miércoles, 15 de julio de 2009

EL ROL PROFÉTICO E INTERCESOR DE LA IGLESIA

A finales del mes pasado, una vez resuelto el problema en Bagua con los nativos, enfrentaba el país una situación de emergencia ante la convulsión que agitaba varias regiones de la Sierra.

En Andahuaylas una turba de campesinos había ocupado la capital del departamento, bloqueando la carretera de acceso, y reclamaba la presencia del Primer Ministro para presentarle una serie de reclamos, algunos de ellos irracionales.

Simultáneamente en Sicuani (Puno) y en Canchis (Cuzco), había movimientos del mismo orden que amenazaban volverse violentos. El país parecía estar al borde de una sublevación popular que adquiría visos de un levantamiento de consecuencias incalculables, en el cual, sin duda, intervenían agitadores extranjeros.

En esa peligrosa situación, los pastores de la iglesia Agua Viva dispusieron que en las sesiones matinales diarias de intercesión se orara pidiendo a Dios el retorno de la paz. Al mismo tiempo, el Grupo Pacífico puso en la brecha al Movimiento Nacional de Oración e hizo un llamado a todas las iglesias para que elevaran sus voces al cielo pidiendo por el restablecimiento del orden en el país.

Al hacer ese llamado urgente se puso énfasis en el hecho de que detrás de esas perturbaciones se mueve la mano del enemigo que quiere hacer daño a nuestra nación, recordando las palabras de Pablo en Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

Pues bien, pasados unos pocos días la grave situación en la Sierra se había diluido, los manifestantes que habían tomado las carreteras volvieron a sus pueblos, y el gobierno había llegado a un acuerdo con los dirigentes de las protestas para resolver mediante el diálogo los reclamos presentados.
Esa fue una respuesta patente a la oración unida del pueblo de Dios. ¿Cómo dudar del poder del arma que Dios ha puesto en nuestras manos? ¿Del arma que ha puesto no sólo en manos de los individuos, sino también corporativamente en manos de la iglesia?

No hay poder más grande en la tierra que el poder de la oración. Es más grande que el de todos los ejércitos juntos, más que el del dinero, mayor que el de la bomba atómica, si puede hacerse la comparación. La oración mueve montañas, según dijo Jesús: “Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (Mr 11: 23

Dios ha puesto ese poder invencible en nuestras manos, pero de nada nos sirve si no lo usamos. De nada nos sirva ni no nos valemos de él.

Pablo escribió: “Nuestras armas no son carnales…” Es decir, no son como las armas de que se valen los seres humanos para defenderse, o para atacar, o para alcanzar sus fines personales. No son armas de fuego, o de acero filudo, con los que se ataca a la gente y se puede matar. Nuestras armas no hacen daño a nadie, salvo a los planes del enemigo, porque son armas espirituales.

“sino poderosas en Dios…” Su poder es exclusivamente sobrenatural y, por tanto, es sólo beneficioso, ya que no pueden esgrimirse para hacer el mal.

“para destruir fortalezas…” Las fortalezas que el enemigo ha levantado en la sociedad, en el mundo de los negocios, en las relaciones entre las naciones, en la salud de los pueblos, pero también y sobre todo, en la mente de la gente que retiene cautiva. Esas son fortalezas que producen opresión e injusticia, sufrimiento y odio en la gente, así como también violencia y rebelión.

“derribando argumentos…” que el demonio usa para confundir a la gente y llevarla extraviada a donde él quiere; argumentos que él usa para corromper las buenas costumbres, empujando a la juventud a la promiscuidad sexual, o peor, a los vicios y a las drogas.

“y toda altivez que se levante contra el conocimiento de Dios…” Hay gran número de supuestos sabios que pontifican desde las tribunas de los medios de comunicación y que pretenden negar la existencia de Dios, o que aseguran que, de existir un Dios, Él no se ocupa de nuestros asuntos porque está demasiado ocupado; o que proclaman que “la moral moderna ha superado los prejuicios anticuados” sobre la conducta sexual.

“llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo…” (2Cor 10:4,5). No sólo el pensamiento de los que están a su servicio, sino aun el de aquellos que neciamente lo niegan y se oponen a su soberanía, porque nadie puede resistir al poder de Dios y Él impone su voluntad aun a los que se le rebelan: “¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no ordenó?” (Lam 3:37).

La oración es una arma valiosa no sólo en las situaciones personales, por las que todos alguna vez atravesamos, sino también en la situaciones sociales que perturban la paz pública o que atizan conflictos; en las confrontaciones políticas en las que se enfrentan fuerzas contrarias y que no tienen visos de solución; en las situaciones en que la salud de la población se ve amenazada por epidemias, como la gripe que está afectando a cada vez más gente, y que ya ha cobrado sus primeras víctimas. En todas esas situaciones de emergencia la oración es un arma eficaz para alejar el peligro.

Hemos constatado recientemente cómo varias amenazas sucesivas a la paz pública han sido resueltas de manera satisfactoria, pero no podemos adormecernos y bajar la guardia porque otras nubes de tempestad se avizoran en el horizonte y nos amenazan.

En el libro del Éxodo hay un episodio, al que me he referido en otras ocasiones, y al final del cual Dios advierte a Moisés: “Escribe esto para memoria en un libro.” (Ex 17:14). Él desea que ese episodio quede registrado para que todos los lectores venideros de la Biblia puedan aprender de él.

En ese texto leemos que el pueblo de Israel, de camino a la tierra prometida, comandado por Josué se enfrenta al ejército de Amalec, mientras Moisés sube al monte para orar, acompañado por Aarón y Hur. “Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec.” (Ex 17:11).

En vista de que la victoria dependía de que Moisés levantara sus manos en oración, pero él se cansaba de mantenerlas en alto, le pusieron una piedra para que se sentara, y Aarón y Hur se colocaron cada uno a un lado suyo sosteniendo sus brazos hasta que Amalec fue derrotado.

Este episodio encierra una preciosa enseñanza: Mientras que la batalla arrecie, mientras que no se haya obtenido victoria total, no debemos dejar de orar, ilusionados por las victorias parciales, sino que debemos persistir en la oración hasta el final y el resultado deseado sea obtenido, porque si no actuamos de esa manera perseverante podemos perder el fruto ya logrado.

De lo que podemos estar seguros es de que el enemigo va a tratar por todos los medios a su alcance de crearle dificultades al gobierno y a nuestro país. El motivo de su odio es que nuestro país está marcado por la mano de Dios. Lo está porque por primera vez en nuestra historia el actual período presidencial se inició con un culto de acción de gracias, en el que se oró por el flamante presidente y sus ministros, pidiendo que las bendiciones del cielo se derramaran sobre nuestro país, y en el que se predicó la Palabra de Dios. Ese acontecimiento revolucionario entre nosotros se ha repetido en la misma fecha los años subsiguientes.

El resultado no tardó en ser notado. La bonanza económica de que veníamos disfrutando en los últimos tiempos se ha acentuado; el Perú está siendo mirado de una manera cada vez más favorable por la comunidad financiera internacional; y los inversionistas extranjeros vienen cada vez en mayor número a explorar las oportunidades que ofrece el país. La crisis financiera mundial no nos está afectando tanto como a otros países. El nivel de la pobreza, aunque todavía es alto, ha sido reducido considerablemente.

Pero esta no es la primera vez que la mano de Dios interviene de una manera notable entre nosotros en respuesta a la oración. A finales del año 2000 vino al Perú desde Costa Rica una voz profética para advertirnos que nuestro país había caído en manos de una fuerte influencia satánica que daba al gobernante de entonces un poder casi incontrastable. Retó a los asistentes a la reunión en que se pronunciaron esas palabras, a iniciar una batalla espiritual sin descanso –sobre la que ella dio algunas pautas- para que Dios cambiara drásticamente la situación.

Un grupo de personas asumió ese desafió y empezó a batallar por el Perú reprendiendo a las fuerzas satánicas que manejaban el poder político y nos oprimían. No pasaron diez días para que se difundiera el famoso “vladivideo” que inició una cadena de acontecimientos que precipitó la inesperada caída del gobierno y la elección de un gobierno provisional encabezado por una personalidad de gran autoridad moral – que, desgraciadamente, ya no está con nosotros. (Yo publiqué entonces un artículo sobre esos hechos, “La Batalla Espiritual contra las Fortalezas del Enemigo”, #185; que volví a publicar el 2006, #406)

Al interceder por nuestro país debemos recordar que Jesús nos prometió darnos autoridad para “hollar serpientes y escorpiones y sobre toda fuerza del enemigo…” (Lc 10:19), esto es, para reprimir toda potencia satánica. Conviene también recordar ciertos pasajes del Antiguo Testamento que nos hablan de la protección de Dios en respuesta a la oración. En uno de ellos el rey Josafat tenía que enfrentar a las fuerzas superiores del rey de Siria, aliado a los amonitas y edomitas. Conciente del peligro convocó a una gran asamblea de notables para pedir la ayuda de Dios. Entonces, dice la Palabra, vino el espíritu de Jehová sobre un profeta presente que dirigió estas palabras, entre otras, a la congregación: “No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque la guerra no es vuestra sino de Dios.” (2Cro 20:15b). De más está decir que Dios les concedió la victoria.

Si nosotros tratamos de hacer la voluntad de Dios en todo lo que emprendemos, pese a nuestras deficiencias, y si los gobernantes buscan sinceramente la guía de Dios para sus decisiones (y hemos gozado durante los últimos meses de la presencia de un Primer Ministro cristiano, aunque no evangélico, en el gabinete), no debemos temer que nos falte la ayuda de lo alto, por grandes que sean las fuerzas contrarias.

En otro episodio ocurrido algunas décadas después, el rey de Siria puso sitio a la ciudad en que se encontraba el profeta Eliseo para capturarlo. El siervo del profeta, al ver la ciudad rodeada por un gran ejército se alarmó al ver el inminente peligro. Pero el profeta le contestó: “No tengas miedo porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos.” (2R6:16) Y sigue diciendo la Palabra: “Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo.” (v. 17) Eran ángeles que protegían al profeta y que desviaron a las fuerzas enemigas.

Nosotros no estamos solos. Estamos rodeados por un ejército de ángeles que lucha a favor nuestro y nos protege, si realmente acudimos al Señor y lo tenemos presente en todos nuestros caminos. (Sal 16:8) Tenemos muchos motivos par hacerlo. Hay numerosas situaciones que requieren la atención de la iglesia, frente a las cuales los creyentes no pueden permanecer indiferentes, sino que deben hacer escuchar su voz.

Dios le ha dado a la iglesia una misión profética para denunciar el pecado en nuestra nación. Las palabras del profeta Miqueas que cité en mi artículo anterior se aplican también a esta coyuntura: “Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado.” (Mq 3:8).

El que no denuncia el pecado se hace su cómplice. Por eso la iglesia no puede permanecer callada como si no tuviera ninguna responsabilidad ante la nación. Incumbe a la iglesia despertar la conciencia de sus miembros a los males de nuestra sociedad, porque hay entre nosotros un espíritu de resignación, como si la corrupción fuera un mal inevitable. Es cierto que existe mucha corrupción en todos los estamentos del gobierno, en la administración de justicia (aunque existen también, a Dios gracias, jueces probos), y en el Congreso, que debe ser enfrentada sin derrotismos.

La denuncia de la iglesia debe hacerse no en términos políticos sino en términos espirituales, lo cual no excluye que se pueda denunciar casos concretos, sin mencionar nombres, a menos que sea indispensable. Se debe denunciar los hechos dolosos ante la congregación -que ya los conoce quizá por los medios- pero que necesita escuchar la voz autoritativa de sus pastores. Y debe hacerse no irguiéndose en juez, sino para instar a la congregación a que ore pidiendo a Dios que reprima las fuerzas del mal que están en obra en tantos lugares altos, a fin de que los culpables sean castigados y los inocentes sean librados.

Sabemos muy bien que la corrupción destruye a las familias y a los hogares; que la corrupción tolerada destruye a las congregaciones y a las iglesias. Pero la corrupción en el gobierno no sancionada y castigada destruye al país no sólo porque provoca un gran despilfarro de recursos y anula la esperanza del pueblo en un futuro mejor, sino también porque le da muy mal ejemplo y lo vuelve cínico. (“Si los de arriba se aprovechan, ¿por qué no puede hacerlo también yo”?)

La denuncia debe estar acompañada por el llamado a la oración y a la batalla espiritual. Al hacer ésta debe tenerse en cuenta que la batalla espiritual efectiva es aquella que apunta a blancos precisos, no vagos; de ser posible con nombre propio, ordenando al espíritu satánico que opera o influya en tal o cual persona, o en tal institución concreta, que se retire y detenga su obra.

El cazador que sale al campo armado de su escopeta no dispara a la bandada de aves que surca el cielo, sino apunta a un ave precisa si quiere dar en el blanco. De igual manera el guerrero de la oración debe apuntar a un blanco bien identificado y hacia él dirigir su escopeta espiritual, si quiere alcanzar resultados. No se obtiene resultados cuando se reprende al espíritu de adulterio, o de fornicación, o de deshonestidad en general. Eso no existe, salvo en un sentido figurado. Los demonios son seres personales que actúan bajo las órdenes de jerarquías celestes (Rm 8:38; Col 2:15; Ef 6:12), que nosotros desconocemos, pero que son reales.

Sin embargo, conviene hacer una grave advertencia. Quien entre a esta lucha debe saber que ingresa a un campo minado. Satanás no perdona a quienes interfieren en su maligna obra. El que lo haga atraerá inevitablemente su cólera y su odio, y sus deseos implacables de venganza.

Por eso nadie debe atreverse a enfrentar al diablo sin llevar bien puesta la coraza de justicia (e.d. de la rectitud y santidad de su conducta), sin resquicios por donde el enemigo pueda incrustar sus dardos, y sin llevar puesto el yelmo de salvación (Ef 6:13-17). Pero sobre todo, sin haberse cubierto con la sangre de Cristo, que es nuestra más poderosa defensa. El que lo haga sin tomar esa precaución, puede salir malamente golpeado como lo fueron los hijos de Esceva de que habla el libro de los Hechos (19:13-16).

El cristiano tiene la autoridad del nombre de Cristo, del nombre “que está por encima de todo nombre” (Flp 2:9), para dar órdenes a Satanás que éste no puede ignorar. Él puede tratar de defenderse, puede tratar de evadirlas dando pretextos, porque es muy astuto, pero si se le conmina con suficiente firmeza, debe obedecer con el rabo entre las piernas, porque él ya fue derrotado por Cristo en la cruz.

El poder del diablo sobre nosotros radica en que él actúa en lo invisible, a nuestras espaldas, y en que nunca duerme; pero sobre todo, en nuestra ignorancia de que nosotros tenemos un poder mucho mayor que el suyo, y que no solemos usar. Pero si lo usamos, no podemos dudar de que Dios nos dará la victoria.

Nota: Es una lástima que la columna diaria de Charles Colson, “Breakpoint” (el fundador de “Fraternidad Carcelaria”) no se publique también en español, porque sus artículos cortos cotidianos están llenos de sabiduría y suelen tratar de temas de mucha actualidad. A los que pueden leer inglés, y tienen acceso a Internet, yo les sugiero visitar esta dirección, www.breakpoint.org o suscribirse a su servicio diario. No lo lamentarán.

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