algún tiempo, y aprovechando alguna ocasión propicia, dos veces más se repite el pedido astuto de Dalila y el engaño de Sansón, y dos veces más los filisteos le caen encima, pero él se deshace fácilmente de ellos.
¿Qué hubiera hecho un hombre sensato en una situación semejante? Irse corriendo de la mujer que lo estaba engañando y que estaba tratando de descubrir su secreto para anularlo, y entregarlo en manos de sus enemigos. Pero Sansón, prisionero de los encantos de Dalila, se queda para darle a ella una oportunidad más de arrancarle el secreto de su fuerza (v. 10-14). Cabe preguntarse en este caso: ¿Qué era más reprochable aquí? ¿La debilidad de Sansón, o la perversidad de ella?
15. “Y ella le dice (posiblemente cuando él la estaba acariciando): ¿Cómo dices yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y no me has descubierto aún el secreto de tu gran fuerza.”
El arma que ella usa es la más efectiva, porque nada detesta más el amante apasionado sino que se ponga en duda la sinceridad de su cariño, quizá porque en su interior él sabe que no es verdadero amor, sino pasión lo que lo mueve. Pero podría voltearse la pregunta y decirle a ella: ¿Cómo puedes tú decir que amas a Sansón si tu corazón no está con él, puesto que buscas por interés económico su pérdida?
16. “Y aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia.”
Su corazón atormentado se hallaba en un gran dilema, oscilando entre la pasión que sentía por ella, y el temor de perder su fuerza, y con ella, su seguridad, si le revelaba su secreto. ¡Cuántos hombres y mujeres que se entregan al pecado, no se encuentran a veces en dilemas que los atormentan e, incapaces de tomar la decisión correcta, se deciden para su propio mal por lo que menos les conviene!
17,18. “Le descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que él le había descubierto todo su corazón (Nota 1), envió a llamar a los principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero.”
Lo primero en que ella piensa cuando se da cuenta de que él ha sido esta vez sincero, es que le paguen lo ofrecido. Eso era lo que a ella le interesaba. ¿Cuántas maldades no está dispuesto a hacer el ser humano por codicia? La codicia es el factor escondido que está detrás de gran parte de los acontecimientos del devenir humano.
Yo me pregunto ¿Dónde estaba Sansón cuando ella llamó a los príncipes de los filisteos para que le paguen? Él estaba viviendo con ella. ¿Se habría ido de paseo? Ella lo tenía como adormecido, inconciente de todo peligro. Pero nótese la confianza que los filisteos le demuestran a Dalila. Le pagan lo acordado antes de que se haya probado que ella efectivamente le había arrancado su secreto.
19a. “Y ella hizo (se supone esa misma noche) que él se durmiese sobre sus rodillas,
¿Qué hacía él después de revelarle su secreto durmiendo en las rodillas de la mujer que tres veces le había mostrado cuáles eran sus verdaderas intenciones? (2) ¡Pobre Sansón! Estaba ciego antes de que le arrancaran los ojos. No se daba cuenta de que ella buscaba su ruina. Bien dice Proverbios: “Abismo profundo es la mujer ramera.” (Pr 23:27) Ella se mostraba cariñosa con Sansón al mismo tiempo que conspiraba contra él. De manera semejante Satanás adormece a los que él quiere atrapar en sus redes.
19b. “Y llamó a un hombre, quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a afligirlo, pues su fuerza se apartó de él.”
El sueño profundo en que cayó después de satisfacer su pasión, lo entregó en manos de sus enemigos.
20,21. “Y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo: Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él. (3) Mas los filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le ataron con cadenas para que moliese en la cárcel.”
La fuerza sobrehumana de Sansón, de la que él se jactaba, no residía en realidad en su cabello no cortado, sino en que Dios estaba con él. Pero Dios estaba con él sólo mientras él siguiera siendo nazareo, consagrado a Dios, algo de lo que su cabellera era un signo. Al abandonarse a su sensualidad, él se había apartado de Dios y, en consecuencia, Dios se apartó de él. Ésa era la lección que Dios quería que, a través de una experiencia amarga, él aprendiera ¡Cuántas veces nos ha ocurrido a nosotros algo semejante! ¿Hemos aprendido la lección que Dios quería darnos? “Antes que fuera yo humillado descarriado andaba, mas ahora guardo tu palabra.” (Sal 119:67).
Sus ojos habían sido la ocasión de su pecado. Dios permitió que se los arrancaran para que se volviera arrepentido a Él.
Ambrosio escribe: “Cuando era fuerte Sansón estranguló a un león, pero no pudo estrangular al león de su amor propio. Rompió las cuerdas de sus enemigos, pero no las cuerdas de su sensualidad. Quemó las cosechas de los filisteos, pero perdió la cosecha de su virtud cuando ardía en las llamas de su pasión inflamada por una mujer.”
Se lo llevaron a la fuerza a la ciudad filistea donde él había estado por voluntad propia una vez persiguiendo sus pasiones (Jc 16:1-3), y lo pusieron a hacer la labor de un esclavo moliendo trigo..
La historia de Sansón se parece a la historia de Israel, que fue fuerte mientras le fue fiel a Dios, pero que fue conquistado por sus enemigos, arrancado de su tierra y llevado cautivo a Babilonia cuando le volvió la espalda.
Pero la historia de Sansón no termina todavía.
22. “Y el cabello de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado.”
Todavía había una obra que Dios quería hacer a través de Sansón, que entretanto se había arrepentido, y le había pedido perdón por su ligereza al haber usado para beneficio propio el don de la fuerza extraordinaria que Él le había dado para liberar a su pueblo. “Junto con su arrepentimiento creció su cabello, y junto con su cabello, su fuerza,” dice un autor antiguo.
23,24. “Entonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse; y dijeron: Nuestro dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo. Y viéndolo el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de nosotros.”
Algún tiempo después los príncipes de los filisteos convocaron a una gran fiesta en honor de su dios Dagón -que era un ídolo en forma de pescado con cabeza y manos humanas- y a quien ellos atribuían su gran triunfo sobre Sansón. (4)
            “Y viéndolo el pueblo…” Esto es, cuando el pueblo vio la fiesta, “alabaron a su dios…”
25. “Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas.”
Para divertirse hicieron traer a Sansón. ¡A qué colmo de humillación había llegado Sansón, que después de ser el terror de los filisteos, se convirtió en su payaso! Ellos se divertían viéndolo tambalearse a ciegas, arrastrando sus cadenas, y se burlaban de él, quizá dándole alguno una bofetada o escupiéndolo, tal como Jesús algún día, coronado de espinas, sería objeto de burla de la soldadesca que lo torturaba (Lc 22:63-65; Jn 19:1-3).
26. “Entonces Sansón dijo al joven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las columnas sobre las que descansa la casa, para que me apoye sobre ellas.”
Pretendiendo querer descansar, Sansón le pide al muchacho que lo acompaña, que lo acerque a los pilares que sostienen la estructura del edificio. Tenemos que suponer que él había visitado alguna vez el templo y conocía su diseño.
27. “Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y todos los principales de los filisteos estaban allí; y en el piso alto había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando el escarnio de Sansón.”
No sabemos cómo era la distribución del templo, pero podemos colegir que en su interior había un gran número de personas principales, y que sobre el techo, que se abría hacia el primer piso, se apiñaba mucha gente del pueblo, queriendo gozar también del espectáculo.
El templo era posiblemente un gran recinto de paredes de madera, construido sobre bases de piedra. A cada extremo había dos columnas sobre las que se apoyaban dos grandes vigas de madera que sostenían el techo.
28. “Entonces clamó Sansón a Jehová, y dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome venganza de los filisteos por mis dos ojos.”
Sansón clama a Dios que le devuelva la fuerza que antes había tenido para que pueda hacer una gran matanza de filisteos. Cuando Sansón se vuelve hacia Dios, Dios se vuelve hacia Sansón y lo fortalece. Pero notemos este contraste entre Sansón y Jesús: Sansón murió pidiendo a Dios venganza; Jesús murió pidiendo a su Padre que perdone a sus enemigos (Lc 23:34).
29,30. “Asió luego Sansón las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más que los que había matado durante su vida.”
La matanza de enemigos que hizo Sansón al final, ciego y cargado de cadenas, fue más grande que todas las que había hecho hasta entonces. Entre los que murieron aplastados se contaban los hombres que habían sobornado a Dalila, y quizá ella misma. ¿Cuándo fueron destruidos? Cuando se gloriaban de su victoria y más seguros se sentían al haber capturado a su más peligroso adversario.
            Sansón se sacrificó de buena gana. A él no le importaba morir si su muerte significaba la muerte de gran número de sus enemigos. No le importaba morir porque él estaba privado de la vista y de su libertad. Morir era para él una forma de escapar a su doble prisión, la del calabozo y la de la ceguera. Aquí también Sansón es un tipo de Jesús, que se sacrificó a sí mismo para destruir a los enemigos de su pueblo, a Satanás y sus principados y potestades.
La historia de Sansón se divide en dos partes. En la primera él actúa bajo la influencia del Espíritu. En la segunda, cede al impulso de sus pasiones, cae en pecado y su lujuria le hace ser infiel a su llamado. Él estaba consagrado a Dios como nazareo, y en ello residía su fuerza; su debilidad, en cambio, residía en su carne.
Su vida es un espejo de la historia de Israel, el pueblo elegido y consagrado a Dios. En su consagración residía el poderío de la nación, que alcanzó su apogeo en los reinados de David y Salomón. Pero cuando, orgulloso de su gloria, Israel se apartó de Dios y cayó en idolatría, fue presa fácil de pueblos rivales que lo deportaron y dispersaron a diez de sus tribus (2R 18:9-12), y después mandaron al exilio a las dos restantes (2R 25:11).
Ésa es también la historia de muchos hombres y mujeres que Dios levanta para que le consagren todas sus fuerzas y le sirvan, pero que caen cuando atribuyen sus éxitos y victorias a sí mismos y dejan de darle a Dios la gloria debida.
No seamos nosotros como ellos y Dios hará de nosotros, si lo quiere, nuevos sansones en el espíritu.
Notas: 1. ¿Cómo se dio cuenta ella de eso? Porque él mencionó el nombre de Dios, y pensó, con razón, que no lo haría mintiendo.
2. Mathew Henry anota: “El que duerme en el regazo de su lujuria, ciertamente despertará en manos de los filisteos.” Yo añadiría: Si nos apartamos de la protección que Dios nos ofrece, seremos presa fácil de nuestros enemigos.
3. Véase Nm 14:42,43; Js 7:12; 1Sm 16:14; 18:12; 28:15,16; 2Cro 15:2. Cuando Dios se aparta de uno, no hay nada que pueda el hombre hacer.
4. Se recordará que algunas décadas después, los filisteos capturaron el arca del pacto, y la pusieron en el templo de Dagón, en Asdod, y que por dos mañanas consecutivas encontraron la estatua de su dios, caída delante del arca y, atemorizados, se apresuraron a devolverla a los israelitas (1Sm 5:1-4).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#773 (07.04.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).