martes, 13 de octubre de 2009

EL MAESTRO: FUNCIONES Y RESPONSABILIDAD

Teniendo en cuenta que debe haber en las iglesias muchas personas que han escogido el magisterio como carrera, pongo a disposición de mis lectores el texto de una charla dada recientemente ante un grupo de maestros y estudiantes de pedagogía.
1. El maestro cumple dos funciones principales, que se designan haciendo una distinción entre el profesor y el maestro: Transmitir conocimientos y formar el carácter de sus alumnos.

Pero formar el carácter es más importante que impartir conocimientos, porque los conocimientos se renuevan o se olvidan, pero el carácter perdura e influye en toda la vida.

El maestro forma el carácter de sus alumnos en gran medida a través de la influencia que ejerce en ellos.

Los niños influyen unos sobre otros, para bien o para mal, pero los padres son la influencia principal, porque conviven con ellos y porque el niño depende de ellos.

La influencia de los padres puede ser constructiva o destructiva.
Es lo primero cuando los padres forman un hogar estable y son personas que asumen su papel con sentido de responsabilidad, pero sobre todo, con cariño. Es lo segundo con frecuencia cuando los padres están separados o cuando, aun permaneciendo juntos, reina en el hogar un clima de tensión; o cuando los dos progenitores, o uno de ellos trata mal a sus hijos, o los descuida. Pero sobre todo, cuando les dan mal ejemplo.

Luego viene la influencia del maestro.
El maestro influye en sus alumnos sin querer hacerlo y queriendo hacerlo; es decir, voluntaria e involuntariamente, por el solo hecho de que sus alumnos pasan varias horas al día con él o ella.

La influencia más profunda el maestro la ejerce involuntariamente.
¿Cómo la ejerce?
A través de su conducta que es, a la vez, reflejo de su carácter.

Entonces, podemos decir que el maestro influye en el carácter de sus alumnos a través de su propio carácter.

Como ocurre en el caso de los padres, el carácter del maestro deja una huella en sus alumnos.
Lo hace porque su carácter se manifiesta en la forma cómo actúa, cómo se desempeña y cómo enseña.

2. La influencia del maestro sobre sus alumnos se profundiza mediante el conocimiento que él tenga del carácter y personalidad de cada uno de ellos, pero también mediante el conocimiento mutuo.

El maestro necesita conocer el carácter de sus alumnos individualmente, porque sólo así puede dar a cada uno el tratamiento que le conviene.
Si no conoce a sus alumnos individualmente el trato que les dé puede ser inadecuado o dañino.

Es un hecho que el conocimiento de la personalidad de sus alumnos se dificulta cuando son muchos en clase, o cuando el maestro no puede estar con ellos en el recreo, donde el contacto es más informal y espontáneo y, por tanto, más revelador.

De otro lado, el maestro no tiene por qué tener miedo de que sus alumnos lo conozcan, a menos que tenga algo que ocultar.

3. El maestro influye positivamente en sus alumnos cuando ellos lo admiran.
Si no lo admiran no influirá en ellos, o influirá muy poco.
Naturalmente, para que sus alumnos lo admiren el maestro debe tener rasgos dignos de admiración.
Esos rasgos serán principalmente de carácter, pero también pueden ser de inteligencia o de habilidad.

El éxito del maestro se mide por el grado con que sus alumnos quieren ser como él.
Esto es, en la medida en que quieran imitarlo.

“Yo quiero ser como mi maestro” es el mayor elogio que puede recibir un maestro de sus alumnos.
¿Pueden tus alumnos decir eso de ti? ¿Lo dicen, o lo piensan?
¿Eres un modelo para tus alumnos?
¿O al revés, ellos no quieren de ninguna manera ser como tú?
Piensa en esto: Los niños y adolescentes son jueces muy objetivos de sus maestros y de sus padres.

Si tú no eres un modelo para tus alumnos estás fracasando como maestro.

Si tus alumnos te admiran, te imitarán. Pero más te imitarán si te aman.
Si no te aman ni te admiran, les serás indiferente, o te detestarán.

¿Puede un maestro ser amado por sus alumnos? No es fácil porque tiene que ser severo en ocasiones.
No obstante, pese a su severidad ocasional, los alumnos amarán a su maestro, si en su necesaria severidad eventual, él es siempre justo.

4. Los jóvenes buscan modelos que imitar. Los necesitan porque sus personalidades están en formación.
Ellos se topan con muchos modelos que son poco útiles, o que son directamente dañinos.
Estos últimos a veces los atraen porque gozan de prestigio en determinados ambientes, como en los bajos fondos donde hay mucha delincuencia y donde los delincuentes son admirados.

Pero en la mayoría de los casos sus modelos suelen ser: deportistas, o cantantes, o actores, o estrellas del mundo del espectáculo. O pueden ser políticos, o figuras públicas.
Antes los militares eran modelos de la juventud. Ya no.

5. Para ser amado hay que ser “amable”, es decir, digno de ser amado.
¿Lo eres? Examínate.
Quizá estás fallando porque les caes antipático. En ese caso, necesitas cambiar de actitud y convertirte en un maestro a la vez firme y amable.

¿Qué rasgos de carácter tienes que te hagan digno de ser amado o admirado por tus alumnos?
¿Eres cortés? Toma nota: Lo cortés no quita lo valiente.
Nunca trates mal a un alumno, ni siquiera por motivos de disciplina.

Aun castigando el maestro debe mostrar respeto por el alumno.
El alumno recto desea ser castigado o reprendido si se porta mal.
Si no es castigado o reprendido cuando lo merece, su sentido innato de justicia es frustrado y, lo que es peor, concluye que puede salirse con la suya.
Pero para ser efectivos, el castigo o la reprimenda deben ser justos.

6. Muchos alumnos necesitan, ansían, ser respetados por sus maestros, porque en su casa no son respetados.

En el Perú se maltrata mucho a la infancia, en contraste con otros países donde se la trata bien.
El adulto que fue bien tratado de niño, es seguro de sí mismo y tiene una alta autoestima.
El que fue tratado mal es lo contrario: inseguro, y tiene una baja autoestima.
Buena parte de la inseguridad que suele mostrar el peruano viene del maltrato, o del descuido, sufrido en la infancia.

7. Volviendo al tema de la admiración, seguramente tú deseas que tus alumnos te admiren, pero, ¿mantienes la calma o eres irascible?
¿Demuestras tener dominio propio?
Para ejercer autoridad necesitas ejercerla primero sobre ti mismo.
El que quiera dominar a otros debe primero dominarse a sí mismo. Y el maestro necesita dominar la indisciplina de sus alumnos.

8. ¿Eres íntegro? Tus alumnos se darán cuenta rápidamente si no lo eres.
Si no eres íntegro no te valorarán. No te harán caso.
Lo que les digas les entrará por un oído y les saldrá por el otro.
Sólo si eres íntegro tus palabras tendrán peso para ellos.

9. El maestro que es admirado y querido por sus alumnos crea un espíritu de cuerpo en su clase.
Eso da una fuerza muy grande al grupo.
Es como el entrenador en el fútbol.
Si los jugadores no lo admiran, no se sienten estimulados a jugar bien, o a superarse.
Un entrenador admirado por sus jugadores saca lo máximo de sus pupilos.

10. El maestro debe saber valorar a sus alumnos; debe descubrir sus cualidades y talentos, y decírselo para estimularlos.
El aprecio es un gran estímulo.
No seas avaro con tus palabras de elogio y de estímulo.
“Si tú me aprecias, estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidas”.

Cuando una persona es valorada se desarrolla intelectual y humanamente, y crece.
Si no es valorada es como la planta que crece raquítica porque le faltó agua.

11. El verdadero maestro moldea el carácter de sus alumnos.
Las pruebas y las exigencias son muy útiles con ese fin (el garrote)
Pero también debe usarse la zanahoria (el estímulo, el premio).

Resumiendo: ¿Cómo moldea el maestro el carácter de sus alumnos?
Conociéndolos, estimulándolos, corrigiéndolos, pero sobre todo, SIENDO EJEMPLO.

La mejor enseñanza que los padres pueden dar a sus hijos se la dan con el ejemplo.
Igual sucede con los maestros. La enseñanza más elocuente que ellos dan a sus alumnos, se la imparten con el ejemplo.

Los alumnos aprecian más o menos a sus maestros según sea el ejemplo que les dan.

Ellos tienen una percepción intuitiva de la calidad humana del maestro, que va de más a menos, según cómo se comporte el maestro dentro y fuera de clase.
Según el vocabulario que use.
Según el dominio que ejerza de sí mismo.
Según la forma cómo reaccione ante los comportamientos equivocados de sus alumnos.
Según la forma cómo se viste, si es correcta o descuidada. O, en el caso de las maestras, si su indumentaria es sobria o provocativa.
Según la rectitud e imparcialidad que demuestren.
(Los favoritismos conspiran contra la autoridad del maestro)

Según sea la percepción que tengan de la integridad de su maestro, tomarán más o menos en cuenta sus consejos.

En los temas esenciales o profundos nadie hace caso de lo que dice una persona de cuya integridad se dude.

A la larga, el prestigio de una persona depende de la integridad que demuestre.

El maestro que no es íntegro, carece de prestigio y ningún alumno querrá ser como él.
Su impacto en sus alumnos será negativo.

Integridad es más que honradez.
La integridad abarca la vida entera. La honradez se refiere sobre todo al ámbito económico.

Si el maestro demuestra no ser íntegro, sus alumnos no lo apreciarán, aunque sea inteligente.
Si es deshonesto, lo despreciarán.

12. El maestro debe cumplir siempre su palabra. Si no es hombre o mujer de palabra firme, si incumple lo que promete, pierde credibilidad ante sus alumnos.
Si ha amenazado con aplicar un castigo de producirse determinado caso, y ocurre lo previsto, debe aplicar el castigo anunciado.
No amenace y después no cumpla. De lo contrario ya no lo tomarán en serio.

13. El maestro debe dominar las materias que enseña.
Si no las domina, los alumnos se darán cuenta rápidamente de sus deficiencias.

Para dominar una materia el maestro debe estudiar constantemente, actualizarse.
Debe renovar sus conocimientos con ideas nuevas.
Eso supone investigar.

Cuando el maestro estudia e investiga, tiene cosas nuevas que ofrecer a sus alumnos que les interesen y capten su atención.
Su clase se vuelve interesante porque tiene conocimientos frescos que compartir.

Si el maestro enseña lo mismo que enseñó el año anterior, enseñará sin entusiasmo y puede aburrir a sus alumnos.

El maestro debe buscar entusiasmar a sus alumnos por las materias que les enseña, porque ellos aprenden mejor lo que les entusiasma. Para comunicar entusiasmo él mismo debe estar entusiasmado por la materia que enseña.

14. El maestro no debe tolerar la indisciplina y el desorden en clase.
Necesita estar atento para detectar los focos de indisciplina a fin de mantener el orden en el aula.
Si hay ruido en el salón de clase debe callarse y sólo reanudar la clase cuando cese el cuchicheo.
Si es indispensable debe expulsar a los revoltosos.

Pero después de expulsado, el maestro debe llamar al revoltoso y hablarle; interesarse por él.

Los alumnos que crean problemas en clase suelen ser los que tienen problemas en casa.
Es probable que su hogar sea problemático y que el alumno sufra como consecuencia.

El maestro debe tratar de indagar los problemas que hay en el hogar del alumno rebelde.
Necesita conocer a sus padres o tutores; ganarse su confianza.
Es posible que los padres necesiten consejería psicológica, o algo más que eso. Pero el maestro puede ayudar a los padres a lidiar con los problemas que presentan sus hijos, y quizá pueda hacerles entender –cuando sea el caso- que ellos son la causa principal del problema que afecta a sus hijos.

Si logra eso, la labor del maestro habrá trascendido del marco del salón de clase, y se habrá convertido en un maestro de vida de padres e hijos.

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