lunes, 1 de marzo de 2010

INVOCACIÓN A LA IGLESIA

Día a día nos conmueven las noticias de asesinatos cometidos en las calles de nuestras ciudades, muchas veces por encargo; y el espectáculo de accidentes irracionales que riegan de sangre nuestras carreteras, mutilando cuerpos, truncando vidas y destrozando familias.

De otro lado, las denuncias de irregularidades cometidas en las más altas esferas judiciales, donde debería prevalecer la justicia, nos impelen a preguntarnos: ¿Qué está pasando en nuestro país? ¿Es éste el país que hemos soñado y que queremos dejar en herencia a nuestros hijos?

¿Qué valor pueden tener las sentencias de un Tribunal Constitucional en que no figura ningún catedrático o abogado constitucionalista de prestigio? No lo hay porque ninguno de los que merecerían formar parte de ese tribunal desea ser miembro de un cuerpo desprestigiado. ¿O qué valor pueden tener las decisiones de un organismo encargado de elegir jueces y fiscales capaces y probos, si ese colegiado está abierto a la influencia corruptora del soborno o de las presiones políticas?

Creo que ha llegado el momento en que la Iglesia se ponga de pie para orar por el imperio de la justicia y de la rectitud en todos los órganos del poder judicial de nuestra patria. Las denuncias de los últimos días ponen en evidencia una falta penosa de ética en las instituciones del estado que deberían dar el ejemplo y que son claves para la marcha ordenada del país.

Esta es una situación que clama al cielo. La palabra de Dios dice que “cuando el impío domina el pueblo gime” (Pr 29:12). ¿Cuántas injusticias se cometen en nombre de la justicia? ¿Cuánto sufrimiento humano y frustraciones son causadas por sentencias injustas? No diremos que eso lo sean todas. Felizmente ha habido algunas famosas que han sido ejemplares. Pero no son la mayoría.

Dios le dijo a Moisés: “Jueces y oficiales pondrás en todas las ciudades que Jehová tu Dios te dará en tus tribus, los cuales juzgarán al pueblo con recto juicio.” (Dt 16:18) ¿Hemos cumplido este mandato que también es para nosotros? Enseguida agregó: “No tuerzas el derecho; no hagas acepción de personas, ni tomes soborno; porque el soborno ciega los ojos de los sabios, y pervierte las palabras de los justos.” (v. 19). Esas palabras son letra muerta en muchas instancias de nuestra patria que deberían obedecerlas.

Por boca de Isaías Dios acusó: “Tus príncipes prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno y van tras las recompensas.” (Is 1:23ª) Parece que estuviera hablando del Perú.

En Deuteronomio Dios dijo: “Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente.” (27:25). ¿Puede nuestro pueblo responder “Amén”, como se dice a continuación que hicieron los israelitas? Los sicarios matan y salen libres, y hasta ofrecen sus servicios por Internet. ¿Hasta cuándo vamos a permitirlo sin exigir que se aplique un castigo ejemplarizador? En el Perú somos compasivos con los culpables y crueles con las víctimas.

La Palabra dice que “si el pueblo se humilla y se convierte de sus malos caminos… Dios perdonará sus pecados y sanará la tierra.” (2Cor 7:14). Eso es lo que tenemos que hacer colectivamente como iglesia. Pedirle al Señor que perdone a nuestro país y a sus malas autoridades, y que las aleje y nos dé en su lugar pastores conforme a su corazón. Pastores sí, porque eso es lo que son las personas que Dios pone al frente de un pueblo para gobernarlo.

#616 (28.02.10) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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