jueves, 29 de septiembre de 2016

BENDICE ALMA MÍA A JEHOVÁ III

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
BENDICE, ALMA MÍA, A JEHOVÁ III
Un Comentario del Salmo 103:15-22
Después de cantar las maravillas que ha hecho y hace Dios por el hombre, el salmista contrasta la fugacidad de la vida humana con la permanencia eterna de la misericordia divina.

15,16. “El hombre (Nota 1), como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella y pereció, y su lugar no lo conocerá más.”
El salmista hace un paralelo entre la vida del hombre y la hierba del campo, que por unos días se yergue lozana y bella, pero muy pronto se marchita, secada por el calor del viento solano, lista para ser segada. O como la flor que exhala su perfume en la mañana, pero cuyos pétalos caen al suelo en la noche. Isaías 40:7 proclamó una cosa semejante, y también lo hicieron algunos salmos, como el salmo 90:5,6. 
Un día vemos al hombre en la cima de su vigor, trabajando laboriosamente y haciendo muchas cosas, y otro día lo vemos decaído, pálido y sin fuerzas, agobiado por la enfermedad, e inclinado hacia el sepulcro. Pronto circulan las esquelas de duelo y los que lo conocieron llenan su boca de elogios al difunto por lo mucho que hizo en vida. Pero al cabo de pocos años nadie se acuerda de él. Su recuerdo se ha borrado de la memoria colectiva, y su nombre es desconocido por la nueva generación. En el lugar donde vivía casi nadie lo recuerda. Otros hombres crecen, florecen y también pasan.
La vida del hombre es un sueño fugaz. De ser una criatura de pecho, pasa a la infancia; de la infancia a la pubertad; de la pubertad, a la adultez; de la adultez a la ancianidad; de la ancianidad a la tumba. Su nombre sólo perdura en una lápida en el campo santo, o en el letrero de una calle (Jb 7:7-10). No obstante, la huella de su carácter y su influencia, buena o mala, perdura en sus hijos y en su descendencia, aunque no lo recuerden conscientemente.

17,18. “Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad, sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos; sobre los que guardan su pacto, y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.”
Frente a la transitoriedad de lo humano la misericordia de Dios nunca se extingue.
Pasan las generaciones y los siglos, pero permanece siendo la misma. La vida del hombre en la tierra es, por el contrario, como hemos visto, un instante fugaz dentro de la eternidad de Dios.
Él se inclina siempre compasivo y tierno sobre los que le temen, sobre los que le son fieles y se esfuerzan en guardar todas sus ordenanzas, porque le aman. Su amor por el hombre es inagotable y nunca se cansa de perdonarnos y de otorgarnos sus beneficios (Ex 20:6). María dirá algo semejante en el cántico que entonó cuando visitó a su pariente Isabel: “Su misericordia es de generación en generación a los que le temen.” (Lc 1:50).

19. “Jehová estableció en  los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.”
Este versículo afirma una vez más la soberanía de Dios sobre la creación entera, como lo hacen también en variados términos los salmos 93 y 95 al 99. El salmista emplea para ello imágenes tomadas de la realeza humana.
El trono es a la vez símbolo de gobierno, de supremacía y de majestad. Dios puso su trono en los cielos que, en la concepción cósmica de ese tiempo era el lugar más alto del universo, desde el cual se divisa no sólo la tierra entera y los mares, sino también el sol, las estrellas y los demás cuerpos celestes. Él ejerce un señorío absoluto sobre todos los seres que pueblan nuestro planeta y los mundos celestes, con su inmensa variedad de astros (Sal 22:28).
Los tres versículos siguientes constituyen la estrofa final del salmo, dedicada a alabar y bendecir al Señor.

20. “Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra.”
Así como al inicio el salmista se exhortó a sí mismo a bendecir a Dios, ahora exhorta a sus ángeles a hacerlo. Ellos son suyos, fueron creados por Él y puestos a su servicio, dotados de gran poder, muy superior a los poderes y capacidades humanas. Ellos tienen por misión obedecer a las órdenes que les da Dios y ejecutar sus encargos en el gobierno de la creación, y también, cuando es necesario, intervenir en las vidas de los seres humanos.
Algunas de esas intervenciones están consignadas en la Biblia, y tuvieron gran importancia en el desarrollo de los acontecimientos de la historia. Pero ignoramos de qué manera ellos siguen interviniendo ahora, aunque se tienen consignados algunos casos singulares en los que ellos han intervenido concretamente y en forma milagrosa.
En la Biblia no hay información acerca de la creación de los ángeles ni de su naturaleza. Toda la información concreta que poseemos acerca de ellos proviene de la literatura apócrifa y pseudoepigráfica.

21. “Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos que hacéis su voluntad.”
Luego exhorta con el mismo fin a las miríadas de seres espirituales que forman las milicias divinas y que pueblan el universo. Sabemos que existen categorías entre ellos que menciona Pablo (principados, potestades, etc. Ef 6:12), pero también ignoramos cuáles sean sus funciones específicas, y de qué manera los emplea Dios, aunque aquí se dice de ellos que son sus ministros, esto es, sus administradores. En el salmo 91:11,12 se menciona cuáles son algunas de esas funciones a favor del hombre: “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos (de donde proviene la noción de los ángeles de la guarda). En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra.” (2)

22. “Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras, en todos los lugares de su señorío. Bendice, alma mía, a Jehová.”
Por último exhorta a las obras de Dios a bendecirlo. Éstas incluyen el reino animal y vegetal en el aire, mar y tierra y, posiblemente también, incluye a los valles, los ríos y las montañas, en suma, todos los accidentes geográficos.
Vemos que aquí hay una progresión en la alabanza. Primero los ángeles, luego los ejércitos celestiales, y, luego las obras de su creación entera. Todos deben unirse en coro para alabar a Dios.
El salmista concluye repitiendo la frase del inicio, con que empezó el salmo, y que será también, la frase con que se inicie el salmo siguiente.

Notas: 1. Es interesante que el hebreo use aquí la palabra enosh en lugar de adam, porque siendo su raíz el verbo anash, que significa, entre otras cosas, “ser débil”, esa palabra se emplea cuando se trata de señalar la debilidad o fragilidad del ser humano, como en el salmo 8:4, por ejemplo: “¿Qué es el hombre (enosh) para que de él te acuerdes?”
2. Este versículo fue usado por Satanás para tentar a Jesús (Mt 4:6).

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios yo te exhorto a arrepentirte de todos tus pecados y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo la siguiente oración:
 “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido consciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#915 (21.02.16). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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