jueves, 14 de julio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - A PÉRGAMO

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS V
A LA IGLESIA DE PÉRGAMO
Un Comentario de Apocalipsis 2:12-17

12. “Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:"

La historia de la ciudad de Pérgamo (que todavía subsiste bajo el nombre de Bergama) es compleja y accidentada. Situada a 24 Km. del mar Egeo y al Norte de Éfeso y de Esmirna, fue capital del reino de los atálidas, por el nombre de su fundador, Atalo y de varios de sus sucesores. Uno de ellos, Eumeno, la dotó de una gran biblioteca de 200,000 volúmenes, superada en tamaño sólo por la de Alejandría. El último de sus reyes, Atalo III, donó el territorio de sus dominios a Roma, y la ciudad se convirtió en la capital de la provincia romana de Asia.

La piel de oveja preparada para la escritura, que poco a poco reemplazó al papiro, lleva el nombre de pergamino en honor de esta ciudad, que es donde, según la tradición, se inició la técnica de su confección.

Al empezar la carta Jesús se identifica a sí mismo con una de las características de la visión inicial de Juan, "el que tiene la espada de dos filos." (1:16). La espada de dos filos es aquella que es cortante no sólo por un lado de la hoja, sino por los dos. La espada, o puñal de dos filos, era un arma especialmente mortal. Por ese motivo es símbolo de la palabra de Dios que, de un lado, penetra hasta lo más profundo del corazón humano para revelar sus secretos (Hb 4:12); y de otro, es el arma con la cual el jinete montado sobre el caballo blanco aniquila a sus enemigos (Ap 19:21).

Esas imágenes nos hablan del poder de la palabra de Dios, que es a la vez creadora y destructora. Creadora, como cuando con ella fueron creados los cielos y la tierra (Gn 1:3-25; Sal 33:6); temible y destructora, como cuando dos palabras solas -'Yo soy", el nombre de Dios- hicieron caer por tierra a los esbirros que iban a apresar a Jesús. (Jn 18:6).

La espada de dos filos de la palabra de Dios es el arma con que los santos ejecutan venganza –simbólicamente- entre las naciones para ejecutar el juicio decretado por Dios (Sal 149:6,7). Pero la espada de dos filos simboliza también el fin amargo del que se deja seducir por la blandura del paladar de una mujer (Pr 5:4). En uno y otro ejemplo la espada doblemente aguda es símbolo de castigo, y debería hacernos temblar ante el poder de Dios (Véase también Is 49:2).

El hecho de que Jesús se identifique a sí mismo usando el símbolo de la espada aguda es una advertencia a los ancianos y ministros de la iglesia de Pérgamo, de que Él está dispuesto a castigar a los que se desvíen del camino que Él ha trazado a los suyos. Sírvannos también a nosotros esas palabras de advertencia de que Dios no tolerará nuestras desviaciones.

13. 'Yo conozco tus obras, y dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas, mi testigo fiel, fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás."
Como en todas las otras cartas, en ésta también Jesús dice: “Yo conozco tus obras". ¿Por qué repite tanto esta frase? Para que los destinatarios de las cartas y nosotros seamos conscientes de que Dios conoce todo lo que hacemos, pensamos y sentimos. Él conoce todo acerca de nosotros. Esta idea, que podría inspirarnos temor si vivimos ofendiéndole, debe inspiramos una gran confianza si tratamos siempre de agradarle, pese a nuestras flaquezas, ya que Él apreciará nuestros esfuerzos aunque sean fallidos. Al final, si le permanecemos fieles, se apiadará de nosotros y nos premiará.

La alusión al trono de Satanás donde mora esta iglesia se refiere posiblemente al hecho de que Pérgamo era la sede del poder romano en la provincia de Asia, puesto que en ella residía el procónsul. Pero además, la ciudad era un centro del culto al emperador, al cual cualquier ciudadano recalcitrante de la ciudad podía ser obligado como prueba de su fidelidad a Roma. Negarse a tomar parte de ese culto era considerado como un acto de alta traición, y castigado con la muerte.

Dominando la ciudad había una acrópolis en que se habían levantado varios templos a diferentes divinidades paganas. Entre ellas un templo al divino Augusto, y a la diosa Roma; y un templo dedicado al dios Esculapio, el patrón de la medicina, con su simbología satánica de la serpiente.

Jesús alaba a la iglesia de Pérgamo, porque retiene la fe en su nombre y no lo ha negado, pese al ambiente hostil, incluso cuando uno de los suyos, llamado Antipas, fue martirizado. No sabemos quién fue este héroe de la fe, pero el que se le mencione a él solo, hace suponer que no cayó en esa ciudad ninguna otra víctima de la persecución. Aunque atribulada, Pérgamo no compartía la suerte amarga de Esmirna.

14. "Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación."
Balaam es el profeta que fue llamado por Balac, rey de Edom, para que maldijera al pueblo de Israel que, de paso a la tierra prometida, se acercaba a sus dominios. Dado que el poder guerrero de los hebreos era conocido e inspiraba temor, Balac pensó que de esa manera él podría enfrentarlos con éxito y derrotarlos. Pero en lugar de maldecirlos, Jehová puso tres veces en boca del profeta palabras de bendición sobre Israel, para gran disgusto de Balac (Nm cap. 22 al 24).

Sin embargo, atraído por la oferta de dinero (2P2.15), Balaam aconsejó a Balac que las mujeres de su pueblo sedujeran a los israelitas y los invitaran a ofrecer sacrificios a sus dioses, como en efecto ocurrió en Baal-peor, por lo cual se encendió la ira de Jehová contra Israel, y hubo gran mortandad entre ellos (Nm 25:1-3,9; 31:16).

El hecho de que Jesús mencione el nombre del antiguo profeta quiere decir que había en la iglesia de Pérgamo quienes propiciaban una conducta licenciosa, y no sólo no tenían escrúpulos de comprar en el mercado carne sacrificada a los ídolos (como permitía Pablo, 1Cor 10:25-30) sino que animaban a los incautos a participar en los sacrificios a los dioses, que solían estar acompañados de orgías.

15. 'Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco."
Nuevamente se menciona a los nicolaítas, que ya lo fueron en la carta a la iglesia de Efeso (v.2:6). Es posible que lo que ellos propugnaban fuera un desorden afín a la doctrina de Balaam mencionada en el vers. anterior porque, según el escritor Victorino, ellos sostenían que la carne contaminada podía ser exorcizada y comida, y quienes hubieran fornicado en un banquete podrían recibir paz al octavo día.

Jesús reprocha al pastor de la iglesia que sea tolerante con estos perturbadores, cuya influencia podía ser muy nociva, si se tiene en cuenta que los convertidos de la gentilidad vivían en ciudades paganas donde reinaba una gran promiscuidad sexual. Era por eso necesario tomar toda clase de medidas para que los cristianos no fuesen tentados a volver a sus antiguas costumbres.

16. "Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca."
¿A quiénes se dirige la palabra "arrepiéntete"? Al ángel de la iglesia, es decir, a su pastor u obispo, que era responsable de la tolerancia con esos desviados. Indirectamente se dirige a todos, y así debe entenderse la advertencia "vendré a ti pronto", es decir, a la iglesia culpable en su conjunto, a enfrentar a los perturbadores.

La exhortación a arrepentirse figura explícitamente sólo en esta epístola, y en las dirigidas a las iglesias de Éfeso y Sardis, que son aquellas a las que, además de la iglesia de Laodicea, tiene un reproche grave que hacer.

Dice que peleará contra ellos "con la espada de mi boca", es decir, con su palabra. ¿Qué quiere decir esto? Que los reprenderá. Pero ¿cómo? ¿Vendrá Jesús a ellos personalmente? ¿Se les aparecerá en visión? Lo más probable es que lo haga a través de terceros, de algún enviado, o apóstol, o profeta que los expulse, o los humille públicamente, y los obligue a confesar su pecado ante la congregación. (Nota). O pudiera ser que lo haga en el espíritu, por medio de una reprensión interna que los convenza del mal que hacen. En todo caso, Jesús desea que ese desorden sea eliminado de la iglesia. Si es necesario lo hará Él mismo mediante enfermedad o muerte.

Sea como fuere, esta seria advertencia nos hace ver que la tolerancia complaciente con los que se apartan de la sana doctrina, o de una conducta irreprensible, es en sí pecado. La autoridad que tolera el pecado se hace su cómplice, pues con su actitud anima a otros a seguir el mal ejemplo de unos pocos. Este versículo es un llamado a la disciplina dentro de la iglesia.

17. "El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe."
Una vez más Jesús repite la frase: "El que tiene oído, oiga". Es un llamado a aguzar nuestros sentidos espirituales, que pueden haberse adormecido por la autocomplacencia, o por la rutina. Todos necesitamos aguzar nuestros oídos para escuchar la voz de Dios que nos habla a través de fuentes diversas, como la predicación, y la lectura de su palabra. Si la lectura de la palabra ha de ser una fuente de iluminación y de edificación, debemos leerla con los oídos espirituales bien dispuestos. De lo contrario, como dice el dicho popular, sus palabras nos entrarán por un oído y saldrán por el otro. No dejarán huella en nosotros porque no prestamos atención a lo que dicen. Al que tiene los oídos despiertos Dios le habla constantemente.

Nótese que si bien Jesús le dice a Juan en cada caso: "Escribe al ángel de la iglesia" tal, su mensaje está dirigido no a una persona en particular, que podría ser el anciano principal u obispo (palabra que quiere decir supervisor), o pastor, sino está dirigida a toda la iglesia, es decir, a todos los que la componen, a todos los que se congregan en ella, y que, como entonces no había templos cristianos, se reunían en casas.

"Al que venciere", es decir, al que triunfe sobre las tentaciones y las asechanzas del maligno, "yo le daré de comer del maná escondido". ¿Qué es ese maná escondido? El maná que recogían los israelitas en el desierto no era algo escondido, sino era visible para todos. Pero el maná que -según Hb 9:4- Dios mandó a Moisés poner en una vasija de oro en el Lugar Santísimo, junto a las tablas de la ley, sí era un maná escondido, pues sólo el sumo sacerdote tenía acceso a él. El maná que ahora Jesús ofrece a unos pocos no está a la disposición de todos, sino es un don, un regalo reservado. ¿Qué puede ser ese don? Es una intimidad particular con Jesús, un toque especial de su gracia, un conocimiento más profundo de su persona. Sea lo que fuere, es algo muy deseable.

En realidad, lo que todos buscamos en nuestra vida espiritual es recibir ese maná escondido que satisfaga nuestra hambre de Dios, ese maná no es otra cosa sino Dios mismo.

Otra interpretación posible del maná escondido, y afín a la que hemos propuesto, es que se trate del pan que baja del cielo, de Jesús mismo, de su cuerpo, del que Jesús dice que el que lo comiere "vivirá para siempre" (Jn 6:49-51). Dice que está escondido porque está encubierto bajo la apariencia de pan.

"Le daré una piedrecita blanca". En la antigüedad las pequeñas piedras blancas tenían, según se reporta, varios usos. El que más nos interesa está relacionado con el voto de los miembros del tribunal en juicio: la piedra blanca significaba absolución; la piedra negra, condenación. A los que triunfan sobre sus pasiones Jesús les otorga la piedra de la absolución, significando su victoria sobre la carne, así como también a los vencedores en los juegos olímpicos se les entregaba una piedrecita blanca en premio de su victoria.

Pero hay otro uso que también tiene relevancia para nosotros, y es la práctica común entonces entre dos amigos, de romper en dos pedazos una piedrecita blanca como símbolo de amistad. Cada amigo se quedaba con el trozo que llevaba inscrito el nombre del otro.

Esta práctica puede estar aludida "en el nombre nuevo que ninguno conoce sino el que lo recibe”, y que estará inscrito en la piedrecita blanca que Jesús dé a los vencedores.

Si Jesús mismo recibe un nombre nuevo (Ap 3:12), no tiene nada de sorprendente que el cristiano vencedor reciba también el suyo. Ese nombre nuevo y secreto será revelado el día del juicio final. ¿Qué cosa puede significar ese nombre sino la verdadera identidad de cada persona en Cristo? Jacob recibió también de Dios un nombre nuevo, que significaba "el que luchó con Dios y con los hombres, y venció", y que llevarían en adelante sus descendientes (Gn 32:28).

Nota: Recuérdese que la confesión de pecados era en los primeros tiempos de la iglesia un acto público.
NB. Desde el punto de vista histórico-simbólico, esta iglesia representa el período que va desde el fin de las persecuciones (313 DC), hasta el término del siglo VI; la era de la consolidación de la iglesia, la era de los concilios, en que se condenó a las principales herejías, y se definió en términos teológicos la doble naturaleza divina y humana de Jesús; la era de los grandes doctores de la iglesia.

Amado lector: Jesús dijo: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma? "Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios, yo te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
"Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte."

#901 (11.10.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel4227218.(Resohción #003694-2004/OSD-INDECOPI

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