Por José Belaunde M.
AMONESTACIONES DE LA SABIDURÍA II
Un Comentario de Proverbios 1:20-33
20. “La sabiduría clama en las calles, alza su voz en las
plazas;” 21.
“Clama en los principales lugares de
reunión; en las entradas de las puertas de la ciudad dice sus razones.” 22. “¿Hasta cuándo,
oh simples, amaréis la simpleza, y los burladores desearán el burlar, y los
insensatos aborrecerán la ciencia?” 23. “Volveos a mi reprensión; he aquí yo
derramaré mi espíritu sobre vosotros, y os haré saber mis palabras.” (Nota 1)
Tal como ocurre hoy día,
en el pasado la sabiduría, esto es, Cristo (“en
quien están
escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia”,
Col 2:3), ha tratado siempre de atraer a los hombres a sí, ha querido hacerlos
volver al bien, pero los hombres se han comportado como tercos ignorantes,
cegados por el espejismo de este mundo, y han desechado la voz del que los
llama.
La sabiduría, personificada en una mujer (Véase Pr 2:3; 4:8,9;
7:4), dice que llama (8:1-3), pero nadie quiere oír. Pero ¿cómo llama si su voz
no se oye? ¿Cómo extiende sus manos si no se le ve? Extender las manos hacia
alguien es una manera gráfica y expresiva de querer llamar la atención, en
actitud de súplica. Sí, Dios nos suplica con voz inaudible que le hagamos caso,
pero no le escuchamos. (2)
Mientras que la tentación habla en voz baja y en secreto,
la sabiduría llama en calles y plazas, en los lugares de reunión, en las
puertas de la ciudad -que eran el lugar donde la gente antiguamente se juntaba
para tratar de sus asuntos y negocios (Rt 4:1; Pr 8:1-3). Llama, como hizo
Jonás en la ciudad de Nínive (Jon 3:3,4),
“a sabios y no sabios” (Rm 1:14), a todos sin discriminación, cualquiera
que sea su origen o nación. Llama en lugares públicos porque la suya no es una
ciencia oculta, reservada para unos cuantos privilegiados, sino que está
destinada para todos.
Lo sigue haciendo ahora, pero ya no usualmente en lugares
públicos, sino a través de la conciencia, en el interior de las personas,
porque en los lugares de gran afluencia sólo se escucha la voz de la
propaganda, y la gente habla de sus propios asuntos e intereses; están agitados
y distraídos. Ahí, en la conciencia, sin embargo, Dios les está hablando a sus
corazones, como se dice en otro lugar: “Lámpara
del Señor es el espíritu del hombre” (Pr 20:27; cf Jb 38:36); ahí los llama
su voz, ahí extiende sus manos. Pero rara vez le hacen caso; sólo tienen oídos
para el bullicio externo, para la gritería del mundo.
La sabiduría, en la
figura de una mujer, llama a la gente de mil maneras para que la escuchen, y
una de ellas es lo que podríamos llamar “las huellas de Dios en la creación”
(Rm 1:19,20; Sal 19:1-4). Ella habla con voz elocuente aunque silenciosa en los
signos de la naturaleza, en la regularidad de las estaciones y de la sucesión
día/noche. Pero también en los acontecimientos humanos que registra la historia,
en su desarrollo y sus consecuencias, especialmente en la historia de Israel.
Habla actualmente sobre todo en las conciencias de los hombres que deambulan
por calles y plazas, donde quiera que ellos se reúnan, así como también en sus
casas cuando descansan. Pero también, y sobre todo, habla en todos los lugares donde
se predique la palabra de Dios. Eso se cumplió en Jesús, que habló en las
sinagogas y en el templo de Jerusalén y nada enseñó en oculto (Jn 18:20); y que
encargó a sus discípulos proclamar el evangelio desde las azoteas (Mt 10:27).
Es más, que alguna vez “alzó la voz
diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.” (Jn 7:37).
¿Y qué es lo que les
dice la sabiduría a los hombres? Los interpela para que dejen sus caminos
vanos, su conducta necia. Cada cual obra según su naturaleza. Los simples (petayim, cf Pr 1:4) dicen y hacen simplezas; son los inmaduros que lo creen todo
(15:14) pero que no examinan nada. Por eso se extravían fácilmente (W.
Wiersbe). Los burladores, o escarnecedores (lesim),
se burlan de todo, porque creen saberlo todo, sin prever que al fin ellos
serán burlados (Sal 1:1c) (3); los insensatos (kesilim)
desprecian el conocimiento que les sería provechoso poseer (Pr 17:10;
26:4). Desprecian lo que ignoran, se diría, parafraseando a Antonio Machado.
La sabiduría encara a esas
tres categorías de hombres exhortándolos a que se vuelvan hacia ella, a que la
escuchen y le hagan caso. Si lo hacen ella derramará su espíritu sobre ellos y
les transmitirá sus palabras llenas de inteligencia.
Estos cuatro versículos
forman un bloque que alcanza su clímax en el v.22, en que la sabiduría
impaciente exclama: “¿Hasta cuándo…?”
¿Hasta cuándo seguiréis siendo lo que sois, oh simples, burladores e
insensatos? Tres clases de personas cuyo denominador común es su desprecio de
la sabiduría.
El v.23 es la
exhortación calmada que sigue al punto culminante. Si se vuelven a Dios, cuya
misericordia y deseo de perdonar es inagotable, Él derramará sobre ellos su
Espíritu, como dijo Jesús: “El que cree
en mí… de su interior correrán ríos de agua viva.” (Jn 7:38) y había
anunciado el profeta Isaías: “Porque yo
derramaré aguas sobre el sequedal y ríos sobre la tierra árida” (Is 44:3;
cf Jl 2:28; Zc 12:10ª), una gracia grande que les hará entender sus palabras (de
las que está escrito: “¿No es mi palabra
como fuego y como martillo que quebranta la piedra?” Jr 23:29), pues les
hablará en un lenguaje comprensible. Pero por lo que viene enseguida es
evidente que no quieren escuchar el llamado de la sabiduría, ni arrepentirse.
24. “Por cuanto llamé, y no quisisteis oír, extendí mi mano, y no hubo
quien atendiese,” 25. “Sino que
desechasteis todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis,” 26. “También yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os
viniere lo que teméis;” 27. “Cuando viniere
como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un
torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia.”
Estos cuatro versículos forman un nuevo bloque que
contiene un justificado reproche: Yo quise salvaros pero no quisisteis oír, me
rechazasteis. Por eso yo también os rechazaré y me burlaré de vosotros cuando
la situación se voltee y os veáis en la necesidad de solicitar ayuda.
Aquí la sabiduría dice
cómo va a actuar con los que desoyen su voz. Para comenzar expone los motivos
de la actitud que asumirá. Usa para ello imágenes de los gestos humanos: llamar
a viva voz, levantar la mano para llamar la atención. Esos gestos son un
símbolo de la actitud que Dios adopta con el hombre, tratando de hacerse
escuchar.
Pero ellos se niegan a
prestar oídos a su voz, rehúsan darse por enterados (v.24). Los consejos y las
advertencias que la sabiduría les hizo llegar en el pasado por medio de
emisarios escogidos (los profetas) cayeron en oídos sordos y fueron
menospreciados. Los hombres se hicieron sabios en su propia opinión (Pr 3:7a;
Rm 12:16), y no quisieron escuchar las reprensiones de Dios, como hacen los
hijos engreídos con las advertencias que les hacen sus preocupados padres. Esta
es la actitud de rebeldía a la palabra del Señor que vemos en los libros
proféticos, especialmente pero no sólo en Jeremías (Is 65:12; 66:4; Jr 5:12-14;
6:10; 7:13; Zc 7:11; Sal 107:11) (v.25).
Por esta causa el Señor
se burlará de los que se burlaron de Él (Sal 2:4), cuando les alcancen las
consecuencias de su manera de obrar equivocada, que Él quiso evitarles al
invitarlos a cambiar de conducta (v.26).
Entonces sus peores
temores (los temores del impío a quien remuerde la conciencia pero no se
enmienda) se convertirán en realidad patente (Pr 10:24), y la calamidad les
sobrevendrá con una fuerza irresistible que los hará temblar de espanto (v.27).
28. “Entonces
me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me encontrarán.”
En ese momento volverán en sí y reconocerán su error.
Pero así como ocurría cuando el Señor les advertía y no quisieron escuchar,
ahora el Señor cerrará sus oídos a sus gritos de auxilio, justo cuando ellos
más quisieran que el Señor los oiga (Dt 1:45, Sal 18:41). Eso nos recuerda la
frase de Isaías: “Buscad al Señor
mientras pueda ser hallado; llamadle mientras esté cerca.” (Is 55:6). Hay
un momento para buscar al Señor. Si se le deja pasar puede no haber una segunda
oportunidad.
Es interesante constatar
que Dios se negará a actuar en la forma compasiva como Él ha prometido en otro
lugar hacer con el hombre: “Clama a mí y
yo te responderé…” (Jr.33:3). Clamarán, pero Dios no responderá, porque se
hicieron oídos sordos cuando Él los llamó: “He
aquí yo traigo sobre ellos mal del que no podrán salir; y clamarán a mí, y no
los oiré.” (Jr 11:11; cf 14:12; Is 1:15; Ez 8:18; Mq 3:4; Zc 7:13; Jb 27:9)
En otro lugar Él anima por medio del salmista al hombre a buscarlo en la mañana
y a esperar su respuesta (Sal 5:3); pero ahora les dice que esperarán en vano,
porque no habrá respuesta a sus oraciones.
29. “Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el
temor de Jehová,” 30. “Ni quisieron mi
consejo, y menospreciaron toda reprensión mía,” 31. “Comerán del
fruto de su camino, y serán hastiados de sus propios consejos.”
Dios actúa con ellos como un juez justo que da a cada
cual lo que se merece. Mal hacen ahora en querer abrazar la sabiduría que
aborrecieron cuando les pudo ser útil (Jb 21:14); y desecharon el temor de Dios
que hubiera podido hacerlos más precavidos, e impedirles seguir un mal camino.
Dios conoce el corazón de ellos, que su arrepentimiento no es sincero; que
pasado el momento de peligro, y librados del mal trance, volverán a las andadas
de siempre como el perro vuelve a su vómito (Pr 26:11; 2P 2:22).
Entonces tendrán que
enfrentar las consecuencias de sus actos y, por así decirlo, tendrán que comer
el plato amargo que cocinaron para otros, sin pensar que algún día tendrían que
comérselo ellos mismos, para disgusto y desilusión suya; y constatarán que no
hay efecto sin causa, esto es, que cada cual cosecha lo que siembra (Gal 6:7,8).
Cuando tengan que
soportar las consecuencias de su propia conducta (Jb 4:8) se hastiarán de tener
que comerse lo que ellos mismos sin pensar prepararon para sí (Pr 14:14; 22:8;
cf Is 3:11; Jr 6:19).
Nótese que los vers. 24
y 25, y 29 y 30 son un reproche que Dios podría dirigir a nuestra sociedad moderna
que, orgullosa de sus logros materiales, se ha apartado de los caminos de Dios
y lo desafía abiertamente con su conducta pervertida y abominable, tal como se
dice en Romanos: “Y como ellos no
aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para
hacer cosas que no convienen.” (1:28).
32. “Porque el desvío de los ignorantes los matará, y la
prosperidad de los necios los echará a perder;” 33. “Mas el que me oyere,
habitará confiadamente, y vivirá tranquilo, sin temor del mal.”
La conclusión del pasaje no podía ser más razonable y
consoladora. El éxito temporal
mundano que alcanzan los simples y los necios,
cuyo relumbre aparente es engañoso, les será fatal, porque los llevará a un
precipicio, al abismo sin fondo en el cual los ignorantes, desviándose del
recto camino, se precipitan terminando ahí su insensata carrera.
En cambio, el que
hubiera oído la voz del Señor y sido dócil a su llamado (Sal 25:12,13; Jb 36:11),
será premiado con la verdadera prosperidad, que no consiste en bienes
materiales perecederos, sino en los bienes inmateriales de la tranquilidad y de
la paz, que son eternos y están garantizados por Dios (Sal 112:7, Pr 3:23-26).
Notas: 1. Es interesante notar que
aquí, al igual que en Pr 9:1 y 24:7, la palabra “sabiduría” figura en plural en
el original hebreo (hojmoth = sabidurías), sea para subrayar su excelencia y su
multiforme variedad (Ef 3:10), sea porque ha sido proclamada muchas veces y de
muchas maneras, en diversos tiempos y ocasiones.
2. Sin embargo, en los días de su carne Jesús sí habló, enseñó
y predicó con voz audible a sus contemporáneos en las calles, en las casas, en
el campo y en las sinagogas.
3. Ellos constituyen una clase especial de impíos que son
aludidos muchas veces en este libro.
NB. El texto de este artículo (y el
del anterior del mismo título) no ha sido escrito como un comentario de
corrido, sino es el resultado de la consolidación de innumerables fichas,
escritas a lo largo de los años. Eso explica algunas repeticiones ocasionales.
Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar
de la presencia de Dios te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo
una sencilla oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos
por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón,
porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me
lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy.
Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi
corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#817 (16.02.14). Depósito Legal
#2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231,
Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).
como “Jose Belaunde” o “La Vida
y la Palabra ”
Sugiero visitar mi blog: JOSEBELAUNDE.BLOGSPOT.COM.
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