miércoles, 26 de agosto de 2015

FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
FIANZAS, PEREZA, MALEVOLENCIA II
Un Comentario de Proverbios 6:6-19
6. “Ve a la hormiga, oh perezoso,
Mira sus caminos y sé sabio;”
7. “La cual no teniendo capitán,
Ni gobernador ni señor,” (Nota 1)
8. “Prepara en el verano su comida,
Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.”(2)
9. “Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?
¿Cuándo te levantarás de tu sueño?”
10. “Un poco de sueño, un poco de dormitar,
Y cruzar por un poco las manos para reposo;”
11. “Así vendrá tu necesidad como caminante,
Y tu pobreza como hombre armado.” (3)
6-11. Este pasaje es el primero de tres poemas que el libro de Proverbios dedica al perezoso. Los otros dos están en 24:30-34 y 26:13-16. (4) Se divide en dos perícopas sucesivas: 6-8 y 9-11. La primera propone como ejemplo a la hormiga, pequeño insecto del reino animal. Un animalito tan pequeño obra con una prudencia que pocos hombres tienen, pues sin que nadie se lo advierta (cf 30:27) hace lo que es necesario para tener con qué sustentarse durante el invierno. Aquí estamos frente a uno de los misterios del reino animal, en el que las diversas especies por instinto, o por una recóndita inteligencia, toman las providencias más favorables para su sustento y preservación. Y lo hacen siempre sin fallar (30:25). Los naturalistas han observado que las hormigas se ayudan unas a otras, se juntan para llevar cargas pesadas (¿cómo se comunican?), protegen sus reservas de la lluvia y las sacan al sol para que se sequen, cuando se mojan. ¿Quién se lo ha enseñado?
¡Qué vergüenza es para el hombre que se le aconseje que aprenda la diligencia y la previsión de un animalito minúsculo cuya presencia nos es desagradable y que aplastamos con el pie!
¿Cuál es el tiempo del verano de que aquí se habla? La juventud, en que el hombre puede sembrar con esperanza de cosechar en el futuro (10:5).
La segunda perícopa (9-11) como conclusión del ejemplo propuesto, increpa directamente al que pasa su tiempo en dormir (26:14), en no ocuparse en nada útil, en dejar transcurrir las horas en ocupaciones frívolas que no conducen a ningún fin útil. La pobreza y la necesidad que vendrán como resultado son descritas como un caminante, o vagabundo, que se divisa a lo lejos en el camino, y que inexorablemente se va acercando a donde uno se encuentra; o como un guerrero amenazante, o un salteador de caminos, contra el cual el hombre desarmado está inerme. De manera semejante el perezoso verá la indigencia venir sobre él sin que pueda hacer nada para evitarla.
           
La pereza y la imprevisión pueden acarrear consecuencias graves. Jesús dijo que no debíamos angustiarnos por el día de mañana (Mt 6:34), pero eso no quiere decir que no debamos ser previsores, sobre todo cuando se asumen responsabilidades familiares (2Cor 12:14; cf Gn 30:30).
            Si la ansiedad por las cosas materiales es criticable (Lc 10:41), el uso diligente de los medios provistos por Dios, lo honra (Pr 10:15a; 24:27).
            Hay un refrán que expresa una gran verdad: “La pereza es madre de la pobreza”. El libro de Proverbios pinta con acierto en otro lugar las consecuencias de la pereza en la viña descuidada al señalar que está toda cubierta de espinos, y su cerca de piedra destruida (24:30,31). Así ocurre con todas las actividades afectadas por la holgazanería: el desorden y la suciedad reinan por todas partes y están a merced de los intrusos y depredadores, porque no se toman las medidas de seguridad que la prudencia aconseja.
             Una de las características del haragán es que no termina las cosas que emprende, y por eso no cosecha en el verano, porque no aró su campo en el invierno (20:4), y deja enfriar su comida, porque le cansa llevar el bocado a la boca (26:15; 19:24). Peor aún, no aprovecha las oportunidades de progresar que se le presentan, y por eso dejarán de venirle al encuentro en el futuro. No obstante, el perezoso tiene muy buena opinión de sí mismo, pues piensa que “es más sabio que siete que sepan aconsejar.” (26:16).
            Pero hay también una pereza espiritual muy común: la del que se niega a ser despertado por el mensaje del Evangelio en el tiempo de la gracia, y desperdicia las oportunidades que la misericordia de Dios constantemente le brinda. Una miseria interminable lo afligirá algún día si no se arrepiente a tiempo (Ironside), y permanece en el camino espacioso que lleva a la perdición, en lugar de tratar de entrar por la puerta estrecha que lleva a la salvación (Mt 7:13,14).
12. “El hombre malo, el hombre depravado, (5)
Es el que anda en perversidad de boca”,
13. “Que guiña con los ojos, que habla con los pies,
Que hace señas con los dedos.”
14. “Perversidades hay en su corazón; anda pensando el mal en todo tiempo;
Siembra las discordias.”
15. “Por tanto, su calamidad vendrá de repente;
Súbitamente será quebrantado, y no habrá remedio.”
Hay hombres, en efecto, que andan siempre cavilando qué mal pueden hacer, a veces sin que les traiga ningún provecho (Pr 16:30). Sus palabras reflejan la negrura de su corazón, pues son siempre ofensivas, groseras, vulgares e irrespetuosas. No hay nada que les merezca respeto; se burlan hasta de lo más santo, y no creen que haya nadie honesto, porque ellos no lo son. En su avidez por hacer daño andan siempre complotando, poniéndose de acuerdo con otros tan malvados como ellos; intercambiando señales con la mirada, con los dedos, y hasta con los pies (10:10; Sal 35:19). Su ingenio para el mal es inagotable, y el mal llena su mente y su cerebro de continuo (cf Pr 2:14,15). Donde quiera que estén difunden su maldad casi sin querer, y originan con sus iniciativas perversas desacuerdos entre los amigos, o en las familias, que con frecuencia terminan en hechos de sangre (16:28; Sal 140:2,3). El apóstol Pablo nos manda que nos apartemos de esa clase de gente (2Ts 3:11-14).
Pero los tales no saben que están cavando su propia tumba, y que las consecuencias de sus actos vendrán un día impensadamente a aplastarlos, al punto de que no dejarán huella alguna de su paso por la tierra (Pr 15:26a). Su muerte repentina será una manifestación del justo juicio de Dios.
            El versículo 13 muestra que ya en esa época se conocían y se usaban signos secretos que permitían a los cómplices comunicarse por señas sin que los demás presentes se dieran cuenta. Esto es lo que hacen los que traman algo, y de ahí se ve que los que tejen intrigas no tienen nada bueno en el corazón, pues ocultan sus propósitos para que sus víctimas no se aperciban.
Lo que sigue es un poema numérico, como hay varios en el capítulo 30 de Proverbios: 15,16; 18,19; 21-23; 24-28; 29-31; en Jb 5:19, así como en el Sirácida (o Eclesiástico): 25:1,2; 7-11, e incluso en la literatura profética: Am 1:3,6,9,11,13; 2:1,4,6.
16. “Seis cosas aborrece Jehová,
Y aun siete abomina su alma:”
17. “Los ojos altivos, la lengua mentirosa,
Las manos derramadoras de sangre inocente,”
18. “El corazón que maquina pensamientos inicuos,
Los pies presurosos para correr al mal,”
19. “El testigo falso que habla mentiras,
Y el que siembra discordia entre hermanos.”
Aquí se menciona algunas cosas que el Señor detesta y que, por lo tanto, nosotros también debemos rechazar y considerar como abominables, porque lo son realmente.
1) El orgullo, la soberbia arrogante y despreciadora que se manifiesta en la mirada altiva. ¿No son nuestros gestos, y en especial, nuestra mirada, expresión de nuestros sentimientos? Nuestros gestos y nuestras miradas nos delatan. El que se fija en ellos puede descubrir muchas cosas acerca de las personas con que trata, o con las que se encuentra de paso, que pueden preservarlo de peligros, o que pueden ayudarlo a guiar prudentemente su comportamiento con ellos. Recordemos que fue el orgullo, el deseo impío de ser igual a Dios, lo que motivó la caída de Lucifer (Is 14:12-14). No por nada dice la Escritura que Dios “atiende al humilde, pero al altivo lo mira de lejos” (Sal 138:6;  4:6) y que el “altivo de corazón es abominación para Jehová” (Pr 16:5). Otro proverbio dice: “La soberbia del hombre lo abate.” (29:23a). El salmo 73 ilustra cómo es su caída (v. 3,6,18,19; cf Sal 18:27b).
2) La facilidad para mentir sin sonrojarse y sin escrúpulos. ¿Con qué órgano mentimos? Con el habla personificada en la lengua. Podemos mentir con la mirada o con los gestos, es cierto, aunque no es fácil y ninguno iguala a la boca. El espíritu de mentira es digno de temer porque puede ocasionar estragos y extravía a la gente. Por eso dice un salmo: “Libra mi alma, oh Jehová, del labio mentiroso, y de la lengua fraudulenta.” (120:2). En ocasiones la mentira puede volverse contra los que la profieren, como en el caso de Ananías y Safira, que murieron por haberle mentido al Espíritu Santo (Hch 5:1-10), pues “los labios mentirosos son abominación a Jehová.” (Pr 12:22). Si Jesús es la verdad (Jn 14:6), y vino a dar testimonio de la verdad (Jn 18:37), el diablo es mentiroso y padre de la mentira (Jn 8:44). Por ese motivo “todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre,” (Ap 21:8).
3) El espíritu sanguinario que no tiene respeto de la vida ajena. Joab, general de los ejércitos de David, es un ejemplo clásico (2Sm 3:22ss). ¡Cuánto daño hacen los asesinos porque no saben que la vida proviene de Dios, y que el que siega una vida contra Dios atenta! “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios fue hecho el hombre” dice el libro del Génesis 9:6. Ésta es la más terrible de las cosas abominables que enumera esta perícopa, porque viola el mandamiento que prohíbe el homicidio (Ex 20:13). Por eso, dice Isaías 1:15, que Dios rechaza la oración de los que tienen las manos llenas de sangre; y destruirá “al hombre sanguinario,” según el Sal 6:5.
4) Pero la más peligrosa es la mente que maquina, planea y urde maldades. Así como del corazón salen las cosas que contaminan al hombre, como dijo Jesús (Mt 15:18-20), del corazón salen también las acciones que dañan, los asaltos, los fraudes, los abusos, las violaciones, etc. Todos los delitos comienzan, o se gestan, en el pensamiento. Por eso Jesús dijo: “Cualquiera que mire a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (Mt 5:28). Los actos delictivos y los beneficiosos no surgen de la nada, obedecen a un proyecto concebido en la mente, en la imaginación.
Dios se propuso destruir a la humanidad mediante el diluvio porque vio “que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era…solamente para el mal.” (Gn 6:5). Bien denuncia el profeta Miqueas: “¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en sus manos el poder! (Mq 2:1). Sólo Dios puede cambiar el corazón del pecador arrepentido, y darle un “corazón limpio” y “un espíritu recto” que modifique para bien su conducta, haciendo de él un hombre nuevo y apartado del mal. (Sal 51:10).
5) La disposición para hacer el mal, retratada aquí como los pies que se apresuran a cometerlo, es una característica del corazón torcido (cf Is 59:7). Hacer el bien le cuesta, le es aburrido; pero hacer el mal le agrada, lo divierte. Es su deporte favorito. En otro lugar el libro de Proverbios denuncia a los “que se alegran haciendo el mal y se huelgan en las perversidades del vicio.” (2:14). Personas de ese tipo se encuentran en toda una gama variada de grados de maldad, desde el que se presta para hacer una broma cruel, al asesino a sueldo. Pero ellos no saben que “a su propia sangre ponen asechanzas, y a sus almas tienden lazo.” (1:18).
6) Este punto no es repetición del segundo, porque aquí se trata de un tipo especialmente insidioso de mentiras, la del que presta un falso testimonio contra el inocente, o a favor del culpable. Dios ha llamado a su pueblo a dar testimonio de la verdad (Hch 1:8). Pero el testigo falso, que viola el noveno mandamiento (Ex 20:16), pervierte la justicia y puede ocasionar tragedias imprevistas y de incalculables consecuencias. Merece ser maldito y, por supuesto, ser condenado no sólo por Dios, que aborrece el juramente falso (Zc 8:17), sino también por la justicia humana (Dt 19:16-19; Pr 19:5).
7) Por último, está la persona que se complace en enfrentar a los hermanos y a la gente, creando divisiones donde había unión, conflictos donde había paz, y odio donde había amor. Estas personas hacen mucho daño, pero no lo sufren ellos mismos hasta que llega el día del ajuste de cuentas, en que experimentan en carne propia el daño que hicieron a otros.
Notas: 1. Algunos ven en estas autoridades a los tres poderes del estado, el judicial, el legislativo y el ejecutivo.
2. La Septuaginta (LXX) añade: “O ve a la abeja y aprende cómo trabaja,  y produce rica labor, que reyes y vasallos buscan para sí, y todos apetecen, y siendo como es pequeña y flaca, es por su naturaleza tenida en mucha estima.”
3. Pr 24:33,34 es una reproducción casi exacta de los vers. 10 y 11. La Septuaginta añade: “Si, por el contrario, eres activo, tu cosecha será abundante como una fuente, y la miseria estará lejos de ti.”
4. Además de los pasajes nombrados, la pereza es el tema de los siguientes proverbios: 10:4,5b; 13:4; 15:19a; 19:15,24; 20:4; 21:25.
5. Donde nuestra versión dice “hombre malo” el original hebreo, la Vulgata latina y la Versión autorizada inglesa (KJV), dicen “hombre de Belial”, que se suele traducir como malvado, perverso, inicuo. Esta palabra es una combinación de las palabras hebreas beli (sin) y ya’al (provecho), y figura en varios lugares como, por ejemplo, en Dt 13:13 (donde se trata de hombres impíos que incitan a la idolatría); en Jc 19:22 (donde se trata de perversos que quieren violar a un hombre); en 1Sm 2:12 (donde se aplica a los hijos impíos del sacerdote Elì); en 1Sm 25:25 (donde se dice de Nabal, el esposo necio de Abigaíl); en 2Sm 16:7 (cuando David sale derrotado de Jerusalén, huyendo de las tropas de Absalón, y Simeí lo insulta llamándolo “hombre de Belial”); en 1R 21:10,13, (cuando la reina impía Jezabel, usa esa expresión para acusar falsamente a Nabot de blasfemia, y apropiarse la viña que su esposo, el rey Acab, deseaba comprar). En Pr 19:28, pero sólo en original hebreo, (en que se aplica al testigo falso). Con el tiempo ese término se convirtió en el nombre propio del demonio: “¿Y qué concordia (tiene) Cristo con Belial?” (2Cor 6:15).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#877 (19.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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