lunes, 12 de julio de 2010

INTEGRIDAD II

Por Josè Belaunde M.

En la charla pasada hablamos del primero de los componentes de la integridad, esto es, de la pureza de pensamiento y de acción, que forma parte de la santidad. Hoy vamos a hablar de otros dos componentes importantes de la integridad. Y comenzaremos por la honestidad, u honradez, en todos nuestros tratos con el prójimo. La honestidad se refiere sobre todo a los asuntos económicos, a los casos en que hay dinero o bienes materiales involucrados. ¡Y con cuánta facilidad pecamos cuando hay dinero de por medio! San Pablo dice con toda razón que el amor al dinero es “la raíz de todos los males.” (1Tm 6:10).

Sabemos instintivamente qué es la honestidad, pero vamos a tratar de definirla por referencia a sus contrarios. Y el primero de ellos es el robo, esto es, el apoderarse de lo que no es de uno, de lo ajeno. La honradez consiste, en primer lugar, en no tomar, o en no recibir, o en no obtener nada que no nos pertenezca legítimamente. En no coger nada que tenga dueño, incluso cuando el dueño no nos sea conocido.

Por ejemplo, la persona honrada que encuentre en algún lugar una billetera que se le ha perdido a su dueño, no tomará el dinero que contiene, sino que tratará de ubicar al propietario para entregársela intacta.

Otro contrario a la honestidad es el fraude. Es decir, el engañar a alguien en alguna operación, sea comercial o financiera, o en algún contrato, aprovechándose de su ignorancia o de su buena fe. La persona honesta no trata de obtener ninguna ventaja, o ninguna ganancia, mediante engaños, o silenciando alguna información que la otra parte no tiene.

Para tomar un ejemplo común, es muy frecuente que el vendedor de un automóvil usado oculte o disfrace los choques que tuvo el auto, o los desperfectos de sus partes mecánicas, para engañar al comprador sobre el estado real del vehículo. Incluso puede llegar a modificar el tacómetro para ocultar el uso que ha tenido el auto.

Pero el hombre honesto que vende un objeto cualquiera no ocultará al comprador potencial ningún aspecto negativo que tenga lo que está vendiendo, sino que lo revelará honestamente, para que la persona interesada pueda tomar una decisión basada en la verdad de lo que compra. Es decir, el vendedor honesto no tratará de engañar al comprador obteniendo alguna ventaja aprovechándose de algo que el comprador ignore. Eso es lo que hoy se llama transparencia, por usar una palabra de moda.

En la práctica, lamentablemente, sabemos cuán desconfiados hay que ser cuando compramos algún objeto usado, e incluso, cuando es nuevo.

Los bancos con frecuencia engañan a sus clientes cuando no les explican claramente el alcance de las cláusulas que están en letra pequeña en su contrato de préstamo, que es laborioso de leer y entender, y luego el prestatario se encuentra con que su deuda ha crecido más allá de lo que nunca hubiera imaginado. Esos son casos de fraude legal que no deberían permitirse.

La persona honesta, si es comerciante, no engañará en el peso, ni usará una balanza falsa. El libro de Proverbios dice al respecto: "Pesa falsa y medida falsa son abominación al Señor." (20:10). El comerciante honesto venderá su mercancía al precio justo sin tratar de obtener una ganancia excesiva, ni de especular con el precio, aprovechándose de la escasez ocasional del producto.

Pero lo deshonestidad va más lejos. Muchas de las prácticas comerciales en boga son la negación misma de la honestidad. Todo el que haya estudiado "marketing" sabe que con frecuencia, los precios no se fijan en función del costo de producción, sino dependiendo de cuál sea lo que se llama "el mercado objetivo", esto es, el público al cual se quiere llegar. El mismo producto, vendido masivamente y en un envase corriente al gran público, costará por decirlo 10 soles. Pero vendido en locales exclusivos y en un empaquetamiento de lujo a un público selecto, tendrá un precio de 100 soles, sin que la diferencia esté justificada por el valor del envase ni por el costo de la publicidad. Esa práctica comercial, admitida por el mercado, y enseñada en las universidades e institutos de mercadeo, es un fraude en perjuicio del comprador de lujo, aunque pudiera ser que a éste no le importe pagar más, por el prestigio que le otorga comprar un producto "de marca". Hay más bien quienes se ofender si se les propone comprar un producto barato. Eso está por debajo de ellos.

Si tiene algún litigio en los tribunales, la persona honesta no tratará de influir en los jueces a su favor mediante el soborno. La palabra de Dios condena tanto al que recibe un soborno como al que lo da (Dt 16:19). Y hoy día, que se ha implementado la conciliación previa al juicio, la persona honesta acudirá a la conciliación de buena fe, y con el propósito de llegar a un acuerdo justo y razonable con su adversario.

La honestidad es violada cuando el carpintero no fabrica el mueble que le han encargado usando la madera fina pactada, sino que utiliza una madera corriente que se apolilla fácilmente. O cuando el mecánico cambia las piezas buenas del auto que repara por otras malas, o cuando no usa repuestos legítimos, aunque cobre por ellos; o cuando no hace una reparación competente y exhaustiva, sino "así no más", para salir del paso. O, en otro campo, cuando el médico convence al paciente de que se someta a una operación que no es necesaria, sólo para cobrarle los honorarios. O cuando el abogado se arregla con la parte contraria para que su cliente pierda el juicio.

He aquí tantos casos en que la honestidad queda por los suelos, pero que son tan comunes en nuestro medio que ya no nos escandalizan.

Otro elemento esencial de la integridad es la veracidad en todas nuestras palabras. Conocemos el mandamiento del catecismo antiguo: "No levantar falsos testimonios ni mentir", pero nos reímos de él.

En la epístola a los Efesios Pablo escribió: "Por tanto, desechando la mentira, hablad verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros." (4:25).

¡Ah! ¡Con qué facilidad mentimos nosotros! Mentimos tan tranquilos como si tomáramos un vaso de agua, y ni siquiera nos inmutamos. Nos parece normal, tan normal que si alguno dice crudamente la verdad, desconfiamos, porque no estamos acostumbrados a ese lenguaje. Pero, en realidad, todo el que miente sabe que lo hace, pues tiene un instinto que le hace adherirse a la verdad aunque no lo quiera y que lo delata. Ese instinto se revela en las alteraciones involuntarias del potencial eléctrico de la persona que miente, que ni el oído ni el ojo humano detectan, pero que sí detecta el aparato llamado "polígrafo", o "detector de mentiras".

Ese aparato se usa en los tribunales de algunos países para constatar la veracidad o detectar la falsedad de las declaraciones de los testigos, pero en realidad acusa a todo el que miente, como si le dijera: Tú crees que nadie se da cuenta de tu mentira, pero tu propio estremecimiento interior te delata.

Es curioso que en el Perú no se use ese aparato. Será quizá porque si se usara se vería que casi todo el mundo miente en los tribunales. De hecho, por lo general casi todos los que acuden, o son llevados a los tribunales, creen que es su derecho mentir mientras puedan salirse con la suya.

Ese instinto de la verdad, que hace que el hombre se estremezca imperceptiblemente sin quererlo cuando miente, es un signo de la imagen de Dios que todo ser humano tiene en su interior y en la que está grabada la verdad como patrón o "standard". Ese instinto le hace repudiar inconcientemente toda mentira, y lo acusa de falsario cuando miente.

Recientemente ha aparecido otro método superior en sus resultados al polígrafo, y que consiste en filmar mediante cámara lenta (en verdad, super rápida) el rostro de la persona cuando es sometida a un interrogatorio. Cuando se pasa lentamente el film se puede observar que ante preguntas incómodas la cara del testigo se altera, o hace una mueca que el ojo no capta, pero el aparato sí. Se infiere que eso ocurre cuando el testigo miente y que el cambio instantáneo de expresión de su rostro lo delata.

Dios detesta la mentira porque es lo más contrario a su esencia, que es verdad pura. Jesús dijo de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida." (Jn 14:6). Y a Pilatos le dijo: "Yo he venido...para dar testimonio de la verdad." (Jn 18:37).

Dios detesta la mentira, "pero los sinceros alcanzan su favor", dice el libro de Proverbios (12:22). No sólo Dios la detesta. También el justo, dice Proverbios, "aborrece la palabra de mentira." (13:5).

El Espíritu Santo, dijo Jesús a sus apóstoles, los guiaría a toda la verdad, y Él mismo es llamado “Espíritu de Verdad” (Jn 16:13). ¿Comprendes ahora amigo lector por qué es tan importante que el cristiano sólo hable la verdad y se aferre a ella? El Dios a quien adora es la verdad en sí misma. No le rinde culto en su vida si miente, sino más bien, al hacerlo, le niega.

El diablo -esto es, el enemigo de Dios y de los hombres- dijo también Jesús, "es el padre de la mentira”, y “es mentiroso." (Jn 8:44). Él es quien nos incita a mentir. ¿Cómo puede pues el cristiano mentir sin sonrojarse de vergüenza si al hacerlo obedece al diablo? Y ¿qué confianza podemos tener en un hombre que miente? Si miente, puede también robar.

Nosotros vemos cómo en la vida pública la verdad es violada constantemente y la mentira es moneda corriente. Vemos a cada rato cómo mientes nuestros gobernantes, nuestros parlamentarios, nuestros jueces. Y, por ello, el pueblo desconfía. Pero mienten porque saben que el pueblo es fácilmente engañable. El pueblo mentiroso cae en su propia trampa.

Hay mucha verdad en este dicho de Proverbios: "Si el gobernante atiende a la palabra de mentira, todos sus colaboradores serán impíos." (29:12). El consejero honesto se aparta del gobernante que se rodea de hombres mentirosos que lo halagan, porque no será escuchado.

No nos engañemos. No hay mentira blanca ni inocente. A lo más, mentiras concientes y mentiras inconcientes. A veces mentimos para evitar un daño mayor, porque creemos que revelar la verdad puede hacer daño a la persona que la ignora. Pero si bien la prudencia nos aconseja ser discretos, siempre hay maneras, guiados por el Espíritu Santo, de no revelar la verdad plena a quienes no tienen derecho de conocerla, porque harían mal uso de ella. O a quienes, por su propio interés, no conviene revelarla. Y se puede hacer sin mentir propiamente.

Otra forma de mentira común, en la que caemos todos con frecuencia, es la exageración. La exageración, dijo un hombre sabio, es la mentira de las personas honestas. Pero si exageran, ya no son tan honestas, porque la exageración deforma la verdad, la distorsiona y, por ende, produce una impresión falsa de las cosas, que puede llevar a alguno a tomar decisiones equivocadas basado en una información que, sin ser mentira, no sea fiel reflejo de la verdad.

La exageración en el cristiano, aun dicha con la mejor intención del mundo, no da gloria a Dios. Muchas veces, al dar un testimonio, exageramos los hechos, sea por entusiasmo, o para causar un mayor impacto. Pero el Espíritu Santo se contrista cuando lo hacemos.

El que ama a Dios de veras, diremos para concluir, ama la verdad y se aleja de todo engaño, porque la mentira proviene del diablo, le da gusto al diablo y nos aleja de Dios, puesto que le ofende.

Y ahora que estamos en vísperas de elecciones ¿qué diremos de las decisión que vamos a tomar? ¿A quién daremos nuestro voto? Como cristianos tenemos la obligación de emitir un voto de conciencia, no llevados por las emociones o la simpatía. Se lo daremos al candidato que sea más fiel a la verdad, no sólo en sus palabras, sino también en sus hechos, en su vida; a aquel cuya vida sea un ejemplo, y de cuya honestidad no existan serias dudas.

Como dice Proverbios: "Como es su pensamiento en su corazón, así es él." (Pr 23:7). Tal como son los pensamientos de una persona, así es su carácter. Y su carácter se manifestará inevitablemente en sus actos y en las decisiones que tome. Todo gobernante imprime su carácter a su gestión. Su veracidad, su honradez, su sentido de justicia, su ponderación, o la ausencia de estas cualidades (virtudes, más propiamente) determinarán sus decisiones. Y las decisiones que tome determinarán la dirección que tome el distrito, o la provincia, o la región, o el país, según sea el caso, durante su mandato, si hacia arriba o hacia abajo.

Pidamos pues a Dios que nos ilumine al emitir nuestro voto para que sea conforme a su voluntad y no a la del enemigo que trata de influenciarnos con sus argumentos falaces. Recordemos que si bien la voluntad de Dios se cumple siempre a la larga, en el corto plazo el diablo se sale muchas veces con la suya.

PD. A veces se sostiene que es Dios quien coloca a los gobernantes. Es cierto, lo hace cuando quiere en algunos casos y entonces su voluntad es incontrastable. Pero en muchísimos otros, como en casi todos las circunstancias que rodean al hombre, el resultado de las elecciones es la suma de decisiones humanas. Así como el hombre peca y toma decisiones equivocadas, así también se equivoca muchas veces al votar, y las consecuencias de su error lo pueden perseguir durante años.

UNA LEY CONTRA LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA

La Comisión de Justicia del Congreso ha aprobado un proyecto de ley –presentado por un conocido “broadcaster” y ex-alcalde de Lima- que condena a prisión no menor de dos años a los directores de los medios de comunicación que difundan material obsceno o pornográfico. Tanto el proyecto de ley como su autor han sido acerbamente criticados por los propios medios, así como por algunas autoridades connotadas, como constituyendo una amenaza para la libertad de prensa y de expresión.

Se afirma que ya existe legislación que penaliza poner material pornográfico al alcance de menores de edad. Pero es un hecho que esa ley no se está cumpliendo porque son varios los periódicos tabloides –incluso algunos de prestigio, y algún suplemento sabatino- que publican material decididamente pornográfico, y que por el solo hecho de que son comprados por hogares donde puede haber menores de edad, ponen inevitablemente al alcance de éstos el material incriminado. De otro lado, es ilusorio contar con el supuesto autocontrol que los medios deberían ejercer sobre sus contenidos, porque ese control no se está realizando.

Por ese motivo el proyecto de ley en cuestión –aun admitiendo que su redacción pueda contener algunas imprecisiones de lenguaje que deban ser mejoradas- viene a llenar un vacío en nuestra legislación que es conveniente cubrir, y que, hechas las correcciones necesarias, debe ser aprobado.

No se puede minimizar el daño moral que produce la pornografía, no sólo en los menores de edad, sino también en los adultos. La pornografía con mucha frecuencia se vuelve adictiva y engendra conductas peligrosas y antisociales. Está probado que todos los asesinos en serie condenados en las últimas décadas en los EEUU, eran adictos a la pornografía. Puede ser también causal de divorcios o de enfriamiento en las relaciones conyugales. Es necesario defender a nuestra sociedad del flagelo de la pornografía –que, por lo demás, es un sucio negocio que mueve miles de millones- y la legislación que lo haga debe ser promulgada y puesta en práctica. La pornografía no debe estar protegida por la libertad de prensa. Al contrario, en aras de la libertad, debe ser reprimida.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) ¿De qué le serviría tener todo el éxito que desea si al final se condena? Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a hacer una sencilla oración como la que sigue, entregándole a Jesús tu vida:

“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo y quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#634 (04.07.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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