martes, 5 de mayo de 2015

JESÚS ANUNCIA SU MUERTE II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
JESÚS ANUNCIA SU MUERTE II
Comentario de Mateo 16:26 al 28
Jesús continúa con la enseñanza que ha iniciado después haber anunciado su próxima pasión y muerte en Jerusalén.
26. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
¿De qué les sirvió a los grandes conquistadores, a los grandes tiranos, a los forjadores de las grandes fortunas, lo que alcanzaron en vida, si al final se condenaron? ¿De qué le sirve al hombre tener en vida todo lo que quiere, si al final se va a infierno? El bien que obtuvo aquí fue transitorio, pero lo que viene después de la muerte, no tiene fin. ¿No es una locura trabajar por lo que no dura y descuidar lo que perdura?
Yo desearía que esta frase de Jesús sea puesta como lema en grandes letras en los directorios de los grandes bancos, de las grandes empresas, en las oficinas de los hombres más ricos del orbe para que les recuerde esta verdad inexorable. ¿De qué sirve acumular todo el dinero del mundo y ser más rico que Creso, si todo lo que uno tiene no le alcanza para comprar el ingreso al cielo?
El disfrute del dinero puede durar cincuenta o más años, pero ¿qué es eso comparado con la eternidad? Menos que una milésima de segundo. ¿Quién sería el insensato que optaría por gozar de un segundo de placer a cambio de que le pongan una plancha ardiente sobre la piel durante un minuto? Nadie, a menos que esté loco.
Un millón de millones de siglos es nada comparado con la eternidad. ¿De qué le sirve al dictador controlar la vida de sus conciudadanos con el puño –como ocurre en algunos países- si después no puede evitar que lo arrojen para siempre a un calabozo de fuego? ¿Al lugar del llanto y del crujir de dientes? (Mt 8:12; 13:42; 24:51; 25:41)
El dólar, la libra esterlina, el Euro, no se cotizan en el más allá. Todo el oro acumulado en Fort Knox (Nota 1) no alcanzaría para pagar un instante de alivio a las llamas del infierno. El que es condenado al infierno ¿con qué podría pagar el rescate de su alma?
Sólo el que no cree que hay un más allá donde se cosecha el fruto de nuestras obras se burla de esas preguntas. Pero cuando muera se llevará una sorpresa terrible. Aullará de pavor. Si pudiéramos escuchar sus gritos se nos romperían los tímpanos.
Alguien escribió: “Si has de perder todo, salva al menos tu alma.” Porque todos los bienes de este mundo, riquezas, honores, placeres, pueden ser recobrados, si se pierden; pero el alma, una vez perdida, es irrecuperable. Todas esas cosas son extrínsecas a nuestra persona, pero el alma es lo más intrínseco, lo más íntimo de nuestro ser, es uno mismo (Lapide). Satanás compra el alma humana al precio más bajo, por el vil placer de los sentidos, que no dura y al final produce hastío; pero una vez que la atrapa, la atormentará por toda la eternidad. Como dice Bernardo de Claraval: “Ofrece al hombre una manzana, y lo priva del paraíso.”
27. “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”
Sí, y ese día –el día del juicio final- todos recibirán el pago que se merecen. Nadie puede eludirlo. El que creyó y el que no creyó. El que siguió las normas de Dios, y el que siguió los consejos del diablo. Nadie escapará. Día terrible, día de ira, día de oscuridad para algunos; día de júbilo, día de gloria, día de victoria para otros. ¿Qué es lo que quieres para ti? ¿En qué lado quieres estar ese día, a la derecha o a la izquierda del Hijo del Hombre? (Mt 25:33)
Esta es la primera vez que en el evangelio de Mateo se menciona el fin de los tiempos, pero es una de las tantas en que se menciona la verdad más repetida de toda la Biblia, que Dios pagará a cada cual según sus obras (Sal 62:12; Pr 24:12; Jr 17:10; Ez 18:30; Rm 2:6; Ap 2:23; 22:12). Y si eso es cierto, ¿para qué quieres vivir? ¿Para hacerte un tesoro indestructible en el cielo? ¿O para acumular una deuda impagable en el infierno? Escoge.
En referencia a ese día de gloria, en el pasaje paralelo de Marcos figura esta frase notable: “Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.” (Mr 8:38; cf Mt 10:33).
¿Quieres tú que Jesús se avergüence de ti ese día? Nadie lo quisiera. ¿Pero cuántos alguna vez, y por respeto humano, no nos hemos avergonzado de ser discípulos suyos? ¿Cuántos hemos querido ocultarlo para que no se burlen de nosotros? Nos portamos como émulos de Pedro.
28. “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.”
Este es uno de los versículos más intrigantes y enigmáticos de los evangelios y uno de los que más discusiones ha ocasionado.
Hay dos maneras principales de entender esta declaración solemne de Jesús, hecha inmediatamente después del anuncio de su segunda venida, esta vez no para morir, sino para juzgar. La primera es asegurar que esa venida ocurrirá pronto, puesto que afirma que algunos de los que le están oyendo, es decir, algunos de sus apóstoles, estarán todavía vivos cuando Él venga. ¿Quiénes estarán vivos? No lo dice, ni lo sugiere, pero una deducción fácil es que los más jóvenes. Pero eso es aventurado, porque no tiene en cuenta el desarrollo de la vida de cada cual y de sus circunstancias.
La segunda posible interpretación es que Jesús se está refiriendo a la manifestación gloriosa de su identidad divina que va a ocurrir seis días después, esto es, a su transfiguración en el monte Tabor, en presencia de tres de sus discípulos. Pero si se trata de algo que ocurrirá muy pronto, las palabras “algunos no gustarán la muerte” (2) antes de que lo anunciado suceda, no tienen sentido: Seis días es un plazo demasiado corto. Por eso la mayoría de los intérpretes deducen que se trata de un acontecimiento no muy cercano, pero tampoco muy lejano, dentro de pocas décadas, puesto que ocurrirá cuando algunos de los que le escucharon estén todavía vivos.
Pero si es así como deben interpretarse sus palabras, ¿se equivocó Jesús? Pues ya han corrido casi dos mil años, y aún no ha retornado a la tierra. Lo cierto es que la iglesia primitiva interpretó el anuncio de la segunda venida de Jesús como un acontecimiento que iba a ocurrir pronto, casi inminente, al punto que Pablo consideró necesario moderar la expectativa de los tesalonicenses respecto de esa venida gloriosa, diciéndoles que antes de que ocurra ha de venir una apostasía general, y aparecer el “hombre de pecado” acompañado de manifestaciones engañosas de poder que Satanás le prestará (2Ts 2:1-12).
Esto es, su retorno a la tierra como juez no era tan inminente como los primeros cristianos esperaban. Esta interpretación es apoyada por las últimas palabras que, según Mt 28:20, pronunció Jesús antes de ascender al cielo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”, o “hasta el fin de los tiempos”, según otra traducción. (3) Es decir, se trata de un acontecimiento lejano.
No obstante, muchos estudiosos siguen adoptando la segunda interpretación, pese a las objeciones mencionadas: Las palabras del versículo que analizamos se refieren a la transfiguración.
Nótese que las palabras de este versículo no pueden referirse a la resurrección de Jesús, ni a su manifestación a sus discípulos durante cuarenta días, ni a su ascensión al cielo, porque cuando ocurrieron esos acontecimientos ninguno de sus discípulos había muerto, salvo Judas, el traidor. Es decir, los once estaban vivos. Pero las palabras de Jesús dan a entender que sólo algunos lo estarían.
Pero hay una tercera interpretación posible de ese anuncio, y es que se refiere a la destrucción del templo de Jerusalén por los ejércitos romanos, ocurrida el año 70, cuarenta años después de la muerte de Jesús, y después de un sitio de cuatro años, durante el cual se cumplieron las palabras proféticas de Jesús acerca de la gran tribulación, y del gran sufrimiento que padecerían los habitantes de la ciudad, porque “no conocieron el día de su visitación.” (Lc 19:44).
Jesús advirtió solemnemente a sus discípulos: “Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos sabed entonces que su destrucción ha llegado.” (Lc 21:20) y los instó a alejarse lo más rápido posible de la ciudad (Mt 24:16-18). Para esa fecha algunos de sus apóstoles estarían todavía vivos, aunque no sabemos quiénes, salvo Juan. La destrucción del templo significó el final de los sacrificios de animales y de todas las ceremonias conectadas con ese santuario, y enseñó a los cristianos judíos, de una manera práctica y contundente, que esos ritos, a los que algunos todavía se aferraban, ya no debían ser observados. En suma, significó la victoria definitiva del cristianismo sobre el judaísmo.
Pareciera que Jesús, en los  vers. 27 y 28, hubiera juntado dos acontecimientos diferentes y distantes entre sí en el tiempo: El juicio de la humanidad al final de los tiempos, y la destrucción del templo de Jerusalén el año 70, tal como hace también en Mateo 24.
Cabría mencionar todavía el punto de vista muy plausible, expresado por Gregorio Magno (siglo VII) y otros exégetas posteriores, de que esa frase se refiere a la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, y al rápido crecimiento de la iglesia durante las décadas siguientes. Esta posición identifica el reino de Dios con la iglesia, posición que muchos niegan. Sin embargo, esta interpretación del versículo que nos ocupa podría derivarse de su redacción en Mr 9:1: “De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.” Estas palabras bien podrían aplicarse al crecimiento fulminante experimentado por la iglesia a partir de Pentecostés, y que narra el libro de Hechos, el cual sería inexplicable si no hubiera sido obrado por el poder de lo alto.
Notas: 1. Lugar donde se guardan las reservas de oro de EEUU.
2. ¿Puede gustarse la muerte, es decir, encontrar algo agradable en ella? El verbo geúo significa “percibir el sabor” (Mt 27:34; Lc 14:24; Jn 2:9; Hch 23:14; Col 2:21) y también “tomar alimentos” (Hch 10:10; 20:11). Pero en conexión con la muerte significa simplemente experimentarla. Así, por ejemplo, en Hebreos 2:9, o en Juan 8:52 (sufrir la muerte). Pero el verbo empleado en la versión Reina Valera 60 suscita un interrogante: ¿Puede la muerte ser una experiencia agradable? Generalmente se suele pensar que la muerte es una experiencia desagradable, dolorosa, a la que la gente le tiene espanto. Y lo es efectivamente en muchísimos casos, sobre todo cuando llega como consecuencia de una enfermedad penosa. Lo es también muchísimo para el que muere impenitente e intuye que lo espera el infierno, pero no quiere arrepentirse.
Lo es, además, porque morir significa abandonar esta vida que tanto amamos. Pedro, incluso, al hablar de la resurrección de Jesús el día de Pentecostés, dice que Dios lo levantó “sueltos los dolores de la muerte” (Hch 2:24), algo así como los que experimenta la mujer en el parto. La muerte es, efectivamente, una forma de parto, porque el alma y el espíritu del ser humano abandonan el cuerpo en el que han estado alojados durante un tiempo, tal como el feto abandona el seno materno, para nacer a una nueva vida. Esta última realidad, que es la definitiva, explica que el salmista pueda decir: “Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de los santos” (Sal 116:15) en un verso que parece insertado en medio del texto, sin conexión aparente con lo que viene antes, ni con lo que viene después, y que significa que Dios vela sobre la muerte de aquellos que le han servido, y hace que su lecho de muerte “sea tan suave como almohadas de plumas”, como dice un poeta. Para aquellos que se duermen en el Señor, y que están seguros de la recompensa que les espera, la muerte puede ser una experiencia dulce, así como puede ser también edificante para los que los rodean. La muerte es en realidad –como reza la expresión popular- “pasar a mejor vida”.
3. Se trata aquí de la presencia constante de Jesús en la iglesia, mediante la predicación de la palabra, la Cena del Señor, y la inhabitación del Espíritu Santo en los creyentes.


Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES: EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA, TEL. 4712178.

#866 (01.02.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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