viernes, 16 de agosto de 2013

EL HOMBRE Y LA MUJER CUANDO SE CASAN...

Pasaje tomado de mi libro
“Matrimonios que Perduran en el Tiempo”
EL HOMBRE Y LA MUJER CUANDO SE CASAN, se casan para amarse. Ésa es la voluntad de Dios. Si
están enamorados y se aman, tanto mejor. El amor enamorado es útil. Es un amor que Dios ha creado como una manera de endulzar las asperezas y las espinas inevitables en las relaciones mutuas, y cumple una función muy importante ciertamente, pero no es el verdadero amor conyugal. El amor conyugal, el amor profundo, es una función del compromiso, surge cuando hay un compromiso total de ambos; cuando ambos asumen su matrimonio concientes de lo que significa, y de que se unen bajo la voluntad de Dios, bajo el signo de Dios.
¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; en el cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un compromiso irrevocable. Ése es el compromiso que Dios bendice. Lo bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos y sus hijos.
Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco que ellos deben respetar porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el que la pronuncie; porque lo hace en nombre de Dios.
(Tomado de las páginas  201 a 203. Editores Verdad y Presencia, Tel 4712178)


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