miércoles, 14 de abril de 2010

ANOTACIONES AL MARGEN XXIII

* ¿Por qué existe Dios? ¿Por qué existe un ser así? En nuestra miopía la mayoría de los seres humanos tendemos a pensar que Dios es algo que se añade a la existencia humana, como algo que fuera exterior a nuestra vida, que es lo central. Cuando en realidad es al revés. Lo central es Dios, y lo demás es accesorio. Pero eso no responde a la pregunta ¿Por qué hay un Dios? Si no lo hubiera no habría nada, nada existiría. Dios es el Ser que lo llena todo, y todos los demás seres que hay giran alrededor suyo. Pero muchos lo ignoran y son para sí mismos un pequeño sol alrededor del cual todo gira.

* Toda la recompensa que debemos esperar de Dios es más amor y nada más. Pero el amor es todo y basta para hacernos felices. ¿No ama acaso Dios a todos por igual y sin merecerlo? Sí, pero hay algunos que están más cerca de Él que otros. Santiago escribió: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros.” (St 4:8). De nosotros depende cuán cerca de Él estemos.

* Dios es un coleccionista de miserias humanas. ¡Qué linda frase y qué cierta! Entre ellas me encuentro yo.

* Dios planta en nuestro pensamiento todo lo que necesitamos. Eso es lo que me permite redactar estos escritos.

* Dios permite que le ayudemos. ¿Pero necesita acaso Él realmente de nuestra ayuda? No. ¿Por qué lo hace entonces? Para ayudarnos. Colaborando con Él crecemos. Él quiere asociarnos a su obra para unirnos a Él.

* Nuestros gritos desesperados de auxilio le agradan a Dios. Le agradan porque arde en deseos de ayudarnos. Cuanto más necesitados de ayuda estamos, más nos ama. Nuestra miseria lo enternece.
Nosotros somos todo lo contrario. Los defectos de los pobres nos desagradan y hasta nos indignan, y hacen que cerremos el puño. Si Dios se portara con nosotros como nosotros nos portamos con los pobres, le tendríamos miedo y no nos atreveríamos a pedirle nada, salvo obligados por la necesidad. Pero lo peor es que si Él obrara a nuestra medida, Él sería mezquino con nosotros. Nosotros somos severos con los pobres. Los ayudamos más con asco que con amor.

* Dios se alegra de que lo invitemos a entrar en nuestros corazones para conversar un rato. ¿Cuántas veces lo hacemos? Preferimos a la suya la compañía de los hombres, que son tan fríos y egoístas como lo somos nosotros.

* Yo debo ser conciente siempre de que Jesús está en mí y me está viendo. Ve todo lo que hago, digo y pienso. ¿Estoy yo dispuesto a compartir todos mis pensamientos con Él como si estuviéramos conversando? Lo dudo. Sin embargo, eso es lo que hago sin querer todo el tiempo. ¡Cómo deben desagradarle algunas de mis palabras y algunos de mis pensamientos!

* En cada ser humano Dios ve la imagen de su Hijo que murió para salvarlo. Eso es lo que Él ve en nosotros, y por eso, cuando está a punto de condenarnos, detiene su mano como detuvo Abraham la suya que blandía el cuchillo.

* Así como todo el que ama se goza haciendo regalos a la persona amada, Dios se goza derramando sus dones sobre nosotros.

* El que ama a Dios y trata de agradarlo en todo, crecerá espiritualmente de una manera tan natural como crece la planta cuando es regada. Y si no crece es porque su amor se ha enfriado.

* Dios se alegra cuando nosotros acudimos a Él con la confianza de un niño pequeño que sabe que su papá lo escucha y lo levanta cuando le tiende sus brazos.

* Cuando oramos necesitamos ser concientes de que Dios responde a nuestras oraciones siempre aunque no nos demos cuenta. Por eso debemos tomar nota de sus respuestas concretas a nuestros pedidos. Eso aumenta nuestra fe en el poder de la oración.

* Todos hemos sido “ordenados” por el Espíritu Santo para servir a Dios en la capacidad que Él nos señale.

* ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Qué trabaje y me esfuerce por su causa? No. Primero que nada quiere que lo ame.

* Adoramos a Dios no sólo arrodillándonos y orando con la frente en el suelo. También ganando almas para el cielo, o enseñando.

* Debería pensar en Dios todo el tiempo a lo largo del día. Pero estoy cautivo de otros intereses y de muchas lecturas que me distraen.

* ¿Cuál será la misericordia que algún día mostrará Dios con los delincuentes que cayeron temprano en el delito porque nunca fueron amados? Buena parte de los malhechores contumaces no lo habrían sido si hubieran sido criados con amor y amados de niños.

* La bondad humana no es más que una copia imperfecta y borrosa de la infinita bondad divina.

* ¿Cuántas cosas me ha dado Dios que eran exactamente lo que necesitaba? Él se ocupa de mi vida y de mis asuntos como el “manager” más eficiente y solícito.

* Los actos humanos brotan de amor o de odio, de simpatía o de antipatía, de admiración y respeto, o de desconfianza y temor; de codicia o de filantropía; y según sea la fuente son los efectos y las consecuencias. Según el árbol son los frutos.

* ¡Compasión, humildad, gentileza! ¿Quién quiere poseer esas cualidades? Más bien deseamos mostrarnos no arrogantes, pero sí seguros de nosotros mismos; no indiferentes, pero tampoco sensibleros, y menos, crédulos; amables, pero no obsecuentes.

* ¿Cuántas son las personas en el mundo que invitan a Jesús a entrar en su corazón y en su vida, y más aun, para tener comunión con Él como con un amigo?

* ¡Qué cierto es que la presencia de Dios en nosotros nos cambia, nos transforma, nos limpia y nos purifica! Cuanto más unidos estemos a Él más nos hacemos semejantes a Él.

* Ser compasivo con quienes no se lo merecen sino más bien abusan de nosotros es muy difícil, pero así obraba Jesús. En el fondo si lo imitamos y nos portamos de esa manera nos hacemos estimables a los ojos de los otros, aunque algunos nos ridiculicen.

* Te amo, Jesús. Esa es la mejor de todas las oraciones, mil veces repetida. Cuanto más la digamos, más lo amaremos y más su amor se reflejará en nosotros, en nuestra conducta, en nuestros gestos y nuestras palabras, y más nos pareceremos a Él.

* La fe debe ser cultivada para que crezca, es decir, practicada, y hay que pedir también por ella, como le pidieron los apóstoles a Jesús: “¡Auméntanos la fe!” (Lc 17:5).

* Si creyéramos más, nos esforzaríamos menos; es decir, tendríamos que luchar menos por las cosas que deseamos.

* Cuanto más lejos Él parece estar, más cerca lo tengo en realidad.

* Todo lo que hacemos por los demás, se lo hacemos a Jesús, como Él mismo lo explicó (Mt 25:40). Pero ¿por qué nos cuesta tanto recordarlo? ¿Será que Jesús es tan antipático como esa mujer que me importuna con sus pedidos constantes de ayuda? Sin embargo, aun en el mendigo antipático, en la pordiosera odiosa, Jesús está presente.

* Dios es el principio de todas las cosas, pero Él no tiene principio, porque existe desde siempre; y es el fin de todo sin tener fin Él mismo, porque todo lleva a Él y termina en Él, siendo la meta de todo.

* Nuestro amor a Dios se manifiesta en nuestra obediencia a su voluntad. Sin obediencia no hay amor a Dios. “Si alguno me ama –dijo Jesús- guardará mi palabra.” (Jn 14:23)

* Si quiero ser amigo de Dios debo amar lo que Él ama y odiar lo que Él odia. Por tanto, debo amar y aceptar lo que Él disponga para mi vida. Y debo también odiar el pecado, no tanto en los otros sino en mí.

* Dios dispone que seamos castigados, o disciplinados para nuestro bien, es decir, para que nos arrepintamos y enmendemos nuestra vida. Eso es lo que Él busca, no que suframos por el sufrimiento mismo, sino por lo que el sufrimiento trae consigo, esto es, arrepentimiento y purificación.

* Nada ocurre de casualidad, porque todo lo que ocurre en la tierra, incluyendo las catástrofes naturales, está bajo su control. Él puede demorarlas, moderarlas, impedirlas, o provocarlas, y hasta agravarlas, según los designios inescrutables de su providencia que siempre busca lo mejor para el hombre.

* Si alguno me perjudica o me hace daño, no es por mala suerte, o porque el ángel a quien Él ha confiado mi camino se haya descuidado, sino porque Él así lo ha querido, o permitido, para mi bien. La Escritura dice: “¿Habrá algún mal en la ciudad que Él no haya hecho?” (Am 3:6).

* Isaías escribió por inspiración divina: “Yo soy Jehová y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí…Yo Jehová y ninguno más que yo, que formo la luz y creo las tinieblas, que hago la paz y creo la adversidad (es decir, el mal). Yo Jehová soy el que hago esto.” (Is 45:5-7). ¿De qué mal se habla aquí? ¿Del mal en sí mismo, o de hechos y acontecimientos que causan dolor? No es lo mismo. Del mal en sí mismo, del mal ontológico, Dios no es el autor, sino el maligno.

* Dios le habló al rey David por medio del profeta Natán: “He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré a tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del sol. Porque tú lo hiciste en secreto; mas yo haré esto delante de todo Israel y a pleno sol.” (2Sm 12:11,12). Estas palabras se refieren a lo que hizo Absalón cuando derrotó a su padre y entró triunfante en Jerusalén. ¿Cómo puede el profeta anunciar que Dios lo haría cuando fue el rebelde Absalón quien lo hizo? Porque Dios obró permitiendo que Absalón diera rienda suelta a sus malos sentimientos y dándole la victoria. San Agustín comenta: “Dios instruye a los hombres buenos por medio de los malos.”

* ¡Cuántas veces nos hemos sorprendido de que tal o cual tirano se adueñe del poder en un país! A veces Dios pone (o permite que el diablo ponga) a malos gobernantes que hacen daño a los pueblos. ¿Es para que nos sometamos a ellos, o para que los resistamos y nos rebelemos contra ellos? Muchas veces los pueblos reciben los gobernantes que se merecen. “Por la rebelión de la tierra sus gobernantes son muchos”, -dándose a entender que hay inestabilidad en el gobierno porque no son buenos- mas por el hombre entendido y sabio permanece estable.” (Pr 28:2). Los gobernantes deciden la felicidad o la desgracia de los pueblos: “Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra; mas cuando domina el impío, el pueblo gime.” (Pr 29:2). Hay ocasiones en que los gobernantes malos traen bienestar pasajero a su pueblo, pero luego inevitablemente empiezan a manifestarse las consecuencias de su iniquidad. Eso ocurrió de una manera manifiesta con los gobiernos de Hitler y Mussolini en Alemania e Italia, que trajeron inicialmente gran progreso material a esas naciones, pero que luego los condujeron a una guerra terriblemente destructora que devastó a esos países.

* Podemos preguntarnos con buen motivo ¿por qué la providencia divina usa a los malvados como instrumentos de su justicia? Porque difícilmente encontraría a un hombre bueno para castigar al malo. Aunque a veces sí ha encontrado a algún justiciero airado, que después tuvo pagar por los excesos que cometió.

* La Escritura dice que “un espíritu malo de parte de Jehová” atormentaba al rey Saúl (1Sm 16:14,23). ¿Cómo podía ser malo si venía de parte de Dios? Dios permitía que el diablo le atormentara porque Saúl había abrigado malos sentimientos respecto de David que le servía con toda dedicación. Si Dios no lo hubiera permitido ese espíritu no podría atormentarlo.

* Todo ocurre por la voluntad de Dios, incluso los males para probarnos, o para castigarnos. Por eso podemos decir que nada malo ocurre que nosotros no hayamos provocado, o que no nos sea necesario. ¿Quiere eso decir que debemos aceptar con resignación todo lo que nos sobreviene? Hay males inevitables que sí debemos aceptar resignados, pero si me enfermo sería insensato no emplear todos los medios posibles para curarme; o si alguien me acusa injustamente sería insensato no contratar al mejor abogado para defenderme.

* Hay males que nos sobrevienen como consecuencia directa de nuestros pecados, como cuando nos enfermamos a causa de nuestros excesos. Pero ¿por qué permite Dios que pequemos? Porque nos ha creado libres de actuar contra su voluntad. Sin embargo, muchas veces Dios no permite, o trata de evitar, que pequemos (Véase para lo primero 1Sm 25). Por eso oramos: “No nos metas en tentación”, (Mt 6:13), es decir, no permitas que seamos tentados. Pablo escribió que Dios no permite que seamos tentados más de lo que podemos resistir, sino que da con la tentación la salida (1Cor 10:13). Eso naturalmente es algo que Dios garantiza no a todos, sino a los que con todo corazón le sirven, porque a los que persisten en el mal, Dios los abandona a sus malos impulsos.

* En el Perú ocurren terribles accidentes de tránsito que enlutan las pistas a diario porque queremos que ocurran. En un gran número de casos los principales responsables son los propietarios de los vehículos, primero porque, para ahorrar, no los mantienen en buen estado; y segundo porque, también para ahorrar, contratan como choferes a jóvenes que no están en edad de asumir la responsabilidad de conducir un vehículo de transporte de pasajeros, o porque obligan a sus choferes a conducir más horas de las que pueden manejar despiertos. Y sin embargo, rara vez se detiene o se acusa al propietario. En ningún país civilizado se confía la vida de los pasajeros a una persona menor de 35 años. La razón es obvia. Recién a esa edad el hombre suele tener la madurez requerida para no asumir riesgos innecesarios y actuar en el volante responsablemente. No debería tampoco permitirse que los choferes de esos vehículos manejen más de cuatro horas seguidas.
#621 (04.04.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

No hay comentarios: