martes, 31 de agosto de 2010

HERODES EL GRANDE I

Por José Belaunde M.
En la narración del nacimiento de Jesús hay un personaje que reviste un interés particular: Herodes, llamado "el Grande" por la historia, que jugó, según relata Josefo, un papel primordial en los acontecimientos desarrollados en Palestina (Nota 1) y territorios vecinos durante las cuatro décadas anteriores a la venida del Hijo del Hombre.

Él era hijo de Antipáter, un ambicioso general idumeo a quien Julio César, en reconocimiento de sus servicios, había nombrado procurador de Judea el año 47 AC. Cinco años después Antipáter fue asesinado, y Roma nombró a sus dos hijos, Fasael y Herodes, tetrarcas conjuntos de Judea. Mediante intrigas y una política diplomática muy astuta, pero también gracias a su administración eficaz, Herodes logró que el senado romano lo nombrara rey de Judea, territorio que él fue ampliando poco a poco mediante acciones militares victoriosas y alianzas oportunas.

Era política de los romanos gobernar los territorios que conquistaban en lo posible a través de príncipes o reyes locales, a quienes delegaban la mayor parte de su autoridad, provisto que mantuvieran sus dominios en paz y fueran recaudadores eficaces de impuestos. Solamente cuando ellos les fallaban ponían a gobernadores propios, como fue el caso, por ejemplo, de Arquelao, hijo de Herodes, a quien tuvieron que destituir debido a sus muchos abusos y a quien reemplazaron por gobernadores tales como fueron Poncio Pilatos y los que le antecedieron.

Herodes, como hemos visto, no era judío sino idumeo, esto es, edomita, miembro del pueblo descendiente de Esaú que habitaba al sureste del Mar Muerto. Se recordará que Esaú (llamado también Edom por el color rojo de su cabello) y Jacob (llamado también Israel), fueron los hijos mellizos que Rebeca dio a Isaac, hijo de Abraham. Esaú salió primero del seno materno y era, por tanto, el mayor, pero vendió sus derechos de primogenitura a Jacob por un plato de lentejas (Génesis 25:27‑34) Más tarde Jacob, aconsejado por su madre Rebeca, obtuvo mediante un engaño cruel que su padre Isaac le traspasara las promesas y bendiciones de Abraham, que correspondían al primogénito, desplazando a Esaú (Gn 27:1-40). A partir de entonces hubo enemistad entre ambos hermanos y, en consecuencia, entre los pueblos que descendieron de ellos.

Nótese lo siguiente: Cuando Jesús nació su patria no sólo estaba dominada por una gran potencia extranjera, el Imperio Romano, que era entonces mucho más poderoso relativamente que los EEUU hoy en día, sino que, además, el soberano que ocupaba el trono de Jerusalén era descendiente de alguien de quien la Escritura dice que fue aborrecido por Dios (Rm 9:13). (2). Desde el punto de vista del patriotismo de su nación, Jesús vino al mundo en uno de los peores momentos de la historia de Israel. No está de más recordar que Idumea fue incorporada al reino judío por el rey asmoneo Juan Hircano, el año 125 AC, y sus habitantes convertidos a la fuerza al judaísmo, obligando a todos los varones a circuncidarse, aunque el antagonismo entre ambos pueblos no cesó por eso, sino al contrario. La historia tiene sus maneras de vengarse porque ese acto de imposición brutal por parte de un rey de Judea fue lo que permitió que, con el correr de los años, un general idumeo reinara sobre los judíos. De otro lado, la rivalidad entre los hermanos asmoneos Hircano II y Aristóbulo, fue lo que empujó al primero de ellos, inducido interesadamente por el idumeo Antipáter, a buscar el apoyo del general romano Pompeyo, el cual no desaprovechó la ocasión para conquistar Jerusalén el año 63 AC.

La enemistad ancestral entre israelitas y edomitas (3) evoca la enemistad irreconciliable entre el reino de la luz y el reino de las tinieblas, y es curioso que Dios ‑dueño como es de los acontecimientos de la historia‑ pusiera sobre el trono de Israel a un hombre que representaba a uno de los dos bandos de esa rivalidad entre hermanos, símbolo de la otra, precisamente cuando los dos reinos se acercaban a su confrontación final y definitiva. Símbolo y realidad guardan en esa conjunción una relación que no es coincidencia. Dicho en términos más simples: Israel, el pueblo escogido, representa en esa contienda al reino de la luz; Edom, al reino de las tinieblas.

Dios permitió que Herodes, descendiente de Esaú, y simbólicamente representante del reino de las tinieblas, usurpara el trono de David que, en verdad, correspondía a un descendiente de Jacob. Ese trono había sido prometido por el ángel Gabriel al hijo que María concebiría por obra del Espíritu Santo: "...el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos.” (Lucas 1:32,33). Implícitamente el ángel se estaba refiriendo al conflicto entre la luz y las tinieblas que tendría su desenlace con la venida del Hijo que ella daría a luz. ¿Quiénes son la casa de Jacob hoy día? Nosotros, la Iglesia, somos la casa de Jacob, sobre la cual reina el Hijo de Dios.

Herodes pues es figura, o tipo, del usurpador por antonomasia, del príncipe de las tinieblas, que usurpó el principado de este mundo cuando Adán y Eva hicieron caso de la serpiente y desobedecieron a Dios.

Notemos: Satanás le quitó a Adán y Eva el principado de este mundo que Dios les había dado al decirles: “Llenad la tierra y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gn 1:28). Adán en su debilidad, le cedió a Satanás el principado que le correspondía. Por ese motivo, Satanás, el gran titiritero, puede mover a sus siervos para oponerse al mensaje de la luz, para tentar a los hombres induciéndolos al pecado, y provocar guerras y toda clase de sufrimientos en el mundo.

Era pues natural que el usurpador humano se inquietara cuando llegaron los magos anunciando que el heredero legítimo había nacido, pues comprendía que su dominio estaba en peligro. Así como también el otro usurpador, del que Herodes es tipo, intuía que el nacimiento de ese niño constituía una amenaza para su reino. Por ese motivo Herodes hizo todo lo posible para eliminarlo tratando astutamente que los magos, de regreso a su tierra, pasaran por Jerusalén para informarle dónde se hallaba el niño y poder así asesinarlo. Pero los magos fueron advertidos en sueños que no regresaran donde Herodes, sino que retornaran a su tierra por otro camino (Mt 2:12).

¿Por cuenta de quién actuaba Herodes? Por cuenta de Satanás que quería evitar a toda costa el advenimiento del Salvador que vendría a quitarle el dominio de este mundo. Cuando su astuta estratagema le falló, Herodes se enojó mucho y en su ira mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén.

Cuando al diablo las cosas no le resultan, se enoja mucho. Nosotros tenemos el privilegio de hacer que el diablo se enoje. Por eso es bueno preguntarnos: ¿Lo que yo hago, hace que el diablo se enoje, o que se alegre? Es verdad que si nosotros hacemos que el diablo se enoje, él va a venir contra nosotros. Pero nosotros tenemos un escudo que nos protege. ¿Cuál es ese escudo? La sangre de Cristo, y la armadura de que habla Pablo en Efesios 6, de modo que si nos mantenemos vigilantes, no tenemos por qué tenerle miedo.

Pensemos un momento: ¿Qué clase de hombre era este Herodes que, porque no le resultan sus planes, ordena una matanza semejante? ¿No tuvo escrúpulos de cometer semejante crueldad? ¿No le dolía el alma al pensar en el sufrimiento de las pobres madres que verían cómo los hijos pequeños que ellas amamantaban, eran atravesados por la espada de los esbirros? ¡Qué le importaba eso a Herodes! Con tal de salirse con la suya él era capaz de ése y de crímenes mucho peores. Él fue llamado ya en vida Herodes el Grande, porque fue un gran gobernante según los criterios del mundo, pero él fue sobretodo grande en sus crímenes que, como veremos luego, opacan al que cometió en Belén. ¿Cuántos fueron los niños de dos o menos años que él mandó matar? Teniendo en cuenta que Belén y sus alrededores tendrían unos dos mil habitantes, serían unos veinte a treinta infantes los que cayeron bajo la espada herodiana. ¿Tendría él alguna vez remordimientos? Es poco probable, pero aunque no los tuviera, sus crímenes vinieron más tarde como fantasmas a acosarlo.

Herodes fue un gobernante sumamente hábil, pero también increíblemente celoso y desconfiado de todo su entorno. Él no podía vivir tranquilo porque pensaba, en parte con razón, que sus allegados conspiraban contra él. Tuvo diez mujeres, algunas de ellas simultáneamente, cuando no las mataba. Su corte era un enjambre de intrigas, en parte provocadas por su hermana Salomé (tía bisabuela de la famosa bailarina del mismo nombre, que pidió como premio la cabeza de Juan Bautista, Mr 6:21-28), la cual tenía celos de las esposas de Herodes.

Para poder imponerse, al principio, y para sostenerse después en el trono, Herodes fue eliminando poco a poco a sus posibles o imaginarios rivales. El relato de las intrigas palaciegas con las que tuvo que lidiar, o que él mismo provocó, tomaría páginas de páginas.

Entre los personajes a los que tuvo que enfrentar, se cuentan la reina Cleopatra de Egipto -que codiciaba algunos de los territorios de Herodes; Marco Antonio, amante de Cleopatra; Octavio su rival, que luego sería coronado como César Augusto, al que Herodes sedujo hábilmente con halagos y dinero. Herodes castigó severamente a los fariseos que se oponían a él porque no era judío sino idumeo, pero favoreció a los que de ese partido se pusieron de su parte, entre ellos a Polión y a su discípulo Samaías.

Mandó matar a cuarentaicinco aristócratas saduceos que se le oponían, muchos de los cuales eran miembros del Sanedrín, y confiscó sus bienes para poder satisfacer las demandas económicas de Marco Antonio. Se enfrentó a la familia asmonea –descendientes de los macabeos- que habían reinado casi cien años y que podían pretender al trono, y a quienes además pertenecía por herencia el sumo sacerdocio. Deseando emparentar con esa dinastía se casó, después de cinco años de noviazgo, con la bella Mariamne, a la que llamaremos primera, para distinguirla de otra esposa del mismo nombre. No obstante, fue eliminando uno a uno a los miembros de esa familia, incluyendo a su suegro.

Él amó a Mariamne I más que a ninguna de sus mujeres. Sin embargo, cada vez que salía en campaña dejaba órdenes de matarla si es que él no regresaba, para impedir que ella, se casara con otro. Ella se enteró de esos planes y ya podemos imaginar lo que pensaría de un marido tan celoso. Finalmente, instigado por Salomé, que la acusaba de serle infiel, la hizo matar. Después le pesó en el alma y fue víctima de una desesperación terrible que hizo que se enfermara gravemente.

Los dos hijos que tuvo con Mariamne I fueron sus preferidos. Los mandó a estudiar a Roma donde residieron algunos años con todos los honores que correspondían a su estirpe. Cuando crecieron retornaron sumamente arrogantes, al punto que Herodes temió, no sin motivo, que pudieran complotar contra él. Finalmente, tres años antes de morir, inducido por su hijo mayor, el celoso Antipáter, que llevaba el nombre de su abuelo, y que los acusó de traición, los hizo juzgar y condenar a muerte. Para poder ejecutarlos, sin embargo, tuvo que obtener autorización del emperador, lo que dio lugar a que Augusto comentara, según reporta Macrobius: “Preferiría ser el cerdo de Herodes que uno de sus hijos.” Poco antes de morir hizo matar también a Antipáter, y cambió una vez más su testamento. (Continuará)

Notas: 1. Palestina fue el nombre que los romanos le dieron a esa zona después de la rebelión de Bar Kojba, unos cien años después de Cristo. Sin embargo, aunque sea anacrónico, lo uso por comodidad.
2. En el contexto bíblico la palabra “odiar” u “obedecer”, contrapuesta a “amar”, tiene con frecuencia el significado de “amar menos” o de “poner en segundo lugar”. Por ejemplo, en Gn 29:31 el original hebreo dice que Lea era “odiada” (RV 60 traduce “menospreciada”). Sin embargo, en el versículo anterior se dice que Jacob amó a Raquel “más que a Lea”. Es decir, amó a Lea menos que a Raquel. Asimismo, en Dt 21:15 leemos: “Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida…” Por el contexto entendemos que “aborrecida” quiere decir que amara a la segunda menos que a la primera. Ese matiz del hebreo debe tenerse en cuenta para entender correctamente frases de Jesús tales como Lc 14:26. (Véase David Bivin, “New Light on the Difficult Words of Jesus”).
3. Durante el éxodo de Israel por el desierto los edomitas no permitieron que el pueblo elegido atravesara su territorio para llegar a la tierra prometida (Nm 20:14-21). No obstante Dios le prohibió a Israel odiar al edomita “porque es tu hermano.” (Dt 23:7) En ese tiempo el profeta Balaam predijo que Edom sería conquistado por Israel (Nm 24:18). El rey Saúl combatió a los edomitas (1Sm 14:47), cuyo territorio fue finalmente conquistado por David (2Sm 8:13,14). Véase la continuación de esa rivalidad en 2Cro 20:1; 22,23; 2R 3:4-27; 2R 8:20-22; 2R 14:7; 2Cro 28:17, etc.
NB. Este artículo y el siguiente están basados en un artículo del mismo título publicado en la revista “Oiga” hace más de veinte años, y que me sirvió de base para una charla dada recientemente en el ministerio de la “Edad de Oro” de mi iglesia.
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martes, 24 de agosto de 2010

¡CUÁN AMABLES SON TUS MORADAS! IV

Por José Belaunde M.
Comentarios al Salmo 84
Concluyo esta serie citando pasajes tomados de comentarios de autores antiguos sobre los cuatro últimos versículos de este salmo, pero incluyo uno de un autor contemporáneo que presenta un original enfoque cristológico de nuestro texto. Mis anotaciones están impresas en color negro. Los textos citados lo están en color azul.

Spurgeon
9. “Mira, oh Dios, nuestro escudo, y pon tus ojos en el rostro de tu Ungido.”
Aquí tenemos la oración de la nación por David y la oración del creyente por el Hijo de David. Que el Señor Dios ponga sus ojos en Jesús y nosotros seremos protegidos de todo daño; que mire el rostro de su Ungido y nosotros seremos capaces de contemplar su rostro con alegría. Nosotros también somos ungidos por la gracia del Señor, y nuestro deseo es que nos mire con ojos de amor en Cristo Jesús.

10. “Porque un día en tus atrios es mejor que mil (fuera de ellos).”
Bajo las circunstancias más favorables en que se pueda gozar de los placeres de la tierra, ninguna es comparable con una sola entre mil de las delicias del servicio de Dios. Sentir su amor, alegrarse en la persona de su Salvador ungido; examinar las promesas y sentir el poder del Espíritu Santo para aplicar su verdad preciosa al alma, es un gozo que los mundanos no pueden entender, pero que encanta a los verdaderos creyentes. Tan solo un atisbo del amor de Dios es mejor que siglos gastados en placeres de los sentidos.
“Prefiero ser un portero en la casa de mi Dios que habitar en las moradas de maldad.”
El lugar más humilde en la casa de Dios es mejor que la posición más alta entre los que no tienen Dios. Tan sólo estar en el umbral y echar una ojeada dentro para ver a Jesús, es felicidad. Cargar bultos y abrir puertas para el Señor es mayor honor que reinar entre los impíos. Todo hombre puede escoger y ésta es nuestra elección. Lo menos bueno de Dios es mejor que lo supremo del diablo.
El umbral de la puerta de Dios es mejor que los mullidos cojines de los pabellones reales de los pecadores, aunque uno pudiera estar recostado en ellos toda una vida.
Nótese que llama al tabernáculo “la casa de mi Dios”. Ahí se encuentra la dulzura; si Jehová es nuestro Dios, su casa, sus altares, sus umbrales, son preciosos para nosotros.

11. “Porque el Señor Dios es sol y escudo.”
Los peregrinos los necesitan a ambos, según sea el clima, porque el frío los golpearía si no hubiera sol, y los enemigos pudieran atacar la sagrada caravana y destruirla, si no contaran con un escudo.
La nación peregrina en el desierto tuvo sol y escudo en la columna de fuego (Ex 13:21,22), que era el símbolo de la presencia de Dios; y el cristiano halla tanto luz como abrigo en el Señor su Dios. Un sol para los días felices y un escudo para los peligrosos. Un sol arriba y un escudo alrededor. Una luz para mostrar el camino y un escudo para alejar los peligros. (Eso es Dios para nosotros, añadiría yo) Dichosos aquellos que viajan en semejante convoy. El lado asoleado y el lado oscuro de la vida son igualmente felices para ellos (es decir, para nosotros).
“El Señor dará gracia y gloria.”
Ambos a su debido tiempo; ambos según se necesiten; ambos en medida llena, y ambos con absoluta certeza. El Señor tiene gracia y gloria en infinita abundancia. Jesús es la plenitud de ambas y, como su pueblo escogido, recibiremos ambas como un don gratuito del Dios de nuestra salvación. ¿Qué más podría darnos el Señor, o nosotros recibir o desear?
“Ninguna cosa buena negará a los que caminan rectamente.”
(Así reza la versión King James)
La gracia nos hace caminar con rectitud y eso garantiza que todas las promesas del pacto sean nuestras. ¡Qué promesa tan completa! Pudiera ser que un bien aparente nos fuera escatimado, pero ningún bien verdadero, no, ninguno. “Todas las cosas son vuestras; vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” (1Cor 3:22c,23).Dios tiene todo el bien y no hay bien alguno fuera de Él; y no hay bien que Dios quisiera retener, o que pudiera negarnos, si estamos listos para recibirlo. Debemos ser rectos y no inclinarnos a tal o cual forma de maldad. Nuestra rectitud debe ser práctica; debemos caminar en verdad y santidad. Entonces seremos herederos de todas las cosas; y a medida que maduremos, llegaremos a poseerlas todas. Entretanto nuestra capacidad de recibir determinará la medida del don divino. Esto es verdad no sólo para unos cuantos favorecidos, sino para todos los santos de todos los tiempos.

12. “Oh Señor de los Ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti.”
Aquí está la clave de todo el salmo. El culto es de la fe, y la bienaventuranza es propia de los creyentes. Ningún adorador nominal puede penetrar en este secreto. El hombre debe conocer a Dios por una vida de fe verdadera, o no podrá tener verdadero gozo en la adoración del Señor, ni en su casa, ni en su Hijo, ni en sus caminos. ¡Lector querido! ¿Cómo están las cosas contigo?

Cosas Nuevas y Antiguas
9. Mientras muchos se dan por satisfechos con las meras formalidades de la religión, o con la discusión árida de doctrinas, tú en cambio, mira y ocúpate de Cristo. Es el conocimiento de su persona lo que da fuerza y alegría al alma. En todo tiempo y bajo todas las circunstancias nosotros podemos decir: “Mira el rostro de tu Ungido.” No podemos siempre decir: “Míranos”; pero sí podemos siempre decir. “Míralo a Él”. Sumidos en profunda tristeza debido a nuestras fallas concientes, o debido a las pruebas y dificultades que pasamos a causa de nuestra fidelidad a su Nombre, podemos siempre rogar a Dios que sea nuestro lo que Cristo es. Dios se complace siempre en Él, siempre está ocupado con Él, como resucitado de los muertos y exaltado a su derecha en los cielos; y desearía que nosotros estuviéramos también siempre ocupados con Él, como único objeto de nuestro corazón.

San Agustín
10. “Porque un día en tus atrios es mejor que mil.”
Esos eran los atrios por los que suspiraba, por los que languidecía. “Mi alma suspira y desmaya por los atrios del Señor” ha dicho poco antes (vers. 2). Un día en ellos es mejor que mil días fuera de ellos. Los hombres anhelan tener miles de días, y desean vivir largamente. Que desprecien esos miles de días y suspiren por un día que no tiene amanecer ni atardecer; un día sempiterno, al que ningún “ayer” cede, y al que ningún “mañana” apremia. Aspiremos nosotros alcanzar ese día. ¿Qué tenemos nosotros que hacer con mil días? Nosotros vamos de mil días a un día. Apurémonos por llegar a ese único día, mientras vamos de poder en poder.
(Lo que San Agustín quiere decir es que a medida que progresamos espiritualmente, anhelamos más el día sin fin en que contemplaremos a Dios cara a cara.)

Thomas Brooks (Nota 1)
“Un día…”
El menor atisbo que un hombre pueda tener de Dios, y la menor de las buenas palabras que el hombre pueda oír de Dios; y la menor carta de amor, y la menor señal de amor que un hombre pueda recibir de Dios, es inmensamente preciosa para el hombre que tiene a Dios por su heredad. “Un día en tus atrios en mejor que mil fuera de ellos.” No dice que un año en tus atrios es mejor que mil fuera de ellos; ni dice que un trimestre en tus atrios, es mejor que mil fuera de ellos; sino dice “Un día en tus atrios es mejor que mil fuera de ellos…” para mostrar que lo más pequeño de Dios es inmensamente precioso para el alma que tiene a Dios por su porción. (Sal 16:5).


Thomas Watson (2)
Una de las señales de los hijos de Dios es que se deleitan en su presencia. Los hijos deben estar en la presencia de su Padre. Donde está el rey, está la corte; donde está la presencia de Dios, está el cielo. Dios está de una manera especial presente en sus ordenanzas; ellas son el arca de su presencia (Ex 25:10,11). Si nosotros somos sus hijos amemos estar en el culto sagrado…En oración tenemos una conferencia secreta con Dios. En su palabra oímos a Dios hablarnos desde el cielo. ¡Y cómo se deleita todo hijo de Dios escuchando la voz de su Padre! ¡Oh, qué bueno es acercarse a Dios! Es dulce estar en su presencia. Todo verdadero hijo de Dios dice: “Un día en tus atrios es mejor que mil fuera de ellos.”

Mathew Henry (3)
“Preferiría ser un portero en la casa de mi Dios, que habitar en las tiendas de impiedad.” (Así reza en la versión King James)
Algunos leen “Preferiría estar clavado a un poste en la casa de mi Dios, que gozar de libertad en las tiendas de los impíos”, aludiendo a la ley relativa a los siervos, a los que, cuando no querían ser libertados, debía perforarse la oreja contra el poste de una puerta. (Ex 21:5,6).
David amaba a su patrón, y amaba tanto su trabajo, que deseaba estar ligado a su servicio para siempre. Ser libre
en Él, pero nunca ser libre de
Él, prefiriendo los lazos del deber a la libertad para pecar. Tal es el deleite superlativo que tienen los corazones santos en los deberes sagrados (del culto). Ninguna satisfacción es para ellos comparable a la que disfrutan viviendo en comunión con Dios.

Joseph Roberts (4)
La palabra “portero” no transmite adecuadamente el significado de “estar sentado en el umbral” (como reza el original hebreo) porque el salmista deseaba estar en una posición muy humilde, pero en el mundo oriental el cargo de portero era honroso y de confianza. Mirad al mendigo; se sienta en el umbral de la puerta (como el mendigo paralítico en Hch 3:2), hasta que ha obtenido lo que desea.

Profesor Green (5)
11. La frase: “Porque el Señor Dios es un sol…” expresa una verdad impresionante y llamativa, cuando pensamos en el sol sólo en su carácter obvio de fuente de luz y calor (Lo que espiritualmente hablando Dios es ciertamente para nosotros).
Pero cuánta fuerza nueva se da a este magnífico emblema cuando aprendemos por la astronomía que el sol es el gran centro de atracción, y cuando, además somos concientes de que el sol es la última fuente de toda forma de energía que existe en el mundo. El viento empuja el comercio de las naciones sobre el océano (6), pero el calor del sol ha rarificado el aire y ha puesto al viento en movimiento (7). Del arroyo descendente surge un poder que muele el grano, hace girar los husos, impulsa los telares y mueve las forjas. Pero eso ocurre porque el calor del sol ha hecho subir el vapor de los océanos, que cae sobre las montañas y encuentra su camino de regreso a la fuente de donde surgió. (8) La energía expansiva del calor impulsa tus máquinas, pero la fuerza que la opera está encerrada en el carbón, que es el resto fosilizado de los bosques extinguidos que permanecen bajo tus montañas, (9) o es obtenido de la leña que abunda en tus bosques, que ahora coronan y embellecen sus cimas. Tanto la fuerza primigenia del mineral y esos bosques actuales tomaron su sustancia del sol. Es la fuerza química residente en sus rayos la que extrajo el carbón de la atmósfera y la acumuló como fuente de poder para uso futuro. El animal ejerce su fuerza por la contracción muscular: la extrae del vegetal que lo alimenta, y el vegetal la extrae del sol que determina su crecimiento. Cada vez que tú levantas el brazo, cada vez que das un paso, estás tomando del poder que el sol te ha dado. Cuando subes al vagón del tren es el poder solar (encerrado en el carbón que mueve a la locomotora) el que te transporta. Cuando la suave brisa acaricia tus mejillas, o cuando el terrible huracán azota en su furia las ciudades, ellos son sirvientes del sol. ¡Qué gran símbolo de Aquel en quien “vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.” (Hch 17:28).

Henry Melvill (10)
11. Tornad vuestro pensamiento a la combinación: “El Señor Dios es sol y escudo.” Como sol muestra más y más nuestra pecaminosidad; pero como escudo nos da el poder para enfrentarla, y la seguridad de que triunfaremos. Como sol nos revela de tal modo la enormidad de nuestra culpa que me veo obligado a exclamar: “Mis iniquidades son una carga pesada; más de lo que puedo soportar.” Pero como escudo me muestra que ha puesto el peso sobre un fiador que las llevó a la tierra del olvido. Como sol me hace cada vez más sensible a mi incapacidad de alcanzar mi justificación por mí mismo, pero como escudo ata continuamente mi pensamiento a la justicia de su Hijo, que es otorgada a todos los que creen en Él. Como sol, en breve, trae a mi conocimiento hechos que me harían ver que mi liberación está fuera de mi alcance y sin esperanza, si Él no fuera al mismo tiempo un escudo. Pero viendo que es ambas cosas, tanto un escudo como un sol, la revelación que me hace como sol sólo me prepara para la bendición que me imparte como escudo. ¿Quién pues se asombrará de que después de anunciar el carácter de Dios el salmista prorrumpa en expresiones de confianza y de seguridad?

Pudiera ser que a medida que la corrupción de mi naturaleza me es mostrada continuamente (más profunda, amplia y oscura) Satanás me ataque con la sugerencia de que mi culpa es demasiada inveterada para ser erradicada, demasiado grande para ser perdonada, y si Dios fuera un sol y nada más, sería difícil descartar esa sugerencia como una artimaña del padre de la mentira. Podría yo entonces tener temor de la santidad de Dios pensando que nunca podría estar preparado para tener comunión con la divinidad; podría yo temer la justicia de Dios, pensando que yo nunca podría ser absuelto en el terrible juicio final. ¿Pero puedo yo temer esas cosas cuando, además de ser un sol, Dios es también un escudo? ¿Puedo yo temer la justicia de Dios, cuando como escudo Él ha abonado sufrimientos a mi cuenta que satisfacen la ley hasta la última penalidad? ¿Puedo yo temer su santidad cuando me hace partícipe de una obediencia que cumple todo precepto?

Como sol Dios me muestra lo que soy; como escudo Dios me muestra lo que Él es. Uno me permite comprender que yo no merezco sino su ira, y que no puede ganar nada sino vergüenza; el otro me hace comprender que yo tengo un título a la inmortalidad, y que puedo reclamar una herencia permanente en el cielo. Aprendo, en suma, de Dios como sol que si tengo un salario, merezco una muerte eterna; pero de Dios como escudo aprendo que si yo recibo un “don gratuito”, debo tener “vida eterna”. ¿A quién debo temer entonces? A nadie sino a mí mismo, ciertamente, mi peor enemigo.

Patrick Henry Reardon (11).
El famoso templo de Salomón era una figura pasajera porque –según palabras de Jesús mismo- “aquí hay uno más grande que Salomón.” (Mt 12:42). El verdadero y permanente templo de Dios, la meta de nuestro anhelo y la morada de nuestro descanso, es Cristo el Señor. Él es “mayor que el templo” (Mt 12:6). Por eso oramos: “Pon los ojos en el rostro de tu Ungido” (vers. 9b).

La imagen de Jesús como verdadero templo de Dios, que suministra la clave cristológica de este salmo, está indicada en el evangelio de Juan. Al comienzo de su evangelio, cuando Jesús habla de la destrucción del templo, el evangelista anota: “Pero Él hablaba del templo de su cuerpo.” (Jn 2:21). El cuerpo de Cristo, en el contexto juanino, es su carne y sangre resucitada. Juan dice del cielo: “Pero no vi en ella ningún templo, porque el Señor Todopoderoso y el Cordero eran el templo.” (Ap 21:22).

Y porque Él es el templo de Dios, Dios permanece en Jesús. Jesús es el lugar donde nosotros nos encontramos con Dios, y nosotros también permanecemos en Jesús estando unidos a Dios en Él. “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.” (Jn 17:20,21).

Este es el contexto cristológico para que oremos este salmo. Cuando decimos a Dios: “Bienaventurados los que habitan en tu casa; perpetuamente te alabarán.” (vers. 4), nos estamos refiriendo a la adoración ofrecida al Padre por los que permanecen en Cristo.

Notas: 1. Pastor puritano en Londres que vivió de 1608 a 1680. Spurgeon le tenía en gran aprecio.
2. Autor fallecido en 1680. Hombre de considerable erudición. Alcanzó fama y popularidad como vicario en Walbrook.
3. Pastor presbiteriano y exégeta (1662-1714). Escribió un famoso comentario del Antiguo y del Nuevo Testamento.
4. No tengo información sobre este autor.
5. Tampoco tengo información acerca de quién era este profesor, pero obviamente era un hombre de ciencia.
6. El autor vivía cuando los barcos eran mayormente todavía de vela.
7. La ciencia, en efecto, ha descubierto que los vientos surgen por las diferencias de temperatura que existen entre las diferentes capas de la atmósfera.
8. Antes de la invención de la máquina a vapor, y aún después de inventada ésta, la industria era movida por la fuerza de las caídas de agua, que era ingeniosamente explotada mediante poleas transmisoras.
9. El autor se refiere al origen milenario de los yacimientos de carbón.
10. (1798-1871) Clérigo de la Iglesia de Inglaterra y canónigo de la catedral anglicana de San Pablo en Londres. Autor de numerosos libros. Fue durante algún tiempo el predicador más popular de Londres.
11. Este bello texto que comenta el salmo entero, y que cito parcialmente, está tomado de un libro cuyo título en español sería “Cristo en los Salmos”. Su autor es párroco de la Iglesia Ortodoxa Antioqueña, en Chicago, EEUU.

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¡CUÁN AMABLES SON TUS MORADAS! III

Por José Belaunde M.

Comentarios al Salmo 84
Prosigo publicando pasajes de comentarios de autores famosos del pasado que he traducido y adaptado del inglés. Mis anotaciones están impresas en color negro; los textos citados están impresos en color azul.

San Agustín
Vimos en el artículo anterior que San Agustín toma como base de su exposición de este salmo la palabra “gitit” que figura en el encabezamiento, y que él toma en su tercer sentido, “la prensa del vino”.

5. Después de haber disertado acerca del vers. “Dichosos los que habitan en tu casa.”, él se pregunta: “¿Pero cómo llegaremos ahí? “Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas.” Sabía dónde estaba y que debido a la fragilidad de su carne no podía volar a ese estado de beatitud. Pensó acerca de su propia carga, como ha sido dicho en otro lugar: “Pues el cuerpo corruptible agrava al alma, y la morada terrestre oprime a la mente pensativa.” (Sab 9:15). (Nota 1).

El Espíritu llama hacia arriba y el peso de la carne tira hacia abajo. Del doble esfuerzo de levantar y bajar procede una especie de lucha que contribuye a la presión de las prensas del vino. Oigamos cómo el apóstol Pablo describe esta lucha de las prensas del vino, porque él mismo la ha experimentado, y fue ahí apretado: “¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Porque yo me deleito en la ley de Dios conforme al hombre interior.” (Rm 7:24,25) Pero ¿qué haré? ¿Cómo volaré y cómo llegaré ahí? “Pero veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado…” (Rm 7:23) En las palabras del apóstol esa dificultad y esa lucha casi inextricable son aliviadas por la adición: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo.” (2)

De modo que mientras suspiraba en su ardiente anhelo por la casa de Dios y las alabanzas a Dios, y cuando le venía una especie de desesperación al sentir el peso de su cuerpo, de nuevo surgió la esperanza y exclamó: “Bienaventurado el hombre cuya ayuda viene de ti.” (vers. 5)

¿Qué es lo que Dios provee en su gracia para aquel a quien Él ha tomado pa ra conducirlo hacia adelante? Sigue diciendo: “Ha puesto pasos en su corazón.” ¿Dónde? En su corazón, estando en el valle de lágrimas. De modo que aquí tienes como prensa del vino al valle de lágrimas. Las lágrimas muy piadosas de la tribulación son el vino nuevo de los que aman (a Dios, se entiende).
“Salieron llorando echando su semilla…” (Sal 126:5). Por tanto, por la gracia de Dios sean puestos pasos de ascenso en tu corazón. Asciende por amor. Por eso se llama a ese salmo “cántico gradual” (3) “Él ha puesto pasos de ascenso al lugar que Él ha determinado.” (vers. 7)

Ahora nos lamentamos. ¿De dónde procede nuestro lamento sino del lugar donde fueron puestos los pasos de ascenso (esto es, del valle de lágrimas)? ¿De dónde procede nuestro lamento sino del motivo por el cual el apóstol exclamó que era un hombre miserable porque vio otra ley en sus miembros que luchaba contra la ley de su mente? (Rm 7:23).

¿Y de dónde procede esto? De la penalidad del pecado. Nosotros pensábamos que podíamos fácilmente ser justos en nuestras propias fuerzas antes de que recibiéramos el mandamiento: “Pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí,” dice el apóstol. (Rm 7:9). Porque al hombre le fue dada una ley, no para que pudiera salvarlo, sino para mostrarle cuán severa era la enfermedad que lo afligía. Pero cuando el pecado fue manifestado por la ley dada, el pecado aumentó. “El pecado –dice él- tomando ocasión del mandamiento produjo en mí toda clase de concupiscencia.” (Rm 7:8). ¿Qué significa “tomando ocasión del mandamiento”? Habiendo recibido el mandamiento los hombres trataron de cumplirlo en sus propias fuerzas pero, conquistados por la lujuria, se volvieron culpables de transgredir ese mismo mandamiento (que querían cumplir). Pero ¿qué dice el apóstol? “Donde abundó el pecado, sobreabundó más la gracia.” (Rm 5:20). Esto es, aumentó la enfermedad, pero también el efecto de la medicina.

Spurgeon
(Véase nota en el artículo anterior. Su texto es el de la versión King James)
5. “Bienaventurado el hombre que tiene en ti su fuerza.”
Habiendo hablado de la bienaventuranza de los que residen en la casa de Dios, ahora el salmista habla de los que son favorecidos porque pueden visitarla en las ocasiones prefijadas, yendo en peregrinaje con sus hermanos devotos. Pero el salmista no es indiscriminado en su elogio, porque habla sólo de los que asisten a los festivales sagrados con todo el corazón. La bendición del culto sagrado no pertenece a los adoradores de corazón dividido, ni a los indiferentes, sino a los que se entregan a ello con todas sus energías. Ni la oración, ni la alabanza, ni la escucha de la palabra será agradable, o provechosa, a los que han dejado atrás su corazón. Una compañía de peregrinos que hubiera dejado en casa su corazón no sería mejor que una compañía de cadáveres, inapropiados para unirse a los santos vivientes en la adoración a Dios.
“En cuyo corazón están tus caminos.”
Los que aman los caminos de Dios son bendecidos. Cuando tenemos los caminos de Dios en nuestro corazón y nuestro corazón en los caminos de Dios, somos lo que debemos ser y estamos donde debemos estar y, por tanto, gozamos de la aprobación de Dios.

6. “Quienes pasando por el valle de Bacá lo convierten en fuente.” (4).
Yendo alegremente por el camino a la gran asamblea, los fieles peregrinos se refrescan aun en las partes más desoladas de la ruta. Así como los hombres se juntan alrededor de una fuente y conversan gozosos, siendo refrescados después del viaje, de igual manera en el valle de lágrimas, o en cualquiera otra hoyada desolada, los peregrinos en ruta a los cielos encuentran un dulce descanso en la comunicación fraternal y en la expectativa de la asamblea general arriba, con sus alegrías inexpresables. Probablemente haya acá una alusión local
(es decir, a un lugar específico),
que quizá nunca sea descifrada, pero el sentido general es bastante claro. Hay alegrías en la peregrinación que hacen olvidar las penurias del recorrido.
“Cuando la lluvia llena los estanques.”
Dios da a su pueblo las provisiones que necesita cuando recorre los caminos que Él le señala. Cuando no hay un suministro natural abajo, los peregrinos encuentran compensación en las aguas de arriba, e igual la hallarán las huestes sacramentales de los elegidos de Dios. Los caminos que de otro modo estarían desiertos por falta de comodidades, se convierten en vías abundantemente provistas para cubrir las necesidades de los viajeros, porque los grandes peregrinajes anuales los conducen en esa dirección. (Véase Nota 3). De igual manera los cristianos conversan y la alegría del culto unido hace que muchas obligaciones que serían difíciles y penosas se vuelvan fáciles y deleitosas.

Delitzsch (Véase nota en el artículo anterior. Él usa su propia traducción)
6,7. “Bienaventurado el hombre cuya fuerza está en ti. Los caminos de los peregrinos están en su corazón. Atravesando el valle de Bacá lo convierten en un lugar de manantiales. La lluvia también lo envuelve en bendiciones.”
El presente más oscuro se convierte en brillante para ellos. Al pasar por el páramo más desolado lo convierten en un lugar de manantiales. Su gozosa esperanza y la infinita belleza de la meta, que bien compensa cualquier esfuerzo y penuria, les proporciona un consuelo refrescante, revitalizador y fortalecedor en medio del árida estepa.
No sólo la fe hace brotar agua del arena y de las rocas, sino que Dios, por su lado, cariñosamente anticipa su amor y premia su fidelidad con una lluvia suave que refresca los campos sembrados en otoño, y que desciende de arriba cobijando el valle de Bacá en una plenitud de bendición. El árida estepa resplandece con un vestido festivo de flores (Is 35:1-10), no en apariencia exterior, sino espiritualmente para ellos de una manera no menos verdadera y real. Y mientras que bajo circunstancias ordinarias la fuerza de los viajeros disminuye a medida que atraviesan la ruta penosa, en el caso de ellos ocurre al revés: “van de fuerza en fuerza.”


Bonar (5)
6. “La lluvia…” Por poca agua que haya, basta para el camino. Es una cisterna para ellos. Ellos encuentran sólo piscinas que la lluvia temprana ha cubierto apenas, pero están contentos de tenerla como provisión para el camino. Les es tan bueno y suficiente como si la copiosa lluvia otoñal hubiera llenado la cisterna. Los peregrinos olvidan la mesa escasa de la posada pensando en la abundancia que encontrarán al final del camino. Los israelitas que suben para la Pascua no se quejan por la falta de agua, porque tienen sus corazones puestos en llegar a Jerusalén.

Cosas Nuevas y Antiguas
8. “Oh Señor de los Ejércitos, oye mi oración; escucha, oh Dios de Jacob.”
Hay dos pensamientos distintos de gran valor práctico para el cristiano en esta corta oración. Hay un sentido de la majestad divina, y una conciencia de la relación divina. Como “Señor de los Ejércitos” es inmenso en poder; como el “Dios de Jacob” es infinito en misericordia y bondad para su pueblo.


Calvino (6)
5. “Bienaventurado el hombre cuya fuerza está en ti.”
David nos informa que el motivo por el cual deseaba acceder libremente al santuario no era simplemente el de gratificar sus ojos con lo que ahí se veía, sino el de progresar en la fe. Apoyarse con el corazón en Dios es alcanzar un grado no pequeño de crecimiento, y éste no puede obtenerse a menos que uno postre su orgullo en el polvo y humille su corazón. Al proponerse buscar de esta manera a Dios, el objetivo de David es prestarse de Él, mediante la oración, la fuerza de la que él siente que carece.
Siempre que el hombre se aparta, por poco que fuere, de la ley divina, se extravía y se enreda en errores perversos. Todo el que haya entendido cuán grande bendición es apoyarse en Dios, empleará todos los dones y facultades de su mente en llegar a Él lo más rápido posible.

6. “Pasando por el valle de lágrimas lo convierten en una cisterna.”
El sentido del salmista es que nada debe impedir a los adoradores ilustrados y valientes de Dios tomar conciencia
(de la importancia)
de esperar en el santuario. Con ello confirma lo dicho antes, que nada es más deseable que estar continuamente participando del culto divino, mostrando que ninguna dificultad debe detener los ardientes anhelos de los piadosos, e impedirles apurar el paso -aunque el camino atraviese desiertos secos y estériles- para participar de las asambleas solemnes. (7) Al pasar por esos lugares deben soportarse muchas privaciones, especialmente de falta de agua, siendo la bebida para los viajeros la más necesaria de todas las cosas. David quiere con este argumento mostrar la perseverancia de los piadosos a los que la falta de agua –que a muchos descorazona de proseguir el viaje- no impedía apurarse en buscar a Dios, aunque sea a través de valles arenosos. Con estas palabras se reprende a los ociosos que no están dispuestos a soportar ninguna incomodidad cuando se trata de beneficiarse del servicio divino. Se huelgan de su propia comodidad y placeres, y no permiten que nada interfiera con ellos. Con tal de que no se les requiera hacer ningún esfuerzo o sacrificio, de buena gana profesarán ser siervos de Dios, pero no darán ni un cabello de su cabeza, ni harán ningún sacrificio por alcanzar la libertad de escuchar el evangelio, o para gozar de los sacramentos. El espíritu ocioso mantiene a las multitudes firmemente atadas a sus nidos, de modo que no quieren privarse en lo menor de sus propias comodidades y conveniencias. En efecto, aun en esos lugares donde se les llama por el sonido de la campana de la iglesia a orar en público, o a escuchar la doctrina de salvación, o a participar en los sagrados misterios, vemos que algunos se dan al sueño, otros piensan sólo en sus ganancias, otros se enredan en los asuntos del mundo, y otros se entregan a sus diversiones. No es sorprendente, por tanto, que los que viven lejos, y los que no pueden gozar de estos medios de salvación, permanezcan ociociando en casa sin sacrificar nada de su sustancia mundana.

7. “Irán de fuerza en fuerza”.
Puesto que el monte de Sión era el lugar en que, según la ley, debían realizarse las asambleas santas, después de que el arca fuera llevada a ese lugar (1Sm 6:12-19), se dice que el pueblo de Dios vendrá a Sión en gran número, estimulándose los unos a los otros en esta buena obra.
Que vayan “de fuerza en fuerza” implica que los santos adquieren continuamente nuevas fuerzas para subir al monte de Sión, y que prosiguen su viaje sin cansancio ni fatiga, hasta alcanzar el lugar deseado donde contemplarán el rostro de Dios…No se veía ahí ninguna imagen de Dios, pero el arca del pacto era un símbolo de su presencia y los adoradores genuinos experimentaban que ese medio les ayudaba enormemente a acercarse a Dios.

Notas:

1. El Libro de la Sabiduría de Salomón es uno de los libros llamados “apócrifos” que la Iglesia Católica reconoce como canónicos (bajo el nombre de “deuterocanónicos”, esto es, del segundo canon). Formaban parte de la traducción del Antiguo Testamento al griego llamada “Septuaginta”. Fueron excluidos del canon por los reformadores del siglo XVI, aunque Lutero los publicó como apéndice de su traducción de la Biblia al alemán, práctica que es seguida por muchas ediciones modernas de la Biblia.
2. San Agustín emplea para su comentario una versión en latín que es anterior a la Vulgata, y que difiere ocasionalmente no sólo de ésta, sino también del texto hebreo llamado “masorético” en que se basa la mayoría de las versiones modernas del Antiguo Testamento, como Reina Valera 60.
3. Los llamados “cánticos graduales” constituyen un grupo de quince salmos (del 120 al 134), que están asociados con los peregrinajes a Jerusalén que debían realizar los judíos todos los años para tomar parte en las tres principales fiestas anuales (Pascua, Pentecostés –o de las Semanas- y Tabernáculos). En los evangelios hay huella de esa práctica en Lc 2:41; Jn 5:1 y 7:2,3.
4. La palabra hebrea bacá, según como se lean sus vocales, puede traducirse como “llanto” o como “morera”, árbol que crece en lugares secos y arenosos.
5. Andrew Bonar (1810-1892). Clérigo de la Iglesia Libre de Escocia, conocido por su piedad. Además de numerosas obras eruditas, dejó varios libros de carácter devocional.
6. El gran reformador y teólogo francés Juan Calvino (1509-64), además de su vasta obra doctrinal y polémica, escribió un comentario que abarca casi todos los libros de la Biblia, incluyendo los salmos. Él es de los que atribuyen este salmo al rey David.
7. Yo agregaría que la imagen de aridez simboliza también los períodos de sequedad que con frecuencia experimentan los piadosos, en los que su alma parece estar muy lejos de Dios y los cielos cerrados a sus oraciones.

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lunes, 16 de agosto de 2010

¡CUÁN AMABLES SON TUS MORADAS! II

Por José Belaunde M.
Un comentario al Salmo 84
Después de haber publicado mi comentario sobre el bello salmo 84, como primer artículo de esta serie, he pensado que podría ser enriquecedor publicar también lo que otros autores del pasado, algunos de ellos famosos, han escrito sobre este salmo. Con ese fin he traducido y adaptado del inglés algunos textos especialmente bellos de algunos autores escogidos. (Nota 1)

El encabezamiento de este salmo dice “para los hijos de Coré”. Creo que es pertinente reproducir la introducción que Franz Delitzsch escribe sobre el salmo 42, que tiene las mismas palabras en su encabezamiento. (2) El hecho de que la anotación diga “para los hijos de Coré” y no “de”, ha hecho pensar a muchos que el autor del salmo 84 podría ser David mismo. Pero es un hecho que en ambos casos puede traducirse como “de” o como “para” por lo que ese detalle no sería significativo. No obstante, muchos comentaristas adjudican el salmo a David por razones de estilo y del tono devocional que lo impregna. Sin embargo, como el autor del salmo se encontraba fuera de Jerusalén al momento de escribirlo, para que David fuera el autor, él tendría que haber estado impedido por algún motivo de estar en esa ocasión en la ciudad santa, esto es, tendría que haberlo escrito antes de ser ungido rey, lo que hace improbable que lo hubiera compuesto específicamente para uso de los “hijos de Coré”.

Franz Delitzsch (3)
Es probable que los doce cánticos coraíticos del Salterio originalmente formaran un libro que tenía como título la frase “de los hijos de Coré” y que después ese título pasara a cada salmo individual cuando se incorporaron en dos grupos de salmos en el Salterio. O podemos suponer que se había vuelto una costumbre familiar en el círculo de los cantores coraítas dejar que el individuo se oculte detrás de la responsabilidad conjunta de la familia unida, que pugnaba por limpiar el nombre de su infortunado antepasado por medio de las mejores producciones litúrgicas.

Porque Coré, el bisnieto de Leví, y nieto de Coat, es aquel que pereció bajo el juicio divino, tragado por la tierra a causa de su rebelión contra Moisés y Aarón (Nm 16). Sus hijos, sin embargo, no fueron involucrados en el juicio (Nm 16:11), -contrariamente, diría yo, a lo ocurrido con los hijos de Dotán y Abiram y de los otros de su séquito, que sí perecieron junto con sus padres (Nm 16:27,31-33)-
En tiempos de David los coraítas eran una de las más prestigiosas familias de los coatitas.

El reino de la promesa encontró pronto en esta familia valiosos adherentes y defensores porque ellos acudieron a Siclag para defender con la espada a David y su derecho al trono (1Cro 12:6).

Después del exilio los coraítas eran guardianes de las puertas del templo en Jerusalén (1Cro 9:19; Nh 11:19), y el cronista nos informa que ya en tiempos de David eran guardianes del umbral donde estaba el arca en Sión; y que más temprano, bajo Moisés, tenían a su cargo custodiar la entrada del campamento de Yavé. Retuvieron su antiguo llamado, al que alude el Salmo 84:11, en relación con las nuevas disposiciones tomadas por David. El puesto de portero fue asignado a las dos ramas de la familia coraíta junto con una meradita (1Cro 23:1-6).

San Agustín (4)
La palabra “Gitit” del encabezamiento puede significar tres cosas: un instrumento parecido al arpa; el nombre de una canción que se tocaba con el acompañamiento de ese instrumento –que es lo más probable; o una prensa del vino. Este último significado es el que San Agustín escoge y sobre el cual desarrolla buena parte del sermón en que comenta este salmo (y que figura en su libro “Enarrationes in Psalmis”).

Como habrán observado, amados míos, nada se dice en el texto mismo de este salmo acerca de una prensa, o de una cesta, o de una botella, o de cualquier cosa relacionada con el vino, por lo que no es una cosa fácil averiguar cuál es el significado de las palabras “para la prensa del vino” inscritas en el título. Porque ciertamente si después del título mencionara algo relacionado con esas cosas, las personas carnales podrían pensar que es una canción que trata de las prensas del vino visibles. Pero como no dice nada acerca de esas prensas que conocemos muy bien, yo no dudo de que el Espíritu Santo quiere hablarnos de otra clase de prensas del vino. Por tanto, recordemos lo que ocurre en esas prensas visibles y veamos cómo eso mismo tiene lugar espiritualmente en la iglesia.

Las uvas cuelgan de la vid, y las aceitunas, del olivo. Es para esta clase de frutos que suelen hacerse prensas, y mientras cuelgan de las ramas parecen gozar del aire en libertad, y no hay vino ni óleo mientras no sean puestas bajo presión. Así ocurre con el hombre a quien Dios ha predestinado a ser conforme a la imagen de su Hijo Unigénito, que fue el primero a ser estrujado en su pasión como el gran racimo.

Hombres de esta clase, por tanto, antes de que se acerquen al servicio de Dios, gozan en el mundo de una libertad deliciosa, como uvas u olivas colgantes. Pero como ha sido dicho: “Hijo mío, cuando te acerques al servicio de Dios, tiembla y prepara tu alma para la prueba”. Porque todo el que se acerca al servicio de Dios, halla que ha venido a la prensa del vino para experimentar tribulaciones; y será aplastado, será estrujado, no para que perezca en este mundo, sino para que pueda fluir hacia las bodegas de Dios. Se le arranca la cubierta de los deseos carnales, como el hollejo a la uva, porque esto ocurre con los deseos carnales, de los que el apóstol escribe: “despojaos del viejo hombre y vestíos del nuevo.” (Ef 4:22). Esto es algo que no se hace sino mediante la presión. Por eso las iglesias de Dios son llamadas “prensas del vino”.

Bellarmino (5)
Él basa su comentario en el texto de la Vulgata latina, e interpreta la palabra “tabernáculos” en el sentido de las moradas celestiales a las cuales aspira llegar el cristiano al término de su carrera. Tabernáculo, a su vez, corresponde a mishkán, que otras versiones, como RV 60, traducen como “moradas”.

1,2.
“!Cuán amables son tus tabernáculos, oh Señor de los Ejércitos! Mi alma suspira y desmaya por los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne se alegran en el Dios vivo.”

Tales son las efusiones del alma piadosa que se encamina a su patria, y que expresan el deseo de llegar al final de su viaje. Tales deseos proceden de la felicidad que se encontrará en el hogar, así como de las dificultades con que se tropieza en el peregrinaje. El alma piadosa, cualquiera que pueda ser la felicidad que tenga aquí abajo, siempre se ve a sí misma como miserable y sufriendo persecución. Porque la prosperidad de este mundo es una gran tentación y una persecución. Ella exclama admirada: ¡Cuán amables son tus tabernáculos!” ¡Oh, qué gran amor tienen los piadosos por tus tabernáculos, por aquellas mansiones tuyas, oh Señor de los Ejércitos!

“¡Señor de los Ejércitos!” ¿Qué puede hacer que tus tabernáculos sean más bellos y más deleitosos que las huestes innumerables de ángeles dotados de toda sabiduría, perfección, poder y belleza, de los cuales una sola mirada bastaría para alegrar todo el peregrinaje aquí abajo? Mientras que el brillo combinado y el esplendor del mundo entero no es más que oscuridad comparada con el fulgor de Aquel a quien esperamos ver allá cara a cara.

En la Jerusalén judía había sólo un tabernáculo, por lo que al hablar aquí de muchos no puede de ninguna manera pensarse que se refiera al de madera y hecho por mano de hombre, sino a aquellos “tabernáculos no hechos por manos humanas” (Hb 9:11) de los que el Señor habló cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay.” (Jn 14:2).

“Mi alma suspira y desmaya por los atrios del Señor.” Habiendo dicho que los tabernáculos del Señor son objeto de gran afecto para los piadosos en su exilio, ahora se coloca entre ellos diciendo: “Mi alma suspira y desmaya” al pensar en los atrios del Señor y considerar su belleza. Suspiro tanto que languidezco y desmayo.

“Mi corazón y mi carne se alegran en el Dios vivo.” Para darnos una idea de lo grande de su anhelo y de su amor, él nos dice los efectos que producen, porque cuando uno es herido por un amor o un deseo vehemente, no solamente ellos dan vuelta en su mente sino que expresan su admiración por el objeto de su amor.

“Mi corazón y mi carne”, es decir, mi mente y mi lengua se han unido para alabar al Dios viviente, de belleza increada e infinita, por el cual suspiro. Esta segunda parte del versículo no contradice a la primera, porque aunque allá hable de su alma como desmayando, y acá como regocijándose, porque son diversos los sentimientos de los que aman, un momento deploran la ausencia del amado, pero pronto se regocijan cuando recuperan al amado y prorrumpen en su alabanza.

Lo llama “el Dios vivo” no sólo para distinguirlo de los ídolos “que tienen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen” (Sal 115:4-7; 135:15-17) porque son objetos inanimados, sino también porque solamente de Dios puede decirse, estrictamente hablando, que vive. Porque vivir es tener el poder de moverse por sí mismo y no por otro. Pero de las cosas creadas se dice que viven porque tienen en sí cierto principio de movimiento, pero sin Dios no tuvieran ninguno; porque “en Él vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser.” (Hch 17:28). La vida de Dios es tal que no requiere del impulso de ningún otro ser, esto es, que tiene sólo por sí mismo el poder del entendimiento y de la voluntad, siendo Él mismo la fuente de toda vida; no derivándola de ninguno, sino dándola a todos.

John Gill (6)
1. “!Cuán amables son tus tabernáculos, oh Señor de los Ejércitos!”
Lo que hacía que el tabernáculo de Moisés fuera agradable no era su exterior, que era más bien humilde, como lo es la Iglesia de Dios exteriormente por la persecución, la aflicción, la pobreza, sino lo que contenía dentro, teniendo muchos vasos de oro y esos objetos que son típicos de cosas más preciosas
(es decir, que las simbolizan). Ahí se veía a los sacerdotes en sus vestiduras sagradas cumpliendo su servicio; y en ciertos momentos, al sumo sacerdote con su rica vestimenta. Ahí se veían los sacrificios inmolados y ofrecidos por los cuales se enseñaba al pueblo la naturaleza del pecado, la severidad de la justicia y (simbólicamente)
la necesidad y eficacia del sacrificio de Cristo. Ahí se veía a los levitas entonando sus canciones y tocando sus trompetas. Pero mucho más amable es la Iglesia de Dios y sus ordenanzas en tiempos del Evangelio, en donde Cristo, el gran Sumo Sacerdote, es visto en la gloria de su persona y en la plenitud de su gracia; donde los sacerdotes de Sión, o los ministros del Evangelio, están de pie vestidos, plenamente adornados con la salvación y sus noticias; donde Cristo es presentado como crucificado y muerto, mediante el ministerio de la palabra y la administración de las ordenanzas. Aquí son tocadas las trompetas y se oye su eco gozoso; aquí los cánticos de amor y gracia son entonados por todos los creyentes. Pero lo que hace a estos tabernáculos aun más preciosos es la presencia misma de Dios, de manera que no sean otra cosa sino la casa de Dios y la puerta del cielo.

Spurgeon (7)
3. “Aun el gorrión halla casa…”
El salmista envidia a los gorriones que vivían alrededor de la casa de Dios y que recogían las migajas en sus atrios. Sólo deseaba que él pudiera también frecuentar las solemnes asambleas y llevarse un poco del alimento celestial.
“Y las golondrinas un nido para sí donde poner sus polluelos…”
Envidiaba también a las golondrinas cuyos nidos estaban bajo los aleros de las casas de los sacerdotes, donde encontraban un lugar para sus pequeñuelos así como para sí mismas. Nos regocijamos no sólo en nuestras oportunidades religiosas personales, sino también en la gran bendición de poder llevar a nuestros niños con nosotros al santuario. La iglesia de Dios es una casa para nosotros y un nido para nuestros pequeños.
“Cerca de tus altares, oh Señor de los Ejércitos…”
Estos pequeños pájaros se acercan a los mismos altares. Nadie podía impedírselo, ni hubiera querido hacerlo. David hubiera querido ir y venir tan libremente como ellos.
“Mi Dios y mi rey.”
Él expresa su lealtad desde lejos. Si no podía pisar los atrios, al menos amaba a su Rey. Podía ser un desterrado, pero no un rebelde. Cuando no podamos ocupar un lugar en la casa de Dios, Él tendrá un asiento en nuestra memoria y un trono en nuestro corazón. El doble “mi” es muy precioso; él se aferra con ambas manos a su Dios, y está resuelto a no soltarlo hasta que le conceda el favor que le ha venido solicitando desde hace tiempo.

Cosas Nuevas y Antiguas (8)
3. ”Aún el gorrión halla una casa…”
Aquí se alude al tierno cuidado que Dios tiene por la menor de sus criaturas. El salmista, estando en exilio, envidia sus privilegios. Desearía poder hacer su nido, si fuera posible, en la morada de Dios. El creyente encuentra casa perfecta y descanso en los altares de Dios; o más bien, en las grandes verdades que ellos representan. Pero su confianza en Dios es endulzada y fortalecida por el conocimiento de su cuidado minucioso, universal y providencial. Es un motivo de admiración gozosa para él. “Dios no falla” –ha expresado alguien brillantemente- “en encontrar una casa para el menos valioso de los pájaros, y un nido para el más inquieto de ellos.” ¡Qué confianza debería este pensamiento darnos! ¡Qué descanso! ¡Qué reposo encuentra el alma que se echa en el cuidado tierno y vigilante de Aquel que provee tan plenamente a las necesidades de sus criaturas!
Pero hay algo que me llama poderosamente la atención en estos pájaros: Ellos no conocen a Aquel de quien todas estas bondades fluyen. Gozan de la rica provisión de su cuidado cariñoso, porque Él piensa en todo lo que necesitan, pero no hay ninguna comunión entre ellos y el Gran Proveedor. De aquí, alma mía, puedes sacar una útil lección: Nunca te des por satisfecho por frecuentar tales lugares, o por gozar ahí de ciertos privilegios, sino levántate en espíritu, y busca, encuentra y goza de una comunión directa con el Dios vivo a través de Jesucristo, nuestro Salvador. El corazón de David se vuelve hacia Dios mismo:
“Mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo.”

4. “Bienaventurados los que habitan en tu casa.”
Bienaventurados, en verdad, podemos nosotros exclamar, y lo serán por siempre. Ellos son moradores, no visitantes en la casa de Dios. “Habitaré en la casa del Señor para siempre.” (Sal 61:4) Esto es cierto de todos los que confían en Jesús ahora. Pero aunque todos los hijos de Dios son sacerdotes por nacimiento, como eran los hijos de Aarón, no todos son, lamentablemente, sacerdotes por consagración (Ex 29). Comparativamente pocos conocen su lugar sacerdotal en el altar de oro. Muchos dudan si sus pecados –raíz y ramas- fueron consumidos fuera del campamento (9) y, consecuentemente, temen entrar en el atrio, y aun cuando se les asegure que han sido plenamente justificados y santificados en el Resucitado, dudan seriamente y temen que esa bendición pueda no ser suya.

Spurgeon
4. “Bienaventurados los que habitan en tu casa.”
El salmista estima que son más favorecidos aquellos que están constantemente ocupados en el servicio divino: los canónigos residentes, los que abren los púlpitos, los sirvientes que limpian y barren el polvo. Ir y venir es refrescante, pero permanecer en la casa de oración debe ser el cielo aquí abajo. Ser los huéspedes de Dios, gozar de la hospitalidad del cielo, ser apartado para el trabajo santo, protegido del ruido mundano, y estar familiarizado con las cosas sagradas, esta es ciertamente la mejor heredad que un hijo del hombre puede poseer.
“Perpetuamente te alabarán.”
Estando tan cerca de Dios su vida misma debe ser adoración. Seguramente sus corazones y sus lenguas nunca cesan de magnificar al Señor. Tememos que David hizo aquí una pintura de lo que debía ser y no de lo que es en realidad. Porque aquellos que se ocupan de las cosas necesarias para la adoración pública no son siempre los más devotos. Sin embargo, en un sentido espiritual es muy cierto lo que David dice, porque los hijos de Dios, que en el espíritu permanecen siempre en su casa, están siempre llenos de alabanzas a Dios. La comunión es la madre de la adoración. Cesan de alabar a Dios los que se alejan de Él, pero los que moran en Él le están magnificando siempre.

Notas: 1. Aparte del libro “Enarrationes in Psalmis” de San Agustín y de los comentarios a los Salmos de Bellarmino y de Franz Delitschz, los textos seleccionados están tomados de la espléndida obra de Charles Spurgeon, “El Tesoro de David”, la cual, además de los comentarios del propio predicador, contiene pasajes selectos de otros autores.
2. El encabezamiento que tienen la mayoría de los salmos es probablemente muy antiguo, pero no forma parte del texto mismo. En la mayoría de los casos debe haber sido añadido por los escribas antes de Cristo, en el proceso editorial por el cual cada salmo fue incorporado al Salterio.
3. Franz Delitzsch (1811-1890) fue un erudito judío, convertido al cristianismo, quien junto con J.C.F.Keil escribió un importante y masivo comentario del Antiguo Testamento. Se dedicó también a combatir el creciente antisemitismo de la época.
4. El gran teólogo y escritor, obispo de Hipona (354-430), dejó una vasta obra doctrinal y homiléctica en la que figuran los sermones que pronunció sobre cada uno de los salmos. Su pensamiento ejerció gran influencia en los reformadores Lutero y Calvino.
5. El cardenal Bellarmino (1542-1621) fue un polemista y predicador, cuya gran elocuencia y erudición atraía incluso a los teólogos protestantes con los cuales discutía. Entre otras cosas se distinguió por haber defendido a Galileo en el juicio que le entabló la Inquisición.
6. John Gill (1697-1771) gran pastor y predicador bautista británico. Dejó un vasto comentario de ambos testamentos.
7. Ch. Spurgeon (1834-1892), predicador bautista que alcanzó desde joven tan gran notoriedad que hubo de construirse para él un templo con una capacidad para seis mil asistentes.
8. Debe tratarse de una publicación evangélica colectiva de la época.
9. Es decir, en la cruz de Cristo, que fue levantada fuera de las murallas de Jerusalén.

#639 (08.08.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

martes, 3 de agosto de 2010

CONSIDERACIONES SOBRE EL LIBRO DE HECHOS III

Por José Belaunde M.
El Ministerio de Pedro
Algún tiempo después de los acontecimientos en casa de Cornelio –que he evocado en el artículo anterior de esta serie- Pedro afrontó un serio peligro a su vida, y aquí no puedo hacer mejor cosa que atenerme al relato que hace Paul L. Meier en el capítulo 29 de su libro “In The Fullness of Time” (“Llegado el Cumplimiento del Tiempo”). (Nota 1)

El año 41 DC se produjo un cambio muy importante en la administración de Judea. El emperador Claudio retiró al gobernador romano de Judea e instaló en su lugar como rey a Herodes Agripa I, un nieto de Herodes el Grande, el de la matanza de los inocentes. (2)

La familia herodiana jugó un papel muy importante en ese territorio en la época en que Jesús vino al mundo y en las décadas posteriores. (3) Uno de esos miembros ilustres de esa familia inescrupulosa fue Herodes Agripa I. Él era hermano de Herodías, la que se había divorciado de su tío Herodes Felipe y casado con el medio hermano de éste, Herodes Antipas, el Tetrarca, matrimonio que Juan el Bautista había denunciado públicamente como incestuoso (Lc 3:19,20). Ella había obtenido, mediante el baile voluptuoso de su hija Salomé, que su marido le entregara en una fuente la cabeza de Juan, su odiado enemigo, pese a los escrúpulos que tenía el Tetrarca (Mr 6:14-29).

Herodes Agripa I era hijo de Aristóbulo, uno de los hijos de Herodes el Grande que el anciano y celoso rey había hecho asesinar porque temía que, según sus obsesivas sospechas, estuviera complotando contra él. No obstante, tal como convenía a su condición real, el joven Agripa fue enviado a Roma para su educación, junto con su madre, Berenice (sobrina de Herodes el Grande), quien se hizo amiga íntima de la madre del futuro emperador Claudio, sobrino de Tiberio, -hijastro y sucesor de César Augusto- que reinaba en Roma cuando Juan Bautista y Jesús comenzaron sus ministerios (Lc 3:1). Agripa y Claudio eran exactamente contemporáneos, y debido a la amistad de sus respectivas madres, se conocían y eran amigos desde la infancia, hecho que tendría gran influencia en la carrera de ambos.

Agripa se encontraba en Roma cuando el emperador Calígula fue asesinado, y Claudio dudaba si asumir el trono o no. Agripa lo animó a hacerlo, e incluso lo ayudó a obtenerlo, haciendo campaña a favor suyo en el Senado romano. En pago de sus servicios Claudio lo nombró rey de prácticamente todos los territorios que su abuelo había gobernado en lo que es hoy Palestina. (Véase la Nota 2) Al emperador Claudio lo conocemos por una referencia furtiva en el capítulo 18 del libro de Hechos en que se dice que los esposos Aquila y Priscila (luego colaboradores eficaces de Pablo) habían salido de Roma debido a que Claudio había expulsado a todos los judíos de la capital (Hch 18:2). (4) Fueron expulsados, según el historiador Suetonio, debido a los constantes disturbios que causaban los judíos en la ciudad por instigación de un tal Chrestos. Esta es una referencia temprana al cristianismo en la literatura de la época. En esos años para los observadores externos, los discípulos de Jesús eran indistinguibles de los judíos. Los disturbios a los que se refiere Suetonio eran posiblemente las disputas que entonces eran ya frecuentes entre los miembros de la sinagoga y los de la iglesia a propósito de Jesús.

Agripa, como rey vasallo bajo el imperio, fue un soberano sumamente popular. Lo era en primer lugar porque, por su desdichada abuela Mariamme, pertenecía a la dinastía asmonea, descendientes de los macabeos, que habían gobernado Judea durante unos cien años hasta que el país fue conquistado por el general romano Pompeyo, el año 63 AC. Pero Agripa aumentó su popularidad gracias a algunos gestos diplomáticos y oportunos. La Mishná narra cómo en la fiesta de los Tabernáculos del año 41 DC Agripa asumió la tarea de leer del libro del Deuteronomio en voz alta al pueblo congregado delante del santuario. Se había colocado una gran plataforma de madera en el atrio del templo y sobre ella un trono para el rey. Agripa al recibir el rollo, en lugar de sentarse, como era su privilegio siendo rey, permaneció de pie como señal de reverencia al texto, para leerlo. Al llegar al pasaje en que se habla de las instrucciones acerca de un rey en Dt 17:14-20, prorrumpió en lágrimas al leer las palabras: “Ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no pondrás sobre ti a hombre extranjero, que no sea tu hermano” (vers. 15). Sin duda él recordó en ese momento que él, como nieto de Herodes el Grande, pertenecía a la dinastía idumea, es decir, extranjera que, no siendo judía, había usurpado el trono de Jerusalén. Pero el pueblo comenzó a gritar: ‘No temas, tú eres nuestro hermano, tú eres nuestro hermano’, posiblemente pensando en su ancestro asmoneo.

Años atrás, cuando aún no había sido ungido rey, él había logrado que el emperador Calígula no llevara a cabo su loco proyecto de hacerse erigir una estatua en el templo de Jerusalén para que se le rindiera culto, evitando lo que hubiera provocado una insurrección sangrienta. Al entrar por primera vez como rey a Jerusalén él había ofrecido sacrificios de acción de gracias en el templo y pagado los gastos de numerosos nazareos que al expirar su voto según el rito, debían cortarse el pelo y hacer diversas ofrendas (Nm 6:13-21). (5)

Siendo ya popular Agripa trató de serlo aun más ganándose el favor de las autoridades religiosas de Jerusalén. No se le ocurrió nada mejor que apresar a Santiago (o Jacobo), hijo de Zebedeo y hermano de Juan, y hacerlo decapitar (Hch 12:1,2).

Como esta ejecución agradó a las autoridades del templo, hizo apresar también a Pedro, durante la fiesta de los panes sin levadura. Pero como no podía hacerlo ajusticiar durante la fiesta, lo encerró en la Torre Antonia, custodiado por cuatro grupos de cuatro soldados cada uno. Ordenó retenerlo por una guardia tan numerosa porque ya en una ocasión anterior Pedro y Juan habían sido liberados de la prisión por un ángel que les abrió las puertas de la cárcel (Hch 5:19). Era pues prudente tomar precauciones para que no volviera a ocurrir algo semejante, aunque él no entendiera cómo pudieron ellos haber escapado entonces. (Véase el primer artículo de esta serie)

El capítulo 12 de Hechos relata cómo Pedro, que dormía plácidamente confiado en que el Señor nuevamente lo sacaría de apuros, fue liberado por un ángel que se le apareció en visión, y que hizo que se le cayeran las cadenas que sujetaban sus pies, y las que ataban sus muñecas a dos soldados, uno a cada lado suyo.

El ángel ordenó a un aturdido Pedro que lo siguiera. Pasaron lo primera y la segunda guardia y, llegados al portón exterior de hierro, éste se abrió por sí solo, y Pedro salió a la calle, con lo que el ángel desapareció. (Véase mi artículo “La Liberación de Pedro” del 18.04.04) Vuelto en sí Pedro se dirigió a la casa de María, la madre de Juan Marcos, el futuro autor del segundo evangelio, donde estaban reunidos los discípulos orando por su liberación. Cuando Pedro tocó la puerta de la casa, acudió una muchacha llamada Roda quien, al reconocer a Pedro, en lugar de abrirle la puerta y dejarlo entrar, se fue corriendo alocada a avisar a los demás que Pedro estaba en la calle. Mientras ellos discutían si podía ser verdad lo que decía la muchacha (¡hombres de poca fe!), Pedro seguía tocando afuera, seguramente desesperado de que no le abrieran. Cuando por fin lo hicieron, les contó cómo había sido liberado por un ángel. Les pidió que dieran aviso a Santiago, el hermano del Señor, y enseguida partió a otro lugar, posiblemente porque temía que Agripa lo hiciera buscar entre los discípulos de la ciudad.

Al día siguiente Agripa se dio con la sorpresa de que, pese a las precauciones que había tomado y a la fuerte guardia que lo custodiaba, Pedro se había esfumado. Furioso, pensando seguramente que eso se debía a complicidades internas, hizo matar a los inocentes guardias, según la costumbre romana de que los soldados que dejaran escapar a un preso fueran castigados con la misma pena que correspondía al fugado. (6)

Tres años más tarde, estando Agripa en su palacio en Cesarea, teniendo dificultades con las ciudades portuarias de Tiro y Sidón, decretó un embargo sobre el trigo con que sus dominios abastecían a esas ciudades. Una delegación de las ciudades hambrientas fue donde el rey a pedirle la paz. Agripa los recibió sentado en su trono y los arengó de una manera que seguramente agradó a todos, porque la multitud gritó adulonamente: “¡Voz de Dios y no de hombre!” Hechos concluye el relato con parcas palabras: “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.” (Hch 12:23).

El historiador judío Josefo también reporta el incidente dando algunos detalles que es interesante mencionar. Siete años antes, cuando Agripa no era aún rey, y estando preso en Capri por orden de Tiberio a causa de sus muchas deudas, un búho se posó cerca de él. Un vidente germano que también estaba cautivo, le anunció que el búho le traía suerte y que sería pronto liberado –como en efecto ocurrió- pero agregó ominosamente: “Cuando vuelvas a ver al buho, en cinco días morirás.”

Josefo no menciona la embajada de las ciudades fenicias sino sitúa el encuentro de Agripa con las multitudes en el marco de unos juegos en honor del César. El segundo día Agripa llevaba puesto un manto que había sido entretejido con hilos de plata y que, al ser alumbrado por el sol naciente, brillaba de una manera maravillosa. Cuando los asistentes le dirigieron palabras halagüeñas comparándolo con un dios, el rey no rechazó el elogio impío. Inmediatamente vio un búho que se posaba cerca, y al instante sintió un fuerte dolor en el vientre. Agripa, según Josefo, se puso de pie, y dirigiéndose a los que lo rodeaban, les dijo: “Yo, un dios a vuestros ojos, debo ahora rendir mi vida”. Llevado a su palacio, murió cinco días después en medio de grandes dolores. Recién había cumplido 54 años y siete años de reinado. Es posible que la dolencia que lo arrebató fuera una peritonitis, consecuencia de una apendicitis. (7)

Muchos escépticos acusan al autor del libro de los Hechos de los Apóstoles de inventar fábulas. Pero en este caso el lacónico relato de Lucas está corroborado por la crónica –aderezada con las supersticiones de la época- escrita por un historiador judío que no tenía motivos para avalar la narración hecha por un cristiano, y que seguramente nunca había leído el libro de los Hechos.

La muerte prematura de Agripa tuvo trágicas consecuencias para Israel porque, de haber vivido más tiempo, es posible que los acontecimientos que llevaron a la sublevación del pueblo judío, y a la destrucción de Jerusalén y del templo hubieran podido ser evitados. Pero entonces la profecía que pronunció Jesús sobre el templo (Lc 21:5,6) no se habría cumplido. En esta concatenación de sucesos podemos ver cómo los hechos de la historia están gobernados por la Providencia divina, que todo lo dispone para que se cumplan sus propósitos.

La última aparición de Pedro en el libro de los Hechos se produjo en el Concilio de Jerusalén (Hch 15) que debió decidir acerca de la delicada cuestión planteada por “algunos de la secta de los fariseos que habían creído”, sobre qué requisitos de la ley judía debían imponerse a los gentiles convertidos (Hch 15:5). Pedro, como de costumbre, fue el primero que se dirigió a la asamblea para acallar la discusión, recordando cómo el Espíritu Santo había venido sobre los gentiles que habían creído en casa de Cornelio (Hch 15:7-11). Después de escuchar a Bernabé y a Pablo narrar las maravillas que Dios estaba haciendo entre los gentiles, Santiago, el hermano del Señor, propuso que sólo se les impusiera cuatro reglas: apartarse de lo sacrificado a los ídolos, de la fornicación (no sólo en un sentido general, que sería innecesario por obvio, sino en el más específico que tiene la palabra porneía, de relaciones incestuosas), de ahogado (es decir, de carne no desangrada) y de beber o comer sangre (Hch 15:19,20), lo que debería serles comunicado mediante una carta circular dirigida a todas las iglesias de la gentilidad y firmada por todos los presentes. Después de este episodio a Pedro no se le vuelve a mencionar y el libro se enfoca de ahí en adelante en los trabajos de Pablo, a los que espero dedicar también una serie de artículos.

Notas: 1. Sin embargo, buena parte de la información consignada sobre Agripa procede del libro “New Testament History” de F.F. Bruce.
2. Agripa ya era rey desde el año 37 de Calcis, al sur del Líbano, y desde el año 39, además de Galilea y de Perea.
3. Herodes el Grande reinaba en Jerusalén cuando nació Jesús. Él recibió a los magos que preguntaban por el rey de Israel que había nacido, y cuando ellos no retornaron para informarle donde lo habían hallado en Belén, hizo matar a todos los niños menores de dos años de esa ciudad y alrededores (Mt 2:1-8,16). Su hijo Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre cuando José retornó de Egipto con su Jesús y María (Mt 2:22). Herodes Antipas, el más hábil de los hijos de Herodes el Grande, a quien Jesús llamó zorra (Lc 13:32), era tetrarca de Galilea cuando Jesús fue crucificado (Lc 23:6-12). Herodes Agripa II, hijo del primer Agripa, era rey de Calcis cuando Pablo, preso en Cesarea, dio testimonio de su conversión y de su carrera como apóstol (Hch 26). De las mujeres, aparte de Herodías, de memoria infame, que era sobrina y fue luego esposa de Antipas, debe mencionarse a otra Berenice, hija de Agripa I, que escuchó con su hermano Agripa II el testimonio de Pablo ante Festo (Hch 25:13,23). Esta Berenice jugó años después un papel importante tratando de impedir la gran sublevación del año 66. (El poeta francés Racine escribió una tragedia sobre sus frustrados amores con el emperador Tito). Por último, Drusila, hija menor de Agripa I, estaba casada con el inescrupuloso gobernador Félix, ante quien Pablo hizo también su defensa (Hch 24, en especial los vers. 24-27).
4. También se menciona a Claudio en Hch 11:28 donde el profeta Ágabo anuncia que vendría una gran hambruna sobre toda la tierra, “lo cual sucedió en tiempo de Claudio.”
5. Recordemos que Pablo hizo algo semejante, por consejo de Santiago y los ancianos, al regresar a Jerusalén, con consecuencias trágicas para él (Hch 21:17-36).
6. Ese es un principio que sería muy oportuno aplicar en nuestro país.
7. La arqueología agrega una nota interesante a este episodio. En 1961 se excavó y se restauró parcialmente el teatro romano de Cesarea, que estaba situado frente al mar, y donde Agripa habría acogido pomposamente a la embajada tirosidonia. Las gradas ascendentes del anfiteatro miran al Oeste. Un orador situado en el terraplén inferior, donde estaría situado el estrado, miraría hacia el Este para dirigirse a la asamblea y sería directamente iluminado por el sol naciente de la mañana, tal como lo describe Josefo.
Fe de Erratas: En la 3ra columna del anverso del artículo anterior, 3er párrafo, penúltima línea, se omitieron las palabras “los sábados” después de “desplazarse”.
#638 (01.08.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).