lunes, 20 de junio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS III - A ESMIRNA I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS III
A LA IGLESIA DE ESMIRNA I
Un Comentario de Apocalipsis 2:8,9

8. "Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: el primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió, dice esto:”
La ciudad de Esmirna (que sobrevive actualmente con el nombre turco de Izmir)
estaba situada a unos 90 Km de Éfeso y rivalizaba con ésta como puerto de gran actividad comercial. Tenía la forma de un anfiteatro coronado de flores, y era por ese motivo famosa por su belleza. En ella los romanos habían construido en tiempos de Tiberio, un templo dedicado al emperador divinizado, como premio de su fidelidad a Roma en sus guerras contra los seléucidas y, por eso, disputaba con Éfeso el honor de ser llamada la primera ciudad de la provincia romana de Asia. De hecho, ya en el siglo segundo antes de Cristo, se había construido un templo dedicado a Roma como diosa.

No se sabe quién fundó la iglesia en esta ciudad. Es probable que Pablo la visitara de camino hacia Éfeso (Hch 19:1). En la historia de la iglesia la ciudad se distingue por la figura de su anciano obispo Policarpo, que fue martirizado el año 156 DC, por instigación de los judíos, por negarse a sacrificar al emperador. A pedido del procónsul que lo urgía a negar a Cristo, el anciano obispo contestó: "¿Cómo podría yo blasfemar del Rey que me salvó?" Cuando fue llevado al lugar donde sería quemado, Policarpo agradeció en alta voz a Dios por el privilegio de ser contado digno de compartir el vaso de Cristo (Mt 20:22) entre el número de los mártires.

Es interesante que esta carta, así como la dirigida a la iglesia de Filadelfia, no contenga una sola palabra de reproche, sólo tiene elogios. En el segundo siglo muchos cristianos murieron como mártires al negarse a abjurar de su fe. Por ese motivo los intérpretes que atribuyen un significado histórico-simbólico a las siete iglesias, dicen que esta iglesia representa el período de las persecuciones bajo los romanos, que terminó cuando el emperador Constantino, el año 313, otorgó a los cristianos el derecho de practicar su religión libremente. (Nota).

El nombre de la ciudad, Esmirna, quiere decir "mirra", resina aromática de sabor amargo, procedente del Oriente, y muy valiosa, que era usada en la antigüedad para embalsamar los cadáveres. (Jn 19:39). La mirra era también usada, junto con otros aromas, para confeccionar el aceite de la unción, con el cual se ungía los utensilios sagrados, el altar, etc., y que Moisés usó para ungir a Aarón y a sus hijos al consagrarlos como sacerdotes (Ex 30:23-33). Como perfume tenía un uso variado en tiempos del Antiguo Testamento: para perfumar los vestidos de los reyes (Sal 45:8), y de las novias (Can 3:6), así como la cama de las mujeres (Pr 7:17). Mirra fue uno de los tres presentes que los reyes magos le trajeron a Jesús (Mt 2:11), como anunciando el  sufrimiento que más tarde le esperaba.

Se recordará que antes de crucificar a Jesús los soldados le ofrecieron vino mezclado con mirra para atontarlo y que sufriera menos, pero Él lo rechazó, queriendo apurar el cáliz del sufrimiento hasta el fin (Mr 15:23). El comentarista J. Seiss escribe: "El nombre (de Esmirna) describe muy bien a una iglesia perseguida a muerte, postrada y embalsamada en las preciosas especies de su sufrimiento". Por su lado, H. Lockyer escribe: "Así como la mirra debe ser molida para que despida su fragancia, el testimonio de esta iglesia molida por la persecución fue muy agradable para el Señor."

Al empezar el dictado de su carta a la iglesia de Esmirna, la más corta de las siete, Jesús se identifica a sí mismo con las mismas palabras con que empezó a hablar a Juan en visión: "El primero y el postrero" (último, cf 1:17), título que Dios se da a sí mismo por boca de Isaías (Is 44:6; 48:12). Eso es para nosotros muy importante porque, al atribuirse Jesús ese título divino, se identifica, es decir, se hace uno con Dios, y afirma ser Dios. Algunos eruditos y teólogos liberales han sostenido con argumentos falaces que la iglesia deificó al Jesús de los evangelios por influencia del pensamiento griego durante el siglo II cuando, apartándose de sus raíces judías, se llenó de gentiles idólatras. Pero aquí, en un libro escrito por Juan, discípulo judío de Jesús (a más tardar, según algunos, a fines del primer siglo o, más  probablemente, antes del año 70) vemos a Jesús, con sus propias palabras, plenamente identificado con su Padre Dios, como también lo hace en el cuarto evangelio (Jn 10:30).

Enseguida dice Jesús de sí mismo: "El que estuvo muerto v vivió", es decir, resucitó, aludiendo a las palabras con que hace unos instantes se dirigió a Juan: "el que vivió y estuvo muerto". (Ap 1:18). Aquí Jesús afirma dos hechos fundamentales de su vida en la tierra: su muerte y su resurrección. Con la primera nos redimió; con la segunda proclamó al mundo que es Dios, porque sólo un Dios encarnado puede resucitar por sí mismo (Rm 1:4).

Al recordarles su muerte y resurrección a los cristianos perseguidos de Esmirna, Jesús los anima haciéndoles  comprender que los que mueren con Él resucitarán con Él; que la vida no termina con la muerte, sino que así como Él estuvo muerto y resucitó, si ellos son llamados a ofrendar sus vidas por su fe, resucitarán algún día para vivir para siempre con Él. Si toda vida comienza con Él, pues es su Creador, toda vida también culmina en Él, porque Él es el fin hacia el cual nos dirigimos. A este respecto conviene recordar las palabras tan ciertas de Pablo: "Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos." (Rm 14:7,8).

Otro aspecto que merece ser destacado en el título que Jesús se adjudica al iniciar esta carta dirigida a una iglesia mártir, "el primero y el postrero", es que Él es el primero de todos los mártires, porque Él fue "destinado desde antes de la fundación del mundo" a ser sacrificado como víctima propiciatoria a favor nuestro (1P 1:19,20), como también afirma el Apocalipsis, que Él fue "el cordero inmolado desde el principio del mundo" (Ap 13:8); y es también el último porque, en su momento, Él es quien ha de juzgar a los que acusan a los creyentes de Esmirna.

9. 'Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen ser judíos, y no lo son, sino sinagoga de Satanás."
Como le dijo al ángel de la iglesia de Éfeso, Jesús también le dice al ángel de la iglesia der Esmirna, como le dirá también a los ángeles de las otras cinco iglesias: 'Yo conozco tus obras". Es decir, yo conozco todo lo que haces, tus luchas y tu comportamiento. Eso es algo que Jesús puede decirnos también a todos nosotros, porque nada de lo que hacemos y pensamos escapa a su mirada escrutadora.

Luego añade: "tu tribulación", porque Jesús sabía muy bien cómo esa iglesia sufría y sufriría en manos de sus perseguidores. "Y tu pobreza", porque la iglesia y su pastor eran pobres materialmente, posiblemente a causa de la misma persecución que los despojaba de sus bienes. Es posible también que, al negarse a rendir culto al emperador, ellos fueran excluidos de los gremios de artesanos, y por eso no tenían trabajo. Y si así fuera "¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?" (St 2:5).

"Pero eres rico" porque, en contraste con su pobreza material, la iglesia de Esmirna era rica en bienes espirituales, que son los que finalmente cuentan, ya que son los que Dios más ama y aprecia (1Tm 6:18). Lo que Jesús dijo acerca de los tesoros celestiales es muy pertinente en este respecto (Mt 6:19,20). En cambio, a la iglesia de Laodicea se le reprocha el creerse rica, cuando en realidad era pobre (Ap 3:17,18). Pobreza material y riqueza espiritual suelen ir juntas, porque las riquezas materiales suelen distraemos de los bienes espirituales. Por ese motivo, los que poseen las primeras, carecen con frecuencia de las segundas. Jesús lo dijo: "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón." (Mt 6:21). Si para nosotros nuestro tesoro son los bienes materiales, muchos o pocos, que poseamos, todos nuestros esfuerzos estarán dirigidos a acrecentarlos, y no nos preocuparemos en adquirir los bienes espirituales. ¡Cuán miope y trágica puede ser esta actitud! Porque las riquezas materiales no son duraderas, sino que terminan con la muerte (Lc 12:20,21). En cambio, los bienes espirituales son eternos.

¿A qué se refiere la blasfemia de los que "dicen ser judíos y no lo son"? La palabra griega blasfemían, dado que el objeto de las invectivas no era Dios, sino seres humanos, debería traducirse en este caso como "calumnias". Debe haber habido en Esmirna, como en casi todas las ciudades del imperio romano, una sinagoga semejante a las que había en Tierra Santa, donde los judíos se congregaban el día sábado. Nosotros sabemos que cuando Pablo llegaba a una ciudad, lo primero que hacía era dirigirse a la sinagoga del lugar para presentar su mensaje (Hch 13:2,14). Y posiblemente los otros apóstoles, cuando salieron a predicar por el mundo, seguían la misma estrategia. ¿Por qué lo hacían? Porque en la sinagoga encontraban un público que sabía de qué ellos y Pablo hablaban, un público que conocía las sagradas escrituras en las que Pablo y los apóstoles basaban su predicación, un público formado mayoritariamente por judíos, como lo eran también ellos, aunque posiblemente también hubiera algunos prosélitos de origen gentil.

Ocurría con frecuencia , sin embargo, como vemos en Hechos, que la mayoría de los asistentes a la sinagoga rechazaban el evangelio, y generalmente expulsaban a Pablo, y le impedían volver a predicar, de manera que sólo los pocos que habían creído en su mensaje lo seguían (Hch 13:44,45,48. Véase también 14:1,15,19 y 17:5). Cuando finalmente Pablo regresó a Jerusalén, los judíos estuvieron a punto de matarlo, y lo hubieran hecho si el centurión no lo arrancaba de sus manos (Hch 21:27-36. Cf 23:12; 24:3- 9).

Pues bien, esas calumnias eran expresión del rechazo de los que decían ser judíos (y que lo eran de raza y religión), pero que no lo eran en realidad, como dice Pablo: "Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios." (Rm 2:28,29. Véase además los vers. 17-23).

En el pasaje que comentamos Jesús hace una distinción semejante entre el Israel de Dios, los que lo reconocieron como Mesías e Hijo de Dios; y el Israel en la carne que se negó a reconocerlo y a recibir su mensaje.

Es muy probable, como ocurría en otros lugares (Hch 13:50), que la persecución que sufrían los cristianos en Esmirna fuera desatada a instigación de los miembros de la sinagoga que rechazaban el Evangelio y rechazaban a Cristo, a la cual, por ese motivo, Jesús en su carta llama "sinagoga de Satanás". Recuérdese que el mensaje del Evangelio estuvo dirigido en primer lugar a los judíos (Rm 1:16), y que fue a ellos casi exclusivamente a quienes Jesús predicó en vida (Mt 15:24), y a quienes Él envió a sus discípulos inicialmente a predicar (Mt 10:6). Si rechazaban el Evangelio era porque Satanás había puesto un velo delante de sus mentes que les impedía ver la verdad (2Cor 3:14,15). Jesús en vida no tuvo reparos en decir que ellos no eran hijos de Abraham, como pretendían, sino "hijos del diablo", cuyos deseos malvados querían cumplir (Jn 8:44).

Nota: Se suele decir, incluso en libros eruditos de historia, que Constantino, por el llamado Edicto de Milán del año 313, hizo del cristianismo la religión oficial del imperio. Eso no es cierto. Lo que él hizo mediante ese edicto fue declarar al cristianismo como “religión lícita”, con lo cual se dio término a las persecuciones. Es verdad que él favoreció en muchos otros aspectos al cristianismo, como, por ejemplo, al convocar el año 325 al Concilio de Nicea, para lidiar con la herejía arriana; y que apoyó a su madre Elena, en la búsqueda del madero de la cruz. Pero fue recién Teodosio el Grande, el año 381, quien, bajo la influencia del obispo Ambrosio de Milán, oficializó al cristianismo como religión del estado.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."


#899 (20.09.14). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución  #003694-2004/OSD-iNDECOPI). 

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