lunes, 11 de octubre de 2010

HABLA, SEÑOR, QUE TU SIERVO TE ESCUCHA

¡Cuántas veces nos ocurre que el Señor quiere hablarnos y nos llama, pero no nos damos cuenta! Él usa para hablarnos los pensamientos e ideas que surgen en nuestra mente, pero nosotros no entendemos que son un mensaje que viene de Él. Empezamos a analizarlos, atribuyéndolos a nuestra propia mente. Acudimos equivocadamente a otras fuentes para tratar de clarificar nuestras ideas, como hizo el pequeño Samuel, cuando oyó que lo llamaban, corriendo donde Elí: “Heme aquí ¿para qué me llamaste?” El pequeño Samuel no reconocía la voz del Señor porque “… la palabra del Señor aún no le había sido revelada.” (1S 3:7).

Pero a fuerza de equivocarnos comienza a prenderse un foquito en el espíritu y ponderamos: Quizá esa idea venga del Señor. ¿No será que Él quiere que yo haga lo que mis pensamientos me sugieren?

Por fin llegamos al punto en que empezamos a reconocer la voz de Dios y a entender que Él usa para hablarnos no sólo nuestros propios pensamientos, sino también los sueños de la noche y los que tenemos al despertar; las palabras que nos impresionan cuando leemos la Biblia o en la predicación; las cosas que otros nos dicen…

Si nos quejamos de que Dios no nos habla conviene que despabilemos y agucemos nuestros oídos para escuchar su voz y que le digamos: “Habla, Señor, que tu siervo te escucha”. (1S 3:10)
¡Háblame, Señor, sí, a través del día! ¡Háblame a través de las cosas que veo, y de la forma cómo mi mente reacciona ante ellas! ¡Y no permitas que el enemigo entrometa su voz y que yo la confunda con la tuya!

Pero así como Dios le habló al niño Samuel en la noche, o en la madrugada, no hay hora más propicia para escuchar la voz de Dios que cuando despunta la aurora: “De mañana tú escuchas mi voz; temprano me presento ante ti y espero.” (Sal 5:3)

¡Qué bendición que podamos decir con Isaías : “Mañana tras mañana el Señor despierta mis oídos para que escuche como discípulo”! (Is 50:4) ¡Oh, sí, Señor! ¡Despierta mis oídos; quita el zumbido, la estática del mundo, para que yo pueda escuchar con claridad lo que tú quieres decirme!

Samuel fue fiel a la palabra del Señor. Escuchaba lo que el Señor les decía y lo transmitía fidedignamente. Por eso Dios no dejó caer ninguna de sus palabras por tierra. Que el Señor nos dé un oído pronto y una fidelidad semejante al comunicar a otros lo que Él quiere decirles a través nuestro, para que, de manera similar, no caiga tampoco por tierra ninguna de las palabras que nuestra boca pronuncie. (18.09.90)

#437 (10.09.06) Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

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