Por José Belaunde M.
EL APÓSTOL PABLO BUSCA EMPLEO
Pocos pasajes hay en el
Nuevo Testamento que sean tan personales como uno que figura en el capítulo
sexto de la 2da. epístola a los
Corintios. Ese pasaje nos muestra, entre otras cosas, cómo Dios puede usar las
vivencias personales para hablarnos por su Santo Espíritu; cómo la palabra
inspirada de Dios no desdeña lo humano y subjetivo.
Leamos lo que escribe
Pablo: "No damos a nadie ninguna
ocasión de tropiezo para que nuestro ministerio no sea desacreditado. Antes
bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en
tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en
tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en
longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de
verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por
honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero
veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, pero seguimos
con vida; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre
gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas
poseyéndolo todo." (2Cor 6:3-10).
En ese pasaje Pablo
escribe recomendándose a sí mismo ante sus lectores como ministro de Dios.
Esgrime su propia defensa en vista de las críticas que se le habían hecho en la
iglesia de Corinto.
¿En qué puede
recomendarse una persona como ministro del Evangelio? Si alguien presentara una
solicitud para ocupar un cargo que estuviera disponible en alguna organización
religiosa, o en una iglesia ¿qué es lo que pondría en su "currículum
vitae" para que lo tomen en cuenta y lo contraten?
Sin duda los estudios
que ha realizado, los títulos universitarios y los diplomas que ha obtenido; la
experiencia y los conocimientos prácticos que ha acumulado en las posiciones
que ocupó antes, etc., tal como se hace para postular a cualquier puesto de
trabajo en el mundo. Y no tenemos por qué pensar que hace 20 siglos se actuaba
con diferentes criterios.
Pero aquí Pablo no hace
nada de eso para recomendarse a sus lectores, sino escoge un camino que sale de
la norma y que parece más bien contraproducente, porque los títulos que exhibe
no son los más honrosos. Dice que ha pasado por muchas tribulaciones,
necesidades y angustias. El que lea su "currículum" no podría menos
que decirse: "¡Pobre hombre! ¡Qué mala suerte ha tenido!". Pero nadie
contrata a alguien por compasión, sino porque cree que puede serle útil. Así
que sigamos leyendo.
Pablo prosigue
confesando que ha sufrido muchos azotes, que ha sido confinado en cárceles y
que se ha visto envuelto en tumultos. ¡Hombre, esto no lo hace muy
recomendable! ¿Por qué habrá estado involucrado en estas cosas? Tiene que haber
sido por algún motivo. A la gente no la mandan a la cárcel sin causa. ¿No habrá
participado en algún delito? Dice que participó en tumultos. ¡No vaya a ser un
agitador de esos que soliviantan a la gente! ¡Dios nos libre de contratar a
semejante sujeto!
¿Pero si pensamos que
todo eso lo ha sufrido por causa del Evangelio, no podríamos llamarlo
bienaventurado?
Después añade que ha
pasado por muchos trabajos y desvelos, y que se ha dedicado al ayuno. Bueno, se
ve que es un hombre esforzado, que cuando se hace cargo de algo lo toma a
pecho. Sin duda es un hombre serio y espiritual, ya que mortifica su cuerpo con
ayunos. Eso está ya algo mejor, pero no vaya a ser que, como consecuencia, esté
todo debilucho y no rinda mucho con su trabajo y que, más bien, ponga en
peligro su salud.
Bien, llegados a este
punto ya podemos ver cuán pobres son los títulos que él exhibe para ocupar el
cargo. Más que un sueldo merece compasión. ¿Hay alguien que quiera contratarlo?
Felizmente menciona
también algunas cosas mejores, que se refieren a su carácter. Sí, ciertamente, el
carácter de una persona es muy importante cualquiera que sea el puesto que
ocupe. Este punto habrá que examinarlo de cerca.
Veamos. Él encomia su
pureza, sus conocimientos, su paciencia, su bondad, su amor sincero... Se ve que no tiene una
mala opinión de sí mismo. Menos mal que no hace el elogio de su propia
modestia. ¡Entonces sí que le creeríamos!
Pero, en fin, si nadie
reconoce sus méritos no le queda otro recurso que destacarlos él mismo.
Disculpémoslo. Pero no es muy humilde que digamos cuando hace alarde del poder
de Dios y de la verdad que se ha manifestado en él, y cuando menciona con gran
pompa las armas de justicia que ha blandido con la derecha y con la izquierda.
Él se ve a sí mismo como un justiciero, como un vengador de agravios. En medio
de todas las dificultades que ha enfrentado no ha perdido la confianza en sí
mismo. ¿O será el celo de Dios lo que lo impulsa?
En el versículo ocho del
pasaje citado habla de que ha pasado por etapas en que recibió honor y gloria,
y por otras en que fue atacado, deshonrado; que ha gozado de buena y de mala
fama. Debe haber sido calumniado, si es tan buena persona como alega. Además,
se le ha tenido por mentiroso, por un engañador, cuando él siempre dice la
verdad.
Pero, como reza el
dicho: "Cuando el río suena, piedras trae". ¿No habrá algo de cierto
en todas las acusaciones que se le han hecho?
Es muy interesante notar
cómo su vida, según afirma, ha alternado entre situaciones favorables y
situaciones desfavorables, entre circunstancias buenas y circunstancias malas. Un
subir y bajar constante. En otro lugar dice que ha aprendido a contentarse
cualquiera que sea su situación (Flp 4:11). Eso es bueno porque quiere decir
que sus pretensiones de sueldo no deben ser muy grandes. Un punto a su favor.
Lo que él dice acerca de
las alternativas de situación por las que ha pasado, de los valles y montañas
de su vida, de las luces y las sombras, es muy aleccionador, porque es algo que
nos espera a todos en este valle de lágrimas, como le dicen. Y en especial a
los que quieren servir a Dios. Porque el enemigo va a tratar de desanimarnos. Y
seguro que lo hizo con Pablo.
Pero él continúa
insistiendo en el tema de los contrastes y paradojas. Ya parece una obsesión.
Dice que se le ha tomado por un desconocido, por un don Nadie, aunque es muy
conocido. Eso sí que le ofende. Él no se achica ante sus opositores, no es
ningún apocado, está muy seguro de la misión que se le ha encomendado y quiere
que todos lo reconozcan. Puntos para su modestia.
Se le ha tenido varias
veces por moribundo, pero está vivito y coleando; sufrió naufragios y ya
desesperaba de su vida, pero Dios lo sacó ileso. ¡Es un gato con siete vidas!
¡Qué suerte de hombre!
Pero enseguida menciona
algunas cosas que son realmente contradictorias. Dice que estuvo afligido y que
fue entristecido, pero que estuvo siempre contento. ¿Será posible eso? ¿No
estará delirando? Quizá tenía razón el procurador Festo cuando pensó que Pablo
estaba loco (Hch 26:24). Podríamos recomendarle un psiquiatra.
En otro lugar afirma que
sobreabunda de gozo en medio de sus tribulaciones (2Cor 7:4). ¿Puede alguien
sentirse gozoso cuando es atribulado, perseguido? Bueno, sí quizá, si es un
masoquista.
Pero Jesús mismo dice
que deberíamos considerarnos bienaventurados cuando suframos persecución por su
causa, cuando seamos calumniados y atormentados, porque nuestra recompensa será
grande en los cielos (Mt 5:11,12). Así que no le falta razón a Pablo cuando
sostiene que deberíamos estar felices cuando atravesamos por situaciones en que
la mayoría de la gente se sentiría desdichada. No es por masoquismo. Esa es en
verdad una de las mayores paradojas del Evangelio.
No sólo es una paradoja.
Es nuestro gran consuelo. Si yo tengo a Jesús en mí, si camino con Él de la
mano, si le sirvo con lo mejor de mis fuerzas, las circunstancias exteriores
tienen poca importancia. Porque si lo tengo a Él, tengo el más grande tesoro.
Si Él me tiene a mí, y yo lo tengo a Él, lo tengo todo. Él me basta.
Por algo cantó el
salmista: "¿A quién tengo yo en los
cielos sino a ti? Fuera de ti nada deseo en la tierra." (Sal 73:25). ¡Vengan
pues dificultades, vengan contradicciones! Estamos dispuestos a afrontarlo todo
por Cristo.
Pero después dice Pablo
algo que es difícil de tragar. Dice que ha vivido como pobre, pero que ha
enriquecido a muchos. ¿No estará soñando? ¿A quién regaló su plata? No sabíamos
que alguna vez la hubiera tenido.
Pobre es alguien que
recibe limosnas; que vive de la caridad pública. ¿Qué tiene el pobre para dar a
otros sino su pena? A lo más un "Dios se lo pague" agradecido. Pero a
nadie hacen rico las palabras. ¿O sí?
¿Quién quiere ser pobre?
Nadie en su sano juicio. ¿Depender de otros para su subsistencia? ¿Tener que
mendigar el pan de cada día? Rechazamos con todas nuestras fuerzas esa idea.
¡Retírate Satanás! Sin embargo, Jesús llama dichosos a los pobres, y para
recalcar esa idea narra el episodio del pobre Lázaro que comía las migajas que
caían de la mesa del banquete de un hombre rico. Al final, los papeles se
invirtieron: el pobre fue feliz y el rico, desdichado (Lc 16:19-30).
El pobre en lo material
puede ser rico en lo espiritual y puede enriquecer a muchos con lo que tiene,
aunque, según las apariencias, sea un pordiosero y no tenga nada.
Cuando recordamos las
bienaventuranzas nos olvidamos del texto de Lucas, que dice: "Bienaventurados vosotros los pobres,
porque vuestro es el reino de los cielos" (Lc 6:20). Y ahí no dice "pobres
en espíritu." (Mt
5:3), sino pobres a secas. Y más adelante añade: "¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro
consuelo!" (Lc 6:24). De manera que puede no ser tan buen negocio ser
rico.
Pablo mismo escribió también
que Jesús "siendo rico se hizo pobre
para que nosotros fuésemos enriquecidos con su pobreza." (2Cor 8:9). Por eso, sin duda, Pablo
dice que aunque era pobre enriqueció a muchos. Eso lo aprendió de su Maestro.
No estaba tan loco como pensamos.
Es un hecho que en los
primeros tiempos de la iglesia la mayoría de los cristianos eran pobres,
ignorantes, marginados, tenidos en poco.
¿Quieren ver la prueba?
El mismo Pablo en otra epístola lo explica: "Mas
mirad, hermanos, que entre los que han sido llamados no hay muchos sabios según
criterios humanos, ni muchos poderosos, ni muchos de noble cuna..." (1Cor
1:26). Es decir, eran débiles, viles, menospreciados.
Pero Dios los escogió
así como eran, para anular lo que es con lo que no es, "a fin de que nadie se jacte en su presencia" (1Cor
1:29). Porque Él no necesita nuestra ayuda, ni de grandes ejércitos para lograr
sus propósitos. Le basta con unos pocos que le sean fieles y que pongan su
confianza por entero en Él.
En el libro de Jueces
leemos cómo Gedeón reunió un ejército de 32,000 guerreros para hacer frente a
la muchedumbre de madianitas. Pero Dios le dijo que no necesitaba tantos
soldados para vencerlos. E hizo que redujera su ejército a sólo 300 hombres. Y
con ellos triunfó sobre la multitud de sus enemigos. (Jc 7:1-7). ¿Qué mejor
ejemplo?
Por último, Pablo afirma
que ha vivido no teniendo nada, pero que a la vez, lo ha tenido todo. Esa es
una gran verdad que deberíamos tener siempre presente. Tener muchas cosas no
nos hace mejores. Al contrario, nos puede hacer peores, porque aleja nuestra mirada de lo que realmente vale y nos
hace concentrarnos en lo superfluo.
Por eso se dice que las
mejores cosas que ofrece la vida son gratuitas. Que no hay hombre más pobre que
el que lo tiene todo, pero carece de amor.
En fin ¿en qué quedamos?
¿Lo contratamos a Pablo para que predique en nuestra iglesia? ¿O le sugerimos
que vaya a buscar trabajo en otra parte? Usted amigo ¿qué dice?
Pero a ti, amigo lector, que has tenido paciencia con
mis necedades hasta este punto, yo te pregunto: ¿Te consideras rico o pobre? No
sé cuánto dinero tengas en tu bolsillo o en tu cuenta; no sé si tienes muchas
propiedades o no tienes dónde caerte muerto. Pero ¿cómo te ves a ti mismo?
¿como rico o como pobre? ¿eres feliz o desgraciado?
¿Tienes paz en el alma, o vives atormentado? Sólo Jesús
puede darte la paz que desea tu alma. Muchos son los que buscan la paz, la
llenura, la felicidad, en cantidad de escuelas arcanas, de maestros, de gurus,
de enseñanzas ocultas. Pero sólo uno puede darte la paz verdadera, porque Él es
la paz. Sólo uno puede darte el amor que anhelas y que te haga dichoso, porque
Él es el amor mismo. Sólo uno puede mostrarte el camino de la felicidad, porque
Él es el camino.
Búscalo a Él, que si lo buscas de todo corazón, Él se
dejará hallar. Quizá está Él en este momento al lado tuyo, esperando que le
dirijas la palabra. Háblale. Él está tocando a la puerta de tu corazón. Ábrele
la puerta y déjalo entrar. Viene a ofrecerte un banquete. Viene a calmar tu sed
de felicidad. Entrégale todo tu ser y pídele que sea el Señor de tu vida.
NB. Esta charla radial
fue publicada por primera vez el 25.03.01 en una edición limitada. La volvemos
a publicar para ponerla a disposición de un mayor número de lectores.
ANUNCIO: YA ESTÁ A LA VENTA EN LAS LIBRERÍAS CRISTIANAS Y EN
LAS IGLESIAS MI LIBRO “MATRIMONIOS QUE PERDURAN EN EL TIEMPO” (VOL I) INFORMES:
EDITORES VERDAD & PRESENCIA. AV. PETIT THOUARS 1191, SANTA BEATRIZ, LIMA,
TEL. 4712178.
#800 (13.10.13).
Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia
1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución
#003694-2004/OSD-INDECOPI).
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