jueves, 24 de septiembre de 2015

AMONESTACIÓN CONTRA EL ADULTERIO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
AMONESTACIÓN CONTRA EL ADULTERIO
Un Comentario de Proverbios 6:20-35
20. "Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre."
Es interesante la distinción que hace el proverbista entre los consejos del padre y los de la madre mediante el uso de distintas palabras: el consejo del padre tiene la autoridad del mandamiento (mitzvá); el de la madre es menos autoritario, más suave, es enseñanza (tora) (Nota 1). El uno se dirige a la voluntad, el otro al corazón. Pero ambos se complementan, y cuando los esposos están unidos por lazos de amor profundo, nunca se contradicen, sino se apoyan mutuamente. (Véase 1:8,9; cf 4:1)
Nótese también que el mandamiento se guarda y la enseñanza se sigue. No se sigue el mandamiento, ni se guarda (en el sentido de cumplir) la enseñanza.
Obedecer a los padres es obedecer a Dios, dice con acierto I.H. Ironside. Dios bendice a los hijos que se someten a la disciplina paterna, y los guarda de caer en emboscadas y tropiezos morales y de orden práctico, sobre todo cuando los padres los educan "en la disciplina y amonestación del Señor." (Ef 6:4)
Rechazar los consejos de los padres puede tener consecuencias fatales en la vida, como nos  advierte Pr 5:11-13.
21. "Átalos siempre en tu corazón, enlázalos a tu cuello."
Este versículo refuerza en términos poéticos el consejo precedente. Bien dice el Salmo 119: "En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti." (v. 11), porque -como dice otro proverbio- "del corazón mana la vida." (4:23). Lo que hacemos en la práctica está determinado por lo que tenemos en el corazón.
Si las ha grabado en el corazón, las amonestaciones de sus padres pueden ser para el hijo como—una cadena al cuello que le impidan voltearse para mirar a una mujer atractiva pero ajena (2). Recuérdese la advertencia de Jesús: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón." (Mt 5:28).
22. "Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardaran; hablarán contigo cuando  despiertes."
¿Por qué debe darse tanta importancia a los consejos de padre y madre, a su mandamiento y enseñanza? Porque serán una guía segura para el joven (o la joven) al empezar su vida independiente como adultos, al término de la adolescencia. En ellos tendrá el joven un "standard" o patrón, una norma que lo sostendrá en momentos de duda o de tentación, una ley escrita en su corazón que lo guardará de pecar. Serán para él como una valla vigente las veinticuatro horas del día. Nótese que aquí se mencionan tres momentos básicos en la vida que figuran también en Dt 6:7, esto es, andar, acostarse, levantarse, o sea, el día, la noche y la mañana (Véase Pr 3:23,24; 4:12; Sal 63:6).
Te servirán de guía durante el día; te guardarán de noche, para que no aproveches la oscuridad para pecar; e incluso cuando duermas (como dice el salmo 16:7b: "Aún en las noches me enseña mi conciencia.”). Al despertar te amonestarán.
Muchas veces los hijos bien educados dejan de hacer cosas por las que se sentían atraídos para no avergonzar a sus padres; o si no hay peligro de que se enteren, para no ser indignos de ellos. Lo mismo puede ocurrir en sentido inverso. Los padres rechazan ciertas tentaciones para no defraudar la alta opinión que de ellos tienen sus hijos; o para no contradecir con sus hechos las enseñanzas que les dieron, considerando lo que podrían ellos pensar si se enteraran. Eso es lealtad recíproca. Pero si es apropiada esa lealtad entre seres humanos ¡cuánto más apropiada es la   lealtad que el hombre debe guardar con Dios! Aunque no pueda igualar a la fidelidad de Dios, que es infinita y perfecta, el joven debe esforzarse por ser en este aspecto un hijo digno de su Padre  que está en los cielos. Como dijo Jesús: "Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto." (Mt. 5:48).
23. "Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones  que te instruyen."
En la antigüedad la imagen de una lámpara en medio de la oscuridad era muy expresiva y  elocuente, porque en esa época en que la iluminación era muy cara, y no había casi alumbrado público, tener una lámpara de aceite portátil al caminar de noche podía salvar de accidentes. De manera semejante tanto el mandamiento paterno como la enseñanza materna ayudan a disipar  las tinieblas del error y de la ignorancia, enseñando a los jóvenes a vivir escapando de los múltiples peligros que los acechan, y de los más graves aun a los que sus pasiones los exponen. Como dice el salmista: "Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino." (Sal 119:105).
24. "Para que te guarden de la mala mujer; de la blandura de la lengua de la mujer extraña."
El mayor peligro moral al cual está expuesto un joven es el de caer en manos de una mujer  seductora, de lo que se suele llamar una "mala mujer".
Es interesante considerar lo que este término significa. Ella es la mujer libre, sola, que no está  atada a ningún hombre, o que si lo está, le es infiel. Es la mujer que siente una gran atracción por los hombres, y que, por tanto, a su vez, los atrae como un imán, ya que sabe muy bien cómo  manejarlos. Ella es muy sensual y excita la sensualidad del hombre, que con frecuencia se vuelve esclavo de su encanto y del hechizo que ella ejerce sobre él, hasta que ella lo desecha cuando le ha chupado, por así decirlo, toda la sangre. Ella es la mujer que las mujeres buenas temen que les pueda robar su hombre con sus malas artes; la que arruina los hogares y las familias, y provoca tragedias cuando se encienden los celos y las rivalidades.
El joven está pues muy expuesto a caer bajo el hechizo de esas mujeres, porque estar con una de ellas le hace sentirse hombre. Dice que le guarden de la "blandura de su lengua", porque su boca es un pozo de lujuria insondable en la que el joven se precipita cuando se asoma a sus bordes, es decir, a sus labios, y los roza con los suyos. Un beso fatal puede sellar un destino cuando marca al fuego un alma inexperta. Nunca podrá borrar el recuerdo de ese beso. Hay mujeres, en efecto, (y a  veces, algunos hombres) que albergan sin saberlo un espíritu de seducción que captura a sus  víctimas a pesar de ellas mismas, y sin que sean conscientes de ello, porque su hechizo es irresistible.
Nótese que "la blandura de la lengua" puede también referirse a sus palabras halagüeñas, contra  las que advierte Pr2:16 (cf 5:3-8; 7:1-5,21).
25. "No codicies su hermosura en tu corazón, ni ella te prenda con sus ojos;"
Aquí se habla de dos cosas: de la hermosura de la mujer y del atractivo de sus ojos. El hombre, en  efecto –es decir, su naturaleza sensual- codicia el cuerpo de la mujer de rostro hermoso, que le  promete placeres extraordinarios. De otro lado, la mirada de la mujer, sus ojos misteriosos y profundos, sugestivos a ratos, retadores en otros (Is 3:16), cautivan el alma del varón. La mirada  de la mujer puede ser un pozo maravilloso de sorpresas y de encantos en el que el hombre se  sumerge embelesado. Una vez atrapado ya no puede salir de él aunque quiera. Está preso por sus sentidos excitados. Lo que ella le ha hecho experimentar lo persigue día y noche, y no puede dejar  de desear volver a verla.
26. "Porque a causa de la mujer ramera el hombre es reducido a un bocado de pan; y la mujer  adúltera (3) caza la preciosa alma del varón."
Una vez que ha conquistado a la mujer deseada, el hombre se vuelve esclavo de ella. La presa se apodera de la voluntad de su captor. Como consecuencia del poder que ella ejerce sobre él, el hombre se vuelve inerme, incapaz de ningún esfuerzo, inofensivo. El pedazo de pan que cualquiera se lleva a la boca sin que ofrezca resistencia, simboliza la condición a la que el hombre en brazos de una mujer así, es reducido. Ella le roba su voluntad y lo convierte en su esclavo (Pr 5:10,11; 29:3; cf Lc 15:13,16,30). Peor aún, se convierte en el hazmerreír de los que observan su condición y saben que ella no le es fiel, ni puede serlo, haciendo que él se resigne a compartir sus favores con otros.
Como el cazador que persigue a su presa no cesa en sus esfuerzos hasta que la abate, de manera semejante la seductora persigue como presa al hombre que codicia, hasta que lo rinde.
Lo que puede pasarle a un hombre en esas circunstancias nos lo enseña el final de la terrible historia de Sansón y Dalila (Jc 16:15-21). ¡Cuánto se habrá arrepentido Sansón, ya ciego y sin fuerzas, de haberse dejado cautivar por los encantos de Dalila! Él había desoído varias veces el consejo de sus padres. El precio que tuvo que pagar por ello al final fue altísimo. A él podría aplicarse el dicho: "El que ama el peligro, caerá en él."
27,28. "¿Tomará el hombre fuego en su seno sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas sin que sus pies se quemen?"
En este par de versículos de paralelismo sinónimo ambos dísticos expresan la misma idea. Las imágenes que utiliza ilustran bien cuán inescapable es la acción destructiva del fuego. Nadie puede tomar, en efecto, fuego en su seno, ni andar sobre brasas sin quemarse. El mensaje es claro: ¿Puede el hombre hacer algo ilícito sin sufrir las consecuencias?
La mujer ajena es comparada con el fuego al que nadie puede acercarse sin quemarse, porque la pasión es como un fuego que enciende el alma.
29. "Así es el que se llega a la mujer de su prójimo; no quedará impune ninguno que la tocare."
Eso es lo que le ocurrirá a todo el que se deja tentar por la mujer seductora que pertenece a otro. El placer experimentado al comienzo se tornará amargo como la hiel, una vez escanciada la copa que ella le ofrece. En adelante una aguda espada de Damocles penderá amenazante sobre su cabeza.
30,31. "No tienen en poco al ladrón si hurta para saciar su apetito cuando tiene hambre; pero si es sorprendido, pagará siete veces; entregará todo el haber de su casa."
El pobre que por necesidad roba para saciar su hambre suele ser tratado con indulgencia por la mayoría de la gente. Pero si cae en manos de la justicia será obligado a entregar todos sus bienes hasta el séptuplo del valor de lo robado, además de ser enviado a la cárcel (4).
El adulterio es, en verdad, un robo. Roba a los esposos la tranquilidad de una unión conyugal sin fallas; roba a uno u otro los favores que el cónyuge le debe con exclusividad; rompe la promesa de fidelidad que ambos se hicieron al casarse; y despoja a ambos del placer que compartían cuando se eran fieles.
32,33. "Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace. Heridas y vergüenza hallará, y su afrenta nunca será borrada."
Los dos versículos anteriores comparaban la condición del adúltero con la del ladrón sorprendido "in fraganti". Aquí se constata, primero, que el adúltero actúa sin inteligencia, porque no mide las consecuencias de sus actos. Y en segundo lugar, se destaca el efecto más grave que produce el adulterio: Corrompe el alma del que lo comete, la ensucia y la contamina con un pecado horrendo. Si pudiéramos mirar el alma del adúltero, nos espantaría su aspecto y condición, y el hedor que exhala nos produciría asco.
David, el rey guerrero y poeta, a quien Dios había bendecido tanto, cuando codició a una mujer casada y pecó con ella, para tapar las consecuencias de su adulterio, llegó al extremo de tramar la muerte del marido agraviado. Dios reservó para él un severo castigo, pues el profeta Natán le anunció que la espada no se apartaría de su casa (2Sm 12:10).
Recuérdese que la ley mosaica condenaba a muerte a la pareja adúltera (Lv 20:10; Dt 22:22; cf Pr 2:19). Pero esa pena no siempre se aplicaba estrictamente. En el caso de la mujer sorprendida en adulterio flagrante que trajeron a Jesús, sus acusadores dejaron escapar al hombre, y sólo trajeron a la mujer, como si él fuera menos culpable que ella. (Jn 8:2-5).
34,35. "Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones."
Pasando a las consecuencias externas de su pecado, se constata que la afrenta que hizo el adúltero al honor del marido agraviado nunca será extinguida y, como resultado inevitable, será atacado y golpeado, y encima será avergonzado, cuando su ofensa se haga pública. No encontrará a nadie que lo defienda. ¿Dónde se hallará un insensato que haga el elogio del adulterio? Más bien todos se avergüenzan de ello, y el que lo comete tratará de ocultarlo.
El adúltero se expone a una de las formas de sentimiento más agresivas y peligrosas: los celos del hombre agraviado, o engañado, por su mujer. No habrá nada que aplaque su furia y su deseo de venganza. No hay dinero con que se le pueda comprar, salvo que sea un descastado. En efecto, por las páginas policiales sabemos que los celos son una de las causas más frecuentes de homicidio.
Si bien Proverbios habla aquí de los celos masculinos, algo semejante se podría decir de los celos femeninos, que pueden ser tan agudos y crueles, y más aún quizá, que los del varón. La mujer defiende a su "hombre" como su posesión más preciada, como un animal herido se aferra a su presa para que no le sea quitada.
Notas: 1. La palabra tora, que suele traducirse como "ley", quiere decir en primer lugar "enseñanza", "instrucción".
2. Véase Pr 3:3; cf 4:21.
3. Así dice el original hebreo y así lo traducen muchas versiones. La versión RV 60, al decir solo "mujer" diluye el contraste entre los dos tipos de mujeres, la ramera y la casada adúltera, y el daño diferente que pueden hacer a un hombre.
4. Siete veces debe entenderse no literalmente, sino como una licencia retórica en el sentido de completo (Véase Gn 4:15,24). De hecho la ley de Moisés no exigía pagar más de cinco veces el valor de lo robado (Ex 22:1). Zaqueo, por ejemplo, ofreció devolver cuatro veces lo que había cobrado en exceso en impuestos (Lc 19:8).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. E n adelante quiero vivir para ti y servirte."
#879 (03.05.15) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima 18, Perú. Telf. 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI) .

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