Por José Belaunde M.
INFIDELIDAD DE
JERUSALÉN III
Un Comentario de
Ezequiel 16: 35-52
35-37. “Por
tanto, ramera, oye palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor: Por
cuanto
han sido descubiertas tus desnudeces en tus fornicaciones, y tu confusión ha
sido manifestada a tus enamorados, y a los ídolos de tus abominaciones, y en la
sangre de tus hijos, los cuales les diste; por tanto, he aquí que yo reuniré a
todos tus enamorados con los cuales tomaste placer, y a todos los que amaste,
con todos los que aborreciste; y los reuniré alrededor de ti y les descubriré
tu desnudez, y ellos verán toda tu desnudez.”
Como consecuencia de todo lo dicho antes, Dios
advierte a Israel del castigo que Él va a inflingirles a causa de sus
infidelidades. Como tú has exhibido tu idolatría ante los ojos de los que
venían a practicar sus ritos paganos contigo –sabiendo ellos que tú tenías un
Dios celoso a quien debías fidelidad y que detestaba los ídolos- toda tu
corrupción y todo tu pecado será expuesto ante los ojos de tus vecinos e
invitados, amados y odiados por igual; y ellos te despreciarán porque
practicaste desvergonzadamente sus idolatrías con ellos, y no querrán tener la amistad
contigo que tú esperabas.
Por boca del profeta
Dios llama a la infiel Jerusalén ramera, es decir, prostituta, para anunciarle
el castigo que viene sobre ella. Toda nación y toda iglesia apóstata es una
ramera a los ojos de Dios –dice M. Henry- evocando el pasaje de Apocalipsis que
proclama la sentencia que condena a la gran ramera (Ap 17:1,2).
38. “Y yo te
juzgaré por las leyes de las adúlteras, y de las que derraman sangre; y traeré
sobre ti sangre de ira y de celos.”
Yo te juzgaré como he juzgado a otros pueblos
idólatras, y te aplicaré el mismo castigo que a ellos, y haré que toda la
sangre inocente que derramaste en tus ritos horribles caiga sobre tu cabeza
para condenarte.
“Las leyes de las adúlteras” que aquí se mencionan
–puesto que idolatría equivale a adulterio, como ya hemos dicho- son las que en
la ley de Moisés condenan a muerte a ambos culpables, al hombre y a la mujer
(Lv 20:10 y Dt 22:22). La ley básica acerca del homicidio está en Gn 9:6: “El que derramare sangre de hombre, por el
hombre su sangre será derramada.” Es una ley que, a mi juicio, sigue
vigente: El asesino debe pagar su crimen con su vida.
39. “Y te
entregaré en manos de ellos; y destruirán tus lugares altos, y derribarán tus
altares, y te despojarán de tus ropas, se llevarán tus hermosas alhajas, y te
dejarán desnuda y descubierta.”
Ellos vendrán sobre ti, ya no como amigos y
cómplices, sino como enemigos para despojarte de tus riquezas y saquear tu
tierra. Ellos destruirán tus altares y tus ídolos, y se llevarán las joyas con
que los engalanabas (esto es, las vasijas de oro y plata usadas en el culto
idólatra), dejándote empobrecida.
“Te despojarán de tus ropas” como solía hacerse antaño
con los que eran tomados prisioneros.
40,41. “Y
harán subir contra ti muchedumbre de gente, y te apedrearán, y te atravesarán
con sus espadas. Quemarán tus casas a fuego, y harán en ti juicios en presencia
de muchas mujeres; y así haré que dejes de ser ramera, y que ceses de prodigar
tus dones.”
Cuando estés desprevenida, despreocupada y alegre vendrán
tus enemigos sobre ti para atacarte con la multitud de sus ejércitos, y
destruirán tus ciudades, incendiándolas –como hizo Nabucodonosor con Jerusalén,
su templo y sus palacios (Jr 52:13)- destruyendo todo lo que tienes, y te
matarán cruelmente por calles y plazas. No tendrán compasión de tus mujeres ni
de tus niños. Atravesarán con sus espadas el vientre de tus mujeres embarazadas
y estrellarán contra las paredes a tus pequeñuelos (2R 8:12). A todos matarán
por igual con sus lanzas y espadas, o a pedradas. De esa manera haré que te
arrepientas y dejes de ser idólatra.
Después de este
castigo terrible los judíos, en efecto, cuando regresaron de la cautividad babilónica,
no volvieron a practicar la idolatría.
42. “Y
saciaré mi ira sobre ti, y se apartará de ti mi celo, y descansaré y no me
enojaré mas.”
Cuando te hayas arrepentido de tus ídolos, y dejado
de rendir culto a dioses ajenos, entonces se apaciguará mi ira y cesará mi
castigo. Pero entretanto, mientras llegue ese día mi celo contra ti se
mantendrá vigente. Descargaré sobre tu pueblo toda mi ira hasta satisfacer mi
justicia. Sólo cuando lo haya hecho me daré por satisfecho y descansaré.
Notemos que la ira de Dios de que se habla aquí en términos humanos (o
antropomórficos), es un instrumento de su justicia.
43. “Por
cuanto no te acordaste de los días de tu juventud, y me provocaste a ira en
todo esto, por eso, he aquí yo también traeré tu camino sobre tu cabeza, dice
Jehová el Señor; pues ni aún has pensado sobre toda tu lujuria.”
“Los días de tu
juventud” son, según el lenguaje de la fábula, los años en que
Israel fue fiel a su Dios y Él le hizo la gracia de darle vida cuando estaba a
punto de morir (Véase el v. 6). Pero como dejó de serle fiel, para expresar su
venganza Dios usa una frase proverbial que conocemos por el relato de la pasión
de Jesús cuando el pueblo dijo “sea su
sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt 27:25). Aquí Dios airado
le dice al pueblo: “haré que tu conducta caiga sobre tu cabeza”, es decir, haré
que caigan sobre ti las consecuencias de tu infame comportamiento y pagues por
tu desvergüenza, pues rehúsas arrepentirte de tus desvaríos sin tener en cuenta
cuánto con ellos me ofendías.
44-46. “He
aquí, todo el que usa de refranes te aplicará a ti el refrán que dice: Cual la
madre, tal la hija. Hija eres tú de tu madre, que desechó a su marido y a sus
hijos; y hermana eres tú de tus hermanas, que desecharon a sus maridos y a sus
hijos; vuestra madre fue hetea, y vuestro padre amorreo. Y tu hermana mayor es
Samaria, ella y sus hijas, que habitan el norte de ti; y tu hermana menor es
Sodoma con sus hijas, la cual habita al sur de ti.”
El profeta sigue acusando en nombre de Dios al
pueblo judío. Trae a colación un refrán popular entonces: “Cual la madre, tal
la hija”, que refleja la sabiduría popular, y que se parece a un refrán de
nuestro idioma: “Al hilo por la trama y a la mujer por la mama.” La conducta de
las madres (en este caso, los pobladores originales de la tierra de Canaán) suele
tener, en efecto, una enorme influencia sobre la conducta de sus hijas (la
congregación de Israel) para las cuales ellas son un ejemplo, quizá en mayor
medida en que la conducta de los padres influye sobre la de sus hijos varones.
El pueblo de Judá dejó
a Dios (su marido) y a sus profetas leales (a los que llama hijos), así como el
pueblo de Samaria (su hermana mayor, porque estaba formado por diez tribus,
mientras que Judá sólo por dos) hizo antes lo propio, por cuya causa fue
derrotado por sus enemigos y enviado al exilio unos ciento treinta años antes
de que se escribieran estas líneas.
Para humillar a Judá repite
el reproche que hizo al comienzo del capítulo (Véase el vers. 3), diciéndole que
su padre y su madre provenían de los pueblos paganos idólatras que habitaban la
tierra de Canaán antes de que los hebreos la conquistaran.
Para aumentar su
oprobio le dice que su hermana menor fue la infame Sodoma, la ciudad perversa
que fue destruida por una lluvia de fuego siglos atrás, en tiempos de Abraham
(Gn 19). En suma, lo que quiere decirles es que ellos, aunque se jacten de
adorar al Dios verdadero, son tan pecadores como los habitantes de Sodoma y
Gomorra, y de las ciudades vecinas de la llanura que merecieron el terrible
castigo que conocemos.
47, 48. “Ni
aun anduviste en sus caminos, ni hiciste según sus abominaciones; antes, como
si esto fuera poco y muy poco, te corrompiste más que ellas en todos tus
caminos. Vivo yo, dice Jehová el Señor, que Sodoma tu hermana y sus hijas no
han hecho como hiciste tú y tus hijas.”
Pero si el reino corrupto de Samaria, y las
ciudades de Sodoma y Gomorra, merecieron el terrible castigo que registra la
historia (2R 18:9-12; Gn 19), tú, Jerusalén y las ciudades que te rodean, lo
mereces aun mayor porque tus pecados son peores.
En este pasaje el
profeta da a entender que los habitantes de Judá pudieron haber caído en el
pecado de la prostitución masculina que practicaban algunos de los pueblos
paganos que los rodeaban.
Nótese que la
expresión “Vivo yo…” que se encuentra
con frecuencia en las Escrituras, y particularmente, en Ezequiel, es una forma de juramento que sólo Dios
puede pronunciar, porque Él es el único que tiene vida en sí mismo. No habiendo
ninguno otro mayor que Él Dios jura por sí mismo, como se menciona en Hb 6:13.
Él confirma su palabra mediante un juramento porque lo que afirma (que los
pecados de Judá eran mayores que los de Sodoma y Gomorra) es algo que de no
asegurarlo Él, sería increíble.
49, 50. “He
aquí que ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y
abundancia de ociosidad tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del
afligido y del menesteroso. Y se llenaron de soberbia, e hicieron abominación
delante de mí, y cuando lo vi las quité.”
¿En qué consistieron los pecados de Sodoma? En que
gozando de gran prosperidad gracias al favor divino, se enorgullecieron, se
volvieron holgazanes, cometieron pecados abominables en su idolatría, y no
pensaron en ayudar a los pobres que había entre ellos. Por eso, dice Dios, que
los ha desechado.
Sabemos que la
soberbia es fuente de muchos desvaríos. El soberbio se imagina que todo le está
permitido, y llega a jactarse de aquello de que debería avergonzarse. La
soberbia fue lo que indujo a Lucifer a rebelarse contra Dios (Ez. 28:2,12,17) y
es la que hace también que los seres humanos sigan su ejemplo. Ha sido la causa
de la ruina de muchos reinos, países, y gobiernos, y de multitud de seres
humanos. Es un pecado que Dios odia más que ningún otro, y que, a la vez, hace
que el hombre sea odiado por sus semejantes.
La abundancia de sus
cosechas y su riqueza llevó a Sodoma a descuidar sus campos y a volverse ociosa,
y la ociosidad la indujo a cometer pecados abominables. “El diablo tienta al
hombre, pero el ocioso tienta al diablo” escribió un sabio del pasado, y abre
la puerta a sus ataques. Mientras el hombre se mantiene ocupado y concentrado
en su tarea poco puede hacer Satanás para inducirlo al mal, pero cuando se echa
a descansar los malos pensamientos acuden a su mente. El rey David fue atraído
por la mujer del fiel Urías cuando, en lugar de ir a la guerra al frente de su
ejército, como solía hacer antes, se quedó en su palacio descansando, y una
tarde la contempló desde su azotea al levantarse del lecho en que hacía la siesta
(2S11:1-4)
51, 52. “Y
Samaria no cometió ni la mitad de tus pecados; porque tú multiplicaste tus
abominaciones más que ellas, y has justificado a tus hermanas con todas las
abominaciones que tú hiciste. Tú también, que juzgaste a tus hermanas, lleva tu
vergüenza en los pecados que tú hiciste, más abominables que los de ellas; más
justas son que tú; avergüénzate, pues, tú también, y lleva tu confusión, por
cuanto has justificado a tus hermanas.”
Tus pecados, Judá, son peores que los de Samaria,
de modo que al lado tuyo –es decir comparada contigo- ella parece justa, a
pesar de que tú la acusabas de ser peor que tú. Prepárate pues a llevar tu
vergüenza y a sufrir un castigo peor que el de ella, puesto que la has superado
con tus abominaciones.
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le
sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás
seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy
importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra
que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a
arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos
haciendo la siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos
por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón,
porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me
lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy.
Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi
corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
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