Pasaje tomado de mi libro
Matrimonios que
Perduran en el Tiempo
Pero hay también la fidelidad de los
ojos.
Los hombres saben de qué estoy hablando, porque
ellos tienden con mucha facilidad a mirar a una mujer bonita que pasa cerca,
que pasa a su lado. Eso lo hacen casi automáticamente. Pero ¿qué pensará de tu
esposa esa mujer a la cual estás mirando? Que no la quiere, que no la respeta.
Si tú miras a otra mujer con atención, estás ofendiendo a tu mujer. Y también
si la mujer mira a un hombre con atención, está ofendiendo a su marido. Es un
hecho sabido que a muchas mujeres solteras les halaga que los hombres casados
las admiren, las cortejen, y muchas hay que buscan tener una aventura con un
hombre casado, sólo por vanidad. Es verdad. Pero ese tipo de asuntos con
frecuencia llegan a cosas mayores que pueden causar gran dolor. El solo
coqueteo, el solo flirteo, ofende a uno u otro. Si la mujer mira a un hombre,
¿qué va a pensar él? Que su marido no sirve para nada, que no la satisface; o
dirá peor, que no le basta uno solo, y quiere tener dos hombres; aquí tengo una
oportunidad para un lance. Esas son
cosas que no pueden permitirse en un hogar cristiano. Yo ruego a Dios que no
sucedan. Pero es bueno que sepan todos que las verdades de Dios acerca del
matrimonio son válidas tanto para los cristianos como para los que no lo son,
para todos los hombres, para todo el género humano.
(Este pasaje está tomado de mi libro
“Matrimonios que Perduran en el Tiempo”, pags. 185 y 186. Editores “Verdad y
Presencia”, Tel. 4712178)
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