viernes, 16 de agosto de 2013

LOS PROVERBIOS DE SALOMÓN I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LOS PROVERBIOS DE SALOMÓN I

Notas a Proverbios 1:1-3
Hace buen número de años alguien me hizo caer en la cuenta de que el hecho de que el libro de Proverbios esté dividido en 31 capítulos es una invitación a leer un capítulo por día de una manera habitual. Eso fue lo que empecé a hacer a partir de entonces todas las noches, al mismo tiempo que anotaba en fichas de cartulina las observaciones que su lectura mi inspiraba. Me he propuesto terminar de ordenar los centenares de fichas que he acumulado con el tiempo y empezar a publicarlas poco a poco. No me atrevería a llamar “comentario” a esas notas porque no fueron escritas de una forma sistemática, pero sí creo que pueden ser útiles a los que buscan penetrar en el significado de las máximas de este libro. (Nota 1)


1. “Los Proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.”
El primer versículo es el título de la obra, aunque en verdad el libro debería llamarse “Los Poemas y Proverbios de Salomón y otros autores”, porque contiene no solamente proverbios, como veremos más adelante, y porque no todo el libro tiene a Salomón por autor. Hay discrepancias entre los eruditos acerca de qué partes de la obra se deban al ingenio del sabio rey (1R 4:32 dice que él compuso 3000 proverbios) y qué partes a otros autores. (2)
Con seguridad pertenecen a Salomón, primero, la sección 10:1 a 22:16, que tiene al inicio nuevamente la inscripción “Los Proverbios de Salomón”; y segundo, la sección que va del cap. 25 al cap. 29, y cuyo primer versículo reza: “También estos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá.” (3)
La sección inicial, que hace las veces de Prólogo, y que comentamos en estos dos primeros artículos, fue probablemente añadida posteriormente por un compilador anónimo. No existe acuerdo acerca de si la sección 1:8-9:18 debe atribuirse a Salomón, o a otro autor posterior, pues su estilo es diferente a las dos secciones mencionadas arriba y contiene más poemas que proverbios propiamente dichos. Pero no puede descartarse que él sea el autor de la sección 22:17-24:22, aunque suele pensarse que ésta y la sección 24:23-34, se deban a la pluma de sabios anónimos, ya que la segunda empieza con la frase:”También éstos son dichos de los sabios.”
El capítulo 30 tiene por autor a “Agur, hijo de Jaqué”, y el cap. 31, al rey Lemuel, personajes ambos de los que no se tiene noticia alguna. No es seguro que el bello poema acróstico 31:10-31, conocido como “Elogio de la Mujer Virtuosa”, se deba a la pluma de éste último. Algunos piensan, sin embargo, que Lemuel es un pseudónimo de Salomón.
Un comentarista ha sugerido que el Cantar de los Cantares fue escrito por Salomón cuando era joven y estaba enamorado; Proverbios, en su edad madura, cuando estaba en la plenitud de sus facultades intelectuales; y Eclesiastés, en su ancianidad, ya desilusionado de sí mismo y de su propia carnalidad, pero seguramente arrepentido. (Citado por Irving Jensen).
Salomón quiere decir “pacífico” (4), y él fue, en efecto, un hombre de paz, en contraste con su padre, David, que fue un hombre de guerra. La paz de que gozó en su reinado (1R 4:24) le dio el tiempo y la tranquilidad necesaria para dedicarse al estudio de la naturaleza (1R 4:33) y de la sabiduría divina, lo que le dio gran fama (1R 10:24). Él fue el primer rey en ser llamado “hijo de David” (lo era literalmente), apelación que se convirtió en un título mesiánico. Él es, en efecto, y pese a sus fallas humanas, un tipo de Cristo, que enseñó también por medio de parábolas y de proverbios. (Pronto espero publicar un artículo sobre los proverbios de Jesús).
2,3. “Para conocer sabiduría y doctrina, para entender discursos inteligentes, para recibir el consejo de prudencia, justicia (rectitud), juicio y equidad.” (5)
En estos dos versículos se enuncia el propósito por el cual fue confeccionado este libro o, dicho de una manera más simple, para qué sirve. A este interrogante responde el autor (o el compilador) con tres verbos, precedidos por la preposición: “para...” (lo que subraya el propósito práctico de la obra), y siete sustantivos. Los verbos son: “conocer”, “discernir” o “entender”, y “recibir” (No hay unanimidad entre los eruditos y las versiones acerca de cuál sea la traducción más exacta para esos verbos del original hebreo. He escogido la que me pareció más adecuada, lo que en algunos casos puede diferir de la versión RV 60. La razón es que las palabras del hebreo antiguo tienen sentidos cambiantes, que evolucionaron con el tiempo. Por eso las definiciones de los diccionarios de este idioma suelen ser tan extensas y con frecuencia contradictorias).
1) Conocer (yada, puede significar también ver, percibir, entender, recibir, adquirir conocimiento, ser conciente de) es el acto por el cual la inteligencia aprehende determinado objeto que se presente a su observación, y se forma un concepto, o una imagen mental del mismo, de su exterior y de su contenido, e.d., de su esencia. El objeto puede ser material o inmaterial, como en el presente caso. ¿Y qué es lo que se conoce? En primer lugar “sabiduría” (jocmah), que es el tema del libro y es uno de los principales atributos de Dios; y en segundo, “disciplina” o “instrucción”, (musar que puede significar también “corrección”, “doctrina” o “consejo”.
Jocmah es la palabra más importante que tiene el vocabulario hebreo para designar la virtud de la sabiduría y abarca una serie de aspectos afines que son justamente los sinónimos que se mencionan en este prólogo.
En sí misma la sabiduría es un atributo divino, y como tal, es inasible para el hombre. La Biblia dice que con sabiduría Dios fundó la tierra (Pr 3:19) e hizo el mundo (Jr 10:12), y que es Dios quien comunica la sabiduría al hombre (Pr 2:6; Jb 38:36). El hombre, por su lado, la alcanza mediante la meditación de su Palabra (Sal 119:97,98).
Pero hay también una sabiduría humana que podemos definir, de un lado, como la capacidad de tomar decisiones adecuadas en el momento oportuno; y de otro, como la habilidad para realizar las tareas que se tiene al frente de una manera exitosa. Adquirir sabiduría trae por ello muchas ventajas al hombre (Pr 2:10-12) ya que cubre un amplísimo espectro de actividades. Para citar algunos ejemplos, por orden de Dios los artesanos durante el Éxodo en el desierto hicieron con sabiduría las vestiduras de Aarón (Ex 28:3); Bezaleel trabajó con sabiduría metales y piedras preciosas para el tabernáculo (Ex 31:2-5); una vez muerto Moisés, Josué tuvo sabiduría para gobernar al pueblo (Dt 34:9); siglos después el rey de Asiria condujo sus campañas militares con sabiduría (Is 10:13); el rey de Tiro se enriqueció gracias a su sabiduría (Ez 28:4,5), etc., etc.
Nótese que en la Biblia el acto de conocer no es algo meramente intelectual, sino que involucra a todo el ser en sentido de experiencia. Se conoce en primer lugar “viendo” y “viviendo”. Los conocimientos que se adquieren mediante la experiencia son los más seguros y útiles. Conocer un atributo divino, como es la sabiduría, supone tener un trato íntimo con su Autor, al que se llega mediante el estudio devoto de su palabra, entre otros medios. Eso es lo que distingue a la sabiduría sobrenatural de la puramente humana (St 3:17).
2) “Entender” o “discernir” (bin puede significar también percibir, conocer, observar, atender, comprender). Lleva implícito el sentido de distinguir entre el bien y el mal y, por tanto, la capacidad de decidir entre uno y otro, o entre las ventajas e inconvenientes de dos o más alternativas, y está, por tanto, ligado al discernimiento, esa cualidad superior de la inteligencia que ve las cosas desde una perspectiva ética y espiritual y, a la vez, práctica; y que permite leer entre líneas y percibir las relaciones y conexiones que existen entre las cosas.
¿Y qué es lo que se discierne? Se discierne “palabras” (emer, puede significar también lenguaje o declaración) o razones sabias, prudentes, inteligentes (binah, sustantivo derivado del verbo bin); aquellas frases que oímos decir a alguien, o que leemos y que capturan nuestra atención y nos hacen recapacitar porque reconocemos que atañen a nuestras experiencias pasadas o a nuestras dudas presentes, o a nuestras aspiraciones. Se podría traducir el segundo estico del vers. 2 también así: “entender palabras de discernimiento”.
Las palabras sabias suelen estar expresadas en dichos cuyo sentido no siempre es obvio a primera lectura sino que con frecuencia es enigmático.
Nótese que cuanto más sabemos mejor captamos las conexiones que hay entre las cosas y comprendemos mejor cómo el mundo es un todo coherente en el que todas las cosas están interrelacionadas. El aumento y profundización de nuestro conocimiento nos libera del adocenamiento que nos quiere imponer el mundo. Libera nuestro entendimiento de las presiones para conformarse a patrones fijos y estériles. Jesús dirá: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.” (Jn 8:32). El entendimiento y la comprensión más alta la da el Espíritu Santo, pero para ello usa los conocimientos que hemos adquirido. Cuanto más se somete la mente al Espíritu, más comprende. Al mismo tiempo, cuanto más inquiere el hombre en la naturaleza de las cosas y en los secretos de la naturaleza humana, y más escudriña el sentido de la Palabra, mejor discierne las intenciones del corazón y mejor entiende el mundo que lo rodea.
3) El verbo “recibir”, o “aceptar” (lakaj), señala que lo que el lector puede esperar obtener de la lectura de este libro es “instrucción” de diversas formas. Notemos que hemos traducido, tal como lo hace RV 60, musar como “consejo”. Este es un concepto capital del libro. La sabiduría que contiene no se expresa por lo general en normas o mandatos que deban cumplirse obligatoriamente, aunque a veces sus frases adoptan el tono de mandato. Lo que el libro transmite básicamente son consejos que instruyen u orientan.
¿Qué es un consejo? Una recomendación, una reflexión, o un principio de sabiduría aplicado a una situación concreta, que se comunica a otro sea por razones de afecto, o por amistad, y que es generalmente solicitado, y que no tiene ningún carácter perentorio, sino que su poder está basado en la verdad que contiene. El consejo no trata de obligar sino de persuadir. El que aconseja le dice implícitamente al aconsejado: la decisión es tuya y tú cargarás con los resultados, cualesquiera que sean, buenos o malos, según sea tu decisión.
Aquí hay otro concepto clave: El consejo aceptado y aplicado, si es sabio y oportuno, rinde frutos abundantes en nuestra vida. Contrariamente, el no aceptar o rechazar el consejo sabio trae consecuencias. Esto es algo que todos hemos experimentado alguna vez. Cuando fuimos dóciles al consejo sabio fuimos beneficiados; cuando no lo seguimos, fuimos perjudicados. La instrucción, o consejo impartido comunica además de prudencia o discreción (sajal), también las virtudes de justicia (zedek, que puede traducirse también como rectitud), juicio (mishpat, que significa también sentencia) y equidad (meishar). La palabra “juicio” quería decir cuando se escribió el libro, la capacidad de dictar sentencia justa en casos difíciles aplicando la ley de Moisés. (Continuará)
Notas: 1. El texto de la Biblia no está dividido en capítulos. En los primeros siglos de nuestra era los rabinos dividieron en secciones, con fines litúrgicos, el texto de la Ley, es decir del Pentateuco (Parashá) y de los profetas (Haftará), que son aún vigentes para ellos. La división actual en capítulos de ambos testamentos fue hecha, según la mayoría de estudiosos, a inicios del siglo XIII por el cardenal inglés Stephen Langton.
2. El título de la obra en hebreo es Mishlei, una forma del plural de la palabra Mashal, (proverbio), cuyo variado significado será elucidado en la segunda parte de este artículo.
3. Salomón reinó entre 971 y 931 AC; Ezequias, entre 715 y 686 AC aproximado.
4. Su nombre en hebreo es Shlomo, que viene de la palabra shalom, cuyo significado básico es paz.
5. El propósito del libro coincide con lo expresado por Pablo cuando escribe que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…” (2Tm 3:16). Sus instrucciones, dice John Gill, son útiles para reyes, magistrados y súbditos; para esposos y esposas, padres e hijos, patrones y sirvientes. Contienen el compendio más alto de ética de todo el Antiguo Testamento.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, es muy importante que adquieras esa  seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#785 (30.06.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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