miércoles, 26 de marzo de 2014

INFIDELIDAD DE JERUSALÉN III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
INFIDELIDAD DE JERUSALÉN III
Un Comentario de Ezequiel 16: 35-52
35-37. “Por tanto, ramera, oye palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: Por
cuanto han sido descubiertas tus desnudeces en tus fornicaciones, y tu confusión ha sido manifestada a tus enamorados, y a los ídolos de tus abominaciones, y en la sangre de tus hijos, los cuales les diste; por tanto, he aquí que yo reuniré a todos tus enamorados con los cuales tomaste placer, y a todos los que amaste, con todos los que aborreciste; y los reuniré alrededor de ti y les descubriré tu desnudez, y ellos verán toda tu desnudez.”
Como consecuencia de todo lo dicho antes, Dios advierte a Israel del castigo que Él va a inflingirles a causa de sus infidelidades. Como tú has exhibido tu idolatría ante los ojos de los que venían a practicar sus ritos paganos contigo –sabiendo ellos que tú tenías un Dios celoso a quien debías fidelidad y que detestaba los ídolos- toda tu corrupción y todo tu pecado será expuesto ante los ojos de tus vecinos e invitados, amados y odiados por igual; y ellos te despreciarán porque practicaste desvergonzadamente sus idolatrías con ellos, y no querrán tener la amistad contigo que tú esperabas.
Por boca del profeta Dios llama a la infiel Jerusalén ramera, es decir, prostituta, para anunciarle el castigo que viene sobre ella. Toda nación y toda iglesia apóstata es una ramera a los ojos de Dios –dice M. Henry- evocando el pasaje de Apocalipsis que proclama la sentencia que condena a la gran ramera (Ap 17:1,2).
38. “Y yo te juzgaré por las leyes de las adúlteras, y de las que derraman sangre; y traeré sobre ti sangre de ira y de celos.”
Yo te juzgaré como he juzgado a otros pueblos idólatras, y te aplicaré el mismo castigo que a ellos, y haré que toda la sangre inocente que derramaste en tus ritos horribles caiga sobre tu cabeza para condenarte.
“Las leyes de las adúlteras” que aquí se mencionan –puesto que idolatría equivale a adulterio, como ya hemos dicho- son las que en la ley de Moisés condenan a muerte a ambos culpables, al hombre y a la mujer (Lv 20:10 y Dt 22:22). La ley básica acerca del homicidio está en Gn 9:6: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada.” Es una ley que, a mi juicio, sigue vigente: El asesino debe pagar su crimen con su vida.
39. “Y te entregaré en manos de ellos; y destruirán tus lugares altos, y derribarán tus altares, y te despojarán de tus ropas, se llevarán tus hermosas alhajas, y te dejarán desnuda y descubierta.”
Ellos vendrán sobre ti, ya no como amigos y cómplices, sino como enemigos para despojarte de tus riquezas y saquear tu tierra. Ellos destruirán tus altares y tus ídolos, y se llevarán las joyas con que los engalanabas (esto es, las vasijas de oro y plata usadas en el culto idólatra), dejándote empobrecida.
“Te despojarán de tus ropas” como solía hacerse antaño con los que eran tomados prisioneros.
40,41. “Y harán subir contra ti muchedumbre de gente, y te apedrearán, y te atravesarán con sus espadas. Quemarán tus casas a fuego, y harán en ti juicios en presencia de muchas mujeres; y así haré que dejes de ser ramera, y que ceses de prodigar tus dones.”
Cuando estés desprevenida, despreocupada y alegre vendrán tus enemigos sobre ti para atacarte con la multitud de sus ejércitos, y destruirán tus ciudades, incendiándolas –como hizo Nabucodonosor con Jerusalén, su templo y sus palacios (Jr 52:13)- destruyendo todo lo que tienes, y te matarán cruelmente por calles y plazas. No tendrán compasión de tus mujeres ni de tus niños. Atravesarán con sus espadas el vientre de tus mujeres embarazadas y estrellarán contra las paredes a tus pequeñuelos (2R 8:12). A todos matarán por igual con sus lanzas y espadas, o a pedradas. De esa manera haré que te arrepientas y dejes de ser idólatra.
Después de este castigo terrible los judíos, en efecto, cuando regresaron de la cautividad babilónica, no volvieron a practicar la idolatría.
42. “Y saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me enojaré mas.”
Cuando te hayas arrepentido de tus ídolos, y dejado de rendir culto a dioses ajenos, entonces se apaciguará mi ira y cesará mi castigo. Pero entretanto, mientras llegue ese día mi celo contra ti se mantendrá vigente. Descargaré sobre tu pueblo toda mi ira hasta satisfacer mi justicia. Sólo cuando lo haya hecho me daré por satisfecho y descansaré. Notemos que la ira de Dios de que se habla aquí en términos humanos (o antropomórficos), es un instrumento de su justicia.
43. “Por cuanto no te acordaste de los días de tu juventud, y me provocaste a ira en todo esto, por eso, he aquí yo también traeré tu camino sobre tu cabeza, dice Jehová el Señor; pues ni aún has pensado sobre toda tu lujuria.”
“Los días de tu juventud” son, según el lenguaje de la fábula, los años en que Israel fue fiel a su Dios y Él le hizo la gracia de darle vida cuando estaba a punto de morir (Véase el v. 6). Pero como dejó de serle fiel, para expresar su venganza Dios usa una frase proverbial que conocemos por el relato de la pasión de Jesús cuando el pueblo dijo “sea su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt 27:25). Aquí Dios airado le dice al pueblo: “haré que tu conducta caiga sobre tu cabeza”, es decir, haré que caigan sobre ti las consecuencias de tu infame comportamiento y pagues por tu desvergüenza, pues rehúsas arrepentirte de tus desvaríos sin tener en cuenta cuánto con ellos me ofendías.
44-46. “He aquí, todo el que usa de refranes te aplicará a ti el refrán que dice: Cual la madre, tal la hija. Hija eres tú de tu madre, que desechó a su marido y a sus hijos; y hermana eres tú de tus hermanas, que desecharon a sus maridos y a sus hijos; vuestra madre fue hetea, y vuestro padre amorreo. Y tu hermana mayor es Samaria, ella y sus hijas, que habitan el norte de ti; y tu hermana menor es Sodoma con sus hijas, la cual habita al sur de ti.”
El profeta sigue acusando en nombre de Dios al pueblo judío. Trae a colación un refrán popular entonces: “Cual la madre, tal la hija”, que refleja la sabiduría popular, y que se parece a un refrán de nuestro idioma: “Al hilo por la trama y a la mujer por la mama.” La conducta de las madres (en este caso, los pobladores originales de la tierra de Canaán) suele tener, en efecto, una enorme influencia sobre la conducta de sus hijas (la congregación de Israel) para las cuales ellas son un ejemplo, quizá en mayor medida en que la conducta de los padres influye sobre la de sus hijos varones.
El pueblo de Judá dejó a Dios (su marido) y a sus profetas leales (a los que llama hijos), así como el pueblo de Samaria (su hermana mayor, porque estaba formado por diez tribus, mientras que Judá sólo por dos) hizo antes lo propio, por cuya causa fue derrotado por sus enemigos y enviado al exilio unos ciento treinta años antes de que se escribieran estas líneas.
Para humillar a Judá repite el reproche que hizo al comienzo del capítulo (Véase el vers. 3), diciéndole que su padre y su madre provenían de los pueblos paganos idólatras que habitaban la tierra de Canaán antes de que los hebreos la conquistaran.
Para aumentar su oprobio le dice que su hermana menor fue la infame Sodoma, la ciudad perversa que fue destruida por una lluvia de fuego siglos atrás, en tiempos de Abraham (Gn 19). En suma, lo que quiere decirles es que ellos, aunque se jacten de adorar al Dios verdadero, son tan pecadores como los habitantes de Sodoma y Gomorra, y de las ciudades vecinas de la llanura que merecieron el terrible castigo que conocemos.
47, 48. “Ni aun anduviste en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como si esto fuera poco y muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus caminos. Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no han hecho como hiciste tú y tus hijas.”
Pero si el reino corrupto de Samaria, y las ciudades de Sodoma y Gomorra, merecieron el terrible castigo que registra la historia (2R 18:9-12; Gn 19), tú, Jerusalén y las ciudades que te rodean, lo mereces aun mayor porque tus pecados son peores.
En este pasaje el profeta da a entender que los habitantes de Judá pudieron haber caído en el pecado de la prostitución masculina que practicaban algunos de los pueblos paganos que los rodeaban.
Nótese que la expresión “Vivo yo…” que se encuentra con frecuencia en las Escrituras, y particularmente, en Ezequiel, es una forma de juramento que sólo Dios puede pronunciar, porque Él es el único que tiene vida en sí mismo. No habiendo ninguno otro mayor que Él Dios jura por sí mismo, como se menciona en Hb 6:13. Él confirma su palabra mediante un juramento porque lo que afirma (que los pecados de Judá eran mayores que los de Sodoma y Gomorra) es algo que de no asegurarlo Él, sería increíble.
49, 50. “He aquí que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las quité.”
¿En qué consistieron los pecados de Sodoma? En que gozando de gran prosperidad gracias al favor divino, se enorgullecieron, se volvieron holgazanes, cometieron pecados abominables en su idolatría, y no pensaron en ayudar a los pobres que había entre ellos. Por eso, dice Dios, que los ha desechado.
Sabemos que la soberbia es fuente de muchos desvaríos. El soberbio se imagina que todo le está permitido, y llega a jactarse de aquello de que debería avergonzarse. La soberbia fue lo que indujo a Lucifer a rebelarse contra Dios (Ez. 28:2,12,17) y es la que hace también que los seres humanos sigan su ejemplo. Ha sido la causa de la ruina de muchos reinos, países, y gobiernos, y de multitud de seres humanos. Es un pecado que Dios odia más que ningún otro, y que, a la vez, hace que el hombre sea odiado por sus semejantes.
La abundancia de sus cosechas y su riqueza llevó a Sodoma a descuidar sus campos y a volverse ociosa, y la ociosidad la indujo a cometer pecados abominables. “El diablo tienta al hombre, pero el ocioso tienta al diablo” escribió un sabio del pasado, y abre la puerta a sus ataques. Mientras el hombre se mantiene ocupado y concentrado en su tarea poco puede hacer Satanás para inducirlo al mal, pero cuando se echa a descansar los malos pensamientos acuden a su mente. El rey David fue atraído por la mujer del fiel Urías cuando, en lugar de ir a la guerra al frente de su ejército, como solía hacer antes, se quedó en su palacio descansando, y una tarde la contempló desde su azotea al levantarse del lecho en que hacía la siesta (2S11:1-4)
51, 52. “Y Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las abominaciones que tú hiciste. Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más justas son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión, por cuanto has justificado a tus hermanas.”
Tus pecados, Judá, son peores que los de Samaria, de modo que al lado tuyo –es decir comparada contigo- ella parece justa, a pesar de que tú la acusabas de ser peor que tú. Prepárate pues a llevar tu vergüenza y a sufrir un castigo peor que el de ella, puesto que la has superado con tus abominaciones.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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#805 (17.11.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).


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