Pasaje tomado de mi libro
“Matrimonios
que Perduran en el Tiempo”
EL HOMBRE Y LA MUJER CUANDO SE
CASAN, se casan para amarse. Ésa es la
voluntad de Dios. Si
están enamorados y se aman, tanto mejor. El amor enamorado
es útil. Es un amor que Dios ha creado como una manera de endulzar las
asperezas y las espinas inevitables en las relaciones mutuas, y cumple una
función muy importante ciertamente, pero no es el verdadero amor conyugal. El
amor conyugal, el amor profundo, es una función del compromiso, surge cuando
hay un compromiso total de ambos; cuando ambos asumen su matrimonio concientes
de lo que significa, y de que se unen bajo la voluntad de Dios, bajo el signo
de Dios.
¿Qué cosa es el matrimonio? El matrimonio es un pacto entre
un hombre y una mujer que deciden unirse hasta que la muerte los separe; en el
cual Dios, que es el autor del matrimonio, interviene como garante. Es una
unión en la cual el hombre y la mujer se dan mutuamente por entero, sin
reservas. El matrimonio sólido está construido sobre la base de un compromiso
que involucra a toda la persona, su cuerpo, su alma, su espíritu; es un
compromiso irrevocable. Ése es el compromiso que Dios bendice. Lo
bendice con descendencia, lo bendice con amor mutuo, lo bendice con un amor
profundo que no depende de lo exterior ni de lo pasajero; y lo bendice también
con su provisión para que tengan lo necesario para llevar una vida digna, ellos
y sus hijos.
Cuando hay esa clase de amor, yo estoy seguro, y su palabra
lo dice, no faltará el pan en su mesa (Sal 37:25), y no sólo el pan, porque al
hombre justo Dios le promete abundancia y prosperidad (Sal 112:3). Eso es lo
que Dios quiere para la familia. Es Dios el que confiere el título de esposo al
varón, y el de esposa a la mujer, no el registro civil. Es un título recíproco
que ellos deben respetar porque proviene de Dios. No es la sociedad solamente
la que se los da, no es solamente un papel oficial firmado y sellado, es la
bendición de Dios la que lo confiere. Y es bueno que sea un ministro de Dios el
que la pronuncie; porque lo hace en nombre de Dios.
(Tomado
de las páginas 201 a 203. Editores
Verdad y Presencia, Tel 4712178)
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