miércoles, 19 de noviembre de 2014

PORNOGRAFÍA Y VIOLENCIA


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
PORNOGRAFÍA Y VIOLENCIA
El presente artículo fue publicado a fines de la década del setenta en un medio impreso hoy desaparecido. Eran los finales del régimen militar y había en el país un clima de agitación que llevó a la convocación de elecciones presidenciales. Como puede verse, su contenido fue involuntariamente profético. Lo he revisado para ponerlo al día y lo publico nuevamente con pocos cambios, porque creo que su mensaje sigue siendo actual.

Desde hace cerca de dos años se observa en Lima la aparición de una serie de publicaciones y revistas abiertamente pornográficas: sus carátulas están adornadas de desnudos llamativos y sus artículos explotan y azuzan la curiosidad de los lectores acerca de temas sexuales. De otro lado, a las películas eróticas algo osadas que se exhibían antes, ha sucedido una avalancha de “films” de franco corte pornográfico. En varios programas de TV los participantes asumen actitudes y gestos descaradamente eróticos como motivo de broma.
Se observa al mismo tiempo en los últimos meses una agravación de los fenómenos de violencia que asumen algunas características inéditas en nuestro medio: desafío abierto a la autoridad, toma de rehenes, asalto a lugares públicos, etc., que configuran los primeros síntomas de un fenómeno que aflige terriblemente a otros países.
Esta simultaneidad de fenómenos no es una mera coincidencia; hay más bien una estrecha vinculación entre ambos. En gran número de países, con excepción de los escandinavos, la aparición de la violencia como fenómeno endémico ha seguido de cerca a la difusión abierta de material pornográfico. Esta vinculación es más marcada en aquellos países como los nuestros, en donde el contraste entre pornografía y moralidad tradicional es más grande.
Yo caí por primera vez en la cuenta de la vinculación que existe entre pornografía y violencia cuando, residiendo temporalmente en Nueva York a inicios de la década del setenta, leí que el lugar más violento del mundo, en el que ocurrían más asesinatos por metro cuadrado, era nada menos que Times Square, la zona de Broadway en la isla de Manhattan que pocas décadas antes había sido el centro glamoroso de los espectáculos, las comedias musicales y el cinema. Pero en los años setenta se había convertido en el antro repugnante de la pornografía. Las funciones teatrales de calidad habían emigrado a otros barrios de la isla, los prestigiosos cines antiguos de estreno, si no habían cerrado, estaban dedicados a la exhibición de películas pornográficas, y las calles estaban llenas de prostitutos homosexuales que se ofrecían por la noche a los transeúntes. Era un lugar para salir corriendo.
Si bien no existe una demostrada relación causal directa entre pornografía y violencia, es fácil comprender el vínculo que existe entre ambos fenómenos si se recuerda que el proceso civilizatorio de la humanidad ha sido uno de dominio paulatino, afinamiento y sublimación de los impulsos instintivos de origen animal. Una lenta evolución ha llevado a la especie humana desde una etapa en que las necesidades vitales (alimentación, vivienda, procreación, etc.) se satisfacían mediante el uso de la fuerza, a una en que la satisfacción de esas necesidades se efectúa a través de canales establecidos por un orden más o menos respetado, y en que la agresividad ha asumido formas sutiles de manifestarse.
La clave de bóveda de este proceso de afinamiento de los impulsos instintivos ha sido el dominio adquirido, o impuesto, sobre el instinto sexual. De ahí que todas las civilizaciones de la historia, sea a través del orden social o de la religión, hayan puesto un énfasis primordial en educar y normar la conducta sexual del hombre. Cuestionada esta llave maestra todo el edificio de frenos e inhibiciones morales y sociales empieza a desmoronarse.
De otro lado, es conocida la vinculación que existe entre agresividad y sexo. Los impulsos agresivos pueden expresarse sexualmente y, viceversa, los impulsos sexuales pueden manifestarse en forma de agresión, es decir, se expresan en forma de actos tales como la violación y el acoso. Ahora bien, las imágenes contempladas en revistas, películas y TV exacerban los impulsos instintivos e inflan las expectativas de satisfacción sexual. Como estas expectativas crecidas no pueden ser satisfechas en el mundo real, se produce un fenómeno de sustitución en que la agresión provee el canal por el que se descargan las tensiones y frustraciones acumuladas. Es obvio que este fenómeno incide más en las personalidades inestables y en los jóvenes, que no la tienen aún plenamente formada.
En suma, la difusión de la pornografía contribuye significativamente a la creación de un clima psicológico en que la violencia puede prosperar, en que las tensiones sociales encuentran fácilmente una válvula de escape en actos de violencia irracional. (Nota)
No es necesario subrayar los prejuicios que a la sociedad causan la violencia y el terrorismo. Además de producir enorme sufrimiento individual, la violencia perturba la marcha normal de las actividades sociales; su necesaria prevención y represión absorben considerables recursos humanos y económicos. Aún más, la sola existencia de la violencia interfiere en los actos de gobierno, o en la administración de justicia, porque el temor a una represalia hace que los individuos se inhiban de actuar. El caso de los jueces y fiscales en Italia que se inhiben, o renuncian, a causa de las amenazas de la mafia, es un ejemplo patente. En nuestro país, como bien sabemos, los fiscales y jueces, los testigos, las autoridades locales y los candidatos a las elecciones, son objeto de amenazas, ataques y asesinatos. Por último, ciertos actos de terrorismo pueden paralizar la marcha de un gobierno, al enfrentarlo a dilemas penosos, cuya solución acapara toda su atención.
Si se quiere evitar que la violencia endémica se instale definitivamente como un fenómeno normal en nuestra sociedad, como ha sido el caso de tantos países, es necesario poner coto ya a la difusión pública de material pornográfico en los tres canales de difusión principales: la prensa escrita (diarios y revistas), el cine y la televisión.
La libertad de prensa, que protege la libre difusión de las ideas, no puede amparar a la pornografía por el mismo motivo por el que la libertad de comercio no ampara al tráfico de drogas.
A este respecto debe hacerse una distinción clara entre dos aspectos del fenómeno de la pornografía. Hay la pornografía que el individuo busca voluntariamente, y por la que está dispuesto a pagar un precio (cuya difusión está prohibida por la ley), y la pornografía a la que, como el ruido o la lluvia en las calles, están expuestos todos, quiéranlo o no: las carátulas de las revistas exhibidas en los quioscos, los afiches de publicidad de películas en las puertas de los cines y en carteles, los anuncios de las películas pornográficas en los diarios y, recientemente, ciertos “sketches” publicitarios y escenas de algunas series y programas televisivos importados, o producidos localmente.
Es sobre todo esta segunda forma la más insidiosa que es necesario atacar, porque afecta más a los menos preparados para defenderse de su influencia, esto es, a los niños y jóvenes.

Para cumplir esta tarea no es suficiente adoptar medidas paliativas, intermitentes, que hasta ahora se han demostrado ineficaces. Es necesario atacar el problema con consistencia y perseverancia, tomando medidas concretas que, sin violar los preceptos constitucionales, frenen con eficacia la difusión de la pornografía.
Lo más adecuado sería una combinación calculada de medidas directas reglamentarias (con normas y prohibiciones pertinentes), y de trabas indirectas de orden administrativo-burocrático y tributario que desalienten no sólo la producción o importación del material pornográfico, sino también su distribución y comercialización en detalle.
Estamos todavía a tiempo para contener el afloramiento incipiente de la violencia endémica en nuestro país –decía yo entonces- pero la tarea urge; una vez instalado, el fenómeno adquiere una dinámica propia, independiente de los factores que contribuyen a generarlo.
Esto es precisamente lo que ha ocurrido en nuestro país. La violencia en sus diversas formas, incluyendo la más cruel y perniciosa de todas, esto es, el sicariato, se ha instalado en nuestra sociedad, y el número de asesinatos a mansalva ha aumentado exponencialmente. De no ponerse coto a este fenómeno la inseguridad en nuestro país podría alcanzar los niveles terribles a que ha llegado en Colombia, Centroamérica o México. Dios nos libre.
Nosotros no podemos ignorar que la pornografía es un ataque a la santidad de Dios, que creó el sexo como medio para la propagación de la raza humana, y para el contentamiento mutuo de los hombres y mujeres unidos en matrimonio. Por ello el acto sexual es una acción santa. Todo lo que lo degrade atenta no sólo contra el Creador, sino también contra la dignidad de la criatura, esto es, de la persona humana.
Nota: Es conocido el hecho de que la mayoría de los asesinos en serie que han sido condenados a muerte en los EEUU eran adictos a la pornografía. Más aún, antes de iniciar su carrera criminal habían caído en la adicción a la pornografía.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

#852 (26.10.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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