viernes, 26 de marzo de 2010

PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO I

Poderoso caballero es don Dinero, reza el dicho (Nota 1). El tema del dinero es muy importante e interesa a todo el mundo, tanto al que le sobra como al que le falta. Nosotros dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo, quizá la mayor parte del día, a hacer dinero trabajando. Lo ganamos a costa de mucho esfuerzo, sudor y lágrimas pero lo gastamos rápido. Este contraste entre la dificultad de ganarlo y la facilidad para gastarlo es una de las características más singulares del dinero, que más delicado hacen su uso y que más nos revelan el misterio de su naturaleza.

Cuando tenemos dinero nos sentimos bien. Cuando nos falta, estamos angustiados, tristes. El dinero es la píldora tranquilizante más efectiva, el elixir de la felicidad más buscado.

Hay quienes están dispuestos a matar por dinero (los asesinos a sueldo, o los mercenarios, por ejemplo). Otros arriesgan su vida por ganarlo (los acróbatas de circo, los corredores de autos, los toreros y tantos otros). Sin llegar a esos extremos, muchos arruinan su salud, su felicidad, y sacrifican a su familia por dinero.

¿Qué tiene el dinero que tanto nos atrae? Dicen que el dinero todo lo compra, menos la felicidad. Con dinero se compran medicamentos, mas no la salud. Se compran amigos, mas no la amistad. Se compran caricias, mas no el amor. Se compran libros, mas no la sabiduría. Se compran títulos nobiliarios, mas no la nobleza de espíritu. Se compran maquillajes, mas no la belleza.

Para el que no lo tiene el dinero es una llave que le abriría todas las puertas, las puertas del castillo encantado de las maravillas detrás de las cuales se encuentra, según cree, todo lo que desea, todo lo bueno que la vida ofrece. Y para el que lo tiene ya, el dinero es la póliza que le asegura que va a continuar gozando de los beneficios que posee y sin los cuales se sentiría perdido.

Poderoso caballero es don Dinero. La Biblia tiene mucho que decir acerca del dinero. Jesús habló bastante de él. Por ejemplo, al explicar a sus discípulos el sentido de la parábola del sembrador, les dice: "Lo que fue sembrado entre espinas, es el que oye la palabra, pero los afanes de este mundo y el engaño (o la seducción) de las riquezas, ahogan la palabra y queda sin fruto" (Mt 13:22).

¿En qué consiste el engaño de las riquezas? En sobrevalorarlas, en poner nuestra confianza en ellas. En creer que todo se obtiene con ellas. En creer que son permanentes.

El libro de Proverbios dice al respecto: "Las riquezas del rico son su ciudad fortificada, y como un muro alto en su imaginación." (18:11) ¡Qué bien dicho está! En su imaginación. El rico se imagina que su dinero es una muralla que lo protege de los vaivenes de la vida y le da seguridad. Pero ¡oh iluso! no sabe cuán fácilmente se derrumba esa muralla y lo deja desprotegido.

¡Cuánta gente ha perdido su fortuna súbitamente y se queda en la calle, por la quiebra de un banco, o por un krach en la bolsa! De millonario pasa a pordiosero. Ha habido casos famosos. Un cambio en la política económica, una devaluación súbita, un vuelco en la tendencia de las tasas de los intereses, una guerra, etc. He ahí tantos factores que empobrecen inesperadamente a la gente.

Pero también la gente pierde su dinero lentamente sin que pueda hacer nada para impedirlo. Eso pasó en nuestro país hace algunos años, en que la recesión llevó a la ruina a muchas empresas y obligó a cerrar muchos negocios. Sus dueños perdieron su principal fuente de ingresos y estuvieron en peligro de perder sus casas, hipotecadas a los bancos; tuvieron que sacar a sus hijos de los buenos colegios en que estaban; dejaron de pagar la cuota de los clubes a los que pertenecían y se vieron excluidos; e incluso, algunos se vieron obligados a vender poco a poco sus pertenencias para comer.

El proverbio anterior al que acabamos de citar dice: "Torre fuerte es el nombre del Señor; a él correrá el justo y será salvo." (18:10) Es interesante que ambos versículos estén colocados juntos. Como para indicarnos que hay una oposición entre poner nuestra confianza en el dinero y ponerla en Dios. Si la pones en uno, descuidas al otro.

Por eso Jesús dijo: "Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o se adherirá a uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6:24). Aquí las palabras claves son: "servir" y "señores". El que vive sólo para hacer dinero es gobernado por el dinero. El dinero es el señor a quien sirve. Hace del dinero su dios y le adora. En consecuencia, se aleja del Dios verdadero.

Hay una diferencia crucial entre tener dinero y que el dinero lo tenga a uno. Muchos creen tener dinero sin darse cuenta de que, en realidad, en su caso, es al revés, el dinero los tiene a ellos. El dinero los tiene atrapados en una cárcel de oro. El dinero les es una piedra de tropiezo.

El dinero corrompe las conciencias. Con él se compra a los jueces; se silencia a los testigos; sobornando se ganan licitaciones; ofreciendo comisiones se consiguen contratos...

Pero el dinero no sólo corrompe las conciencias ajenas. Corrompe también la nuestra. Por ganar más dinero vendemos mercadería en mal estado; subimos en exceso los precios, pagamos bajos sueldos; privamos de sus derechos a los indefensos...

Ese es el motivo por el que muchos no quieren ni oír hablar de Dios, para que no les remuerda la conciencia y los deje tranquilos. Si le escucharan tendrían que cambiar sus tácticas comerciales. Aman más al dinero que a sus almas. Por eso fue también que Jesús dijo que era muy difícil que los ricos se salven (Mt 19:23).

Poderoso caballero...¡No, temible caballero es don Dinero!

Es temible porque empuja a la gente a hacer cosas terribles. Pensemos no más en los jóvenes que se prestan para hacer de correos de la droga. Los llaman "burriers". Por un puñado de dólares pasan meses, años en la cárcel.

O pensemos en los asaltos a los bancos, en los secuestros. ¿Qué empuja a los delincuentes a cometer esos delitos? ¿La fama? ¿El afán de aventuras? No. Simplemente tener dinero.

San Pablo escribió a Timoteo: "Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y engañosas, que hunden a los hombres en ruina y perdición. Porque raíz de todos los males es el amor al dinero, y por codiciarlo, algunos se extraviaron de la fe y fueron traspasados de muchos dolores." (1Tim 6:9,10)

El deseo de la riqueza puede convertirse en un lazo que de repente nos ajusta el cuello. ¡Cuántas codicias necias despierta en la gente tener dinero! ¡Cuántos placeres se pueden comprar, en los que nunca pensaríamos si no tuviéramos dinero! A veces lo que compra la gente se convierte en una trampa mortal.

Conocí a un padre que le compró a su único hijo una pistola para matarse. Bueno, no fue exactamente una pistola, sino un auto deportivo, último modelo, que hacía el furor de las chicas. Al mes de comprado el muchacho se mató en la carretera. El padre se enfermó y murió de pena. Más le hubiera valido no tener dinero para comprarle el carro. Los dos estarían vivos.

¡Cuántas locuras inspira el dinero! ¡Cuántos se extravían de la fe en su afán por volverse ricos y son luego traspasados de dolores! El dinero mata a millares. Mejor dicho, por el dinero se mata la gente. Si nos presentaran a una persona que ha cometido terribles crímenes ¿le estrecharíamos la mano? Sin embargo, al dinero que mata a montones, lo estrechamos entre las manos, lo acariciamos.

Pero fíjense en que San Pablo no dice que el dinero sea la raíz de todos los males, sino el amor al dinero. El dinero en sí es neutro. Sirve tanto para el bien como para el mal. Y es indispensable.

¿Porqué amamos tanto al dinero? Porque nos permite tener cosas que hacen agradable la vida y nos dan la ilusión de felicidad. Nos permite vivir mejor, comer mejor, vestirnos, pasearnos, viajar. Y eso nos gusta a todos.

Nos permite codearnos con la buena sociedad. Atraer amigos. El muchacho que tiene un carro nuevo y es generoso, atrae a multitud de admiradores y es el favorito de las chicas. En cambio, al pobre, dice la Escritura, ni sus hermanos quieren verlo (Pr 19:7).

El dinero da poder, da influencia (2). Todo el mundo respeta al rico; le cede el paso. La Escritura dice que cuando habla el rico, aunque diga tonterías, todos callan (3). Pero al sabio, si es pobre, nadie le hace caso (Ec 9:15,16).

El dinero da seguridad frente a los acontecimientos adversos, nos protege de las catástrofes. Si me enfermo, me permite pagar el mejor tratamiento. Y si muero, mis deudos me darán el más lujoso entierro.

En cuanto a las catástrofes, todos hemos visto las imágenes. Cuando hay una inundación o un terremoto, son los pobres los que más sufren. Los ricos están protegidos, o volaron a tiempo.

Es natural que la gente quiera tener dinero. Sólo un loco o un santo lo desprecia. Pero, ¿y el cristiano? ¿Qué actitud debe asumir el cristiano frente al dinero? ¿Hay un deseo justo, sano de tener dinero? Sobre eso hablaremos otro día. (15.7.01).

Nota 1: Esa frase es el título de una conocida letrilla satírica del poeta español del siglo XVII, Francisco de Quevedo. Reproduzco las dos primeras estrofas:

Madre, yo ante el oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado.
Pues de puro enamorado
De continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

Nace en las Indias honrado,
Donde el mundo le acompaña;
Viene a morir a España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso aunque fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.

(El doblón era una moneda de doble peso. Se dice que el oro es enterrado en Génova porque era una ciudad de banqueros).

2. De hecho, las tres cosas van juntas. El que tiene cualquiera de ellas puede adquirir las otras dos.

3. En el libro apócrifo (o deuterocanónico) Sirácida: 13:25-29, se contrasta con ironía la diversa manera cómo el mundo trata al rico y al pobre.

NB. Este artículo fue publicado por primera vez en julio de 2001. Sirvió de base para la primera de una serie de charlas sobre la “Administración del Dinero” propaladas en el programa “Llenos de Vida” por Radio del Pacífico la semana pasada.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a la presencia de Dios, es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare. Como dijo Jesús: “¿De que le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mt 16:26) Para obtener esa seguridad tan importante yo te invito a hacer una sencilla oración como la que sigue, entregándole a Jesús tu vida:
“Yo sé, Jesús, que tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé también que no merezco tu perdón, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo y quiero recibirlo. Yo me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, y entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”


#617 (07.03.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

No hay comentarios: