lunes, 31 de agosto de 2009

UNA VISIÓN DE LIDERAZGO

Este texto fue elaborado por mí hace algún tiempo sobre la base de ideas expuestas por el pastor bautista John Haggai en sus libros y otros escritos acerca de la visión que lo llevó a fundar el Instituto Haggai Internacional en 1969. Su finalidad es explicar a los asistentes a los seminarios locales en qué consiste esa visión. Lo doy a la imprenta en vista de la favorable acogida que tuvo en el último seminario local organizado recientemente por el Instituto Haggai-Perú. (Este artículo fue impreso con el título de “Un Visión Evangelizadora”. Lo he cambiado al que aparece arriba porque me parece más adecuado a su contenido)

El liderazgo comienza con una visión. Si no hay visión no hay liderazgo.

Eso es cierto aun en el mundo
de los negocios (las grandes empresas han sido fundadas por hombres que tuvieron una visión acerca de un producto, o de una forma de comercializar, o de una necesidad de los consumidores, etc.)
de la política (Lincoln: libertar a los esclavos; Simón Bolívar y José de San Martín: libertar al continente sudamericano; el Mariscal Ramón Castilla: dotar al Perú de un estado organizado, con presupuesto; Nicolás de Piérola: instaurar una verdadera democracia en el Perú)
de la ciencia (Gütenberg: encontrar una aleación metálica que permitiera perfeccionar la imprenta; Pasteur: principio de las vacunas)
de los descubrimientos geográficos (pensemos en el caso de Colón: llegar a las Indias navegando hacia el Oeste; o de Magallanes: dar la vuelta al mundo en barco)
del deporte (el fundador de las Olimpiadas)
incluso de la delincuencia.

“Cuando no hay visión el pueblo perece” (o se desenfrena) (Pr29:18).

Cuando el liderazgo carece de visión, o la visión es equivocada, reinan la confusión, el desorden, el desaliento, el desánimo...
Is 3:1-8 describe una situación de este género.

Sin visión que comunicar nadie mueve a nadie.

John Haggai tuvo una visión: evangelizar al 3er mundo a través de gente del 3er mundo. Su visión difería del concepto tradicional de las visiones (misioneros occidentales eran enviados a las colonias o ex colonias, con dinero occidental, para fundar misiones que ellos mismos gobernaban)

Haggai vio que el nativo, el nacional, podía hacer esa tarea mucho mejor en el mundo de la guerra fría, de la descolonización, del nacionalismo, de las tensiones políticas, en el que se cerraban las puertas a los misioneros extranjeros, o se les miraba como representantes de las potencias coloniales. Pero para llevar a cabo su visión era necesario formar líderes locales que evangelizaran, y capacitarlos para que no dependan de la dirección de misioneros extranjeros.

Esa misión suponía inicialmente trazarse múltiples metas simultáneas:

* Adquirir y mantener edificios para la realización de los seminarios y el alojamiento de estudiantes y maestros.
* Desarrollar amistades con gente que compartiera y apoyara la visión.
* Obtener el apoyo económico y el soporte administrativo necesarios para llevar adelante su proyecto.
* Familiarizarse con las diferentes culturas de los países en donde quería trabajar. Eso supuso leer 3 libros por semana sobre la historia y cultura de los países que quería alcanzar.

LIDERAZGO CON VISION: EL CASO DE NEHEMÍAS

Dios dio a Nehemías una visión: reconstruir los muros derruidos de Jerusalén. La visión surgió del relato que le hicieron unos viajeros judíos del estado ruinoso en que se encontraban las murallas de la ciudad santa. Es decir, la visión surge de una necesidad real.

Nehemías se puso de inmediato a orar para pedir la dirección y la ayuda del Señor y, recibida ésta, se puso a la obra sin tardanza. Esto es, él se comprometió a llevar a cabo esa visión. Su compromiso fue la misión de su vida.

Habló con el rey, obtuvo su apoyo militar y financiero, y se dirigió a Jerusalén, recogiendo de paso los materiales necesarios y organizando al pueblo para llevar a cabo la obra. Y no cejó hasta verla concluida a pesar de las dificultades y la oposición que encontró. La confianza de que Dios estaba con él le dio seguridad y discernimiento frente a sus adversarios. No les tuvo miedo, aunque no era inconciente de los peligros que le asechaban.

Nehemías vivía a 1500 Km de Jerusalén. Posiblemente nunca había estado ahí. Pero fíjense: Dios no escogió a un judío que viviera en la Tierra Santa, sino a un hombre que tenía influencia con el rey, pues Nehemías era su ministro. No podía haber escogido a alguien mejor situado. Más aun, es posible que Dios lo hubiera colocado en esa posición eminente con el propósito concreto de encomendarle la misión de reconstruir las murallas de la ciudad.

El líder cultiva su visión, piensa en ella todo el tiempo, la comunica y transfiere a otros, los motiva para que se comprometan con ella. Esto es, hace que la visión se convierta para ellos en una misión, así como lo es para él mismo.

Moisés tuvo una misión (producto de la visión que Dios le había dado): sacar al pueblo escogido de Egipto y llevarlo a la tierra prometida (Ex 3-4:17).

Josué tuvo una misión: terminar la obra de Moisés conquistando la Tierra Prometida, repartiéndola a las 12 tribus (Js 1:1-6).

Salomón tuvo una misión que le había transmitido su padre, David: construir un templo para el Señor (1R 5:2-5).

Jesús también tuvo una misión: buscar y salvar lo que estaba perdido; esto es, salvar al género humano. Jesús comunicó su visión a los apóstoles, los formó, les transfirió su misión (La Gran Comisión, Mt 28:18-20) y los capacitó para ella en Pentecostés (Hch 2:2-4).

Pablo tuvo una misión: llevar el Evangelio a los gentiles; buscó colaboradores a los que transfirió también su misión, escribió cartas y no se desalentó pese a las grandes dificultades que enfrentó (Hch 9:15; Gal 1:15-17).

Toda buena visión viene de Dios, aun las relacionadas con las cosas materiales: “Todo don perfecto viene de lo alto.” (St 1:17).

San Agustín escribió: “Toda verdad, donde quiera que se encuentre, pertenece a Dios, aun las que contienen las religiones paganas.”

Los grandes gobernantes, aun entre los incrédulos, recibieron su visión de Dios. Josafat, Ezequías, Josías, Zorobabel, en Judá. Nabucodonosor de Babilonia, Ciro de Media, Darío de Persia, Alejandro Magno, Carlomagno, Alfredo el Grande, Esteban de Hungría, María Teresa de Austria, George Washington; y en tiempos más recientes, Winston Churchill, Charles de Gaulle, Konrad Adenauer, Alcide de Gasperi.

En el Perú, además de los ya nombrados: Manuel Pardo, que buscaba transferir el poder político de los militares a los civiles; Fernando Belaunde: ampliar la frontera agrícola mediante la Carretera Marginal de la Selva.

Pero también el diablo da una visión a líderes impíos mundiales:
Mahoma: conquistar el mundo para su religión, obligando por la fuerza de las armas a la gente a aceptarla.
Lenin: dominar Rusia y, a partir de ahí, extender el comunismo por el mundo.
Hitler: fundar el 3er Reich y eliminar al pueblo judío.

LA VISION DEL CRISTIANO comienza
1) con una comprensión de lo que es Dios (perfecto, inmutable, eterno), y de sus propósitos (el bien del hombre). El líder cristiano depende de Dios en todo, si no, se extravía. Pero además
2) Debe entenderse a sí mismo. Para ello, se evalúa preguntándose: qué quiero, de qué dispongo, qué quiere Dios de mí...
3) Debe comprender las necesidades ajenas. La visión dada por Dios a todo cristiano está dirigida hacia el bien de los demás, ahí donde hay carencias. Un ejemplo clásico en el Perú fue el Dr. Pérez Araníbar, que vio el gran número de huérfanos abandonados en el Perú y que fundó el Puericultorio que lleva su nombre, con el apoyo de un magnate filántropo.

Podemos hablar de dos tipos o clases de visión en el campo empresarial:

1) La del empresario visionario incrédulo que busca construir una gran empresa y hacer fortuna.

2) La del empresario visionario cristiano que quiere dar trabajo, generar empleo para las masas, o proveer de medios económicos al Evangelio.

El impacto que pueda tener el liderazgo de una persona depende del tamaño de su visión, esto es, de cuán grande sea, de cuánta gente abarque y a quiénes afecte: su familia, su negocio, su profesión, su ciudad, su nación, el mundo...

El Perú necesita contar con líderes en el campo político y cultural, y en todas las esferas de las actividades públicas. Hay una carencia de líderes que inspiren confianza y que alcancen proyección nacional. Eso explica la situación actual.

El Perú necesita de líderes cuyos objetivos estén dirigidos al bien y a solucionar los problemas nacionales, no de líderes cuyo objetivo sea el engrandecimiento personal generando ilusiones en la gente ofreciendo solucionar sus problemas.

LA EFECTIVIDAD DEL LÍDER

Para que la visión sea efectiva, fecunda, tanto el líder como sus seguidores deben haberla captado muy bien.

El líder debe estar absolutamente convencido de ella, apasionadamente convencido. Sin pasión no hay compromiso, no hay entrega total.

Pero para estar convencido de su visión debe tener una noción clara de ella, haberla definido claramente en su espíritu. Tiene que haber dedicado y seguir dedicando mucho tiempo a orar y pensar en ella, a perfeccionarla, a ver sus deficiencias.

Entrega total y concepción clara son indispensables para poder proyectar la visión a otros y captar seguidores, contagiándoles su entusiasmo.

El líder que está comprometido totalmente con su visión no se desanima ni duda cuando vienen las dificultades, los obstáculos, las deserciones. Al contrario, redobla su entusiasmo.

Los líderes que han sido usados por Dios han sido los que respondieron a la visión que Dios les dio y se mantuvieron fieles a ella.

Lo cual no quiere decir que no pasaran por momentos de abatimiento y desánimo. Moisés y Elías son buenos ejemplos de eso. Pero salieron fortalecidos de ésa, la más difícil de todas las pruebas. Jesús la sufrió también en Getsemaní, cuando pidió que pasara de Él esa copa (Lc 22:41-44); y en el Calvario, cuando gritó "Dios mío ¿Por qué me has abandonado?” (Mt 27:46).

Conocemos los nombres de muchos líderes en la Biblia y en la historia que persistieron pese a todo. Pero ¿a cuántos llamó Dios y dio una visión, que no permanecieron fieles a ella y se desanimaron? No lo sabemos. Sus nombres han sido borrados de la historia y nos son desconocidos precisamente porque no perseveraron.

EL CONCEPTO DE "INSATISFACCION INSPIRADORA"

Es bueno llegar a tener una clara idea de lo que uno puede hacer en lo natural, de cuáles son sus habilidades y capacidades, y de cuáles son sus deficiencias: de carácter, de formación, de habilidades innatas y de capacidades adquiridas.

De la conciencia sincera de las propias deficiencias debe surgir el deseo imperioso de superarlas. Y, a partir de ellas, idear un programa realista para colmar esas lagunas. (Sócrates era tartamudo, pero se convirtió en el más grande orador de Atenas, porque se propuso superar su defecto, colocándose piedras en la lengua cuando arengaba a las olas) Ese programa puede incorporarse en el programa de metas personales, como veremos luego.

Una evaluación sincera de sí mismo no debe llevarnos a la depresión, sino a la certidumbre de que Dios nos ha llamado a ser más que victoriosos (Rm 8:37) y que con su ayuda podemos lograrlo.

Además, el esfuerzo de superación se transmite y comunica entusiasmo a los seguidores.

En cambio, el que no admite sus propias deficiencias será llevado a disimularlas, a cubrirlas, a aparentar tener lo que no posee, es decir, a la hipocresía; la cual compromete su integridad y, a la larga, se trasluce por mucho que finja. En consecuencia, perderá autoridad por muy carismático que sea.

En lo humano el esfuerzo por superar las propias deficiencias da gran seguridad en sí mismo. ¡Cuánto más si se hace buscando la guía del Espíritu y confiando en el poder de Dios!

Peter Daniels, creador de este concepto, sugiere hacer una evaluación sincera y minuciosa de uno mismo, escribiendo no menos de 50 páginas. ¿Por qué tantas? Porque eso nos obliga a sincerarnos y evaluarnos objetivamente.

LA IMPORTANCIA DE LA SOLEDAD

Los hombres de Dios han recibido su llamado y su visión en la soledad, apartados de los hombres o de sus circunstancias habituales. Los ejemplos son muy numerosos.

Así como en el centro de las ciudades no se puede ver las estrellas, pero sí puede vérselas en el campo o en el desierto, de igual manera, para oír la voz de Dios debemos apartarnos de lo acostumbrado y buscar la soledad para estar con nosotros mismos.

Si no podemos dejar nuestras ocupaciones por unos días, podemos buscar la soledad durante unas horas, o un fin de semana. O si no, diariamente en las mañanas, como dijo Jesús: "Entra en tu aposento y cerrada la puerta..." (Mt 6:6), muy temprano, cuando nadie se ha levantado, y en silencio ponte en la presencia de Dios y ten un tiempo de comunión con Él (Sal 5:3).

Si haces eso diariamente y consagras a Dios en la mañana las 24 horas del día, la presencia del Señor te guiará constantemente y estarás en comunión permanente con Él en medio del fragor del ambiente citadino y de la urgencia y demandas de tus ocupaciones.


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