miércoles, 9 de septiembre de 2015

ANOTACIONES AL MARGEN XLI

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
ANOTACIONES AL MARGEN XLI

  • v  Yo estoy convencido de que Dios me ama y de que nada, nada puede hacerme realmente daño, porque Él me cuida, y de que si paso por algunas pruebas, es porque las necesito, y que su amor por mí las ordena.
  • v  Un salmo dice: "Le concediste los deseos de su corazón." (21:2) Sí, Él puede convertir en realidad nuestros sueños.
  • v  ¿Cómo podemos probarle a Jesús que le amamos? Haciendo su palabra y ayudando al prójimo.
  • v  Como todo en la vida, la recompensa tiene también su hora.
  • v  Si yo soy consciente de mi impotencia y deploro mi debilidad, el que es Omnipotente y fuerte vendrá a socorrerme y a suplir mis deficiencias;
  • v  Jesús nos conoce a fondo, pero nuestra miseria no le repugna, sino le atrae para remediarla.
  • v  Si Dios nos diera de inmediato lo que le pedimos seríamos unos engreídos. Pero cuando hemos crecido en la fe, responde rápido a nuestra oración.
  • v  Cuando nos ocupamos de las cosas de Dios, Él se ocupa de las nuestras.
  • v  Para el que la recibe con fe, la palabra de Dios le es provechosa. Pero al que la desprecia, también le sirve...para condenación.
  • v  ¿Dónde está Dios? En la profundidad de nuestro corazón, en las interioridades de nuestra alma, a las cuales nunca llegamos porque estamos demasiado agitados. Pero allí debemos buscarlo para que nos hable.
  • v  Entre Dios y el hombre las convenciones y apariencias del mundo no cuentan. Sólo la verdad.
  • v  Los que crucificaron a Jesús están vivos todavía, y no dejan de atacarlo. Le tienen un odio a muerte que Satanás incita. Pero nosotros con nuestra fidelidad podemos levantar un escudo que desvíe su furia y proclame Su victoria.
  • v  Nosotros tendemos a despreciar y condenar a los pecadores. Pero Jesús no vino a condenar a los pecadores sino, a buscarlos. No vino por los justos. Y dijo además que había más fiesta en el cielo por un pecador que se convierta que por 99 justos (Le 15:7).
  • v  Cuando uno se arrepiente. Dios perdona. Pero el arrepentimiento debe ser a la medida del pecado. Un pecado grande exige un arrepentimiento también muy grande para que Dios lo tenga en cuenta.
  • v  Nosotros amamos a Jesús con toda nuestra alma (decimos), pero deseamos aplazar el día del encuentro definitivo con Él, porque nos aferramos a esta vida con todo lo que ella involucra (nuestros bienes, nuestra familia, nuestras ocupaciones). En el fondo es porque amamos poco a Dios. Si lo amáramos realmente como decimos, suspiraríamos todos los días por el ansiado encuentro.
  • v  Todo el que ama, sufre; y el que ama a Dios, más todavía.
  • v  Todo el que ofende a Dios, se hace un gran daño a sí mismo, y muchísimo más, si no se arrepiente antes de morir.
  • v  Yo no quiero que me alaben. Basta con que Dios me apruebe.
  • v  Dios nos pide que muramos a nosotros mismos, lo que significa en parte renunciar a nuestros deseos personales.
  • v  ¡Qué cosa más difícil! Porque vivimos teniendo y satisfaciendo nuestros deseos personales. Nuestra vida no es otra cosa sino eso, un tejido de deseos personales satisfechos e insatisfechos.
  • v  ¿Qué será lo que me depara el porvenir? Lo que el Señor quiera. ¿Puedo yo desconfiar de Él? ¿Puedo yo desear para mí mismo algo mejor de lo que Dios desea darme?
  • v  ¿Cuál será el castigo de los que llamándose cristianos, y jactándose de sus títulos académicos, pervierten la doctrina de la iglesia, y enseñan cosas falsas que confunden a los creyentes?
  • v  El lujo en que muchos cristianos viven es un augurio de la modestia de su morada eterna, si se salvan. O de lo contrario, puede ser un anuncio del intenso fuego que los espera en el infierno.
  • v  La intención con que hacemos las cosas es el patrón con que se mide el valor ético de nuestros actos.
  • v  Nosotros poseemos a Dios - y somos poseídos por Él- en la medida en que lo amamos.
  • v  Jesús habita en todos los creyentes, pero nos hace sentir su presencia en mayor o menor medida, según sea la intensidad de nuestro amor.
  • v  Por respeto a su creación Dios deja libre al hombre de tomar sus propias decisiones, aunque le da normas y principios según los cuales debe y le conviene obrar. Según sea la rectitud de sus intenciones al obrar, será premiado o castigado.
  • v  ¿Qué tenemos que hacer nosotros? Tener la palabra de Dios en nuestro corazón, meditar en ella y asimilarla para que ella guíe nuestros pasos. Y luego, transmitirla a otros para que ellos hagan lo mismo. Proclamar a los cuatro vientos el poder del nombre de Dios y la fuerza invencible de su amor. Predicar el arrepentimiento que cambia el corazón del hombre y la necesidad de negarse a sí mismo.
  • v  Nunca debemos cansarnos de orar, porque la oración todo lo puede.
  • v  En verdad el pecado ha intensificado sus armas en los últimos tiempos y ha renovado su ofensiva contra las almas incautas, a las que ciega con sus halagos engañosos para llevarlos al infierno.
  • v  Nadie puede vivir sin Dios y menos los incrédulos. Incluso los que no creen en Dios, los que niegan su existencia, o lo insultan o lo blasfeman, viven por el aliento de vida que Dios les da y es Él quien los sostiene. Viven gracias a Aquel cuya existencia niegan o abominan. Eso es algo trágico y a la vez, grotesco.
  • v  ¿Qué se puede hacer para salvar de su engaño a aquellos que Satanás ha cegado y endurecido? ¿A los que corren hacia al abismo y que, en la práctica, aunque no lo sepan, han vendido su alma al diablo? Orar, orar por ellos, y confiar en la misericordia de Dios.
  • v  No seamos duros con los pobres, incluso cuando los ayudamos, porque Jesús está en ellos. No sea que algún día Él nos diga: Tuve hambre y me diste de comer, pero me lo diste de mala gana y humillándome.
  • v  El sufrimiento que debe ser aceptado es el que sólo Dios puede aliviar, porque viene de Él.
  • v  A veces pasamos por sufrimientos cuya causa desconocemos y que rechazamos, porque honestamente creemos que no los merecemos. Pero el que sufre pensando en los sufrimientos mucho mayores y más injustos de Cristo, gana un gran tesoro para el cielo, porque se hace semejante a Él.
  • v  En la práctica los seres humanos nos comportamos como lobos hambrientos unos con otros, y no sólo los asaltantes, o los soldados en el fragor de la batalla. También muchos empresarios "decentes" se comportan así con sus clientes, y no están satisfechos si no los esquilman y despedazan con sus dientes para enriquecerse.
  • v  "El mal sólo puede ser vencido por el amor". Gran verdad. De ahí que se nos exhorte a no devolver mal por mal, sino bien por mal.
  • v  La bondad, la generosidad, la pureza son escasas en nuestro mundo que ha perdido su verdadero centro, porque esas virtudes se marchitan en la persona egocéntrica, egoísta, y todo en ella gira en torno de sí misma y no de Dios.
  • v  En efecto, el fondo de muchas almas es semejante a una cloaca, y muchas veces, por desgracia, sale a flote, y contamina a otros.
  • v  Cuanto más pequeños seamos, esto es, menos orgullo haya en nosotros, mayor será el fruto de la palabra de Dios en nuestra alma, mayor respuesta suscitará, mejor la comprenderemos. En cambio el orgullo hace que nuestra mente no entienda lo que Dios dice, o lo entienda mal, o limitadamente. Es inevitable que así sea, porque el orgullo hace que Dios nos mire de lejos.
  • v  ¿Cómo guía Su corazón a mi corazón? Inspirándole sentimientos semejantes a los Suyos. ¿Y Su espíritu a mi espíritu? Inspirándome ideas basadas en las Suyas. ¿Y Su mano a mi mano? Guiándome para que actúe como Él actuaría si estuviera en mi lugar. Pero en muchas ocasiones mi reacción natural es demasiado humana y carnal, y no se asemeja en nada a Él.
  • v  Jesús dijo: "El que no es conmigo, contra mí es." (Mt 12:30) No hay término medio. Son actitudes totalmente diferentes, que llevan también a resultados opuestos. Proverbios dice que el impío se apresura con los pies para hacer lo que al final será para su daño (6:18), aunque momentáneamente le acarree alguna ventaja.
  • v  ¡Qué cierto es que los que están sólo ocupados en gozar de la vida no tienen mente ni ojos para las cosas superiores, espirituales! ¡Cuán grande y amarga será la sorpresa que se llevarán cuando descubran que éstas eran las que valían la pena, porque son duraderas, mientras las que los tenían ocupados eran pasajeras!
  • v  El amor que sentimos unos por otros nos protege de la justicia divina, porque Dios se goza en la unidad de los hermanos.
  • v  Así como los padres se gozan satisfaciendo los deseos de sus hijos. Dios, que es un padre infinitamente más amoroso que los mejores padres humanos, se goza satisfaciendo nuestros deseos, y si no los colma todos, es porque nos conoce y sabe cuáles son nuestros límites.
  • v  Es más fácil ceder a la tentación que vencerla, pero las consecuencias pueden ser fatales.
  • v  ¿Qué mejor regalo podemos hacerle a Jesús que un alma que se convierta y empiece a amarlo? Aunque Él es Dios y lo tiene todo. Él está ansioso de que le hagamos tales regalos.
  • v  Él es en verdad como un mendigo que estira su mano pidiendo una limosna de almas que aún no lo conocen. ¡Cuánto nos cuesta dársela! ¡Pero cómo seremos recompensados si lo hacemos!
  • v  Lejos de Dios para siempre hay un sufrimiento infinito; cerca de Él, un gozo eterno.
  • v  En verdad, la sensualidad destruye al alma, y le corta las alas para volar hacia su Creador.
  • v  Por muy indignos que seamos, Jesús nos ofrece siempre su perdón y se regocija en dárnoslo.
  • v  Jesús está intensamente involucrado en la vida de los que lo aman sinceramente. Él ama, se goza y sufre con ellos, y toma parte en todo lo que hacen, menos, naturalmente, en el pecado.
  • v  A todos ha asignado el Señor un lugar y una tarea. El éxito en la vida depende de cuán bien se asuma esa tarea y con cuánta responsabilidad se lleve a cabo.
  • v  Los hombres somos como árboles que damos fruto de acuerdo a nuestra calidad, o a nuestra naturaleza. Según sea el árbol, como dijo Jesús, da buen o mal fruto. Pero la mayoría son árboles malos o, siendo buenos, tienen el tronco carcomido de gusanos.
  • v  Sólo Jesús es verdadero, porque todos los seres humanos, aun los mejores, somos más o menos falibles.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#878 (26.04.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde IVI. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). DISTRIBUCIÓN GRATUITA. PROHIBIDA LA VENTA. 

No hay comentarios: