miércoles, 27 de julio de 2016

MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS - A TIATIRA II

LA VIDA Y LA PALABRA
Por José Belaunde M.
MENSAJES A LAS SIETE IGLESIAS VII
A LA IGLESIA DE TIATIRA II
Un Comentario de Apocalipsis 2:24-29

24. “Pero a vosotros y a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tienen esa doctrina, y no han conocido lo que ellos llaman las profundidades de Satanás, yo os digo: No os impondré otra carga:”
¿Quiénes son esos “vosotros” y esos “demás” que están en Tiatira? Estas palabras implican que las cartas de Jesús están dirigidas a los responsables, a los ancianos de cada iglesia, no a una sola persona en autoridad. A ellos dirige Jesús, en primer lugar, sus advertencias, aunque ellas alcancen a todos los fieles de la iglesia incluidos en la expresión “los demás”.

Las palabras que siguen conciernen a los que han permanecido fieles, a los que no se han dejado seducir por doctrinas equivocadas, que suponemos eran la mayoría de la iglesia, por muy atractivo que fuera lo que Jezabel, o Satanás por intermedio de ella, ofrecía a los creyentes de Tiatira.

“No han conocido las profundidades de Satanás”. Esas palabras indican que hubo quienes se involucraron a fondo con conceptos y prácticas ocultistas diabólicas, y que se jactaban del conocimiento esotérico que obtenían a través de ellas, sin percatarse del peligro al que se exponían.

Es posible que al hablar de las profundidades de Satanás Jesús haya pensado en los albores del movimiento gnóstico, que amenazó la pureza doctrinal de la Iglesia, pretendiendo estar en posesión de conocimientos profundos acerca de los misterios divinos, y que en el curso del tiempo captó muchísimos seguidores.

En su estudio de las palabras del Nuevo Testamento M. Vincent pone el término “profundidades de Satanás” en relación con la secta gnóstica de los ofitas (adoradores de la serpiente) que perduró hasta inicios del siglo VI, en que fue proscrita por el emperador Justiniano. Su doctrina, cuyo germen es común a muchas sectas gnósticas y ocultistas, invertía el relato de la creación haciendo del Creador un ser malévolo, hostil al Dios supremo, de modo que la caída del hombre como consecuencia de su desobediencia, fuera considerada no como una transgresión contra la voluntad divina, sino como un acto de emancipación frente a una autoridad malvada. La serpiente tentadora no sería entonces una enemiga de la humanidad, sino su benefactora. Ella es un símbolo del intelecto, mediante el cual la primera pareja humana obtuvo el conocimiento de la existencia de seres superiores a su Creador. De esa manera llevaban a cabo lo que denuncia Isaías: “¡Ay de los que al mal llaman bien, y al bien, mal; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz…” (Is 5:20). En su arrogante blasfemia convertían a Satanás en Dios, y a Dios en Satanás. Su uso de la palabra “profundidades” pervertía y se burlaba de la exclamación emocionada de Pablo: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Rm 11:33). 

Pero a los que no lo hicieron Jesús les dice que no les impondrá otra carga aparte de la que ya tienen, y que Él ha elogiado en el vers. 19. (Véase el artículo anterior “Mensajes a las Siete Iglesias VI”). La carga a la que Jesús alude se refiere, en opinión de muchos, a las normas dictadas por el Concilio de Jerusalén para los gentiles que se convertían a Cristo (Hch 16:28,29).

25. “pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.”
Jesús anima a los creyentes a mantenerse firmes de la manera expuesta hasta que Él vuelva, según su promesa. Aunque la idea de su pronto retorno está presente en todos los mensajes, ésta es la primera vez que lo menciona explícitamente, y no lo volverá a hacer hasta la carta a la iglesia de Filadelfia (Ap 3:11). Sin embargo, la iglesia de esos primeros tiempos vivía en la expectativa del pronto retorno de Jesús, según Él había anunciado repetidas veces. La frustrada expectativa de su pronta vuelta hizo que la fe de muchos se conmoviera, al punto de que el apóstol Pedro consideró necesario tranquilizar a los que se impacientaban por no verlo regresar (2P 3:4-9).

¿A qué se refiere “lo que tenéis” y que debe ser retenido? Pudieran ser las reglas de conducta derivadas de las Sagradas Escrituras, y que expresan la voluntad de Dios para el hombre, la forma en que ha de comportarse para agradarle. Los evangelios están llenos de esas instrucciones prácticas, así como lo están también las porciones parenéticas de las epístolas. Como por ejemplo: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen…” (Mt 5:44). O “Al que te pide, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. (Mt 5:42). O “Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” (Rm 13:7).

No obstante, Jesús afirma claramente: “mi yugo es fácil, y mi carga ligera.” (Mt 11:30). En cambio, los fariseos añadían a los mandamientos contenidos en la Ley, reglas minuciosas que cubrían todos los aspectos de la vida diaria que, tal como denunció Jesús, se convertían en una carga pesada de llevar (Mt 23:4; Mr 7:8).

26, 27. “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.”
En esta ocasión a la frase “Al que venciere”, que figura en todas las otras cartas, Jesús añade las palabras: “y guardare mis obras hasta el fin.” ¿De qué obras se trata? Las que se acaba de mencionar al comentar al versículo anterior, a las que se podría añadir el fruto del Espíritu de que habla Gal 5:22,23 y, a imitación suya, el predicar el evangelio a las naciones, la enseñanza de su doctrina, y las obras de caridad con los necesitados. O quizá simplemente la obediencia a la ley de Cristo de que habla Pablo (1Cor 9:21; Gal 6:2), que abarca lo mencionado y mucho más.

En estos dos versículos Jesús hace una promesa inusitada a los que le permanezcan fieles hasta el fin: les dará autoridad sobre las naciones, a las que regirán con vara de hierro. Ahora bien ¿cuándo debe cumplirse, o cuándo se cumplió esa promesa? ¿Se trata de un cumplimiento que se realiza en este siglo, o en el siglo venidero? ¿Se cumplirá en el curso normal de la historia, o será un cumplimiento escatológico?

¿Podría decirse que la primera opción se cumplió cuando los emperadores bizantinos acumularon todo el poder, y rigieron el mundo mediterráneo oriental y aún más allá, a partir del siglo IV? ¿O cuando el Sacro Imperio Romano Germánico, fundado por Carlomagno el año 800, unido al poder de la iglesia, se extendió a toda Europa? No lo creo porque en el primer caso su hegemonía fue pronto socavada por las invasiones de árabes y turcos, en su afán por expandir el Islam. Y en el caso del segundo, las luchas intestinas mermaron su autoridad.

Más parece que se tratara de un cumplimiento al final de los tiempos, cuando los cristianos reinen con Cristo, porque la promesa no está reservada a una sola persona, al emperador, sino está destinada a todo el que venza los obstáculos que el enemigo ponga en su camino, es decir, a todos los cristianos vencedores y fieles.

Esta palabra está ligada a lo que se dice en Ap 1:6, 5:10 acerca de los que Jesús hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; y nos hace pensar en lo que Jesús prometió a sus discípulos: “De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido, también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.” (Mt 19:28 c.f. Lc 22:30). 

Pablo también afirma que los santos han de juzgar al mundo (1 Cor 6:2). El Salmo 2 lo había profetizado respecto de Cristo: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.” (v. 8). Pero Él ejercerá ese poder que ha recibido de su Padre a través de sus apóstoles y discípulos.

El mismo salmo añade una frase a la que Jesús en este pasaje se refiere directamente: “Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás.” (v. 9).

La autoridad que sea entonces delegada a los creyentes será adecuada a la fidelidad que mostraron en esta vida, según dijo Jesús en la parábola de los talentos, a los siervos a los que encargó administrar su dinero: “Bien, siervo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” (Mt 25:21,23). A los que supieron dominar sus pasiones en la tierra, Dios les encargará gobernar a los pueblos en el cielo, escribe acertadamente John Stott.

“Las regirá con vara de hierro; y serán quebrantadas como vaso de alfarero.” Antes de instaurar el nuevo orden, el antiguo debe ser totalmente destruido. Antes de la regeneración de todas las cosas, el bien y el mal convivían. Pero llegará el momento en que la cizaña deberá ser separada del trigo y quemada al fuego (Mt 13: 30,41,42).

En Jeremías Dios nos pone delante la imagen del alfarero que fabrica sus vasijas moldeando el barro en la rueda (Jr 18:1-6). Dios tiene sobre nosotros un dominio mayor que el que tiene el alfarero sobre sus vasijas, porque el alfarero sólo les da forma, pero Dios ha creado tanto a la arcilla como al alfarero (M. Henry). Más adelante Él ordena al profeta realizar una acción simbólica, consistente en quebrar un vaso de barro delante de los ancianos del pueblo infiel (Jr 19:10). Dios trata a su pueblo como el alfarero rompe y descarta las vasijas que salieron mal, y escoge y preserva las que son a su gusto.

Llegará el día en que el jinete del caballo blanco herirá a las naciones con la espada aguda que sale de su boca –es decir, con su palabra- y las regirá con vara de hierro, señal de autoridad absoluta (Ap 19:15).

28. “y le daré la estrella de la mañana". 
Ése es Jesús mismo, según sus propias palabras: “Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” (Ap 22:16). Ya muchos siglos atrás Balaam había profetizado a pesar suyo su venida: “Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá Estrella de Jacob, y se levantará cetro de Israel.” (Nm 24:17).

Así como el lucero de la mañana anuncia un nuevo día, de igual manera cuando Cristo se levante –es decir, cuando aparezca su señal en los cielos (Mt 24:30)- regirá un nuevo día que empiece con su venida y que no tendrá fin. La estrella es señal de autoridad. Recuérdese que fue una estrella de Oriente la que anunció a los magos su nacimiento (Mt 2:2). Entonces dará a sus discípulos fieles la potestad de gobernar a las naciones con Él. Ellos compartirán no sólo su autoridad y su poder, sino también su gloria. Al haberle dado la espalda a la oscuridad del pecado, podrán ver la gloria de Dios reflejada en la faz de Jesucristo (2Cor 3:18).

29. “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Esta frase que aparece al final de todas las cartas, ha sido ya tratada en el comentario de las tres cartas anteriores. No tengo nada que añadir por el momento a lo ya dicho. 

NB. Desde el punto de vista histórico-simbólico la iglesia de Tiatira representa el período que va desde inicios del siglo VII hasta la Reforma protestante, esto es, la era de la grandes catedrales y del inicio de las universidades bajo su sombra; la era de la consolidación del poder del Papado, con las contradicciones que trajo consigo; de la fundación, como contraparte, de las órdenes mendicantes, con su testimonio de pobreza; la era de las cruzadas y de los denodados esfuerzos para detener el avance del Islam; la era de las luchas feudales que condujeron al surgimiento de los reinos de España y Portugal, de Francia, Inglaterra y Austria, mientras Alemania e Italia seguían siendo un mosaico de pequeños estados; la era del surgimiento de las ciudades alrededor de los conventos, y de los primeros pasos de la ciencia experimental; la era del pasmoso desarrollo de la literatura, de las artes plásticas, de la arquitectura y de la música, que llevó al despertar del Renacimiento, sobre todo, pero no sólo en Italia; la era, en fin, de la invención de la imprenta, y del descubrimiento de América.

Amado lector: Si tú no estás seguro de que cuando mueras vas a ir a gozar de la presencia de Dios por toda la eternidad, yo te exhorto a arrepentirte de tus pecados, y  te invito a pedirle perdón a Dios por ellos haciendo una sencilla oración:
   “Jesús, tú viniste al mundo a expiar en la cruz los pecados cometidos por todos los hombres, incluyendo los míos. Yo sé que no merezco tu perdón, porque te he ofendido conciente y voluntariamente muchísimas veces, pero tú me lo ofreces gratuitamente y sin merecerlo. Yo quiero recibirlo. Me arrepiento sinceramente de todos mis pecados y de todo el mal que he cometido hasta hoy. Perdóname, Señor, te lo ruego; lava mis pecados con tu sangre; entra en mi corazón y gobierna mi vida. En adelante quiero vivir para ti y servirte.”

#903 (25.10.15). Depósito Legal #2004-5581. Director: José Belaunde M. Dirección: Independencia 1231, Miraflores, Lima, Perú 18. Tel 4227218. (Resolución #003694-2004/OSD-INDECOPI). 

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