martes, 10 de mayo de 2016

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO I

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO I
Un Comentario en dos partes de Apocalipsis 1:1-8


Introducción. El nombre del libro es una transliteración de la palabra griega apokalupsis, que viene del verbo apokalupto, que significa "quitar lo que cubre o esconde" (de la preposición apo (fuera), y de la palabra kalupto (cobertura). Traducida generalmente en español como "manifestación" la palabra apokalupsis designa en las epístolas a la segunda venida de Cristo (como, por ejemplo, en 1Cor 1:7, 2Ts 1:7, y 1P 1:7,13), aunque también en un caso se refiere a la aparición en los últimos tiempos del hombre inicuo que viene armado de poder satánico (2Ts 2:8,9).
Este libro levanta el velo que cubría verdades ocultas que de otro modo permanecerían ignoradas. La intención del libro está en sintonía con el propósito de toda la Biblia, que no es otro sino revelar a Dios, su amor, su voluntad, sus designios, que permanecerían ignorados de los hombres si Él no se hubiera revelado a sí mismo.
Como bien explica J.S. Russell en su tratado "The Parousia", el libro de Apocalipsis es la expansión alegórica de la profecía dicha por Jesús en el monte de los Olivos, según puede verse comparando el versículo Mt 24:30:
"Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; (a) y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, (b) y verán al Hijo del Hombre (c) viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria.", con Ap 1:7:
"(c) He aquí que viene con las nubes, (b) y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; (a) y todos los linajes de la tierra harán lamentación por Él."
La diferencia entre ambas profecías es que la primera fue pronunciada en pleno día y estaba  dirigida al oído; mientras que la segunda es una visión, contemplada en estado estático (Ap 1:10), y está dirigida al ojo.
Notemos, dice A.R. Fausset, que los evangelios hablan de la primera venida de Cristo; Hechos habla de su venida en el Espíritu Santo; las epístolas constituyen un comentario de lo anterior, mientras que Apocalipsis habla de su segunda venida en triunfo y de los acontecimientos que la preceden.
Sin embargo hay quienes, sostienen con argumentos válidos, que el objeto principal de la  revelación, o tema del libro, es Jesucristo mismo, no los sucesos futuros, pese a que al comienzo del libro se diga que su propósito es anunciar las cosas que han de suceder pronto (1:1). Es cierto que Jesucristo aparece constantemente como centro de atención. Véase, para comenzar, su figura exaltada en 1:12-16. En 5:5 se le presenta como el león de la tribu de Judá, y enseguida como Cordero inmolado, digno de toda alabanza (v. 6-13). Más adelante aparece como el triunfante jinete del caballo blanco (6:2), vestido con ropas teñidas de sangre, cuyo nombre es el "Verbo de Dios", y también "Rey de Reyes y Señor de Señores" (19:11- 16). Antes ha aparecido como "Hijo del Hombre" sentado sobre una nube blanca, con una corona de oro en la cabeza (14:14). Al final se le ve como la raíz y el linaje de David, y la estrella resplandeciente de la mañana (22:16). El libro termina con la Nueva Jerusalén descendiendo del cielo como una esposa engalanada para unirse a su divino Esposo (caps 21 y 22). Eso no quita la validez de lo que el propio autor enuncia al comienzo como propósito principal del libro: Anunciar lo que "debe" (dei) suceder pronto, a fin de que sus lectores estén advertidos y preparados.
En opinión de la mayoría de los eruditos el libro fue escrito en la última década del primer siglo, en los años de la persecución decretada por el emperador Domiciano. Sin embargo -como señala J.D. Robinson- Juan no habría escrito que la voz del cielo le ordenó medir con una caña el templo de Jerusalén y el altar (Ap 11:1,2), si el templo no hubiera estado en ese momento todavía en pie. Como sabemos, el templo fue destruido por las tropas de Tito el año 70. Si esa orden tiene algún sentido, el libro debe haber sido escrito antes de esa fecha, en tiempos de Nerón.
Si se adopta este punto de vista la mayoría de las visiones proféticas de juicio contenidas en los capítulos 4 al 19 pueden ser fácilmente aplicables a los acontecimientos tumultuosos ocurridos antes del año 70: La primera persecución de los cristianos en Roma, ordenada por Nerón (64-68 DC), la desastrosa guerra de los judíos (67-70 DC), la muerte de Nerón (68 DC), la guerra civil romana (68-69 DC), y la destrucción de la ciudad santa y su templo, ya mencionadas. Si se acepta  la fecha de composición posterior, las visiones dejan de ser profecía, y se convierten en historia.
A ello se añade el hecho de que la cifra de la Bestia, 666, (Ap 13:18), es aplicable al nombre de Nerón Kaiser, si se le deletrea en el alfabeto hebreo, cuyos valores numéricos son: Nun=50, Dalet=200, Zayin=6; Nun=50, Qof=100, Samek=60, Dalet=200, que suman 666. Nerón fue, en efecto, un emperador particularmente desalmado y cruel, aún más que Domiciano.


1:1. "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan".
Ésta es una revelación que hace Jesucristo, en tanto que Mediador, de cosas que han de suceder  pronto y que el Padre le ha comunicado para que Él las anuncie a sus siervos. Él las manifiesta por medio de un ángel a su siervo Juan para que él, a su vez, las transmita a sus consiervos en Cristo, que forman su iglesia. La palabra esémanen, que RV60 traduce aquí como "declaró", indica que la revelación le fue comunicada a Juan en parte mediante símbolos y señales, como se verá más  adelante.
De hecho la revelación de Jesucristo le viene a Juan por distintos medios: En Ap 1:11ss la  revelación la hace el mismo Jesús; en 7:13-17 es uno de los veinticuatro ancianos quien le habla a Juan; en 10:4 es una voz del cielo. Recién en 17:1ss es un ángel propiamente dicho, como también en 19:9,10.
2. "que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto."
Juan da testimonio de la palabra de Dios que ha recibido, es decir, de lo que Jesús le ha transmitido. El contenido de esta revelación, que él pone por escrito, comprende no sólo las palabras que Jesús le va a decir, sino también las cosas que va a ver. La palabra profética está constituida pues, en este caso, de un lado, por las palabras que él escuche, y de otro, por las visiones que tenga.
3. "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas (Nota 1); porque el tiempo está cerca." (cf 22:10) (2)
Bienaventurado el que lea (en singular) esta profecía, y bienaventurados los que la escuchen (en plural) leer por otros; pero, sobre todo, los que no la oigan inútilmente, sino que guarden lo que la profecía manda y enseña.
Es interesante que se refiera a los que la lean en singular, y a los que la oigan en plural, lo que parece indicar que los que la oigan serían muchos más que los que la lean.
Eso apunta al hecho de que era difícil entonces obtener ejemplares de los libros sagrados -es decir, de los rollos- porque eran caros y muchos eran, por ese motivo, los que debían contentarse con sólo oír su contenido. Pero también supone que -siguiendo la costumbre de la sinagoga de leer pasajes de las Escrituras en sus reuniones (Nh 8:1-3; Lc 4:16,17; Hch 13:15; 15:21), el libro debía leerse en voz alta cuando se reunieran los cristianos en los días aciagos que precedieron a la primera persecución desatada por Nerón en los años 60, para fortalecerlos en su fe y consolarlos.
"Guardar" tiene aquí el sentido de observar, de cumplir, aunque también de recordar, de tener en cuenta lo que se anuncia, y está a punto de suceder. Hay un sentido de urgencia en esta revelación. En esta bienaventuranza hay un eco de las palabras de Jesús en Lc 10:28: “Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan."
El vers. 4 y la mitad del vers 5 contienen el saludo que Juan dirige a sus lectores, semejante al  saludo con que se iniciaban las cartas en esa época. Sólo que este libro no es una carta. El saludo termina -vers. 5b y 6- en una doxología o alabanza a Jesucristo, que veremos en el segundo artículo.
4. "Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono;"
Juan se dirige ahora a las siete iglesias situadas en la provincia proconsular de Asia (hoy día Turquía Occidental), a las que más adelante va a enviar cartas, y a las que saluda en la forma acostumbrada, deseándoles gracia y paz de parte de Jesucristo, (3) de quien se dice tres cosas. Primero, que es actualmente. Es decir que está tan vivo, o más, de lo que estaba cuando caminaba en la tierra; segundo, que era, es decir, que vivió como hombre cuando lo conocimos; y tercero, que va a venir según lo tiene anunciado (literalmente "que está viniendo"). Aquí se repite pues, una vez más, el anuncio de su segunda venida.
Desde otro punto de vista puede decirse que la expresión "el que es, y que era, y que ha de venir" describe la eterna inmutabilidad del Verbo, que era desde toda la eternidad, es actualmente, y existirá para siempre. O, según otros, que era en sus promesas antes de su encarnación; que es ahora Dios manifestado en carne; y que ha de venir como juez de vivos y muertos. (Mathew Poole).
Por último, véase que esta frase, que es susceptible de muchas y variadas interpretaciones, contiene una afirmación trinitaria: El que es (el Padre, Ex 3:14); el que era (el Hijo, Jn 1:1); y el que ha de venir (el Espíritu Santo, Hch 2 en Pentecostés).
En Apocalipsis aparece tres veces la mención de los siete espíritus que están delante del trono de Dios; que en los vers. 3:1 y 4:5 son llamados "espíritu de Dios". En el vers. 5:6 se habla de los siete ojos del cordero inmolado, que son los siete espíritus de Dios que son enviados por toda la tierra. Esto es muy intrigante porque son seres que no son mencionados en ningún otro lugar del Nuevo y Antiguo Testamento (salvo en Zc 4:10: "Estos siete son los ojos de Jehová que recorren toda la tierra.”) y no hay ninguna explicación acerca del papel que desempeñan. Se suele decir, sin embargo, que ellos simbolizan al Espíritu Santo que está presente y obra en todas partes, porque aluden a los siete dones del Espíritu según Is 11:2, de tal modo que en este versículo 4 y en el siguiente, aparece una vez, más sutilmente mencionada, la Trinidad, si se tiene en cuenta que "el que es" es el nombre de Dios Padre que Él se dio a sí mismo en Ex 3:14 ("Yo soy el que soy”).
Pero nótese que este nombre triple, que en cierta manera significa "el Eterno" (presente, pasado y futuro), no es aplicable únicamente a Dios Padre, porque en el vers. 8 esas palabras están en boca de Jesús ("dice el Señor") unidas a la frase "Yo soy el Alfa y la Omega", que comúnmente se refiere a Jesucristo, como también ocurre en 22:13 ("Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último"). Podemos pues decir que esta coincidencia nos habla de la unidad que existe entre el Padre y el Hijo. Lo que se dice de uno puede afirmarse del otro.
Sin embargo, parece obvio que en este caso las palabras "el que es, el que era y el que ha de venir", aunque sean también aplicables al Verbo, designan primariamente al Padre pues, como se ve enseguida, el saludo viene de Él y de Jesucristo, así como del Espíritu Santo, si es que efectivamente los siete espíritus que están delante del trono de Dios lo representan (Véase 3:1; 4:5; 5:6). (4)
Pero si así fuera ¿qué quiere decir que el Padre ha de venir? ¿En qué sentido viene Él al final de los tiempos? En el sentido de que Él preside y guía todos los acontecimientos de la historia y, con mayor motivo, lo que ocurrirá al final de los tiempos. De otro lado, Jesús mismo dijo: "Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo." (Mt
26:64; cf I Ts 3:13; Jd 14)
Las siete cartas que contiene están dirigidas cada una a determinada iglesia, pero dado que se publican juntas, están en realidad destinadas a toda la Iglesia en su conjunto, es decir, al cuerpo de Cristo de ayer, hoy y siempre pues, como bien sabemos, siete es el número perfecto que simboliza plenitud. Son cartas intemporales. Visto de otro modo las siete iglesias representan a las iglesias locales de todos los tiempos. ¿Por qué ha escogido Juan a esas siete iglesias cuando había otras iglesias en la provincia romana de Asia que él sin duda conocía, y que figuran en el libro de los
Hechos, como Colosas, Hierápolis, o Troas? No sabemos, pero posiblemente es porque él estaba familiarizado con ellas (quizá él las había fundado), y esas iglesias demostraban tener las virtudes y fallas que él quería abordar.
5a. "y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra." (5)
Esta frase por sí sola nos da una idea de por qué este libro comienza con las palabras "la revelación de Jesucristo". Él es en realidad el personaje central de todo el libro. A Él se le dan aquí tres títulos:
1) "El testigo fiel", (es decir, el que da un fiel testimonio) de lo que su Padre le ha revelado para que lo transmita a los suyos. Él es testigo fiel ante los hombres de las verdades eternas. Nótese que de la palabra martur (que significa "testigo") viene nuestra palabra "mártir", que ha venido a significar "aquel que da su vida para dar testimonio de Jesucristo" (o eventualmente, por  extensión, por alguna causa noble). Pero Él es el primero que pagó con su vida el testimonio que dio de su Padre.
2) "El primogénito de entre los muertos", (cf Col 1:18) esto es, el primer hombre que haya resucitado para nunca más morir, y ser revestido de un cuerpo incorruptible de gloria en el cual también, como sabemos, se apareció a sus discípulos. Nótese que si bien Jesús resucitó a más de una persona, e igual hicieron sus discípulos, y antes que ellos, los profetas Elias y Elíseo, todos esos hombres que resucitaron (como Lázaro, por ejemplo) lo hicieron en sus cuerpos mortales, en el que más tarde volvieron a morir. Es decir, su resurrección no los hizo inmortales, sino  simplemente alargó el tiempo de su vida en la tierra. Jesús, en cambio, resucitó en un cuerpo glorioso inmortal, y en una dimensión diferente en la que la muerte no existe.
3) El título de "Soberano" apunta a su realeza divina. Jesús es el Rey que está por encima de todos los reyes, el "Rey de reyes y Señor de señores." (Ap 19:16; cf 1 Tm6:15).
Notas: 1. Hay siete bienaventuranzas en el libro de Apocalipsis: 1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7,14.
2. Son siete los lugares del Apocalipsis en que se afirma que lo que se anuncia va a suceder pronto: 1:3; 3:11;22:6,7,10,12,20. Esta afirmación está corroborada por las palabras dichas por Jesús al anunciar su segunda venida de que no pasaría esta generación antes de que todo lo predicho acontezca (Mt 24:34).
3. Como lo hace con frecuencia Pablo (Rm 1:7 1Cor 1:3; Flp 1:2, etc.), y también Pedro (2P 1:2).
4. En los otros lugares donde este nombre triple aparece, él se refiere inequívocamente a Dios Padre: 4:8; 11:17; 16:5. En esta última instancia sólo figuran los dos primeros componentes: "el que eres y que eras", omitiéndose el tercero.
5. Es interesante observar la presencia constante del número tres en los versículos introductorios del libro:
Vers. 2. Juan ha dado testimonio: 1) de la palabra de Dios; 2) del testimonio de Jesucristo; y 3) de las cosas que ha visto.
Vers. 3. Bienaventurado: 1) el que lee; 2) los que oyen; y 3) los que guardan.
Vers. 4. El nombre de Dios: 1) el que es; 2) el que era; 3) el que ha de venir.
Vers. 5a. Tres atributos de Jesucristo: 1) testigo fiel; 2) primogénito de entre los muertos; 3) soberano de los reyes de la tierra.
Amado lector: Jesús dijo: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te animo a adquirir esa seguridad porque de ella depende tu destino eterno. Con ese fin te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
  “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#893 (09.08.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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