Por José Belaunde M.
INFIDELIDAD DE JERUSALÉN II
Un Comentario de Ezequiel 16:20-34
20, 21. “Además
de esto, tomaste tus hijos y tus hijas que habías dado a luz para mí, y
los
sacrificaste a ellas para que fuesen consumidos. ¿Eran poca cosa tus
fornicaciones, para que degollases también a mis hijos y los ofrecieras a
aquellas imágenes como ofrenda que el fuego consumía?”
El más
detestable de todos tus crímenes fue que tomaste a tus hijos e hijas pequeñas,
el fruto de tus entrañas que debías amar, y los pasaste cruelmente por fuego
delante de estatuas horrendas que te habías forjado.
Ése fue el mayor de tus crímenes, porque esas tiernas criaturas
debían ser amadas como hijos e hijas que yo te había dado para que te
multiplicaras, y no para que sirvieran de pasto de las llamas, ¡oh madre
desnaturalizada!
Este reproche evoca el reinado de Acaz (2R 16:3) y de Manasés
(2R 21:6) (éste último el más impío de los reyes de Judá) que hicieron pasar a
sus hijos por el fuego, imitando las prácticas salvajes de las naciones que
habitaban la tierra de Canaán antes de que fuera conquistada por Israel, una
abominación que Dios les había expresamente prohibido (Dt 12:29-31; cf Jr 7:31;
19:5; 32:35; Ez 20:31; 26:37; Sal 106:37,38) (Nota 1).
Manasés llenó además el templo de altares a dioses paganos,
profanándolo (2R 21:5,7), y consultó con agoreros y adivinos, por lo cual Dios
anunció por medio de sus siervos los profetas que traería sobre Jerusalén y
sobre Judá “tal mal…que al que lo oyere
le retiñirán ambos oídos.” (2R 21:12), y que los entregaría en manos de sus
enemigos (v. 13,14).
En tiempos modernos los padres no hacen pasar por fuego a sus
hijos pero, cometiendo un crimen aun mayor, los hacen abortar antes de que
nazcan; o si los dejan nacer, no los cuidan como debieran, sino los abandonan,
o los dejan en manos extrañas, privándolos del amor que necesitan para crecer
sanos, y no los educan como debieran en el temor de Dios. De todo ello darán
cuenta severa a Dios que se los ha confiado. (2)
22. “Y con
todas tus abominaciones y tus fornicaciones no te has acordado de los días de
tu juventud, cuando estabas desnuda y descubierta, cuando estabas envuelta en
tu sangre.”
Dios le
reprocha a Israel que en la desviación en que había caído no se acordara de sus
comienzos, cuando era poca cosa y pobre, un pueblo débil e indefenso, que
luchaba para sobrevivir en medio de su aflicción en Egipto; y que no se
acordara de Aquel que lo había sacado de esa situación angustiosa.
Es una tendencia humana, cuando se alcanza cierta prosperidad,
no acordarse de los tiempos malos ni de las personas que nos ayudaron a salir
del estado de humillación.
23, 24. “Y
sucedió que después de toda tu maldad (¡ay, ay de ti! Dice Jehová el Señor), te
edificaste lugares altos, y te hiciste altar en todas las plazas.”
Según otra
versión el v. 24 dice así: “Te hiciste en
cada calle un lupanar, y en cada plaza un prostíbulo.”
La idolatría en Israel llegó al colmo cuando el pueblo, imitando
a las naciones paganas, edificó altares en los lugares altos de todo el
territorio que Dios les había dado, y a donde iba a rendir culto a sus ídolos;
e incluso levantó altares en las plazas de las ciudades, de modo que la
idolatría proliferó en todo su territorio.
El profeta inserta en su discurso una exclamación de lamento,
previendo el castigo que espera a la ciudad infiel. ¡Oh Señor, concede que
nunca seamos sordos a tu reprensión, sino que, al contrario, estemos siempre
dispuestos a corregirnos al oír tu voz!
25. “En toda
cabeza de camino edificaste lugar alto, e hiciste abominable tu hermosura, y te
ofreciste a cuantos pasaban, y multiplicaste tus fornicaciones.”
El pueblo
se ofrecía como una prostituta a todos los que pasaban por los caminos (esto
puede ser una referencia a la prostitución sagrada) rindiendo culto a todas las
deidades de los pueblos vecinos con los cuales tenían tratos. (Recuérdese la
ecuación: rendir culto a dioses ajenos equivale a prostituirse, adulterar o
fornicar). A causa de su idolatría la prosperidad de que gozó Judá se volvió
abominable a los ojos de Dios.
26. “Y
fornicaste con los hijos de Egipto, tus vecinos, gruesos de carnes; y
aumentaste tus fornicaciones para enojarme.”
Después de
muerto el piadoso rey Josías su hijo Joacaz buscó el apoyo de los egipcios
contra la amenaza de los asirios, pero su inconstancia en esta alianza hizo que
el poderoso faraón Necao invadiera Judá, destituyera a Joacaz y pusiera en el
trono en su lugar a su hermano Eliaquim. Deseoso de congraciarse con los
invasores, en su desvarío el pueblo hizo suyos los dioses que se adoraban en
Egipto, país de hombres sensuales de donde Dios los había sacado (Véase el
lenguaje crudo que emplea el profeta en Ez 23:20, que es más crudo aún en el
original hebreo). Convirtieron la libertad que Dios les había dado en
esclavitud espiritual. El profeta Isaías denunció esa conducta: “¡Ay de los que descienden a Egipto por
ayuda, y confían en caballos, y su esperanza ponen en carros, porque son
muchos, y en jinetes porque son valientes; y no miran al santo de Israel, ni
buscan a Jehová!” (Is 31:1. Pero véase también los dos versículos
siguientes).
27. “Por
tanto, he aquí que yo extendí contra ti mi mano, y disminuí tu provisión
ordinaria, y te entregué a la voluntad de las hijas de los filisteos, que te
aborrecen, las cuales se avergüenzan de tu camino deshonesto.”
Como
consecuencia de esos desvaríos Dios empezó a castigar a Israel disminuyendo su
provisión de alimentos (esto puede referirse al bajo rendimiento de las
cosechas de sus campos) de modo que tuvo que depender de las cosechas de sus
vecinos, las cinco ciudades de los filisteos, con quienes tenían una vieja
enemistad. (3)
Depender de ellos era para los israelitas ciertamente
humillante, tanto más que para los filisteos, aun siendo paganos, la
inmoralidad de la idolatría hebrea les era algo chocante y vergonzoso. Pero el
pueblo impenitente no tomó en serio la advertencia que Dios les hacía (Am
4:6-9).
Es importante tener en cuenta que en esa difícil coyuntura
histórica el reino de Judá estaba colocado entre dos grandes potencias (Egipto
y Asiria) que rivalizaban entre sí, lo que hacía que en lugar de confiar en
Dios, y desoyendo a sus profetas, buscaran alternadamente la protección de una
potencia contra la otra.
28. “Fornicaste
también con los asirios, por no haberte saciado; y fornicaste con ellos y
tampoco te saciaste.”
No
contentos con haber adoptado las divinidades egipcias, los israelitas rindieron
culto a las divinidades de los asirios (Os 8:9), con los cuales se habían
aliado durante el reinado de Menahem en Israel (2R 15:17-22; cf Os 7:11), y más
estrechamente aun durante el reinado de Acaz en Judá (2R 16:7-16; cf Jr
2:18,36). Pero aun con eso no les parecía tener dioses suficientes, y deseaban
tener un mayor número todavía; y adoptaron por eso los dioses de los sirios.
(4)
29. “Multiplicaste
asimismo tu fornicación en la tierra de Canaán y de los caldeos, y tampoco con
esto te saciaste.”
30-32. “¡Cuán
inconstante es tu corazón, dice Jehová el Señor, habiendo hecho todas estas
cosas, obras de una ramera desvergonzada, edificando tus lugares altos en toda
cabeza de camino, y haciendo tus altares en todas las plazas! Y no fuiste
semejante a ramera, en que menospreciaste la paga, sino como mujer adúltera,
que en lugar de su marido recibe a ajenos.”
Bien puede
Dios reprochar a Israel por boca del profeta, la inconstancia de su corazón y
su infidelidad, porque en vez de adorarlo sólo a Él, y en un solo lugar, el
templo de Jerusalén, como les estaba mandado, edificaban altares en los lugares
altos (Véase v. 24; cf Pr 9:14; Os 8:11), a lo largo de los caminos (Véase v.
25), y en medio de las plazas de sus ciudades. (5)
Y no se comportó Israel en esto como una ramera ordinaria que
recibe una paga de los que solicitan sus favores, sino que actuó como una mujer
adúltera que va a buscar amantes sin ser solicitada, abandonando a su marido, y
que en lugar de recibir una paga, ella se la daba a sus amantes atrayéndolos
mediante regalos costosos para multiplicar su número (cf Pr7:6-23).
Con esto el profeta alude posiblemente al hecho de que en lugar
de que fueran los devotos extranjeros de las divinidades paganas los que
construyeran en Israel altares y templetes a sus dioses, Israel (como ya se ha
mencionado en la Nota
4) asumió la tarea y la carga de hacerlo por propia iniciativa, y a sus
expensas. De esa manera los israelitas buscaban atraer a los adoradores vecinos
a venir a su tierra a rendir culto a sus dioses y encima les hacían regalos por
hacerlo.
Nótese que los que quieren más de Dios ponen sus ojos sólo en Él
y no desean otra cosa sino Él. Pero los que abandonan las fuentes de agua viva
y las cambian por cisternas rotas (Jr 2:13) nunca verán su sed saciada y nunca
terminarán de buscar nuevas cisternas.
Todos los reproches que Ezequiel hace a Israel podrían aplicarse
también a los pueblos que antes fueron cristianos, y se siguen proclamando
tales, pero que han abandonado la fe en el Dios verdadero, y rinden culto a los
ídolos humanos que el mundo les presenta, llevando además una vida inmoral.
33,34. “A
todas las rameras les dan dones; mas tú diste tus dones a todos tus enamorados;
y les diste presentes, para que de todas partes se llegasen a ti en tus
fornicaciones. Y ha sucedido contigo, en tus fornicaciones, lo contrario de las
demás mujeres: porque ninguno te ha solicitado para fornicar, y tú das la paga,
en lugar de recibirla; por esto has sido diferente.”
El profeta
repite la acusación precedente en términos ligeramente diferentes, pero más
severos: En lugar de ser buscada por amantes que te paguen por tus servicios,
tú los ibas a buscar y les pagabas para que fornicaran contigo. Esto es, en vez
de que los idólatras vinieran a tu tierra a adorar a sus dioses trayéndote
regalos, tú los invitabas para que vinieran a tu tierra y les hacías regalos
con ese fin. Mientras las rameras suelen recibir amantes por la paga, tú los
buscabas por el placer de prostituirte, y cuanto más te inclinabas al mal, más
ansiabas cometerlo. ¿Cuántos que se dicen cristianos se comportan así?
Notas: 1. En este
pecado abominable incurrieron también, dicho sea de paso, y aun en mucho mayor
medida, los reyes de Israel, lo cual fue una de las causas por las que el reino
del Norte fue destruido (2R 17:17-23).
2. La
criatura que es concebida en una relación fortuita, o pasajera, es un ser
humano que Dios ha confiado a su madre y a su padre, aunque no quieran
reconocerlo, evadiendo su responsabilidad. Desde el momento de la concepción,
ambos son responsables ante Dios de esa nueva vida.
3. Los
filisteos habían sido derrotados por el rey David y fueron golpeados por
algunos de sus sucesores. No obstante, después de la caída del reino de
Samaria, recobraron algo de su antiguo poder, y durante el reinado del impío
rey Acaz se apoderaron de varias ciudades del sur de Judá (2Cr 28:18,19).
4. Acaz
mandó construir en el templo de Jerusalén un altar a imitación del que había
visto en Damasco, y ofreció ahí sacrificios a los dioses sirios (2R 16:10-16;
2Cr 28:22,23).
5. Los
“lugares altos” (bema en hebreo)
eran, como su nombre indica, lugares situados en la cima de las montañas, o
sobre plataformas artificiales, en los cuales los pueblos antiguos, incluyendo
a los israelitas, rendían culto a Dios, y donde solían construir santuarios con
ese fin (1Sm 9:12-14). Moisés había ordenado destruir todos los lugares de culto
de los habitantes de Canaán, y una vez que se hubiera edificado el templo en el
lugar que Dios escogiere, se prohibiera el culto en los lugares altos (Dt
12:1-14), porque se prestaba a prácticas idolátricas (1R 11:7; 2R 18:4;
23:8,13,15; Jr 19:5).
Amado lector: Jesús dijo: “De qué le
sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?” (Mr 8:36) Si tú no estás
seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios es muy
importante que adquieras esa seguridad, porque no hay seguridad en la tierra
que se le compare y que sea tan necesaria. Con ese fin yo te exhorto a arrepentirte
de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la
siguiente oración:
“Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos
por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón,
porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me
lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento
sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy.
Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi
corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”
#804
(10.11.13). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección:
Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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