jueves, 24 de abril de 2014

TE PRESENTO A MI PAREJA

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.

TE PRESENTO A MI PAREJA

Existen usos y costumbres en el habla cotidiana que se van introduciendo poco a poco y que cambian gradualmente la manera de pensar de la gente.
Nosotros no nos damos cuenta, pero las palabras que empleamos y la forma cómo hablamos, influyen poderosamente en nuestro razonamiento y en nuestra conducta. Es frecuente que las palabras cambien de significado poco a poco y que, al cabo de cierto tiempo, tomen una significación nueva designando una realidad diferente, a veces incluso opuesta a su significación original. Pero como las palabras siguen siendo las mismas y forman parte del lenguaje habitual, inconscientemente aceptamos el nuevo contenido como si fuera el mismo al que estábamos acostumbrados, y lo incorporamos a nuestra manera de pensar sin darnos cuenta de que ha sufrido un cambio.
Un caso patente de introducción gradual de un nuevo significado para un vocablo y de la generalización de la nueva acepción, es el de la palabra "pareja".
Hoy se usa la palabra "pareja" en todas partes como una especie de comodín que cubre varias realidades diferentes entre las muchas posibles en la relación entre los sexos, y a las que el vocablo "pareja" reduce a un mínimo común denominador de contenido neutro. Esto es, simplemente, la mujer o el hombre que está conmigo.(Nota).
"Te presento a mi pareja" es una frase que se oye con mucha frecuencia en toda clase de ambientes. ¿Qué cosa es la persona designada como "pareja" para el que la presenta? ¿Qué relación tienen entre los dos? La "pareja" en cuestión puede ser su enamorada, o su novia, o su amiga, o su socia, o su esposa, o la querida con la que saca la vuelta a su esposa, etc. "Pareja" designa cualquier tipo de relación. Todo vale en la sociedad moderna, nadie se escandaliza, la palabra "pareja" legitima cualquier relación.
Y para no quedarnos cortos habría que añadir que "pareja" puede ser también la persona del mismo sexo con la que su acompañante convive.
Lo que la gente no se da cuenta es que el modo de hablar no sólo refleja una forma de vida, sino que también influye en la manera de pensar de la gente y, a la postre, en su comportamiento. Si una misma palabra cubre todas las formas posibles de relación entre hombre y mujer, o entre dos personas, cualquiera que sea el sexo, entonces necesariamente -por el poder implícito de las palabras- todas las relaciones son igualmente válidas.
Antes se distinguía claramente entre amiga, enamorada, novia, esposa, y esa distinción reflejaba una realidad social claramente definida. Esto es, amigo/amiga: la persona con la cual sólo tengo una amistad común. Enamorado/enamorada: cuando ya Cupido los ha flechado y se entra en la etapa de las miradas tiernas y los suspiros. Novio/novia: cuando las relaciones se formalizan y ambos están haciendo planes para su próximo matrimonio. Esposo/esposa: cuando ya se han casado.
Para distinguir entre la mujer legítima y la otra, el lenguaje corriente usaba antes la palabra "querida", de tal manera que se establecía claramente la diferencia entre ambas. En otros ambientes se designaba, y se designa aún, como "conviviente" a la compañera permanente con la cual uno no se ha casado, ni piensa hacerlo.
Como se ha dicho antes, en el lenguaje moderno descartamos esos matices o etapas que he mencionado, como si fueran anticuados. La palabra "pareja" iguala todas esas posibilidades y las hace igualmente legítimas.
Pero nótese que la palabra "pareja" puede designar otro tipo de relaciones más efímeras o fugaces. Puede ser, por ejemplo, la chica que un joven levanta en una discoteca para divertirse esa noche; o la muchacha con que se sale provisionalmente, haciendo un puente entre dos relaciones estables, para no aburrirse entre tanto; o la acompañante que el magnate contrata para que lo acompañe en el crucero de dos semanas que quiere hacer por el Caribe; o la prostituta de lujo y distinguida que brinda sus servicios a ciertas personas para que no vayan solos a ciertas reuniones.
La aceptación de la palabra "pareja" usada como comodín para designar todo tipo de relaciones, incluyendo al cónyuge,  subvalúa a la familia, la corrompe. Atenta contra el concepto de matrimonio. Antes la progresión amiga-enamorada-novia-esposa, describía el desarrollo de un proceso que culminaba en el altar, y la constitución de una familia sellada con el juramento de fidelidad que ambos se daban. La familia constituía además el nido cálido, estable y seguro al que vendrían a acogerse más adelante los hijos que Dios mandara.
Familia, con sus componentes esposo-esposa, significa amor profundo, estabilidad, permanencia, compromiso, como condiciones necesarias para la procreación. "Relación de pareja" no requiere de más compromiso que la voluntad provisional de las partes y, es, por tanto, sinónimo de inestabilidad.
De otro lado, el vocablo "pareja" hace superflua, marginal, inconveniente, engorrosa la maternidad. En realidad, en la mayoría de los casos, la elimina implícitamente. Si yo voy a mantener una relación de pareja con alguien por un plazo de duración no definido, variable, y que puede terminar en cualquier momento a capricho de cualquiera de las partes, mejor me abstengo de engendrar un hijo que me puede complicar la existencia y crearme responsabilidades económicas.
Pero nótese que el uso indiscriminado de la palabra "pareja", o mejor dicho, el anudamiento de ese tipo variable y transitorio de relaciones hombre-mujer cubierto por el vocablo "pareja", no sería posible si la ciencia previamente no hubiera hecho posible mantener relaciones sexuales eliminando casi totalmente el riesgo del embarazo. La llamada anticoncepción química -la píldora- o  las inyecciones que bloquean la ovulación- ha revolucionado las costumbres sexuales de todo el mundo, y ha inaugurado la era permisiva, promiscua, de la sociedad en todas las latitudes.
En otras palabras, antes del uso indiscriminado de la palabra "pareja" vino la píldora. Sin la píldora no sería posible llamar "pareja" a todo tipo de relación hombre-mujer, porque la barriga inevitable la estorbaría y obligaría a precisar qué tipo de relación se quiere tener. La píldora nos ha vuelto irresponsables en el verdadero sentido de la palabra en el campo de las relaciones sentimentales, y se ha convertido en el más grande aliado de Satanás en este siglo -más útil en verdad para sus propósitos que la misma TV- porque ha revolucionado más profundamente nuestras costumbres en el sentido que él desea, nos ha permitido violar la ley moral sin las consecuencias naturales que antes retenían a las personas.
Uno de los aspectos más lamentables de esta situación es que la filosofía del mundo, encarnada en el uso generalizado e indiscriminado de la palabra "pareja", se ha introducido en la iglesia, en los ambientes cristianos. Hoy también se habla entre creyentes desaprensivamente de "pareja", de tal modo que uno no sabe a ciencia cierta si la persona que se presenta como tal es la esposa, o la novia, o la amiga ocasional.
Con el uso de la palabra "pareja" se ha introducido subrepticiamente en la iglesia, sin que seamos concientes, la noción de que todas las relaciones pueden ser igualmente válidas, de tal modo que esa palabra sustituye en la conversación corriente, aun entre cristianos, a las palabras tradicionales de esposa, novia o mujer, o novio, esposo o marido, según se trate. Esta nueva moda del habla mundana amenaza erosionar los valores morales tradicionales aún en la comunidad cristiana. Lo que los cristianos no parecen darse cuenta es que el uso indiscriminado de la palabra "pareja" en la práctica, es sinónimo de promiscuidad sexual.
Como consecuencia del cambio de enfoque que el uso irreflexivo de la palabra "pareja" ha introducido sutilmente en los ambientes cristianos, es frecuente ver que en algunas iglesias se admite la membresía de convivientes e, incluso, se les bautiza, a pesar de que están viviendo en pecado, sin ni siquiera advertirles que deben regularizar su situación. Pareciera que la convivencia, aunque sea temporal, vale tanto como el matrimonio. Satanás debe estarse frotando las manos porque el pecado consentido aleja al Espíritu Santo de las iglesias.
He aquí un ejemplo patente de cómo el mundo ha contaminado nuestro lenguaje y con ello nuestras costumbres. Leí no hace mucho un trabajo expositivo en el que se decía que el Cantar de los Cantares expresaba maravillosamente de manera simbólica la relación de pareja que existe entre Cristo y su Iglesia. ¡Que extraordinario descubrimiento!
La Iglesia, la Nueva Jerusalén que baja del cielo, ya no es la novia de Cristo sino su pareja. Nos hemos actualizado, modernizado. Pero ¿será su única pareja? Porque parejas pueden ser muchas, y las relaciones, temporales.
¿Qué es lo que habrá querido decir el autor? ¿Que Cristo se desposa con su pareja -que somos nosotros, los cristianos- pero no se compromete con ella para siempre? ¿Querrá decir que nos podría dejar algún día por los musulmanes, o por los budistas?
Imagínense a Pablo escribiendo a los Efesios: "las mujeres estén sometidas a sus parejas como al Señor..." (Ef 5:22).
"Porque el hombre es cabeza de su pareja como Cristo es cabeza de la Iglesia..." (Ef 5:23).
"Maridos, amad a vuestras parejas así como Cristo amó a la Iglesia..." (Ef 5:25).
"El que ama a su pareja a sí mismo se ama..." (Ef 5:28).
Si Pablo hubiera escrito eso colmaría de dicha a ciertas personas y les daría argumentos poderosos para reclamar que la Iglesia reconozca la validez de las uniones entre personas del mismo sexo.
Según ese criterio, quizá se podría traducir un conocido pasaje de la primera epístola del apóstol Pedro de la siguiente manera: "Asimismo, vosotras, mujeres, estad sometidas a vuestras parejas..."  (1P 3:1). O más adelante: "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a vuestra pareja como a vaso más frágil..." (v, 7).
Las palabras son poderosas. Lo dice la misma palabra de Dios: "... la palabra que sale de mi boca no volverá a mí vacía sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo que yo la envié" (Is 55:11).
Dios ha dado a la palabra del hombre un poder no igual al de la palabra divina, pero sí un poder semejante a escala humana. Por eso dice Proverbios: "La vida y la muerte están en el poder de la lengua..." (Pr 18:21). Las palabras cambian las mentes, las concepciones, las costumbres de la gente. Hay palabras que penetran como bocados suaves y cuando uno se da cuenta, ya han dejado su huella ponzoñosa en el alma, suscitando una manera de pensar diferente, conforme a la mentalidad del mundo.
"Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada..." (Pr 12:18). Sí, como golpes de espada que destrozan la moral, el respeto, la familia, la fidelidad.
La palabra de Dios dice. "Amados, no améis al mundo..." (1Jn 2:15), y "el que quiere ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios" (St 4:4).
No adoptemos el lenguaje del mundo que quiere hacer pasar de contrabando su mentalidad y su filosofía mortal. Atengámonos a las buenas palabras de la sana doctrina que hemos recibido, y de las buenas costumbres, dando a cada palabra su valor justo y exacto, porque cada palabra significa algo preciso en la mente de Dios, no cualquier cosa. Es el diablo, ese gran lingüista, ese gran impostor, el que quiere desdibujar y confundir los significados de las palabras y se vale de nuestra propia lengua para embaucarnos.
Los cristianos, para mantener la pureza de nuestra boca y no contaminarnos con la mentalidad del ambiente que nos rodea, deberíamos evitar el uso de la palabra "pareja", así como la expresión "relación de pareja" cuando hablamos de las relaciones entre ambos sexos, y atenernos a las palabras tradicionales: novio, esposo, cónyuge y relación conyugal. ¡Cuánto mejor es esta última expresión que "relación de pareja", que también incluye a las relaciones homosexuales! ¿No se dan cuenta los esposos que cuando hablan de su "relación de pareja" se ponen en el mismo saco que los "gays", los adúlteros y los fornicarios?
¡Oh, sí! Vigilemos nuestras palabras "porque por tus palabras -dijo Jesús- serás justificado y por tus palabras serás condenado." (Mt 12:37).
Nota. La palabra "pareja" por razón de su etimología, es un término plural que designa a un "par" de personas o cosas, es decir, a dos. Sin embargo, hoy se usa en singular, designando a una sola persona, lo cual da origen a malentendidos y confusiones. Por ejemplo, si yo digo: "vino la pareja", puedo querer decir, "vinieron dos personas". Pero otro podría entender: "vino la pareja de fulano".
NB. Hace doce años hice una impresión limitada del texto de esta charla radial, basada parcialmente, a su vez en un artículo escrito para el diario “Gestión”. Como creo que su actualidad no ha disminuido, sino todo lo contrario, ha aumentado, lo vuelvo a poner a disposición de mis lectores.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle pe dón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

#806 (24.11.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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