miércoles, 20 de octubre de 2010

EL LIBRO DE DANIEL HABLA A LOS JÓVENES

Por José Belaunde M.

En la juventud uno tiene la vida en sus manos. Tú puedes ser lo que quieras ser.

Quizá digas: Imposible, hay cosas que no puedo ser, no está en mis manos decidirlo, porque depende de factores que no están a mi alcance.

Cierto. Si no tienes la estatura requerida no puedes entrar a la escuela militar. Si pesas 70 kilos no puedes ser bailarina de ballet.

Es muy cierto que nuestro futuro en la vida depende del camino que ya hemos recorrido anteriormente.

Cuanto más avanza uno en la vida menos libertad tiene para decidir lo que va a hacer en los años que le quedan de vida.

Si tomas el ómnibus para ir a Pacasmayo, no puedes decidir de repente ir a La Oroya. Está en otra dirección.

Si uno tiene 50 años, lo que uno hizo o logró hasta esa edad condiciona fuertemente lo que puede hacer en los 20 ó 30 años que le quedan de vida.

Pero a los 16 ó 18 años, el partido recién empieza. Tienes dos tiempos por delante para meter goles, para plantear el partido a tu gusto.

Por de pronto, hay algo que tú puedes decidir cualesquiera que sean las circunstancias de tu vida, seas rico o pobre; nadie puede impedir que tú lo hagas, sólo depende de ti:

Puedes decidir ahora mismo que vas a servir a Dios y nadie puede impedírtelo.

Pero ¡ojo! servir a Dios no quiere decir únicamente predicar o ser pastor. Uno puede servir a Dios sin haber subido nunca a un púlpito.

Servir a Dios quiere decir ante todo vivir de acuerdo a su palabra, amarlo, obedecerlo. Y eso nadie te lo puede impedir. Puedes hacerlo aunque estés preso.

Ahora puedes decidirlo, en este momento y sólo de ti depende el que mantengas esa decisión hasta tu último día en la tierra, cualquiera que sean las circunstancias exteriores de tu existencia. Y puedes hacerlo aunque te cueste la vida. Pero si te costara la vida, tendrías una gran recompensa en el cielo, habrías hecho un gran negocio.

Pero en el campo puramente humano, a esta edad tienes la capacidad de decidir lo que quieras ser en tu vida. Es verdad que tienes un campo de posibilidades relativamente limitado, es cierto; no es infinito, ilimitado, pero es, no obstante, bastante amplio.

Puede ser que llegar a ser un profesional no esté a tu alcance porque no tienes el dinero para estudiar en la Uni, eres demasiado pobre y lo poco que ganas lo empleas en sostener a tu madre viuda y hermanitos.

Pero eso no te impide decidir capacitarte en algún oficio, aunque sea artesanal. O puedes decidir llegar a ser una persona culta, leyendo y estudiando de noche. Si no tienes plata para comprar libros, puedes prestártelos de alguna biblioteca.

Puedes decidir a quién vas a servir, si a Dios o al diablo. Si decides lo primero, Dios te va a ayudar a alcanzar las metas que te propongas, metas que parecerían ser imposibles para ti si Dios no viene en tu ayuda.

Quizá te llamaron de la banca de suplentes a medio partido, cuando el marcador estaba en contra, pero ahora tienes todavía un tiempo amplio para voltearlo.

Al inicio del primer capítulo del libro de Daniel hay un versículo que habla de las cualidades que debían tener los jóvenes que debían ser seleccionados para ser entrenados y preparados para el servicio del rey. Veámoslo.

Dn 1:4 "muchachos en quienes no hubiere tacha alguna."

¿Cual es la tacha más grave que se puede hacer contra una persona? Que no sea de buena conducta. Que tenga malos hábitos, malos antecedentes.

Si tienes un pasado malo, si has sido arrestado varias veces, si has estado en la cárcel. Eso es una tacha grave. Y puede ser un obstáculo grave.

Pero puedes arrepentirte hoy de tus pecados y de tu mala conducta y a partir de hoy, con la ayuda de Dios, comenzar una vida nueva, llevar una vida irreprochable. Muchos lo han logrado, aunque tenían un largo prontuario de antecedentes en la PIP.

Pero si no es ese tu caso, te será más fácil.

Quizá tienes defectos de carácter. Puedes pedirle a Dios que te cambie y te libre de ellos.

¿Cómo? Despojándote del hombre viejo y vistiéndote del nuevo (Ef 4:22-24).

Transformándote por la renovación de tu entendimiento (Rm 12:2).

"De buen parecer"
¿Qué quiere decir eso? Bueno, eso podría ser tener buena pinta, o ser una reina de belleza. Pero no está hablando de eso.

Mírate en el espejo. No se trata de que puedas ganar un concurso de belleza o de que seas un Adonis, que te busquen para ser modelo, sino de que tengas un aspecto correcto, agradable.

Dios no está interesado en la belleza externa de las personas sino en la interior, pero la belleza interior se refleja en el orden exterior, en lo ordenado de su aspecto.

Fíjate en este punto: Si eres hombre ¿andas desgarbado, mal peinado, sucio, con el pelo desgreñado y largo, con tu ropa descuidada?

Conoces el dicho: “Como te ven te tratan”. Así es el mundo. Eso se refiere también al vestido.

Si llevas ropa fina, de marca, elegante...dicen: “Este es un señor”. Pero no estoy hablando de eso.

Quizá no tengas ropa fina, pero puedes tenerla limpia, estar bien arreglado, lavado, afeitado, pelo no muy largo. Si te ven así, causas buena impresión.

Y si eres una muchacha ¿A dónde llega tu falda? Si es una mini mini, ya te tasaron; apenas te ven, pensarán: Esta es una chica tan ligera de costumbres como de ropa.

¿Qué dice 1P 3:3,4? “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.”

Puedes tener un aspecto agradable y a la vez discreto, ordenado.

La manera cómo nos vestimos refleja nuestra personalidad. No lo olvides.
Si andas pintarrajeada, ya te calificaron de frívola, o de pretenciosa, o de tener mal gusto.

Pero si te arreglas con buen gusto y discreción, aun los atrevidos te guardarán respeto.

Igual ocurre con los hombres. Tu aspecto te delata.

"Enseñados en toda sabiduría"
Que hayas sido o no enseñado en toda sabiduría hasta ahora quizá no ha dependido de ti.

La sabiduría más importante es la de Dios. Si no naciste en un hogar que era cristiano, o no fuiste a un colegio cristiano, es poco probable que hayas sido enseñado en la sabiduría de Dios.

Pero quizá tus padres tenían una buena moral y te dieron buen ejemplo. Eso es un gran capital para la vida.

Pero también pudiera ser que te enseñaron mal y que te dieron muy mal ejemplo con la vida que llevaban. Si ese es el caso, ahora que conoces la verdad, puedes reaccionar contra ese pasado negativo y eso tendría mucho mérito para Dios. Él quizá te quiera usar para que des testimonio a los que tienen un pasado como el tuyo. Recuerda para Dios no hay nadie perdido.

Pero no olvides que hay también una sabiduría del mundo que puede ser muy útil para la vida y quizá tus padres te la enseñaron, aunque no fueran creyentes. Recuerda que Jesús dijo que “los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.” (Lc 16:8). (Nota).

Y dijo también: “Sed prudentes como serpientes y sencillos como palomas.” (Mt 10:16).

Si no recibiste una buena educación en casa ni en el colegio, ponte ahora en la escuela del Espíritu Santo y empieza a aprender la sabiduría de Dios. Ponte a leer y meditar el libro de Proverbios.

¿Sabes por qué este libro tiene 31 capítulos? Para que leamos uno cada día del mes. ¿Qué capítulo? Pues el del día. Si haces eso te llenarás de la sabiduría de Dios y la sabiduría de Dios será adorno a tu cuello y dará gracia a tus palabras (Pr 1:9; 16:23).

"Sabios en ciencia..."
Esto se refiere al conocimiento humano. Quizá fuiste un mal alumno en el colegio y eres como consecuencia un ignorante.

EN LO HUMANO, LO QUE TÚ ERES HOY DECIDE LO QUE SERÁS MAÑANA.

Toma nota de lo siguiente: tu futuro en la vida, tu éxito, tu progreso, depende en gran parte de lo que sabes. Es el conocimiento, la capacitación lo que nos abre la puerta del éxito en el mundo.

Ahora estás en la edad de adquirir conocimientos que te sean útiles para triunfar.
Adquirir esos conocimientos depende de cómo utilizas tu tiempo ahora.

¿Cómo lo empleas? Hay personas que aprovechan las 30 horas del día. ¿Cómo 30? ¿Acaso tiene el día 30 horas? Es que aprovechan tan bien hasta el último minuto que parece que para ellos el día tuviera más horas que para los demás.

De cómo uses el tiempo depende cuánto avances en la vida.

En el Perú hay una cultura de la pérdida de tiempo. Somos expertos en eso. Se habla y se habla ... pero no se hace nada. Se la pasan discutiendo en los cafetines o en las esquinas sobre lo que hay que hacer, pero no pasan de palabras que se lleva el viento.

¿Cuánta saliva gastas al día en decir tonterías? ¿En hablar piedras? Jesús dijo que de toda palabra ociosa daríamos cuenta en el día del juicio. ¿Recuerdas? (Mt 12:36).

¿O cuánto tiempo inviertes en mirar tonterías? ¿En ver TV, en oír radio, en parlotear por teléfono?

De cómo inviertas tu tiempo depende lo que llegues a ser. El tiempo que pierdes nunca lo recuperas. Aprovecha tu tiempo.

Es como llenar una maleta. Cuando vas de viaje puedes llevar poco o mucho en una maleta. Depende de que aproveches o no hasta el último resquicio, el último huequito que queda para poner algo. O si eres comerciante de que no lleves papeles viejos en lugar de mercadería para vender.

Tu tiempo es tu vida. No tienes otra vida que tu tiempo. A medida que pasan las horas, a medida que avanza el minutero, se te va la vida.

Cuando se es joven uno cree que tiene una eternidad por delante. Sí la tienes, pero no en la tierra. En la tierra el tiempo vuela.

Si no siembras en los surcos de tu tiempo, no cosecharás satisfacciones.

Si no siembras conocimiento, no cosecharás reconocimiento.

¿Qué es el reconocimiento? Es que la gente te aprecie, que reconozcan lo que vales, lo útil que puedes serles. Que reconozcan lo que has logrado con o sin diploma.

Si el agricultor siembra poca semilla, poco cosechará. Si siembra mala semilla, tendrá una mala cosecha.

Lo que tú coseches más adelante (es decir, una buena posición, un hogar, una casa propia...) depende de que lo siembres ahora. No te caerá del cielo.

Siembra en los surcos de tu tiempo semilla apretada, de buena calidad, para que tengas una buena cosecha.

¿Qué es lo que puedes cosechar ahora mismo como fruto inmediato de tus estudios? Un buen currículum.

Cuando vas a buscar trabajo en una empresa, te piden tu currículum. Si eres joven, eso consiste básicamente en lo que has estudiado, en qué institutos, en qué universidad, qué experiencia tienes...

¿Por qué quieren saber eso? Porque de esas cosas depende cuán útil tú puedas serles, qué conocimientos o experiencia aportas a la empresa.

Si no sabes nada sólo servirás para portero o conserje... (Ahora de repente hay uno aquí cuyo padre es conserje o portero. No se lo eches en cara ni te avergüences de él. Quizá él no tuvo oportunidades de estudiar, o quizá nadie le habló de que debía aprovechar el tiempo en su juventud. Además Dios puede usar poderosamente a los conserjes como embajadores porque, estando en la puerta, entran en contacto con mucha gente).

Pero si eres un buen electricista, serás muy apreciado porque no se encuentra muchos buenos. Si además eres ordenado, cumplido, puntual, honrado, vales oro para ellos. La gente busca buenos técnicos, buenos operarios, que hagan bien su trabajo, que no los defrauden, que no lo dejen todo a medias, que reciban un adelanto y nunca regresen.

Las empresas grandes y chicas tienen hambre de buenos empleados, de empleados confiables, porque son escasos.

Al que trabaja bien lo buscan, lo necesitan, no hay nada peor que tener un empleado malo. El libro de Proverbios habla bastante de eso (Pr 26:6).

Pero quizá digas: yo no tengo oportunidad de estudiar porque tengo que trabajar y ayudar a mi familia. No tengo para la matrícula ni para las mensualidades de un instituto.

¿Sabes lo que es un autodidacta? Alguien que estudió solo, que no estudió en ninguna escuela. Muchos grandes hombres lo fueron. Edison, por ejemplo, el inventor de la bombilla eléctrica, del fonógrafo y de tantas otras cosas, también lo fue.

Un buen libro puede ser el mejor maestro.

"Idóneos para estar en la palacio del rey".
Aquí no se trata de la casa de Dios, sino de los buenos lugares del mundo, de los sitios elegantes. ¿Qué se esperaba de esos jóvenes para que pudieran estar en la corte sin desentonar? Que tuvieran buenas maneras, un lenguaje mesurado, que fueran corteses, amables, que tuvieran dominio propio. Esas son cualidades cristianas que también son apreciadas en el mundo Y que todo joven cristiano debe poseer para dejar bien parado el nombre de su padre, Dios.

Hay jóvenes que aprendieron a comportarse así en sus hogares. Esa es una buena herencia que los hijos reciben de sus padres, aun mundanos. Pero si no te enseñaron las buenas maneras en tu casa, puedes aprenderlas por tu cuenta, y tendrás más mérito.

Si tú tienes esas cualidades y te portas así, puedes estar seguro de que serás apreciado y te recibirán en cualquier parte; que no desentonarás, aunque no tengas dinero. Esas son las marcas del carácter controlado por el Espíritu Santo.

Tu aspecto exterior, tu conducta, tu forma de hablar, son tu mejor carta de presentación.

Recuerda lo que dice Pr 20:11. "Aun el muchacho es conocido por sus hechos si su conducta fuere limpia y recta."

"Y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos."
Si entras a una empresa y te haces notar por tu buen testimonio y tu diligencia, quizá te hagan estudiar alguna especialidad. Hay firmas que invierten en la capacitación de su personal. No lo hacen por altruismo sino porque saben que les reportará más tarde algún beneficio.

Tu futuro como profesional, o como empleado, o como operario, depende de cuán bien domines tu oficio o tu profesión o tu puesto en la línea de producción y de cuán bien te desempeñes.

Hazlo todo con excelencia, no sólo para agradar a tu patrón, sino para agradar al patrón de los patrones, a Dios (Col 3:22,23).

¿Por qué adelantó tanto José, digamos, "en su carrera"? Porque todo lo hacía bien. Quizá tú digas: “No, sino porque la mano de Dios estaba con él.” Claro, es cierto, todo lo hacía bien porque la mano de Dios estaba sobre él.

Pero si tú buscas a Dios y te esfuerzas, la mano de Dios también estará sobre ti y todo prosperará bajo tu mano. Hay incontables ejemplos de cristianos que prosperaron porque buscaban a Dios y Él hacía que tuvieran éxito en todo lo que hicieran. Esa es una promesa de Dios (Jos 1:8).

Hay lamentablemente muchos malos hábitos nacionales de los que se han contagiado hasta los creyentes. Se les podría llamar “las cuatro "i" del fracaso”: incumplimiento, impuntualidad, irresponsabilidad, impericia. Nunca cumplen sus compromisos, siempre llegan tarde o cumplen con atraso, no les importa cómo hacen las cosas ni asumen sus responsabilidades, no aprenden a trabajar con calidad profesional.

Arráncate esos malos hábitos. No pierdas el tiempo. Esfuérzate por quedar bien.
Recuerda el proverbio que dice: "¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará delante de los de baja condición." (Pr 22:29). ¿Tú quieres estar delante de los reyes, esto es, delante de la gente que toma las decisiones importantes, que tiene el poder económico en sus manos? ¿Quieres progresar en el mundo? Pues sé solícito en tu trabajo.

Daniel se mantuvo delante de los reyes a lo largo de su vida, a pesar de los cambios políticos que le tocó presenciar, porque siempre fue solícito, diligente, en su trabajo. Su integridad y su eficiencia lo convirtieron en un colaborador y consejero invalorable, indispensable. Le permitieron cumplir tanto con Dios como con los hombres; ser fiel con Dios así como con los hombres que depositaron en él su confianza.

En el Perú hay muchos ejemplos de hombres que partieron de la nada y que alcanzaron grandes posiciones. El dueño de una de las grandes empresas de transporte terrestre empezó como camionero. Los dueños actuales de la más grande empresa de leche evaporada que todo el mundo toma, heredaron de su padre la flota de camiones que transportaba esa leche. Hoy son dueños de uno de los conglomerados industriales más grandes del país.

¿Cuál fue su secreto? Fueron diligentes en su trabajo y Dios les abrió puertas inesperadas. Estudia lo que el libro de Proverbios dice acerca del diligente y de la diligencia. Aprenderás mucho de ese estudio.

Nota: Haber pretendido prescindir de esa sabiduría, como si no viviéramos en el mundo, le ha hecho mucho daño a los cristianos al tildárseles de ignorantes.
#398 (04.12.05) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M.

lunes, 11 de octubre de 2010

HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO TE ESCUCHA

¡Cuántas veces nos ocurre que el Señor quiere hablarnos y nos llama, pero no nos damos cuenta! Él usa para hablarnos los pensamientos e ideas que surgen en nuestra mente, pero nosotros no entendemos que son un mensaje que viene de Él. Empezamos a analizarlos, atribuyéndolos a nuestra propia mente. Acudimos equivocadamente a otras fuentes para tratar de clarificar nuestras ideas, como hizo el pequeño Samuel, cuando oyó que lo llamaban, corriendo donde Elí: “Heme aquí ¿para qué me llamaste?” El pequeño Samuel no reconocía la voz del Señor porque “… la palabra del Señor aún no le había sido revelada.” (1S 3:7).

Pero a fuerza de equivocarnos comienza a prenderse un foquito en el espíritu y ponderamos: Quizá esa idea venga del Señor. ¿No será que Él quiere que yo haga lo que mis pensamientos me sugieren?

Por fin llegamos al punto en que empezamos a reconocer la voz de Dios y a entender que Él usa para hablarnos no sólo nuestros propios pensamientos, sino también los sueños de la noche y los que tenemos al despertar; las palabras que nos impresionan cuando leemos la Biblia o en la predicación; las cosas que otros nos dicen…

Si nos quejamos de que Dios no nos habla conviene que despabilemos y agucemos nuestros oídos para escuchar su voz y que le digamos: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. (1S 3:10)
¡Háblame, Señor, sí, a través del día! ¡Háblame a través de las cosas que veo, y de la forma cómo mi mente reacciona ante ellas! ¡Y no permitas que el enemigo entrometa su voz y que yo la confunda con la tuya!

Pero así como Dios le habló al niño Samuel en la noche, o en la madrugada, no hay hora más propicia para escuchar la voz de Dios que cuando despunta la aurora: “De mañana tú escuchas mi voz; temprano me presento ante ti y espero.” (Sal 5:3)

¡Qué bendición que podamos decir con Isaías : “Mañana tras mañana el Señor despierta mis oídos para que escuche como discípulo”! (Is 50:4) ¡Oh, sí, Señor! ¡Despierta mis oídos; quita el zumbido, la estática del mundo, para que yo pueda escuchar con claridad lo que tú quieres decirme!

Samuel fue fiel a la palabra del Señor. Escuchaba lo que el Señor les decía y lo transmitía fidedignamente. Por eso Dios no dejó caer ninguna de sus palabras por tierra. Que el Señor nos dé un oído pronto y una fidelidad semejante al comunicar a otros lo que Él quiere decirles a través nuestro, para que, de manera similar, no caiga tampoco por tierra ninguna de las palabras que nuestra boca pronuncie. (18.09.90)

#437 (10.09.06) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

LA ENVIDIA DE SAÚL

Por José Belaunde M.

Los capítulos 17 al 19 del primer libro de Samuel contienen lo que podríamos llamar un caso clínico de deterioro moral progresivo de un hombre.

Su decadencia moral se desarrolla en torno a su relación con un varón al que lo ligaba al principio una verdadera amistad y que le había brindado grandes servicios. Recordemos solamente cómo el joven David tocó el arpa para Saúl a fin de ahuyentar al espíritu maligno que le atormentaba (1 S 16:14-23) y cómo más tarde David mató al gigante Goliat que atemorizaba al ejército israelí en el campo de batalla (1 S 17).

Recordemos también cómo, algún tiempo atrás, cuando el pueblo de Israel le pidió a Samuel que les estableciera un rey como tenían todas las naciones, el profeta, después de consultar con Dios, y de advertir al pueblo de qué maneras el rey que pedían los explotaría, ungió al más apuesto de los hijos de Cis, a Saúl, como rey de todo Israel, siguiendo las indicaciones del Señor (1S caps. 8 al 10). (Nota 1)

Pero Saúl, pese a las victorias obtenidas sobre los enemigos de su pueblo gracias a la ayuda de Dios, y una vez consolidado su poder, desobedeció en dos ocasiones a las instrucciones que el Señor le había dado a través de Samuel. La segunda vez se trataba de destruir totalmente el ganado capturado a los amalecitas y de matar a su rey, cosas ambas que Saúl dejó de hacer con el pretexto de ofrecer sacrificios a Jehová (1Sam 15). Al recriminarle Samuel su conducta el profeta pronunció esas palabras que se han vuelto proverbiales entre los creyentes: “¿Se complace el Señor tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezcan las palabras del Señor? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios y el prestar atención mejor que la grosura de los carneros.” (1S 15:22).

Poco tiempo después Samuel ungió secretamente como futuro rey de Israel al menor de los hijos de Isaí, al pastorzuelo David (1S 16:1-13), a quien Dios sacó de las majadas (Sal 78:70). A partir de entonces el espíritu del Señor se apartó de Saúl y reposó sobre David.

Cuando Saúl oye que como consecuencia de las hazañas de David, las mujeres del pueblo entonan una canción en que atribuyen al joven héroe más hazañas que a él, siente celos: “Aconteció que cuando volvían ellos, cuando David volvió de matar al filisteo, salieron las mujeres de todas las ciudades de Israel cantando y danzando, para recibir al rey Saúl, con panderos, con cánticos de alegría y con instrumentos de música. Y cantaban las mujeres que danzaban, y decían: Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles. Y se enojó Saúl en gran manera, y le desagradó este dicho, y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles; no le falta más que el reino.” (1 S 18:6-8). Le molesta que a otro le atribuyan mayor valor que a él. Él quiere ser el primero. (¿No somos nosotros así?). ¿Quién puede haberle inspirado esos sentimientos sino el diablo? “No deis lugar al diablo” dice la Escritura (Ef. 4:27). Al haber admitido esos sentimientos y no haberlos rechazado, Saúl cedió al diablo una cabeza de playa en su alma y el enemigo empezó desde ahí a invadirlo gradualmente. (2)

Los celos –que tienen su origen en un sentimiento de inferioridad- dan lugar al temor de que David pueda algún día significar una amenaza para su posición como rey “Mas Saúl estaba temeroso de David, por cuanto Jehová estaba con él, y se había apartado de Saúl; …. Y viendo Saúl que se portaba tan prudentemente, tenía temor de él.” (1S 18:12,15) Él se compara inconcientemente con David y observa lo mucho que éste le aventaja, pero lo que más le preocupa es ver cómo la mano del Señor está con David, mientras que se ha apartado de él.

Al temor sucede el deseo de eliminar al posible rival “Entonces dijo Saúl a David: He aquí, yo te daré Merab mi hija mayor por mujer, con tal que me seas hombre valiente, y pelees las batallas de Jehová. Mas Saúl se decía: No será mi mano contra él, sino que será contra él la mano de los filisteos.” (v.1S 18:17). Le ofrece algo bueno –la mano de su hija- pero su intención es perversa. “El que odia disimula con sus labios, pero en su interior maquina engaño,” dice el libro de los Proverbios y ¡cuánta verdad hay en su dicho! (Pr 26:24). A la conspiración sucede el incumplimiento de la palabra dada: “Y llegado el tiempo en que Merab hija de Saúl se había de dar a David, fue dada por mujer a Adriel meholatita.” (1S 18:19).

Luego vienen los sentimientos fingidos, la hipocresía descarada, y los recados lisonjeros a través de terceros: “Y mandó Saúl a sus siervos: Hablad en secreto a David, diciéndole: He aquí el rey te ama, y todos sus siervos te quieren bien; sé, pues, yerno del rey.” (1S 18:22). Saúl no tiene escrúpulos en emplear a sus propias hijas como peones de su siniestro juego.

Cuando David protesta diciendo que él es un hombre sin recursos ni fortuna para ofrecer al rey una dote digna por su hija, la hipocresía se dobla de astucia: “Y Saúl dijo: Decid así a David: El rey no desea la dote, sino cien prepucios de filisteos, para que sea tomada venganza de los enemigos del rey. Pero Saúl pensaba hacer caer a David en manos de los filisteos.” (1S 18:25)

Saúl sabe que los sentimientos nobles de David no le permitirán aceptar como mujer a una princesa porque él, que no era pobre pero tampoco era rico, no está en condiciones de aportar la dote que corresponda al rango de la novia. Para vencer su objeción en vez de dote Saúl le pone una condición que obligará a David a arriesgar su vida. Pero David sale airoso de la prueba; incluso trae el doble de lo que se le solicita y antes de que se cumpla el plazo señalado (1S 18:26 y 27).

El éxito de David y la evidencia de que Dios lo protege hace que aumente el temor de Saúl: “Pero Saúl, viendo y considerando que Jehová estaba con David, y que su hija Mical lo amaba, tuvo más temor de David; y fue Saúl enemigo de David todos los días.” (1S 18:28,29). Al dejar que el temor lo avasalle Saúl pierde todo control de sí mismo e incluso todo respeto propio, todo recato, pues ya ni siquiera oculta la bajeza de sus sentimientos hostiles ante sus colaboradores ni ante sus hijos: “Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos sus siervos, para que matasen a David; pero Jonatán hijo de Saúl amaba a David en gran manera.” (1S 19:1).

Cabría preguntarse ahora ¿qué clase de hombres serían sus colaboradores en este momento? “Si un gobernante atiende a la palabra mentirosa, todos sus servidores serán impíos.” dice el libro de Proverbios (Pr 29:12). No sólo su hijo Jonatán le dio entonces la espalda; seguramente todos sus siervos que admiraban a David, deben haberse apartado horrorizados de Saúl. En cambio atraería a otros cuyos sentimientos estaban en consonancia con los suyos. Aunque la Escritura no lo diga explícitamente aquí podemos ver cómo al aumentar su influencia sobre Saúl, el diablo iba destruyendo su vida y su entorno.

Como todo espíritu atormentado Saúl se muestra indeciso y pusilánime. No obstante, aún queda una chispa de sentimiento noble en él, pero se apaga pronto: “Y Jonatán habló bien de David a Saúl su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque ninguna cosa ha cometido contra ti, y porque sus obras han sido muy buenas para contigo; pues él tomó su vida en su mano, y mató al filisteo, y Jehová dio gran salvación a todo Israel. Tú lo viste, y te alegraste; ¿por qué, pues pecarás contra la sangre inocente, matando a David sin causa? Y escuchó Saúl la voz de Jonatan, y juró Saúl: Vive Jehová, que no morirá. Y llamó Jonatán a David, y le declaró todas estas palabras; y él mismo trajo a David a Saúl, y estuvo delante de él como antes.” (1S 19:4-7) Pero la tregua duró poco.

Ya completamente entregado en las manos de Satanás Saúl desvaría y sufre depresiones: “Y el espíritu malo de parte de Jehová vino sobre Saúl; y estando sentado en su casa tenía una lanza a mano, mientras David estaba tocando.” (1S 19:9). Es posible que entonces David, compadeciéndose del estado en que ha caído de nuevo el rey, haya venido a palacio para tocar nuevamente el arpa para él, conociendo el buen efecto que la música tenía sobre su ánimo. Sin embargo, en un acceso de locura, Saúl intenta matarlo con sus propias manos arrojándole su lanza (1S 19:9,10).

Recuperado de su locura pasajera Saúl ordena asesinar a David mientras duerme. Dejando de lado todo escrúpulo, él se convierte abiertamente en un asesino: “Saúl envió luego mensajeros a casa de David para que lo vigilasen, y lo matasen a la mañana. Mas Mical su mujer avisó a David, diciendo: Si no salvas tu vida esta noche, mañana serás muerto.” (1S 19:11). Mical descuelga a su marido por la ventana y David huye para refugiarse donde Samuel en Ramá.

El episodio está lleno de rasgos cómicos porque Mical “tomó una estatua y la puso sobre la cama, le acomodó por cabecera una almohada de pelo de cabra y la cubrió con su ropa…” (1Sam 19:13). Cuando llegaron los mensajeros Mical les dijo que David estaba enfermo en cama y se regresaron. Pero Saúl los volvió a enviar diciéndoles: Tráiganmelo aunque esté enfermo. Y cuando entraron al cuarto vieron que era una estatua lo que estaba sobre la cama. (v. 15,16).

Desengañado Saúl ya no sólo atenta contra la vida de un inocente, que antes fuera un colaborador valioso, sino que ahora además se vuelve contra el hombre que veneraba como un padre y a quien le debía el reino, esto es, contra el profeta Samuel: “Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, lo cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. (1S 19:20a). Pero Dios frustró los planes de Saúl porque cuando los hombres a quienes él había dado encargo de apresar a David y a Samuel, llegaron donde éstos estaban, el Espíritu de Dios cayó sobre ellos y empezaron a profetizar olvidándose de su encargo: Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.” (1S 19:20b).

Volvió Saúl a enviar hombres con el encargo de matar a David una segunda y una tercera vez, pero cada vez con el mismo resultado. Por último fue el propio Saúl con igual resultado: “Y fue a Naoit en Ramá; y también vino sobre él el Espíritu de Dios, y siguió andando y profetizando hasta que llegó a Naiot en Ramá. Y él también se despojó de sus vestidos, y él también profetizó delante de Samuel, y estuvo desnudo todo aquel día y toda aquella noche. De aquí se dijo: ¿También Saúl entre los profetas?” (1S 19:23, 24). (3)

¡Qué caminos de ignominia ha recorrido el alma de Saúl desde el momento en que dejó que los celos penetraran en su ánimo! Así ocurre con muchos hombres y mujeres cuando dan un lugar, aunque sea pequeño, al diablo en su alma.

¡Cuántas veces nosotros no hemos visto ese fenómeno de la envidia, en nuestras familias, en nuestros centros de trabajo, e incluso, en las iglesias, envenenando las amistades y destruyendo las relaciones! En lugar de alegrarnos por los dones que Dios regala al prójimo, sufrimos a causa de ellos y nos sentimos menos porque a nosotros no se nos ha dado aptitudes iguales.

Pero ¿qué ganamos con los celos y la envidia? Sólo atormentarnos. ¿Hay alguien que sea feliz envidiando? Al contrario, el que envidia sufre al ver los triunfos ajenos. En cambio, el que admira los méritos del prójimo, se alegra y se goza viendo la obra de Dios en su hermano. Pero hay algo más: Al admirar aprende y absorbe las cualidades que admira.

Notas:
1. Muerto Josué Israel permaneció en la tierra como una confederación de tribus autónomas, cada una con sus propios jefes. De tanto en tanto, cuando estaban en peligro, Dios hacía que surgieran líderes tribales que, con el apoyo a veces de las tribus vecinas, se oponían a los enemigos que los acosaban y los vencían. La Biblia les da el nombre de jueces (Véase el libro del mismo nombre).
Los filisteos de la costa, sin embargo, representaban un peligro mayor, porque tenían armas superiores, debido al monopolio que tenían de la forja del hierro –mientras que los hebreos sólo tenían armas de bronce. Derrotados por los filisteos en la desastrosa batalla de Afec, en la que incluso el arca de la ley cayó en poder de sus enemigos (1S 4), los israelitas reaccionaran pidiendo que se les diera un rey guerrero a la manera de los pueblos vecinos, ya que Samuel era para ellos sólo un líder espiritual.

(2) La expresión “cabeza de playa” (“beachhead” en inglés) viene de la segunda guerra mundial, cuando los ejércitos aliados invadieron Francia, que estaba en poder de las tropas alemanas. En una operación audaz y arriesgada, tomaron un sector de las playas de Normandía, donde los alemanes menos lo esperaban, y a partir de ese pequeño punto, por donde empezaron a desembarcar sus tropas y tanques, iniciaron una ofensiva que los llevaría finalmente a derrotar a los ejércitos de Hitler. De manera semejante al enemigo sólo le basta poner el pie en un pequeño punto de nuestra alma para invadirla toda poco a poco, si no nos despertamos al peligro que nos amenaza.

(3) En esa época el espíritu de profecía caía sobre los profetas con frecuencia como una especie de posesión extática, en la que perdían el control de sí mismos.
(Escrito el 26.9.90 y revisado y ampliado para esta impresión)