LA VIDA
Y LA PALABRA
Por José Belaunde M-
LA CONFESIÓN DE PEDRO II
Un Comentario de Mt 16:18
Después de que Pedro confesara que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios
viviente, y que Jesús lo llamara bienaventurado, porque esa verdad sólo le
podía haber sido revelada por su Padre, Jesús añade:
18. “Mas yo
también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y
las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.”
Este es uno de los versículos del Nuevo Testamento que más polémicas ha suscitado
en los últimos siglos. Notemos para comenzar que a las enfáticas palabras de
Pedro en el vers. 16: “Tú eres el
Cristo…”, Jesús le responde con igual énfasis: “Tú eres Pedro…” Y no le dice “Tú serás llamado…”, sino: “Tú eres Pedro”, significando el papel
que él estaría llamado a cumplir en los primeros pasos de la iglesia, función
que él desempeñaría no en virtud de sus cualidades personales, sino de la
unción que reposaría sobre él.
Notemos de otro lado que en este versículo
hay dos partes: lo que Jesús dice acerca de Simón Pedro, y lo que dice acerca
de la iglesia.
Comencemos por lo primero. Apoyándonos en
Robert Stein (Nota 1) lo
primero que tenemos que considerar es que en su traducción al griego la
frase contiene un juego de palabras entre pétros
(piedra) y petra (roca). Algunos
autores minimizan la importancia de este juego de palabras señalando que no son
idénticas: Pétros es masculino,
mientras que petra es femenina.
Pero hay dos
argumentos contra esa posición: 1) La diferencia entre ambas palabras se debe a
que la palabra petra es siempre
femenina en griego, mientras que Pétros es
necesariamente masculino, siendo el nombre atribuido a un varón. 2) En el
idioma arameo en que Jesús hablaba no hay ninguna diferencia entre las dos
palabras. La palabra usada por Jesús para Pedro y roca es la misma: Kefa. En ese idioma Jesús dijo: “Tú eres
Kefa y sobre este Kefa edificaré mi iglesia”.
Algunos
comentaristas, como Calvino, sostienen que petra
se refiere a la confesión de Pedro, o a su fe, no a él mismo. Pero esta
interpretación, como atinadamente sostiene Marvin Vincent, (2) es contraria al
sentido natural de la frase.
Otros arguyen que
petra se refiere a Cristo, pero eso
es insostenible, porque en esa frase Jesús aparece como el arquitecto, como el
que edifica, no como el fundamento. No puede ser las dos cosas a la vez.
No deja de ser sorprendente que Jesús
aplique a Pedro la palabra “roca” que en otro lugar el Nuevo Testamento la
aplica a Él, como cuando Pablo escribe: “Todos
bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que
los seguía, y la roca era Cristo.” (1Cor 10:4). De hecho el Antiguo
Testamento llama con frecuencia a Dios “roca”. Por ejemplo en 2Sm 22:2, o en el
Salmo 89:26.
Pero eso no debe llamarnos la atención, porque
el Nuevo Testamento no considera impropio aplicar a los miembros de Cristo los
términos que se aplican a Él, como cuando 1P 2:4 llama a Cristo “piedra viva”, y el vers. 5 llama a los
creyentes “piedras vivas”.
Dicho sea de paso, vale la pena notar que ni
en arameo ni en griego existían los nombres propios Kefa, o Cefas, o Pétros. Ése es un uso que Jesús
introdujo en los lenguajes del mundo.
Algunos autores, en el calor de las
discusiones teológicas, minimizan la importancia del papel que jugó Pedro en las
primeras décadas de la iglesia.
Voy a concentrarme en este aspecto porque es
importante desde el punto de vista de la historia. Sin embargo, quisiera hacer
previamente una constatación fundamental: La iglesia es a la vez una
institución humana (es decir, constituida y gobernada por seres humanos),
terrena, temporal, y una institución divina, atemporal, como cuerpo de Cristo.
Un hombre podía ser puesto como fundamento de la primera, pero sólo Jesús puede
serlo de la segunda, como Pedro mismo da testimonio en su primera epístola: “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada
ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa”, añadiendo: “La
piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo.” (1P2:4,6,7).
O como Efesios confirma: “Edificados
sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del
ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va
creciendo para ser un templo santo en el Señor.” (2:20,21).
Es innegable que Pedro desempeñó un papel
de liderazgo en el grupo de los doce discípulos que Jesús llamó a su lado, y
que luego lo desempeñó en los primeros pasos que dio la iglesia, en ambos casos
como “primus inter pares”, es decir, como el primero entre iguales.
Desde el inicio de la vida pública de Jesús,
Simón, por su temperamento fogoso, jugó un papel de líder dentro del grupo (3).
Este es un hecho que los redactores de los
evangelios reconocen porque en las listas de los doce apóstoles, Pedro aparece
siempre a la cabeza –y Judas, el traidor, al final (Mt 10: 2-4; Mr 3:14-19; Lc
6:12-16; Hch 1:13). Simón Pedro figura también siempre a la cabeza de los tres
que conformaban el círculo más íntimo de Jesús (Mt 17:1; Mr 9:2; Lc 9:28).
Al hablar de los doce a veces la Escritura
se refiere simplemente a Pedro y a los demás apóstoles (Hch 2:37; véase Lc 9:32; Mr 16:7). Sintomáticamente el Nuevo
Testamento menciona a Pedro 195 veces, muchas más veces que al apóstol a quien
más se menciona enseguida, que es Juan, que figura 27 veces; seguido por Judas,
17 veces; Andrés, 11; y Tomás, 10. Esto nos da una idea de la importancia que
el Nuevo Testamento adjudica a Pedro. Incluso a Pablo, pese a su enorme
importancia, se le menciona menos veces que a Pedro, esto es, 173.
Con frecuencia Pedro cumple el papel de
vocero de sus colegas expresando los sentimientos del grupo (Mt 16:22; 18:21;
19:27; Jn 6:68,69).
Pedro juega un papel protagónico en la
Última Cena. Cuando Jesús empieza a lavarles los pies a sus discípulos, Pedro
se niega a que Jesús lo haga con él, pero cuando Jesús le contesta que si no se
los lava no tendrá parte con Él, Pedro reacciona impulsivamente diciendo que le
lave entonces también las manos y los pies (Jn 13:6-9). Más adelante cuando
Jesús anuncia que uno de los doce lo va a traicionar, Pedro sugiere a Juan, que
está recostado al lado de Jesús, que le pregunte quién es. El Maestro responde
con un gesto discreto que aparentemente no es captado por nadie (Jn 13:21-28).
En Getsemaní al llegar Judas acompañado de
una turba con palos para prender a Jesús, Pedro (según Jn 18:10,11; los otros
evangelistas no lo identifican) hiere a un siervo del sumo sacerdote en la
oreja. Jesús reprende al discípulo agresor (Mt 26:51-54) y sana la oreja del
siervo (Lc 22:49-51).
Cuando las mujeres que habían ido a ungir
el cadáver de Jesús se dieron con la sorpresa de que Jesús había resucitado, el
ángel que estaba sentado a la derecha del sepulcro les dijo que fueran a dar la
noticia “a sus discípulos y a Pedro”, como
reconociendo el papel prominente que éste desempeñaba (Mr 16:7). Al recibir la
noticia Pedro y Juan reaccionan corriendo al sepulcro para verificar lo
ocurrido. Juan, que es el más joven, llega primero, pero no entra en el
sepulcro, sino, en señal de deferencia, espera que llegue Pedro y sea él quien
entre primero (Jn 20:4-8). Lucas menciona en ese episodio sólo a Pedro (24:12).
Pedro es el apóstol a quien Jesús
resucitado se aparece primero, como atestiguan Lucas (24:34), y Pablo (1Cor
15:5). Después de haberse aparecido a siete de sus discípulos en el mar de
Tiberias, y ocurrida la pesca milagrosa (Jn 21:1-14) –episodio en que Pedro
juega un papel principal- Jesús da a Pedro tres veces el encargo único y
especial de apacentar, o pastorear, a sus ovejas, es decir, a los que más
adelante iban a creer en Él (Jn 21:15-17). Es interesante que en esa ocasión
Jesús se dirija nuevamente a Pedro llamándolo Simón, añadiendo su patronímico,
hijo de Jonás, como hizo cuando lo llamó “bienaventurado”, en el versículo 17 que
estudiamos en el artículo anterior.
Es cierto también que Pedro fue el único de
los apóstoles que en el momento de la prueba negó a su Maestro tres veces, tal
como Jesús había anunciado (Mt 26:69-75; Mr 14:66-72; Lc 22:55-62; Jn 18:15-18 y
25-27). Por ello el diálogo mencionado arriba, en que Jesús le pregunta a Pedro
tres veces si lo ama, es considerado como la ocasión en que Jesús restaura a
Pedro, confirmándole que lo ha perdonado, y asignándole un rol particular.
Cuán importante sea el episodio de la
negación de Pedro lo muestra el hecho de que sea consignado por los cuatro
evangelistas. Y es por un buen motivo, porque el episodio contiene para
nosotros una enseñanza capital, porque nos advierte contra el peligro de confiar
soberbiamente en nuestras propias fuerzas.
Cuando los discípulos regresan a Jerusalén después
de contemplar a Jesús ascender al cielo, es Pedro el que toma la iniciativa de
que se escoja a un discípulo para que tome el lugar de Judas (Hch 1:15-26).
Una vez iniciada la vida de la iglesia
Pedro asume el papel asignado de liderazgo, como puede verse en los primeros
capítulos del libro de los Hechos. El domingo de Pentecostés, es Pedro, no Juan
ni su hermano Santiago, quien predica a las multitudes, con el resultado de que
tres mil se añaden a la iglesia (Hch 2:14-41). Después de la curación del
paralítico en la puerta del templo, obrada por Pedro y Juan, Pedro es el que se
dirige a las multitudes en el pórtico de Salomón (Hch 3:11-26). Cuando los dos
apóstoles son llevados ante el Concilio para responder por sus actos, es Pedro
quien toma la palabra (Hch 4:8-12). Juan se queda discretamente callado o, al
menos, el libro de Hechos no consigna ninguna palabra suya en ese momento.
Más adelante es Pedro, como jefe de la
naciente comunidad, quien increpa a Ananías y Safira por haber mentido respecto
del precio de venta de una propiedad que trajeron a los apóstoles (5:1-11).
El libro de Hechos menciona varias veces
los milagros que hace Pedro (5:15; 9:33,34,38-42), pero rara vez los que hacen
los otros apóstoles, aunque no hay dudas de que también los hacían (5:12-16;8:13).
Cuando el Evangelio empezó a ser predicado
con éxito en Samaria los apóstoles enviaron allá a Pedro y a Juan para que los
recién convertidos reciban el Espíritu Santo (Hch 8:14), pero nótese que son
los apóstoles, como cuerpo colegiado, los que toman esa decisión. Luego es
Pedro quien confronta a Simón el Mago, cuando éste les ofrece dar dinero a
cambio de la facultad de otorgar el Espíritu Santo mediante la imposición de
manos (8:18-23).
Cuando el Espíritu Santo decide que ha
llegado el momento de abrir la puerta del Evangelio a los gentiles, es Pedro el
que es llamado a hacerlo, predicando en casa de Cornelio (10:1-5).
Era inevitable que Pedro sufriera
persecución. Después de haber hecho decapitar a Santiago el mayor (Hch 12:2,
que era uno de los tres del círculo íntimo de Jesús) Herodes Agripa hizo
apresar a Pedro con un propósito semejante. La historia de su liberación
milagrosa es narrada en Hch 12:3-19. (4)
Pablo, después de haber predicado en
Damasco a los gentiles, sin haber consultado con ningún apóstol, dice que al
cabo de tres años consideró necesario subir a Jerusalén para ver a Pedro, con
quien permaneció quince días, pero no vio a ningún otro apóstol sino a
Santiago, el hermano del Señor, que compartía con Pedro la dirección de la
iglesia de esa ciudad (Gal 1:17-19). Cuán conciente era la iglesia entonces del
papel que cumplía Pedro lo vemos en la declaración de Pablo de que, cuando
volvió a subir a Jerusalén catorce años después de la visita anterior, los
ancianos de Jerusalén reconocieron que a él se le había “encomendado el evangelio de la incircunsición, como a Pedro el de la
circunsición” (Gal 2:7), es decir a él se le encomendó predicar a los
gentiles y a Pedro a los judíos. En esa ocasión, relata él, los “que eran considerados como columnas”, esto
es, Santiago, Cefas y Juan, le dieron a él y a Bernabé “la diestra en señal de compañerismo.” (Gal 2:9).
La posición prominente de Pedro se observa
además en el desarrollo del Concilio de Jerusalén. Pedro es el primero que se
levanta para zanjar la discusión entre los que querían imponer la circuncisión
y el cumplimiento de toda la ley de Moisés a los gentiles que se convirtieran,
y los que no lo consideraban necesario, poniéndose del lado de los segundos.
Eso dio pie a que Santiago lo secundara proponiendo que se enviara a las
iglesias de la gentilidad una carta conciliatoria pidiéndoles solamente que se
abstengan de cuatro cosas: “de lo
sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación” (Hch 15:29),
la cual sería llevada por Bernabé y Pablo, acompañados por Judas y Silas.
Es cierto que, pese a lo decidido en el
Concilio de Jerusalén, Pedro en una ocasión se mostró vacilante respecto de la
incorporación sin restricciones de los gentiles a la iglesia, porque cuando él
fue a Antioquia, al comienzo se sentaba a la mesa junto con los cristianos
gentiles. Pero cuando vinieron a la ciudad unos cristianos judíos cercanos a
Santiago, que todavía mantenían que los gentiles que se convirtieran a Cristo debían
primero hacerse judíos, circuncidándose, Pedro -e incluso el mismo Bernabé-
dejó de juntarse con los cristianos gentiles, por lo que Pablo se vio obligado,
según cuenta él mismo, a reprenderlos delante de todos por su conducta
hipócrita (Gal 2:11-16). Sin embargo, notemos que no es a Bernabé, ni a ninguno
del partido de Santiago, sino a Pedro a quien Pablo reprende, porque la actitud
que Pedro tomara servía de ejemplo para los demás.
Recapitulando todo lo expuesto podemos
decir que los primeros cristianos, y los ancianos de la iglesia, reconocieron
que Pedro había recibido un encargo especial del Señor para que él fuera el
líder de los demás apóstoles en la edificación del edificio de la iglesia como
institución humana, edificación cuyo fundamento es Cristo. (Continuará).
Notas: 1. Profesor del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico (Bautista) de
Bethel, y autor entre otros libros, de “Interpreting Puzzling Texts in the New
Testament”, cuya lectura recomiendo.
2. Profesor
del Union Theological Seminary de Nueva York, a finales del siglo XIX, y autor
del libro capital “Word Studies in the New Testament”, en cuatro volúmenes.
3. Los
dos primeros discípulos de Jesús fueron Juan y Andrés. Éste trajo donde Jesús a
su hermano Simón y Jesús le dijo en ese momento: “Tú eres Simón, hijo de Jonás, y serás llamado Cefas.” (Jn 1:42),
que es la forma griega del arameo Kefa. Vale
la pena notar que Andrés es el primero de los apóstoles que declaró que Jesús
es el Mesías (Jn 1:41), y que incluso Marta hizo esa declaración antes que
Simón, aunque en privado (Jn 11:27).
4. Este
Herodes es Agripa I, nieto de Herodes el Grande, que gobernó sólo tres años,
del año 41 al 44, en que murió comido por gusanos por haber aceptado un
homenaje que sólo se puede rendir a Dios (Hch 12:22,23).
Amado lector: Si tú no
estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo
te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por
todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque
te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo
ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy.
Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi
corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#863 (11.01.15). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
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