jueves, 31 de mayo de 2018

VIAJE DE PABLO A JERUSALÉN I


LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
VIAJE DE PABLO A JERUSALÉN I
Un Comentario de Hechos 21:1-9
1. “Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara.”

El texto podría decir: “Cuando nos arrancamos de ellos…”, tanto les costó hacerlo.
Lucas, autor del libro de los Hechos, acompañando a Pablo, narra con bastante detalle las incidencias del viaje que emprende el apóstol. Lo último que ha narrado en el capítulo anterior es cómo los ancianos de Éfeso, que habían descendido a Mileto a pedido del propio Pablo para despedirse emocionado de ellos (Hch 20:17), lo acompañaron al barco en que se había de embarcar.
Podemos imaginar cómo ellos, parados en el muelle, verían con lágrimas que el barco desamarraba y se hacía a la mar. Cuando decimos barco debemos imaginar una embarcación que, en nuestros tiempos, no sería más grande que una bolichera de treinta o cuarenta metros de largo. ¡Cuánto sentían ahora su partida, y cuánto lo extrañarían en los meses siguientes! No sólo por una cuestión de afecto, sino sobre todo, pienso yo, porque por la palabra ungida de Pablo ellos habían sido alimentados constantemente.
Cos y Rodas eran islas situadas frente a la costa de Asia Menor por las que la nave pasó de largo, o quizá se detuvo por poco tiempo, para luego detenerse enseguida en el puerto de Pátara, donde Pablo y sus acompañantes desembarcaron con el propósito de proseguir su viaje, porque el barco seguía con un rumbo que no convenía a Pablo. (Nota 1)
2,3. “Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí.”
La frase: “hallando un barco”, nos hace suponer que Pablo y los suyos deben haber estado preguntando en el puerto por una nave que siguiera la ruta deseada. Podemos imaginar que los muelles de esos puertos eran un poco como los paraderos de buses interprovinciales que había y hay todavía en nuestra ciudad, de donde a toda hora, y hasta en la noche parten vehículos en diversas direcciones.
Una vez embarcados pasaron a lo largo de la isla de Chipre, donde Pablo había estado en su primer viaje misionero con Bernabé, y de donde éste, dicho sea de paso, era originario. De ahí enrumbaron hacia Siria –entiéndase la provincia romana de tal nombre, que comprendía a Fenicia y Judea. Por último llegaron al gran puerto de Tiro donde la nave debía descargar la mercadería que llevaba.
4. “Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén.”
En Tiro hallaron a los discípulos, lo cual quiere decir que sabían que en esa ciudad los había y que preguntaron por ellos. Deben haber sido muchos y acogedores, puesto que Pablo se quedó con ellos una semana, sin duda no sólo para gozar de su hospitalidad, sino también para instruirlos, cosa que él nunca dejaba de hacer adonde quiera que fuera. Pero los discípulos, movidos por el don de profecía que habían recibido con el Espíritu Santo, le pedían a Pablo que no fuese a Jerusalén. Seguramente porque el Espíritu les avisaba las contrariedades que el amado apóstol iba a enfrentar allí. Pablo lo sabía también pero, “ligado en el espíritu” (Hch 20:22,23), proseguía impertérrito con su intención de llegar a la capital de Judea. Él era consciente de que cualquiera que fuera lo que le ocurriese, no estaría fuera de la voluntad de Dios, y que ésta era lo mejor para él.
Los tres versículos siguientes narran la siguiente etapa del viaje de Pablo.
5. “Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos.”
En rápidos trazos Lucas describe la despedida de Pablo y sus acompañantes de los discípulos. Entristecidos de la partida ellos vinieron todos hasta el puerto, fuera de la ciudad, acompañados por sus mujeres y por sus hijos. Se arrodillaron en la playa, que nosotros, habituados a las de nuestra costa, podemos suponer que eran de arena, aunque no era necesariamente así. Estando de rodillas oraron, no se dice con qué intención, pero debe haber sido, antes que nada, porque el Señor llevase con bien a Pablo a su destino final, y lo guardara de las asechanzas de los enemigos que lo perseguían encarnizadamente. Notemos que aunque Pablo no había fundado la iglesia de Tiro, ni los había visitado antes, ellos le mostraron su aprecio y su cariño yendo todos, con sus mujeres e hijos, a despedirlo hasta la orilla del mar y a orar por él. Eso es algo que no había ocurrido antes en ninguna otra ciudad.
6. “Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas.”
Terminada la oración se abrazaron mutuamente emocionados. Ellos eran conscientes de que los acontecimientos que se venían iban a tener profundas consecuencias en la vida de Pablo y, por consiguiente, en la iglesia en general. Quizá intuían, como él mismo les había dicho a los ancianos en Mileto al despedirse, que nunca más volverían a ver su rostro (20:25).
7. “Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.”
De Tiro a Tolemaida hay una distancia corta que el barco debe haber cubierto en unas pocas horas. Desembarcando allí, permanecieron un día con los hermanos antes de proseguir su viaje.
Quizá convenga decir algo de estas dos ciudades visitadas por Pablo. A  Tiro la conocemos muy bien de nombre por el episodio que consignan Mateo y Marcos de la mujer cananea que se acercó a Jesús pidiéndole que sanara a su hija cuando el Maestro se acercó al territorio de esa ciudad pagana (Mt 15:21-28; Mr 7:24-31). Eran muchos los habitantes de esa ciudad y de Sidón que seguían a Jesús en Galilea para escuchar sus enseñanzas y ser sanados de sus enfermedades, como atestiguan Mr 3:8 y Lc 6:17.
Pero Tiro, gran centro comercial, construido sobre una roca (que es lo que la palabra Tiro quiere decir), figura varias veces en el Antiguo Testamento, pues era famosa por su riqueza. (De hecho la palabra “tirio” llegó a ser sinónimo de comerciante). Hiram, rey de Tiro, fue amigo de David y de Salomón, y suministró a ambos materiales para la construcción del palacio del primero (2 Sm 5:11), y para la edificación del templo que levantó el segundo (1R 9:10-14; 2 Cr 3:3-16).
De Tiro era la impía Jezabel, mujer de Acab, rey de Israel. A causa de sus prácticas idolátricas la ciudad fue objeto de las severas invectivas de los profetas Amós y Joel pero, sobre todo, de Jeremías (Jr 27:1-11) y Ezequiel. Éste pronunció una notable y larga oración anunciando la destrucción de la ciudad a manos de Nabucodonosor (Ez 26:1-28:19), como en efecto ocurrió el año 572 AC. (2)
Tolemaida era una ciudad muy antigua, situada a 13 Km al norte del Monte Carmelo, y conocida antiguamente con el nombre de Acco. Ya existía cuando los hebreos invadieron la tierra prometida, pero no la conquistaron, aunque había sido asignada a la tribu de Aser (Jc 1:31), y permaneció, por tanto, en manos de los fenicios. Ocupó un lugar muy importante durante las guerras de los macabeos. En el período intertestamentario se le dio el nombre con que figura en el Nuevo Testamento, Tolemaida, posiblemente en honor al faraón Tolomeo Filadelfo (285-246 AC). Cuando la conquistaron los árabes en el siglo VIII, le devolvieron su nombre antiguo de Acco, que los cruzados convirtieron en Acre en 1191 DC, cuando el rey de Inglaterra, Ricardo Corazón de León, la tomó por asalto en una batalla famosa. Fue entregada después a la orden de los caballeros hospitalarios de San Juan, y pasó a llamarse San Juan de Acre. Luego cayó en manos de los turcos otomanos, pero les fue arrebatada por los ingleses en 1917. Hoy forma parte, bajo el nombre de Akkó, del estado de Israel.
8,9. “Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Éste tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.”
Al día siguiente, y debe haber sido muy temprano por el largo trayecto que tenía por delante, Pablo y sus acompañantes partieron hacia Cesarea. Aunque no se señala específicamente, deben haberlo hecho, como era normal entonces, a pie, o a lomo de mula, y haberlo hecho a paso rápido, pues cubrieron la distancia, que en el mapa es más de 40 km, en un solo día.
Ya hemos hablado en otra ocasión de Cesarea, donde por primera vez se predicó el evangelio a los gentiles (“Consideraciones acerca del libro de los Hechos II”), la ciudad puerto fastuosa construida por Herodes el Grande en honor del César, de modo que no necesito ahora hablar de ella.
Llegados a la ciudad se hospedaron donde Felipe, que era uno de los siete diáconos elegidos en Hechos 6. Él figura varias veces en el libro de Hechos, pues fue uno de los pioneros que evangelizaron Samaria durante la persecución desatada en Jerusalén después del apedreamiento de Esteban (Hch 8:4-13). Luego, alertado por un ángel, le cupo predicar y bautizar al etíope, alto funcionario de la reina Candace, que retornaba a su tierra después de adorar en Jerusalén (Hch 8:26-39). Hecho lo cual, y arrebatado por el Espíritu, anunciaba las buenas nuevas por todas las ciudades hasta que llegó a Cesarea (v. 40). Es posible que él y Pablo no se hubieran encontrado antes, pero sí habían oído hablar el uno del otro.
Él tenía cuatro hijas, todavía sin casar, que eran profetizas. Sabemos que en las primeras décadas de la iglesia el don de profecía era muy común entre los creyentes como consecuencia del derramamiento del Espíritu Santo ocurrido en Pentecostés (Hch 2:1-4). Joel, como también sabemos, había profetizado que en los postreros días “vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán” (Jl 2:28; Hch 2:16, 17) y tendrán visiones, lo cual se cumplió ampliamente en esos tiempos.
Estas hijas de Felipe, según se sabe por otras fuentes, vivieron hasta edad avanzada y fueron muy estimadas en la iglesia como fuente de información acerca de los sucesos de los primeros tiempos de la iglesia. Podemos suponer que Lucas debe haber aprovechado sus recuerdos al componer las dos obras escritas por él, especialmente durante los dos años que Pablo permaneció en custodia en esa ciudad antes de ser enviado a Roma (Hch caps 24 al 26).
Según informa F.F. Bruce, algunos años después de los acontecimientos narrados acá, su padre Felipe emigró a la capital de la provincia de Asia, Éfeso, junto con otros discípulos, llevándose a sus hijas consigo. (3)
Notas: 1. Cos es una isla montañosa, que forma parte del archipiélago de las Espóradas, situada frente a  la costa sudoccidental de Asia Menor. Se hizo famosa por sus aguas termales sulfurosas, y por su escuela de medicina fundada por Hipócrates en el siglo V AC, y que gozó, precisamente gracias a ese hecho, de mucho favor bajo Herodes el Grande y los romanos.
Rodas, situada al este de la anterior, y bastante más grande, llegó a ser un importante centro comercial y político en la  antigüedad, tanto como Alejandría y Cartago. Allí se encontraba la famosa estatua del Coloso de Rodas, una de las siete maravillas de la antigüedad, entre cuyas piernas pasaban barcos. Tenía 32 m de altura, y fue erigida usando planchas de bronce, sostenidas por una estructura de hierro, a inicios del siglo III AC. Servía de faro para los navegantes nocturnos, antes de ser abatida por un terremoto el año 226 AC.
Pátara era un puerto importante de la costa de Licia, donde había un famoso santuario dedicado a Apolo, cuyo oráculo rivalizaba con el de Delfos. No se tiene noticias de que allí hubiera entonces una iglesia.
2. Las palabras de la última parte de la profecía de Ezequiel (28:11-19) suelen interpretarse como referidas simbólicamente a Lucifer.
3. El don de profecía, del que habla Pablo en Rm 12:6-8 y 1Cor 12:8-11, es dado por igual tanto a hombres como a mujeres. Profetizas fueron Miriam, la hermana de Moisés (Ex 15:20,21), Débora (Jc 4:4), Hulda (2R 22:14), la mujer de Isaías (8:3,4), la virgen María (Lc 1:46-48), y la anciana Ana (Lc 2:36-38).
Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? (Mt 16:26) "Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te invito a pedirle perdón a Dios por tus pecados haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."
#957 (08.01.17). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI).

1 comentario:

Blog27999 dijo...

As claimed by Stanford Medical, It's really the SINGLE reason this country's women get to live 10 years more and weigh 19 KG lighter than us.

(And actually, it is not related to genetics or some secret exercise and EVERYTHING to do with "how" they eat.)

P.S, I said "HOW", and not "WHAT"...

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