Por
José Belaunde M.
LOS
PROVERBIOS DE SALOMÓN I
Notas a Proverbios 1:1-3
Hace
buen número de años alguien me hizo caer en la cuenta de que el hecho de que el
libro de Proverbios esté dividido en 31 capítulos es una invitación a leer un
capítulo por día de una manera habitual. Eso fue lo que empecé a hacer a partir
de entonces todas las noches, al mismo tiempo que anotaba en fichas de
cartulina las observaciones que su lectura mi inspiraba. Me he propuesto
terminar de ordenar los centenares de fichas que he acumulado con el tiempo y
empezar a publicarlas poco a poco. No me atrevería a llamar “comentario” a esas
notas porque no fueron escritas de una forma sistemática, pero sí creo que
pueden ser útiles a los que buscan penetrar en el significado de las máximas de
este libro. (Nota 1)
1. “Los Proverbios de Salomón,
hijo de David, rey de Israel.”
El primer versículo es el título de la obra, aunque en verdad el libro
debería llamarse “Los Poemas y Proverbios de Salomón y otros autores”, porque
contiene no solamente proverbios, como veremos más adelante, y porque no todo
el libro tiene a Salomón por autor. Hay discrepancias entre los eruditos acerca
de qué partes de la obra se deban al ingenio del sabio rey (1R 4:32 dice que él
compuso 3000 proverbios) y qué partes a otros autores. (2)
Con seguridad pertenecen a Salomón,
primero, la sección 10:1 a 22:16, que tiene al inicio nuevamente la inscripción
“Los Proverbios de Salomón”; y
segundo, la sección que va del cap. 25 al cap. 29, y cuyo primer versículo
reza: “También estos son proverbios de
Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá.” (3)
La sección inicial, que hace las
veces de Prólogo, y que comentamos en estos dos primeros artículos, fue
probablemente añadida posteriormente por un compilador anónimo. No existe
acuerdo acerca de si la sección 1:8-9:18 debe atribuirse a Salomón, o a otro
autor posterior, pues su estilo es diferente a las dos secciones mencionadas
arriba y contiene más poemas que proverbios propiamente dichos. Pero no puede
descartarse que él sea el autor de la sección 22:17-24:22, aunque suele
pensarse que ésta y la sección 24:23-34, se deban a la pluma de sabios
anónimos, ya que la segunda empieza con la frase:”También éstos son dichos de los sabios.”
El capítulo 30 tiene por autor a “Agur, hijo de Jaqué”, y el cap. 31, al
rey Lemuel, personajes ambos de los que no se tiene noticia alguna. No es
seguro que el bello poema acróstico 31:10-31, conocido como “Elogio de la Mujer Virtuosa ”, se deba a la
pluma de éste último. Algunos piensan, sin embargo, que Lemuel es un pseudónimo
de Salomón.
Un comentarista ha sugerido que el
Cantar de los Cantares fue escrito por Salomón cuando era joven y estaba
enamorado; Proverbios, en su edad madura, cuando estaba en la plenitud de sus
facultades intelectuales; y Eclesiastés, en su ancianidad, ya desilusionado de
sí mismo y de su propia carnalidad, pero seguramente arrepentido. (Citado por
Irving Jensen).
Salomón quiere decir “pacífico” (4), y él fue, en efecto, un hombre de paz, en contraste con su padre,
David, que fue un hombre de guerra. La paz de que gozó en su reinado (1R 4:24)
le dio el tiempo y la tranquilidad necesaria para dedicarse al estudio de la
naturaleza (1R 4:33) y de la sabiduría divina, lo que le dio gran fama (1R
10:24). Él fue el primer rey en ser llamado “hijo de David” (lo era literalmente),
apelación que se convirtió en un título mesiánico. Él es, en efecto, y pese a
sus fallas humanas, un tipo de Cristo, que enseñó también por medio de
parábolas y de proverbios. (Pronto espero publicar un artículo sobre los
proverbios de Jesús).
2,3. “Para conocer sabiduría y
doctrina, para entender discursos inteligentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia (rectitud), juicio y
equidad.” (5)
En estos dos versículos se enuncia el propósito por el cual fue
confeccionado este libro o, dicho de una manera más simple, para qué sirve. A
este interrogante responde el autor (o el compilador) con tres verbos, precedidos
por la preposición: “para...” (lo que subraya el propósito práctico de la obra),
y siete sustantivos. Los verbos son: “conocer”, “discernir” o “entender”, y
“recibir” (No hay unanimidad entre los eruditos y las versiones acerca de cuál
sea la traducción más exacta para esos verbos del original hebreo. He escogido
la que me pareció más adecuada, lo que en algunos casos puede diferir de la
versión RV 60. La razón es que las palabras del hebreo antiguo tienen sentidos
cambiantes, que evolucionaron con el tiempo. Por eso las definiciones de los
diccionarios de este idioma suelen ser tan extensas y con frecuencia
contradictorias).
1) Conocer (yada, puede significar también ver, percibir, entender, recibir,
adquirir conocimiento, ser conciente de) es el acto por el cual la inteligencia
aprehende determinado objeto que se presente a su observación, y se forma un
concepto, o una imagen mental del mismo, de su exterior y de su contenido,
e.d., de su esencia. El objeto puede ser material o inmaterial, como en el
presente caso. ¿Y qué es lo que se conoce? En primer lugar “sabiduría” (jocmah), que es el tema del libro y es
uno de los principales atributos de Dios; y en segundo, “disciplina” o
“instrucción”, (musar que puede
significar también “corrección”, “doctrina” o “consejo”.
Jocmah es la palabra más importante que tiene el vocabulario hebreo para
designar la virtud de la sabiduría y abarca una serie de aspectos afines que
son justamente los sinónimos que se mencionan en este prólogo.
En sí misma la sabiduría es un
atributo divino, y como tal, es inasible para el hombre. La Biblia dice que con
sabiduría Dios fundó la tierra (Pr 3:19) e hizo el mundo (Jr 10:12), y que es
Dios quien comunica la sabiduría al hombre (Pr 2:6; Jb 38:36). El hombre, por
su lado, la alcanza mediante la meditación de su Palabra (Sal 119:97,98).
Pero hay también una sabiduría
humana que podemos definir, de un lado, como la capacidad de tomar decisiones
adecuadas en el momento oportuno; y de otro, como la habilidad para realizar
las tareas que se tiene al frente de una manera exitosa. Adquirir sabiduría
trae por ello muchas ventajas al hombre (Pr 2:10-12) ya que cubre un amplísimo
espectro de actividades. Para citar algunos ejemplos, por orden de Dios los
artesanos durante el Éxodo en el desierto hicieron con sabiduría las vestiduras
de Aarón (Ex 28:3); Bezaleel trabajó con sabiduría metales y piedras preciosas
para el tabernáculo (Ex 31:2-5); una vez muerto Moisés, Josué tuvo sabiduría
para gobernar al pueblo (Dt 34:9); siglos después el rey de Asiria condujo sus
campañas militares con sabiduría (Is 10:13); el rey de Tiro se enriqueció
gracias a su sabiduría (Ez 28:4,5), etc., etc.
Nótese que en la Biblia el acto de conocer
no es algo meramente intelectual, sino que involucra a todo el ser en sentido de
experiencia. Se conoce en primer lugar “viendo” y “viviendo”. Los conocimientos
que se adquieren mediante la experiencia son los más seguros y útiles. Conocer
un atributo divino, como es la sabiduría, supone tener un trato íntimo con su
Autor, al que se llega mediante el estudio devoto de su palabra, entre otros
medios. Eso es lo que distingue a la sabiduría sobrenatural de la puramente
humana (St 3:17).
2) “Entender” o “discernir” (bin puede significar también percibir, conocer, observar, atender,
comprender). Lleva implícito el sentido de distinguir entre el bien y el mal y,
por tanto, la capacidad de decidir entre uno y otro, o entre las ventajas e
inconvenientes de dos o más alternativas, y está, por tanto, ligado al
discernimiento, esa cualidad superior de la inteligencia que ve las cosas desde
una perspectiva ética y espiritual y, a la vez, práctica; y que permite leer
entre líneas y percibir las relaciones y conexiones que existen entre las
cosas.
¿Y qué es lo que se discierne? Se
discierne “palabras” (emer, puede
significar también lenguaje o declaración) o razones sabias, prudentes,
inteligentes (binah, sustantivo
derivado del verbo bin); aquellas
frases que oímos decir a alguien, o que leemos y que capturan nuestra atención
y nos hacen recapacitar porque reconocemos que atañen a nuestras experiencias
pasadas o a nuestras dudas presentes, o a nuestras aspiraciones. Se podría
traducir el segundo estico del vers. 2 también así: “entender palabras de
discernimiento”.
Las palabras sabias suelen estar
expresadas en dichos cuyo sentido no siempre es obvio a primera lectura sino
que con frecuencia es enigmático.
Nótese que cuanto más sabemos mejor
captamos las conexiones que hay entre las cosas y comprendemos mejor cómo el
mundo es un todo coherente en el que todas las cosas están interrelacionadas.
El aumento y profundización de nuestro conocimiento nos libera del
adocenamiento que nos quiere imponer el mundo. Libera nuestro entendimiento de
las presiones para conformarse a patrones fijos y estériles. Jesús dirá: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres.” (Jn 8:32). El entendimiento y la comprensión más alta la da el
Espíritu Santo, pero para ello usa los conocimientos que hemos adquirido.
Cuanto más se somete la mente al Espíritu, más comprende. Al mismo tiempo,
cuanto más inquiere el hombre en la naturaleza de las cosas y en los secretos
de la naturaleza humana, y más escudriña el sentido de la Palabra , mejor discierne
las intenciones del corazón y mejor entiende el mundo que lo rodea.
3) El verbo “recibir”, o “aceptar” (lakaj), señala que lo que el lector puede esperar obtener de la
lectura de este libro es “instrucción” de diversas formas. Notemos que hemos
traducido, tal como lo hace RV 60, musar
como “consejo”. Este es un concepto capital del libro. La sabiduría que
contiene no se expresa por lo general en normas o mandatos que deban cumplirse
obligatoriamente, aunque a veces sus frases adoptan el tono de mandato. Lo que
el libro transmite básicamente son consejos que instruyen u orientan.
¿Qué es un consejo? Una
recomendación, una reflexión, o un principio de sabiduría aplicado a una
situación concreta, que se comunica a otro sea por razones de afecto, o por
amistad, y que es generalmente solicitado, y que no tiene ningún carácter
perentorio, sino que su poder está basado en la verdad que contiene. El consejo
no trata de obligar sino de persuadir. El que aconseja le dice implícitamente
al aconsejado: la decisión es tuya y tú cargarás con los resultados, cualesquiera
que sean, buenos o malos, según sea tu decisión.
Aquí hay otro concepto clave: El
consejo aceptado y aplicado, si es sabio y oportuno, rinde frutos abundantes en
nuestra vida. Contrariamente, el no aceptar o rechazar el consejo sabio trae
consecuencias. Esto es algo que todos hemos experimentado alguna vez. Cuando
fuimos dóciles al consejo sabio fuimos beneficiados; cuando no lo seguimos,
fuimos perjudicados. La instrucción, o consejo impartido comunica además de
prudencia o discreción (sajal),
también las virtudes de justicia (zedek,
que puede traducirse también como rectitud), juicio (mishpat, que significa también sentencia) y equidad (meishar). La palabra “juicio” quería
decir cuando se escribió el libro, la capacidad de dictar sentencia justa en
casos difíciles aplicando la ley de Moisés. (Continuará)
Notas: 1. El
texto de la Biblia
no está dividido en capítulos. En los primeros siglos de nuestra era los
rabinos dividieron en secciones, con fines litúrgicos, el texto de la Ley , es decir del Pentateuco
(Parashá) y de los profetas (Haftará), que son aún vigentes para ellos. La
división actual en capítulos de ambos testamentos fue hecha, según la mayoría
de estudiosos, a inicios del siglo XIII por el cardenal inglés Stephen Langton.
2.
El título de la obra en hebreo es Mishlei,
una forma del plural de la palabra Mashal,
(proverbio), cuyo variado significado será elucidado en la segunda parte de este artículo.
3. Salomón reinó entre 971 y 931 AC;
Ezequias, entre 715 y 686 AC aproximado.
4. Su nombre en hebreo es Shlomo, que viene de la palabra shalom, cuyo significado básico es paz.
5. El propósito del libro coincide con lo expresado por Pablo cuando
escribe que “toda la Escritura es inspirada
por Dios, y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir
en justicia…” (2Tm 3:16). Sus instrucciones, dice John Gill, son útiles
para reyes, magistrados y súbditos; para esposos y esposas, padres e hijos,
patrones y sirvientes. Contienen el compendio más alto de ética de todo el
Antiguo Testamento.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le
sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás
seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda
la eternidad, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la
tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a
pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al
mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres,
incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido
conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces
gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente
de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname,
Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y
gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#785 (30.06.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José
Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel
4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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