viernes, 17 de abril de 2015

LA CONFESIÓN DE PEDRO III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
LA CONFESIÓN DE PEDRO III
Un Comentario de Mateo 16:18-20
Después de haber examinado en el artículo anterior lo que Jesús dice acerca de Pedro en el vers. 18, veamos enseguida lo que Jesús dice ahí acerca de la iglesia.
Jesús le dice a Pedro: “sobre esta roca edificaré mi iglesia.” Subrayo el pronombre “mi” porque la iglesia es suya, es Él quien la edifica y es a Él a quien pertenece.
Es notable que la palabra “iglesia”, que ocupa un lugar prominente en el libro de los Hechos, aparezca sólo dos veces en boca de Jesús y en los evangelios: en este pasaje, y en Mt 18:17, cuando Él habla de la solución de entredichos entre creyentes.
Esta palabra, “ekklesía”, viene del verbo ekkaleo (convocar, congregar), de modo que su sentido primario es el de una asamblea de ciudadanos, como la que se menciona en Hch 19:39, pasaje en el que la palabra griega que es traducida por “asamblea” es ekklesía.
Pero Pablo en tres ocasiones se refiere a la “iglesia” en casa de alguien (Rm 16:5; Col 4:15; Flm 2). En este caso la iglesia es un grupo de personas que celebra reuniones de culto de manera regular en casa de un creyente.
En el lado opuesto vemos que en la Septuaginta, la palabra ekklesía es usada para traducir la palabra hebrea qahal (congregación, convocación, asamblea) como en Sal 22:22, la cual, como es el caso de ekklesía, viene también de un verbo que significa “convocar”.
Pero el sentido en el cual Jesús parece usar esta palabra tiene un significado espiritual más profundo, que apunta al que aparece con claridad en Ef 1:22, por ejemplo, donde se afirma que la iglesia es el cuerpo de Cristo (cf Col 1:18,24). Él usa esta palabra en oposición conciente a la otra palabra con que se solía traducir qahal, esto es, “sinagoga”.
Todos los cristianos son miembros de esta congregación que es edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef 2:20). En ella sus miembros son “piedras vivas”, edificadas como “casa espiritual” y cuya “cabeza del ángulo” es la piedra que los edificadores anteriores desecharon y que, por ese motivo, se convirtió en piedra de tropiezo para muchos (1P 2:4-8).
Es interesante notar que mientras que a la congregación, o casa de Israel, se pertenecía por nacimiento físico, a la iglesia, o congregación de los santos, se pertenece no automáticamente al nacer, sino en virtud de un nuevo nacimiento diferente, de orden espiritual, como le explicó Jesús a Nicodemo (Jn 3:3-6), por el cual el Espíritu Santo viene a morar en el creyente. Por ello a la iglesia, cuerpo de Cristo, pertenecen no necesariamente todos los llamados –que son muchos- sino sólo los escogidos –que son pocos (Mt 20:16; 22:14).
Jesús continúa diciéndole a Pedro en 16:18b: “Las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.”
El Hades, o Sheol, no es aquí el lugar de tormento, lo que nosotros llamamos “infierno” (aunque con frecuencia la frase es traducida como “las puertas del infierno”), sino simplemente el poder o dominio de la muerte. El significado básico de esta frase es que la iglesia no será tocada o absorbida por la muerte, sino que subsistirá eternamente, porque eterno es el que la fundó y sostiene, Aquel que constituye su fundamento.
Ésta es una predicción muy osada si se tiene en cuenta, primero, que todas las instituciones humanas son pasajeras; y, segundo, que fue dicha por un maestro itinerante, en un pequeño país dominado por fuerzas extranjeras, y que Él mismo no contaba con ningún apoyo ni sello de aprobación oficial que pudiera dar cierta semblanza de credibilidad a sus palabras.
La expresión “Las puertas del Sheol” (o del Hades) es muy común en la literatura pseudoepigráfica, y en la literatura griega, y es usada en el Antiguo Testamento para significar la cercanía de la muerte, como en el caso del rey Ezequías cuando, habiendo enfermado, estaba a punto de morir, y después de llorar, exclamó: “A la mitad de mis días iré a las puertas del Sheol; privado soy del resto de mis años.” (Is 38:1-10. Pasar a través de esa puerta es morir. (Como sabemos, en respuesta a su oración, Dios le prometió, por boca de Isaías, quince años de vida adicionales.) Expresiones similares se encuentran en Jb 38:17 y en los salmos 9:13 y 107:18. (Nota 1)
En Hebreos se dice que Jesús por medio de su muerte destruyó “al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (2:14). Satanás es el enemigo jurado de la iglesia, que ha suscitado, y sigue suscitando, enemigos de la iglesia que lucharán contra ella, buscando destruirla, como vemos claramente en nuestros días.
Ése es el poder de las tinieblas que trata de arrastrar al mayor número de almas a su reino, y que ve en la predicación del Evangelio el más grande obstáculo para sus propósitos malignos. Y por eso conspira junto con sus aliados humanos para destruir la obra que hace la iglesia, o para pervertirla o destruirla, suscitando persecuciones contra sus miembros fieles, suscitando falsas doctrinas y herejías que desvirtúan su mensaje, extraviando a los incautos; o inventando “religiones” rivales que atraen a los creyentes, y que le hacen la guerra al cristianismo tratando de que desaparezca. El salmo 83 describe figuradamente esos esfuerzos: “Oh Dios, no guardes silencio; no calles, oh Dios, ni te estés quieto. Porque he aquí que rugen tus enemigos, y los que te aborrecen alzan cabeza. Contra tu pueblo han consultado astuta y secretamente, y han entrado en consejo contra tus protegidos.” (vers 1-3)
Vemos cómo en nuestros días un espíritu de incredulidad se ha difundido por los países que eran antes cristianos, y que en el pasado llevaron valientemente el Evangelio a costas y continentes lejanos. Hemos leído recientemente que en Inglaterra, un país que se distinguió en el pasado por el número de misioneros evangélicos que envió por el mundo, una gran cadena hotelera, con más de quinientos locales, ha decidido terminar con la antigua costumbre de poner un ejemplar de la Biblia en cada una de sus habitaciones. Aduce para ello “razones de diversidad”. Es sabido también que muchas empresas, y algunas líneas aéreas de ese país, prohíben a sus empleadas llevar una cruz, u otro emblema cristiano, como adorno. El Reino Unido se ha convertido, en efecto, según estadísticas recientes, en uno de los países más descreídos del mundo.
Las palabras de Jesús no garantizan que la iglesia no sufrirá persecuciones, sino que, a pesar de todas ellas, y en medio de la furia del mundo que busca destruirla (2Cor 4:9), Jesús no la abandonará, sino que la sostendrá hasta el fin de los tiempos, según su promesa (Mt 28:20). De hecho, sabemos por la historia que los cristianos fueron perseguidos ferozmente en Israel desde el nacimiento de la iglesia, habiendo sido Pablo antes de su conversión, uno de sus más encarnizados perseguidores; y empezaron a serlo en el Imperio Romano, a partir del año 64 DC por decreto del emperador Nerón, que los acusó falsamente de ser culpables del incendio de Roma, que él mismo había provocado, y que luego fueron perseguidos por sucesivos emperadores hasta inicios del siglo IV.
19. “Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”
La expresión “las llaves del reino” evoca una costumbre difundida en la antigüedad: la de entregar al vencedor de una batalla las llaves de la ciudad cuando entraba en ella victorioso (2). Era un gesto simbólico y, a la vez, práctico, porque con frecuencia el vencedor reemplazaba en el gobierno al que ejercía el poder anteriormente.
En un sentido elemental, el que posee las llaves de una casa tiene, primero, la capacidad de abrir y cerrar las puertas para dejar entrar y salir, o para prohibir el ingreso y la salida. En un sentido figurado, Jesús reprocha a los intérpretes de la ley el haber quitado, o sustraído, la llave de la ciencia, (esto es, del conocimiento de la palabra de Dios), sin que ellos entraran al mismo; y, al mismo tiempo, les reprocha impedir que otros lo hagan (Lc 11:52). En Isaías 22:22 Dios dice que pondrá sobre el hombro del sacerdote Eliaquim la llave de la casa de David, “y abrirá y nadie cerrará; cerrará y nadie abrirá.”
De otro lado, el administrador, o mayordomo, (el ama de llaves en nuestro tiempo) tiene las llaves de los depósitos, de las alacenas y de los cajones, para guardar y almacenar, o para sacar lo que sea necesario.
A Pedro se le dio, por tanto, la capacidad de abrir y explicar las verdades del Evangelio a los que las ignoraban, y con ella la misión de predicar, primero a los judíos, y luego a los gentiles, como él hizo efectivamente en Pentecostés, en un caso (Hch 2:14-40), y en el otro, cuando fue a la casa de Cornelio, y no sólo les predicó sino hizo que fueran bautizados (Hch 10). Este encargo fue por supuesto después ampliado a todos los apóstoles, y a la iglesia entera, cuando Jesús les dio el encargo de ir y hacer discípulos en todas las naciones (Mt 28:19,20). Los ministros del Evangelio tienen las llaves de un tesoro que está a su cuidado para ponerlo a disposición de otros que han de ser bendecidos y enriquecidos por ellos, así como son administradores de los misterios y “de la multiforme gracia de Dios” (1Cor 4:1; 1P4:10).
En la literatura rabínica la expresión “atar y desatar” tiene el sentido de prohibir y permitir, ser estricto o ser laxo. Así se decía, por ejemplo, que la estricta escuela de Shammaí ataba lo que la escuela liberal de Hillel desataba.
Inspirado en ese uso, lo que Jesús le está diciendo a Pedro con esta frase es que Dios avalaría todo lo que lo que él prohíba o disponga en la tierra respecto de la vida de la iglesia. Nótese, sin embargo, que en Mt 18:18 Jesús hizo extensivo este poder a todos los apóstoles y, por extensión implícita, a la iglesia, incluyendo el poder de perdonar, o no perdonar los pecados (que es lo que retener quiere decir), que Él confirió a sus discípulos al aparecérseles después de su resurrección (Jn 20:22,23). Esta facultad sólo puede ser ejercida de una manera responsable, porque el que la ejerza tendrá que dar cuenta ante el tribunal de Dios de cómo lo haga.
Así por ejemplo, podría decirse que en el Concilio de Jerusalén, convocado unos años después de la muerte de Jesús para resolver algunas controversias que habían surgido respecto de la necesidad de que los gentiles que creyeran en Jesús se circuncidaran y se abstuvieran de comer los alimentos prohibidos por la ley de Moisés, Pedro recomendó desatar lo que los judaizantes querían atar (Hch 15:7-11). Al no exigir que los cristianos no judíos se circuncidaran y respetaran las normas alimenticias de la ley, el Concilio estaba usando la autoridad de desatar que Jesús le había otorgado a Pedro y a los apóstoles en forma colegiada y, por tanto, a toda la iglesia reunida.
Pablo da cuenta del hecho de que los cristianos no están obligados a guardar los días, los meses, los tiempos y los años (Gal 4:9,10), así como tampoco los días de fiesta, las lunas nuevas y los días de reposo (Col 2:16), que los judíos de la sinagoga estaban obligados a guardar. Éstos seguían atados por normas que para aquéllos habían sido desatadas. En adelante (según Gal 3:28; Hch 10:28; 11:2,3,18) a los cristianos les estaba permitido (desatado) tener trato con gentiles, entrar en sus casas y comer con ellos, algo que a los judíos les estaba estrictamente prohibido (atado). La novedad que para el partido de la circuncisión significó ese cambio explica el reproche indignado que le dirigen a Pedro cuando regresa de casa de Cornelio: “¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?” (Hch 11:3).
20. “Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que Él era Jesús el Cristo.”
¿Por qué Jesús no quería que sus discípulos divulgasen que Él era el Mesías esperado por Israel? Porque esa revelación habría frustrado el plan de salvación del género humano concebido por Dios, que consistía en que Jesús fuera crucificado en expiación de los pecados de todos los hombres. De haber sido conciente el pueblo de quién era Jesús en realidad, no lo hubieran acusado ante los romanos, ni habrían exigido que fuera ejecutado.
Sin embargo, puede decirse que Jesús dio suficientes signos durante su vida pública de que Él era el Mesías y el Hijo del Dios vivo. Pero el reconocer estas señales estaba reservado para aquellos a quienes Dios había escogido otorgar esa gracia. Eso no libra, empero, a sus acusadores de la responsabilidad de su ceguera. La mesianidad y deidad de Jesús debían ser reveladas al mundo plenamente sólo una vez que Él hubiera resucitado. (3)
Es de notar que, de haberlo sido antes, la revelación de que Jesús era el Mesías hubiera excitado el fanatismo de las masas que esperaban la aparición de un rey guerrero que empuñara las armas y se rebelara contra los romanos (4). Esa sublevación masiva ocurriría de hecho cuarenta años después, y conduciría al aplastamiento sangriento de la rebelión, y a la destrucción del templo de Jerusalén que Jesús había previsto y anunciado (Lc 21:5,6, 20-24, Mt 24:1,2; Mr 13:1,2), como castigo porque la ciudad no conoció el día de su visitación (Lc 19:43,44).
Notas: 1. Las puertas de las ciudades en la antigüedad solían ser lugares fortificados, coronados por torres, porque en la guerra eran el primer objetivo de los que atacaban una ciudad para apoderarse de ella. De allí que la expresión. “tomar las puertas de una ciudad” era sinónimo de conquistarla.
2. Todavía en nuestros días se entrega una copia de las llaves de la ciudad a los visitantes distinguidos para honrarlos.
3. No es la primera vez que Jesús no desea que sus milagros se divulguen (Mt 8:4; 9:30). De igual manera Jesús prohibiría más adelante a sus discípulos que revelaran lo que habían visto en la transfiguración hasta después de su muerte (Mt 17:9).
4. Para evitar precisamente que los que habían sido alimentados en la multiplicación de los panes, asombrados por el milagro, quisieran proclamarlo rey, Jesús se retiró al monte a orar en forma discreta (Jn 6:14,15).
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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#864 (18.01.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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